viernes, 14 de febrero de 2025

Agatha Christie: Asesinato en Mesopotamia

Idioma original: inglés

Título original: Murder in Mesopotamia

Traducción: Ángel Soler Crespo

Año de publicación: 1936

Valoración: Recomendable para fans

En estos tiempos en que estamos, cerca de un siglo desde sus primeras publicaciones, poco más se puede decir sobre Agatha Christie. Pocos autores habrá cuya obra sea tan conocida, tanto a través de sus libros como, sobre todo, creo yo, gracias a sus múltiples versiones cinematográficas. La autora británica es un poco el paradigma de la novela policiaca, con sus crímenes y sus misterios y, cómo no, con sus peculiares investigadores, ya sea Miss Marple o Hercule Poirot.

Asesinato en Mesopotamia es una obra bastante temprana, ambientada en Irak, una región que Christie conocía de primera mano tras su segundo matrimonio con un arqueólogo. En alguna de sus estancias en aquel país se le debió ocurrir la posibilidad de que ellos mismos, arqueólogo y novelista, pudieran ser los protagonistas de una de sus tramas. Efectivamente, el desencadenante de los hechos se localiza en unas excavaciones, donde el científico al mando y su esposa conviven con un equipo de trabajo más o menos convencional, hombres y mujeres cuyas peculiaridades iremos descubriendo a partir de un crimen.

El esquema no se aparta un milímetro del que podemos tener interiorizado: un asesinato sorprendente en un grupo humano de apariencia inocente, elucubraciones entre los presentes, aparición casual del astuto detective, en este caso Poirot, investigaciones y recopilación de datos que parecen banales, y finalmente la larga sesión de puesta en común en la que se hace la luz sobre asunto tan impenetrable, momento en el cual el criminal no tiene más remedio que admitir su culpa.

Realmente es admirable cómo Christie consigue hilvanar todos los detalles, más que la construcción de una novela es un ejercicio de ingenio puro, un trabajo de orfebrería en el que todo debe encajar exactamente en su lugar. Desde luego el objetivo lo alcanza de forma sobresaliente, y no es de extrañar que varias generaciones de lectores y espectadores hayan quedado admirados ante semejante perfección.

Encontraríamos también algunos otros elementos apreciables desde el punto de vista narrativo: el entorno, al que no se dedica mucha atención, pero resulta bien definido; el dibujo de personajes, que siempre sabe dejar una zona opaca para hacer dudar al lector; o la figura chocante del investigador, un tipo casi cómico este Poirot, que no obstante su origen belga parece el más británico de los personajes. Tampoco dejaré de comentar que hay en el texto un cierto deje de racismo, definiendo a los iraquíes como indígenas, subrayando su carácter perezoso y mostrando indignación por la suciedad, por ejemplo. En la época en que se escribe el libro a estas objeciones que hoy pueden parecer muy obvias no se les prestaba desde luego la misma atención, y esa visión un poco por encima del hombro resultaba bastante coherente en una región bajo dominio inglés.

Resulta difícil mantener el concepto de novela en relación con este tipo de relatos. Como casi todos los de esta autora hay un predominio casi absoluto del diálogo, y el libro podría sin ningún problema representarse como una obra de teatro, lo que seguramente se ha llevado a cabo en alguna ocasión. Desde este punto de vista, en tanto que obra narrativa, no puede decirse que tenga un gran valor. Su mérito reside en lo que realmente es: un entretenimiento, un juego si se quiere, construido con maestría, y que da al lector exactamente lo que va buscando, intriga, alguna sorpresa, y la invitación a cierto ejercicio intelectual en el que la autora, como es muy lógico, siempre lleva las de ganar.

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