Título original: The Sympatizer
Año de publicación: 2017
Traducción: Javier Calvo
Valoración: muy recomendable
Reluciente pegatina dorada que recuerda el premio Pulitzer obtenido por el libro, y una primera figura, como Javier Calvo, encargado de la traducción. Normal apostar por este libro que, apenas leídas media docena de páginas, ya se hace difícil abandonar. El primer capítulo es impactante: una operación de evacuación realizada en el aeropuerto de Saigón en el justo momento en que la ciudad cae a manos del Viet Cong: los norteamericanos certifican haber perdido la guerra y salen despavoridos acompañados de unos pocos afortunados habitantes locales que quieren librarse de las previsibles represalias del bando ganador. Más que previsibles, seguras, como corresponde a toda Guerra Civil que se precie, y Ho Chi Minh, uncle Ho, no va a ser menos. La escena del embarque del avión, entre sospechas de delación, proyectiles de mortero que destruyen las pistas del aeropuerto, disparos emboscados, no se sabe si de amigos o enemigo, que se cobran víctimas inocentes, acaba tomando otra dimensión, incluso albergando dudas, a la vista del desarrollo de la novela.
Novela que empieza poniendo las cosas claras, en las tres primeras frases. El Capitán es un infiltrado: un Viet Cong, un topo que huye de ese Saigón que cae, junto a los pro-americanos, y se establece en USA. Que se convierte en el primer apoyo del General, en su hombre de confianza mientras se aposentan y empiezan a organizar algo parecido a una resistencia en el exilio. El Capitán puede dudar en su pensamiento, pero sus hechos son coherentes. No duda en asesinar a quien se le sugiere pues él ha de ser parte activa en la búsqueda del topo que se ha infiltrado, y él sabe que está siendo terriblemente injusto, pero cumple con su deber. Y va informando de esos movimientos a su país de origen, aunque sea a costa de delatar o comprometer a gente a la que aprecia. Incluso cuando es reclutado por el Cineasta (trasunto del Coppola de Apocalypse Now) para enmendar el guion de una película sobre la guerra del Vietnam que se rueda en Filipinas y en la que ningún vietnamita es invitado a intervenir. Uno más de los muchos pasajes excelentes que llenan la novela. Nguyen puede haber escrito uno de los libros del año, aportando esa perspectiva del desplazado que va adaptándose a su país de destino, que va relativizando los vínculos con su origen, que va acortando los párrafos de una teórica bitácora del exiliado porque él está exiliado con una misión, sí, pero no deja de adaptarse, evolución manda, al país en que se encuentra.
No son gratuitas las menciones de la contraportada, a Le Carré o Graham Greene. El simpatizante es una novela brillante, adictiva, muy hábil, perfecta en su estructura (una veintena de capítulos sobre la veintena de páginas que ayudan a administrar perfectamente tanto lectura como golpes de efecto) y que cuesta etiquetar en un género concreto. Del thriller de espías con personajes ambiguos (siempre asoma la duda tras los personajes que le frecuentan, si no son otros agentes dobles vigilando sus pasos) y con alguna trama que queda sin resolverse adecuadamente (su relación con la señorita Mori queda abruptamente inconclusa) para los férreos parámetros de la literatura de intriga, esa que no deja cabos sueltos, puede pasar a esa literatura introspectiva, como un Conrad o un Kafka adaptados a los tiempos que corren, a la necesidad de la definición de un escenario visual. Sea el curso de un río, sea una sala de tortura, sea el mencionado aeropuerto lleno de cráteres producto del bombardeo. Es la única duda que me ha dejado esta entretenidísima novela. Si Nguyen pretendía construir un enigma y resolverlo, pero aquí (las reflexiones personales e ideológicas tienen mucho que decir sobre la condición de refugiado, la esencia de la política americana de la guerra fría, el choque de culturas y mentalidades) la escritura está claramente por encima de los límites de género. O si, por el contrario, deseaba demostrar su experiencia acerca de la versatilidad del ser humano que evoluciona en un entorno nuevo y deja atrás el pasado, y ha optado por dotarlo de un envoltorio atractivo y casi aventurero. En este sentido, me ha desconcertado un poco la presencia de esos dos capítulos finales, cuando hasta la estructura de la narración se altera (pasamos del bloque del monólogo al ritmo del diálogo casi entrecortado por las circunstancias en que éste se produce) y nos damos cuenta, o ése ha sido mi caso, que Nguyen no quería restringirse a la resolución de una situación, sino intentar algo más (no sé expresarlo de otra manera) universal.
6 comentarios:
Si el estilo de esta novela remite a Le Carré o Graham Greene, pues entonces habrá que leerla.
Gracias por permitirme saber de su existencia.
Acabo de leerlo.
Me parece buenísimo. Interesante, inteligente, sensible. Encuentra la forma de narrar una historia y "la historia" desde un personaje contradictorio, ambiguo y coherente a la vez.
Quizás, como defecto, le encuentro eso que a veces pasa con las primeras novelas: quiere contar todo. No deja nada afuera, y por momentos me resultó excesiva, como que podría ser aún más efectiva bajándole metraje a algunos de los episodios: se me ocurre, por ejemplo, el de la filmación de la película, que es excelente como idea pero que hubiera tenido más peso si no se extendía tanto.
Saludos.
Tenía el libro pendiente y dudaba si empezarlo. Lo tomo como una señal
Pues gracias por los comentarios, y ya podéis deducir del tono de mi reseña (y que mi única pega sea la cuestión del final y de los dos últimos capítulos, poniéndome algo pejiguero) que puede que éste sea uno de los libros de este año...
Me parece un libro decepcionante, tanto el estilo como el ritmo no está conseguido. la originalidad de la historia y su enfoque no engancha bien con el relato. No se si debe a un problema de traducción, pero me costó acabarlo. Una pena
Lo ha expresado perfectamente, hay algo que chirría y, efectivamente, cuesta acabar la novela. Y en mi caso venía con mucha predisposición por el tema vietnamita.
Recomiendo Árbol de humo, de Denis Johnson.
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