Título original: Into the Wild
Año de publicación: 1993
Traducción: Albert Freixa
Valoración: muy recomendable
El Jon Krakauer explicando aventuras en primera persona ya lo había conocido en Mal de altura y hubo puntos en que me fascinó, por lo vívido del relato y por la cuestión de lo trágico de la experiencia personal. Pues bien, aunque también se haya reservado algunas páginas en este Hacia rutas salvajes para hablar de alguna de sus aventuras en la naturaleza, he de decir que, con el lógico cambio de registro, éste es un libro completamente disfrutable, una magnífica experiencia que, como suele pasar, sin hacer ruido, a las calladas, acaba trascendiendo su pura esencia para elevarse a otro nivel.
Todo parte de un artículo publicado en 1993 por Krakauer en Outside, la típica revista de reportajes de aventuras que a algunos nos puede parecer tan ajena como Mis labores, sobre la muerte de Chris McCandless, un joven de 24 años que, tras alejarse de su familia y donar el dinero destinado a sus estudios a una ONG, se lanzó a una vida de aventura e incerteza que acabó con su muerte, por inanición. Su cadáver fue hallado por unos cazadores en el interior de un autobús abandonado que había habilitado como precario hogar, en medio de un claro en un bosque de Alaska.
Mitad periodismo de investigación, mitad proceso reflexivo sobre los hechos de la vida de McCandless que pudieron conducirle a la decisión de cambiar radicalmente su existencia (predestinada como estudiante de clase media alta), Hacia rutas salvajes se despliega en diversas direcciones. Habla de casos parecidos que precedieron al de McCandless, de experiencias similares de huida del mundanal ruido en pos de una especie de catarsis, a medida que va avanzando en los sucesivos testigos que van apareciendo, todos ellos personas que coincidieron o acompañaron o ayudaron a McCandless a lo largo del periplo que le lleva desde el abandono de su hogar y sus estudios. Todos testimonios que enfatizan sus cualidades como persona, su carácter afable y educado pero también reservado y contumaz y su tesón y firmeza en sus convicciones. Cómo prepara su aventura y se dirige hasta acometerla con todas sus consecuencias. Krakauer no se pronuncia más allá de lo que los testigos manifiestan. Evita tanto la semblanza heroica como ofrecer la imagen de un desequilibrado tendente a las conductas de alto riesgo. Y ese equilibrio, y claro, su capacidad narrativa, nos franquean el acceso al siguiente nivel.
Ayudan también los textos, seleccionados de entre los libros que no abandonaban la mochila de McCandless, que los subrayaba y remarcaba. Thoreau o Jack London, por ejemplo. Ese siguiente nivel es la comprensión del impulso irresistible, quizás consecuencia de sus convicciones, de la decepción que le produjo conocer detalles de la vida de su padre, de un cierto espíritu contracultural, de la pulsación rebelde de la juventud. Krakauer consigue que lo entendamos sin necesidad de explicarlo. Nada más lejos que presentar a McCandless como un ejemplo a seguir o un referente. No hay mensajes subliminales porque la cuestión está clara: su aventura se le fue de las manos y le acarreó la muerte. Punto. Pero ese recorrido del origen al final no es tan sencillo ni tan llano ni es recto para nada. Un texto impactante como para inspirar a Sean Penn a dirigir una película basada en él. Más que una aventura, un viaje, y sin movernos del sofá. No puede pedirse más.
Todo parte de un artículo publicado en 1993 por Krakauer en Outside, la típica revista de reportajes de aventuras que a algunos nos puede parecer tan ajena como Mis labores, sobre la muerte de Chris McCandless, un joven de 24 años que, tras alejarse de su familia y donar el dinero destinado a sus estudios a una ONG, se lanzó a una vida de aventura e incerteza que acabó con su muerte, por inanición. Su cadáver fue hallado por unos cazadores en el interior de un autobús abandonado que había habilitado como precario hogar, en medio de un claro en un bosque de Alaska.
Mitad periodismo de investigación, mitad proceso reflexivo sobre los hechos de la vida de McCandless que pudieron conducirle a la decisión de cambiar radicalmente su existencia (predestinada como estudiante de clase media alta), Hacia rutas salvajes se despliega en diversas direcciones. Habla de casos parecidos que precedieron al de McCandless, de experiencias similares de huida del mundanal ruido en pos de una especie de catarsis, a medida que va avanzando en los sucesivos testigos que van apareciendo, todos ellos personas que coincidieron o acompañaron o ayudaron a McCandless a lo largo del periplo que le lleva desde el abandono de su hogar y sus estudios. Todos testimonios que enfatizan sus cualidades como persona, su carácter afable y educado pero también reservado y contumaz y su tesón y firmeza en sus convicciones. Cómo prepara su aventura y se dirige hasta acometerla con todas sus consecuencias. Krakauer no se pronuncia más allá de lo que los testigos manifiestan. Evita tanto la semblanza heroica como ofrecer la imagen de un desequilibrado tendente a las conductas de alto riesgo. Y ese equilibrio, y claro, su capacidad narrativa, nos franquean el acceso al siguiente nivel.
Ayudan también los textos, seleccionados de entre los libros que no abandonaban la mochila de McCandless, que los subrayaba y remarcaba. Thoreau o Jack London, por ejemplo. Ese siguiente nivel es la comprensión del impulso irresistible, quizás consecuencia de sus convicciones, de la decepción que le produjo conocer detalles de la vida de su padre, de un cierto espíritu contracultural, de la pulsación rebelde de la juventud. Krakauer consigue que lo entendamos sin necesidad de explicarlo. Nada más lejos que presentar a McCandless como un ejemplo a seguir o un referente. No hay mensajes subliminales porque la cuestión está clara: su aventura se le fue de las manos y le acarreó la muerte. Punto. Pero ese recorrido del origen al final no es tan sencillo ni tan llano ni es recto para nada. Un texto impactante como para inspirar a Sean Penn a dirigir una película basada en él. Más que una aventura, un viaje, y sin movernos del sofá. No puede pedirse más.
6 comentarios:
Es de mis libros favoritos. Me parece que el gran acierto del autor, aparte de su gran talento para manejar las palabras, es la estructura; se lee como un ensayo, una novela de aventuras, una novela de suspense, todo a la vez.
No conocía este blog, me ha resultado muy interesante. Respecto al libro no lo he leído, si he visto una película que de no estar confundido, creo esta inspirada en esta obra. Felicidades por el blog , me ha gustado mucho. Sino es problemas, he empezado uno propio con una idea similar al de este, también hay cuentos, escritos propios y algunas humildes opiniones sobre películas. Les dejo el enlace por si les interesa. Felicidades por el blog. Saludos.
https://tintaypulso.blogspot.com.ar/
Tal y como dices en la reseña, y aunque no puedo constatarlo todavía, presiento que este es uno de esos libros que llegan a trascender en la vida de quien se atreve a leerlo. Todavía no me he atrevido a embarcarme en su viaje, y eso que ya de por sí el conseguirlo fue toda una experiencia aquí en Colombia, pero sé que cuando lo haga lo disfrutaré al máximo.
Por ahora me quedo con tus palabras sobre él :).
He leído el libro. Dos años atrás tuve el gusto de disfrutarlo. Me gustó tanto que lo consideré de mis favoritos. Me encanta cómo el escritor narra la historia, e incluso me agradó que introdujera experiencias personales. Me sentí parte de la narración, un amigo del escritor y de Christopher McCandless. Excelente Krakauer.
Gracias por los comentarios. De los que deduzco cierta sintonía. Parece que este libro deja huella profunda en quien lo lee, logra atravesar la capa de la descripción de una búsqueda.
Destacaría del libro los saltos narrativos en el tiempo - que lo hacen menos lineal y más ameno -, la introducción de historias paralelas - que le dan una perspectiva al personaje -, y la experiencia personal del autor (el capítulo que más me gustó fue precisamente la primera parte del ascenso al Pulgar del Diablo).
Sin duda un libro recomendable.
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