miércoles, 25 de diciembre de 2024

Paul Lynch: El cantar del profeta

Idioma original: inglés
Título original: Prophet song
Traducción: Marc Rubió en catalán para Edicions del Periscopi y Eduardo Iriarte Goñi en castellano para Alfaguara
Año de publicación: 2023
Valoración: entre recomendable y está bien


No es la primera vez, ni tampoco será la última, que uno se deja llevar por el reconocimiento que otorgan los premios (en este caso el Booker de 2023) y más aún cuando este viene acompañado de muy buenas críticas. Pero ya sabemos que en los premios no es oro todo lo que reluce ni obras maestras todo aquello galardonado. Y aquí nos encontramos, a medio camino entre un prometedor inicio y un resultado final simplemente aceptable. 

Empieza el relato con Eilish Stack estando de noche en su casa con sus hijos cuando, de golpe, la policía de la Agencia Nacional de la Policía Secreta (ANPS) llama a la puerta de su casa preguntando por Larry, su marido, quien se encuentra fuera del hogar. Esta visita le deja un mal cuerpo a Eileen, una sensación de que «alguna cosa ha entrado en casa (…) una cosa informe pero imperceptible (…) el ambiente que ha entrado en casa continúa presente (…) vuelve a encontrarse cerca de la ventana mirando a fuera. El jardín oscurecido ya no es tan deseable, porque una parte de esa oscuridad ya ha entrado en casa». Teme por su marido, pues es el secretario adjunto del Sindicato de Profesores de Irlanda y nos encontramos en un momento en que el estado está en crisis y ha sacado una ley que da más poder a la ANPS con el objetivo de mantener el orden público. Parece que le acusan de incitar al odio contra el estado, sembrando la discordia y la agitación, algo que la ANPS no puede tolerar pues «si altera la soberanía de las instituciones puedes cambiar la soberanía de los hechos, puedes modificar la estructura de las convicciones» y eso es algo que no van a permitir pues su propósito es combatir las ideas revolucionarias a toda costa, aunque sea convirtiendo el país en un estado policial que implica la búsqueda y captura de los elementos disidentes, entre los cuales se encuentra Larry quien desaparece pocos días después de esa visita. Esta nueva realidad, por prematura, por impensable, por imposible de creer en un estado que, hasta la fecha, era regido en una democracia, convierte la vida de Eilish en un ejercicio de aceptación, adaptación y resistencia a una situación en la que ya nada parece que será como antes con la ausencia de Larry. Una ausencia que anhela que sea temporal, pasajera, pero con la que deberá lidiar mientras se hacer cargo de su familia y que decide combatir sin desfallecer porque reivindica, ante la detención de su marido, que «prefiero morirme que ver deambular su ausencia diaria delante de mis hijos».

Con esta premisa, el autor teje una historia en la que sabe transmitir perfectamente la angustia y el temor de una familia ante las posibles represalias de una policía estatal o represiva. A base de pequeños aspectos cotidianos nos va calando ese temor, porque en esos cambios en el día a día hacen que la tensión vaya impregnando la narración y arrastra al lector en la oscuridad y el peligro que se esconde tras esos pequeños gestos y acciones implantadas y ejecutadas por la policía. La tensión es evidente y es impactante por cercana, por basarse en la cotidianidad alterada de una familia, de la esposa y los hijos, y la más absoluta indefensión ante el abuso de una autoridad que, aunque democráticamente elegida, dista mucho de ser ejemplar y justa. Así, el autor es hábil al aumentar progresivamente la tensión en un texto trufado de reflexiones internas y pensamientos que uno tiene y teme acerca de una sociedad cada vez más cercada en un estado policial que incrementa día a día el control sobre los ciudadanos. Sin grandes giros argumentales ni grandes puntos de inflexión, el relato va aumentando en clímax de una manera constante pero progresivamente sutil. Poco a poco se restringen libertades, poco a poco se aumenta el control, poco a poco se ejerce la represión y aumentan las detenciones por parte de la ANPS ante la sublevación y la protesta.

Estilísticamente es indudable que Paul Lynch es hábil al hacer un retrato de una sociedad oprimida, pues lo hace de una manera indirecta y subliminal, que uno casi sin percatarse va tomando consciencia del aumento de la opresión a través de la cotidianidad de la vida de una familia donde van viendo como su vida se ve alterada por el retroceso en las libertades y la opresión ejercida hacia ellos por no someterse al sistema. De esta manera, el lector va percibiendo esos cambios externos sin que sean directamente narrados, los vemos a partir de los pequeños cambios que día a día va sufriendo la familia y algunas noticias en los informativos que miran y oyen (algo que vimos también en «Madre» de Wajdi Mouawad) y únicamente de esta manera el lector va tomando consciencia a través de su propia imaginación, llenando los grandes vacíos que el autor sutilmente va dejando en el texto para no definir ella misma lo que sucede sino dejar un espacio para que cada uno teja su propia distopía. Algo que el propio autor ya deja entrever en el texto cuando uno de sus personajes afirma que «empecé a ver lo que nos hacían, una jugada brillante, te quitan una cosa y la sustituyen por el silencio y te te enfrentas a este silencio en cada momento y no puedes vivir, dejas de ser tu misma y te conviertes en una cosa ante este silencio, una cosa que espera que el silencio termine, una cosa que se arrodilla, suplica y murmura día y noche, una cosa que espera que lo devuelvan lo que le han quitado para poder retomar su vida, pero el silencio no termina, ¿sabes? (…) no termina porque el silencio es la fuente de su fuerza».

Pero, aun y así, también es cierto que, a pesar del logro del autor en transmitir angustia y tensión, el estilo narrativo es algo confuso con párrafos interminables en los que se entremezclan diálogos con la narración y monólogos internos de manera entrelazada, así como una puntuación utilizada que no facilita su lectura pues aparece todo mezclado en un flujo continuo de palabras que agradecerían una cierta estructura más clara en su exposición. Ya comenté en la obra de Jon Fosse que no es fácil meter diálogos en medio de párrafos mezclados con reflexiones y este texto refuerza aún más mi impresión de que un resultado brillante o al menos satisfactorio está al alcance de unos pocos (pondríamos ahí también a Ali Smith, quien destaca al hacerlo en distopias demasiado próximas y reales). Además, para hacerlo más extrapolable a diferentes territorios actuales, el autor no pone contexto, no sabemos cómo se ha llegado al punto de partida, no vemos qué motivos hay detrás, por lo que da la sensación que el autor prefiere lanzar un órdago y una crítica feroz antes que contar una historia y eso es algo que en narrativa es altamente arriesgado ya que, en ausencia de grandes frases o mensajes que lleguen o una profunda sensación de tensión y terror aunque sea in crescendo, es difícil mantener el interés durante trescientas páginas si no hay un arco argumental que lo sostenga. Así que a partir de dos tercios aproximadamente, se entra en un estado de más-de-lo-mismo que echa por tierra lo conseguido anteriormente, entrando en una monótona reiteración en la que el lector solo pretende saber cuándo habrá un giro argumental con el que reengancharse a la historia.

Esta novela, de trágico mensaje, se desmarca de muchas distopías y muestra un oscuro trasfondo pues, en una novela distópica siempre hay algo que nos empuje a seguir y lanzar una mirada (quizás azarosa, quizás a su vez utópica) hacia un posible futuro, aunque sea improbable (incluso en las distopias de Ali Smith hay siempre un atisbo de optimismo), pero aquí no, en este libro no hay ninguna mirada optimista ni una ventana abierta a la esperanza. Y eso me lleva a preguntarme, al finalizar el libro: más allá de la alarma hacia un mundo que podría ser posible en un futuro, ¿qué opciones nos propone el autor para seguir adelante? Parece que no hay opción ni un clavo ardiendo al que agarrase ni una salida (incluso traumática). Todo es negro y lo único que queda es la lucha en un territorio donde tenemos detrás, al acecho, el enemigo y, delante, únicamente un terrible, oscuro e inmenso abismo.

No hay comentarios: