lunes, 25 de diciembre de 2023

Thomas Bernhard: Corrección

Idioma original: alemán

Título original: Korrektur

Traducción: Miguel Sáenz

Año de publicación: 1975

Valoración: Casi imprescindible


Roithamer es una especie de científico que investiga y da clases en Cambridge, y además ha construido para su hermana una vivienda en forma de cono en el centro geométrico de un bosque. El narrador (quizá un trasunto del propio Bernhard) es su amigo de la infancia, y reflexiona sobre Roithamer desde la buhardilla de la casa de Höller, quien también mantiene la relación con ambos desde la época escolar. De manera que Roithamer es, aunque de forma más bien indirecta, el protagonista de este relato localizado en pequeñas poblaciones de la montaña austriaca.

Corrección es un enorme monólogo interior de casi trescientas páginas, aunque mejor le cuadraría el concepto inglés de stream of consciousness, donde el stream tendría más bien la acepción de 'corriente' o, mejor, 'torrente', porque esto es justamente eso, un torrente incontenible de reflexiones, recuerdos, hechos, ideas, cuyo centro es el citado Roithamer, con todas las ramificaciones posibles. El carácter desbocado del monólogo, antes de conocerlo mediante la lectura, lo vemos al abrir cualquier página: todas y cada una forman el rectángulo perfecto, sin un hueco, porque no hallaremos ni un solo punto y aparte, ningún párrafo, apenas algún punto y seguido. Pero si a alguien le intimidan esas páginas de aspecto monolítico, le diré que no hay nada que temer, en unas pocas líneas, apenas dos o tres páginas, estamos inmersos en ese enorme caudal, nos dejamos llevar por él y enseguida empezará a resultar adictivo, hipnótico.

Con igual facilidad se diría que Bernhard coge velocidad y se ve a su vez dominado por esa prosa que cobra vida propia, de forma que las ideas se van enlazando unas con otras con total naturalidad y, aún más importante, con absoluta nitidez. Así que, pese a las impresiones iniciales, el libro para nada resulta difícil de leer. Estamos sin remedio dentro de la cabeza del narrador, siguiendo sus reflexiones siempre en torno al amigo genial, y en ese gran flujo desordenado hay sitio para muchas cosas: los feroces paisajes de sombrías gargantas entre montañas, la obsesiva búsqueda de la perfección en la construcción del Cono, el carácter destructivo de un trabajo intelectual riguroso, las zonas oscuras de la labor del taxidermista o las comidas familiares en silencio absoluto, el recuerdo de las caminatas infantiles hacia la escuela, la aversión hacia la mediocridad y la molicie de la sociedad austriaca y, sobre todo, la profunda toxicidad de la historia familiar, en la que odios difícilmente explicables quedan apenas ocultos tras la aparente normalidad. Roithamer es el hermano raro que nunca quiso adaptarse a la alienante vida en la casa familiar, que siempre intentó huir, física e intelectualmente, de un medio que le era extraño.

Y la corrección, claro. La corrección es aniquilación, y así Roithamer, que acumula miles de escritos dispersos por su estudio, ha redactado un texto voluminoso que a cada corrección va perdiendo páginas, hasta quedar en unas pocas decenas. Pero la corrección es un concepto tan poderoso que no solo es aplicable a ese libro sino también a la vida misma, porque esa búsqueda de la perfección destruye todo lo que la rodea, los seres queridos y la propia obra. El Cono, el libro, la vida, van quedando carcomidos según se avanza intentando conocer a fondo cada detalle y gobernar todos los resortes.

El texto es tan obsesivo, repleto de repeticiones y retrocesos para machacar una y otra vez cada idea hasta un punto que se revela insano, que poco a poco las voces se van superponiendo, quizás fundiendo y, sin abandonar una cadencia casi musical, parecen ir acelerándose, como precipitándose hacia un abismo. Es como una extraña terapia, en la que los tres personajes parecen ser diferentes perspectivas del propio autor, como en una óptica cubista. El pensamiento se deja correr en distintas direcciones para encontrar solo atisbos, síntomas o nuevos interrogantes, nunca respuestas, un narrador sin nombre que parece real aunque puede no serlo, un amigo en perpetuo silencio que es sin embargo capaz de construir desde sus íntimas convicciones, un genio atormentado que protagoniza páginas y más páginas pero que quizá no es más que la personificación de una enorme incomodidad con el mundo.


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