martes, 25 de junio de 2024

Adelaida García Morales: La lógica del vampiro

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1990

Valoración: Recomendable

Una mujer (que bastante cerca del final sabremos que se llama Elvira) recibe una carta en la que se le comunica que su hermano ha muerto. Se desplaza entonces de Madrid a Sevilla, donde vivía el finado, y contacta con su círculo de amistades para saber qué ha pasado. Se encuentra allí con Mara, amante ocasional del difunto, con Pablo, amigo cuya relación no está claro que siga vigente, y con un tal Alfonso, al parecer una amistad más reciente y con una fuerte influencia en todo su entorno. No termina de estar claro si la muerte se ha producido realmente, o es un malentendido, o una sospecha exagerada. Nuestra protagonista intenta obtener información de ese círculo, cargando a duras penas con la desconfianza y la incertidumbre, sin poder sustraerse a cierta sensación de culpabilidad (por qué no mantuvo una relación más estrecha, en qué pudo haber ayudado), y absorbida por la extraña atmósfera que parece dominar en el grupo.

Pero esto, aunque pueda parecerlo, no es en absoluto un thriller, no hay apenas acción, ni pesquisas ni descubrimientos demasiado sorprendentes, es más bien el desembarco en un mundo de apariencia completamente normal por el que sin embargo circula algo indeterminado, disonante, a lo que la mujer no encuentra explicación. Son quizá pequeños detalles, instantes desconcertantes que no sabe interpretar o que tal vez entiende de forma equivocada, alterada por la pesadumbre y la ansiedad. 

Se verá que el reseñista está haciendo un esfuerzo considerable por no dar más datos que podrían conducir al spoiler, es un relato relativamente breve en el que cualquier comentario de más puede arruinar la lectura, o así lo veo yo. Porque lo realmente importante es precisamente ese entorno que sabemos (o suponemos) que tiene algo de malsano, poblado por personajes que nunca terminan de estar definidos, que ofrecen perfiles que parecen contradictorios y se mueven sobre parámetros que se cuestionan continuamente. No solo los principales a los que he citado al principio, también Teresa, la misteriosa y algo áspera mujer de Alfonso, o la jovencita acogida en su casa, que toca fatal el piano. Parecen individuos vaciados, con un punto de desequilibrio que siempre coge a contrapié al lector, extremadamente bien dibujados en su propia inconsistencia, como un retrato pasado por el difumino.

De alguna manera hay una pugna entre la autora y el lector. Este, desconcertado y en tensión, está deseando que ocurra algo decisivo, necesita un giro, un golpe que acelere la narración y le saque, para bien o para mal, de la incomodidad. Pero García Morales no juega a eso, continúa removiendo ese caldo de indefinición y nos desespera un poco más, hasta el punto en que se podría criticar cierta falta de brío, de atrevimiento para verter el relato hacia un lugar concreto. No sé si ese deambular de un espacio a otro, todos ya vistos, es o no un efecto buscado para hacer al lector partícipe de la zozobra, pero es la consecuencia que se obtiene. Hay que ser capaz de disfrutar de esos humores extraños, de regodearse en la sospecha y hasta de sentirse un poco mal por la falta de certezas o por temer que no lleguemos a tenerlas nunca. Porque es así como nos lo quiere contar la autora, y seguramente son las sensaciones que quiere hacernos experimentar, esas y no otras.

También de Adelaida García Morales en ULAD: La señorita Medina

2 comentarios:

Alejandro M. Iglesias dijo...

¡Muy buenas! primer comentario que dejo por aquí. Me alegra ver una reseña de este libro y en general de esta autora, que no parece demasiado conocida más allá de "El sur" y su adaptación al cine.

Yo creo que habla de gente que podemos definir como manipuladora, controladora, con carisma, pero que gustan de tener a los demás a su merced y que son pura fachada. Y que se valen del silencio, de no encarar las cosas directamente, para mantener ese control y ese estatus. De ahí que la autora se valga de tanto misterio y de esos rodeos sin que quede nada claro. Nada salvo la soledad de la protagonista, que es una condición penosa, pero preferible a sufrir ese influjo "vampírico" de ciertos personajes.

Un saludo y enhorabuena por el blog.

Carlos Andia dijo...

Pues ese dibujo del individuo con un ascendiente especial sobre su entorno es una de las lecturas posibles del libro. Aunque yo no veo clara esa intención, la gracia está también en que cada lector completa el texto con su propia visión, así que nada que objetar. Por mi parte me ha apetecido más regodearme un poco en el malestar que provocan esas sutiles sospechas, la indefinición y la atmósfera de misterio.

Un saludo y gracias por comentar.