Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien
1. Cada uno de los siete personajes cuenta, en primera persona, los acontecimientos que le llevaron a ese momento de la historia. Supongo que es en las distancias cortas donde un escritor se la juega: aunque Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) escribe muy, muy bien, es bien difícil dotar a siete yoes de una forma específica de narrar, y por eso, en ocasiones, alguno de esos siete habla casi de forma idéntica a otro. Me sentí un poco manipulado, en esos casos: tenía la impresión de que el autor quería llevarme exactamente hasta un punto concreto del camino, y cualquier posibilidad de sorpresa se me esfumó.
2. Como soy de Bilbao y hasta hace poco he vivido en Madrid, no puedo evitar sentir un cariño especial por las descripciones de esas dos ciudades que aparecen en el libro. Especialmente de la primera, que es tal vez la octava protagonista de la obra, en la sombra. También pensé, en algún momento, que a un lector ajeno tal vez podrían resultarle excesivos algunos detalles; la obra empieza mencionando la Universidad de Deusto y continúa, durante más de 150 páginas, derramando detalles sueltos sobre Neguri y otras zonas cercanas a Bilbao.
3. Mi problema es que tengo un prejuicio: no me suelen gustar los libros de relatos. Y claro, Tangram se parece bastante a un libro de relatos, aunque la editorial se esfuerce en presentarla como la primera novela del autor. Un narrador, como digo, extraordinario, con verdadero talento, pero que ha publicado tres libros de relatos, ha ganado numerosísimos premios y ha participado en dos antologías. De relatos. No sé si me explico.
4. Es difícil comentar algunas cosas sin desvelar otras. Así que hablaré en clave: cuando terminas de leer el segundo capítulo (de los siete) ya sabes por dónde van los tiros, es decir, ya sabes (más o menos) cómo está configurado el libro, en qué medida las historias se entrelazan, dónde puede desembocar esto, etc. He leído otras críticas por ahí y a mucha gente le ha fascinado el final. Bien: a mí no. Sobre todo porque, a la vista de lo bien que escribe el autor, me esperaba algo así: pocos cabos sueltos.
5. Me cuesta creer que, al menos, dos de las historias fueran concebidas como parte de un todo de siete hasta formar el libro. No digo que no sea así, sino que me cuesta creerlo, por lo forzadas en los bordes, quiero decir, por cómo encajan con las otras cinco en la forma que deben encajar para que la obra tenga ese aspecto de novela fragmentada.
6. Y, en efecto, es un thriller: hay secuestros, asesinatos, violencia, misterios, ladrones... Pero un thriller de personajes huérfanos, que aparecen y desaparecen para siempre, que regresan o no durante apenas unos segundos. Y también es una novela con la que te ríes, porque cuando el autor se siente a gusto y se deja llevar tiene momentos totalmente hilarantes, de un humor negro agudísimo, o una mala leche excepcional. Pero pasas la página, el narrador es otro y la historia es otra, y luego, más adelante, el libro se acaba y hace rato que no te ríes y te quedas un poco así. Como si hubieras enlazado un relato con otro pensando que era una novela.
7. Impagable la descripción que se hace del concepto de "cuadrilla". Impagable. Genial. El descojono.
También de Juan Carlos Márquez en ULAD: Los últimos, Los maletines
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sábado, 31 de diciembre de 2011
viernes, 30 de diciembre de 2011
A.G. Roemmers: El regreso del Joven Príncipe
Título original: The Return of the Young Prince
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
El regreso del Joven Príncipe o Cuando Saint-Exupéry encontró a Coelho...
Vamos a ver... Voy a hacer esta reseñita (el libro de 142 páginas y letra más bien grandota que la protagoniza no creo que merezca un calificativo de mayor tamaño) en 10 puntos:
1- Sí, sí, este libro escrito en primera persona y ubicado en la Patagonia argentina es una continuación de la mítica, curiosa, humanista, tristonga, falsamente infantil, desertico-galáctica, bastante agridulce y celebérrima obra El principito, escrita en 1943 por un piloto y escritor fránces llamado Antoine de Saint-Exupéry (de vida y muerte interesantes).
2- El autor de la obra, el argentino A.G. Roemmers, no tiene parentesco con Saint-Exupéry pero es amigo de un descendiente del mismo, Bruno d'Agay, que le hace el prólogo.
3- El vínculo de Saint-Exupéry con Argentina es poderoso: adoraba sus tierras y a sus gentes, fundó y fue piloto de la primera compañía aérea del país, y se casó con una mujer de allí, Consuelo Suncin.
4- Está escrito en inglés.
5- El escritor, tal y como él declara, engendró su obra en nueve días de aislamiento tras una dura etapa de "hombre triste y deprimido".
6- Sin ser ninguna maravilla, se deja leer bien, pero en mi humilde opinión simplifica aún más la ya de por sí ligera maniobra de indagación y crítica de las peores conductas del ser humano que latía en la obra que trata de continuar.
7- A uno se le hace raro ver en este Principito resucitado en la Patagonia y amigo por circunstancias de un tipo melancólico, la continuación autorizada (por los herederos de Saint-Exupéry, se entiende), la versión 2.0 del que ya conocíamos.
8- Al leerlo, uno tiene la sensación de estar aplicándose una buena ración de autoayuda literaria y es casi imposible no acordarse de Coelho y sus alquimistas y sus sabios orientales dándonos sesudas lecciones de lo que merece la pena y lo que no entre dunas y tés humeantes.
9- De haberlo leído en otro momento de mi vida, me habría parecido algo ridículo y pretencioso, pero, qué cosas, lo he pillado en mitad de una encrucijada existencial, por lo que lo he apreciado gratamente algunos de sus simplones consejos y muchos de sus evidentes análisis de conductas humanoides.
10- Leerlo no hará daño a nadie, quizás sólo a los más puristas y fanáticos del Principito original.
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
El regreso del Joven Príncipe o Cuando Saint-Exupéry encontró a Coelho...
Vamos a ver... Voy a hacer esta reseñita (el libro de 142 páginas y letra más bien grandota que la protagoniza no creo que merezca un calificativo de mayor tamaño) en 10 puntos:
1- Sí, sí, este libro escrito en primera persona y ubicado en la Patagonia argentina es una continuación de la mítica, curiosa, humanista, tristonga, falsamente infantil, desertico-galáctica, bastante agridulce y celebérrima obra El principito, escrita en 1943 por un piloto y escritor fránces llamado Antoine de Saint-Exupéry (de vida y muerte interesantes).
2- El autor de la obra, el argentino A.G. Roemmers, no tiene parentesco con Saint-Exupéry pero es amigo de un descendiente del mismo, Bruno d'Agay, que le hace el prólogo.
3- El vínculo de Saint-Exupéry con Argentina es poderoso: adoraba sus tierras y a sus gentes, fundó y fue piloto de la primera compañía aérea del país, y se casó con una mujer de allí, Consuelo Suncin.
4- Está escrito en inglés.
5- El escritor, tal y como él declara, engendró su obra en nueve días de aislamiento tras una dura etapa de "hombre triste y deprimido".
6- Sin ser ninguna maravilla, se deja leer bien, pero en mi humilde opinión simplifica aún más la ya de por sí ligera maniobra de indagación y crítica de las peores conductas del ser humano que latía en la obra que trata de continuar.
7- A uno se le hace raro ver en este Principito resucitado en la Patagonia y amigo por circunstancias de un tipo melancólico, la continuación autorizada (por los herederos de Saint-Exupéry, se entiende), la versión 2.0 del que ya conocíamos.
8- Al leerlo, uno tiene la sensación de estar aplicándose una buena ración de autoayuda literaria y es casi imposible no acordarse de Coelho y sus alquimistas y sus sabios orientales dándonos sesudas lecciones de lo que merece la pena y lo que no entre dunas y tés humeantes.
9- De haberlo leído en otro momento de mi vida, me habría parecido algo ridículo y pretencioso, pero, qué cosas, lo he pillado en mitad de una encrucijada existencial, por lo que lo he apreciado gratamente algunos de sus simplones consejos y muchos de sus evidentes análisis de conductas humanoides.
10- Leerlo no hará daño a nadie, quizás sólo a los más puristas y fanáticos del Principito original.
jueves, 29 de diciembre de 2011
Thomas Harlan: Veit
Idioma original: alemán
Título original: Veit
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable
Veit Harlan fue un actor y director de cine alemán que ha pasado a la historia por ser uno de los directores que trabajaron a las órdenes de Hitler, rodando películas que se utilizaron como propaganda nazi (entre las cuales destaca El judío Süß, un largometraje de corte antisemita que fue utilizado por los gobiernos alemán y austriaco). Una vez terminada la guerra, Harlan fue procesado por haber colaborado con los nazis, pero, tras argumentar que le habían obligado a hacerlo, fue absuelto de todos los cargos.
¿Es cierto que le obligaron o realmente quiso rodar esas películas y cambió de chaqueta cuando se vio ante un tribunal? Nunca lo sabremos. Pero lo que sí sabemos es cómo su carrera afectó a los que lo rodeaban, especialmente a sus cinco hijos (frutos de su segundo y tercer matrimonio). Este libro, escrito (dictado, realmente, como aclara el autor) por uno de ellos, es un testimonio de esa experiencia.
Thomas Harlan toma como punto de partida la llamada que le hizo su padre desde Capri, poco antes de morir, en la que le decía: Hijo mío, creo que te he comprendido. Y, sin embargo, Thomas sabe que esa frase es una mentira, que su padre realmente nunca ha comprendido nada: por qué él se fue de Alemania, por qué vivió en Italia, por qué luchó contra Pinochet... por qué ha dedicado su vida, en definitiva, a intentar compensar el mal que hizo su padre y del que nunca se arrepintió.
Este libro es una carta abierta a un padre que ya no está y no puede leerla, pero también es un intento de aclarar las cosas con uno mismo, de poner en orden las ideas y repasar si lo que se ha hecho es lo correcto, aun cuando uno siempre acabe preguntándose si realmente podía haber hecho algo más. Publicado un año después de la muerte de su autor, Veit es una despedida a este mundo, a un padre lejano en cuerpo y espíritu y a uno mismo, escrita sin piedad pero sin caer en la rudeza, fría y terriblemente conmovedora al mismo tiempo. Todo un descubrimiento.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Benito Pérez Galdós: Los vampiros de Marte
Idioma original: inglés
Título original: The Blood-Sucking Sons of Bitches from Mars
Año de publicación: 1917
Valoración: Imprescindible
Este es el libro que la crítica de nuestro país no ha sabido, no ha podido o no ha querido ver: el libro que puede cambiar la forma en que las futuras generaciones verán a nuestro admirado Don Benito, el Garbancero, como le llamaba Valle-Inclán: una novela de ciencia-ficción adelantada varios lustros a las mejores de su género, y que dejaría boquiabiertos a H. G. Wells, Isaac Asimov y Paulo Coelho. La novela que a Lucía Etxebarria le habría gustado escribir si supiera escribir.
La excusa que sin duda pondrá la crítica especializada para negarse a aceptar la evidencia, es que la autoría de Pérez Galdós es cuestionable. Y sí, reconozco que resulta sorprendente, por su tema y por haberse publicado originalmente en inglés en una minúscula revista londinense; pero para cualquiera que conozca el estilo y las técnicas galdosianas, su biografía viajera y sus contactos epistolares con Lord Peckinpocking, editor de la revista Horses & Aliens, no pueden existir ya muchas dudas. Que las protagonistas de la novela se llamen Fortunicia y Jacinela también es un indicio, aunque ciertamente no definitivo.
La novela cuenta una historia muy del gusto de Galdós: en 1868, poco después de la Gloriosa, Madrid es invadido por misteriosos seres de Marte, que solo se distinguen de los demás madrileños por el hecho de ser azules, esféricos y gelatinosos. Uno de estos seres, de nombre X98AG6Z, se enamora furibundamente de Fortunicia, pero como él pertenece a una clase social distinta (la de los seres azules, esféricos y gelatinosos), ésta no le deja que le chupe la sangre. Con la ayuda de Jacinela, y contrayendo enormes deudas con el usurero Torquemada (que a su vez le chupa la sangre a él, aunque en otro sentido), X98AG6Z consigue hacerse pasar por un digno señorito de provincias (aunque sigue siendo azul, esférico y gelatinoso), hasta lograr el amor de Fortunicia y el reconocimiento de la crema y nata de la sociedad madrileña. El desenlace, claramente simbólico, muestra a X98AG6Z chupando hasta el éxtasis la sangre... de Jacinela.
Algo que llamará la atención del lector es que toda la novela está contada desde el punto de vista de un besugo, que colgado en la cocina de Fortunicia observa y comenta la acción con una agudeza y una astucia nada desdeñables.
Existe una edición moderna, pero errónea, de esta obra, en la que los abundantes deslices del editor la hacen casi irreconocible. De hecho, hay serias dudas de que no se trate de la misma novela, porque se titula Guerra y Paz y su autor es un tal Tolstoi.
Título original: The Blood-Sucking Sons of Bitches from Mars
Año de publicación: 1917
Valoración: Imprescindible
Este es el libro que la crítica de nuestro país no ha sabido, no ha podido o no ha querido ver: el libro que puede cambiar la forma en que las futuras generaciones verán a nuestro admirado Don Benito, el Garbancero, como le llamaba Valle-Inclán: una novela de ciencia-ficción adelantada varios lustros a las mejores de su género, y que dejaría boquiabiertos a H. G. Wells, Isaac Asimov y Paulo Coelho. La novela que a Lucía Etxebarria le habría gustado escribir si supiera escribir.
La excusa que sin duda pondrá la crítica especializada para negarse a aceptar la evidencia, es que la autoría de Pérez Galdós es cuestionable. Y sí, reconozco que resulta sorprendente, por su tema y por haberse publicado originalmente en inglés en una minúscula revista londinense; pero para cualquiera que conozca el estilo y las técnicas galdosianas, su biografía viajera y sus contactos epistolares con Lord Peckinpocking, editor de la revista Horses & Aliens, no pueden existir ya muchas dudas. Que las protagonistas de la novela se llamen Fortunicia y Jacinela también es un indicio, aunque ciertamente no definitivo.
La novela cuenta una historia muy del gusto de Galdós: en 1868, poco después de la Gloriosa, Madrid es invadido por misteriosos seres de Marte, que solo se distinguen de los demás madrileños por el hecho de ser azules, esféricos y gelatinosos. Uno de estos seres, de nombre X98AG6Z, se enamora furibundamente de Fortunicia, pero como él pertenece a una clase social distinta (la de los seres azules, esféricos y gelatinosos), ésta no le deja que le chupe la sangre. Con la ayuda de Jacinela, y contrayendo enormes deudas con el usurero Torquemada (que a su vez le chupa la sangre a él, aunque en otro sentido), X98AG6Z consigue hacerse pasar por un digno señorito de provincias (aunque sigue siendo azul, esférico y gelatinoso), hasta lograr el amor de Fortunicia y el reconocimiento de la crema y nata de la sociedad madrileña. El desenlace, claramente simbólico, muestra a X98AG6Z chupando hasta el éxtasis la sangre... de Jacinela.
Algo que llamará la atención del lector es que toda la novela está contada desde el punto de vista de un besugo, que colgado en la cocina de Fortunicia observa y comenta la acción con una agudeza y una astucia nada desdeñables.
Existe una edición moderna, pero errónea, de esta obra, en la que los abundantes deslices del editor la hacen casi irreconocible. De hecho, hay serias dudas de que no se trate de la misma novela, porque se titula Guerra y Paz y su autor es un tal Tolstoi.
martes, 27 de diciembre de 2011
Anjel Lertxundi: Felicidad perfecta
Idioma original: euskera
Título original: Zorion perfektua
Año de publicación: 2002
Valoración: Está bien
Imaginad la siguiente escena: estáis comiendo o cenando y viendo las noticias. Media hora de asesinatos, catástrofes naturales, secuestros, guerras, violaciones... y después pasamos a los deportes o a la predicción del tiempo con toda naturalidad, sin perder la sonrisa. Bueno, tal vez, ante alguna de las muchas desgracias de las que acabamos de tener noticia, hemos dicho "qué horror", "hay que ver", "en qué mundo vivimos"... Pero, ¿nos han afectado esos horrores realmente? ¿O nos afectan en el momento en que nos hablan de ellos y los olvidamos un minuto después?
De eso nos habla esta novela. La protagonista de la misma tiene dieciseis años y vuelve a casa después de asistir a clase de piano, cuando es testigo de un atentado. A partir de entonces y a raíz de lo que ocurre en las 24 horas siguientes, su vida no vuelve a ser la misma.
Lertxundi alterna en este libro lo ocurrido el día después del atentado (la reacción de la chica, de sus padres, de sus compañeros de clase y profesores...) con el presente de la protagonista, que, a pesar de ser una mujer adulta, de tener una pareja a la que quiere y de poder vivir de su pasión (la música), no ha logrado superar lo que vivió aquel fatídico día y eso amenaza con destruir todo lo bueno que hay en su vida.
Nos encontramos, por tanto, ante una novela moral en la que el autor plantea si estamos preparados para aceptar y superar un suceso como el que aquí nos narra o si, por el contrario y a pesar de que vivimos en el mundo de la comunicación, las cosas que verdaderamente nos afectan son aquellas de las que no hablamos, las que no sabemos cómo afrontar y las que acaban destrozándonos por dentro.
El "pero" que le pongo a esta novela es que no me creo demasiado a la protagonista adulta. Así como la parte de la protagonista joven es muy creíble (algunas de sus reacciones son inmaduras pero lógicas, debido a su edad, así como las de sus compañeros de clase), los momentos en los que habla de su vida como mujer adulta y aún traumatizada me chirrían un poco. Quizá por demasiado obvios, o porque da demasiadas explicaciones que, en mi opinión, no son necesarias para que se entienda aquello por lo que la joven está pasando. Pero en conjunto es una buena novela, interesante y bien escrita, una buena manera de adentrarse en el trabajo de este autor.
(Cuando buscaba la cubierta del libro, he descubierto que se ha rodado una película basada en esta novela, protagonizada por Anne Igartiburu. Y no sé qué pensar, la verdad)
También de Anjel Letxundi: Vidas y otras dudas, Este muro de hielo
lunes, 26 de diciembre de 2011
Ricardo Menéndez Salmón: La ofensa
Idioma original: español
Año de publicación: 2007
Valoración: Recomendable
Menéndez Salmón se ha convertido en los últimos años en uno de los escritores jóvenes de moda, al menos entre la crítica especializada: sus obras han ganado premios de todo tipo, y varias de sus novelas han sido elegidas entre las mejores publicadas en lengua española en sus respectivos años. Aquí en ULAD ya reseñé El corrector (que, como dije entonces, no me emocionó demasiado), pero como ya entonces vi que la crítica no la consideraba la mejor obra de su autor, me prometí leer alguna más. Y la siguiente que ha caído, y no será la última, es La ofensa.
Y bueno, me ha gustado mucho más que El corrector. Esta sí que es una buena novela, e incluso diría que una gran novela. Comienza con un tono lírico y pausado, como de obra intimista con cierto aire a Seda, de Baricco (de quien, aunque puedo equivocarme, diría que Menéndez Salmón ha aprendido mucho). Pero luego el contexto histórico en que se sitúa (la Segunda Guerra Mundial, vista desde el lado alemán) la transforma necesariamente en otra cosa: una novela simbólica o, como se dice en el propio texto, una Metáfora de la relación del hombre (y Europa en su conjunto) con el horror.
La historia se centra en Kurt, un humilde y sensible sastre alemán que se ve recultado por el ejército nazi y llevado al frente de guerra a bordo de un sidecar. Allí, ya en la Francia ocupada, presencia una matanza cruel y sanguinaria, y como consecuencia pierde la sensibilidad. La novela tiene de todo: amor, guerra, muerte, algún elemento casi-fantástico, reflexiones del narrador sobre la culpa, la conciencia, la historia y un estilo conciso y ajustado que sirve perfectamente a la narración.
El único motivo por el que no le he puesto a La ofensa un "Muy recomendable" es que en la última parte se nota un cierto decaimiento en la tensión narrativa, en el pulso de la historia: decrece el ritmo, abundan más las reflexiones del narrador, se olvidan líneas argumentales prometedoras y todo se subordina a una última escena, eso sí, de una poderosísima carga simbólica. El sastre Kurt se transforma, mediante ese último gesto (suyo y del comandante nazi) en una personificación de esa Europa, insensibilizada por el horror (¿o acaso ya era abúlica antes?) y consumida por una ofensa irreparable e inolvidable.
También de Ricardo Menéndez Salmón en ULAD: El corrector, El Sistema, Niños en el tiempo
Año de publicación: 2007
Valoración: Recomendable
Menéndez Salmón se ha convertido en los últimos años en uno de los escritores jóvenes de moda, al menos entre la crítica especializada: sus obras han ganado premios de todo tipo, y varias de sus novelas han sido elegidas entre las mejores publicadas en lengua española en sus respectivos años. Aquí en ULAD ya reseñé El corrector (que, como dije entonces, no me emocionó demasiado), pero como ya entonces vi que la crítica no la consideraba la mejor obra de su autor, me prometí leer alguna más. Y la siguiente que ha caído, y no será la última, es La ofensa.
Y bueno, me ha gustado mucho más que El corrector. Esta sí que es una buena novela, e incluso diría que una gran novela. Comienza con un tono lírico y pausado, como de obra intimista con cierto aire a Seda, de Baricco (de quien, aunque puedo equivocarme, diría que Menéndez Salmón ha aprendido mucho). Pero luego el contexto histórico en que se sitúa (la Segunda Guerra Mundial, vista desde el lado alemán) la transforma necesariamente en otra cosa: una novela simbólica o, como se dice en el propio texto, una Metáfora de la relación del hombre (y Europa en su conjunto) con el horror.
La historia se centra en Kurt, un humilde y sensible sastre alemán que se ve recultado por el ejército nazi y llevado al frente de guerra a bordo de un sidecar. Allí, ya en la Francia ocupada, presencia una matanza cruel y sanguinaria, y como consecuencia pierde la sensibilidad. La novela tiene de todo: amor, guerra, muerte, algún elemento casi-fantástico, reflexiones del narrador sobre la culpa, la conciencia, la historia y un estilo conciso y ajustado que sirve perfectamente a la narración.
El único motivo por el que no le he puesto a La ofensa un "Muy recomendable" es que en la última parte se nota un cierto decaimiento en la tensión narrativa, en el pulso de la historia: decrece el ritmo, abundan más las reflexiones del narrador, se olvidan líneas argumentales prometedoras y todo se subordina a una última escena, eso sí, de una poderosísima carga simbólica. El sastre Kurt se transforma, mediante ese último gesto (suyo y del comandante nazi) en una personificación de esa Europa, insensibilizada por el horror (¿o acaso ya era abúlica antes?) y consumida por una ofensa irreparable e inolvidable.
También de Ricardo Menéndez Salmón en ULAD: El corrector, El Sistema, Niños en el tiempo
domingo, 25 de diciembre de 2011
W. H. Auden: Un poema no escrito (Dichtung und Wahrheit)
Idioma original: inglés
Título original: Dichtung und Wahrheit (An Unwriten Poem)
Año de publicación: 1960
Valoración: Muy recomendable
No sabía muy bien cómo empezar esta reseña, así que lo haré poniéndonos en antecedentes. Auden tomó la parte alemana de su título de la autobiografía de Goethe, Dichtung und Wahrheit (Poesía y verdad) y la incluyó entre la primera y segunda parte de su libro de poemas Homage to Clio (1960).
Como nos dice Javier Marías en la nota previa, este "poema" es un intento de explicar lo que verdaderamente quieren decir las palabras "Yo te amo", así como una reflexión sobre la imposibilidad de escribir poemas de amor. Entrecomillo la palabra poema porque, al final, lo que tenemos en nuestras manos es una colección de cincuenta aforismos en los que Auden intenta descubrir si hay alguna manera de combinar la amplitud y abstracción de los sentimientos con la finitud de las palabras, y no llega nunca a escribir ese poema de amor que en todo momento tiene presente.
Aunque se puede fácilmente suponer la conclusión a la que llega Auden, os recomiendo sinceramente que os hagáis con este libro, pues el camino que recorre el poeta es sin duda impresionante. Lleno de sentimiento (que no de sensiblería), sincero, lírico y en todo momento con los pies en el suelo, sin enredarse en digresiones imposibles, es una obra perfecta para cualquier amante de la literatura. Y, por supuesto, de la poesía.
sábado, 24 de diciembre de 2011
Charles Dickens: Un cuento de Navidad
Título original: A Christmas Carol
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1843
Valoración: ¡Paparruchas! No, en serio: Recomendable
Hala, ya está, ya me he decidido después de algunas dudillas (temía pecar de cursi, típico y/o tópico)... Esta Nochebuena los lectores de ULAD podrán disfrutar de la reseña más asquerosamente navideña posible: la de Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Vamos, que de originalidad nada, porque ya sé, sí, que no hay Navidad que se precie sin cuatro o cinco versiones cinematográficas de la novelita que hoy reseño, una emisión de Qué bello es vivir y la banda sonora de Eduardo Manostijeras dándonos la brasa sin tregua... (By the way: ¿Qué fue de la Caperucita Roja de Chanel number 5? Cómo echo de menos ese anuncio, pardiez...).
Pero a lo que vamos: tratar de reseñar la novela de la que han salido tropecientas versiones cinematográficas, teatrales y televisivas, desde la de Los Teleñecos hasta la de Los Simpson pasando por la del insufrible Mathew McConaughey o la del genial Bill Murray, mi preferida (a este tipo ya lo atrapen en el tiempo con una marmota, ya lo rodeen los zombies o ya lo intente matar el fantasma de Jack Palance, nos mata de risa y ternura con su cara de "Qué se le va a hacer").
El ya viejuno Ebenezer Scrooge es un elemento de mucho cuidado. El típico empresario inglés sin escrúpulos engendrado por la Revolución Industrial, negrero y rata hasta límites insospechados, obesionado por acumular y acumular, solitario como un lobo y explotador sin compasión de su pobre ayudante. Como es de suponer, Scrooge odia a muerte las Navidades y el darle el día libre a su esclavo por celebrarse el nacimiento de Jesuscristo.
Pero quién le iba a decir a un tipo que utiliza como recurrente muletilla esa antediluviana expresión que es "¡Paparruchas!", que la Nochebuena que Dickens nos relata, se le viene a aparecer su difunto socio, Marley, una pieza de su estilo que sólo una vez muerto se da cuenta de que lo más importante en la vida es el amor y la relación con otros seres humanos y no la acumulación de bienes. Marley, a su vez, le anunciará la visita de otros tres fantasmas (a saber, Navidades Pasadas, Presentes y Futuras), y así, Scrooge irá comprendiendo que pasó de ser un chiquillo feliz y sencillo a convertirse en un avaro monstruoso por una serie de decisiones equivocadas, que la gente de su entorno es feliz aunque tenga muy poco y que no le guardan rencor pese a que se porte fatal con ella (atención al pobre hijo enfermo de su empleado y a su sobrino Fred, al que desprecia y ningunea cruelmente), y que si no cambia de forma de ser, acabará malamente, muriendo pronto y podrido de riquezas sin utilizar y dolorosa soledad.
Y bueno, después de estos tres tours fantasmagórico-temporales, es de suponer que nuestro amigo Scrooge llegará a interesantes conclusiones y decisiones...
A los que aún no sepan cómo acaba esta historia, les recomiendo que en vez de ver la versión fílmica de Barbie, por ejemplo, se molesten en hacerse con un ejemplar de la novelita original, ya que descubrirán matices y detalles que van más allá de lo vistoso y efectista. No en vano, Dickens, como muchos sabrán, fue un escritor interesado en reflejar en sus obras los dolorosos estragos (trabajo infantil en condiciones terroríficas, miseria acongojante, prostitución forzosa, familias miserables, empleados esclavizados...) que causó en su país la Revolución Industrial.
Y ya está. Nada de paparruchas y que a nadie se le atragante el turrón pensando en que el lunes hay que volver a trabajar con algún que otro Scrooge rondando por la oficina...
PD: bonita la foto que adorna este post, ¿verdad? Con fantasmas estilo chicas Marvel. Por cierto, ¿alguien sabe si hay versión superhéroes de la historia? Fijo que sí...
Otras obras de Charles Dickens en ULAD: Aquí
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1843
Valoración: ¡Paparruchas! No, en serio: Recomendable
Hala, ya está, ya me he decidido después de algunas dudillas (temía pecar de cursi, típico y/o tópico)... Esta Nochebuena los lectores de ULAD podrán disfrutar de la reseña más asquerosamente navideña posible: la de Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Vamos, que de originalidad nada, porque ya sé, sí, que no hay Navidad que se precie sin cuatro o cinco versiones cinematográficas de la novelita que hoy reseño, una emisión de Qué bello es vivir y la banda sonora de Eduardo Manostijeras dándonos la brasa sin tregua... (By the way: ¿Qué fue de la Caperucita Roja de Chanel number 5? Cómo echo de menos ese anuncio, pardiez...).
Pero a lo que vamos: tratar de reseñar la novela de la que han salido tropecientas versiones cinematográficas, teatrales y televisivas, desde la de Los Teleñecos hasta la de Los Simpson pasando por la del insufrible Mathew McConaughey o la del genial Bill Murray, mi preferida (a este tipo ya lo atrapen en el tiempo con una marmota, ya lo rodeen los zombies o ya lo intente matar el fantasma de Jack Palance, nos mata de risa y ternura con su cara de "Qué se le va a hacer").
El ya viejuno Ebenezer Scrooge es un elemento de mucho cuidado. El típico empresario inglés sin escrúpulos engendrado por la Revolución Industrial, negrero y rata hasta límites insospechados, obesionado por acumular y acumular, solitario como un lobo y explotador sin compasión de su pobre ayudante. Como es de suponer, Scrooge odia a muerte las Navidades y el darle el día libre a su esclavo por celebrarse el nacimiento de Jesuscristo.
Pero quién le iba a decir a un tipo que utiliza como recurrente muletilla esa antediluviana expresión que es "¡Paparruchas!", que la Nochebuena que Dickens nos relata, se le viene a aparecer su difunto socio, Marley, una pieza de su estilo que sólo una vez muerto se da cuenta de que lo más importante en la vida es el amor y la relación con otros seres humanos y no la acumulación de bienes. Marley, a su vez, le anunciará la visita de otros tres fantasmas (a saber, Navidades Pasadas, Presentes y Futuras), y así, Scrooge irá comprendiendo que pasó de ser un chiquillo feliz y sencillo a convertirse en un avaro monstruoso por una serie de decisiones equivocadas, que la gente de su entorno es feliz aunque tenga muy poco y que no le guardan rencor pese a que se porte fatal con ella (atención al pobre hijo enfermo de su empleado y a su sobrino Fred, al que desprecia y ningunea cruelmente), y que si no cambia de forma de ser, acabará malamente, muriendo pronto y podrido de riquezas sin utilizar y dolorosa soledad.
Y bueno, después de estos tres tours fantasmagórico-temporales, es de suponer que nuestro amigo Scrooge llegará a interesantes conclusiones y decisiones...
A los que aún no sepan cómo acaba esta historia, les recomiendo que en vez de ver la versión fílmica de Barbie, por ejemplo, se molesten en hacerse con un ejemplar de la novelita original, ya que descubrirán matices y detalles que van más allá de lo vistoso y efectista. No en vano, Dickens, como muchos sabrán, fue un escritor interesado en reflejar en sus obras los dolorosos estragos (trabajo infantil en condiciones terroríficas, miseria acongojante, prostitución forzosa, familias miserables, empleados esclavizados...) que causó en su país la Revolución Industrial.
Y ya está. Nada de paparruchas y que a nadie se le atragante el turrón pensando en que el lunes hay que volver a trabajar con algún que otro Scrooge rondando por la oficina...
PD: bonita la foto que adorna este post, ¿verdad? Con fantasmas estilo chicas Marvel. Por cierto, ¿alguien sabe si hay versión superhéroes de la historia? Fijo que sí...
Otras obras de Charles Dickens en ULAD: Aquí
viernes, 23 de diciembre de 2011
Juan Bas: Voracidad
Idioma original: español
Año de publicación: 2006
Valoración: se deja leer (aunque a ratos sea repugnante)
Qué mejor manera de celebrar mi vuelta (temporal) a Bilbao por Navidad, que reseñar una novela de un "bilbaíno de pro" -por mucho que ahora viva en Barcelona-, Juan Bas. Y digo que es un "bilbaíno de pro" porque no solo es que sea bilbaíno sino que ejerce de bilbaíno, también en esta novela. No es que los que no sean del botxo no vayan a entenderla, tampoco somos tan especiales, pero sí que se van a perder algunas de las referencias o de los referentes de la novela (como al ver Vaya semanita, por otra parte, y eso no impide que triunfe más allá del Ebro). Pero en fin, vamos a ello.
Voracidad es la segunda parte de Alacranes en su tinta, una novela que confieso que no he leído, pero que tampoco es imprescindible para entender esta. Cuando lo estaba leyendo, pensé lo mismo que cuando leía una novela que me envió un amigo hace poco (y que espero poder reseñar de aquí a unos meses): "esta novela es una gamberrada, pero una gamberrada bien hecha". Si por algo destaca Voracidad es por su cruel (cruelísimo) sentido del humor, políticamente incorrecto y a veces (solo a veces) ligeramente burdo, ya sabéis, del tipo de caca, pedo, pis, y en este caso sobre todo teta, culo, coño (por lo que no creo que esta novela sea muy popular entre las lectoras).
Lo que pasa es que luego llegó la última parte de la novela, y ya dejó de parecerme únicamente una gamberrada, para pasar a parecerme también una brutalidad. Querido Juan Bas que estás en las alturas (de Tibidabo): te pasaste. Transformaste una novela humorística con un ligero tono escabroso, en una novela escabrosa con un ligero tono humorístico. No hacía falta que incluyeras esos últimos capítulos, que es verdad que atan la trama reuniendo a casi todos los personajes importantes, pero que producen bastante asquito. Y te lo dice uno que se leyó enterita Cacheo de Dennis Cooper.
Hay otro aspecto que por una parte es divertido, pero por otro le quita cierto interés a la novela, y es que Bas la utiliza como arma arrojadiza contra todos aquellos que le caen mal (aunque caer mal parece un término demasiado suave, en vista de las cosas que dice de ellos): es verdad que cambia los nombres, pero no hay que ser un lince para reconocer en la novela las figuras de Aznar y Ana Botella, Kiko Argüello, Paolo Vasile, César Vidal y Pío Moa... Especial mención merece el nacionalismo vasco, que a Juan Bas le provoca una repugnancia incontenible e inocultable.
Definitivamente, Voracidad no es una novela muy navideña, pero sí es una novela muy adecuada para leer en un vuelo de camino a Bilbao. Para irse haciendo una idea de lo que le espera a uno al otro lado...
También de Juan Bas en ULAD: Ostras para Dimitri
Año de publicación: 2006
Valoración: se deja leer (aunque a ratos sea repugnante)
Qué mejor manera de celebrar mi vuelta (temporal) a Bilbao por Navidad, que reseñar una novela de un "bilbaíno de pro" -por mucho que ahora viva en Barcelona-, Juan Bas. Y digo que es un "bilbaíno de pro" porque no solo es que sea bilbaíno sino que ejerce de bilbaíno, también en esta novela. No es que los que no sean del botxo no vayan a entenderla, tampoco somos tan especiales, pero sí que se van a perder algunas de las referencias o de los referentes de la novela (como al ver Vaya semanita, por otra parte, y eso no impide que triunfe más allá del Ebro). Pero en fin, vamos a ello.
Voracidad es la segunda parte de Alacranes en su tinta, una novela que confieso que no he leído, pero que tampoco es imprescindible para entender esta. Cuando lo estaba leyendo, pensé lo mismo que cuando leía una novela que me envió un amigo hace poco (y que espero poder reseñar de aquí a unos meses): "esta novela es una gamberrada, pero una gamberrada bien hecha". Si por algo destaca Voracidad es por su cruel (cruelísimo) sentido del humor, políticamente incorrecto y a veces (solo a veces) ligeramente burdo, ya sabéis, del tipo de caca, pedo, pis, y en este caso sobre todo teta, culo, coño (por lo que no creo que esta novela sea muy popular entre las lectoras).
Lo que pasa es que luego llegó la última parte de la novela, y ya dejó de parecerme únicamente una gamberrada, para pasar a parecerme también una brutalidad. Querido Juan Bas que estás en las alturas (de Tibidabo): te pasaste. Transformaste una novela humorística con un ligero tono escabroso, en una novela escabrosa con un ligero tono humorístico. No hacía falta que incluyeras esos últimos capítulos, que es verdad que atan la trama reuniendo a casi todos los personajes importantes, pero que producen bastante asquito. Y te lo dice uno que se leyó enterita Cacheo de Dennis Cooper.
Hay otro aspecto que por una parte es divertido, pero por otro le quita cierto interés a la novela, y es que Bas la utiliza como arma arrojadiza contra todos aquellos que le caen mal (aunque caer mal parece un término demasiado suave, en vista de las cosas que dice de ellos): es verdad que cambia los nombres, pero no hay que ser un lince para reconocer en la novela las figuras de Aznar y Ana Botella, Kiko Argüello, Paolo Vasile, César Vidal y Pío Moa... Especial mención merece el nacionalismo vasco, que a Juan Bas le provoca una repugnancia incontenible e inocultable.
Definitivamente, Voracidad no es una novela muy navideña, pero sí es una novela muy adecuada para leer en un vuelo de camino a Bilbao. Para irse haciendo una idea de lo que le espera a uno al otro lado...
También de Juan Bas en ULAD: Ostras para Dimitri
jueves, 22 de diciembre de 2011
Javier Marías: Los enamoramientos
Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
Los lectores de este blog tienen dos opciones: creer al 99% de la crítica literaria española, que ha puesto esta novela por las nubes (como prueba, aquí una crítica, y otra, y otra del gran José María Pozuelo Yvancos), y que la han considerado como una de las mejores novelas de 2011; o creer a este humilde bloguero, al que le ha parecido una novela correcta, sin más. [Aunque también hay una tercera opción: que lean la novela y decidan por sí mismos].
En general, ya he dicho alguna otra vez que no comparto esa admiración reverencial que rodea a Javier Marías: a estas alturas ya me he leído unas cuantas de sus obras (Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí, Todas las almas y esta), y casi todas me han dado la misma impresión: Marías es bueno en las distancias cortas, tiene páginas excelentes -en esta obra, por ejemplo, las paráfrasis de Balzac o de Dumas-, pero no consigue construir tramas profundas, bien desarrolladas, que atrapen al lector. La de esta novela (la muerte de un personaje y sus efectos en las relaciones entre otros tres) es mínima, y no se exploran muchos de los que podrían haber sido sus vericuetos más interesantes [para mí] (como esa ambigüedad final sobre las posibles causas de la muerte del personaje, que se despacha en muy pocas páginas).
Un defecto que encuentro a las obras de Marías (y también de otros escritores españoles, pero ese es otro tema) es que el narrador se empeñe en comentar, explicar, masticar, analizar la acción para el lector, como si este fuera imbécil y no supiera sacar conclusiones a partir de lo que está leyendo. No se limita a decir, por ejemplo: "X tenía los ojos enrojecidos y un pañuelo en la mano", sino "X había llorado por la muerte de su esposo y estaba inconsolable como están inconsolables todas las personas que han perdido a un ser querido" (el ejemplo es ficticio, pero no muy lejano a la realidad). En realidad, toda esta novela es una verbosísima reflexión sobre la muerte, la culpabilidad y el amor, temas esenciales, claro, pero en los que Marías no parece aportar casi nada nuevo, sinceramente
Otra pega que le pongo en concreto a esta novela, y que contraviene algo que he dicho antes, es precisamente el estilo. En otra crítica, positiva para más señas, de la novela, se dice: "Los enamoramientos está narrada por una mujer, pero suena tal como suenan todos los narradores hombres de las anteriores novelas de Marías." Estoy totalmente de acuerdo con esta frase, pero esto para mí no puede ser un motivo de elogio, sino que representa un fracaso. En general, Marías no parece capaz de separarse lo suficiente de sí mismo como para crear un estilo propio para sus personajes: todos ellos, lo mismo la narradora María Dolz que Díaz-Varela, y hasta Francisco Rico, que hace una aparición en plan guest star de teleserie americana, hablan igual. Y ninguno de ellos habla como hablan las personas. En un momento dado, un personaje dice: "Gracias por el cumplido. No te sueles prodigar en ellos" (el ejemplo esta vez es real, aunque citado de memoria). Esa frase no solo es irreal, excesivamente literaria -en el peor sentido del término- sino que es torpe, tópica e innecesaria. Lo que podría decirse de muchas otras frases de la novela.
En fin, todo parece indicar que Javier Marías ganará algún día el Premio Cervantes y quizás hasta el Premio Nobel, si consigue vivir lo suficiente. A mí me parecerá excesivo, sobre todo después de leer esta obra. Pero también afirmo que voy a seguir leyendo sus novelas hasta ver si me convencen de su maestría.
Otros libros de Javier Marías reseñados en Un Libro Al Día: Mientras ellas duermen, Los dominios del lobo, Todas las almas, Vidas escritas, Corazón tan blanco
Año de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
Los lectores de este blog tienen dos opciones: creer al 99% de la crítica literaria española, que ha puesto esta novela por las nubes (como prueba, aquí una crítica, y otra, y otra del gran José María Pozuelo Yvancos), y que la han considerado como una de las mejores novelas de 2011; o creer a este humilde bloguero, al que le ha parecido una novela correcta, sin más. [Aunque también hay una tercera opción: que lean la novela y decidan por sí mismos].
En general, ya he dicho alguna otra vez que no comparto esa admiración reverencial que rodea a Javier Marías: a estas alturas ya me he leído unas cuantas de sus obras (Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí, Todas las almas y esta), y casi todas me han dado la misma impresión: Marías es bueno en las distancias cortas, tiene páginas excelentes -en esta obra, por ejemplo, las paráfrasis de Balzac o de Dumas-, pero no consigue construir tramas profundas, bien desarrolladas, que atrapen al lector. La de esta novela (la muerte de un personaje y sus efectos en las relaciones entre otros tres) es mínima, y no se exploran muchos de los que podrían haber sido sus vericuetos más interesantes [para mí] (como esa ambigüedad final sobre las posibles causas de la muerte del personaje, que se despacha en muy pocas páginas).
Un defecto que encuentro a las obras de Marías (y también de otros escritores españoles, pero ese es otro tema) es que el narrador se empeñe en comentar, explicar, masticar, analizar la acción para el lector, como si este fuera imbécil y no supiera sacar conclusiones a partir de lo que está leyendo. No se limita a decir, por ejemplo: "X tenía los ojos enrojecidos y un pañuelo en la mano", sino "X había llorado por la muerte de su esposo y estaba inconsolable como están inconsolables todas las personas que han perdido a un ser querido" (el ejemplo es ficticio, pero no muy lejano a la realidad). En realidad, toda esta novela es una verbosísima reflexión sobre la muerte, la culpabilidad y el amor, temas esenciales, claro, pero en los que Marías no parece aportar casi nada nuevo, sinceramente
Otra pega que le pongo en concreto a esta novela, y que contraviene algo que he dicho antes, es precisamente el estilo. En otra crítica, positiva para más señas, de la novela, se dice: "Los enamoramientos está narrada por una mujer, pero suena tal como suenan todos los narradores hombres de las anteriores novelas de Marías." Estoy totalmente de acuerdo con esta frase, pero esto para mí no puede ser un motivo de elogio, sino que representa un fracaso. En general, Marías no parece capaz de separarse lo suficiente de sí mismo como para crear un estilo propio para sus personajes: todos ellos, lo mismo la narradora María Dolz que Díaz-Varela, y hasta Francisco Rico, que hace una aparición en plan guest star de teleserie americana, hablan igual. Y ninguno de ellos habla como hablan las personas. En un momento dado, un personaje dice: "Gracias por el cumplido. No te sueles prodigar en ellos" (el ejemplo esta vez es real, aunque citado de memoria). Esa frase no solo es irreal, excesivamente literaria -en el peor sentido del término- sino que es torpe, tópica e innecesaria. Lo que podría decirse de muchas otras frases de la novela.
En fin, todo parece indicar que Javier Marías ganará algún día el Premio Cervantes y quizás hasta el Premio Nobel, si consigue vivir lo suficiente. A mí me parecerá excesivo, sobre todo después de leer esta obra. Pero también afirmo que voy a seguir leyendo sus novelas hasta ver si me convencen de su maestría.
Otros libros de Javier Marías reseñados en Un Libro Al Día: Mientras ellas duermen, Los dominios del lobo, Todas las almas, Vidas escritas, Corazón tan blanco
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Quién participa en el sorteo de tres libros
Salvo error nuestro (que puede pasar, no somos infalibles aunque lo parezcamos), esta es la lista de las personas que han participado a través del blog, de twitter o de facebook, en el sorteo que propusimos para conmemorar nuestras 1000 entradas, diciéndonos cuál era su favorito de entre los libros que hemos reseñado, y que por lo tanto pueden ganar un ejemplar de Loca Novelife, de Elvira Rebollo; Belfondo, de Fusa Díaz, o Quédense dentro y cierren las ventanas, de Iratxe Jaio y Klaas von Gorkum (ed. Consonni):
- @LucioRecalde (Twitter) votó por La maravillosa vida breve de Oscar Wao de Junot Díaz
- Irene (blog) votó por El viento de la luna de Antonio Muñoz Molina
- Beatriz Alday (blog) votó por Las uvas de la ira de John Steinbeck
- Miguel Yuste Ayarzaguena (facebook) votó por La insoportable levedad del ser de Milan Kundera
- @ComprensLectora (twitter) votó por Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello
- Yessica del Amo Sánchez (facebook) votó por El viento de la luna de Antonio Muñoz Molina
- Luisa (blog) votó por El bosque animado de Wenceslao Fernández Flores
- Palimp (blog) votó por Shaun Tan
- Koldo (blog) votó por La higuera de Ramiro Pinilla
- @RIC5AN (twitter) votó por La escritura o la vida de Jorge Semprún
- Josep M. Maya (blog) / @Mayaestudi (Twitter) votó por Aullido de Allen Ginsberg
- Aída (blog) votó por Rebelión en la granja de George Orwell
- Marta Graupera Sanz (blog) votó por Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello
- mientrasleo (blog) votó por Novela de ajedrez de Stefan Zweig
- Juan Cruz López (blog) votó por Los detectives salvajes de Bolaño
- toni_mp (blog) votó por Africanus, el hijo del cónsul de Santiago Posteguillo
- Gallo (blog) votó por La Tregua de Benedetti
- Natalia M. (blog) votó por 13,99€ de Frederic Beigbeder
- Escanyabruixots (blog) votó por La conjura contra América de Philip Roth
- NoPuedoConMiVida (blog) votó por Metrópolis, de Ferenc Karinthy
- Itzitxu (blog) votó por Seda de Alessandro Baricco
- Avellaneda (blog) votó por Ayer, de Agotha Kristof
- Joss Nieve (twitter) votó por El pirata garrapata
- Ayudante (blog) votó por Peter Pan de James M. Barrie
- AnnaMaria (blog) votó por ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick
Si nos hemos olvidado de alguien, que hable ahora, porque una vez que hagamos el sorteo y enviemos los libros ya no hay vuelta de hoja. Y como no somos un organismo oficial, las reclamaciones, al maestro armero. El sorteo se celebrará la semana que viene en Bilbao, y a falta de notario, será documentado con abundantes y absurdas fotografías, que se publicarán junto con el resultado del sorteo.
Como hay tres libros para sortear entre 25 personas, la probabilidad de ganar uno de ellos es (si no me equivoco) de cerca del 12%. Mucho mejor que la lotería de Navidad. Seguro que los que no participasteis en el sorteo estáis ahora tirándolos de los pelos...
Por cierto que, entre los libros por los que han (habéis) votado los lectores, los sorprendentes ganadores, con dos votos cada uno, son Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello y El viento de la luna de Antonio Muñoz Molina.
Como hay tres libros para sortear entre 25 personas, la probabilidad de ganar uno de ellos es (si no me equivoco) de cerca del 12%. Mucho mejor que la lotería de Navidad. Seguro que los que no participasteis en el sorteo estáis ahora tirándolos de los pelos...
Por cierto que, entre los libros por los que han (habéis) votado los lectores, los sorprendentes ganadores, con dos votos cada uno, son Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello y El viento de la luna de Antonio Muñoz Molina.
martes, 20 de diciembre de 2011
Roger Boyes: Un año en la mierda. Conociendo a los alemanes
Idioma original: inglés
Título original: A Year in The Scheisse. Getting to Know the Germans
Año de publicación: 2006
Valoración: Está bien
Tengo un colega que vive en Berlín desde hace un tiempo. Es inglés y se ha divorciado hace no mucho. Es muy majo, ¿eh? Típico inglés, pero sin traumas... Creo. Y tiene un perro muy simpático. El problema es que, después de divorciarse, hacienda le va a meter un palo tremendo. Uf, impresionante. Bueno, sí, puede mejorar su situación si vuelve a casarse, porque en Alemania los impuestos se dividen entre los dos miembros del matrimonio. Como lo oyes. Pero claro, tiene que estar casado antes de que termine el año... No es que le quede mucho tiempo. Me ha dicho su amigo Harry que lo ha apuntado a un rollo de esos de citas express, a ver si encuentra a la elegida. Aunque no sé yo, es que mi colega es taaaaan inglés...
También me ha dicho Harry que van a llamar a Tony porque quieren hablar con un tipo que fue camarero de Hitler. Ya ves. Para un artículo sensacionalista o algo así. Estos ingleses, que están obsesionados con Hitler, son de un fetichista... Y sí, van a ir a su casa a hacerle una entrevista, mientras organizan lo de las citas... Una locura.
Claro que no te he contado lo del padre de mi colega. No, el de Harry no, el de mi colega, el primero de todos. Resulta que está mal de pasta... Sí, como el hijo o peor, vaya familia. Bueno, pues eso. Que tiene problemas de dinero y amenaza con mudarse a Berlín con su hijo, ¿te lo puedes imaginar? Yo no quiero ni pensarlo. Citas express, problemas financieros y que tu padre vaya a vivir contigo porque su situación es aún peor que la tuya. Como para pegarse un tiro.
Y eso que no te he contado lo del maratón. Ni lo de las mujeres alemanas. Ni lo de los conductores. Oh, mein Gott.
En fin, toma asiento y prepárate...
lunes, 19 de diciembre de 2011
De cómo hacer arte con libros
El otro día tuve ocasión de conocer la obra de la artista madrileña Alicia Martín (1964), que actualmente expone una de sus instalaciones en la (inhóspita) Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela. Algo había oído de ella antes, pero ver una de sus obras en vivo y en directo me dio la idea de escribir esta reseña sobre la presencia del "objeto libro" en el arte contemporáneo. Bueno, eso suena muy exhaustivo, pero en realidad sólo voy a hablar de los pocos casos que conozco. Y Alicia Martín, ya digo, es uno de ellos, porque su trabajo se caracteriza precisamente por utilizar un montón de libros como material. A la derecha una foto de Singularidade, la instalación que está ahora en la Ciudad de la Cultura. Vista de frente parece un gran donut de libros, ya sé, pero la idea es más bien expresar de forma plástica esa especie de agujero negro de información al que cada uno de nosotros tiene acceso hoy en día a través de Internet. No me resisto a enseñaros otra de sus obras, que como véis son bastante monumentales. En este caso se llama Biografías y es de 2003.
Pero Alicia Martín no es la única artista en utilizar el libro como materia de su obra. A su manera también lo hacen dos grandes del panorama artístico internacional: Anselm Kiefer y Cai Guo Qiang. Este último es quizá el artista chino más célebre en la actualidad, especialmente después de encargarse de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. La pólvora es uno de los elementos habituales en su obra y también, aunque parezca increíble, cuando trabaja sobre lienzo o papel. A menudo realiza dibujos disponiendo pólvora de una determinada manera sobre una superficie y prendiéndole fuego. Con este peculiar método ha completado también algún libro, como el que se ve junto a estas líneas, que lleva por título Danger Book: Suicide Fireworks (2008).En cuanto a Anselm Kiefer, la presencia del libro en su trabajo es mucho más característica (y menos anecdótica) que en el caso de Cai Guo Qiang, ya que está profundamente vinculada a sus temas más habituales. Por un lado, Kiefer lleva décadas tocando en su obra la cuestión del Holocausto y el régimen nazi en general. Ya se sabe que la censura va de suyo con cualquier dictadura, pero resulta que en el III Reich esta se expresaba de una manera especialmente virulenta, a la vez que simbólicamente eficaz, en la quema pública de libros. En clara referencia a aquellos acontecimientos, los volúmenes quemados aparecen a menudo en la obra de Kiefer. Por otro lado, este artista ha sentido un profundo interés por las doctrinas de la Cábala, escuela mística judía que gira precisamente sobre los posibles sentidos ocultos de un Libro: la Biblia hebrea. Aparte de los libros quemados que he mencionado, Kiefer también realiza, por ejemplo, enormes libros de yeso o de plomo. Os dejo una imagen de estos últimos. La obra, de 2008, se titula Maria durch ein Dornwald ging (o sea, María caminó por un bosque de espinos). ¿A alguien se le ocurre algún motivo que justifique el título? Y, ya puestos a preguntar: ¿conocéis más artistas que trabajen con el libro como objeto?
domingo, 18 de diciembre de 2011
Pilar Donoso: Correr el tupido velo
Idioma original: español
Año de publicación: 2009
Valoración: Recomendable
Cuando pienso en el boom latinoamericano, una de las etapas más prodigiosas de la novela en general, y en particular de la novela en lengua española, me da bastante pena que la mayoría de aquellos genios hayan caído en el olvido, al menos en la península. ¿Quién recuerda ahora a Mújica Láinez, Roa Bastos, Jorge Amado, José Eustasio Rivera, Juan Rulfo y tantos otros? Estos y muchos más son autores de primerísima fila. Esto significa que no sólo cada uno de ellos, incluso una sola de sus obras bastaría para justificar toda una década. Sin embargo, injusticias de la historia, uno por uno han ido quedando cubiertos por capas de telarañas y polvo.
Uno de estos grandes desconocidos para el gran público es José Donoso. Una mente genial, torturada, alegórica, urdidora de monstruos inolvidables y de un mundo no menos atrayente por inquietante y difícil de penetrar. Pero nos dejó hace ahora 15 años y los premios, reconocimientos y homenajes han quedado muy atrás. En cuanto pueda, pienso poner mi grano de arena para que vuelva a la memoria de los lectores del blog, pero antes de hablaros de Coronación, Casa de campo o El obsceno pájaro de la noche tendré que volver a ellas, ya que el sedimento de aquellas lejanas lecturas ha quedado grabado en mí tan hondamente que es preciso que aflore un poco antes de poder trasmitirlo.
Donoso, además de una gran cantidad de novelas breves y largas así como relatos memorables, público en 1972 su celebrada Historia personal del boom, para cuya redacción se sirvió de las anotaciones que hizo durante toda su vida, recogidas en más de sesenta diarios, donde registraba minuciosamente caracteres de personajes, estructura de sus obras – a veces rehechas mil veces – ideas sueltas para sus escritos, así como pensamientos, obsesiones, esperanzas y todo lo que le iba sucediendo. En este caso no se puede hablar de descuido: tuvo muy presente en todo momento el valor documental que todo aquello tenía. Por eso, siendo aún relativamente joven vendió a dos universidades americanas los diarios que había producido hasta entonces. También intentó que su hija y varios conocidos suyos – cada uno de ellos ignorante de que se lo había encomendado también a otros – grabaran una serie de entrevistas para dirigir en vida las biografías que ellos debían escribir tras su muerte. Naturalmente, un encargo tan encorsetado no podía animar a nadie y de hecho ninguno acató estos deseos.
Sólo Pilar, su hija adoptiva y única, si bien a su manera, acabaría por aprovechar diarios, confidencias, lectura de sus obras y, sobre todo, la experiencia de los años vividos junto al matrimonio. La difícil relación de los padres, los viajes, el autoexilio, la tortura de engendrar cada obra, los amigos, las enfermedades, el amor de doble filo que como hija recibió, las adicciones, las depresiones, la enrevesada psicología de dos seres que se aman autodestruyéndose, los intentos por concebir un hijo propio, la política chilena, el carácter balsámico que para el escritor tenía cada vivienda dispuesta a su gusto, los años pasados en España, la conciencia de la vejez, el miedo a la muerte, la falta de inteligencia práctica de marido y mujer, las sucesivas etapas de creación, éxito o fracaso, reconocimiento o ignorancia, el miedo a la ruina económica, las dudas sobre la vigencia de su obra, la conciencia – a veces orgullosa, a veces culpable – de ser todo lo contrario a un escritor comercial, el dolor de no haber podido legar a la hija una genealogía propia, sus esfuerzos por sustituirla de alguna manera… Toda una vida tan intensa como contradictoria se va reflejando en estas páginas donde, tomando como base los diarios del padre (y a veces también de la madre) y completándolos con sus propias aclaraciones, Pilar Donoso nos regala una biografía tan vital como auténtica, pues no trata de resucitar nada, al contrario, deja hablar a José y ella se limita a poner orden y aclarar lo necesario.
Por desgracia, esta publicación tuvo consecuencias tremendas. Debió resultar más que dolorosa, mucha gente no entendió lo que había hecho, le costó su separación matrimonial y quien sabe cuantas angustias. Fue más de lo que pudo soportar, hace un mes, con 44 años, lo dejó todo para siempre. Alto precio para una hazaña que se intuye de por sí dolorosísima y muy difícil de llevar a cabo: perfilar con mano firme el borroso contorno humano de un genial artista a quien le unían lazos más fuertes que la genética.
Otros libros de José Donoso en ULAD, o sobre él: Coronación, El lugar sin límites
sábado, 17 de diciembre de 2011
William Faulkner: El ruido y la furia
Idioma original: inglés
Título original: The Sound and the Fury
Año de publicación: 1929
Valoración: Imprescindible
En caso de duda, a veces es bueno recurrir a los clásicos. Andaba yo algo decaído (lecturalmente hablando) porque hace tiempo que no acertaba con una lectura de esas que aquí en ULAD catalogamos de "Imprescindibles", así que decidí ir a lo seguro y releerme El ruido y la furia, una novela que si en su tiempo no me impresionó tanto como ¡Absalón, Absalón!, fue solo porque habiendo leído ya antes ¡Absalón, Absalón! ya tenía una idea más precisa de lo que me esperaba.
El ruido y la furia (el título, por supuesto, viene de Macbeth, "la vida es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia y que nada significa") y se relaciona especialmente (aunque no únicamente) con la primera sección de la novela, narrada por un personaje autista: Benjy, el hermano más joven de la familia Compson. Los otros hermanos, alrededor de los cuales gira a acción, son Quentin -quien también aparecía en ¡Absalón, Absalón!-, hermano sensible, intelectual y enfermizo; Caddy (el único personaje que se preocupa verdaderamente por Benjy, y cuya promiscuidad producirá conflictos familiares y acelerará la decadencia de la familia), y Jason, el más duro, materialista y desapasionado de los hermanos.
Pero la historia en sí no es lo esencial -aunque, ojo, los confictos, pecados y perdiciones de la familia Compson tampoco son moco de pavo como material-: lo que es fundamental y magnífico en esta novela (como en otras de Faulkner) es el modo en el que la historia es presentada, empleando diversas técnicas narrativas y estilísticas que se adaptan a la voz de los personajes-narradores (Benjy en la primera sección; Quentin en la segunda; Jason en la tercera; un narrador en tercera persona en la cuarta y última). La libertad y maestría con la que Faulkner emplea el stream of consciousness en varios apartados de la novela, el desorden cronológico en que está contada la historia o el juego de perspectivas que se construye (un mismo hecho puede aparecer contado varias veces desde varios puntos de vista distintos) si bien pueden oscurecer y dificultar la comprensión de la historia (lo que puede hacer que muchos lectores decidan abandonarla), crea al mismo tiempo un universo lingüístico-narrativo único, y subyugante para quien aprecie este tipo de técnicas.
La conclusión es necesariamente semejante a la que ya puse al final de ¡Absalón, Absalón!: no es una novela fácil; no es una novela para todos los gustos; no es una novela para leer mientras se ve el partido del Athletic. Pero si se coge con calma, con ganas y con tiempo, y sobre todo si se disfruta como un enano con las maravillas de la técnica narrativa en estado puro, es uno de los mayores placeres lectores que uno puede llevarse a los ojos.
Ah, qué a gusto se queda uno...
Otras obras de William Faulkner en ULAD: Aquí
Título original: The Sound and the Fury
Año de publicación: 1929
Valoración: Imprescindible
En caso de duda, a veces es bueno recurrir a los clásicos. Andaba yo algo decaído (lecturalmente hablando) porque hace tiempo que no acertaba con una lectura de esas que aquí en ULAD catalogamos de "Imprescindibles", así que decidí ir a lo seguro y releerme El ruido y la furia, una novela que si en su tiempo no me impresionó tanto como ¡Absalón, Absalón!, fue solo porque habiendo leído ya antes ¡Absalón, Absalón! ya tenía una idea más precisa de lo que me esperaba.
El ruido y la furia (el título, por supuesto, viene de Macbeth, "la vida es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia y que nada significa") y se relaciona especialmente (aunque no únicamente) con la primera sección de la novela, narrada por un personaje autista: Benjy, el hermano más joven de la familia Compson. Los otros hermanos, alrededor de los cuales gira a acción, son Quentin -quien también aparecía en ¡Absalón, Absalón!-, hermano sensible, intelectual y enfermizo; Caddy (el único personaje que se preocupa verdaderamente por Benjy, y cuya promiscuidad producirá conflictos familiares y acelerará la decadencia de la familia), y Jason, el más duro, materialista y desapasionado de los hermanos.
Pero la historia en sí no es lo esencial -aunque, ojo, los confictos, pecados y perdiciones de la familia Compson tampoco son moco de pavo como material-: lo que es fundamental y magnífico en esta novela (como en otras de Faulkner) es el modo en el que la historia es presentada, empleando diversas técnicas narrativas y estilísticas que se adaptan a la voz de los personajes-narradores (Benjy en la primera sección; Quentin en la segunda; Jason en la tercera; un narrador en tercera persona en la cuarta y última). La libertad y maestría con la que Faulkner emplea el stream of consciousness en varios apartados de la novela, el desorden cronológico en que está contada la historia o el juego de perspectivas que se construye (un mismo hecho puede aparecer contado varias veces desde varios puntos de vista distintos) si bien pueden oscurecer y dificultar la comprensión de la historia (lo que puede hacer que muchos lectores decidan abandonarla), crea al mismo tiempo un universo lingüístico-narrativo único, y subyugante para quien aprecie este tipo de técnicas.
La conclusión es necesariamente semejante a la que ya puse al final de ¡Absalón, Absalón!: no es una novela fácil; no es una novela para todos los gustos; no es una novela para leer mientras se ve el partido del Athletic. Pero si se coge con calma, con ganas y con tiempo, y sobre todo si se disfruta como un enano con las maravillas de la técnica narrativa en estado puro, es uno de los mayores placeres lectores que uno puede llevarse a los ojos.
Ah, qué a gusto se queda uno...
Otras obras de William Faulkner en ULAD: Aquí
viernes, 16 de diciembre de 2011
Belén Gopegui: La escala de los mapas
Idioma original: español
Fecha de publicación: 1993
Valoración: No sé
Hace tiempo que quería hacerme con este libro por los buenísimos comentarios que sobre él he leído y escuchado y también para acercarme, de una vez por todas, a la obra de Belén Gopegui, a la que considero una de las escritoras más intrigantes de España por su aspecto tímido y melancólico y su reticencia a participar en el lado más frívolo del mundillo literario, repleto de eventos en los que menos de libros se habla de todo.
Y ya está, lo he leído. He leído esta curiosa pieza llamada La escala de los mapas, con la que Gopegui debutó como escritora en 1993, con 30 años, y despertó el entusiasmo de celebridades literarias como Carmen Martín Gaite o Francisco Umbral, que la consideró la mejor novelista de su generación. El libro también recibió importantes premios y desde entonces su autora no ha dejado de escribir y publicar con relativo éxito.
Y todo esto está muy bien, sí, pero, ¿de qué va este libro? Y lo que es más importante, ¿por qué me veo incapaz de calificarlo (lo siento en el alma, Jaime)?
Me explicaré...
La escala de los mapas es una curiosa novela corta narrada a base de eso que llaman prosa poética, en la que su autora hace gala de su particularísimo, intimísimo, algo rebuscado y enredado, bastante demencial y poco ortodoxo estilo para narrar la ¿historia de amor? entre un peculiar geógrafo llamado Sergio Prim y su amor-platónico-que-termina-por-tornarse-en-real, Brezo Varela. La mayor peculiaridad de esta en apariencia sencilla trama radica en que su protagonista no sabe cómo reaccionar cuando se ve correspondido por el objeto de sus deseos y acaba introduciéndose él mismo en una serie de mareantes y atosigantes diatribas existenciales que le conducen a la terrible conclusión de que se ve incapaz de tener una relación "normal", en el tiempo y en el espacio debidos, con su idolatrada Brezo.
Y ya está, ya he dicho de qué va el libro, lo demás es meterse en la cabeza de Prim y acompañarle en sus locuras y desvelos, vericuetos argumentales y desquiciantes que se nos aparecen como perfectamente creíbles gracias a la habilidad de Gopegui para escribir en el filo de la locura y la ensoñación más dolorosa y menos complaciente. Por esto es por lo que no puedo decir si considero este libro algo que está bien, muy bien o que es digno de recomendar: me ha dejado tan patidifuso y me ha costado tanto leerlo pese a ser breve, que me veo incapaz de hablar maravillas de él. Pero ello no es óbice para que le reconozca a su escritora un talento turbador y tan inclasificable como el aura de misterio y de criatura inaccesible que supura ella misma en sus fotos.
Vamos, que no me atrevo a recomendar La escala de los mapas: sólo a escribir sobre él, que ya es bastante.
También de Belén Gopegui: El padre de Blancanieves, Lo real
Fecha de publicación: 1993
Valoración: No sé
Hace tiempo que quería hacerme con este libro por los buenísimos comentarios que sobre él he leído y escuchado y también para acercarme, de una vez por todas, a la obra de Belén Gopegui, a la que considero una de las escritoras más intrigantes de España por su aspecto tímido y melancólico y su reticencia a participar en el lado más frívolo del mundillo literario, repleto de eventos en los que menos de libros se habla de todo.
Y ya está, lo he leído. He leído esta curiosa pieza llamada La escala de los mapas, con la que Gopegui debutó como escritora en 1993, con 30 años, y despertó el entusiasmo de celebridades literarias como Carmen Martín Gaite o Francisco Umbral, que la consideró la mejor novelista de su generación. El libro también recibió importantes premios y desde entonces su autora no ha dejado de escribir y publicar con relativo éxito.
Y todo esto está muy bien, sí, pero, ¿de qué va este libro? Y lo que es más importante, ¿por qué me veo incapaz de calificarlo (lo siento en el alma, Jaime)?
Me explicaré...
La escala de los mapas es una curiosa novela corta narrada a base de eso que llaman prosa poética, en la que su autora hace gala de su particularísimo, intimísimo, algo rebuscado y enredado, bastante demencial y poco ortodoxo estilo para narrar la ¿historia de amor? entre un peculiar geógrafo llamado Sergio Prim y su amor-platónico-que-termina-por-tornarse-en-real, Brezo Varela. La mayor peculiaridad de esta en apariencia sencilla trama radica en que su protagonista no sabe cómo reaccionar cuando se ve correspondido por el objeto de sus deseos y acaba introduciéndose él mismo en una serie de mareantes y atosigantes diatribas existenciales que le conducen a la terrible conclusión de que se ve incapaz de tener una relación "normal", en el tiempo y en el espacio debidos, con su idolatrada Brezo.
Y ya está, ya he dicho de qué va el libro, lo demás es meterse en la cabeza de Prim y acompañarle en sus locuras y desvelos, vericuetos argumentales y desquiciantes que se nos aparecen como perfectamente creíbles gracias a la habilidad de Gopegui para escribir en el filo de la locura y la ensoñación más dolorosa y menos complaciente. Por esto es por lo que no puedo decir si considero este libro algo que está bien, muy bien o que es digno de recomendar: me ha dejado tan patidifuso y me ha costado tanto leerlo pese a ser breve, que me veo incapaz de hablar maravillas de él. Pero ello no es óbice para que le reconozca a su escritora un talento turbador y tan inclasificable como el aura de misterio y de criatura inaccesible que supura ella misma en sus fotos.
Vamos, que no me atrevo a recomendar La escala de los mapas: sólo a escribir sobre él, que ya es bastante.
También de Belén Gopegui: El padre de Blancanieves, Lo real
jueves, 15 de diciembre de 2011
Joseph Conrad y Ford Madox Ford: Los herederos
Idioma original: inglés
Título original: The Inheritors: An Extravagant Story
Año de publicación: 1901
Valoración: Se deja leer
Cuando encontré esta novela en uno de esos puestecillos ambulantes de libros de segunda mano, pensaba que había encontrado una joya: ¡una novela de ciencia ficción, escrita por Conrad y Ford Madox Ford! ¿Cómo es que nunca nadie me había hablado de ella? La compré, claro, y la devoré. Y bueno, normal que nadie me hubiera hablado de ella, porque no es para tanto. Además, aunque se suele citar a los autores como "Joseph Conrad y Ford Madox Ford", lo cierto es que la mayor parte de la redacción corrió a cargo de Madox Ford (entonces todavía Ford Maddox Hueffer); y no nos engañemos, Madox Ford no es Conrad.
La novela es una decepción, sobre todo, porque el elemento de "ciencia ficción" es muy tenue, aunque es verdad que es central en la trama. Básicamente, la novela plantea que existe una raza de seres superinteligentes pero carentes de emociones que habitan una Cuarta Dimensión, y que consiguen introducirse en la alta sociedad inglesa y manipular a personas y acontecimientos para provocar la llegada de una nueva era. En última instancia, su misión y su deseo es "heredar la tierra". Una de estas "Dimensionistas" (bella y misteriosa, como no podía ser de otra manera) se aparece al narrador protagonista, el escritor fracasado Arthur Granger.
Pero la verdad es que, como decía, aparte de este elemento sobrenatural, Los herederos tiene muy poco de ciencia ficción: tiene mucho más de alegoría de la situación política británica (con el tema de la colonización del Congo Belga, que Conrad ya trató en El corazón de las tinieblas, como telón de fondo), o de fábula moral, donde los "Dimensionistas" no son otra cosa que una encarnación del Progreso, el Futuro o la Nueva Era que se inicia con el cambio de siglo, y que supera antiguos modos y costumbres.
Y curiosamente, si eliminamos (mentalmente) el elemento fantástico, lo que queda es una novela entretenida, mezcla de intriga política y sátira social, con una galería de personajes histriónicos, ridículos e hipócritas retratados por la pluma de un narrador ácido, inadaptado y algo huraño, al que las circunstancias llevan al centro de la acción política del momento. No es que se pase mal leyendo esta obra; pero comparado con lo que me esperaba (una trama a lo H. G. Wells mezclada con la profundidad psicológica de todo un Conrad) se ha quedado en casi nada. En un simple "Se deja leer".
También de Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas, La línea de sombra
Título original: The Inheritors: An Extravagant Story
Año de publicación: 1901
Valoración: Se deja leer
Cuando encontré esta novela en uno de esos puestecillos ambulantes de libros de segunda mano, pensaba que había encontrado una joya: ¡una novela de ciencia ficción, escrita por Conrad y Ford Madox Ford! ¿Cómo es que nunca nadie me había hablado de ella? La compré, claro, y la devoré. Y bueno, normal que nadie me hubiera hablado de ella, porque no es para tanto. Además, aunque se suele citar a los autores como "Joseph Conrad y Ford Madox Ford", lo cierto es que la mayor parte de la redacción corrió a cargo de Madox Ford (entonces todavía Ford Maddox Hueffer); y no nos engañemos, Madox Ford no es Conrad.
La novela es una decepción, sobre todo, porque el elemento de "ciencia ficción" es muy tenue, aunque es verdad que es central en la trama. Básicamente, la novela plantea que existe una raza de seres superinteligentes pero carentes de emociones que habitan una Cuarta Dimensión, y que consiguen introducirse en la alta sociedad inglesa y manipular a personas y acontecimientos para provocar la llegada de una nueva era. En última instancia, su misión y su deseo es "heredar la tierra". Una de estas "Dimensionistas" (bella y misteriosa, como no podía ser de otra manera) se aparece al narrador protagonista, el escritor fracasado Arthur Granger.
Pero la verdad es que, como decía, aparte de este elemento sobrenatural, Los herederos tiene muy poco de ciencia ficción: tiene mucho más de alegoría de la situación política británica (con el tema de la colonización del Congo Belga, que Conrad ya trató en El corazón de las tinieblas, como telón de fondo), o de fábula moral, donde los "Dimensionistas" no son otra cosa que una encarnación del Progreso, el Futuro o la Nueva Era que se inicia con el cambio de siglo, y que supera antiguos modos y costumbres.
Y curiosamente, si eliminamos (mentalmente) el elemento fantástico, lo que queda es una novela entretenida, mezcla de intriga política y sátira social, con una galería de personajes histriónicos, ridículos e hipócritas retratados por la pluma de un narrador ácido, inadaptado y algo huraño, al que las circunstancias llevan al centro de la acción política del momento. No es que se pase mal leyendo esta obra; pero comparado con lo que me esperaba (una trama a lo H. G. Wells mezclada con la profundidad psicológica de todo un Conrad) se ha quedado en casi nada. En un simple "Se deja leer".
También de Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas, La línea de sombra
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Shaun Tan: Cuentos de la periferia
Idioma original: inglés
Título original: Tales From Outer Suburbia
Año de publicación: 2008
Valoración: Recomendable
Hay quien se muda a la periferia de las grandes ciudades buscando la tranquilidad. Es decir, para no alejarse demasiado de la intensidad urbana sin acabar en un pueblo en mitad del campo. Pero no siempre uno encuentra lo que busca y en ocasiones los barrios residenciales, esos lugares donde todas las casas son iguales y todos sus habitantes parecen cortados por el mismo patrón, ofrecen una cara muy poco "normal".
En este libro, Shaun Tan ha reunido quince cuentos en los que muestra todas las historias alejadas de lo habitual que tienen lugar en uno de esos barrios. Aquí nos encontramos un búfalo que nos indica la dirección que debemos tomar, lo que ocurre cuando se acoge a un estudiante extranjero o cuando un extraño buzo aparece en un jardín, quiénes aparecen al anochecer o qué es una máquina amnésica, mientras el abuelo nos cuenta la extraña historia de su boda con la abuela.
Como ya nos tiene acostumbrados, Tan ilustra cada cuento de forma única, utilizando un estilo y una técnica diferentes, adaptados al carácter de cada historia. Tampoco éstas son muy "normales": algunas ocupan más de diez páginas, otras apenas media... pero, pasado el primer momento de extrañeza, hay que reconocer que el lector enseguida se pierde entre las palabras y dibujos y disfruta como un niño.
Si ya habéis leido algo de Shaun Tan, este libro os encantará. Si no, ya estais tardando en haceros con él.
También de Shaun Tan en ULAD: Emigrantes, El árbol rojo y La cosa perdida
martes, 13 de diciembre de 2011
Alberto Vázquez-Figueroa: Alí en el País de las Maravillas
Año de publicación: 2005
Valoración: está bien
Os adelanto la conclusión desde el principio: Alí en el País de las Maravillas es una novela muy divertida, y esa es su mayor virtud. Alí Bahar, su protagonista, es un cabrero del desierto que de la noche a la mañana se encuentra en Las Vegas: debido a su extraordinario parecido con Bin Laden, el gobierno estadounidense considera apropiado "reclutarlo" por si en algún momento le interesara echar mano de un "clon" del fundador de Al Qaeda.
Este pastor se maravillará al explorar un mundo completamente diferente al suyo y se escandalizará al ver las atrocidades que se llevan a cabo. Por ejemplo, se horrorizará ante el derroche de las fuentes decorativas: ¿acaso en este nuevo desierto no tienen escasez de agua? Además, aparte de su parecido con el terrorista islámico, Alí posee otra característica singular. Para su sorpresa, sin embargo, descubrirá que lo que en su desierto era un vergonzoso defecto, en aquel nuevo mundo es un don reverenciado por mujeres y envidiado por hombres... Ejem, ejem.
Aunque no sea alta literatura, esta novela de Alberto Vázquez-Figueroa, escritor prolífico donde los haya, es una perspicaz parodia y una ácida crítica de los gobiernos y las sociedades. La información que nos llega es solo una parte infinitesimal de todo lo que se cuece, y ni siquiera podemos fiarnos de que esa dosis mínima sea fiable en absoluto. La parodia es el envoltorio de la crítica, que no por estar hecha en clave de humor es menos efectiva: mientras las lees, las aventuras de Alí te hacen reír, pero cuando terminas el libro te hacen pensar. Eso sí: cuidado con volverse paranoico...
lunes, 12 de diciembre de 2011
James M. Barrie: Peter Pan en los Jardines de Kensington
Idioma original: inglés
Título original: Peter Pan in Kensington Gardens
Fecha de publicación: 1906
Valoración: recomendable
Ya avisé hace poco en otra entrada del blog de que ando algo obsesionado últimamente con Peter Pan. Bueno, pues vuelvo a la carga. En esta ocasión os quiero hablar de una de las versiones menos conocidas del relato. Y es que no se trata sólo de que la historia de Peter Pan haya sido adaptada y versionada en infinidad de ocasiones desde que James M. Barrie la imaginara, es que ella misma es una versión desde su inicio.
En efecto, ya reseñé aquí la novela titulada Peter and Wendy, de 1911, avisando de que había una obra de teatro siete años anterior en la que Barrie contaba la misma historia. Pero es que el personaje de Peter Pan nació algo antes, en 1902 para ser exactos. Fue entonces cuando Barrie publicó una novela titulada El pajarillo blanco, en la que un tal Captain W. se dedicaba a contarle cuentos a un niño llamado David. En realidad, esta novela no hace sino ficcionar la relaciónd de amistad del autor con George Llewelyn Davies, el niño para quien Barrie imaginó el personaje de Peter Pan a lo largo de sus paseos conjuntos por los Jardines de Kensington.
Dentro de El pajarillo blanco, varios capítulos se dedican íntegramente a contar la historia de Peter Pan, pero, eso sí, de un Peter Pan que a muchos resultará desconocido. Para empezar, no se trata de un niño casi pre-adolescente, como en todas las versiones posteriores, sino de un bebé de siete días, un bebé que escapa volando de su casa al saber que algún día crecerá. Así llega a la isla del lago de la Serpentina en los Jardines de Kensington, habitada sólo por pájaros y hadas. Cuando, tiempo después, se cansa de jugar con sus nuevos amigos, decide volver a casa volando, sólo para descubrir que la ventana por la que escapó está cerrada y que su madre abraza a un nuevo bebé. Desolado, vuelve a su isla para vivir allí como un niño para siempre.
Por supuesto, las diferencias con la versión final son muchas (nada de indios ni piratas, por ejemplo), pero también son numerosos los elementos que aparecen ya en este relato germinal (la isla, las hadas, la imposibilidad de crecer...). En general, el relato carece del atractivo que alcanzaría más tarde, pero creo que sirve sobre todo como contrapunto para indicar por dónde iban las intenciones de Barrie. Aquí quedan mucho más claras algunas de las referencias mitológicas, sobre todo en lo referente al apellido del protagonista... En esta versión primera Peter Pan todavía tiene una cabra (que perderá más tarde) y gusta de tocar el caramillo para entretener a las hadas; ambos claros atributos del dios griego Pan. También es un Peter algo más macabro, puesto que se dedica a enterrar a los bebés que mueren al caer de sus carritos.
Se me olvidaba añadir que, para complicar aún más esto de las versiones, los capítulos sobre Peter Pan de El pajarillo blanco se publicaron de manera autónoma en 1906 bajo el título Peter Pan en los Jardines de Kensington. Para entonces los niños londinenses ya llevaban dos años acudiendo en masa a ver las representaciones teatrales de Peter Pan, donde este aparecía algo más crecidito y luchando ya con piratas en la Isla de Nunca Jamás. Ya sé, ya: un lío.
También de James M. Barrie en ULAD: Peter Pan
Título original: Peter Pan in Kensington Gardens
Fecha de publicación: 1906
Valoración: recomendable
Ya avisé hace poco en otra entrada del blog de que ando algo obsesionado últimamente con Peter Pan. Bueno, pues vuelvo a la carga. En esta ocasión os quiero hablar de una de las versiones menos conocidas del relato. Y es que no se trata sólo de que la historia de Peter Pan haya sido adaptada y versionada en infinidad de ocasiones desde que James M. Barrie la imaginara, es que ella misma es una versión desde su inicio.
En efecto, ya reseñé aquí la novela titulada Peter and Wendy, de 1911, avisando de que había una obra de teatro siete años anterior en la que Barrie contaba la misma historia. Pero es que el personaje de Peter Pan nació algo antes, en 1902 para ser exactos. Fue entonces cuando Barrie publicó una novela titulada El pajarillo blanco, en la que un tal Captain W. se dedicaba a contarle cuentos a un niño llamado David. En realidad, esta novela no hace sino ficcionar la relaciónd de amistad del autor con George Llewelyn Davies, el niño para quien Barrie imaginó el personaje de Peter Pan a lo largo de sus paseos conjuntos por los Jardines de Kensington.
Dentro de El pajarillo blanco, varios capítulos se dedican íntegramente a contar la historia de Peter Pan, pero, eso sí, de un Peter Pan que a muchos resultará desconocido. Para empezar, no se trata de un niño casi pre-adolescente, como en todas las versiones posteriores, sino de un bebé de siete días, un bebé que escapa volando de su casa al saber que algún día crecerá. Así llega a la isla del lago de la Serpentina en los Jardines de Kensington, habitada sólo por pájaros y hadas. Cuando, tiempo después, se cansa de jugar con sus nuevos amigos, decide volver a casa volando, sólo para descubrir que la ventana por la que escapó está cerrada y que su madre abraza a un nuevo bebé. Desolado, vuelve a su isla para vivir allí como un niño para siempre.
Por supuesto, las diferencias con la versión final son muchas (nada de indios ni piratas, por ejemplo), pero también son numerosos los elementos que aparecen ya en este relato germinal (la isla, las hadas, la imposibilidad de crecer...). En general, el relato carece del atractivo que alcanzaría más tarde, pero creo que sirve sobre todo como contrapunto para indicar por dónde iban las intenciones de Barrie. Aquí quedan mucho más claras algunas de las referencias mitológicas, sobre todo en lo referente al apellido del protagonista... En esta versión primera Peter Pan todavía tiene una cabra (que perderá más tarde) y gusta de tocar el caramillo para entretener a las hadas; ambos claros atributos del dios griego Pan. También es un Peter algo más macabro, puesto que se dedica a enterrar a los bebés que mueren al caer de sus carritos.
Se me olvidaba añadir que, para complicar aún más esto de las versiones, los capítulos sobre Peter Pan de El pajarillo blanco se publicaron de manera autónoma en 1906 bajo el título Peter Pan en los Jardines de Kensington. Para entonces los niños londinenses ya llevaban dos años acudiendo en masa a ver las representaciones teatrales de Peter Pan, donde este aparecía algo más crecidito y luchando ya con piratas en la Isla de Nunca Jamás. Ya sé, ya: un lío.
También de James M. Barrie en ULAD: Peter Pan
domingo, 11 de diciembre de 2011
Qué leemos cuando leemos
Muchos estudios se han hecho ya para intentar comprender cómo leemos cuando leemos, o mejor, qué queremos decir cuando decimos que leemos un texto. Cómo se produce el proceso de descodificación por el que pasamos de unos trazos de tinta negra, a una imagen mental o un razonamiento complejo. Toda una interesante teoría (la estética de la recepción) se dedica a intentar explicar cómo realizamos estos procesos, y en particular cómo el texto se "prepara" para provocar (o al menos permitir) determinadas lecturas por parte del lector.
En realidad, cuando leemos un texto (pienso ahora fundamentalmente, aunque no solo, en un texto literario) realizamos dos procesos paradójicos: leemos al mismo tiempo más de lo que está en el texto, y menos de lo que está en el texto.
Digo que leemos más de lo que está en el texto porque todo lector "llena" con su imaginación, su experiencia y, también, sus prejuicios, los inevitables huecos que dejan las palabras. No importa cómo de detallada sea una descripción de un personaje, un espacio, un objeto: siempre habrá aspectos a los que el texto no llegue y que deban ser añadidos por el lector. Y en aquellos casos en que la información de que disponemos es mínima (por ejemplo, cuando solo se nos ofrece el nombre de un personaje, o en las primeras páginas de una novela, cuando el universo narrativo está aún por construir), el lector debe hacer un esfuerzo suplementario, aunque generalmente desapercibido, para completar todo lo demás. Determinados escritores juegan conscientemente con este "efecto óptico", dejando huecos deliberadamente amplios o estratégicamente dispuestos para desafiar a la capacidad del lector para detectarlos y rellenarlos.
No solo eso: incluso antes de empezar a leer un texto, ya tenemos una serie de expectativas creadas (por lo que sabemos del autor, por el título, por la portada, por el género al que pertenece, por lo que hemos leído en la contraportada) que condicionan nuestra lectura. Casi nunca entramos a un texto sin tener ningún preconcepto sobre él. Por supuesto, esas expectativas pueden ser confirmadas o decepcionadas durante la lectura, pero en un sentido o en otro determinan el modo en el que nos acercamos al libro.
Pero también, y al mismo tiempo, leemos menos de lo que está en el texto. Solo tres tipos de lectores, diría yo, leen todas y cada una de las letras o palabras que contiene el texto: los que están aprendiendo a leer ("la m con la a, ma"); los que están empezando a leer en una lengua extranjera; y los correctores de textos. Pero a estos tres tipos de lectores les pasa lo que Iván comentaba en una entrada no hace mucho: que de tanto fijarse en los pequeños detalles, pierden la visión de conjunto, no consiguen captar el contenido global de la obra.
El lector entrenado no necesita leer todas las letras para entender una palabra; no necesita leer todas las palabras para entender una frase, ni todas las frases para entender un texto. Hay numerosas experiencias al respecto, pero yo voy a contar una propia: cuando leí Crimen y Castigo, la primera vez que leí el nombre de Raskolnikov lo leí mal (leí Rakosilkov, o algo semejante), y solo pasada media novela me di cuenta de mi error. Porque a partir de esa primera lectura errónea, ya no leía todas las letras: solo leía R__k__l__k__v y eso era suficiente para saber que se trataba del personaje protagonista.
De hecho, "saltarnos páginas" es uno de los "derechos del lector" de los que habla Pennac, y "leer en diagonal" es una técnica de lectura no solo válida sino necesaria, precisamente cuando lo que se necesita no es una lectura atenta sino una idea general del contenido (o también, por qué no, cuando la novela es aburrida, previsible y se quiere llegar al final cuanto antes). En determinados casos -por ejemplo, si el estilo del texto es en sí mismo un valor- podemos hacer el esfuerzo consciente de leer cada palabra y cada giro lingüístico; pero por lo general, al menos en mi experiencia, no es así (ni es necesario que sea así).
Sea como sea, leer sigue siendo una experiencia misteriosa y sorprendente. Todavía nos falta mucho para saber cómo hacemos para crear mundos inexistentes o increíbles a partir de palabras escritas en una página. Pero ya sabemos algunas cosas: por ejemplo, que leer no tiene nada de mecánico ni de sencillo. Y eso es lo bonito.
En realidad, cuando leemos un texto (pienso ahora fundamentalmente, aunque no solo, en un texto literario) realizamos dos procesos paradójicos: leemos al mismo tiempo más de lo que está en el texto, y menos de lo que está en el texto.
Digo que leemos más de lo que está en el texto porque todo lector "llena" con su imaginación, su experiencia y, también, sus prejuicios, los inevitables huecos que dejan las palabras. No importa cómo de detallada sea una descripción de un personaje, un espacio, un objeto: siempre habrá aspectos a los que el texto no llegue y que deban ser añadidos por el lector. Y en aquellos casos en que la información de que disponemos es mínima (por ejemplo, cuando solo se nos ofrece el nombre de un personaje, o en las primeras páginas de una novela, cuando el universo narrativo está aún por construir), el lector debe hacer un esfuerzo suplementario, aunque generalmente desapercibido, para completar todo lo demás. Determinados escritores juegan conscientemente con este "efecto óptico", dejando huecos deliberadamente amplios o estratégicamente dispuestos para desafiar a la capacidad del lector para detectarlos y rellenarlos.
No solo eso: incluso antes de empezar a leer un texto, ya tenemos una serie de expectativas creadas (por lo que sabemos del autor, por el título, por la portada, por el género al que pertenece, por lo que hemos leído en la contraportada) que condicionan nuestra lectura. Casi nunca entramos a un texto sin tener ningún preconcepto sobre él. Por supuesto, esas expectativas pueden ser confirmadas o decepcionadas durante la lectura, pero en un sentido o en otro determinan el modo en el que nos acercamos al libro.
Pero también, y al mismo tiempo, leemos menos de lo que está en el texto. Solo tres tipos de lectores, diría yo, leen todas y cada una de las letras o palabras que contiene el texto: los que están aprendiendo a leer ("la m con la a, ma"); los que están empezando a leer en una lengua extranjera; y los correctores de textos. Pero a estos tres tipos de lectores les pasa lo que Iván comentaba en una entrada no hace mucho: que de tanto fijarse en los pequeños detalles, pierden la visión de conjunto, no consiguen captar el contenido global de la obra.
El lector entrenado no necesita leer todas las letras para entender una palabra; no necesita leer todas las palabras para entender una frase, ni todas las frases para entender un texto. Hay numerosas experiencias al respecto, pero yo voy a contar una propia: cuando leí Crimen y Castigo, la primera vez que leí el nombre de Raskolnikov lo leí mal (leí Rakosilkov, o algo semejante), y solo pasada media novela me di cuenta de mi error. Porque a partir de esa primera lectura errónea, ya no leía todas las letras: solo leía R__k__l__k__v y eso era suficiente para saber que se trataba del personaje protagonista.
De hecho, "saltarnos páginas" es uno de los "derechos del lector" de los que habla Pennac, y "leer en diagonal" es una técnica de lectura no solo válida sino necesaria, precisamente cuando lo que se necesita no es una lectura atenta sino una idea general del contenido (o también, por qué no, cuando la novela es aburrida, previsible y se quiere llegar al final cuanto antes). En determinados casos -por ejemplo, si el estilo del texto es en sí mismo un valor- podemos hacer el esfuerzo consciente de leer cada palabra y cada giro lingüístico; pero por lo general, al menos en mi experiencia, no es así (ni es necesario que sea así).
Sea como sea, leer sigue siendo una experiencia misteriosa y sorprendente. Todavía nos falta mucho para saber cómo hacemos para crear mundos inexistentes o increíbles a partir de palabras escritas en una página. Pero ya sabemos algunas cosas: por ejemplo, que leer no tiene nada de mecánico ni de sencillo. Y eso es lo bonito.
sábado, 10 de diciembre de 2011
Michael Cunningham: Las horas
Idioma original: inglés
Título original: The Hours
Año de publicación: 1999
Valoración: Recomendable
A veces, las historias más sencillas son las que más nos cuesta reseñar. A mí, al menos, me pasa. Quizá sea porque no son "sencillas". Porque, a veces, es muy difícil escribir una historia y que parezca "sencilla", porque realmente es todo lo contrario. Eso me ha sucedido hoy con Las horas. Un resumen "sencillo" sería decir que Las horas cuenta un día en la vida de tres mujeres: Virginia Woolf, Laura Brown y Clarissa Vaughn. Claro, muy fácil, pero es que el libro tiene algo más de enjundia (porque si no, para rato gana el Pulitzer, como hizo en 1999).
Las tres mujeres están unidas por La señora Dalloway. En el día dedicado a Virginia Woolf, la vemos escribiendo este libro y luchando contra su enfermedad mental, mientras intenta mantener a raya a su marido, a sus sirvientes y a los parientes que van a visitarla. En el día dedicado a Laura Brown, estamos en los años 40 y somos testigos de cómo esta mujer cuida de su hijo mientras prepara una fiesta de cumpleaños para su marido, cuando lo que realmente quiere hacer es estar sola y leer su ejemplar de La señora Dalloway. En el día dedicado a Clarissa Vaughn, la acción se sitúa en los años 90 y nos muestra a esta mujer como una versión actualizada de Clarissa Dalloway, que también (como hace la protagonista del libro escrito por Woolf) sale a buscar flores, pues tiene que preparar una fiesta para su amigo, el poeta Richard, que está muriendo de SIDA.
Además de contarnos un día en la vida de estas tres mujeres, Cunningham hace una reflexión sobre la mortalidad (algo que ocupa constantemente los pensamientos de las tres protagonistas) y sobre las imposiciones sociales. No juega a fantasear cómo habrían sido Laura Brown y Virginia Woolf, si hubiesen nacido en la segunda mitad del siglo XX, pero sí plantea cómo las normas han cambiado (haciendo especial referencia a la orientación sexual y a cómo nos relacionamos con los demás).
En 2002 (creo, corregidme si me equivoco) se estrenó la adaptación cinematográfica de esta novela. Aunque en su momento la vi y me gustó, creo que ahora, después de haber leído el libro, no me gustaría tanto. No porque la considere una mala película (ni por asomo), sino porque la narración de esta obra está guiada por el flujo de pensamientos de las tres protagonistas. En todo momento sabemos qué piensan, qué sienten, cómo ven el mundo que las rodea y, por su puesto, cómo se ven a sí mismas. Y, desgraciadamente, eso es algo que no se puede apreciar en la película, a pesar del buen trabajo realizado en ella. Así que, si estais pensando en leer el libro y ver la película, empezad por lo segundo y ninguno de los dos os defraudará.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Yiyun Li: Los buenos deseos
Título original: A Thousand Years of Good Prayers
Idioma original: inglés
Año de publicación: 2005
Valoración: Recomendable
En China, y en más sitios, las mujeres envejecen muy pronto. Porque son ignoradas, porque llevan una vida demasiado fatigosa y miserable, y en esas condiciones la belleza, el vigor y el lustre se alejan prematuramente y sin remedio.
Allí, y en otros sitios, la dictadura ha condicionado la vida de la gente.
Allí, y en todas partes, abundan los prejuicios y los que se apartan del menor de los usos sociales son rechazados por la comunidad.
Allí, y quién sabe dónde más, los campesinos piensan que la mujer perfecta es la que no se queja cuando la pegan, trabaja hasta deslomarse sin importarle que el marido holgazanee y, si tiene una función en la vida, es otorgar hijos varones a su esposo, pues “¿Para que sirve una gallina si no puede poner huevos?”. Cuando esto no ocurre lo mejor que puede hacer el marido es abandonarla. Esas mismas gentes piensan también que la venganza por la vida de un hijo lo justifica todo, hasta un asesinato en masa, pero que a las niñas es mejor ahogarlas cuando nacen, por pura humanidad, así se les ahorra la triste vida que les espera y, de paso, se adquiere la oportunidad de engendrar un varón.
Allí, y en tantos sitios, el hambre es una amenaza para muchos.
Allí, y en más sitios, la rebeldía se paga con la muerte.
Allí, en tiempos pasados, se acostumbraba a truncar la virilidad y la existencia de jóvenes de ambos sexos para dar sustento a las familias o rendir homenaje al poder. Y esto, las víctimas tenían que considerarlo un honor.
Allí, hace no mucho, la efigie del dictador estaba tan sacralizada que un parecido podía significar tanto una enorme prosperidad como un peligro insoslayable, la aceptación incondicional de la gente o su franca repulsa.
Allí, y en algunos sitios más, a la mujer que no se casa en la primera juventud se la considera una fracasada, se la trata con lástima y desprecio y está condenada a quedarse sola para siempre.
Allí, y en bastantes sitios, la emigración supone para muchos la única esperanza y los que se ganan la vida fuera son admirados por sus paisanos y considerados triunfadores.
Allí, y en muchos sitios, tener un hijo con deficiencia mental supone un oprobio y algunos se sienten obligados a ocultarlo para conservar el aprecio de la gente.
Allí, y en casi todos los sitios, el apego irracional de los mayores a las tradiciones que aprendieron de niños da lugar a un abismo generacional prácticamente insalvable.
Allí, y en cualquier sitio, la pobreza y la mentalidad conservadora suelen ir de la mano.
Allí, y en cualquier rincón donde haya alguien para quien sobrevivir carezca de sentido, la muerte es la mejor solución.
Diez cuentos durísimos, implacables con la realidad que contemplan, que presentan retazos de una serie de vidas anónimas – como el que inspiró la película Mil años de oración dirigida por Wayne Wang – cuyo conjunto compone un cuadro de lo que sucede en la China más humilde, sus desgracias cotidianas que apuntan a cuestiones universales y trascendentes, por cuyas espeluznantes escenas pasa la autora con rapidez, sin recrearse en detalles, y que, sin embargo, muestran descarnadamente las lacras de esa sociedad, el rígido caracter de lo campesinos, la crueldad de los poderosos, las enormes desigualdades, los dobles raseros, la desesperanza de los que ya no tienen nada que perder.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Zoom: "Aire frío" y "Celefais", de H. P. Lovecraft
Idioma original: inglés
Título original: "Cool Air" y "Celephäis"
Año de publicación: 1928 y 1922 (aunque escritos en 1926 y 1920)
Valoración: muy recomendable
Estos dos cuentos de Lovecraft que quiero presentaros hoy son de corte muy distinto, y representan una buena muestra de los diferentes temas que trata el autor y de las estéticas que maneja a lo largo de su obra.
"Aire frío" gira en torno a lo científico-sobrenatural y, en mi opinión, sigue un poco la línea de las mejores bromas, que a veces hacen más gracia cuanto más te las esperas (por eso de la anticipación). En este caso, el cuento de Lovecraft da más "mal rollo" precisamente porque el horror anticipado — el escritor va dejando todas las miguitas necesarias para comprender la historia— … se cumple. Y con creces.
Yo me he acercado a la obra de este autor por medio de la traducción; así fue como me di cuenta — aunque tampoco es que fuera algo difícil de constatar, ejem— de que las palabras que más abundaban en el cuento eran "extraño", "raro" y "peculiar". Efectivamente, el cuento es todo eso y más: ambientado en una pensión de Nueva York, el protagonista nos cuenta en primera persona los sucesos más espeluznantes de toda su existencia y que provocan que casi se desmaye al sentir una corriente de aire frío. Este es un ejemplo perfecto de sus cuentos de corte "científico": en este caso, el terror no lo provocan los monstruos sobrenaturales ni los fantasmas, sino los límites aterradores de la ciencia y el saber, que en este cuento son claramente sobrepasados.
"Celefais", por otro lado, es un cuento de tintes oníricos ambientado en lejanas regiones "donde el cielo se funde con el mar". Trata de la imaginación como arma poderosa, y peligrosa, para escapar de un presente mediocre que no tiene nada que ofrecernos. Es el reflejo del declive de un linaje que no se encuentra a sí mismo por debajo del nivel que había ostentado durante siglos. El lenguaje de este cuento, como os digo, es completamente diferente: aquí lo poético da voz a lo fantástico, y el autor nos hace navegar por la historia con la misma rítmica cadencia con la que lo hace el protagonista.
Sin embargo, lo más representativo de Lovecraft son los cuentos de terror y ciencia-ficción, los que le granjean el título de precursor del terror cósmico materialista. Con este Zoom he intentado mostraros que, aunque Los Mitos de Cthulhu sean la cúspide de "su gran universo narrativo", como decía Santi en una de sus reseñas, no es lo único que Lovecraft escribió. Ni mucho menos.
También de H. P. Lovecraft en ULAD: Dagón y otros cuentos macabros, "La dulce Ermengarde o el corazón de una campesina", Los mitos de Cthulhu, El caso de Charles Dexter Ward, El abismo en el tiempo, En las montañas de la locura, Cuaderno de ideas
Título original: "Cool Air" y "Celephäis"
Año de publicación: 1928 y 1922 (aunque escritos en 1926 y 1920)
Valoración: muy recomendable
Estos dos cuentos de Lovecraft que quiero presentaros hoy son de corte muy distinto, y representan una buena muestra de los diferentes temas que trata el autor y de las estéticas que maneja a lo largo de su obra.
"Aire frío" gira en torno a lo científico-sobrenatural y, en mi opinión, sigue un poco la línea de las mejores bromas, que a veces hacen más gracia cuanto más te las esperas (por eso de la anticipación). En este caso, el cuento de Lovecraft da más "mal rollo" precisamente porque el horror anticipado — el escritor va dejando todas las miguitas necesarias para comprender la historia— … se cumple. Y con creces.
Yo me he acercado a la obra de este autor por medio de la traducción; así fue como me di cuenta — aunque tampoco es que fuera algo difícil de constatar, ejem— de que las palabras que más abundaban en el cuento eran "extraño", "raro" y "peculiar". Efectivamente, el cuento es todo eso y más: ambientado en una pensión de Nueva York, el protagonista nos cuenta en primera persona los sucesos más espeluznantes de toda su existencia y que provocan que casi se desmaye al sentir una corriente de aire frío. Este es un ejemplo perfecto de sus cuentos de corte "científico": en este caso, el terror no lo provocan los monstruos sobrenaturales ni los fantasmas, sino los límites aterradores de la ciencia y el saber, que en este cuento son claramente sobrepasados.
"Celefais", por otro lado, es un cuento de tintes oníricos ambientado en lejanas regiones "donde el cielo se funde con el mar". Trata de la imaginación como arma poderosa, y peligrosa, para escapar de un presente mediocre que no tiene nada que ofrecernos. Es el reflejo del declive de un linaje que no se encuentra a sí mismo por debajo del nivel que había ostentado durante siglos. El lenguaje de este cuento, como os digo, es completamente diferente: aquí lo poético da voz a lo fantástico, y el autor nos hace navegar por la historia con la misma rítmica cadencia con la que lo hace el protagonista.
Sin embargo, lo más representativo de Lovecraft son los cuentos de terror y ciencia-ficción, los que le granjean el título de precursor del terror cósmico materialista. Con este Zoom he intentado mostraros que, aunque Los Mitos de Cthulhu sean la cúspide de "su gran universo narrativo", como decía Santi en una de sus reseñas, no es lo único que Lovecraft escribió. Ni mucho menos.
También de H. P. Lovecraft en ULAD: Dagón y otros cuentos macabros, "La dulce Ermengarde o el corazón de una campesina", Los mitos de Cthulhu, El caso de Charles Dexter Ward, El abismo en el tiempo, En las montañas de la locura, Cuaderno de ideas