sábado, 29 de junio de 2019

Joseph Mitchell: La fabulosa taberna de McSorley

Idioma original: inglés
Título original: McSorley's Wonderful Saloon
Año de publicación: 2017
Traducción: Marcelo Cohen, Alejandro Gibert, Martín Schifino
Valoración: muy recomendable

El prefacio a este texto escrito por uno de sus traductores tiene el curioso efecto de convertir a Joseph Mitchell en algo similar a sus personajes. Pues describe a un sufrido cronista del New Yorker que se mantuvo en nómina y acudiendo a su despacho durante tres décadas sin ser capaz de aportar una sola línea de texto. Toma bloqueo creativo y yo que me quejo cuando, reciente aún la lectura de una última página del libro que sea, no encuentro la frase (la primera, la que Kapuscinski decía que tiraba de las otras. Comprensible que en la revista fueran pacientes y tolerantes. Joseph Mitchell les había regalado El secreto de Joe Gould, inconmensurable texto (cuyo primera parte se incluye en este libro) que no me cansaré de recomendar a todo aquel que se interese por la literatura estadounidense contemporánea y que quiera comprobar cómo se acuña un nuevo estilo.
La fabulosa taberna de McSorley toma el título del primer relato y nos ofrece casi una treintena de los artículos que Mitchell escribió antes de su bloqueo. Y otras historias de Nueva York dice el subtítulo y eso eso exactamente. Crónicas, entrevistas más o menos dramatizadas y estructuradas, muchas veces con información añadida que permite su puesta en contexto y siempre con el preciso estilo de Mitchell, periodista o cronista que expone las cosas tal como son y que deja hablar a sus entrevistados con toda libertad hasta que llegamos a ese punto equívoco en que, de cómodos que nos sentimos asumiendo su perspectiva, puede que hayamos olvidado quién nos está hablando. Porque Mitchell es un maestro en esa generación de cercanía y para nada busca su relevancia por encima de la de aquel que nos presenta. Nada de celebridades, Mitchell siempre estaría alejado del político vanidoso o del empresario ávido de que alguien redacte su recorrido a la cima. Los personajes de Mitchell son gente extraña que transita por lugares como el Bowery, una especie de bajo fondo donde se reunían marginados y gente bajo el paraguas común de la precariedad, la modestia y algunas combinaciones letales como el alcohol o los trastornos mentales. 
Como si fuera un antepasado de los submundos presentes en la obra musical de Tom Waits o Lou Reed, Nueva York entre los años 30 y los 50, período al que pertenece la mayoría de los relatos, Mitchell nos presenta personajes propios de aquella época en un collage que ejemplifica a los Estados Unidos del momento: el que se extiende entre el crash del 29, la Gran Depresión y el renaciente periodo post-guerra, pero no nos muestra triunfadores sino todo lo contrario. Aquí hay vagabundos, mujeres barbudas, maleantes de baja estofa y, en general, toda esa gente anónima o directamente marginal que no se muestra en los tours turísticos a las ciudades. Y es curioso como ciertos estigmas se muestren de un modo tan natural y liviano. Pasados 80 años los capítulos dedicados a los gitanos de Nueva York merecerían la más enérgica de las reprobaciones de los adalides de la corrección política (esos que se devanan los sesos a la búsqueda de eufemismos que acaban siendo circunloquios), pero Mitchell afronta ambos capítulos con una naturalidad que los aleja de cualquier estereotipo racista. Se limita a definir una comunidad, a describir sus costumbres, a acudir y transcribir lo que los cuerpos policiales que los asedian manifiestan sobre ellos. 
Obviamente hay oscilaciones en el nivel literario, y en algún momento (los capítulos finales, curiosamente centrados en detalles gastronómicos) parece que Mitchell ceda ante lo meramente descriptivo o incluso didáctico. Pero el conjunto, y recuerdo algunos libros centrados en Nueva York (Whitehead, Morris), es gratificante como acercamiento al crisol cultural, al bullicioso presente de esa época en que se forjaba lo que es la poderosa nación de hoy, con todas sus contradicciones. Mitchell refleja solo una parte, claro, pero la selección es tan representativa como fascinante.


8 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Pintaza!

Anónimo dijo...

baja estofa ¿no? Saludos

Il Gatopando dijo...

Me permito apuntar que esa a la que se refiere el título del libro, McSorley's, es la taberna irlandesa más antigua de Nueva York aún en funcionamiento. Está en la calle 7, junto a Bowery, en el East Village. Entre otras cosas es famosa porque las jarras de cerveza se sirven a pares.

Juan G. B. dijo...

Habrá que ir alguna vez!

Flecha literaria dijo...

No conocía esta obra, tampoco he leído nada de su autor, pero tu reseña ha hecho que me parezca muy interesante.

Anónimo dijo...

Buenos días
Me parce una estupenda colección de artículos. Para leer morosamente y con placer. Casi diría para leer contra estos tiempos vertiginosos y sin sustancia. Uno se imagina a Mitchell escuchando los relatos de la gente a la que entrevista, como si estuviera ante un cuento de las mil y una noches, maldiciendo el momento en que se acaba todo y llega el momento de volver a casa. En los mejores relatos, la dignidad de estas personas a contracorriente se pone de manifiesta, a pesar de los pesares...o, quizá, precisamente por eso.

El Puma dijo...

Otro autor del que nunca había oído hablar. Y van...

Esta es una de las facetas de ULAD que más disfruto, entablar contacto, por mínimo que sea, con escritores y obras de valía, a traves de reseñas en su mayoría muy logradas, como ésta.

Y me apunto el dato que brinda Il Gatopardo!

Francesc Bon dijo...

Buenos días, y gracias por los comentarios, disculpen por la tardanza en la respuesta, ando en cierto compromiso con cierta piscina donde veraneo, sabéis.
La verdad es que resulta muy evocador todo el libro, más que nada porque la forma de narrar resulta muy moderna y cercana y se habla de cosas que pasaban hace tres cuartos de siglo.