jueves, 27 de mayo de 2021

Brit Bennett: La mitad evanescente

Idioma original: inglés
Título original: The Vanishing Half
Traducción: Marc Rubió (ed. en catalán) / Carlos Milla Soler (ed. en castellano)
Año de publicación: 2020
Valoración: está bien

Tengo la sensación de que algo se me escapa cuando un libro que ha recibido buenas críticas por doquier me deja tirando a frío. Porque ocurre que cuando uno espera mucho de un libro y encuentra poco, empieza a rebuscar en su memoria lectora títulos que sí completen ese vacío creado. Y siento, con pesar, que algo se ha quedado latente en esta alabada obra, esperando a ser capturado por un lector menos exigente o más generoso respecto a la lectura sobre una serie de temas que conceptualmente prometían grandes momentos, pero que a la postre dejan sensaciones algo tibias.

El arranque empieza altamente prometedor, con un inicio que de entrada nos sitúa en Mallard, un pequeño pueblo de Luisiana, en 1968, con un acontecimiento inesperado que sorprende a gran parte de sus habitantes: una de las gemelas que había desaparecido a la edad de dieciséis años tras el baile del Día del Fundador el 14 agosto 1954, Desiree Vignes, negra de piel tirando a clara, aparece de nuevo en el pueblo llevando con ella a Jude, una niña de unos siete años «negra como el alquitrán». En un pueblo encerrado en sí mismo, donde los negros que residen no son de piel muy oscura, este hecho despierta curiosidad y recelos a partes iguales, porque «en Mallard nadie se casaba con una persona oscura», en Mallard viven negros de piel clara, muy clara, para que así, con el paso del tiempo y con las futuras generaciones, se convertirían en una sociedad formada por negros casi blancos de piel, con «un negro más perfecto. Cada generación sería más clara que la anterior».

Tras este inicio, de atmósfera tensa y que despierta gran interés lector, conocemos que las gemelas Desiree y Stella no fueron secuestradas, sino que simplemente huyeron de su casa, de su pueblo, tras la decisión de su madre Adele en imponerles que debían abandonar la escuela y así ayudarla económicamente en casa; una esperanza tras su huida que residía en la posibilidad de hallar una vida más prometedora, más rica, con más opciones de crecimiento en todos los sentidos; el destino elegido: Nueva Orleans. Y allí, sus caminos empiezan a bifurcarse, en trayectorias vitales y también en lugares de residencia, pues mientras Desiree se acaba casando con un negro de tez muy oscura, su hermana Stella «se convirtió en una blanca».

Una vez establecida la premisa de partida, a modo de flashbacks vamos conociendo la vida de Desiree y Stella, cómo vivían y porqué se fueron, así como también porqué se separaron y porqué Desiree decide volver de manera que empezamos a vislumbrar los pilares principales sobre los que se sustenta la historia. Cabe decir que, al final del primer capítulo, las sensaciones son inmejorables: el ritmo narrativo es muy alto, muy atractivo, con una lectura que engancha completamente, pues a la que te das cuenta ya estás metido en una historia que te atrapa por su lenguaje ágil y sencillo y por el hábil uso de elipsis temporales que permiten ver cómo se avanza en diferentes escenarios y líneas temporales. Los elementos con los que se sostiene no son excesivamente originales, pero sí bien hilvanados: racismo, abusos, maltratos, la lucha para seguir adelante, la vuelta a casa años después, la diferencia de clases, la búsqueda de la protagonista por parte de un investigador privado... Elementos conocidos, algo manidos quizás, pero que el estilo ágil, tenso y equilibrado entre presente y pasado funcionan perfectamente engrasando una historia que te mantiene atrapado.

Lamentablemente, superado el primer tercio del libro, vamos perdiendo ese empuje inicial y, a medida que avanza la historia, vamos viendo sus puntos débiles constatando que se trata de un libro sin pretensiones estilísticas ni riesgo, sin frases que impacten ni deslumbren, aunque sí vemos un gran dominio de la tensión narrativa por parte de la autora; el libro es un page-turner de manual (con sus correspondientes pros y contras). Los temas sobre los que Bennett expone su crítica (vidas rotas, trabajos precarios y familias desestructuradas, vidas sin pretensiones ni anhelos, racismo, orígenes, legado) son tratados de manera algo aséptica (a excepción del maltrato, ahí sí la autora acierta en el tono) y me da la sensación que es algo buscado para lograr alcanzar un público amplio, relatando una historia que gustará a los que deseen una novela de ritmo vertiginoso y con aires de melodrama, pero, en consecuencia, parece escrito sin excesivo riesgo y creo que decepcionará parcialmente a los que buscan en los libros algo más de contundencia, visceralidad y conmoción. Se trata de una novela para un público muy amplio y, en consecuencia, escrita sin excesivo riesgo o una voz propia. Eso sí, bien hilvanada y estructurada consiguiendo con ello que no decepcione. Porque sí, claro que toca todos esos aspectos y los condena, pero uno va leyendo y los ecos de «Volver» de Toni Morrison retumban claramente al tratar algunos de esos aspectos. 

Como aspectos positivos, la autora trata de manera muy acertada el passing, sobre como algunas personas negras no se sienten cómodas con su color de piel y se autoconsideran blancas, ejerciendo un asimilacionismo evidente, considerando a los de su propia etnia como inferiores (algo que ya hemos visto en los escritos de W.E.B. du Bois, Ta-Nehisi Coates, Kevin Young o Ibram X. Kendi), rehuyendo así a sus propios hermanos negros, echándoles de su esfera privada, o incluso tratándolos como intrusos en sus propias vidas, algo que indudablemente conlleva un conflicto interno que la propia Stella reconoce al afirmar que «al principio, el passing le pareció tan sencillo que no entendía por qué sus padres no  lo habían hecho. Pero entonces era joven. No se daba cuenta de lo que se tarda en convertirse en otra persona, ni de hasta qué punto te puedes sentir sola en un mundo que no te pertenece»; este aspecto de no sentirse cómodo en el propio cuerpo lo extrapola de manera muy hábil al personaje de Rheese, una persona transexual, consiguiendo así un oportuno paralelismo. También acierta en el tono al tratar sobre los orígenes, sobre mantéenlos o renegar de ellos, sobre la vida que se forma a partir de un pasado o sobre la vida que lo sustituye.

En cualquier caso, a pesar de esas interesantes excepciones, el resultado global es altamente previsible, con calculados giros argumentales que encauzan la narración por el camino más fácil, y cuesta entender que un libro que partía de un prometedor inicio con una buena caracterización de los personajes se deje caer por el melodrama lleno de tópicos, situaciones forzadas y desenlaces previsibles, pasando de la crítica a casi el estereotipo, desaprovechando de esta manera un argumento que podría haber dado mucho más de sí si la autora se hubiera decidido por ahondar en el drama interno de sus personajes y profundizar en ellos. Blancos ricos, negros con trabajos precarios, negros que se hacen pasar por blancos y rehúyen a los propios negros, la amiga vecina negra con la que la supuesta blanca se hace amiga pero a escondidas, encuentros casuales para facilitar el desenlace, un poco de transexualidad y otro poco de maltrato, un personaje feminista que aboga por la igualdad laboral y el derecho de las mujeres a tener y potenciar sus aptitudes laborales y formación académica, una joven rica actriz y rebelde y otra humilde trabajadora y tenemos todos los ingredientes para elaborar un cocktail al uso. 

Por todo ello, a pesar de las buenas intenciones y el trato particular en algunos aspectos, tenemos una historia llena de tópicos y situaciones en apariencia fortuitas que se adaptan a la trama sin remordimientos ni disimulo para encauzar la historia hacia donde la autora pretendía ya desde un inicio, dando además la sensación, como me ocurrió con Whitehead y «El ferrocarril subterráneo» o también con «Pequeños fuegos por todas partes», de Celeste Ng, que está escrito pensando, no únicamente para llegar a un gran número de lectores, sino también a un gran número de televidentes. Dice la autora a finales del libro que «Adèle Vignes había explicado a Desiree historias de cuando era pequeña, tan vívidas que Desiree se preguntaba si su madre no las confundía con las telenovelas que miraba». Esa misma es la sensación que me ha producido terminar el libro: ver cómo una historia que prometía acaba convirtiéndose en poco más que una telenovela.

2 comentarios:

Gerónimo dijo...

Hola,

Le regalé esta novela a mi pareja por Sant Jordi. Ya veremos, la tiene en la mesita de noche.
Igual la he cagado...

Respecto a el "Ferrocarril subterráneo" de Whitehead que mencionas, para mi fue un chasco. Venía avalado por premios respetables y buena prensa y no pase de la página 50

Saludos y gracias una vez más por vuestra labor

Marc Peig dijo...

Hola, Gerónimo.
Respecto al “ferrocarril subterráneo”, a mi en general me gustó, aunque ya indiqué también en la reseña algunos de sus puntos débiles. Creo que a Koldo le gustó algo menos.
Respecto a la mitad evanescente, espero que a tu pareja le guste. De hecho, a la mayoría de gente que conozco le ha gustado con lo que seguramente sea yo el que va a la contra. Espero que hayas acertado con el regalo y espero también que nos cuentes si así ha sido, una vez lo haya leído.
Saludos, y gracias por el comentario.
Marc