Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable
Si me permitís un símil algo frívolo, nadie escribe una crónica de un partido que aún no ha acabado. Podría hacerse, claro, pero los flecos quedarían colgando y no creo yo que, aunque aquello esté muy lejos y, inocentes nosotros, pensamos que no puede afectarnos de cerca. Me refiero a Siria. País tan desmoronado o más que la Libia del libro de Jon Lee Anderson y país del que si su presente ya es un caos qué vamos a decir de su futuro, pero es bueno, y es interesante, que Álvarez-Ossorio intente explicar un poco qué es lo que sucede, aunque no se atisbe un final o incluso aunque el final que se atisbe sea una catástrofe que no tiene aspecto ninguno de ser bueno. Siria es el tumor de Occidente y su metástasis es imparable y emplear términos sórdidos y desagradables puede hasta que ayude a tomar consciencia.
Por variados motivos. Porque el conflicto parece ser un incendio que se extingue, porque determinada ciudad haya caído o determinado líder de ISIS haya sido alcanzado por algún ataque con algún dron o alguna bomba inteligente (oh, qué quirúrgicos y qué inteligentes somos los Occidentales oponiendo siempre la calidad de nuestra tecnología frente a la visceralidad y primitivismo de la pura fuerza bruta derivada de la cantidad del enemigo). Porque los mecanismos occidentales son generar optimismo y confianza y convicción en la victoria y decir constantemente que solamente se trata de tiempo y que su poder organizativo queda reflejado en lo cutres que son sus ataques, que ya no tienen aviones ni pilotos suicidas y que ya tienen que aferrarse al loco (ya ni se le llama célula) que se enfada un día y coge el cuchillo del pan de su casa. Porque si no se hubiera producido la oleada migratoria y el severo conflicto de los refugiados y todo se limitara a unos cuantos Hummer recorriendo carreteras llenas de baches y a comunidades con matices étnicos y religiosos que no nos preocupamos de entender matándose entre ellas por cuatro colinas donde llevar los camellos a pastar no nos estaríamos implicando lo más mínimo. O sea, cero. Pero el problema se extendió, y como en los atentados de las Olimpiadas de Munich o en el 11-S todo nos ha invadido. Y los refugiados reclaman nuestra atención y los atentados asolan nuestros plácidos lugares de turismo chic y hay que entender o interesarse.
Y este ensayo ayuda en lo que buenamente puede. Ante la limitación de una realidad cambiante y una evolución que acarrea confusión, con cambios de bando, confluencias de políticas a tres y cuatro bandas, los intereses económicos de la zona, la influencia de los grandes estados musulmanes, la perversa figura de Al Assad, practicando el surf a base de parecer a ratos el enemigo y a ratos el amigo (por el hecho de ser también enemigo de otros enemigos), buscando apoyos con los que cumplimentar su plan de perpetuarse en el poder.
Ossorio lo explica y nos recuerda, tanta bomba y tanto muerto en el conflicto y en las aguas del Mediterráneo pueden haber hecho que lo olvidemos, que Siria sólo fue otro de los escenarios de la Primavera Árabe del 2011, aquel movimiento alabado en todo el mundo que debía suponer democratización de unos cuantos estados, pero que fue el escenario en que ese movimiento no llegó a triunfar, y de ese conato surgió ese conflicto que tantos se han empeñado en capitalizar.
Un ensayo detallado explicativo, detallado, exhaustivo, neutro en su planteamiento, una puesta al día sobre un conflicto de cuyo capítulo final parecemos estar, valga la paradoja, cada día más lejos.
7 comentarios:
Supongo que la obra es muy interesante. Álvarez Ossorio habla con propiedad sobre el mundo musulmán. De todas maneras, tu reseña no me gusta porque leo en ella que nos consideras el cuerpo sano, con la única culpabilidad en nuestros estados de haber sido ciegos ante lo que se venía.
Si el libro deja esa moraleja, a mi no me parece imparcial.
Descarto, también, que completo no es, ya que el cambio climático y el agotamiento de recursos brillan por su ausencia, parece. Separar estos factores de las causas de las guerras actuales y las por venir es nada más y nada menos que negacionismo.
Te he leído tres o cuatro veces porque creo que te estoy entendiendo mal; lo políticamente correcto me da repelús pero, tampoco digiero bien que digas que Siria es el tumor de Occidente. Pido disculpas si no estoy interpretando bien lo que intentabas decir. Pero si el libro deja la sensación de que estabamos bien hasta que "nos invaden" como mencionas, me parece todo bastante escueto y hasta dañino.
El tumor de occidente es otro, lo tenemos cada uno en nuestro interior, es el que hace que no nos alcance con consumir cuatro planetas Tierra, el que hace que creamos que los recursos son infinitos y que lo que hacemos no tiene repercusiones en el otro lado del mundo.
Si pudiéramos extirpar Siria o reducirla con quimioterapia, otro será el conflicto que "nos invada", otros los refugiados y otros los terroristas. Lamentablemente, así será.
Si no fuera una tragedia, habría que resaltar la premonitoria publicación de esta reseña.
Hoy solo puedo utilizar este espacio para expresar mi dolor y solidaridad con las víctimas inocentes y sus familias. Nada más.
Otra vez, el horror.
Desde Barcelona, muchas gracias por tus palabras, El Puma. Momentos difíciles, se agradece. Barcelona se mantendrá unida y mantendrá su espíritu de libertad, solidaridad y integración de culturas, es lo que toca y es lo que sabemos hacer.
Saludos
Marc
Marc....tus renglones siempre sabios y precisos! Saludos..
Y mi solidaridad para España..
Muchas gracias, Marcela, por tus palabras! :-)
Saludos
Marc
Buenas!!
Pues, Interlunio, quizás no supe transmitir esa referencia al "tumor". Quizás "grano en el culo" sería más procaz y más afortunado. Porque Occidente querría esos países del Medio Oriente o el Mediterráneo donde el líder de turno se viste de traje y corbata para recibir al líder de turno y "hablar de negocios". Y Siria (como otros muchos) debía ser, visión occidental, uno más de esos, y pensaban que lo tenían controlado, y no. Y esa metástasis es la pérdida de control y posibilidad real de que ya no, de que deje de ser un satélite orbitando para ser un enorme asteroide que en cualquier momento puede estrellarse.
Y la casualidad ha tenido esa cosa. Barcelona regresa a su normalidad autoregulada y ahora toca aplaudir a las fuerzas de seguridad y reprobar a los políticos y a los medios de comunicación (patético El País) oportunistas y con ganas de mezclarlo todo.
Gracias por los comentarios.
Publicar un comentario