viernes, 20 de mayo de 2022

Colaboración: La escena, de Clarence Cooper, Jr.

Idioma original: Inglés
Titulo original: The scene
Año de publicación original: 1960
Año de publicación: 2016
Traducción: Guido Sender
Valoración: Recomendable para interesados

Para aquellas personas que aún no hayan caído en sus redes, la editorial Sajalín, afincada en Barcelona, está especializada en rescatar autores poco conocidos por el gran público. Bajo la colección Al margen, centrada en el realismo sucio y poblada de adictos y perdedores, dicha editorial saca a la luz olvidadas obras de culto como “La Escena”. Clarence Cooper Jr. no pudo afianzar su carrera pese al gran éxito de esta novela. Hastiado del fracaso editorial, e incapaz de superar su dependencia de la heroína, Coopper Jr. murió solo y sin un centavo en la YMCA de la calle veintitrés de Nueva York.

Apuntada esta información a modo de introducción, procedo a desgranar la trama de “La Escena”. Una trama en exceso alambicada debido a las constantes elipsis, profusión de datos, numerosos actores secundarios y ramificaciones de la historia. De hecho, ante el desconcierto que me provocó dicha estructura narrativa, y ya avanzada la novela, tuve que releer el primer capítulo, puesto que allí radica la clave de todo lo que acontecerá en las siguientes páginas.

La novela consta de tres vértices argumentales. En un lado, los detectives de la brigada de estupefacientes del distrito seis, Mance Davis y Virgil Patterson, se disponen a asestar el golpe definitivo al tinglado que Floyd Angelo, más conocido como El Hombre, ha edificado para gobernar el mundo de la droga. Por otro lado se encuentra Rudy Black, máximo exponente de la cohorte de traficantes de medio pelo, proxenetas y demás ralea callejera, cuyo objetivo es convertirse en camello y mano derecha de El Hombre. En último lugar, la propia Escena, un lugar determinado por una amplia zona de calles y avenidas de una ciudad ficticia -trasunto del Nueva York más peligroso- donde se cuece el asunto.

La historia da comienzo cuando Rudy Black recibe el encargo de liquidar al soplón Andy Hodden. Un encargo que El Hombre le ha encomendado para demostrar su lealtad, debido a que las malas lenguas dicen que Black se entiende con Davis y Patterson. Los métodos expeditivos de estos dos detectives, y los chivatazos de algunos de los compinches de Rudy Black, les llevan a acercarse al objetivo de detener, por fin, al capo de la droga. Sin embargo, la investigación policial dará un giro de ciento ochenta grados al aparecer en escena el hijo de Richard Halsted, un importante y poderoso magnate industrial, que muere atropellado después de ser detenido por posesión de droga de extrema pureza. Este imprevisto suceso llevará a la pareja de detectives a sospechar que, quizá, la manzana podrida se encuentre dentro del mismísimo cuerpo policial.

Aunque los retratos psicológicos de Davis y Patterson son acertados y el autor les dota de profundidad, sí creo que cae en los tópicos habituales en este tipo de personajes. Davis, cercano a la jubilación y con el culo pelado en múltiples batallas, acepta con recelo y a regañadientes a su nuevo compañero, un joven Patterson recién salido de la academia y con ganas de hacerse un nombre en el departamento de policía. Los miedos e inquietudes de ambos quedan muy bien reflejados pero, como ya digo, he sentido la impresión de haber visto muchas veces esta película.

Lo más notable de la novela, aparte de la propia intriga de la trama, es la descripción cruda y terrorífica del submundo de la droga. Desde los hábitos, usos y dolencias del yonqui hasta la falta de escrúpulos por conseguir un chute y delatar a quien se ponga por delante para ello. El hervidero psíquico en que se convierte el cerebro de un yonqui está muy bien construido en este relato, tan sórdido como interesante, donde los múltiples personajes se muestran como, en palabras del propio autor, inevitables perdedores deformados por el peso de la vida.

Bajo mi opinión, sin ser uno de los mejores títulos del catálogo de Sajalín, “La Escena” es una lectura que recomiendo para los amantes de la temática yonqui y las tramas policiales.

Firmado: Carlos Télez Sedano

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