Título original: Assembly
Publicado por: L'altra editorial, en catalán (con traducción de Maria Arboç-Terrades) y por Anagrama, en castellano (con traducción de Inga Pellisa)
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable
Siempre es destacable la irrupción de nuevas voces que, por su estilo o por la radicalidad de los temas tratados, sobresalen y despuntan en un terreno fecundo (y desigual) como el literario. En este caso, Natasha Brown debuta con esta breve novela que, a pesar de su corta extensión, está dotada de una profundidad y potencia inusual, mostrando con gran talento la contundencia propia de quién no tiene nada que perder pero mucho que decir.
Narrada en primera persona en boca de su protagonista, el relato nos interpela directamente, pues con poco más de cien páginas la autora expone un amplio alcance temático en las que analiza y desgrana nuestra sociedad. Así, la reunión social a la que hace referencia el título es el MacGuffin de la trama argumental, aunque no el único destino al que la autora dirige su mirada incisiva y acusadora. Y cabe decir que la tarea de los traductores en la elección de la correcta traducción del título no era tarea fácil, pues el «Assembly» original puede traducirse como «Reunión» (opción por la que se han decantado las ediciones catalana y castellana haciendo referencia a una celebración que se produce en la historia narrada), aunque también podría traducirse como «Ensamblaje», un título poco comercial pero que encajaría mucho mejor con lo que el libro expone, pues la autora narra, de manera directa pero también global el encaje de una mujer joven, negra y talentosa, en una sociedad como la británica.
Con un estilo de marcado modo cuasi telegráfico, con frases cortas y directas, el libro empieza con la narración de un abuso de poder, de la presión a la que la protagonista se ve sometida en el trabajo por parte de su jefe; ella intenta convencerse de que no es nada, de que todo está bien, de que la situación no preocupante, mientras lucha internamente sobre cómo encajar la situación, como gestionar la obsesión de su jefe hacia ella. Este es uno de los pilares sobre los que se sustenta la novela, el encaje de una joven mujer con talento y ambición en un mundo poblado, orquestado y dirigido por hombres. Así, a través de la narración de la protagonista, la autora lanza diatribas sobre el mercado laboral, desatado, competitivo, ambicioso y voraz, que se impone al equilibrio vital maquillándose bajo el orgullo y la plenitud conseguida tras la consecución de los retos planteados. El canibalismo laboral disfrazado de superación personal, a través de trabajo duro y consecución de retos. Lo que queda atrás en el camino no importa, nadie se percatará de ello, nadie se dará ni cuenta. Mirada siempre adelante, hacia el progreso, siempre creciendo pero nunca arraigando. Sacrificios constantes para conseguir los propósitos, es lo único que importa: el resultado. Porque, como afirma la propia protagonista, «hacíamos listas, repasábamos nuestros planes a cinco años vista y nos acorazábamos los estómagos que nos harían falta para ejecutarlos». Porque hay que subirse a la rueda y subir el mundo a ella. Por ese motivo, la protagonista afirma que «hago charlas de estas casi cada semana (…) forma parte del trabajo, la diversidad hay que verla. ¿A cuántas mujeres y niñas he mentido?». Y llega el momento de la constatación de la realidad y asoma la duda de si el camino emprendido es el idóneo tras «generaciones de sacrificio, de trabajo duro y una vida aún peor. Mucho sufrimiento, muchas esperanzas perdidas: todo para esta oportunidad. Por mi vida. Y he intentado estar a la altura, lo he intentado fuertemente. Pero después de años de esfuerzo, tengo que luchar contracorriente, estoy preparada para dejar de moverme. Para dejar de luchas. Para tragarme el agua. No puedo más».
De esta manera, estilísticamente directa aunque de prosa cuidada, Brown nos hace un retrato vivo y mordaz sobre la vacuidad de la sociedad actual, sobre los débiles (aunque exquisitamente bellos) pilares sobre los cuales se sustentan nuestras vidas, cimentadas con unas realidades disociadas con nuestras altas expectativas. Seguir, luchar, persistir. La mirada hacia adelante mientras dejamos atrás el cansancio y el agotamiento; y la vida, propia y en comunidad. Porque la comunidad, la integración, es otro de los elementos nucleares del libro, pues la autora aborda de manera frontal el racismo y la xenofobia, de manera que el ensamblaje al que hace referencia el título también es extensivo a la integración de las personas negras a la sociedad occidental y el difícil arraigo heredado tras décadas de exclusión, pues «no nos unía ningún país ni ninguna cultura aparte de la británica (…) sobrevivíamos como sobreviven los patrones culturales. Persistiendo de generación en generación, sin sentido ni memoria».
Con el racismo, la xenofobia, la desigualdad y la diferencia de clases como elementos puntales del relato, la autora despliega su talento a lo largo de la narración a la vez que muestra una versatilidad estilística destacable cambiando a menudo de estilo, adaptándose, también ella, a lo que la narración demanda en cada momento. Así, a mitad del libro, nos encontramos con recuerdos que aparecen de manera fragmentada sobre momentos puntuales de la protagonista que sirven para definirla, para describir su pasado a través de pequeñas pinceladas que conforman su personaje, sus raíces, su pasado y su momento actual. Como pequeños alfileres sobre los que sostener su existencia. La narración se fragmenta de manera (quizá) algo excesiva, aunque la corta extensión de la novela es lo que exige. La autora aporta, entre recuerdos, pinceladas de disconformidad hacia un mundo que se mueve rápido (demasiado) pero sin rumbo, atolondrado, centrifugador, y que la autora retrata a la perfección con muy poco («vivir en un lugar del que siempre te echarán, sin saber, sin entender. Sin historia») y sin ningún tipo de tapujos o edulcorantes («Enoch Powell en persona zarpó hacia Barbados y nos suplicó que viniéramos. O sea que vinimos, y construimos y cuidamos y curamos —y cocinamos, y limpiamos. Pagamos impuestos, pagamos alquileres abusivos a los pocos propietarios que nos aceptaban. Y fuimos odiados»). La autora constata de esta manera la dificultad de encaje, de integración («nací aquí, mis padres nacieron aquí, he vivido siempre aquí; pero da igual, nunca seré de aquí. En mi cuerpo, su cultura se convierte en una parodia») y el cinismo de una sociedad que en apariencia abraza la diversidad pero que en realidad lo hace únicamente para reafirmarse («que él me acepte los alienta. Su presencia me avala, les asegura que soy el tipo adecuado de diversidad»).
Así, la verdadera protagonista de la novela no es propiamente la narradora sino la misma sociedad que la autora retrata y define bajo la mirada de una protagonista que sirve esencialmente como vehículo narrativo para hacernos llegar una sociedad egoísta y nihilista a la vez que racista y excluyente que la autora sentencia afirmando que «ellos observan (nos observan). Les enseñan a hacerlo desde la escuela. Les enseñan a ver nuestros cuerpos (nuestras personas) como objetos. Aprenden la línea divisoria entre países ricos y países pobres como si fuera geografía —incuestionable como las montañas, los océanos y otros fenómenos naturales. Sin porqués ni paraqués, sin las flechas implacables del imperialismo europeo desgarrando el mapa del mundo».
De esta manera, con poco más de cien páginas Natasha Brown ha escrito una ópera prima en la que despunta por la claridad expositiva en el retrato y la denuncia que hace de una sociedad egoísta y desigual con un estilo ácido y crítico que en gran parte recuerda a Ali Smith por su precisión, por su radicalidad y su implacabilidad. Asimismo, en sus notas finales la autora cita al libro «Ciudadana», de Claudia Rankine, cuya influencia es evidente pues su estilo directo, poético, fragmentado, resuena altamente a la autora jamaicana y traza con él un hilo que las une en la exposición de las costuras de una maltrecha y desigual sociedad en la que abunda el racismo y clasismo e ilumina el relato con flashes instantáneos, imágenes y situaciones fácilmente identificables exponiendo bajo la luz de su estilo todas aquellas miserias que nos constituyen como sociedad y que la conforman con todas las aristas que sobresalen, a causa de la fragmentación alimentada por las altas clases, dominantes, absorbentes, impositivas e inclementes, del bello ensamblaje que el cinismo social pretende mostrar.
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