sábado, 21 de octubre de 2017

Bandi: La acusación


Idioma original: coreano
Título original:  고발 [Gobal]
Año de publicación: 2017
Traducción: Hye Young Yu , Héctor Bofill
Valoración: bastante recomendable

Emitir una valoración sobre un libro como este, más cuando uno se obliga a que ésta sea inteligible, es una tarea que requiere una puesta previa en contexto.
Para ello, basten un par de detalles. Ni la etiqueta "escritores norcoreanos" ni "libros bajo pseudónimo" habían sido activadas a lo largo de los ocho años largos de historia de este blog. El motivo es sencillo: el hermetismo de la dictadura hereditaria del país asiático actúa de manera contundente como barrera y obstaculiza la difusión de sus autores, y éstos solo pueden publicar sus obras de forma clandestina y a costa de exponerse (a ellos, a sus familias actuales, a generaciones venideras) a duras represalias. Y Bandi es, claro, un pseudónimo, porque lo que se explica aquí, incluso eludiendo detalles,  me parece tan verdadero como terrorífico, aunque surja el impresentable de turno que se obstine en negarlo y en achacarlo a una especie de conspiración, no creo que tanta coincidencia obedezca a la fantasía. Ya es el cuarto libro que leo sobre este país y he intentado compensar las fuentes y, el camarada Cao de Benós me perdonará, aunque está claro que la temática dispone (vía morbo o vía lo que sea) de un innegable atractivo comercial, lo que denuncian los siete relatos de este libro parece ser cierto, y si es cierto yo no puedo calificar al régimen de Corea del Norte como otra cosa que una perversa organización criminal amparada bajo el pretexto de proteger a un pueblo al que oprimen y martirizan de forna cruel y sistemática. Mala gente, esta dinastía de tiranos que aislan a su pueblo pretendiendo que se trague la sarta de tonterías que se les atribuye a abuelo, padre e hijo. 
Pero claro: la mano levantada. La mano en forma de sistema de información y de traición y de maquinación cuyos extremos, relatan estos cuentos, son terroríficos. De forma perversa, sin nada que envidiar a lo más nauseabundo del nazismo. Familias represaliadas por las acciones o las sospechas de las acciones de uno de sus miembros. Menudo acto de justicia sería que semejante alimaña, la cosa suprema o como esté disponiendo ser denominado, fuera descabalgado del poder junto con sus secuaces y tuviera que responder algún día de sus tropelías crueles y caprichosas.
Una cuestión que también manifiesta esta lectura es el difícil acceso del lector norcoreano a la obra narrativa actual. Estos cuentos mantienen una tonalidad algo naif, alejada de los complejos mecanismos de las obras de hoy en día, mostrándose a la vez "pura" por su condición de intento de comunicación como por su falta de adulteración de algunas de las manías en boga en la literatura, en esa literatura en que muchos se creen que leer mucho a Faulkner es ser Faulkner. Es decir: son historias lineales y comprensibles y eso las humaniza aún más, les dota de una pátina ingenua y escalofriantemente cercana. A pesar de que respondan a los estereotipos que vienen publicitándose, rehuyen lo truculento para abordar más lo psicológico. Seres que han de habilitar permisos para desplazarse dentro del país ante el anuncio de una madre agonizante. Burocracia en todos los grados de la crueldad más arbitraria. Personas marcadas por hechos de sus conocidos o familiares. Hambre, cómo no, reeducación, delación, purgas, el individuo asediado a la vez por lo absurdo y lo criminal. Menuda pandilla de gobernantes, la aristocracia falsamente proletaria que se ha montado Kim Jong Un y su séquito de impresentable, que queda descrita aquí con la suficiente claridad y sutileza como para no dejar dudas sobre su veracidad.

2 comentarios:

Interlunio dijo...

No sabía que había obras escritas desde dentro de Corea del Norte. Aparte de las del supremo, claro.

Hace un par de años leí "el libro de un hombre solo" de Gao Xingjian, Nobel muy cuestionado.
En la obra, el autor recordaba tiempos de Mao ZedonG, cuando la revolución cultural China (vaya nombre), sobre los campos de reeducación y como una mentira sobre su padre había alcanzado para que toda su familia dé un giro de 180° a la fuerza. La desconfianza hacia todo y hacia todos, para que no te acusaran de ser un traidor a la causa, te traía a la mente eL 1984 de Orwell.
Creo que los que salen a defender el régimen Coreano actual se equivocan, y mucho, en sus propias pretenciones.

Un saludo.

Francesc Bon dijo...

Bueno: lo que demuestra lo poco democrático de este régimen son detalles como éste, donde no hay intercambio entre culturas y es todo tan hermético que da que pensar.