Idioma original: catalán
Título original: Els jugadors de Whist
Año de publicación: 2009
Traducción: Flavia Company
Valoración: muy recomendable
Tardar más de una docena de años en publicar la traducción al español de esta novela, perdonaréis que me ahorre los calificativos explícitos, es atroz. Hacerlo, en 2023 cuando el escritor ha fallecido recientemente, incluyendo un, aunque necesario, algo oportunista añadido de comentarios entre autor y traductora, pues casi que lo mismo: atroz e injusto para que el mundo accediera a la brillantez de una obra, como algunas otras, y víctima, y ya sé que la culpa es del mercado y de las dinámicas de rentabilidad y bla bla bla, del mero hecho de estar escrita en una lengua minoritaria, viéndose ignorada de esta manera por la industria editorial del país al que Catalunya pertenece. Sin entrar en polémicas, que estamos en la época del año que estamos, la ceguera editorial es, como mínimo, reprochable.
Otra gran novela, en extensión, en ambición, en alcance, como El día del Watusi, de Casavella, le lleva lustros de ventaja, por el mero hecho de que su original se escribió en castellano. Y permitidme que encaje esta comparación con calzador, pues veo cierto espíritu que las enlaza de alguna manera, aunque la de Casavella sea una novela local, barcelonesa por antonomasia, cosa que Los jugadores de Whist evita con elegancia, desarrollándose en Figueras, población de Girona donde nació el autor, un detalle no capital, pues Pagès Jordà aleja la narración de todo flirteo con la autoficción. Hábil truco, la existencia de un doble narrador que conduce y sobrevuela los saltos temporales constantes, y le aporta un eficaz tono de suspense, un suspense nada policiaco ni morboso ni siquiera tentativo de algo perverso. Podría incluso pasar por una novela de formación, y ciertos párrafos parecen amagar hacia eso, hacia la experiencia de unos adolescentes que se aburren en una ciudad pequeña en pleno verano y que idean un juego que se les escapa de las manos. Pero en realidad, curioso que la contratapa mencione referencias audiovisuales, tan obvias que bordean el spoiler, con más insistencia que las literarias. Lo de esta novela es una puesta en escena caleidoscópica de su generación, de su entorno físico y de su extraña evolución mental, de la responsabilidad (la novela data de 2009, período en que la Generación Boomer asentaba sus posaderas en el poder y vislumbraba una larga persistencia en ese status), y de las elucubraciones de su protagonista, que Pagès Jordà distancia con sabiduría de ser un estandarte o un estereotipo.
Jordi Recasens subsiste de fotografíar eventos. Un obvio reciclaje de lo que en algún momento fue una vocación artística, una (ahora se aprecia que) absurda pretensión de aportar algo de talento al arte de la fotografía que ha tenido curiosas consecuencias colaterales: vive confinado en el garage de la vivienda donde se ha recluido junto a su laboratorio de revelado, sus cosas, sus frustraciones, mientras Nora, su esposa, ocupa el resto de la casa en una especie de entente cordiale donde Jordi ha actuado, fallo tras fallo, con tanta torpeza que ni siquiera ha sido capaz de dinamitar apropiadamente la convivencia.
La novela se articula en un momento muy concreto del presente. Recasens va a ser el fotógrafo en la boda de su joven hija Marta, que, para mayor frustración de su padre, va a casarse con Bad Boy, el típico joven problemático, pendenciero, el malote del que todo padre lucha enconadamente por alejar a sus hijos. Ese día es el punto de referencia inicial de la novela al que se vuelve de forma constante, por ende a medida que la narración avanza asistimos a un curioso desentrañamiento de las relaciones de Jordi, con el hermano de su ex mujer, con el padre de Bad Boy, con algunas amigas de su hija a las que Jordi (recordemos que en 2009 Instagram no existía aún) está espiando por internet, cayendo irremisiblemente fascinado por una de ellas, Halley.
Esta premisa podría no dar para las más de 500 páginas de la novela, pero Pagès Jordà entrega una especie de narración total a dos voces - no siempre distinguibles - que, aparte del descollante desfile de referencias, aporta una perspectiva inusual: Recasens es un invididuo gris, ni un triunfador que fanfarronea ni un desgraciado sin futuro. Su vida se ha desarrollado entre sus vocaciones frustradas y alguna consecuencia de hechos de su infancia. No hay miseria ni ostentación, no hay pirotecnia ni romanticismo forzado de la soledad de la crisis de la media edad.
Más reseñas de Pagès Jordà en ULAD: aquí
1 comentario:
Las descripciones -a veces incluso redundantes- sobre la música de los 80 ( de la buena) y la técnica fotográfica, no tiene desperdicio para los que nos gustan las dos cosas. A mi me gustó mucho, se nota que el escritor era aficionado a la música y la fotografia. Creo que la generación de los años 60 hasta los 70 disfrutaran mucho más esta buenísima novela.
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