jueves, 21 de diciembre de 2017

Pablo Auladell: El paraíso perdido




Idioma original: Español
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable alto

 Pablo Auladell, ilustrador alicantino licenciado en Filología Inglesa, se embarcó en una tarea de proporciones titánicas: adaptar Paradise Lost, de John Milton, al formato de la novela gráfica. Sí, ese poema épico de gran envergadura, compuesto por 10.565 versos divididos en doce libros. Sí, la que es, para muchos, la obra cumbre de las letras inglesas. 

 En el prólogo de El paraíso perdido, Auladell advierte que trabajó en esta novela gráfica con “voluntad, soberbia y desigual fortuna”. Esta humildad, mezclada con cierta “soberbia”, me recuerda al yo poético de Paradise Lost, que afirma que el suyo es un “atrevido canto”, pero al mismo tiempo reconoce que necesita la ayuda de la “Musa de los Cielos” para acometerlo. No hemos ni empezado y ya vemos una de las muchas similitudes que existen entre ambas obras; una delicia, vamos.

 Pues nada, a lo que íbamos. Como imaginaréis, el de Auladel era un proyecto sumamente ambicioso. Y no me refiero únicamente en tanto que desafío conceptual. Su misma materialización acabó por ser una odisea. Hasta dos editoriales mostraron interés por esta adaptación, pero, por razones diversas, acabaron por dejarla de lado. 

 El caso es que, entre parones, Auladell tardó unos cinco años en terminar El paraíso perdido. El autor atribuye a este prolongado e intermitente proceso de creación cierta irregularidad en la "fisionomía de algunos personajes y en determinadas ambientaciones y tratamientos de color". La unidad (sobre todo la estética) acaba siendo, por ello, algo menos conseguido. No obstante, esta irregularidad no entorpece a la visión de conjunto de este cómic. De hecho, depende de cómo se mire, la añade un toque expresivo a las ilustraciones y queda como una anécdota de lo más curiosa en lo que concierne al desarrollo de la obra. Para mí, al menos.

 Adelanto ya mismo que el ilustrador dio la talla. En tanto que guionista y como dibujante. La calidad de El paraíso perdido es tal que fue galardonado con el Premio Nacional del Cómic del año 2016. Si a eso añadimos la edición de este libro... Pero me estoy precipitando. Por ahora, creedme cuando os digo que este libro es algo a lo que vale la pena echar un vistazo. 

La obra original 

 El Paradise Lost de Milton relata muchas cosas, pero vamos a centrarnos en aquélla que Auladell rescató para su adaptación: la doble caída. Es decir, la de Satán y el resto de ángeles rebeldes, y la de Adán y Eva (y, por extensión, la de "la nueva criatura", el Hombre).  

 En el poema, Satán es castigado por sublevarse ante Dios y condenado al Infierno junto a sus seguidores. Su pecado: la soberbia. Con el orgullo herido, el ángel caído fragua su venganza en su nueva morada... Finalmente decide condenar a la nueva creación de Dios,  haciéndole traicionar a su Creador.

 La teoría política que Milton defendía le incitó a escribir su poema en clave de metáfora: a través de Paradise Lost denunciaba a las monarquías absolutas. Pese a las creencias religiosas del autor, Dios vendría a ser la encarnación de un déspota que reina con puño de hierro. El propio Auladell aprovecha para retratarlo de este modo; Dios es una figura autoritaria y, sobre todo, distante. De Satán. De "la nueva criatura". Ni siquiera se le ve cuando expulsa del Paraíso Terrenal a Adán y Eva.

 Satán, en cambio, provoca mayor empatía. Se le ha humanizado. Ya Milton decidió darle un protagonismo en su Paradise Lost del que toda la literatura bíblica previa le había privado. Además, al traidor, en su afán por derrocar al tirano, se le puede considerar el portador del estandarte de la libertad. "Resulta preferible reinar en el Infierno" -proclama a sus tropas- "que servir en el Cielo". El contraste con un Dios intransigente y proclive al cólera es máximo, como puede apreciarse, pues Satán se preocupa por los suyos y lucha por un objetivo loable. Auladell responde a esta versión arrogante y carismática de Satán, mostrándolo como un ser bello y estilizado.

 En definitiva, uno de los temas que gravitaban en torno a la novela de Milton era el de la libertad. ¿Qué es preferible, una vida en la que se es feliz a cambio de ser ignorante y obediente o aquella en que somos libros, por nefastas que puedan ser las consecuencias? La carga trágica de Satán es tan inesperada como eficaz: el ángel caído y sus huestes de seguidores nos cautivan, nos volvemos cómplices de su causa rebelde.

 Y a esta lectura se acoge Auladell, según el ilustrador ha manifestado en varias ocasiones. Pinta bien, ¿no?

La adaptación 

 Auladell logra, en El paraíso perdido, encontrar el balance entre la aportación propia y el respeto al material original.

 Para el ilustrador, una adaptación es crear una obra nueva con hallazgos propios, no la mera repetición o una síntesis de la previa. Así lo demuestra en esta ocasión: su aportación gráfica potencia o hasta desarrolla aspectos que no estaban presentes en Paradise Lost. En otras palabras: Auladell consigue generar una obra en sí misma, autónoma, que no usa de muleta a aquélla en la que se basa.

 También consigue trasladar su propuesta a un medio y un lenguaje distinto aprovechando sus respectivas virtudes, sin tener que recurrir a las del previo. En este sentido, no es tan dependiente de su referente, cosa que ocurre en tantas otras iniciativas similares. 

 De hecho, Auladell acorta el texto de Milton a su mínima expresión. Cuando recurre a ellos, es fiel a los versos originales. Pero en muchos casos renuncia a emplearlos. Tiene confianza en que su intervención será capaz de compensar los fragmentos suprimidos, los versos obviados. Y hasta en que, gracias a ello, podrá aportar nuevo material. 

 Esta simplificación del poema embrionario de la que estoy hablando, cargada de inteligencia e intención, es fácil de reconocer. El paraíso perdido se ha estructurado en solamente cuatro capítulos ("Satán", "Un jardín de delicias", "Los primeros recuerdos del mundo" y "La espada flamígera"). Aprovechemos para recordar que el poema de Milton, en cambio, tenía doce cantos.

El apartado visual

 A continuación querría analizar con un poco de profundidad los aspectos visuales (o aquellos narrativos plasmados en lo visual) de esta novela gráfica. Auladell sentenció que quería que el peso poético recayera en las imágenes, y no en el texto, y por ello hay tanta destreza e inteligencia puestas en este apartado.

 Los dibujos de El paraíso perdido han sido realizados con grafito. A ratos, este material recibe un tratamiento de técnica húmeda. En general, pero, goza de trazos directos, sin aguar, en los que se deja la textura resultante, o se aborda mediante sutiles difuminados. El color ha sido añadido posteriormente de forma digital.

 El apartado gráfico de Auladell tiene una potencia visual increíble. Su estilo de ilustración es generalmente lírico y delicado. Lánguido y evocador. En ocasiones se vuelve agresivo y contundente. Un predominio de la mancha y la textura confiere un acabado más pictórico a las imágenes, casi impresionista. El ilustrador huye de la literalidad mediante el dibujo, y se beneficia de los recursos propios de esta disciplina, así como los del formato cómic, para contar narrativamente. Su sobriedad no renuncia a la grandilocuencia del poema original.


 En cuanto a representación, Auladell estira la figura; modifica sus proporciones y su anatomía a voluntad. Esta aproximación expresiva también es patente en atmósferas y formas. El tratamiento del cielo del Paraíso, de un pálido color azul, no es el mismo que el del Infierno. Tampoco los trazos sensuales, exóticos, de la vegetación del Paraíso tienen nada que ver con aquellos más hieráticos y severos del Cielo.

 Las viñetas son una absoluta delicia. Sus composiciones son exquisitas. Cuando el autor no las usa para enmarcar una imagen memorable, descentra su contenido intencionadamente para conferir una agilidad mayor a la lectura. Las transiciones entre escenas recurren también a estrategias gráficas de gran audacia.

 El color de El paraíso perdido deviene un elemento narrativo per se. En primera instancia, el cromatismo global es grisáceo, ceniciento. La ambigüedad de este color le va que ni pintado a los temas del poema adaptado.

 Tampoco podemos obviar que los toques color ocre, esmeralda o celeste juegan un papel importante a la hora de comunicar ideas o, en menor grado, estados de ánimo de los personajes. La tétrica y luctuosa paleta del Infierno difiere mucho respecto a la algo más luminosa empleada en el Paraíso.


Referentes

 Hay varios referentes ineludibles cuando uno aborda el Paradise Lost de Milton. Pablo Auladell demuestra en distintas ocasiones que lo sabe al dialogar con ellos. Pero también deja bien claro que es capaz de escapar de ellos, de rehuir de la inercia que impele a recurrir al imaginario más obvio y facilón.

 El alicantino rememora a Gustave Doré, a Henry Fuseli o a William Blake al apropiarse de parte de su iconografía y simbolismo. En ningún momento, pero, se deja abrumar por sus predecesores. No le tiembla el pulso a la hora de introducir variaciones y subvertir expectativas. Cuando ve que puede añadir su huella personal, lo hace sin remordimiento alguno. 

 Pongamos por ejemplo a Satán; en El paraíso perdido no vamos a verlo típicamente representado. Aquí es un joven apuesto que lleva un sombrero. Tampoco su reino, el Infierno. Ha pasado a ser una vasta extensión estéril y vacía, con un cielo plomizo, en vez de un lugar lleno de fuegos eternos.

Quejas

 Realmente, sólo se me ocurre una pega para El paraíso perdido: la presencia de onomatopeyas. Aunque bastante discreta, no me acaba de convencer. Las onomatopeyas reciben un tratamiento tan convencional que contradice al resto de apartados de esta novela gráfica, con una identidad propia tan definida. 


 No me molestan porque remarquen la condición de cómic de esta obra, cosa que he oído decir a otros; al fin y al cabo, El paraíso perdido es un cómic, y exhibe su naturaleza con orgullo, sin prejuicios. Más bien me sorprende que Auladell, habiendo demostrado que puede erradicar gran parte de la literalidad de la historia, acabe por recurrir a las onomatopeyas. 

 La primera que aparece es en el capítulo uno (y será la única en ese capítulo), titulado "Satán". Página 88. Hasta entonces, cada viñeta tenía un sonido asociado que el espectador confería. Auladell no ha dependido de onomatopeyas en lo que lleva de capítulo. Y de pronto suelta una que no pega nada. De hecho, en los cantos dos y cuatro ("Un jardín de delicias" y "La espada flamígera") no hay ni una sola onomatopeya. Y, pese a ello (o, mejor dicho, gracias a ello), funcionan a la perfección. Como he remarcado más arriba, el ilustrador alicantino eludía la literalidad para sugerir, más que contar. Y las onomatopeyas limitan opciones, encadenan nuestra la imaginación. Dicen.   

 Y repito, ya que aparecen, ¿por qué no darles un tratamiento más personal? Son tan típicas... 

Conclusión
 Este libro es una gozada, incluso para el sibarita más exigente. Funciona como complemento a los conocedores de la obra de Milton o para aquéllos que quieran irrumpir en ella pero no acaban de atreverse con el material original. Es un cómic filosófico y profundo, pero dinámico y entretenido al mismo tiempo; trufado por conceptos simbólicos y políticos, pero con una carga visual clara y atractiva, como de story board. El dibujo de Auladell es exquisito, y la calidad de impresión proporciona una fidelidad suficientemente digna a cómo deben ser las ilustraciones vistas en directo.

 Antes de acabar esta reseña, no puedo dejar de remarcar la majestuosa edición de Sexto Piso. A Auladell hay que darle las gracias por la solvencia de este material, pero a la editorial le debemos que podamos tener esta novela gráfica entre nuestras manos. Y es que, como cuenta el autor en el prólogo, este proyecto no habría tenido futuro de no gozar del interés de Sexto Piso.  

7 comentarios:

Carlos Andia dijo...

Chapeai hermano. Más que una reseña, casi una tesis.

Oriol dijo...

Sinceramente, creo que me he flipado con el tonillo académico. No es que quiera sentar cátedra, por supuesto, pero me interesaba plasmar en la reseña la profundidad y ambición de Auladell, y este formato me parecía el más conveniente para este fin. Lo que pasa es que mis argumentos se verán más flojos que si hubiera señalado las características de esta novela gráfica y ya, sin entrar en muchos detalles; al fin y al cabo, no soy ningún experto. Pero eso no habría sido hacerle justicia a El paraíso perdido. Además, estudiar Bellas Artes habrá servido al menos para hacer un par de observaciones más o menos acertadas en el apartado más técnico, ¿no? Jajajaja

¡Muchas gracias por leer mis divagaciones, Carlos!

Juan G. B. dijo...

¡PINTAZA!

El Puma dijo...

Coincido con Carlos: más que una reseña es una tesis, verdaderamente.

No leí El paraíso perdido, y mi única aproximación a Milton es a través de uno de sus más distinguidos admiradores, Jorge Luis Borges. Ciegos ambos, lo que me lleva a preguntarme si las ilustraciones impactantes de Auladell podrían asemejarse a las imagenes existentes en la cabeza del autor. Pregunta cuya respuesta es imposible de saber.

De las generaciones de las rosas que en el fondo del tiempo se han perdido quiero que una se salve del olvido, una sin marca o signo entre las cosas que fueron. El destino me depara este don de nombrar por vez primera esa flor silenciosa, la postrera rosa que Milton acercó a su cara, sin verla. Oh tú bermeja o amarilla o blanca rosa de un jardín borrado, deja mágicamente tu pasado inmemorial y en este verso brilla, oro, sangre o marfil o tenebrosa como en sus manos, invisible rosa.

Marc Peig dijo...

Madre mía, ¡qué reseña! Felicidades, Oriol.
Como diría aquél, en dos palabras, "im presionante" ;-)
Saludos
Marc

Anónimo dijo...

Bonita reseña

Anónimo dijo...

¡Excelente crítica!! Clásico + historieta (cómic) = una delicia para los lectores que sumamos arte a la literatura.

A poco de comenzar la lectura de la reseña y antes de terminarla, compré el libro por Internet y estoy saliendo a las apuradas a retirarlo de una la librería de la calle Corrientes de Buenos Aires. Lo sumaré a mi colección de libros clásicos ilustrados en donde están Poe; Camus; el divino Dante; Estanislao del Campo con su glorioso y divertido Fausto, obra que en sí misma es un cómic: "¡Viera al Diablo! /Uñas de gato,/ flacón, un sable largote,/gorro con pluma, capote,/y una barba de chivato...; José Hernández con su Martín Fierro y muchos más.

Muchas gracias y feliz navidad a todos

Alfredo
Buenos Aires