sábado, 14 de noviembre de 2020

Jane Smiley: Un amor cualquiera


Idioma original: inglés

Título original: Ordinary Love and Good Will

Año de publicación: 1989 (2020 en español)

Traducción: Francisco González López

Valoración: entre recomendable y está bien

He de reconocer que he habido de consultar la fecha de publicación original de esta novela para cuadrar un poco la oportunidad de su recuperación dentro del exigente catálogo de Sexto Piso y me ha costado un poco justificar esa decisión, y quizás sea oportuno aclarar al lector que esta novela se publicó hace treinta años y que está más cerca de Richard Ford que de Jonathan Franzen, más cerca de Joyce Carol Oates que de Margaret Atwood y que su impacto seguramente obedezca a que obras posteriores de la autora obtuvieron alguno de esos prestigiosos premios literarios de los que nos hacen sentir curiosidad. 

No malentendáis mi relativo escepticismo: solamente me sorprende que, dentro de la lógica y deseable variedad, esta novela encuentre su ubicación al lado de Barth, Gaddis o Barthelme, ya que se trata de una narración comprensible, sosegada, literariamente dentro de los cánones de la convencionalidad. Un amor cualquiera es una historia comprimida en unos pocos días en los que Rachel, mujer divorciada, cinco hijos, reúne a sus hijos en un pequeño evento familiar: dos de sus hijos, gemelos, van a volver a reunirse cuando uno de ellos vuelve de una prolongada estancia en la India, que le ha cambiado sustancialmente su perspectiva del mundo, y alguno de los otros hermanos va a acudir a la casa de la madre en una reunión que, desde una situación casual, evolucionará en una serie de confesiones sobre las causas de los acontecimientos que precipitaron el divorcio y dinamitaron esa idílica y americana existencia, la de un matrimonio en el que el éxito profesional (Nat, el marido, es un reputado investigador médico) y la vida plácida no es suficiente para actuar de pegamento. Nat se fue con sus cinco hijos a Inglaterra y, enzarzados en las clásicas guerras propias de estas situaciones, los niños han pasado prácticamente toda la infancia sin ver a su madre, sin tener muy claro qué hechos incidieron en esa separación.

Y hasta ese punto puede explicarse la novela, aunque no se trate de un misterio que, de ser desvelado, estropee la novela, sí que son hechos que hoy vemos con una mirada diferente a la de 1989, y, rozando el espoileo, diré que mucho mejor que así sea y que esas tres décadas provoquen en el lector un cierto escepticismo. No es que Smiley no transmita a la perfección esa personalidad de la mujer que se ha visto obligada a reengancharse con su familia. No es que la escritura no sea eficaz, ajustada a la condición de novela corta y de entorno íntimo. Es, simplemente, que no despega de ese ámbito un poco escueto y restringido y quizás hubiera esperado algo más.

1 comentario:

Rous dijo...

Hola:
Pues está en ese catálogo gracias a otro libro suyo, "La edad del desconsuelo", que es una maravilla que te deja un apretón en el estómago, he leído los dos y sí, "La edad" es mucho mejor.