domingo, 17 de diciembre de 2017

David Foster Wallace: Extinción

Idioma: inglés
Título original: Oblivion
Año de publicación: 2004
Traducción: Javier Calvo
Valoración: bastante recomendable

No soy muy de pronunciamientos tan entusiastas sobre aspectos tan superficiales, pero he de comenzar diciendo que se me ocurren pocas portadas de libros tan representativas como la de Extinción. He buscado por todas partes, pero aún me queda la duda de si es una foto tomada casualmente, algo preparado, o se trata de una de esas pinturas hiper-realistas de pintores como Richard Estes. La elección de la imagen me parece magnífica: ese ejecutivo medio de los años 90 amodorrado, sentado en la taza del inodoro, con su maletín de código numérico (donde seguramente solo lleve el periódico y el almuerzo del día) parece poder ser cualquiera de los protagonistas de los relatos incluidos aquí. 
Otra curiosidad: dos de estos relatos han sido objeto de sendos zooms por dos de nuestras estrellas. Encarnaciones de niños quemados y El alma no es una forja tuvieron muy positivas reseñas y desde luego no voy a poner ni una pega a las opiniones en su día expuestas, aunque he de decir que en Extinción en su conjunto percibo un cierto síntoma de cansancio en la prosa precisa y exuberante de Foster Wallace, una percepción seguramente algo ventajista.   Pero el libro está envuelto de un aura pesimista y ligeramente resabiada que está lejos de la sorna de Algo supuestamente... y se aproxima más, y vuelvo a recordar la precisión de la imagen de la portada, al hastío y al aburrimiento que asolaban a los personajes de la inacabada El rey pálido. Puede también que las diatribas contra el capitalismo de La broma infinita tengan cierta continuidad aquí. Inaugurar con Señor Blandito es toda una declaración de principios. Una comisión organizada por una de esas áreas de producto de una enorme compañía alimenticia es convocada para pronunciarse sobre ¡Delito!, un nuevo dulce, sobre su textura, el glaseado de azúcar y cómo éste ha de crujir, hasta sobre el perfil de gente-sana-cediendo-a-la-tentación que configura su target.
Foster Wallace conoce las mecánicas de las grandes empresas. Bueno, Foster Wallace conoce (conocía) muchas cosas.
Se conoce, claro, a sí mismo: El neón de siempre contiene párrafos que suenan a sesión de psicoanálisis (otros párrafos lo son) y no tenemos muy claro si ese soy un fraude no va más allá del relato de ficción. Si hay un signo distintivo de este libro, si hay una vaga sombra que planea por encima de los relatos, ésta sería cierta ansiedad matizada y oculta, para nada edulcorada y a veces hasta demasiado, ejem, gráfica. Si el relato que abre habla de dulces el relato que cierra no habla de dulces. No exactamente. Potente carga de profundidad contra el arte moderno o el concepto moderno del arte. Bueno, quizás el pos-moderno, vale. Tantas reseñas y al final dije la palabrita. Esa semblanza ligeramente divagatoria sobre la redacción de una revista de tendencias alojada en el World Trade Center pre-ya-sabemos-qué, cómo se discute y se afronta la posibilidad de hablar o no o de un escultor que crea su obra a base de la última palabra de El coronel no tiene quien le escriba y cómo un redactor acomete, fascinación ligeramente desasosegante incluída la posibilidad de certificar que ése proceso de creación es así, sin intervención alguna. O Extinción, una pareja resolviendo o intentando resolver sus desavenencias conyugales derivadas de los ronquidos del marido, con cruce de recriminaciones y, otra vez, con esa abrumadora sensación de la gente de mediana edad enfrentada a sus terrores: la falta de ilusión, la falta de estímulo, las dudas, la constatación del desastre. Y la figura, casi tragicómica, de la intervención médica a lo grande, de las grabaciones de los períodos de sueño y de la escenificación casi judicial de la emisión del diagnóstico.
Pues insistiré, DFW conocía el mundo que describía. La palabra suicidio vuelve a aparecer aquí y sus personajes solo son hilarantes desde lo tragicómico. Casi siempre son hombres desorientados que parecen ser incapaces de responder a lo que se espera de ellos. Para nada los intrépidos y agresivos hombres modernos triunfadores que el capitalismo se empeña en crear. Ese retrato panorámico es también el de su autor. Un hombre agazapado tras una bandana, un estilo magnífico, y una pantalla de inseguridad.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Cual sefia el mejor DFW de relatos??
Grachie

Anna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Para anónimo:

Más que relatos son ensayos, pero "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer" tiene un par de piezas magistrales a la par que hilarantes: la que da nombre al libro, centrada en la experiencia del autor en una semana de crucero, y otra en la que visita una Feria Estatal y que compensan otro par de ensayos excesivamente pedantes o académicos para mi gusto, sobre todo el que habla de la televisión, que se me hicieron muy cuesta arriba.

Es uno de los libros de David Foster Wallace que se suele recomendar para iniciarse en él.

Francesc Bon dijo...

Buenas! Y perdón por mi últimamente acostumbrado retraso en los comentarios. Pues ahora mismo y con la perspectiva de haber deglutido prácticamente toda su obra, cada vez se me hace más difícil delimitar sus ámbitos. La crónica y el ensayo y el relato se mezclan de tal manera que casi diría que cualquier libro es bueno, aunque si he de elegir un acceso idóneo sería el que menciona el Anónimo: Algo supuestamente... y, quizás, diría, desrecomendaría abordar "El rey pálido" como inicio, aunque es una novela muy brillante, es realmente una muestra algo tardía de su talento, y siempre con esa agridulce sensación de obra inacabada.

Anónimo dijo...

'algo supuestamente divertido...' ya me lo he leído pero sólo su versión capada jajajaja preguntaba por la niña, entrevistas o extinción.

Saludos!

Anónimo dijo...

Alguien sabe si hay algún 'Algo supuestamente divertido' que no esté capado?

Muchas gracias!