Año de publicación: 2020
Valoración: Muy recomendable
Detrás de este título, aparentemente amable, se esconde un sarcasmo evidente. ¿Quiénes son Las Alegres, una asociación cultural, una banda de música, un club de vacaciones o algo mucho más siniestro? Un acierto más en el manejo de los hilos de esta historia tan escalofriante como intencionalmente política. Su autor, del que no había leído nada hasta ahora y al que volveré más pronto que tarde, toma partido, evidentemente, ya que tanto el enfoque, como la exposición de hechos, elección de personajes etc., expresa su absoluta repulsa a la violencia, cualquier violencia, contra las mujeres. Sin embargo, y esto es uno de sus méritos, consigue construir un relato cuyos materiales no pueden ser más objetivos: descripción de hechos y presentación de documentos (ficticios, naturalmente, ya que no se trata de hechos reales) sin aportar explícitamente su opinión –aunque como digo, no tengamos dudas al respecto–, dejando que sea el lector quien complete lo que se elude, que es bastante. Esto, que parece una contradicción, solo se puede entender leyendo la novela, los recursos que emplea son sencillos, el secreto reside en su manejo.
Ante todo, recomiendo al futuro lector que
se tome esta lectura con calma, porque los fragmentos que la componen se encuentran
sabiamente descolocados y a él corresponde recomponerlos mentalmente como
quien arma un rompecabezas. Tampoco existe orden cronológico, pasado y futuro se
alternan aunque sin riesgo de perder el hilo a poco que estemos atentos. Por mi
parte, intentaré facilitarles la tarea, ya que en este caso no hay intriga
ninguna, al contrario, todo está más que claro, solo se nos pide un poco de
esfuerzo extra.
“Porque lo hicimos todo mal. Lo primero lo de no tomarlo en serio. Porque pensamos que la mamá de Martina era ¿qué se yo? Otra loca. Que eso era lo que andábamos pensando aquellos días. Entonces, no lo tomamos en serio. Y ahí fue. Que si lo hubiéramos tomado en serio, entonces todo podría haber sido diferente. Y entonces ellos estarían vivos. Y Martina también. Y que lo que pasaba era que yo no entendía el mundo en el que vivía. Y mire que no faltaban señales.”
La ciudad se va cubriendo de carteles
anunciando desapariciones. A veces, no siempre, aparecen los cadáveres. Dos
amigos claramente concienciados, intercambian en la oscuridad de un cine –metáfora
del drama que se representa en la vida real– noticias de lo que está
sucediendo. Otros dos chavales están obsesionados con el porno, practican
cierto trapicheo y, empujados por un clima de prepotencia masculina bastante
reconocible, deciden engañar a una niña. Las mujeres empiezan a organizarse,
una de sus dirigentes apuesta por la acción pacífica –y en el futuro una nieta
suya defenderá su memoria– en cambio otra, más joven, defiende la violencia organizada. La hermana de esta sufre abusos por parte de un pariente que
supuestamente se encarga de cuidarla. Otro niño presencia atemorizado
frecuentes episodios de violencia paterna, la noche en que su madre queda ciega
e inválida ambos consiguen huir y refugiarse en una ciudad lejana. Comienzan a
aparecer nuevos cadáveres, esta vez masculinos, en esa y otras localidades. El
padre culpable siente pánico ante un posible ajuste de cuentas mientras el
chico, a pesar de la distancia, vive con la angustia de que les encuentre y
acabe de una vez con ellos.
“¿Murieron cuántos hombres?, ¿diez? Diez. Y el Estado consideró la posibilidad de declarar el toque de queda en La Renca, en Lima y en Barrio Sur. –Pero entenderá, Nadia, que no es lo mismo. –¿Se refiere a que Las Alegres eran un grupo organizado? –Sí. –Bueno, tal vez los hombres hayan sido un grupo organizado para sembrar el terror entre las mujeres desde hace cuarenta mil años.”
La violencia de género, parece sugerir
Ginés Sánchez, es la única gran injusticia en toda la historia de la humanidad
que ha obtenido hasta ahora una respuesta pacífica por parte de políticas, activistas,
escritoras o filósofas. Si lo consideramos objetivamente, sin apasionamientos
de ningún tipo, no deja de ser curioso: el ser humano jamás se ha comportado
con tanta elegancia.
“La cuestión –está diciendo Sofía – es el punto de partida de cada uno de los bandos. Porque uno de ellos actúa como si fuera un ejército en tiempo de guerra. Una guerra no declarada, si se quiere, pero guerra. Y mientras uno actúa así, ¿qué hace el otro? Pues poca cosa, la verdad. Casi que andar pidiendo perdón. Casi que nada más que andar educando al primero. «Oh, ¿es que no veis que eso que hacéis está mal, es que no veis que nos duele?» ¿Y qué sucede como consecuencia de todo esto? Pues sucede que el segundo bando pierde la iniciativa. Más aún, pierde la capacidad de réplica.”
Un título que, preveo, no dejará indiferente a nadie. Por su acción trepidante, su contenido polémico y complejo, porque nos mantiene en constante tensión, nos interpela sin manipularnos y porque, en definitiva, se trata de una apuesta arriesgada y comprometida desarrollada con una técnica impecable.
2 comentarios:
Hola, Montuenga:
Ayer leí tu reseña y pensé que iba a tener un aluvión de comentarios por lo controvertido del tema, y por la gran calidad que dices que tiene esta obra. Veo, con sorpresa, que tanto esta entrada como las dos anteriores no tienen ningún comentario, coincidiendo, además, que las tres tratan sobre libros relacionados con temas actuales de índole muy sensible.
Me lleva a preguntarme si es que hay un ambiente tan crispado que cansa hablar de ciertas cosas o es que me pierdo algo.
Expuesta mi reflexión, te digo que me ha sorprendido tu reseña y me ha llamado mucho la atención el libro. No sabes la cantidad de veces que he tenido con chicas jóvenes conversaciones acerca de la hartanza de la resistencia pasiva y la necesidad de "pasar a la acción" Por un lado, me intriga lo que tenga que contar este libro, y, por otro, me da repelús siquiera asomarme a las aberraciones de nuestro día a día.
En fin, me ha encantado la reseña y tendré muy en cuenta al autor.
Gracias por darnos a conocer el libro.
Saludos
Lupita
Hola Lupita. Desde luego es un terreno resbaladizo y alabo el gusto a quienes no se han animado a dejar su primera ocurrencia sin siquiera haber leído el libro. Espero que quienes lo lean busquen reseñas al respecto, encuentren esta y expresen su opinión aquí.
No sé si ha quedado claro que la novela no es desagradable en absoluto, nada más allá de cualquier noticia escueta sobre asuntos similares que podemos encontrar en periódicos no sensacionalistas. Como digo, lo único que puede chocar un poco es que esté compuesta de fragmentos, pero nuestro cerebro está acostumbrado a rellenar lagunas así que tampoco supone un gran esfuerzo.
En cuanto al enfoque del problema (en sus múltiples variables), me ha parecido muy honesto por parte del autor, otros intentan convencer de que una manifestación al año, un tweet, artículo de prensa etc. son peligrosísimos ataques, y demasiado saben que eso no es así, que la respuesta violenta no es precisamente femenina.
O sea, que sea un varón quien desarrolle la idea narrativamente hablando está dentro de la lógica pues su educación le ha preparado para responder a los ataques atacando, las mujeres en cambio, por responsabilidad dictada tanto por biología (son creadoras de vida) como por educación, apuestan y han apostado siempre por razonar e intentar convencer por las buenas.
Y para muestra un botón, la peli recién oscarizada y dirigida por una mujer (que todavía no he visto) va en esa línea, pero opta por la solución contraria: el sacrificio en aras de la causa. ¿Tanto romperse la cabeza para volver a la casilla de salida? ¿Tenemos que dar la razón a Ginés Sánchez por boca de su personaje Sofía Navarro?
Demasiado pacíficas son las mujeres, señala esta novela. No sé si es un reproche, pero debería ser un elogio y que se apoyase la causa pacifista por parte de toda la sociedad (lo que implicaría romper muchos hábitos aparentemente inofensivos) en lugar de denigrar cualquier gesto defensivo de su mitad más vulnerable.
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