Título original: Microserfs
Año de publicación: 1996
Traducción: Juan Gabriel López y Carmen Franci
Valoración: muy recomendable
He leído algunas novelas, situadas en un momento muy concreto, a las que el paso del tiempo les ha sentado fatal. Una de ellas es Less than zero de Bret Easton Ellis. Es un ejemplo que considero paradigmático y que, al lado de Microsiervos, no muy alejada en la época, resulta más claro. Porque Microsiervos sí ha aguantado ese duro test. Y muy bien. Por mucho que nos choque su maquetación y por mucho que alguna de las marcas que figuran (¡Blockbusters!) suene a la edad de piedra, esta novela que surgió del desarrollo de un par de relatos publicados en esa Biblia del mundo tecnologico que fue Wired ha llegado a maravillarme por momentos. y lo ha hecho sin hacerme olvidar que estaba leyendo una especie de diario de la eclosión de eso llamado era de la información, eso que tanto criticamos y denostamos pero que, por ejemplo, está permitiendo tanto que yo escriba esto como que alguien pueda leerlo.
La vida de Daniel es su trabajo y viceversa. Trabaja en Microsoft y eso consiste en estar inmerso en proyectos compartidos con fechas de entrega implacables. Conlleva convivir con compañeros de trabajo de la empresa, habitar las viviendas que ésta les facilita en sus campus, estar sumergido en un espacio-tiempo de jornadas agotadoras sin estar pendiente de hora o día de la semana, todo ello a cambio de un salario, un paquete accionarial, un todo material que compense o dé la ilusión de que compense el enorme sacrificio. Los personajes de Microsiervos parecen caricaturas pero no lo son. No muestran pulsaciones humanas salvo ese torrente de consciencia que es Daniel observando lo que sucede a su alrededor, en un mundo que parece puesto del revés. Su padre, en la cincuentena, pierde el trabajo y parece que su experiencia laboral se deletee. Parece que sea él el becario y sea él el aprendiz mientras los veinteañeros, impetuosos, ambiciosos, formados, acostumbrados al nuevo hábitat, están pendientes de venerar ese nuevo tótem, Bill Gates, que les ha procurado ese perverso placebo de la falta de preocupaciones que consiste en estar siempre ocupado trabajando.
"A los 21 anyos, uno hace un pacto faustico consigo mismo; la companya para la que trabajas tiene permiso para quitarte de 7 a 10 anyos de tu vida, pero a los 30 tienes que abandonar la companya. Si no lo haces, es que te pasa algo RARO."
Dan y sus compañeros andan obsesionados con varias cosas. Con su competidor y némesis, la Apple de 1995 (pre iPod, pre iPhone, pre iPad), con las medias de las edades de los empleados de las compañías (31,2 años en Microsoft), con piezas de Lego y su indestructibilidad, con un montón de marcas de compañías de todas clases. La cuestión del desempleo de su padre parece preocuparle relativamente: Dan no piensa que él vaya a necesitar trabajar a esa edad. Parece que piense que todos ellos a los cuarenta ya vayan a vivir de los rendimientos de sus carteras de valores y puedan huir del mundo como Thoreau en Walden o vayan a ser ese curioso tipo que vende productos macrobióticos en esa tienda al lado de tu casa que piensas en cómo narices hace para mantenerse a flote. Sus relaciones son a través de los conductos inocuos de comunicación. Teléfono, correo electrónico. Todo aséptico y a distancia, o todo en compañía de esa nueva familia que son sus compañeros de trabajo.
"He puesto un viejo compacto de Bessie Smith, y hemos seguido sentados mientras el alcohol perturbaba nuestros códigos, nuestros pensamientos, nuestras vidas, al menos durante lo que quedaba de oscuridad, hasta que nos reclamara de nuevo el trabajo."
Luego Dan y los suyos abandonan la compañía para montar Oops!, una start-up. Para intentar una aventura en solitario, para ayudar al padre de Dan, para demostrarse a sí mismos que son más que esos microsiervos esperando órdenes de sus superiores para lanzarse sobre el teclado.
A pesar de lo cual, Microsiervos no parece tanto un alegato contra el capitalismo sino contra todo el modo de vida actual, basado en la terrible competencia, en la carrera tanto por llegar el primero a los sitios como para capitalizar de forma inmediata el mérito de haber sido el primero. Lejos de ser una obra desde la que el lector observa, por el ojo de la cerradura, la existencia de esos geeks y esos nerds (vocablos intraducidos a lo largo de todo el texto, guiño importante), esta novela, dinámica, amena, no tan ensimismada como puede parecernos y desde luego plenamente actualizable a poco que uno renueve sus referencias, incorpore todos los nuevos cacharritos reales y virtuales (redes sociales, smartphones, tablets y demás) y se dé cuenta de que hay demasiadas cosas demasiado arraigadas y que es demasiado tarde para parar.
3 comentarios:
Alt + 164.
"Microsiervos" es un novelón. Y sé de lo que hablo. ;-)
Anónimo: el párrafo está transcrito exactamente del libro, letra por letra y muy cuidadosamente. Quizás era el traductor quien no sabía lo del Alt + 164... je.
Y Julian: de acuerdo completamente. No hace falta requiebros estilísticos ni prosa florida aquí: se trata de transmitir esa especie de maquinalidad. Si sabes de lo que hablo, pues mejor aún.
Publicar un comentario