Título original: Uhvati zeca
Traducción: Pau Sanchis Ferrer
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Hay novelas que, a pesar de una aparente sencillez, contienen una amplitud temática y enfoque que hacen que destaquen por encima del resto o de la propia línea argumental. Porque el argumento de esta novela de Lana Bastašić puede inducir a una lectura rápida y superficial, pero sin duda se disfruta y se construye en la mente del lector de manera mucho más profunda de lo que aparenta. Porque siendo presentada bajo el reclamo de «Lewis Carroll y Elena Ferrante en un País de las Maravillas balcanizado» uno puede creer que estamos delante de una mezcla de altas pretensiones y difícil encaje. Y podría tener razón. Pero no si hablamos de Bastašić, pues la novela, en líneas generales, acopla los distintos elementos de manera orgánicamente cohesionada.
La historia empieza con un inicio intrigante, pues la protagonista, Sara, empieza a esbozar la relación de amistad que tuvo con Lejla; una relación forjada en la infancia que se antojaba infranqueable pero que, por motivos que se desconocen al inicio, se truncó hace doce años creando un absoluto vacío comunicativo. Hasta que una llamada de Lejla desde Mostar a Sara, informando que su hermano está en Viena y que tiene que acompañarla para verle, parece estrechar, no los lazos que las unían, pero sí el tiempo que las distanció. Este inicio es de los que enganchan de manera irremediable al lector, manteniendo un clímax altísimo para sostener un suspense que se sitúa en el centro de la narración y ejerce de polo magnético con el que atrapa al lector ya desde su comienzo.
Estructuralmente, la historia narrada por Sara en primera persona alterna el presente con el pasado y nos cuenta la evolución de la amistad entre Lejla y Sara; una amistad desigual, con Sara a remolque del fuerte carácter de Lejla, cegada por una idolatría hacia su amiga en quien ve alguien especial, alguien sobre quien Sara afirma que «pensé, con miedo, que siempre iría detrás de ti para intentar crecer de alguna manera, para conseguir alguna sabiduría intangible». Aquí se encuentra uno de los ejes de la novela, la relación desigual entre dos caracteres en apariencia antagónicos, que recuerda en gran parte a Ferrante y su «Amiga estupenda». Así, la narración en dos líneas temporales devuelve a Sara a su pasado, a pesar de todo, a pesar de casi no quererlo, pues como ella misma afirma «puede ser que para mí los recuerdos sean como un lago helado —turbio y resbaladizo—, pero de vez en cuando aparece una hendidura en la superficie por dónde meter la mano y aferrar un detalle, un recuerdo en el agua helada. Asimismo, los lagos son engañosos. A veces coges un pez, otras caes y te ahogas. Por experiencia sé que casi todos los recuerdos con ella son de este tipo. Por eso me esforcé durante doce años a no recordarlos». Estas dos líneas temporales convergen en un personaje común, que conecta pasado y presente, el causante del viaje que supone este relato: Armin, el hermano de Lejla, que despareció en medio de la guerra y que irrumpe de nuevo en la escena muchos años después. Él es el enlace entre ambas, el nexo de unión entre las dos, también tiempo después de su distanciamiento; es la tercera pata del triángulo que mantiene la estabilidad entre ambas, su punto común como afirma la propia Sara al decir que «él era la conexión indestructible que había entre nosotras, nuestra contraseña secreta que hacía que todo el resto (…) pareciese banal».
Con el objetivo inicial de encontrar al hermano de Lejla, Bastašić ha escrito una novela que se convierte de inmediato en un road trip de varios planos entremezclados, pues es un viaje vital al pasado de una vida y de una relación, pero también al pasado de una época y un territorio. Un viaje que empieza desde Mostar en una llegada densa y oscura, abrupta, en la que la propia protagonista se siente sorprendida cuando a las tres de la tarde ya es oscuro, empieza el viaje físico y vital. Una oscuridad que las acompañará, a nivel emocional a lo largo del viaje, en clara consonancia con la oscuridad propia de una tierra marcada por la guerra y que deja huella en sus habitantes. De esta manera, el trayecto que emprenden ambas amigas de relación tensa y cortante las acerca e intentar reconstruir, a través de diálogos y paisajes (terrenales pero también vitales), una vida, más que anterior, pasada, como si fuera otra vida, como si aquella tierra que tras años de olvido parecía casi un sueño, volviera de nuevo para penetrar en los poros de Sara e intentar hacerla comprender que los recuerdos son volátiles y cambiantes, que la visión de una niña o incluso una adolescente puede diferir si se analiza desde fuera, o desde la distancia que siembran los años. Y esta reconstrucción del pasado, que uno no sabe hasta qué punto es fiable, somete a Sara a un cuestionamiento sobre lo sucedido, sobre su versión del pasado, sobre su propia verdad.
No únicamente los recuerdos y la memoria son tratados en este libro, pues el peso de la guerra en la novela también es fuerte, incide en la identidad y carga el aire denso de un viaje en coche, porque la personalidad se forja a lo largo del tiempo, pero también se hiere, con recuerdos, con la lengua de una época que parecía olvidada y que ensucia el aire al utilizarla («miro el árbol y respiro poco a poco; no confío en el aire. Lo he ensuciado con mi lengua»). Así, con simplemente oír o pronunciar de nuevo su antigua lengua, Sara se transforma, recupera y rememora la chica que era hace años, en un acto reflejo inconsciente pero inevitable, en el que su personalidad se asocia a una lengua y a una tierra. Una guerra que para Lejla causa cambios de nombre, para pasar desapercibida, para aparentar lo que no se es, para tapar orígenes y esconder pasados. Y para Sara, cambiando de ciudad, de vida, para cambiar de identidad, para dejar atrás aquello que no se sabe asimilar, para reconstruirse partiendo de cero.
De esta manera, la llamada inesperada de Lejla ejerce de espoleta para iniciar esta historia de búsqueda, no únicamente del hermano, sino de una amistad, de una tierra, de un pasado; una búsqueda que las lleva a explorar su vida, recorriendo un tiempo y una tierra como cavando un túnel en la «madriguera» del conejo Carrolliano, sumergiendo la protagonista en un pozo oscuro que la llevará a explorar y redescubrir de nuevo su pasado. El ejercicio literario realizado por Bastašić es de una gran complejidad, pues utilizando elementos de la obra de Carroll (desde utilizar exactamente los mismos capítulos a sus múltiples referencias metafóricas e incluso textuales a «Alicia en el país de las maravillas») los utiliza para narrar su historia, una historia de dos amigas, pero también la historia de una tierra en un momento temporal realmente importante. Así hay varias capas de lectura que enriquecen el texto: guerra, identidad, amistad, recuerdos y memoria. Es, por tanto, un texto que requiere afrontarlo con la intención de explorarlo, para así poder cubrir todos estos aspectos.
Llegados a este punto es posible que penséis: con todo lo que contiene el libro en profundidad, en capas, en referencias, en estructura y planteamiento, ¿por qué no una mejor valoración? La respuesta es clara para mí, pero altamente subjetiva y radica en dos aspectos principales: la frágil sintonización con los personajes y el desarrollo de la trama. Y este último aspecto es, para mí, su principal punto débil: lo que en inicio es una virtud (la gran variedad temática que la autora pretende abordar) se puede convertir en un escollo si los temas que la autora quiere tratar pasan al primer plano y se deja algo de lado el mantener el interés por su línea argumental. Esta sensación se arrastra desde la mitad del libro y va in crescendo y a veces lo que se quiere explicar en capas más profundas no se sostienen plenamente en la capa argumental.
En cualquier caso, Bastašić ha escrito una interesante y profunda novela donde el territorio es más que un escenario, es el hogar (en su más profundo significado), el terreno donde Sara se pierde en más de una vez, como se pierde también en el camino que recorre a través de su memoria intentando encontrar las claves que den un sentido a un pasado que se hace cada vez más confuso a medida que avanza, intentando reconstruir un bildungsroman partiendo de una infancia, sobrevolando una adolescencia compartida y aterrizando en una edad adulta que comparte un poso de tristeza por la infancia desaprovechada, incompleta, perdida.
Hay que destacar el mérito de Lana Bastašić en escribir una novela que abre tantos frentes, plantea tantas capas de reflexión y establece paralelismos con otras obras, pues más allá de ciertas discrepancias, nos deja una novela que contiene mucho más de lo que una primera lectura puede sugerir y que reconozco haber estado tentado de empezarla de nuevo justo al terminarla para volver a sumergirme, como la propia Alicia, en las profundidades del mundo que contiene y conseguir así atrapar la liebre que se esconde, de manera escurridiza, en los recuerdos que albergamos.
La historia empieza con un inicio intrigante, pues la protagonista, Sara, empieza a esbozar la relación de amistad que tuvo con Lejla; una relación forjada en la infancia que se antojaba infranqueable pero que, por motivos que se desconocen al inicio, se truncó hace doce años creando un absoluto vacío comunicativo. Hasta que una llamada de Lejla desde Mostar a Sara, informando que su hermano está en Viena y que tiene que acompañarla para verle, parece estrechar, no los lazos que las unían, pero sí el tiempo que las distanció. Este inicio es de los que enganchan de manera irremediable al lector, manteniendo un clímax altísimo para sostener un suspense que se sitúa en el centro de la narración y ejerce de polo magnético con el que atrapa al lector ya desde su comienzo.
Estructuralmente, la historia narrada por Sara en primera persona alterna el presente con el pasado y nos cuenta la evolución de la amistad entre Lejla y Sara; una amistad desigual, con Sara a remolque del fuerte carácter de Lejla, cegada por una idolatría hacia su amiga en quien ve alguien especial, alguien sobre quien Sara afirma que «pensé, con miedo, que siempre iría detrás de ti para intentar crecer de alguna manera, para conseguir alguna sabiduría intangible». Aquí se encuentra uno de los ejes de la novela, la relación desigual entre dos caracteres en apariencia antagónicos, que recuerda en gran parte a Ferrante y su «Amiga estupenda». Así, la narración en dos líneas temporales devuelve a Sara a su pasado, a pesar de todo, a pesar de casi no quererlo, pues como ella misma afirma «puede ser que para mí los recuerdos sean como un lago helado —turbio y resbaladizo—, pero de vez en cuando aparece una hendidura en la superficie por dónde meter la mano y aferrar un detalle, un recuerdo en el agua helada. Asimismo, los lagos son engañosos. A veces coges un pez, otras caes y te ahogas. Por experiencia sé que casi todos los recuerdos con ella son de este tipo. Por eso me esforcé durante doce años a no recordarlos». Estas dos líneas temporales convergen en un personaje común, que conecta pasado y presente, el causante del viaje que supone este relato: Armin, el hermano de Lejla, que despareció en medio de la guerra y que irrumpe de nuevo en la escena muchos años después. Él es el enlace entre ambas, el nexo de unión entre las dos, también tiempo después de su distanciamiento; es la tercera pata del triángulo que mantiene la estabilidad entre ambas, su punto común como afirma la propia Sara al decir que «él era la conexión indestructible que había entre nosotras, nuestra contraseña secreta que hacía que todo el resto (…) pareciese banal».
Con el objetivo inicial de encontrar al hermano de Lejla, Bastašić ha escrito una novela que se convierte de inmediato en un road trip de varios planos entremezclados, pues es un viaje vital al pasado de una vida y de una relación, pero también al pasado de una época y un territorio. Un viaje que empieza desde Mostar en una llegada densa y oscura, abrupta, en la que la propia protagonista se siente sorprendida cuando a las tres de la tarde ya es oscuro, empieza el viaje físico y vital. Una oscuridad que las acompañará, a nivel emocional a lo largo del viaje, en clara consonancia con la oscuridad propia de una tierra marcada por la guerra y que deja huella en sus habitantes. De esta manera, el trayecto que emprenden ambas amigas de relación tensa y cortante las acerca e intentar reconstruir, a través de diálogos y paisajes (terrenales pero también vitales), una vida, más que anterior, pasada, como si fuera otra vida, como si aquella tierra que tras años de olvido parecía casi un sueño, volviera de nuevo para penetrar en los poros de Sara e intentar hacerla comprender que los recuerdos son volátiles y cambiantes, que la visión de una niña o incluso una adolescente puede diferir si se analiza desde fuera, o desde la distancia que siembran los años. Y esta reconstrucción del pasado, que uno no sabe hasta qué punto es fiable, somete a Sara a un cuestionamiento sobre lo sucedido, sobre su versión del pasado, sobre su propia verdad.
No únicamente los recuerdos y la memoria son tratados en este libro, pues el peso de la guerra en la novela también es fuerte, incide en la identidad y carga el aire denso de un viaje en coche, porque la personalidad se forja a lo largo del tiempo, pero también se hiere, con recuerdos, con la lengua de una época que parecía olvidada y que ensucia el aire al utilizarla («miro el árbol y respiro poco a poco; no confío en el aire. Lo he ensuciado con mi lengua»). Así, con simplemente oír o pronunciar de nuevo su antigua lengua, Sara se transforma, recupera y rememora la chica que era hace años, en un acto reflejo inconsciente pero inevitable, en el que su personalidad se asocia a una lengua y a una tierra. Una guerra que para Lejla causa cambios de nombre, para pasar desapercibida, para aparentar lo que no se es, para tapar orígenes y esconder pasados. Y para Sara, cambiando de ciudad, de vida, para cambiar de identidad, para dejar atrás aquello que no se sabe asimilar, para reconstruirse partiendo de cero.
De esta manera, la llamada inesperada de Lejla ejerce de espoleta para iniciar esta historia de búsqueda, no únicamente del hermano, sino de una amistad, de una tierra, de un pasado; una búsqueda que las lleva a explorar su vida, recorriendo un tiempo y una tierra como cavando un túnel en la «madriguera» del conejo Carrolliano, sumergiendo la protagonista en un pozo oscuro que la llevará a explorar y redescubrir de nuevo su pasado. El ejercicio literario realizado por Bastašić es de una gran complejidad, pues utilizando elementos de la obra de Carroll (desde utilizar exactamente los mismos capítulos a sus múltiples referencias metafóricas e incluso textuales a «Alicia en el país de las maravillas») los utiliza para narrar su historia, una historia de dos amigas, pero también la historia de una tierra en un momento temporal realmente importante. Así hay varias capas de lectura que enriquecen el texto: guerra, identidad, amistad, recuerdos y memoria. Es, por tanto, un texto que requiere afrontarlo con la intención de explorarlo, para así poder cubrir todos estos aspectos.
Llegados a este punto es posible que penséis: con todo lo que contiene el libro en profundidad, en capas, en referencias, en estructura y planteamiento, ¿por qué no una mejor valoración? La respuesta es clara para mí, pero altamente subjetiva y radica en dos aspectos principales: la frágil sintonización con los personajes y el desarrollo de la trama. Y este último aspecto es, para mí, su principal punto débil: lo que en inicio es una virtud (la gran variedad temática que la autora pretende abordar) se puede convertir en un escollo si los temas que la autora quiere tratar pasan al primer plano y se deja algo de lado el mantener el interés por su línea argumental. Esta sensación se arrastra desde la mitad del libro y va in crescendo y a veces lo que se quiere explicar en capas más profundas no se sostienen plenamente en la capa argumental.
En cualquier caso, Bastašić ha escrito una interesante y profunda novela donde el territorio es más que un escenario, es el hogar (en su más profundo significado), el terreno donde Sara se pierde en más de una vez, como se pierde también en el camino que recorre a través de su memoria intentando encontrar las claves que den un sentido a un pasado que se hace cada vez más confuso a medida que avanza, intentando reconstruir un bildungsroman partiendo de una infancia, sobrevolando una adolescencia compartida y aterrizando en una edad adulta que comparte un poso de tristeza por la infancia desaprovechada, incompleta, perdida.
Hay que destacar el mérito de Lana Bastašić en escribir una novela que abre tantos frentes, plantea tantas capas de reflexión y establece paralelismos con otras obras, pues más allá de ciertas discrepancias, nos deja una novela que contiene mucho más de lo que una primera lectura puede sugerir y que reconozco haber estado tentado de empezarla de nuevo justo al terminarla para volver a sumergirme, como la propia Alicia, en las profundidades del mundo que contiene y conseguir así atrapar la liebre que se esconde, de manera escurridiza, en los recuerdos que albergamos.
También de Lana Bastašić en ULAD: Dientes de leche
7 comentarios:
Menuda crítica, me ha encantado. A mi me gustó mucho el libro :)
Muchas gracias, Carmen. Celebro que te haya gustado el libro y la reseña :-)
Saludos
Marc
Hay algo en este libro que atrapa, para mi, y no es la trama, ni los múltiples temas (más interesantes que la propia trama). Lo que a mi me ha atrapado es esta forma de narrar tan "sincera y creíble" estas vivencias contadas sin cronología que llegan con toda la pasión, tristeza, desidia, desencanto... según el caso. Leí con avidez hasta la mitad, después me siguió gustando, pero es cierto que "pierde fuelle" Será, como comentas porque "lo que en inicio es una virtud (la gran variedad temática que la autora pretende abordar) se puede convertir en un escollo si los temas que la autora quiere tratar pasan al primer plano y se deja algo de lado el mantener el interés por su línea argumental. Esta sensación se arrastra desde la mitad del libro y va in crescendo y a veces lo que se quiere explicar en capas más profundas no se sostienen plenamente en la capa argumental".
Gracias de nuevo por estar ahí, gente.
Hola, Magda.
Celebro estar de acuerdo en lo que dices, y es cierto que el planteamiento inicial es muy atrayente y engancha totalmente. Y sí, coincido contigo y me gusta el apunte que haces respecto a la narración sincera y los recuerdos narrados sin un orden cronológico estricto. Creo que es una autora que tiene mucho potencial, pues es evidente que en su cabeza habitan muchos mundos e ideas múltiples y variados que espero que pueda plasmar en futuros libros. Tiene un estilo diferente, y eso en sí mismo ya es algo a tener en cuenta.
Saludos, y gracias por leernos y enriquecer el blog con tus comentarios.
Marc
Buenas muy buena crítica,
No comprendi mucho el final. Me podrías orientar, gracias
Hola, César.
Muchas gracias por el elogio. Acerca del final, por motivos que espero que entiendas prefiero no dar detalles, para no fastidiar a futuros lectores, aunque sí diré que me sucedió algo parecido y que te entiendo perfectamente. Al final, e intentaré dar pistas sin desvelar nada, si piensas en ello verás la anología con el título y con el viaje emprendido.
Saludos
Marc
Yo traté de leer esta novela pero me resulta imposible. La autora da demasiadas vueltas para expresar una idea, pierdes el hilo infinidades de veces por la tendencia de saltar al pasado y presente. Y eso que no llegué ni a la mitad, que por lo que se dijo aquí , la xosa va a peor
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