Idioma original: checo
Título original: Obsluhoval jsem anglického krále
Año de publicación: 1989
Valoración: Muy recomendable
Aparte de por muchas otras razones, reconozco que me gusta mucho este libro porque es uno de aquellos que, además de contar las visicitudes de su protagonista, nos dan una gran lección de historia. Así, mientras nos empapamos del aprendizaje de Ditec, un joven camarero (que una vez estuvo al servicio de un maître que había servido al rey de Inglaterra) y lo acompañamos mientras crece, colecciona amantes y fracs y supera (con más pena o más gloria, dependiendo del caso) una a una todas las estapas de su vida, asistimos también a una clase magistral de historia de la antigua Checoslovaquia. Conocemos las costumbres del país, la forma de pensar y actuar de su población y nos convertimos en testigos silenciosos de la invasión alemana y la llegada del comunismo, que cambiarán para siempre la vida de este país europeo. Y de Ditec.
Sin necesidad de hacer uso de la propaganda política, es innegable que Hrabal nos ofrece una novela que tiene mucho de fábula moral. Narrada en primera persona por un hombre que no es ni héroe ni villano y que comete tantos aciertos como errores, Yo que he servido al rey de Inglaterra es una novela inmensa, universal, de ésas que nos retratan sin tapujos y nos brindan tanto la realidad más dura como la más poética y, sin pretenderlo, se convierten en ejemplares imprescindibles en nuestra biblioteca.
Otros libros de Bohumil Hrabal en ULAD: Clases de baile para mayores, Una soledad demasiado ruidosa, Anuncio de una casa donde ya no quiero vivir, Las desventuras del viejo Werther, Bodas en casa, La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo
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miércoles, 30 de septiembre de 2009
martes, 29 de septiembre de 2009
Tom Sharpe: Wilt
Idioma original: inglés
Título original: WiltAño de publicación: 1976
Valoración: Muy recomendable
Lo mejor para hacerse una idea de qué tipo de libro es Wilt, es resumir su argumento. Veamos: Henry Wilt, profesor de una Escuela de Artes y Oficios al que niegan un ascenso una y otra vez, empeñado en enseñar literatura a sus alumnos de Mecánica de Motor Tres o Carne Dos, fantasea con asesinar a su mujer Eva mientras pasea a su perro cada mañana. Después de una fiesta snob en casa de los extravagantes Pringsheim, en la que Henry acaba siendo violado por una muñeca hinchable, Eva y Henry se separan: ella se va con los Pringsheim a una improvisada excursión en barco (robado), y él, borracho todavía, decide poner en práctica sus planes asesinos, tirando a la muñeca hinchable -vestida con las ropas de su mujer, maquillaje y una peluca- a los cimientos de un edificio en construcción (concretamente, una ampliación de su propia escuela). Cuando el lunes los obreros descubren el "cuerpo" (justo unos momentos antes de cubrirlo con toneladas de cemento), y dado que Eva ha desaparecido -se ha quedado atrapada en el barco, donde por cierto está siendo sometida a un "Tratamiento Tactil" por la mujer de Pringsheim-, todas las sospechas apuntan a Wilt, y la maquinaria policial, personificada en el inspector Flint, se pone en marcha, implacable.
Con esto es suficiente, creo yo, para entender que Wilt es puro humor británico, aunque sin la fachada de pulcritud y esnobismo de Woodehouse, Saki o Roald Dahl. El humor de Sharpe es brutal, absurdo y descarado, lleno de referencias sexuales y escatológicas, y los diálogos entre Wilt y el inspector Flint, lo mejor probablemente de la novela, están al nivel de los Monty Python o los hermanos Marx (o, en España, de un Miguel Mihura o un Jardiel Poncela).
Por supuesto que la novela se puede leer como una crítica a la sociedad británica: su esnobismo, su clasismo, su represión sexual -que salta por los aires en cuanto tiene ocasión-... Pero es mejor, creo yo, y más sano, dejarse de intelectualidades, y disfrutar de Wilt como lo que es: una comedia bufa, una farsa divertidísima, con una galería de personajes inolvidables y unos diálogos descacharrantes.
Por cierto que hay película y varias secuelas del mismo autor (como ¡Ánimo, Wilt! o Las tribulaciones de Wilt), pero no puedo decir nada ni de una de las otras, porque no las he visto / leído.
También de Tom Sharpe en ULAD: Los Grope, Becas flacas, Lo peor de cada casa
Título original: WiltAño de publicación: 1976
Valoración: Muy recomendable
Lo mejor para hacerse una idea de qué tipo de libro es Wilt, es resumir su argumento. Veamos: Henry Wilt, profesor de una Escuela de Artes y Oficios al que niegan un ascenso una y otra vez, empeñado en enseñar literatura a sus alumnos de Mecánica de Motor Tres o Carne Dos, fantasea con asesinar a su mujer Eva mientras pasea a su perro cada mañana. Después de una fiesta snob en casa de los extravagantes Pringsheim, en la que Henry acaba siendo violado por una muñeca hinchable, Eva y Henry se separan: ella se va con los Pringsheim a una improvisada excursión en barco (robado), y él, borracho todavía, decide poner en práctica sus planes asesinos, tirando a la muñeca hinchable -vestida con las ropas de su mujer, maquillaje y una peluca- a los cimientos de un edificio en construcción (concretamente, una ampliación de su propia escuela). Cuando el lunes los obreros descubren el "cuerpo" (justo unos momentos antes de cubrirlo con toneladas de cemento), y dado que Eva ha desaparecido -se ha quedado atrapada en el barco, donde por cierto está siendo sometida a un "Tratamiento Tactil" por la mujer de Pringsheim-, todas las sospechas apuntan a Wilt, y la maquinaria policial, personificada en el inspector Flint, se pone en marcha, implacable.
Con esto es suficiente, creo yo, para entender que Wilt es puro humor británico, aunque sin la fachada de pulcritud y esnobismo de Woodehouse, Saki o Roald Dahl. El humor de Sharpe es brutal, absurdo y descarado, lleno de referencias sexuales y escatológicas, y los diálogos entre Wilt y el inspector Flint, lo mejor probablemente de la novela, están al nivel de los Monty Python o los hermanos Marx (o, en España, de un Miguel Mihura o un Jardiel Poncela).
Por supuesto que la novela se puede leer como una crítica a la sociedad británica: su esnobismo, su clasismo, su represión sexual -que salta por los aires en cuanto tiene ocasión-... Pero es mejor, creo yo, y más sano, dejarse de intelectualidades, y disfrutar de Wilt como lo que es: una comedia bufa, una farsa divertidísima, con una galería de personajes inolvidables y unos diálogos descacharrantes.
Por cierto que hay película y varias secuelas del mismo autor (como ¡Ánimo, Wilt! o Las tribulaciones de Wilt), pero no puedo decir nada ni de una de las otras, porque no las he visto / leído.
También de Tom Sharpe en ULAD: Los Grope, Becas flacas, Lo peor de cada casa
lunes, 28 de septiembre de 2009
Iván Turguénev: Primer amor
Título original: Первая Любовь
Fecha de publicación: 1860
Valoración: Muy recomendable
Dicen que de de todos los grandes escritores rusos, Turguénev fue el más “europeo”. Nunca he sabido muy bien a qué se debe semejante opinión, quizás me falte leer más obras de este colectivo de escritores o quizás sea que de Turgénev sólo he leído Primer amor, una historia sencilla pero profunda que no decepcionará a nadie; bueno, quizás deje un poco fríos a los lectores deseosos de nuevas voces, tramas originales, estructuras inéditas o recursos atrevidos, porque la novela que hoy nos ocupa es clásica y romántica hasta decir basta, aunque olvídense desde ya de finales complacientes estilo Jane Austen…
En Primer amor (sí, sí, el título no hace más que sintetizar el tema de la obra) narra la historia de un sensible joven llamado Vladimir que se retira al campo a preparar ciertos exámenes. Allí sufrirá/disfrutará de su primer amor; ¿la agraciada?, la bella y digna princesa Zenaida, una joven algo mayor que él pero sumamente infantil que en cuanto sepa de los sentimientos del muchacho, no hará más que darle mensajes contradictorios, creyendo el pobre Vladimir en ocasiones que tiene algo que hacer con el objeto de sus desvelos. En cambio, Zenaida se sentirá atraída, qué mala suerte, por el padre de Vladimir, un tipo rígido y varonil que, en un primer momento, no cederá a las pretensiones amorosas de la muchacha, pero que posteriormente, al no desechar semejante invitación, entrará en conflicto con su propio hijo.
Este primer amor (al parecer, algo autobiográfico) donde el autor describe a la perfección los pecados y placeres de idealizar hasta el mareo a un ser real, cargado de errores y que probablemente no sienta lo mismo que el venerador de turno, terminará con la ida de Zenaida del apacible lugar donde se desarrolla la trama. Así, ni la joven verá llegar a buen puerto su amor, ni Vladimir el suyo.
Años después (DANGER: la siguiente frase contiene spoilers, qué palabra más fea, por cierto, ¿por qué no utilizamos, por ejemplo, “estropicios”?), Vladimir se enterará por casualidad de que la chica a la que amó contrajo matrimonio y se le comunicará, además, dónde reside; entonces, para recordar viejos tiempos, buscará a Zenaida por todas partes...
De esto trata este primer amor… Triste, ¿verdad?
La novela está bien, los sentimientos están bien descritos y el mensaje final deja mal cuerpo, porque el ya desilusionado Vladimir se pregunta seriamente si después de todo nunca amó verdaderamente a Zenaida: si su amor fue sólo una gran exageración, la fantasía de un adolescente deseoso de experimentar algo de lo que aún no sabía nada.
También de Turguénev en ULAD: Diario de un hombre superfluo, Nido de nobles
También de Turguénev en ULAD: Diario de un hombre superfluo, Nido de nobles
domingo, 27 de septiembre de 2009
Toti Martínez de Lezea: El señor de la guerra
Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 2001
Valoración: está bien
He de reconocer que la novela histórica no me gusta mucho. Leí varias hace años, sobre todo ambientadas en Egipto, y sí, Los pilares de la Tierra, su secuela, y a Marguerite Yourcenar (buenísima), pero no es un género que busque. La verdad es que tenemos una relación extraña pues de vez en cuando consigue caer en mis manos una novela que hace que me reconcilie con el género. Como esta, de una prolífica escritora vasca que ha encontrado en la novela histórica el gusanillo literario. Me la regalaron “porque sé que te gusta leer, y esta es una novela de una escritora de aquí que es muy conocida”, y, bueno, después de echar un vistazo a la trama, la leí.
Y me enganchó. Se sitúa a mediados del siglo XV, en un País Vasco asolado con las guerras de bandos. Las familias nobles se alineaban o con la facción de los gamboínos o con los oñacinos. Se defendía el honor de la casa y las apariencias jugaban un papel predominante.
Ya antes había habido enfrentamientos entre las familias, y ya antes se habían quemado casas y propiedades entre ambos bandos. Pero cuando en 1435 un joven señor de Butrón hereda las tierras de su padre, y su archienemigo, de la familia Abendaño hace lo propio con sus tierras, la lucha se encarniza. Un maestro armero crea nuevos ingenios que provocan mayores daños e inclina la balanza; dos jóvenes del pueblo llano son obligados a ser pareja y ven sus vidas dirigidas por los caprichos de los nobles.
El nivel de destrucción mutuo llega a tales extremos que parece que está llegando la hora de poner fin a la lucha de bandos. Los reyes, que pasaban por alto los enfrentamientos y les dejaban hacer, se están planteando acabar con ellos.
Una novela amena, bien escrita y con personajes que atraen al lector. Vida y muerte de nobles y campesinos, de señores de la guerra e ingeniosos herreros. Entretenida, pasarás un rato agradable. Y si te gusta la novela histórica, te encantará.
También de Toti Martínez de Lezea en Un Libro Al Día: La calle de la judería, La flor de la argoma
Fecha de publicación: 2001
Valoración: está bien
He de reconocer que la novela histórica no me gusta mucho. Leí varias hace años, sobre todo ambientadas en Egipto, y sí, Los pilares de la Tierra, su secuela, y a Marguerite Yourcenar (buenísima), pero no es un género que busque. La verdad es que tenemos una relación extraña pues de vez en cuando consigue caer en mis manos una novela que hace que me reconcilie con el género. Como esta, de una prolífica escritora vasca que ha encontrado en la novela histórica el gusanillo literario. Me la regalaron “porque sé que te gusta leer, y esta es una novela de una escritora de aquí que es muy conocida”, y, bueno, después de echar un vistazo a la trama, la leí.
Y me enganchó. Se sitúa a mediados del siglo XV, en un País Vasco asolado con las guerras de bandos. Las familias nobles se alineaban o con la facción de los gamboínos o con los oñacinos. Se defendía el honor de la casa y las apariencias jugaban un papel predominante.
Ya antes había habido enfrentamientos entre las familias, y ya antes se habían quemado casas y propiedades entre ambos bandos. Pero cuando en 1435 un joven señor de Butrón hereda las tierras de su padre, y su archienemigo, de la familia Abendaño hace lo propio con sus tierras, la lucha se encarniza. Un maestro armero crea nuevos ingenios que provocan mayores daños e inclina la balanza; dos jóvenes del pueblo llano son obligados a ser pareja y ven sus vidas dirigidas por los caprichos de los nobles.
El nivel de destrucción mutuo llega a tales extremos que parece que está llegando la hora de poner fin a la lucha de bandos. Los reyes, que pasaban por alto los enfrentamientos y les dejaban hacer, se están planteando acabar con ellos.
Una novela amena, bien escrita y con personajes que atraen al lector. Vida y muerte de nobles y campesinos, de señores de la guerra e ingeniosos herreros. Entretenida, pasarás un rato agradable. Y si te gusta la novela histórica, te encantará.
También de Toti Martínez de Lezea en Un Libro Al Día: La calle de la judería, La flor de la argoma
sábado, 26 de septiembre de 2009
Marjane Satrapi: Persépolis
Idioma original: Francés
Título original: Persépolis
Año de publicación: 2000-2003
Valoración: Muy recomendable
Pese a ser el primer libro que conocí de la iraní Marjane Satrapi, he dejado su reseña hasta el final. ¿La razón? Quizás precisamente por eso, porque todavía guardo con cariño la sensación de haber descubierto a una autora entrañable y sumamente interesante, capaz de transmitirme multitud de sensaciones con sus dibujos en blanco y negro y capaz al mismo tiempo de mostrarme y enseñarme la historia reciente de un país, Irán, a través de su intrahistoria. Y es que Persépolis es, fundamentalmente, una pequeña lección de historia, pero escrita con pequeñas palabras.
La protagonista es la propia autora. El punto de partida, la revolución iraní de 1979. Y, lo más interesante, el punto de vista es la mirada inocente e infantil de la propia Satrapi. De este modo, y a través de cuatro tomos de lectura trepidante, asistimos a los cambios que sufre la vida diaria de Marjie desde que estalla la revolución. La historia se extiende en el tiempo hasta la juventud de la protagonista y en el espacio, narrándonos también su periodo de estudios en el extranjero, experiencia traumática y al mismo tiempo enriquecedora para la autora.
¿Lo mejor de este comic? Lo dicho: el acercamiento a unos hechos históricos vitales pero con la intención de mostrar cómo los cambios sociopolíticos afectan al ciudadano de a pie. En resumen, una visión tierna y cercana, al tiempo que cruel y desgarradora, de la historia iraní reciente. En dos palabras, muy recomendable.
Otras reseñas de Marjane Satrapi en ULAD: Pollo con ciruelas y Bordados
Título original: Persépolis
Año de publicación: 2000-2003
Valoración: Muy recomendable
Pese a ser el primer libro que conocí de la iraní Marjane Satrapi, he dejado su reseña hasta el final. ¿La razón? Quizás precisamente por eso, porque todavía guardo con cariño la sensación de haber descubierto a una autora entrañable y sumamente interesante, capaz de transmitirme multitud de sensaciones con sus dibujos en blanco y negro y capaz al mismo tiempo de mostrarme y enseñarme la historia reciente de un país, Irán, a través de su intrahistoria. Y es que Persépolis es, fundamentalmente, una pequeña lección de historia, pero escrita con pequeñas palabras.
La protagonista es la propia autora. El punto de partida, la revolución iraní de 1979. Y, lo más interesante, el punto de vista es la mirada inocente e infantil de la propia Satrapi. De este modo, y a través de cuatro tomos de lectura trepidante, asistimos a los cambios que sufre la vida diaria de Marjie desde que estalla la revolución. La historia se extiende en el tiempo hasta la juventud de la protagonista y en el espacio, narrándonos también su periodo de estudios en el extranjero, experiencia traumática y al mismo tiempo enriquecedora para la autora.
¿Lo mejor de este comic? Lo dicho: el acercamiento a unos hechos históricos vitales pero con la intención de mostrar cómo los cambios sociopolíticos afectan al ciudadano de a pie. En resumen, una visión tierna y cercana, al tiempo que cruel y desgarradora, de la historia iraní reciente. En dos palabras, muy recomendable.
Otras reseñas de Marjane Satrapi en ULAD: Pollo con ciruelas y Bordados
viernes, 25 de septiembre de 2009
Antonio Fontana: Plano detallado del infierno
Idioma original: español
Año de publicación: 2007
Valoración: Recomendable
Tengo un amigo que dice que, si una novela tiene más de doscientas páginas, no la lee. No por vagancia, sino porque no considera necesario escribir tanto para contar (bien) una historia. A pesar de no estar (siempre) de acuerdo con esta afirmación, reconozco que en muchas ocasiones menos es más y que, más a menudo de lo que me gustaría reconocer, los libros que me han marcado, aquellos por los que siento un apego especial, rara vez superan tal extensión.
Plano detallado del infierno es un claro ejemplo de ello. En poco más de ciento veinte páginas el autor disecciona a un matrimonio al que no le queda nada por lo que luchar, a un anciano abandonado en una residencia y a un hombre que vela en el hospital el cuerpo enfermo de su mujer. Pero, sobre todo, habla de la muerte, siempre presente, y de la soledad creada a base de secretos y reproches, que poco a poco nos invade y paraliza. Habla del infierno en el que vivimos y que nos crece dentro aunque nos neguemos a darnos cuenta. Y lo hace sin sentimentalismos, con un lenguaje crudo y desnudo que nos golpea desde la primera línea.
A pesar de su brevedad y su prosa limpia, éste no es un libro fácil de leer. Porque nos hace mirar dentro y fuera de nosotros mismos, exactamente lo que nunca queremos hacer.
Año de publicación: 2007
Valoración: Recomendable
Tengo un amigo que dice que, si una novela tiene más de doscientas páginas, no la lee. No por vagancia, sino porque no considera necesario escribir tanto para contar (bien) una historia. A pesar de no estar (siempre) de acuerdo con esta afirmación, reconozco que en muchas ocasiones menos es más y que, más a menudo de lo que me gustaría reconocer, los libros que me han marcado, aquellos por los que siento un apego especial, rara vez superan tal extensión.
Plano detallado del infierno es un claro ejemplo de ello. En poco más de ciento veinte páginas el autor disecciona a un matrimonio al que no le queda nada por lo que luchar, a un anciano abandonado en una residencia y a un hombre que vela en el hospital el cuerpo enfermo de su mujer. Pero, sobre todo, habla de la muerte, siempre presente, y de la soledad creada a base de secretos y reproches, que poco a poco nos invade y paraliza. Habla del infierno en el que vivimos y que nos crece dentro aunque nos neguemos a darnos cuenta. Y lo hace sin sentimentalismos, con un lenguaje crudo y desnudo que nos golpea desde la primera línea.
A pesar de su brevedad y su prosa limpia, éste no es un libro fácil de leer. Porque nos hace mirar dentro y fuera de nosotros mismos, exactamente lo que nunca queremos hacer.
jueves, 24 de septiembre de 2009
Breve historia del libro (I)
Como ya comentamos en otra "metaentrada", cuando hablamos de "libros" en este blog generalmente lo hacemos en la segunda acepción del DRAE, es decir, nos referimos al contenido científico, filosófico o literario que transmiten las palabras, y no al continente o soporte en el que se publica este contenido; pero tampoco está de más que dediquemos un par de entradas al libro como objeto, es decir, al libro en su primera acepción de "conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen". Solemos ser bien conscientes de que el libro como contenido tiene toda una historia detrás: la sucesión de estilos, voces y formas que llamamos "tradición". En cambio, solemos pasar por alto que también el libro como soporte tiene historia; una historia no menos compleja, que condiciona, y no poco, nuestra experiencia lectora.
Ya la misma palabra "libro" guarda el recuerdo de esta larga trayectoria. "Liber", en latín, significaba la parte interior de la corteza de un árbol. (De hecho, tiene el mismo origen que "leaf", "hoja" en inglés.) Es de suponer que éste sería precisamente uno de los primeros soportes materiales de los textos, junto a las antiguas tablillas de arcilla mesopotámicas, que se usaron desde el V milenio a. C. para grabar sobre ella registros en escritura cuneiforme. Este era un material fácil de encontrar en la húmeda Mesopotamia, aunque tenía algunos inconvenientes prácticos: cada tablilla admitía más o menos el mismo texto que una de nuestras páginas, sólo que las tablillas no podían unirse entre sí. Y esto, claro, complicaba bastante la lectura de textos largos. Llevarse a la playa la trilogía Millenium de Stieg Larsson habría sido bastante más incómodo en aquella época...
El papiro fue todo un avance: un lector voraz no necesitaba acarrear de un lado a otro varios kilos de arcilla. Además, las hojas que se obtenían del prensado de la pulpa vegetal podían pegarse entre sí, lo que permitía escribir textos más largos en un solo rollo (que es justo lo que significa "volumen"). Éste fue el formato más usado en la Antigüedad, tanto por sus inventores egipcios como por griegos y romanos. Era también relativamente barato de producir, si bien se exportaba en su mayoría desde Egipto, donde su producción era monopolio real. El inconveniente es que se trata de un material bastante vulnerable a la humedad y no digamos ya al fuego. Que se lo digan si no a los varios incendios (unos legendarios y otros reales) que sufrió la Biblioteca de Alejandría, en la que se llegaron a custodiar 700.000 de estos rollos de papiro.
La única biblioteca capaz de hacerle algo de sombra a este enorme almacén de material inflamable era la de Pérgamo. Fue quizá la encarnizada competencia que las enfrentó la que llevó a la Biblioteca de Pérgamo a ofrecer un original servicio a sus usuarios: un discreto túnel que unía su interior con un burdel. Pero no es esto lo que la hizo pasar a la historia, sino el hecho de que sus libros se copiaban en un material distinto del papiro y que tomó su nombre precisamente de la ciudad: el pergamino. Producido a partir de piel animal, era sin duda más caro, pero también mucho más duradero y resistente que el papiro. Al contrario que éste, permitía escribir por ambas caras e incluso borrar el texto raspándolo y volver a escribir. Además, la materia prima del papiro debía traerse de Egipto, mientras que las pieles de oveja, cabra y ternero estaban disponibles en cualquier parte. Por todo esto, el nuevo soporte fue implantándose poco a poco en todo el Imperio romano a partir del siglo II d. C.
Si bien al comienzo los pergaminos se enrollaban como el papiro, los romanos pronto empezaron a encuadernarlos para producir códices. Se juntaban varias hojas rectangulares de pergamino, se doblaban formando un cuadernillo y, una vez cosidos varios de éstos, se añadían unas cubiertas de madera. Lo normal es que se partiera de grupos de cuatro hojas, que se llamaban quaterni: de ahí viene la palabra "cuaderno" (y sus derivados "encuadernar" etc.). La ventaja fundamental del códice frente al rollo o volumen es que permite acceder directamente a partes concretas del texto, mientras que el segundo sólo admite una lectura secuencial. Vamos, que en un rollo de papiro no podían ponerse marcapáginas, por la sencilla razón de que no tenía páginas.
El formato códice ha debido de revelarse bastante práctico, porque en lo fundamental se ha mantenido sin cambios durante más o menos 17 siglos. Faltan, sin embargo, dos cosas básicas para que lleguemos al libro tal y como lo conocemos nosotros: el papel y la imprenta. Pero como esta entrada ya se está alargando más de lo razonable, lo dejamos para la siguiente de esta serie...
Ya la misma palabra "libro" guarda el recuerdo de esta larga trayectoria. "Liber", en latín, significaba la parte interior de la corteza de un árbol. (De hecho, tiene el mismo origen que "leaf", "hoja" en inglés.) Es de suponer que éste sería precisamente uno de los primeros soportes materiales de los textos, junto a las antiguas tablillas de arcilla mesopotámicas, que se usaron desde el V milenio a. C. para grabar sobre ella registros en escritura cuneiforme. Este era un material fácil de encontrar en la húmeda Mesopotamia, aunque tenía algunos inconvenientes prácticos: cada tablilla admitía más o menos el mismo texto que una de nuestras páginas, sólo que las tablillas no podían unirse entre sí. Y esto, claro, complicaba bastante la lectura de textos largos. Llevarse a la playa la trilogía Millenium de Stieg Larsson habría sido bastante más incómodo en aquella época...
El papiro fue todo un avance: un lector voraz no necesitaba acarrear de un lado a otro varios kilos de arcilla. Además, las hojas que se obtenían del prensado de la pulpa vegetal podían pegarse entre sí, lo que permitía escribir textos más largos en un solo rollo (que es justo lo que significa "volumen"). Éste fue el formato más usado en la Antigüedad, tanto por sus inventores egipcios como por griegos y romanos. Era también relativamente barato de producir, si bien se exportaba en su mayoría desde Egipto, donde su producción era monopolio real. El inconveniente es que se trata de un material bastante vulnerable a la humedad y no digamos ya al fuego. Que se lo digan si no a los varios incendios (unos legendarios y otros reales) que sufrió la Biblioteca de Alejandría, en la que se llegaron a custodiar 700.000 de estos rollos de papiro.
La única biblioteca capaz de hacerle algo de sombra a este enorme almacén de material inflamable era la de Pérgamo. Fue quizá la encarnizada competencia que las enfrentó la que llevó a la Biblioteca de Pérgamo a ofrecer un original servicio a sus usuarios: un discreto túnel que unía su interior con un burdel. Pero no es esto lo que la hizo pasar a la historia, sino el hecho de que sus libros se copiaban en un material distinto del papiro y que tomó su nombre precisamente de la ciudad: el pergamino. Producido a partir de piel animal, era sin duda más caro, pero también mucho más duradero y resistente que el papiro. Al contrario que éste, permitía escribir por ambas caras e incluso borrar el texto raspándolo y volver a escribir. Además, la materia prima del papiro debía traerse de Egipto, mientras que las pieles de oveja, cabra y ternero estaban disponibles en cualquier parte. Por todo esto, el nuevo soporte fue implantándose poco a poco en todo el Imperio romano a partir del siglo II d. C.
Si bien al comienzo los pergaminos se enrollaban como el papiro, los romanos pronto empezaron a encuadernarlos para producir códices. Se juntaban varias hojas rectangulares de pergamino, se doblaban formando un cuadernillo y, una vez cosidos varios de éstos, se añadían unas cubiertas de madera. Lo normal es que se partiera de grupos de cuatro hojas, que se llamaban quaterni: de ahí viene la palabra "cuaderno" (y sus derivados "encuadernar" etc.). La ventaja fundamental del códice frente al rollo o volumen es que permite acceder directamente a partes concretas del texto, mientras que el segundo sólo admite una lectura secuencial. Vamos, que en un rollo de papiro no podían ponerse marcapáginas, por la sencilla razón de que no tenía páginas.
El formato códice ha debido de revelarse bastante práctico, porque en lo fundamental se ha mantenido sin cambios durante más o menos 17 siglos. Faltan, sin embargo, dos cosas básicas para que lleguemos al libro tal y como lo conocemos nosotros: el papel y la imprenta. Pero como esta entrada ya se está alargando más de lo razonable, lo dejamos para la siguiente de esta serie...
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Giorgio Manganelli: Centuria. Cien breves novelas-río
Idioma original: italiano
Título original: Centuria. Cento piccoli romanzi fiume
Año de publicación: 1979
Valoración: Muy recomendable
Confieso que siento una gran debilidad por Giorgio Manganelli. Desde que lo descubrí por pura casualidad en La ciénaga definitiva (posiblemente, mi libro favorito, perdido para siempre en la última mudanza), he ido recopilando sus obras como si de tesoros se trataran. No he conseguido todas (las más antiguas están descatalogadas), pero sí las suficientes como para que merezca la pena seguir buceando en las librerías de viejo, cada vez que tengo la ocasión.
A ésta que comento ahora, Centuria, le tengo especial aprecio, quizá porque no sé muy bien cómo catalogarla. Está compuesta, como su título indica, por cien breves novelas-río. O cien relatos. Sea cual sea el nombre que utilicemos para designarlas, las cien partes en las que se divide el libro (ninguna de las cuales ocupa más de dos páginas) no dejan indiferente a ningún lector. Nos hablan de un hombre que soñaba tanto que no dejaba soñar a nadie más, de una ciudad semiabandonada cuyos habitantes cambian constantemente de dominilio, de un hombre al que le roban el universo cuando entra a una tienda a comprar un after-shave, del animal lirio que, en realidad, no es un animal, del fantasma que desea engendrar otro fantasma para no sentirse solo... y poco a poco nos llevan a otra realidad en la que la ausencia de sentido, la nada, el silencio y todo lo contrario son el estandarte de la normalidad.
Se podría decir que Manganelli recoge los estereotipos de la literatura y los reescribe, les lava la cara, ofreciéndonos una nueva visión del mundo y de todo aquello que creemos conocer. No está mal, para ser alguien que afirmaba que se dedicó a escribir porque no sabía atarse los cordones de los zapatos.
Título original: Centuria. Cento piccoli romanzi fiume
Año de publicación: 1979
Valoración: Muy recomendable
Confieso que siento una gran debilidad por Giorgio Manganelli. Desde que lo descubrí por pura casualidad en La ciénaga definitiva (posiblemente, mi libro favorito, perdido para siempre en la última mudanza), he ido recopilando sus obras como si de tesoros se trataran. No he conseguido todas (las más antiguas están descatalogadas), pero sí las suficientes como para que merezca la pena seguir buceando en las librerías de viejo, cada vez que tengo la ocasión.
A ésta que comento ahora, Centuria, le tengo especial aprecio, quizá porque no sé muy bien cómo catalogarla. Está compuesta, como su título indica, por cien breves novelas-río. O cien relatos. Sea cual sea el nombre que utilicemos para designarlas, las cien partes en las que se divide el libro (ninguna de las cuales ocupa más de dos páginas) no dejan indiferente a ningún lector. Nos hablan de un hombre que soñaba tanto que no dejaba soñar a nadie más, de una ciudad semiabandonada cuyos habitantes cambian constantemente de dominilio, de un hombre al que le roban el universo cuando entra a una tienda a comprar un after-shave, del animal lirio que, en realidad, no es un animal, del fantasma que desea engendrar otro fantasma para no sentirse solo... y poco a poco nos llevan a otra realidad en la que la ausencia de sentido, la nada, el silencio y todo lo contrario son el estandarte de la normalidad.
Se podría decir que Manganelli recoge los estereotipos de la literatura y los reescribe, les lava la cara, ofreciéndonos una nueva visión del mundo y de todo aquello que creemos conocer. No está mal, para ser alguien que afirmaba que se dedicó a escribir porque no sabía atarse los cordones de los zapatos.
martes, 22 de septiembre de 2009
Jeff Lindsay: El oscuro pasajero
Idioma original: inglés
Título original: Darkly Dreaming Dexter
Fecha de publicación: 2004
Valoración: Está bien
Dexter es un forense del departamento de policía, especializado en el análisis de las pruebas sanguíneas. Sin embargo, no todo en la vida de Dexter es lo que parece. Debajo de su sonrisa educada, su apariencia caballeresca y sus buenos modales, se esconde un depredador que, de vez en cuando, necesita salir de caza y volver con algún trofeo.
Título original: Darkly Dreaming Dexter
Fecha de publicación: 2004
Valoración: Está bien
Dexter es un forense del departamento de policía, especializado en el análisis de las pruebas sanguíneas. Sin embargo, no todo en la vida de Dexter es lo que parece. Debajo de su sonrisa educada, su apariencia caballeresca y sus buenos modales, se esconde un depredador que, de vez en cuando, necesita salir de caza y volver con algún trofeo.
En cualquier caso, la vida de Dexter se desarrolla sin grandes complicaciones. Tiene un trabajo respetable, tiene éxito en su profesión, sus compañeros saben que tiene un sexto sentido para descubrir pistas esenciales en los casos relacionados con asesinos en serie; tiene una nueva novia que está comenzando a enamorarse de él y una hermanastra, también policía, que recurre a él siempre que lo necesita. Nada en su vida hace pensar al resto sobre su oscuro pasajero. Ninguno de sus compañeros se imagina que Dexter, algunas noches, se dedica a asesinar a ciudadanos que, en apariencia, son personas encantadoras pero que en realidad también esconden un lado oscuro criminal.
Pero de repente, sin previo aviso, su vida da un giro de 180º: una prostituta aparece muerta. Ha sido asesinada y, curiosamente, el modus operandi del asesino es igual al suyo.
Jeff Lindsay arranca la primera novela de la serie protagonizada por Dexter Morgan con este argumento clásico del personaje con las dos caras, unido al tema del vengador. Ambos argumentos de salida resultan en parte tópicos y en los primeros capítulos la historia quizás se resienta un poco debido a ello. Sin embargo, según avanza el libro, el autor consigue crear una tensión narrativa nada despreciable, fundamentalmente gracias al desarrollo psicológico del personaje protagonista, probablemente lo mejor del libro, pese a caer en determinados momentos en descripciones demasiado simplonas.
Una historia interesante, con un final explosivo -aunque en parte previsible- que abre las puertas a la segunda novela de la serie.
También de Jeff Lindsay en ULAD: Querido Dexter, Dexter en la oscuridad
También de Jeff Lindsay en ULAD: Querido Dexter, Dexter en la oscuridad
lunes, 21 de septiembre de 2009
Jorge Luis Borges: Otras inquisiciones
Idioma original: español
Fecha de publicación: 1952
Valoración: Imprescindible
Borges es reconocido como un maestro del relato. Aunque, desde luego, comparto este juicio, siempre he creído que el verdadero género de Borges era el ensayo. Si algo le caracteriza como autor de relatos, es su capacidad para encarnar ideas y hacer que el lector note bien cerca su aliento verosímil. De hecho, la trama viene marcada a menudo por las intrincadas consecuencias de una hipótesis metafísica, elegida por su valor estético. En los ensayos encontramos este mismo juego con las ideas, pero descarnado, es decir, regido por las solas reglas de un rigor lógico algo peculiar. El texto no se resiente con el cambio: lo que se pierde en materia narrativa se gana en la tensión intelectual a la que obligan las restricciones del discurso. El lector afronta aquí también una trayectoria sorprendente, quizá menos tangible, pero más concentrada.
En muchos de sus ensayos Borges no se comporta de modo distinto a un narrador; por momentos parece incluso estar construyendo la trama de un relato policiaco: plantea un enigma y amaga diversas soluciones. La diferencia, quizá, es que aquí no tiene cabida ningún monólogo final del detective, donde todos los cabos queden atados y la curiosidad del lector, satisfecha. En "La muralla y los libros", por ejemplo, Borges parte de un hecho histórico: un mismo emperador chino hizo construir la Gran Muralla y ordenó quemar todos los libros anteriores a él. Lo que los libros de historia registran con escrupulosa indiferencia es para Borges motivo de asombro, de sospecha. Algún secreto sentido debe de esconderse en la extraordinaria coincidencia de tan grandes obras de creación y destrucción. Tras proponer varias explicaciones, sin embargo, Borges acaba dándose por vencido y entrega al lector al poder que reside en la imagen misma de esa coincidencia.
Otras inquisiciones reúne algunos de los ensayos más visionarios de Borges, los que le señalan como un escritor intempestivo, capaz de ver sobre los provincialismos de su tiempo. "Kafka y sus precursores" recoge unas intuiciones sobre la construcción de las tradiciones culturales que se adelantan dos décadas a las que propondría el post-estructuralismo. En este ensayo Borges repasa los lugares de la literatura mundial donde ha reconocido, a lo largo de los años, la voz de Kafka: las paradojas de Zenón (que tienen su correlato narrativo en El castillo), cierta fábula china o dos parábolas de Kierkegaard, entre otros. Todos estos textos -dice- no tienen nada en común, si no es su afinidad con la obra de Kafka; una afinidad que empezó a existir sólo después de que ésta fuera escrita. Borges concluye que "cada escritor crea a sus precursores" y que "en esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres": El primer Kafka sería menos precursor de su obra madura de lo que lo son algunos de los nombres mencionados.
Borges libera así la formación del canon literario de dos arraigadas supersticiones: las que lo someten a un proceso de acumulación lineal y al azar biográfico. Se anuncia ese tema estrella del post-estructuralismo que se dio en llamar "la muerte del autor". Esta influencia de Borges sobre la filosofía francesa de los años 60-70 es abiertamente reconocida por Foucault, que escribió Las palabras y las cosas para tratar de explicarse la risa que le suscitaba un texto de Borges. Se trata del célebre extracto de una (imaginaria) enciclopedia china, citado en "El idioma analítico de John Wilkins". No me resisto a recogerlo aquí:
Fecha de publicación: 1952
Valoración: Imprescindible
Borges es reconocido como un maestro del relato. Aunque, desde luego, comparto este juicio, siempre he creído que el verdadero género de Borges era el ensayo. Si algo le caracteriza como autor de relatos, es su capacidad para encarnar ideas y hacer que el lector note bien cerca su aliento verosímil. De hecho, la trama viene marcada a menudo por las intrincadas consecuencias de una hipótesis metafísica, elegida por su valor estético. En los ensayos encontramos este mismo juego con las ideas, pero descarnado, es decir, regido por las solas reglas de un rigor lógico algo peculiar. El texto no se resiente con el cambio: lo que se pierde en materia narrativa se gana en la tensión intelectual a la que obligan las restricciones del discurso. El lector afronta aquí también una trayectoria sorprendente, quizá menos tangible, pero más concentrada.
En muchos de sus ensayos Borges no se comporta de modo distinto a un narrador; por momentos parece incluso estar construyendo la trama de un relato policiaco: plantea un enigma y amaga diversas soluciones. La diferencia, quizá, es que aquí no tiene cabida ningún monólogo final del detective, donde todos los cabos queden atados y la curiosidad del lector, satisfecha. En "La muralla y los libros", por ejemplo, Borges parte de un hecho histórico: un mismo emperador chino hizo construir la Gran Muralla y ordenó quemar todos los libros anteriores a él. Lo que los libros de historia registran con escrupulosa indiferencia es para Borges motivo de asombro, de sospecha. Algún secreto sentido debe de esconderse en la extraordinaria coincidencia de tan grandes obras de creación y destrucción. Tras proponer varias explicaciones, sin embargo, Borges acaba dándose por vencido y entrega al lector al poder que reside en la imagen misma de esa coincidencia.
Otras inquisiciones reúne algunos de los ensayos más visionarios de Borges, los que le señalan como un escritor intempestivo, capaz de ver sobre los provincialismos de su tiempo. "Kafka y sus precursores" recoge unas intuiciones sobre la construcción de las tradiciones culturales que se adelantan dos décadas a las que propondría el post-estructuralismo. En este ensayo Borges repasa los lugares de la literatura mundial donde ha reconocido, a lo largo de los años, la voz de Kafka: las paradojas de Zenón (que tienen su correlato narrativo en El castillo), cierta fábula china o dos parábolas de Kierkegaard, entre otros. Todos estos textos -dice- no tienen nada en común, si no es su afinidad con la obra de Kafka; una afinidad que empezó a existir sólo después de que ésta fuera escrita. Borges concluye que "cada escritor crea a sus precursores" y que "en esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres": El primer Kafka sería menos precursor de su obra madura de lo que lo son algunos de los nombres mencionados.
Borges libera así la formación del canon literario de dos arraigadas supersticiones: las que lo someten a un proceso de acumulación lineal y al azar biográfico. Se anuncia ese tema estrella del post-estructuralismo que se dio en llamar "la muerte del autor". Esta influencia de Borges sobre la filosofía francesa de los años 60-70 es abiertamente reconocida por Foucault, que escribió Las palabras y las cosas para tratar de explicarse la risa que le suscitaba un texto de Borges. Se trata del célebre extracto de una (imaginaria) enciclopedia china, citado en "El idioma analítico de John Wilkins". No me resisto a recogerlo aquí:
Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí
domingo, 20 de septiembre de 2009
Paul Auster: El cuaderno rojo
Idioma original: inglés
Título original: The Red Notebook
Año de publicación: 1992
Valoración: recomendable
El cuaderno rojo es un librito de relatos de apenas 100 páginas, que forma parte de una serie de libros de relatos escritos por el prolífico escritor Paul Auster (del que ya hemos reseñado Un hombre en la oscuridad). Es una recopilación de "historias mínimas", supuestamente reales, recogidas por el escritor en su "cuaderno rojo" -aunque con Auster uno nunca debe fiarse sobre lo que es real y lo que es ficticio.
Todas las historias tienen algo en común: narran coincidencias asombrosas que conectan a las personas a través del tiempo y el espacio: alguien que llega en el momento adecuado, cuando sus amigos están a punto de desfallecer de hambre y desesperación; alguien que conoce en un país lejano a quien resulta ser el vecino de su hermana; alguien que siempre que se sube a un coche con el autor, sufre un pinchazo en una rueda... Son anécdotas sencillas, contadas sencillamente en pocas páginas, que ponen de manifiesto la fuerza poderosa del azar.
La más interesante de estas pequeñas anécdotas -real como las demás, si nos fiamos de Auster- es la que narra cómo se gestó Ciudad de cristal, la primera de las novelas de su Trilogía de Nueva York: dos noches seguidas, una persona desconocida llamó por error a su número de teléfono, preguntando por la agencia de detectives Pinkerton; después de la segunda llamada, Auster se planteó hacerse pasar por Pinkerton si esa persona volvía a llamar, pero no hubo tal tercera llamada. En la novela, el desconocido llama por error al protagonista -un tal Quinn- preguntando por el detective Paul Auster; Quinn le dice que se ha confundido, las dos primeras veces; a la tercera, contesta: "yo soy Paul Auster". Años después, continúa Auster (el autor de El cuaderno rojo), una persona marcó por error el número de su casa en Brooklyn: "¿El señor Quinn?", preguntó... Otra coincidencia más.
En la edición española de Quinteto, las historias de Auster vienen precedidas por un prólogo del traductor, pero no un prólogo al uso (académico, descriptivo, laudatorio), sino un pequeño ensayo sobre la vida del propio Auster, y cómo se convirtió en estudiante, traductor, novelista o cazador de coincidencias...
Otras obras de Paul Auster en ULAD: Aquí
Título original: The Red Notebook
Año de publicación: 1992
Valoración: recomendable
El cuaderno rojo es un librito de relatos de apenas 100 páginas, que forma parte de una serie de libros de relatos escritos por el prolífico escritor Paul Auster (del que ya hemos reseñado Un hombre en la oscuridad). Es una recopilación de "historias mínimas", supuestamente reales, recogidas por el escritor en su "cuaderno rojo" -aunque con Auster uno nunca debe fiarse sobre lo que es real y lo que es ficticio.
Todas las historias tienen algo en común: narran coincidencias asombrosas que conectan a las personas a través del tiempo y el espacio: alguien que llega en el momento adecuado, cuando sus amigos están a punto de desfallecer de hambre y desesperación; alguien que conoce en un país lejano a quien resulta ser el vecino de su hermana; alguien que siempre que se sube a un coche con el autor, sufre un pinchazo en una rueda... Son anécdotas sencillas, contadas sencillamente en pocas páginas, que ponen de manifiesto la fuerza poderosa del azar.
La más interesante de estas pequeñas anécdotas -real como las demás, si nos fiamos de Auster- es la que narra cómo se gestó Ciudad de cristal, la primera de las novelas de su Trilogía de Nueva York: dos noches seguidas, una persona desconocida llamó por error a su número de teléfono, preguntando por la agencia de detectives Pinkerton; después de la segunda llamada, Auster se planteó hacerse pasar por Pinkerton si esa persona volvía a llamar, pero no hubo tal tercera llamada. En la novela, el desconocido llama por error al protagonista -un tal Quinn- preguntando por el detective Paul Auster; Quinn le dice que se ha confundido, las dos primeras veces; a la tercera, contesta: "yo soy Paul Auster". Años después, continúa Auster (el autor de El cuaderno rojo), una persona marcó por error el número de su casa en Brooklyn: "¿El señor Quinn?", preguntó... Otra coincidencia más.
En la edición española de Quinteto, las historias de Auster vienen precedidas por un prólogo del traductor, pero no un prólogo al uso (académico, descriptivo, laudatorio), sino un pequeño ensayo sobre la vida del propio Auster, y cómo se convirtió en estudiante, traductor, novelista o cazador de coincidencias...
Otras obras de Paul Auster en ULAD: Aquí
sábado, 19 de septiembre de 2009
Sam Savage: Firmin
Idioma original: inglés
Título original: Firmin: Adventures of a Metropolitan Lowlife
Año de publicación: 2006
Valoración: Recomendable
Ésta es la historia de Firmin, una rata culta y solitaria. Culta porque, tras aprender a leer mientras devora las páginas de un libro, decide “devorar” –literariamente hablando– todos los ejemplares de la librería que habita. Y solitaria porque, debido a esta afición tan poco “animal”, su familia lo margina y abandona. Pero Firmin, que no se siente en absoluto como uno más de sus congéneres, aprovecha su soledad para dedicarse casi exclusivamente a perderse en la literatura y a estudiar con detenimiento la vida dentro y fuera de la librería.
Tras intentar entablar amistad con el librero y vivir con un escritor fracasado que se convertirá en su único amigo, Firmin descubre con tristeza que es demasiado humano para vivir con las ratas y demasiado animal para vivir con los seres humanos. Por eso decide protagonizar las historias de las que se alimenta y salir adelante, mientras el barrio en el que vive se desmorona y el mundo al completo parece irse al traste.
Pero que nadie se equivoque. Firmin no es una novela infantil, no es una historia de roedores que se comunican con seres humanos y protagonizan las más hilarantes aventuras. Es una obra adulta, seria, narrada de forma brillante y salpicada de alegorías y referencias literarias, que nos hará reflexionar, llorar y reir a partes iguales.
También de Sam Savage en ULAD: Cristal, El lamento del perezoso.
Título original: Firmin: Adventures of a Metropolitan Lowlife
Año de publicación: 2006
Valoración: Recomendable
Ésta es la historia de Firmin, una rata culta y solitaria. Culta porque, tras aprender a leer mientras devora las páginas de un libro, decide “devorar” –literariamente hablando– todos los ejemplares de la librería que habita. Y solitaria porque, debido a esta afición tan poco “animal”, su familia lo margina y abandona. Pero Firmin, que no se siente en absoluto como uno más de sus congéneres, aprovecha su soledad para dedicarse casi exclusivamente a perderse en la literatura y a estudiar con detenimiento la vida dentro y fuera de la librería.
Tras intentar entablar amistad con el librero y vivir con un escritor fracasado que se convertirá en su único amigo, Firmin descubre con tristeza que es demasiado humano para vivir con las ratas y demasiado animal para vivir con los seres humanos. Por eso decide protagonizar las historias de las que se alimenta y salir adelante, mientras el barrio en el que vive se desmorona y el mundo al completo parece irse al traste.
Pero que nadie se equivoque. Firmin no es una novela infantil, no es una historia de roedores que se comunican con seres humanos y protagonizan las más hilarantes aventuras. Es una obra adulta, seria, narrada de forma brillante y salpicada de alegorías y referencias literarias, que nos hará reflexionar, llorar y reir a partes iguales.
También de Sam Savage en ULAD: Cristal, El lamento del perezoso.
viernes, 18 de septiembre de 2009
Javier García Sánchez: Ella, Drácula
Idioma original: español
Año de publicación: 2005
Valoración: Muy recomendable
Mi amiga Leire, sabedora de mi fascinación por el lado oscuro de la naturaleza humana, me prestó el libro que hoy protagoniza mi post.
Cuando me lo trajo (metido en una elegante bolsita de cartón blanca y negra de una boutique con nombre italiano, aunque no sé por qué lo menciono, quizás para causar contraste entre el continente y el contenido…) me advirtió de lo “difícil” de leer que era, ya que estaba plagado de escenas moral y éticamente obscenas, colmado de aberraciones y torturas que dejaban como simples aficionados a los soldados tarugos de la base estadounidense de Guantánamo.
Pero yo me hice el tipo duro, ¡buah!, mira que tratar de herirme la sensibilidad a mí, que me vi enterita y sin cerrar los ojos ni una sola vez Saló o los 120 día de Sodoma de Pier Paolo Passolini… Y una buena noche, un poco a regañadientes (porque aquello olía a best-seller, el horror-el horror) saqué de la primorosa bolsita de boutique el libro de mi amiga y comencé a leer la historia de esa condesa húngara pirada del siglo XVI, Erzsébet Báthory, de la que hasta hacía poco no sabía mucho, sólo que era un especie de draculina con tendencias lésbicas aficionada a darse baños de sangre de doncellas vírgenes. Vamos, una Vlad Tepes al uso, una noble rica, aburrida y locuela (a causa, quizás, de la espesa sangre endogámica que corría por sus venas), que en vez de matar malditos e infieles turcos como hacían los varones de su entorno, obedecía a sus instintos infrahumanos martirizando a jóvenes sirvientas.
Pero una cosa era quedarse con la idea general de semejante señora, y otra, ahondar en la bestia…Y con la obra de García Sánchez, créanme que lo hice…
Ella, Drácula cuenta la vida de la que fue la materia prima perfecta con la que Bram Stoker podría haber modelado a su monstruo, uno de los titanes no sólo de la literatura de horror, sino de la literatura universal: el atormentado y violento conde Drácula; aunque la versión oficial dice que el tipo con colmillos y aficionado a la sangría tuvo como fuente de inspiración directa al ya citado malandrín de Vlad Tepes, llamado el Empalador (adivinen por qué…).
El libro está narrado desde el punto de vista de un personaje ficticio, un cura que en su infancia vivió en el castillo de Erzsébet Báthory, ya que su madre era lavandera allí. Así, el pequeño que luego se convertiría en religioso, vio con sus propios ojos lo que las sencillas gentes de la zona rumoreaban: que las decenas y decenas de jovencitas que iban a servir a la condesa (y que jamás volvían o morían en bloque, de extrañas enfermedades) eran en realidad objeto de las mayores vejaciones y torturas inimaginables por parte de la monstruosa aristócrata, madre de cuatro hijos a los que prácticamente no veía y viuda joven de un mata-turcos excepcional que se pasaba el día batallando.
No voy a describir aquí (es duro, muy duro) qué es lo que les hacía exactamente a sus víctimas la Drácula ésta, al parecer, una dama bellísima, amante de los trajes de terciopelo y los corsés, y muy culta, pero también una desequilibrada morbosamente atraída por el esoterismo y la brujería desde muy joven. Se cuenta que su obsesión por bañarse en sangre de muchachas fue a causa de un accidente: una de sus criadas, al cepillarle su larga melena oscura, le dio sin querer un tirón; la condesa la golpeó hasta hacerla sangrar; la sangre de la chica le salpicó la mano, y cuando se limpió la mano creyó comprobar cómo la piel que había entrado en contacto con la sangre había milagrosamente rejuvenecido. Así empezó todo.
El libro, por tanto, cuenta, desde el punto de vista del chiquillo/cura la sanguinaria senda existencial de la Báthory, siempre ocupada en recolectar jovencitas de familia humilde a las que apresaba en sus castillos para torturarlas y arrebatarles lo que ella consideraba el secreto de la belleza y juventud eternas. El problema de la criminal, siempre ayudada por un séquito de colaboradores necesarios que incluía un jorobado de pesadilla y un par de brujas, fue que su cada vez más desatada locura le hizo cometer un error inexcusable: empezar a buscar sus víctimas entre jóvenes de mayor posición social. Los nobles no perdonaron sus vilezas, y acabó siendo condenada a vivir hasta el fin de sus días confinada en su cuarto, empaladas la puerta de entrada y las ventanas, con lo que su único contacto con el exterior era una rendija encima de su cabeza y el huequito por el que le pasaban comida y agua cada quince días.
Cuatro años después de su encierro y la ejecución de sus colaboradores, la encontraron muerta entre alimañas de toda clase, especialmente de murciélagos, vestida de negro y con su sempiterno cuello alzado... ¿Bram Stoker se inspiró en Vlad qué…?
Por otra parte (morbo aparte, quiero decir), este libro es buena prueba de la excelente labor de documentación e información realizada por el autor, ya que el lector puede conocer mejor el contexto político y bélico de la época, y además, García Sánchez utiliza un lenguaje, unas expresiones y unos símiles poco usados actualmente, de tipo romántico y gótico pero nunca pretencioso, que le da a uno la sensación de estar leyendo una fábula cruel y violenta, en la línea de los cuentos de hadas originales (vamos: antes de ser corrompidos por Walt Disney): cuentos en los que los lobos eran corruptores de menores y las hermanastras feas se rebanaban los talones con el cuchillo más afilado de la cocina con tal de que les cupiera el zapatito de cristal y pudieran llevarse al altar al príncipe más azul del reino. Colorín colorado, cómo nos han engañado...
PD: ¡Películas recientes sobre la Báthory! Una checa de 2008 (con Anna Friel), y la última, de 2009, dirigida e interpretada por la francesa Julie Delpy, y con Daniel Brühl y William Hurt. A ver cuándo estrenan ésta...
Año de publicación: 2005
Valoración: Muy recomendable
Mi amiga Leire, sabedora de mi fascinación por el lado oscuro de la naturaleza humana, me prestó el libro que hoy protagoniza mi post.
Cuando me lo trajo (metido en una elegante bolsita de cartón blanca y negra de una boutique con nombre italiano, aunque no sé por qué lo menciono, quizás para causar contraste entre el continente y el contenido…) me advirtió de lo “difícil” de leer que era, ya que estaba plagado de escenas moral y éticamente obscenas, colmado de aberraciones y torturas que dejaban como simples aficionados a los soldados tarugos de la base estadounidense de Guantánamo.
Pero yo me hice el tipo duro, ¡buah!, mira que tratar de herirme la sensibilidad a mí, que me vi enterita y sin cerrar los ojos ni una sola vez Saló o los 120 día de Sodoma de Pier Paolo Passolini… Y una buena noche, un poco a regañadientes (porque aquello olía a best-seller, el horror-el horror) saqué de la primorosa bolsita de boutique el libro de mi amiga y comencé a leer la historia de esa condesa húngara pirada del siglo XVI, Erzsébet Báthory, de la que hasta hacía poco no sabía mucho, sólo que era un especie de draculina con tendencias lésbicas aficionada a darse baños de sangre de doncellas vírgenes. Vamos, una Vlad Tepes al uso, una noble rica, aburrida y locuela (a causa, quizás, de la espesa sangre endogámica que corría por sus venas), que en vez de matar malditos e infieles turcos como hacían los varones de su entorno, obedecía a sus instintos infrahumanos martirizando a jóvenes sirvientas.
Pero una cosa era quedarse con la idea general de semejante señora, y otra, ahondar en la bestia…Y con la obra de García Sánchez, créanme que lo hice…
Ella, Drácula cuenta la vida de la que fue la materia prima perfecta con la que Bram Stoker podría haber modelado a su monstruo, uno de los titanes no sólo de la literatura de horror, sino de la literatura universal: el atormentado y violento conde Drácula; aunque la versión oficial dice que el tipo con colmillos y aficionado a la sangría tuvo como fuente de inspiración directa al ya citado malandrín de Vlad Tepes, llamado el Empalador (adivinen por qué…).
El libro está narrado desde el punto de vista de un personaje ficticio, un cura que en su infancia vivió en el castillo de Erzsébet Báthory, ya que su madre era lavandera allí. Así, el pequeño que luego se convertiría en religioso, vio con sus propios ojos lo que las sencillas gentes de la zona rumoreaban: que las decenas y decenas de jovencitas que iban a servir a la condesa (y que jamás volvían o morían en bloque, de extrañas enfermedades) eran en realidad objeto de las mayores vejaciones y torturas inimaginables por parte de la monstruosa aristócrata, madre de cuatro hijos a los que prácticamente no veía y viuda joven de un mata-turcos excepcional que se pasaba el día batallando.
No voy a describir aquí (es duro, muy duro) qué es lo que les hacía exactamente a sus víctimas la Drácula ésta, al parecer, una dama bellísima, amante de los trajes de terciopelo y los corsés, y muy culta, pero también una desequilibrada morbosamente atraída por el esoterismo y la brujería desde muy joven. Se cuenta que su obsesión por bañarse en sangre de muchachas fue a causa de un accidente: una de sus criadas, al cepillarle su larga melena oscura, le dio sin querer un tirón; la condesa la golpeó hasta hacerla sangrar; la sangre de la chica le salpicó la mano, y cuando se limpió la mano creyó comprobar cómo la piel que había entrado en contacto con la sangre había milagrosamente rejuvenecido. Así empezó todo.
El libro, por tanto, cuenta, desde el punto de vista del chiquillo/cura la sanguinaria senda existencial de la Báthory, siempre ocupada en recolectar jovencitas de familia humilde a las que apresaba en sus castillos para torturarlas y arrebatarles lo que ella consideraba el secreto de la belleza y juventud eternas. El problema de la criminal, siempre ayudada por un séquito de colaboradores necesarios que incluía un jorobado de pesadilla y un par de brujas, fue que su cada vez más desatada locura le hizo cometer un error inexcusable: empezar a buscar sus víctimas entre jóvenes de mayor posición social. Los nobles no perdonaron sus vilezas, y acabó siendo condenada a vivir hasta el fin de sus días confinada en su cuarto, empaladas la puerta de entrada y las ventanas, con lo que su único contacto con el exterior era una rendija encima de su cabeza y el huequito por el que le pasaban comida y agua cada quince días.
Cuatro años después de su encierro y la ejecución de sus colaboradores, la encontraron muerta entre alimañas de toda clase, especialmente de murciélagos, vestida de negro y con su sempiterno cuello alzado... ¿Bram Stoker se inspiró en Vlad qué…?
Por otra parte (morbo aparte, quiero decir), este libro es buena prueba de la excelente labor de documentación e información realizada por el autor, ya que el lector puede conocer mejor el contexto político y bélico de la época, y además, García Sánchez utiliza un lenguaje, unas expresiones y unos símiles poco usados actualmente, de tipo romántico y gótico pero nunca pretencioso, que le da a uno la sensación de estar leyendo una fábula cruel y violenta, en la línea de los cuentos de hadas originales (vamos: antes de ser corrompidos por Walt Disney): cuentos en los que los lobos eran corruptores de menores y las hermanastras feas se rebanaban los talones con el cuchillo más afilado de la cocina con tal de que les cupiera el zapatito de cristal y pudieran llevarse al altar al príncipe más azul del reino. Colorín colorado, cómo nos han engañado...
PD: ¡Películas recientes sobre la Báthory! Una checa de 2008 (con Anna Friel), y la última, de 2009, dirigida e interpretada por la francesa Julie Delpy, y con Daniel Brühl y William Hurt. A ver cuándo estrenan ésta...
jueves, 17 de septiembre de 2009
Pierre Bayard: Cómo hablar de los libros que no se han leído
Idioma original: francés
Título original: Comment parler des livres que l'on n'a pas lus?
Fecha de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable
Lo confieso: no compré este libro con la mejor de las intenciones. Llevaba ya entonces un par de meses escribiendo reseñas para este blog y empezaba a gestarse en mí una incipiente conciencia de crítico. Aun sin tener muy claro en qué consistía, exactamente, esto de la crítica literaria, me parecía que debía de exigir ciertos compromisos. Algo así como un pacto moral con autores y lectores. Un crítico -me decía- debe dar honestamente su juicio sobre los libros que comenta y por eso debe leerlos con atención y, sobra decirlo, en su totalidad. Sus lecturas deben ser omniabarcantes y su opinión implacable. Estaba decidido a consagrarme al cultivo de la erudición y la severidad, hasta convertirme en algo a medio camino entre un cardenal renacentista y un notario inglés.
Cuando empezaba ya a imaginar el lema latino que haría grabar en los libros de mi futura biblioteca de crítico, descubrí de pronto este título en el estante de una librería y todos mis firmes principios se evaporaron en cuestión de segundos. Al instante me pareció escuchar una voz que me siseaba al oído: "¿Cómo hablar de los libros que no se han leído? ¡Eso es justo lo que necesitas! ¿O es que piensas que podrás mantener mucho tiempo este ritmo de reseñas? ¿Acaso no vas a hacer más que leer todo el día? Antes de que te des cuenta perderás toda tu vida social, y serás un tipo sin amigos y con 9 dioptrías en cada ojo. ¡Vamos, cómpralo!"
Debo reconocer que no esperé a que se formara en mi mente un solo argumento a favor del "pacto moral con autores y lectores". Mientras volvía a mi casa balanceando nerviosamente la bolsa de plástico de la librería, me preguntaba qué misteriosas técnicas me serían reveladas. Me imaginaba iniciado en el arcano saber de los críticos franceses, escrutando con ceño fruncido la portada de un libro y escribiendo después la reseña del tirón, sin abrir siquiera sus páginas. En fin, supongo que a nadie le sorprenderá saber que mis expectativas se vieron pronto frustradas. Aunque, bien pensado, quizá sólo en cierto sentido. Es verdad que no aprendí ninguna técnica milagrosa de lectura rápida o de crítica por telepatía, pero el libro sí me hizo cambiar mi manera de afrontar la tarea del crítico.
Ocurre a menudo que nos avergonzamos de no haber leído lo suficiente; sobre todo, si nos movemos en el mundo de las humanidades. Pues bien, lo que Bayard pretende es liberarnos de ese sentido de culpa y capacitarnos para hablar, con la cabeza alta, de libros que jamás hayamos abierto. Lo primero es librar a la no-lectura del aura de vergüenza que la acompaña. Así, Bayard argumenta que gran parte de nuestro conocimiento literario refiere a libros de los que hemos oído hablar, que sólo hemos hojeado o que ya casi hemos olvidado. Ese saber nebuloso conforma una especie de mapa que nos permite orientarnos en el territorio de la cultura.
Por otro lado, incluso los libros que sí hemos leído los interpretamos según nuestras propias pautas culturales y personales, generando en cada caso un "libro interior" que difiere mucho de una persona a otra. Se desmitifica así el concepto de "libro leído", mucho más ambiguo de lo que parece. No es sólo que proyectemos siempre nuestra experiencia en los libros, sino que ésta va cambiando con el tiempo, y con ella el recuerdo que tenemos de nuestras lecturas. El resultado es un fenómeno del que ya hemos hablado a menudo: una segunda lectura suele confirmarnos que el libro que recordábamos tiene poco que ver con el que estamos releyendo. Para Bayard el libro es algo fluido, cambiante y en relación con el todo de la cultura. Es decir, algo que no puede nunca darse por conocido definitivamente. Siempre que hablamos de libros, hablamos, en cierto sentido, de libros que no hemos leído.
Puede que estas revelaciones os arrebaten la poca fe que tuvierais en las reseñas de este blog. Y puede que eso no esté nada mal. Por mi parte, este ensayo me sirvió como revulsivo contra unas pretensiones demasiado elevadas. El crítico no puede leerlo todo ni dar ningún juicio definitivo: debe limitarse a presentar en cada caso el libro interior que él mismo ha construido y que puede tener muy poco que ver con lo que el autor imaginaba. Después de todo, eso es lo que acabo de hacer, y si a Bayard no le gusta, tendrá que aguantarse.
Título original: Comment parler des livres que l'on n'a pas lus?
Fecha de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable
Lo confieso: no compré este libro con la mejor de las intenciones. Llevaba ya entonces un par de meses escribiendo reseñas para este blog y empezaba a gestarse en mí una incipiente conciencia de crítico. Aun sin tener muy claro en qué consistía, exactamente, esto de la crítica literaria, me parecía que debía de exigir ciertos compromisos. Algo así como un pacto moral con autores y lectores. Un crítico -me decía- debe dar honestamente su juicio sobre los libros que comenta y por eso debe leerlos con atención y, sobra decirlo, en su totalidad. Sus lecturas deben ser omniabarcantes y su opinión implacable. Estaba decidido a consagrarme al cultivo de la erudición y la severidad, hasta convertirme en algo a medio camino entre un cardenal renacentista y un notario inglés.
Cuando empezaba ya a imaginar el lema latino que haría grabar en los libros de mi futura biblioteca de crítico, descubrí de pronto este título en el estante de una librería y todos mis firmes principios se evaporaron en cuestión de segundos. Al instante me pareció escuchar una voz que me siseaba al oído: "¿Cómo hablar de los libros que no se han leído? ¡Eso es justo lo que necesitas! ¿O es que piensas que podrás mantener mucho tiempo este ritmo de reseñas? ¿Acaso no vas a hacer más que leer todo el día? Antes de que te des cuenta perderás toda tu vida social, y serás un tipo sin amigos y con 9 dioptrías en cada ojo. ¡Vamos, cómpralo!"
Debo reconocer que no esperé a que se formara en mi mente un solo argumento a favor del "pacto moral con autores y lectores". Mientras volvía a mi casa balanceando nerviosamente la bolsa de plástico de la librería, me preguntaba qué misteriosas técnicas me serían reveladas. Me imaginaba iniciado en el arcano saber de los críticos franceses, escrutando con ceño fruncido la portada de un libro y escribiendo después la reseña del tirón, sin abrir siquiera sus páginas. En fin, supongo que a nadie le sorprenderá saber que mis expectativas se vieron pronto frustradas. Aunque, bien pensado, quizá sólo en cierto sentido. Es verdad que no aprendí ninguna técnica milagrosa de lectura rápida o de crítica por telepatía, pero el libro sí me hizo cambiar mi manera de afrontar la tarea del crítico.
Ocurre a menudo que nos avergonzamos de no haber leído lo suficiente; sobre todo, si nos movemos en el mundo de las humanidades. Pues bien, lo que Bayard pretende es liberarnos de ese sentido de culpa y capacitarnos para hablar, con la cabeza alta, de libros que jamás hayamos abierto. Lo primero es librar a la no-lectura del aura de vergüenza que la acompaña. Así, Bayard argumenta que gran parte de nuestro conocimiento literario refiere a libros de los que hemos oído hablar, que sólo hemos hojeado o que ya casi hemos olvidado. Ese saber nebuloso conforma una especie de mapa que nos permite orientarnos en el territorio de la cultura.
Por otro lado, incluso los libros que sí hemos leído los interpretamos según nuestras propias pautas culturales y personales, generando en cada caso un "libro interior" que difiere mucho de una persona a otra. Se desmitifica así el concepto de "libro leído", mucho más ambiguo de lo que parece. No es sólo que proyectemos siempre nuestra experiencia en los libros, sino que ésta va cambiando con el tiempo, y con ella el recuerdo que tenemos de nuestras lecturas. El resultado es un fenómeno del que ya hemos hablado a menudo: una segunda lectura suele confirmarnos que el libro que recordábamos tiene poco que ver con el que estamos releyendo. Para Bayard el libro es algo fluido, cambiante y en relación con el todo de la cultura. Es decir, algo que no puede nunca darse por conocido definitivamente. Siempre que hablamos de libros, hablamos, en cierto sentido, de libros que no hemos leído.
Puede que estas revelaciones os arrebaten la poca fe que tuvierais en las reseñas de este blog. Y puede que eso no esté nada mal. Por mi parte, este ensayo me sirvió como revulsivo contra unas pretensiones demasiado elevadas. El crítico no puede leerlo todo ni dar ningún juicio definitivo: debe limitarse a presentar en cada caso el libro interior que él mismo ha construido y que puede tener muy poco que ver con lo que el autor imaginaba. Después de todo, eso es lo que acabo de hacer, y si a Bayard no le gusta, tendrá que aguantarse.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Martin Amis: Campos de Londres
Idioma original: inglés
Título original: London Fields
Año de publicación: 1989
Valoración: Muy recomendable
Para mi gusto, una de las mayores virtudes que puede tener un novelista es la ironía: una cierta distancia ética y estética con respecto a sus personajes, que evite la idealización y la sensiblería excesiva. Incluso, un punto de crueldad nunca está de más. Ejemplos: Cervantes, Flaubert, Nabokov... Pero lo de Martin Amis ya casi me parece demasiado: no es que sea un poco cruel con sus personajes: es que es un cabrón con ellos, sin excepción.
London Fields me llegó recomendado por un amigo con el que suelo coincidir en gustos. "De entre los escritores actuales, los británicos están entre los mejores; de entre los escritores británicos, el que más me gusta es Martin Amis; y de entre las novelas de Amis, London Fields es la mejor", me dijo, aunque quizás no con esas palabras. Yo me leí antes otra novela de Amis, Perro Callejero (Yellow Dog en el original), y no me gustó, así que ataqué Campos de Londres con ganas, pero con algo de escepticismo, y después de leerla comprendí por qué está considerada como la mejor novela de su autor, y una de las mejores que se han escrito en los últimos 25 años.
Inicialmente, Campos de Londres se plantea como una novela policiaca: hay un asesino: Keith Talent, un pícaro sin escrúpulos de clase baja; una asesinada -que no víctima-: la seductora y manipuladora Nicola Six; un cebo humano que sirve de contrapunto a los otros dos: el aristocrático e ingenuo Guy Clinch; y un narrador, Sam Young, escritor fracasado y moribundo, que casi por accidente se ve involucrado en la trama y decide aprovecharse de ella como material para su siguiente obra. Pero los códigos de la novela policiaca se subvierten muy pronto: en primer lugar, porque el crimen todavía no se ha cometido, y la novela trata de su preparación, no de su investigación; y en segundo lugar porque quien mueve los hilos de la trama no es el asesino, sino la asesinada, Nicola Six, un personaje de astucia y habilidad casi sobrenaturales, que ha decidido morir el día de su 35.º cumpleaños.
Campos de Londres es una novela dura, triste y agobiante (entre otras cosas, porque se sitúa al borde del pánico del cambio de Milenio y de una posible hecatombe planetaria que los personajes llaman "La Crisis"). No hay personaje bueno: Keith es un ladronzuelo, un caradura y un maltratador; Nicola es cruel, fría e insensible; el propio narrador es egoísta, inseguro y poco fiable; el único por el que cabe sentir cierta pena es Guy: ignorado por su mujer Hope, mutilado y maltratado constantemente por su hiperactivo hijo Marmaduke, seducido y engañado por Nicola de la manera más dolorosa posible (literalmente: la técnica fundamental consiste en provocarle constantes erecciones insatisfechas durante 300 páginas)... pero su credulidad extrema y su falta de nervio hacen que resulte tan desagradable como los demás.
Desde luego, Campos de Londres merece la pena. No es una lectura fácil, ni siempre agradable, pero es una novela intensa, poderosa y muy bien construida, con un final levemente decepcionante para mi gusto, pero un desarrollo de la trama y de los personajes verdaderamente magistral.
Otras obras de Martin Amis en ULAD: Aquí
Título original: London Fields
Año de publicación: 1989
Valoración: Muy recomendable
Para mi gusto, una de las mayores virtudes que puede tener un novelista es la ironía: una cierta distancia ética y estética con respecto a sus personajes, que evite la idealización y la sensiblería excesiva. Incluso, un punto de crueldad nunca está de más. Ejemplos: Cervantes, Flaubert, Nabokov... Pero lo de Martin Amis ya casi me parece demasiado: no es que sea un poco cruel con sus personajes: es que es un cabrón con ellos, sin excepción.
London Fields me llegó recomendado por un amigo con el que suelo coincidir en gustos. "De entre los escritores actuales, los británicos están entre los mejores; de entre los escritores británicos, el que más me gusta es Martin Amis; y de entre las novelas de Amis, London Fields es la mejor", me dijo, aunque quizás no con esas palabras. Yo me leí antes otra novela de Amis, Perro Callejero (Yellow Dog en el original), y no me gustó, así que ataqué Campos de Londres con ganas, pero con algo de escepticismo, y después de leerla comprendí por qué está considerada como la mejor novela de su autor, y una de las mejores que se han escrito en los últimos 25 años.
Inicialmente, Campos de Londres se plantea como una novela policiaca: hay un asesino: Keith Talent, un pícaro sin escrúpulos de clase baja; una asesinada -que no víctima-: la seductora y manipuladora Nicola Six; un cebo humano que sirve de contrapunto a los otros dos: el aristocrático e ingenuo Guy Clinch; y un narrador, Sam Young, escritor fracasado y moribundo, que casi por accidente se ve involucrado en la trama y decide aprovecharse de ella como material para su siguiente obra. Pero los códigos de la novela policiaca se subvierten muy pronto: en primer lugar, porque el crimen todavía no se ha cometido, y la novela trata de su preparación, no de su investigación; y en segundo lugar porque quien mueve los hilos de la trama no es el asesino, sino la asesinada, Nicola Six, un personaje de astucia y habilidad casi sobrenaturales, que ha decidido morir el día de su 35.º cumpleaños.
Campos de Londres es una novela dura, triste y agobiante (entre otras cosas, porque se sitúa al borde del pánico del cambio de Milenio y de una posible hecatombe planetaria que los personajes llaman "La Crisis"). No hay personaje bueno: Keith es un ladronzuelo, un caradura y un maltratador; Nicola es cruel, fría e insensible; el propio narrador es egoísta, inseguro y poco fiable; el único por el que cabe sentir cierta pena es Guy: ignorado por su mujer Hope, mutilado y maltratado constantemente por su hiperactivo hijo Marmaduke, seducido y engañado por Nicola de la manera más dolorosa posible (literalmente: la técnica fundamental consiste en provocarle constantes erecciones insatisfechas durante 300 páginas)... pero su credulidad extrema y su falta de nervio hacen que resulte tan desagradable como los demás.
Desde luego, Campos de Londres merece la pena. No es una lectura fácil, ni siempre agradable, pero es una novela intensa, poderosa y muy bien construida, con un final levemente decepcionante para mi gusto, pero un desarrollo de la trama y de los personajes verdaderamente magistral.
Otras obras de Martin Amis en ULAD: Aquí
martes, 15 de septiembre de 2009
José Saramago: El hombre duplicado
Idioma original: portugués
Título original: O Homem Duplicado
Año de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable
Existe una creencia popular que sostiene que todos tenemos un doble, una persona exactamente igual que nosotros, en alguna parte del mundo. Claro que, como el mundo es muy grande, lo más normal es que no la encontremos nunca. Pero eso es, precisamente, lo que le ocurre al protagonista de esta historia. Tertuliano Máximo Afonso, profesor de historia de 38 años, descubre que en su ciudad vive un hombre que es sus copia exacta, a pesar de que no los une ningún vínculo de sangre. Profundamente perturbado por este descubrimiento, decide investigar a su sosias, espiar la casa que comparte con su esposa y, finalmente, ponerse en contacto con él.
Partiendo de esta situación, Saramago desarrolla una fantástica trama que presenta una serie de interrogantes (¿qué traerá consigo ese encuentro? ¿Qué sucesos desencadenará en la vida de ambos? ¿Cuál será el original y cuál el duplicado de ese hombre que, casi cuarenta años después de su nacimiento, se encuentra consigo mismo?) cuyas respuestas, como suele suceder, no satisfacen a ninguno de los protagonistas.
Pero el autor también lanza otras preguntas al aire: ¿qué nos hace ser individuos únicos? ¿Dejaríamos de ser nosotros mismo, si conociéramos a una persona exactamente igual a nosotros? ¿Seríamos iguales sólo físicamente, o también interiormente? Así, a través de las desventuras de Tertuliano y su doble (o al revés), Saramago no sólo nos entretiene y nos da otra muestra de su calidad narrativa, sino que nos hacer pensar en la identidad humana, en si todo aquello que creemos que somos es real o es tan sólo cúmulo de circunstancias que nos preparan (o no) para encontrarnos un día con nosotros mismos.
Título original: O Homem Duplicado
Año de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable
Existe una creencia popular que sostiene que todos tenemos un doble, una persona exactamente igual que nosotros, en alguna parte del mundo. Claro que, como el mundo es muy grande, lo más normal es que no la encontremos nunca. Pero eso es, precisamente, lo que le ocurre al protagonista de esta historia. Tertuliano Máximo Afonso, profesor de historia de 38 años, descubre que en su ciudad vive un hombre que es sus copia exacta, a pesar de que no los une ningún vínculo de sangre. Profundamente perturbado por este descubrimiento, decide investigar a su sosias, espiar la casa que comparte con su esposa y, finalmente, ponerse en contacto con él.
Partiendo de esta situación, Saramago desarrolla una fantástica trama que presenta una serie de interrogantes (¿qué traerá consigo ese encuentro? ¿Qué sucesos desencadenará en la vida de ambos? ¿Cuál será el original y cuál el duplicado de ese hombre que, casi cuarenta años después de su nacimiento, se encuentra consigo mismo?) cuyas respuestas, como suele suceder, no satisfacen a ninguno de los protagonistas.
Pero el autor también lanza otras preguntas al aire: ¿qué nos hace ser individuos únicos? ¿Dejaríamos de ser nosotros mismo, si conociéramos a una persona exactamente igual a nosotros? ¿Seríamos iguales sólo físicamente, o también interiormente? Así, a través de las desventuras de Tertuliano y su doble (o al revés), Saramago no sólo nos entretiene y nos da otra muestra de su calidad narrativa, sino que nos hacer pensar en la identidad humana, en si todo aquello que creemos que somos es real o es tan sólo cúmulo de circunstancias que nos preparan (o no) para encontrarnos un día con nosotros mismos.
lunes, 14 de septiembre de 2009
Enrique Bernárdez: Los mitos germánicos
Idioma original: español
Fecha de publicación: 2002
Valoración: muy recomendable
Una tarde en la que tienes algo de dinero en el bolsillo decides entrar en esa librería que tanto te gusta-pues generalmente tenemos ya localizadas esas tiendas en las que tienen el tipo de libros que más nos interesan- y buscar algo que te llame la atención. Algo sobre un tema en concreto, mitología, por ejemplo. No tienes nada sobre mitología vikinga y te apetece saber más sobre esa religión de la que conoces alguna cosa sobre su panteón, como que el dios principal se llama Odín, el Valhalla es el lugar de descanso de los guerreros que caen en batalla, y algún dato más, pero todos los porqués se te escapan. Te diriges a la sección de religión, y lees títulos, y contraportadas. De repente, en una de ellas encuentras lo que estabas buscando.
Si buscas el origen, entonces tienes que retrotraerte a los mitos germánicos, y comenzar por el principio. Enrique Bernárdez nos lleva a las fuentes de las que se extrae la información, al cambio que se produjo con la aparición del cristianismo, a las asimilaciones a lo largo de los siglos y al cambio de costumbres dentro de una población que provoca la caída de una diosa madre y el surgimiento de un dios guerrero, y traidor, Odín.
Creencias de la muerte, ritos funerarios, sacrificios, seres sobrenaturales, humanos con capacidades especiales, como magas y adivinas, dioses y Ragnarok. Todo explicado desde el punto de vista de la motivación que lleva a esas creencias y a los procesos de cambio y reestructuración.
De lectura amena y clara, esta obra resulta una buenísima base para ya saber que el Valhalla no es el único lugar al que iban los guerreros muertos en batalla, sino que Freya también se reservaba una parte para ella; que no siempre fue Odín la cabeza del culto de gran parte de la población europea; y que Hell no era un infierno, como hicieron creer los cristianos durante su aculturación, sino otra cosa.
Después de encontrar lo que buscas, pagas en caja y durante el trayecto del autobús comienzas a leer las primeras páginas. Te encuentras en las heladas laderas de los montes que rodean Asgard...
Fecha de publicación: 2002
Valoración: muy recomendable
Una tarde en la que tienes algo de dinero en el bolsillo decides entrar en esa librería que tanto te gusta-pues generalmente tenemos ya localizadas esas tiendas en las que tienen el tipo de libros que más nos interesan- y buscar algo que te llame la atención. Algo sobre un tema en concreto, mitología, por ejemplo. No tienes nada sobre mitología vikinga y te apetece saber más sobre esa religión de la que conoces alguna cosa sobre su panteón, como que el dios principal se llama Odín, el Valhalla es el lugar de descanso de los guerreros que caen en batalla, y algún dato más, pero todos los porqués se te escapan. Te diriges a la sección de religión, y lees títulos, y contraportadas. De repente, en una de ellas encuentras lo que estabas buscando.
Si buscas el origen, entonces tienes que retrotraerte a los mitos germánicos, y comenzar por el principio. Enrique Bernárdez nos lleva a las fuentes de las que se extrae la información, al cambio que se produjo con la aparición del cristianismo, a las asimilaciones a lo largo de los siglos y al cambio de costumbres dentro de una población que provoca la caída de una diosa madre y el surgimiento de un dios guerrero, y traidor, Odín.
Creencias de la muerte, ritos funerarios, sacrificios, seres sobrenaturales, humanos con capacidades especiales, como magas y adivinas, dioses y Ragnarok. Todo explicado desde el punto de vista de la motivación que lleva a esas creencias y a los procesos de cambio y reestructuración.
De lectura amena y clara, esta obra resulta una buenísima base para ya saber que el Valhalla no es el único lugar al que iban los guerreros muertos en batalla, sino que Freya también se reservaba una parte para ella; que no siempre fue Odín la cabeza del culto de gran parte de la población europea; y que Hell no era un infierno, como hicieron creer los cristianos durante su aculturación, sino otra cosa.
Después de encontrar lo que buscas, pagas en caja y durante el trayecto del autobús comienzas a leer las primeras páginas. Te encuentras en las heladas laderas de los montes que rodean Asgard...
domingo, 13 de septiembre de 2009
Luis de Castresana: Retrato de una bruja
Idioma: español
Fecha de publicación: 1970
Valoración: Muy recomendable
Leí Retrato de una bruja en mi etapa más adecuada para disfrutar de un libro así: cuando me dio por la Wicca.
La Wicca, para quien no lo sepa, es el nombre de una religión (santígüense los más católicos, pero se la considera una religión en toda regla, fundada por el ex funcionario inglés Gerald Gardner a mediados del siglo XX) pagana que aglutina un sinfín de creencias y ritos brujeriles, espirituales y de tipo naturista. Sus seguidores rinden pleitesía a un olimpo de deidades de lo más variopinto, cuyos dioses y demás figuras son tomadas sin reparo de varias mitologías antiguas, sobre todo de la griega. Vamos, que con el mester de las brujas hemos topado, pero no debemos pensar en esas ancianas montadas en escobas con narices aguileñas y gorros estilo procesión de Semana Santa, sino más bien en ninfas aleladas de ropas evanescentes y largos cabellos salpicados de florecillas silvestres danzando en círculo en mitad de un prado.
Después de estas líneas dedicadas a una de las locuras que me apresaron en mi adolescencia (y que me hizo visitar tiendecitas con dependientas extranjeras que vendían velas de colores para diferentes hechizos y cartas para invocar a los ángeles), tengo que decir que Retrato de una bruja, novela con la que el vizcaíno Luis de Castresana quedó finalista del Planeta (que sí, que algunos "planetarios" sí que se salvan...) en 1970, también toca el lado más oscuro y satánico de la brujería. Así, en las páginas de este libro se cuenta bien contado el funcionamiento de los llamados aquelarres, reuniones en las que las brujas se reunían para hacer de las suyas y en las que, según cuentan las leyendas, hacía acto de presencia de vez en cuando el mismísimo Lucifer, la mayoría de las veces en forma de macho cabrío.
Pero vayamos al argumento que sirve de disculpa a Castresana para desplegar ante los atónitos ojos del lector todo este abanico de magia y esoterismo: en el siglo XVIII, una joven de un pueblecito cae en la más honda tristeza y desesperación cuando su amado se va a la ciudad a buscarse la vida, y pese a que el muchacho le promete regresar algún día, todos los indicios apuntan a que ello no sucederá. Perdida en un dolor que ella considera irremediable, la chica comienza a frecuentar la compañía de dos mujeres del pueblo interesadas en la brujería, especialmente una de ellas, toda una experta que mediante sus pócimas y conjuros la introducirá en un mundo prohibido que provocará el recelo de sus vecinos y su lento e imparable descenso a la locura. El final del libro, después de haber vivido junto a las protagonistas los pormenores y las satisfacciones de la vida de una auténtica bruja (apasionados encuentros con el Señor de las Moscas incluídos) me dejó aturdido. Pero no daré pistas.
Para escribir esta novela Castresana se documentó a conciencia e investigó mucho sobre el tema, sobre todo en su tierra natal (en Euskal Herria las historias de brujas aparecen en todo libro de mitología y tradiciones que se precie; sólo hay que pensar en las célebres brujas de Zugarramurdi o en Mari de Amboto), y logró tejer una historia amena y rápida, y tristemente creíble que se sigue con interés de principio a fin.
Y para terminar, a modo de anécdota, les cuento que el ejemplar de Retrato de una bruja que tengo está firmado por el malogrado Castresana, aunque la dedicatoria es para mi tía, su primera propietaria; en ella, el escritor le desea lo mejor en el "año que entra".
Siempre pienso, al leer esa dedicatoria, que el autor podría haber añadido algo más, algo así como: "y antes de ponerte a jugar con sapos y culebras, piensa en cómo acaba la protagonista de esta historia"
Fecha de publicación: 1970
Valoración: Muy recomendable
Leí Retrato de una bruja en mi etapa más adecuada para disfrutar de un libro así: cuando me dio por la Wicca.
La Wicca, para quien no lo sepa, es el nombre de una religión (santígüense los más católicos, pero se la considera una religión en toda regla, fundada por el ex funcionario inglés Gerald Gardner a mediados del siglo XX) pagana que aglutina un sinfín de creencias y ritos brujeriles, espirituales y de tipo naturista. Sus seguidores rinden pleitesía a un olimpo de deidades de lo más variopinto, cuyos dioses y demás figuras son tomadas sin reparo de varias mitologías antiguas, sobre todo de la griega. Vamos, que con el mester de las brujas hemos topado, pero no debemos pensar en esas ancianas montadas en escobas con narices aguileñas y gorros estilo procesión de Semana Santa, sino más bien en ninfas aleladas de ropas evanescentes y largos cabellos salpicados de florecillas silvestres danzando en círculo en mitad de un prado.
Después de estas líneas dedicadas a una de las locuras que me apresaron en mi adolescencia (y que me hizo visitar tiendecitas con dependientas extranjeras que vendían velas de colores para diferentes hechizos y cartas para invocar a los ángeles), tengo que decir que Retrato de una bruja, novela con la que el vizcaíno Luis de Castresana quedó finalista del Planeta (que sí, que algunos "planetarios" sí que se salvan...) en 1970, también toca el lado más oscuro y satánico de la brujería. Así, en las páginas de este libro se cuenta bien contado el funcionamiento de los llamados aquelarres, reuniones en las que las brujas se reunían para hacer de las suyas y en las que, según cuentan las leyendas, hacía acto de presencia de vez en cuando el mismísimo Lucifer, la mayoría de las veces en forma de macho cabrío.
Pero vayamos al argumento que sirve de disculpa a Castresana para desplegar ante los atónitos ojos del lector todo este abanico de magia y esoterismo: en el siglo XVIII, una joven de un pueblecito cae en la más honda tristeza y desesperación cuando su amado se va a la ciudad a buscarse la vida, y pese a que el muchacho le promete regresar algún día, todos los indicios apuntan a que ello no sucederá. Perdida en un dolor que ella considera irremediable, la chica comienza a frecuentar la compañía de dos mujeres del pueblo interesadas en la brujería, especialmente una de ellas, toda una experta que mediante sus pócimas y conjuros la introducirá en un mundo prohibido que provocará el recelo de sus vecinos y su lento e imparable descenso a la locura. El final del libro, después de haber vivido junto a las protagonistas los pormenores y las satisfacciones de la vida de una auténtica bruja (apasionados encuentros con el Señor de las Moscas incluídos) me dejó aturdido. Pero no daré pistas.
Para escribir esta novela Castresana se documentó a conciencia e investigó mucho sobre el tema, sobre todo en su tierra natal (en Euskal Herria las historias de brujas aparecen en todo libro de mitología y tradiciones que se precie; sólo hay que pensar en las célebres brujas de Zugarramurdi o en Mari de Amboto), y logró tejer una historia amena y rápida, y tristemente creíble que se sigue con interés de principio a fin.
Y para terminar, a modo de anécdota, les cuento que el ejemplar de Retrato de una bruja que tengo está firmado por el malogrado Castresana, aunque la dedicatoria es para mi tía, su primera propietaria; en ella, el escritor le desea lo mejor en el "año que entra".
Siempre pienso, al leer esa dedicatoria, que el autor podría haber añadido algo más, algo así como: "y antes de ponerte a jugar con sapos y culebras, piensa en cómo acaba la protagonista de esta historia"
sábado, 12 de septiembre de 2009
Margaret Atwood: Érase una vez
Idioma original: inglés
Título original: Dancing girls and other stories + Good Bones
Fecha de publicación: 1977 + 1992 (2007 en español)
Valoración: Muy recomendable
La escritora canadiense Margaret Atwood se ha convertido en una de las voces femeninas más autorizadas y respetadas del panorama internacional gracias no sólo a su incisivo punto de vista, sino sobre todo por una narrativa densa, compacta y sin concesiones. Novelas como La mujer comestible (1969) o El asesino ciego (2000) han logrado, además de importantes niveles de ventas en todo el mundo, la aclamación de la crítica. Érase una vez es una obra menor en ese conjunto, pero mantiene todas las claves de las obras extensas de su autora.
Érase una vez es el título castellano elegido por Lumen para publicar un volumen de relatos que se corresponde con dos obras distintas en su idioma original: Dancing girls and other stories (1977) y Good Bones (1992), reunificadas aquí para constituir una colección bastante compacta (quizás más que las originales) en la que la escritora profundiza con agudeza y agilidad en varios de sus temas habituales: la relación entre hombres y mujeres, la soledad, los celos, la infidelidad. De entre las historias que componen el cuerpo de este volumen, destaca “El resplandeciente quetzal”, en la que un matrimonio que lucha por superar la muerte de su primer hijo realiza un viaje turístico a México, donde un pozo de sacrificios rituales les obligará a enfrentarse a sus temores y a sus tentaciones.
Junto a este tipo de historias de relaciones personales conflictivas, siempre desde el punto de vista del lado femenino, los editores han incluido, a modo de forma pórtico y de conclusión, dos piezas en las que Atwood hace gala de su ironía en relación con la mujer y la literatura. La primera de ellas, titulada como el libro, “Érase una vez”, juega con los límites absurdos a los que está llegando la obsesión por lo políticamente correcto, cuando se aplica a la creación literaria; la última, titulada “A favor de las mujeres tontas”, satiriza el papel de este tipo de mujeres como personajes literarios. Sin ellas, dice, no habría historias que contar; por lo tanto, concluye, “Rompamos una lanza a favor de las mujeres tontas, que nos han dado la Literatura”.
Aunque a lo largo de las historias centrales de este libro el lector puede sentir una cierta sensación de monotonía, porque Margaret Atwood es una narradora con un estilo muy marcado y los temas son bastante recurrentes, lo cierto es que hay que admirar la maestría con la que la autora maneja los hilos de unas historias de un gran realismo, y en la que no hay espacio para los cambios de destino espectaculares: precisamente lo ordinario, lo cotidiano, es el medio en el que, como en una cárcel o en una jaula demasiado estrecha, se agitan muchos de sus personajes.
Otras obras de Margaret Atwood en ULAD: Oryx y Crake, El asesino ciego, Doña Oráculo, Por último, el corazón, Nada se acaba, La semilla de la bruja, Alias Grace, Un día es un día, Los testamentos, El cuento de la criada, Posturas políticas
Título original: Dancing girls and other stories + Good Bones
Fecha de publicación: 1977 + 1992 (2007 en español)
Valoración: Muy recomendable
La escritora canadiense Margaret Atwood se ha convertido en una de las voces femeninas más autorizadas y respetadas del panorama internacional gracias no sólo a su incisivo punto de vista, sino sobre todo por una narrativa densa, compacta y sin concesiones. Novelas como La mujer comestible (1969) o El asesino ciego (2000) han logrado, además de importantes niveles de ventas en todo el mundo, la aclamación de la crítica. Érase una vez es una obra menor en ese conjunto, pero mantiene todas las claves de las obras extensas de su autora.
Érase una vez es el título castellano elegido por Lumen para publicar un volumen de relatos que se corresponde con dos obras distintas en su idioma original: Dancing girls and other stories (1977) y Good Bones (1992), reunificadas aquí para constituir una colección bastante compacta (quizás más que las originales) en la que la escritora profundiza con agudeza y agilidad en varios de sus temas habituales: la relación entre hombres y mujeres, la soledad, los celos, la infidelidad. De entre las historias que componen el cuerpo de este volumen, destaca “El resplandeciente quetzal”, en la que un matrimonio que lucha por superar la muerte de su primer hijo realiza un viaje turístico a México, donde un pozo de sacrificios rituales les obligará a enfrentarse a sus temores y a sus tentaciones.
Junto a este tipo de historias de relaciones personales conflictivas, siempre desde el punto de vista del lado femenino, los editores han incluido, a modo de forma pórtico y de conclusión, dos piezas en las que Atwood hace gala de su ironía en relación con la mujer y la literatura. La primera de ellas, titulada como el libro, “Érase una vez”, juega con los límites absurdos a los que está llegando la obsesión por lo políticamente correcto, cuando se aplica a la creación literaria; la última, titulada “A favor de las mujeres tontas”, satiriza el papel de este tipo de mujeres como personajes literarios. Sin ellas, dice, no habría historias que contar; por lo tanto, concluye, “Rompamos una lanza a favor de las mujeres tontas, que nos han dado la Literatura”.
Aunque a lo largo de las historias centrales de este libro el lector puede sentir una cierta sensación de monotonía, porque Margaret Atwood es una narradora con un estilo muy marcado y los temas son bastante recurrentes, lo cierto es que hay que admirar la maestría con la que la autora maneja los hilos de unas historias de un gran realismo, y en la que no hay espacio para los cambios de destino espectaculares: precisamente lo ordinario, lo cotidiano, es el medio en el que, como en una cárcel o en una jaula demasiado estrecha, se agitan muchos de sus personajes.
Otras obras de Margaret Atwood en ULAD: Oryx y Crake, El asesino ciego, Doña Oráculo, Por último, el corazón, Nada se acaba, La semilla de la bruja, Alias Grace, Un día es un día, Los testamentos, El cuento de la criada, Posturas políticas
viernes, 11 de septiembre de 2009
Stieg Larsson: Los hombres que no amaban a las mujeres (Millenium I)
Idioma original: sueco
Título original: Män som hatar kvinno
Año de publicación: 2005
Valoración: Recomendable
Título original: Män som hatar kvinno
Año de publicación: 2005
Valoración: Recomendable
Fragmento extraído de la entrevista entre Stieg Larsson, Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander:
Stieg: Mikael, ¿tú qué opinas sobre el libro?
Mikael: Como periodista, me encanta que el tema central del libro consista en una investigación periodística centrada en asuntos socialmente tan candentes como los abusos cometidos contra las mujeres. Tengo que decir que me encantó tomar las riendas de dicha investigación como protagonista masculino.
Mikael: Como periodista, me encanta que el tema central del libro consista en una investigación periodística centrada en asuntos socialmente tan candentes como los abusos cometidos contra las mujeres. Tengo que decir que me encantó tomar las riendas de dicha investigación como protagonista masculino.
(Lisbeth ríe entre dientes.)
Mikael: Aunque para no faltar a la verdad el papel de Lisbeth fue fundamental.
Stieg: Sin lugar a dudas. Esa fue mi intención desde el principio: convertir a Lisbeth en la pieza clave del libro. ¿Qué opinas tú, Lisbeth? ¿Cómo lo ves?
(Lisbeth observa a Stieg con una mirada que no parece transmitir nada.)
Stieg: Sin lugar a dudas. Esa fue mi intención desde el principio: convertir a Lisbeth en la pieza clave del libro. ¿Qué opinas tú, Lisbeth? ¿Cómo lo ves?
(Lisbeth observa a Stieg con una mirada que no parece transmitir nada.)
Mikael: Dudo que conteste a nada en mi presencia, creo que está enfadada conmigo por algo que yo desconozco. ¿Me podrías dar alguna pista, Stieg?
Stieg: Lo siento, Mikael. Tendrás que descubrirlo por ti mismo.
Mikael: Lo entiendo.
(Lisbeth vuelve a reír entre dientes.)
Mikael: De todas formas, Stieg, sí que hay un punto de la novela que quizás chirríe por demasiado manido: lo relacionado con el nazismo.
Stieg: Quizás tengas razón, pero siempre será un tema importante a tratar.
Lisbeth: Cuando acabas una trama dejas caer demasiado la tensión narrativa.
Stieg: ¿Cómo dices, Lisbeth?
Lisbeth: Que cuando acabas una trama dejas caer demasiado la tensión narrativa.
Stieg: Un comentario interesante.
Mikael: Sí, estoy con Lisbeth. Cuando se agota uno de los argumentos principales, durante unas cuantas páginas el lector puede preguntarse, ¿y ahora qué? ¿por qué no termina aquí mismo el libro?
Stieg: Gracias a los dos por avisarme.
Mikael: En cualquier caso, yo creo que lo subsanas bien al desarrollar el siguiente argumento con el que nuevamente logras subir la tensión narrativa.
Stieg: Algún otro comentario que pueda animar a mis lectores.
Lisbeth: Nuestros lectores.
Stieg: Sí, perdona. ¿Algo más?
Mikael: Sin más, que se lean este primer libro de la trilogía porque estarán entretenidos durante unas cuantas horas y conocerán a Lisbeth, mi compañera, uno de los personajes más interesantes con los que me he encontrado a lo largo de mi vida.
Lisbeth: Serás pelota...
El resto de la trilogía en ULAD: Aquí
Stieg: Lo siento, Mikael. Tendrás que descubrirlo por ti mismo.
Mikael: Lo entiendo.
(Lisbeth vuelve a reír entre dientes.)
Stieg: Quizás tengas razón, pero siempre será un tema importante a tratar.
Lisbeth: Cuando acabas una trama dejas caer demasiado la tensión narrativa.
Stieg: ¿Cómo dices, Lisbeth?
Lisbeth: Que cuando acabas una trama dejas caer demasiado la tensión narrativa.
Stieg: Un comentario interesante.
Mikael: Sí, estoy con Lisbeth. Cuando se agota uno de los argumentos principales, durante unas cuantas páginas el lector puede preguntarse, ¿y ahora qué? ¿por qué no termina aquí mismo el libro?
Stieg: Gracias a los dos por avisarme.
Mikael: En cualquier caso, yo creo que lo subsanas bien al desarrollar el siguiente argumento con el que nuevamente logras subir la tensión narrativa.
Stieg: Algún otro comentario que pueda animar a mis lectores.
Lisbeth: Nuestros lectores.
Stieg: Sí, perdona. ¿Algo más?
Mikael: Sin más, que se lean este primer libro de la trilogía porque estarán entretenidos durante unas cuantas horas y conocerán a Lisbeth, mi compañera, uno de los personajes más interesantes con los que me he encontrado a lo largo de mi vida.
Lisbeth: Serás pelota...
El resto de la trilogía en ULAD: Aquí
jueves, 10 de septiembre de 2009
Gloria Fuertes: Obras incompletas.
Año de publicación: 1980.
Valoración: Muy recomendable.
Este libro me sorprendió. Quizá porque, como mucha gente, sólo conocía de Gloria Fuertes sus poemas y cuentos para niños.
Sin quitarle ningún mérito a éstos, creo que merece la pena conocer la poesía "adulta" de esta autora.
Con versos sencillos, ágiles como el discurrir de una conversación, Gloria Fuertes nos habla del amor (en sus muchas manifestaciones), la injusticia social, la soledad...
La "poeta", como le gustaba que la llamaran, escribe desde el barrio, la escuela, las chabolas del arrabal.
La suya es una voz consciente y comprometida, sin moralinas ni lugares comunes; es la voz de alguien que forma parte de una realidad popular y la expresa, denuncia, celebra... con ironía, inteligencia y ternura.
Como decía, al igual que toda la producción de su autora, este libro está formdo por versos fáciles, accesibles; acordes con la cercanía a la cotidianidad que reflejan sus poemas.
Gloria escribe sin grandes alardes de técnica poética, con sencillez y una sorprendente capacidad para condensar en pocas palabras muchísimas y variadas sugerencias.
El humor es una de las constantes en este poemario. A pesar del tono profundamente meláncolico de muchos poemas, la autora se mira a sí misma y a todo lo que le rodea con una sonrisa tierna y juega con la realidad de forma ingeniosa.
"Me gustaría tener una amiga que se llamase Tenta.
Y estar siempre conTenta."
Para resumir el modo en que Gloria Fuertes entiende su vocación poética, basta reproducir aquí uno de sus poemas, dirigido a sus colegas de profesión y quizá también a ella misma; "No perdamos el tiempo".
"Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro
nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles
sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre."
Valoración: Muy recomendable.
Este libro me sorprendió. Quizá porque, como mucha gente, sólo conocía de Gloria Fuertes sus poemas y cuentos para niños.
Sin quitarle ningún mérito a éstos, creo que merece la pena conocer la poesía "adulta" de esta autora.
Con versos sencillos, ágiles como el discurrir de una conversación, Gloria Fuertes nos habla del amor (en sus muchas manifestaciones), la injusticia social, la soledad...
La "poeta", como le gustaba que la llamaran, escribe desde el barrio, la escuela, las chabolas del arrabal.
La suya es una voz consciente y comprometida, sin moralinas ni lugares comunes; es la voz de alguien que forma parte de una realidad popular y la expresa, denuncia, celebra... con ironía, inteligencia y ternura.
Como decía, al igual que toda la producción de su autora, este libro está formdo por versos fáciles, accesibles; acordes con la cercanía a la cotidianidad que reflejan sus poemas.
Gloria escribe sin grandes alardes de técnica poética, con sencillez y una sorprendente capacidad para condensar en pocas palabras muchísimas y variadas sugerencias.
El humor es una de las constantes en este poemario. A pesar del tono profundamente meláncolico de muchos poemas, la autora se mira a sí misma y a todo lo que le rodea con una sonrisa tierna y juega con la realidad de forma ingeniosa.
"Me gustaría tener una amiga que se llamase Tenta.
Y estar siempre conTenta."
Para resumir el modo en que Gloria Fuertes entiende su vocación poética, basta reproducir aquí uno de sus poemas, dirigido a sus colegas de profesión y quizá también a ella misma; "No perdamos el tiempo".
"Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro
nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles
sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre."
miércoles, 9 de septiembre de 2009
J. M. Coetzee: Hombre lento
Idioma original: inglés
Título original: Slow Man
Fecha de publicación: 2005
Valoración: está bien
Si no creyera en el azar, debería empezar a preocuparme. Como recordaréis (o quizá no), el último libro que reseñé fue Misery, de Stephen King. Paul Sheldon, el protagonista, se pasa casi toda la novela postrado en cama y soportando unos terribles dolores, porque tiene las piernas destrozadas desde que sufrió un accidente en la carretera. Nada más acabar Misery, empecé a leer Hombre lento, cuyo protagonista, Paul Rayment, sufre un accidente en la carretera que le destroza una pierna y lo condena a una dolorosa convalecencia. Los dos personajes se ven sometidos a una amputación: Paul Sheldon de un pie y Paul Rayment de casi toda la pierna, por encima de la rodilla. (La sutil diferencia es que al segundo le ponen anestesia y no le cauterizan la herida con un soplete.) En fin, que no creo en las señales del destino, pero de todos modos me alegro de no llamarme Paul.
Hasta aquí tenemos la mitad de la situación de partida: Paul Rayment, fotógrafo australiano jubilado, pierde una pierna y comienza a depender de los demás para todas las actividades cotidianas. Paul está divorciado y no tiene hijos, así que en realidad de quien depende es de las enfermeras que le envía un servicio de asistencia social. Tras unas cuantas profesionales ineptas o medio lelas aparece la segunda mitad de la situación de partida: Marijana Jokic. Una fornida enfermera croata que habla un inglés bárbaro, pero, a cambio, tiene la empatía necesaria para darle a Paul el respeto que le estaba faltando. No lo trata como un niño, ni como un imbécil, sino como un hombre, y él no tarda en corresponderla pensando en ella, no como enfermera, sino como mujer.
De modo que tenemos un paciente mayor que se enamora de su joven enfermera, la cual está casada y tiene tres hijos. Las complicaciones que no es aventurado suponer a partir de aquí movilizan la trama del libro. Esto podría suceder de varias maneras, más o menos previsibles; sin embargo, Coetzee decide dar un giro radical a la novela introduciendo una tercera figura: Elizabeth Costello. Ya hemos hablado en el blog de esta escritora ficticia, cuando reseñamos el libro homónimo que le dedica Coetzee. En esta ocasión, la Costello aparece en la vida de Paul, decidida a saber qué dirección tomará la historia con su enfermera. Y esto, permitidme que lo diga, es muy pero que muy raro.
Paul Rayment y Elizabeth Costello no se conocen de nada; sin embargo, la segunda sabe quién es el primero, dónde vive y qué le ha ocurrido. Sabe de su amputación y de sus sentimientos hacia Marijana. En cuanto le aclara todo esto, para asombro de Paul, la Costello le anuncia que se quedará a vivir con él hasta que la situación tome un rumbo claro. Para poder seguir creyendo que hay algún orden en lo que lee, el lector necesita suponer que Paul es, de algún modo, un personaje de Costello (algo que el mismo Paul empieza a creer). Eso explica que ella sepa todo de él, mientras que él, en cambio, lo ignore todo sobre ella. Elizabeth Costello -como, presumiblemente, todo autor- estaría esperando a que su personaje se decida a hacer algo.
Esta explicación no deja de tener cierto atractivo. Presenta casi toda una teoría del autor, bien alejada de la omnipotencia que se le suele atribuir. La Costello no sabe cómo seguirá la trama y, además, siempre que trata de intervenir lo hace del modo más torpe que se pueda imaginar. El lector empieza a prever algo así como una meta-novela: una novela sobre cómo una escritora construye su novela, conviviendo imaginariamente con su protagonista. Pero Coetzee tampoco quiere dejarlo tan claro: por momentos Paul recobra fuerzas, echa a la Costello de su apartamento y retoma las riendas de su vida sin testigos impertinentes.
Más o menos desde la mitad del libro, parece como si estuviéramos oscilando todo el rato entre una versión simple (paciente-enfermera) y una complicada (escritora-personaje) de la misma novela. Sin embargo, no puede hablarse con propiedad de algo así como dos planos narrativos, ni siquiera de dos tramas. La sensación es más bien que Coetzee cojea, como su protagonista, entre dos novelas distintas, creando en el lector una ansiedad de decisión que se ve frustrada. ¿Quizá este ahí, precisamente, el punto de la novela? ¿En esa indecisión de Paul, el "hombre lento", que acaba inflitrándose en la narración misma? Pues podría ser, pero tanta sofisticación alegórica no acabaría de justificar los muchos flecos sueltos que deja la extraña presencia de Costello. Estaríamos entonces ante una novela escrita más para los críticos que para los lectores, y eso no suele funcionar.
Todas las obras de J.M. Coetzee reseñadas en ULAD: Aquí
Título original: Slow Man
Fecha de publicación: 2005
Valoración: está bien
Si no creyera en el azar, debería empezar a preocuparme. Como recordaréis (o quizá no), el último libro que reseñé fue Misery, de Stephen King. Paul Sheldon, el protagonista, se pasa casi toda la novela postrado en cama y soportando unos terribles dolores, porque tiene las piernas destrozadas desde que sufrió un accidente en la carretera. Nada más acabar Misery, empecé a leer Hombre lento, cuyo protagonista, Paul Rayment, sufre un accidente en la carretera que le destroza una pierna y lo condena a una dolorosa convalecencia. Los dos personajes se ven sometidos a una amputación: Paul Sheldon de un pie y Paul Rayment de casi toda la pierna, por encima de la rodilla. (La sutil diferencia es que al segundo le ponen anestesia y no le cauterizan la herida con un soplete.) En fin, que no creo en las señales del destino, pero de todos modos me alegro de no llamarme Paul.
Hasta aquí tenemos la mitad de la situación de partida: Paul Rayment, fotógrafo australiano jubilado, pierde una pierna y comienza a depender de los demás para todas las actividades cotidianas. Paul está divorciado y no tiene hijos, así que en realidad de quien depende es de las enfermeras que le envía un servicio de asistencia social. Tras unas cuantas profesionales ineptas o medio lelas aparece la segunda mitad de la situación de partida: Marijana Jokic. Una fornida enfermera croata que habla un inglés bárbaro, pero, a cambio, tiene la empatía necesaria para darle a Paul el respeto que le estaba faltando. No lo trata como un niño, ni como un imbécil, sino como un hombre, y él no tarda en corresponderla pensando en ella, no como enfermera, sino como mujer.
De modo que tenemos un paciente mayor que se enamora de su joven enfermera, la cual está casada y tiene tres hijos. Las complicaciones que no es aventurado suponer a partir de aquí movilizan la trama del libro. Esto podría suceder de varias maneras, más o menos previsibles; sin embargo, Coetzee decide dar un giro radical a la novela introduciendo una tercera figura: Elizabeth Costello. Ya hemos hablado en el blog de esta escritora ficticia, cuando reseñamos el libro homónimo que le dedica Coetzee. En esta ocasión, la Costello aparece en la vida de Paul, decidida a saber qué dirección tomará la historia con su enfermera. Y esto, permitidme que lo diga, es muy pero que muy raro.
Paul Rayment y Elizabeth Costello no se conocen de nada; sin embargo, la segunda sabe quién es el primero, dónde vive y qué le ha ocurrido. Sabe de su amputación y de sus sentimientos hacia Marijana. En cuanto le aclara todo esto, para asombro de Paul, la Costello le anuncia que se quedará a vivir con él hasta que la situación tome un rumbo claro. Para poder seguir creyendo que hay algún orden en lo que lee, el lector necesita suponer que Paul es, de algún modo, un personaje de Costello (algo que el mismo Paul empieza a creer). Eso explica que ella sepa todo de él, mientras que él, en cambio, lo ignore todo sobre ella. Elizabeth Costello -como, presumiblemente, todo autor- estaría esperando a que su personaje se decida a hacer algo.
Esta explicación no deja de tener cierto atractivo. Presenta casi toda una teoría del autor, bien alejada de la omnipotencia que se le suele atribuir. La Costello no sabe cómo seguirá la trama y, además, siempre que trata de intervenir lo hace del modo más torpe que se pueda imaginar. El lector empieza a prever algo así como una meta-novela: una novela sobre cómo una escritora construye su novela, conviviendo imaginariamente con su protagonista. Pero Coetzee tampoco quiere dejarlo tan claro: por momentos Paul recobra fuerzas, echa a la Costello de su apartamento y retoma las riendas de su vida sin testigos impertinentes.
Más o menos desde la mitad del libro, parece como si estuviéramos oscilando todo el rato entre una versión simple (paciente-enfermera) y una complicada (escritora-personaje) de la misma novela. Sin embargo, no puede hablarse con propiedad de algo así como dos planos narrativos, ni siquiera de dos tramas. La sensación es más bien que Coetzee cojea, como su protagonista, entre dos novelas distintas, creando en el lector una ansiedad de decisión que se ve frustrada. ¿Quizá este ahí, precisamente, el punto de la novela? ¿En esa indecisión de Paul, el "hombre lento", que acaba inflitrándose en la narración misma? Pues podría ser, pero tanta sofisticación alegórica no acabaría de justificar los muchos flecos sueltos que deja la extraña presencia de Costello. Estaríamos entonces ante una novela escrita más para los críticos que para los lectores, y eso no suele funcionar.
Todas las obras de J.M. Coetzee reseñadas en ULAD: Aquí
martes, 8 de septiembre de 2009
Ken Follett: Un mundo sin fin
Idioma original: inglés
Título original: World Without End
Fecha de publicación: 2007
Valoración: muy recomendable
Esta es la segunda parte de Los pilares de la tierra, pero no hace falta leerla para seguirle el hilo. La acción se sitúa en el mismo pueblo que la primera, Kingsbridge, doscientos años después, en 1327. Cuatro niños viven una experiencia que marcará sus vidas y las relaciones entre ellos a lo largo de toda la novela.
¿Mejor o peor que la primera? Similar. Entretenida, interesante y con un trabajo de documentación histórica bastante riguroso. Quizá de lectura más rápida que la anterior, porque recuerdo que algunos pasajes de Los pilares de la tierra podían resultar un poco lentos. Sin embargo, en este libro no ocurre. La acción es trepidante y te encuentras devorando sus cientos de páginas en pocas horas.
Curiosidades. El personaje de Caris, una joven que quiere ser médica, en un mundo que no se lo permite, y las luchas que mantiene por defender sus inquietudes. Por supuesto, no llega a defender la igualdad de la mujer, pero Follett nos muestra las alternativas, aquellas cosas que sí se podían hacer y que nos liberaban un tanto de esa opresión. Opresión que estaba fuertemente protagonizada por la Iglesia. Digamos, sutilmente, que el autor no da una imagen ni buena, ni idílica, de la influencia que la Iglesia ejercía sobre las poblaciones que ya tenían una burguesía que quería cambiar el centro de producción tanto de ideas como de materiales.
Otra curiosidad: Ken Follett tiene una estatua en Vitoria, sí, sí, pues se basa en la catedral de Santa María para su libro, y pasó tres años junto a la Fundación de la Catedral . De hecho, quiso que la foto de la contraportada se la sacaran en la catedral, y así ha sido.
Ahora que ya entramos en septiembre y se pasaron los calores de agosto, esta es una lectura muy recomendable.
Título original: World Without End
Fecha de publicación: 2007
Valoración: muy recomendable
Esta es la segunda parte de Los pilares de la tierra, pero no hace falta leerla para seguirle el hilo. La acción se sitúa en el mismo pueblo que la primera, Kingsbridge, doscientos años después, en 1327. Cuatro niños viven una experiencia que marcará sus vidas y las relaciones entre ellos a lo largo de toda la novela.
¿Mejor o peor que la primera? Similar. Entretenida, interesante y con un trabajo de documentación histórica bastante riguroso. Quizá de lectura más rápida que la anterior, porque recuerdo que algunos pasajes de Los pilares de la tierra podían resultar un poco lentos. Sin embargo, en este libro no ocurre. La acción es trepidante y te encuentras devorando sus cientos de páginas en pocas horas.
Curiosidades. El personaje de Caris, una joven que quiere ser médica, en un mundo que no se lo permite, y las luchas que mantiene por defender sus inquietudes. Por supuesto, no llega a defender la igualdad de la mujer, pero Follett nos muestra las alternativas, aquellas cosas que sí se podían hacer y que nos liberaban un tanto de esa opresión. Opresión que estaba fuertemente protagonizada por la Iglesia. Digamos, sutilmente, que el autor no da una imagen ni buena, ni idílica, de la influencia que la Iglesia ejercía sobre las poblaciones que ya tenían una burguesía que quería cambiar el centro de producción tanto de ideas como de materiales.
Otra curiosidad: Ken Follett tiene una estatua en Vitoria, sí, sí, pues se basa en la catedral de Santa María para su libro, y pasó tres años junto a la Fundación de la Catedral . De hecho, quiso que la foto de la contraportada se la sacaran en la catedral, y así ha sido.
Ahora que ya entramos en septiembre y se pasaron los calores de agosto, esta es una lectura muy recomendable.
También de Ken Follett en ULAD: La clave está en Rebeca
lunes, 7 de septiembre de 2009
Alain Robbe-Grillet: La casa de citas
Idioma original: francésLa Maison de rendez-vous
Título original:
Año de publicación: 1965
Valoración: Imprescindible
Por norma, los lectores nos fiamos del narrador: es lo que se llama el "pacto ficcional", por el que anulamos nuestro juicio crítico habitual y aceptamos la existencia de dragones, naves espaciales o personajes como la Regenta o Sherlock Holmes. Desde tiempos del Quijote, y probablemente incluso antes, aunque sobre todo desde mediados del siglo XIX, los escritores vienen experimentando con la creación de eso que Wayne Booth llamaba "narradores no fiables", es decir, voces narrativas cuyas afirmaciones debe poner en duda el lector, para descubrir la verdad detrás de sus palabras: narradores que mienten, engañan, tergiversan u ocultan los hechos, por desconocimiento, malicia o torpeza.
La casa de citas (también publicada como La casa de Hong-Kong) es un ejemplo de cómo a lo largo del siglo XX se ha llevado este juego del gato y el ratón entre narrador y lector hasta el extremo, al igual que las novelas de Pynchon o algunas de Nabokov, por ejemplo. Porque en La casa de citas nada es completamente cierto, y es imposible intentar que la narración tenga sentido, en el sentido clásico del término. Los personajes tienen dos o tres nombres distintos cada uno; el narrador es a veces un personaje, a veces otro, a veces ninguno; el inicio de la novela se cita en medio de la novela, como si fuera un discurso de un personaje; las mismas acciones suceden tres, cuatro o veinte veces en lugares y momentos distintos, y unas veces se trata de una representación teatral, otras de un conjunto escultórico, o de unas figuritas de porcelana; un personaje muere varias veces en la novela, cada vez de una manera distinta...
Por supuesto, todo está manejado con habilidad, humor y frialdad por el autor, que se divierte dejándonos pistas acerca de su propia consciencia de estar mezclándolo todo, con frases como "pero de esto ya hemos hablado más arriba", "esto está aquí fuera de lugar" o "pero cuando me acerqué vi que no era quien yo pensaba", etc. Además, las descripciones de situaciones y objetos idénticos en distintas situaciones (el vestido estrecho que se abre hasta el muslo, y más arriba; las sandalias con cintas que se cruzan sobre el tobillo, los enormes perros de Lady Ava...) permiten hilar fragmentos de argumento, pero se ven desmentidos inmediatamente por las incoherencias, los cambios de plano o los saltos narrativos.
Porque en La casa de citas sólo puede hablarse de argumento: hay una fiesta, representaciones eróticas sado-masoquistas, tráfico de drogas, prostitución, un confuso triángulo amoroso, un asesinato. Todo ello da como resultado un ambiente más que una trama. Un aire a novela negra con ribetes románticos y eróticos, pasada por el turmix de la nouveau roman, que nos deja boquiabiertos y patidifusos, y que nos obliga a aceptar un nuevo pacto narrativo, distinto al anterior, que viene a decir: "No te creo, narrador, pero no tengo más remedio que seguirte".
Una novela que será disfrutada especialmente por los admiradores del David Lynch de Carretera perdida o Mulholland Drive.
Título original:
Año de publicación: 1965
Valoración: Imprescindible
Por norma, los lectores nos fiamos del narrador: es lo que se llama el "pacto ficcional", por el que anulamos nuestro juicio crítico habitual y aceptamos la existencia de dragones, naves espaciales o personajes como la Regenta o Sherlock Holmes. Desde tiempos del Quijote, y probablemente incluso antes, aunque sobre todo desde mediados del siglo XIX, los escritores vienen experimentando con la creación de eso que Wayne Booth llamaba "narradores no fiables", es decir, voces narrativas cuyas afirmaciones debe poner en duda el lector, para descubrir la verdad detrás de sus palabras: narradores que mienten, engañan, tergiversan u ocultan los hechos, por desconocimiento, malicia o torpeza.
La casa de citas (también publicada como La casa de Hong-Kong) es un ejemplo de cómo a lo largo del siglo XX se ha llevado este juego del gato y el ratón entre narrador y lector hasta el extremo, al igual que las novelas de Pynchon o algunas de Nabokov, por ejemplo. Porque en La casa de citas nada es completamente cierto, y es imposible intentar que la narración tenga sentido, en el sentido clásico del término. Los personajes tienen dos o tres nombres distintos cada uno; el narrador es a veces un personaje, a veces otro, a veces ninguno; el inicio de la novela se cita en medio de la novela, como si fuera un discurso de un personaje; las mismas acciones suceden tres, cuatro o veinte veces en lugares y momentos distintos, y unas veces se trata de una representación teatral, otras de un conjunto escultórico, o de unas figuritas de porcelana; un personaje muere varias veces en la novela, cada vez de una manera distinta...
Por supuesto, todo está manejado con habilidad, humor y frialdad por el autor, que se divierte dejándonos pistas acerca de su propia consciencia de estar mezclándolo todo, con frases como "pero de esto ya hemos hablado más arriba", "esto está aquí fuera de lugar" o "pero cuando me acerqué vi que no era quien yo pensaba", etc. Además, las descripciones de situaciones y objetos idénticos en distintas situaciones (el vestido estrecho que se abre hasta el muslo, y más arriba; las sandalias con cintas que se cruzan sobre el tobillo, los enormes perros de Lady Ava...) permiten hilar fragmentos de argumento, pero se ven desmentidos inmediatamente por las incoherencias, los cambios de plano o los saltos narrativos.
Porque en La casa de citas sólo puede hablarse de argumento: hay una fiesta, representaciones eróticas sado-masoquistas, tráfico de drogas, prostitución, un confuso triángulo amoroso, un asesinato. Todo ello da como resultado un ambiente más que una trama. Un aire a novela negra con ribetes románticos y eróticos, pasada por el turmix de la nouveau roman, que nos deja boquiabiertos y patidifusos, y que nos obliga a aceptar un nuevo pacto narrativo, distinto al anterior, que viene a decir: "No te creo, narrador, pero no tengo más remedio que seguirte".
Una novela que será disfrutada especialmente por los admiradores del David Lynch de Carretera perdida o Mulholland Drive.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Franz Kafka: Carta al padre
Idioma original: alemán
Título original: Brief an den Vater
Fecha de publicación: 1952 (escrita en 1919)
Valoración: Muy recomendable
Los libros tienen muchas utilidades, sí...Se utilizan para pasar el rato y matar el rato; como pata apañada para mantener a los muebles danzantes en equilibrio; para darse importancia; para ser quemados y acabar así con molestas tendencias intelectuales; para vivir vidas paralelas; para saber un poquito más de historia y de vidas de celebridades de todas las clases...
En fin, que los libros sirven para muchas cosas. Y los escritores, también los utilizan para sus propios propósitos... Algunos los engendran para llegar a fin de mes (este es su uso, digamos, más práctico); otros para hacer gala de su estulticia (y para llegar a fin de mes), y también están los que a través de sus obras ajustan cuentas con el pasado y con sus fantasmas (y de paso, llegan a fin de mes).
Kafka, el amante de los funcionarios vuelva usted mañana, escibió Carta al padre para echarle en cara a su progenitor lo rígido, injusto, autoritario, opaco, mezquino, inclemente, agarrado, seco, despiadado y poco alentador que había sido con él y con el resto de su familia, pero especialmente con él, faltaría más...
Gran culpa de las inseguridades y miedos de Franz provenían, según él, de la forma en la que había sido tratado por su padre, un hombre que se sacrificó para que a su familia no le faltara de nada, pero que en materia de ternura, exteriorización de sentimientos y humanidad andaba un poco escaso...
Pese a que este libro sea una carta escrita al señor Hermann Kafka por su hijo con intención de que el hombre la lea, he de contarles que el abuelo de Gregorio Samsa no la leyó jamás; su esposa no se la entregó pese a que Franz Kafka se lo pidiera: así, el receptor de estas lúcidas letras murió sin conocer todas las lindeces que su hijo le dedicaba en su trabajo menos kafkiano (aunque quiero creer que el hombre se podía imaginar la clase de sentimientos que había despertado en un muchacho tan sensible como su vástago por culpa de la rígida educación que le había dado).
Carta al padre es un libro corto o una larga carta tan sencilla de leer como afilada y sobrecogedora en ocasiones.
Y qué injusto que su destinatario nunca la leyera...
Y encima, se publicó estando su autor ya muerto.
Me despido y me repito: los libros sirven, efectivamente, para muchas cosas. Y con éste, Kafka, al menos se desahogó un poco y espantó a uno de sus demonios: uno bastante antipático que vendía pasamanería en una tienda de Praga y que nunca confió en el talento de su hijo, el que luego se convertiría en uno de los grandes escritores de la historia de la literatura.
Todas las reseñas sobre Franz Kafka en ULAD: Aquí
Título original: Brief an den Vater
Fecha de publicación: 1952 (escrita en 1919)
Valoración: Muy recomendable
Los libros tienen muchas utilidades, sí...Se utilizan para pasar el rato y matar el rato; como pata apañada para mantener a los muebles danzantes en equilibrio; para darse importancia; para ser quemados y acabar así con molestas tendencias intelectuales; para vivir vidas paralelas; para saber un poquito más de historia y de vidas de celebridades de todas las clases...
En fin, que los libros sirven para muchas cosas. Y los escritores, también los utilizan para sus propios propósitos... Algunos los engendran para llegar a fin de mes (este es su uso, digamos, más práctico); otros para hacer gala de su estulticia (y para llegar a fin de mes), y también están los que a través de sus obras ajustan cuentas con el pasado y con sus fantasmas (y de paso, llegan a fin de mes).
Kafka, el amante de los funcionarios vuelva usted mañana, escibió Carta al padre para echarle en cara a su progenitor lo rígido, injusto, autoritario, opaco, mezquino, inclemente, agarrado, seco, despiadado y poco alentador que había sido con él y con el resto de su familia, pero especialmente con él, faltaría más...
Gran culpa de las inseguridades y miedos de Franz provenían, según él, de la forma en la que había sido tratado por su padre, un hombre que se sacrificó para que a su familia no le faltara de nada, pero que en materia de ternura, exteriorización de sentimientos y humanidad andaba un poco escaso...
Pese a que este libro sea una carta escrita al señor Hermann Kafka por su hijo con intención de que el hombre la lea, he de contarles que el abuelo de Gregorio Samsa no la leyó jamás; su esposa no se la entregó pese a que Franz Kafka se lo pidiera: así, el receptor de estas lúcidas letras murió sin conocer todas las lindeces que su hijo le dedicaba en su trabajo menos kafkiano (aunque quiero creer que el hombre se podía imaginar la clase de sentimientos que había despertado en un muchacho tan sensible como su vástago por culpa de la rígida educación que le había dado).
Carta al padre es un libro corto o una larga carta tan sencilla de leer como afilada y sobrecogedora en ocasiones.
Y qué injusto que su destinatario nunca la leyera...
Y encima, se publicó estando su autor ya muerto.
Me despido y me repito: los libros sirven, efectivamente, para muchas cosas. Y con éste, Kafka, al menos se desahogó un poco y espantó a uno de sus demonios: uno bastante antipático que vendía pasamanería en una tienda de Praga y que nunca confió en el talento de su hijo, el que luego se convertiría en uno de los grandes escritores de la historia de la literatura.
Todas las reseñas sobre Franz Kafka en ULAD: Aquí
sábado, 5 de septiembre de 2009
Ryszard Kapuscinski: El Sha o la desmesura del poder
Idioma original: polaco
Título original: Szachinszach
Año de publicación: 1982
Valoración: Muy recomendable
Al pensar en este libro no dudaría en calificarlo como uno de los libros más interesantes que he leído en toda mi vida. Recuerdo perfectamente que me lo regaló un amigo. Este amigo mío de vez en cuando, mientras tomamos un café, me pone un libro entre las manos y me recomienda que lo lea. Generalmente no me suele contar mucho sobre qué es lo que me voy a encontrar pero sólo con el gesto de dármelo ya comprendo que lo que voy a leer va a ser algo diferente, interesante y, casi siempre, revelador.
Gracias a El Sha me acerqué a la historia de Irán (Persia), a la caída del Sha y a los inicios de la revolución islámica. Me abrió los ojos a una realidad que conocía tan sólo por los teledarios, una realidad que no comprendía y de la que sólo tenía hasta ese momento una visión totalmente fragmentada y muy parcial. Kapuscinski me sorprendió, primeramente, con sus descripciones visuales y su fragmentarismo periodístico, para a continuación sumergirme en un relato apasionante, rodado desde muy diversos puntos de vista.
Lo más curioso de este libro es que, pese a ese fragmentarismo con el que recoge los hechos históricos que transforman Persia en Irán, al finalizar la lectura uno termina con una visión bastante clara de todo lo ocurrido y con la certeza de que las situaciones políticas no son blancas o negras, como en ocasiones observamos en los noticiarios, sino más bien amplias gamas de grises.
Otras obras reseñadas del mismo autor: Aquí
Título original: Szachinszach
Año de publicación: 1982
Valoración: Muy recomendable
Al pensar en este libro no dudaría en calificarlo como uno de los libros más interesantes que he leído en toda mi vida. Recuerdo perfectamente que me lo regaló un amigo. Este amigo mío de vez en cuando, mientras tomamos un café, me pone un libro entre las manos y me recomienda que lo lea. Generalmente no me suele contar mucho sobre qué es lo que me voy a encontrar pero sólo con el gesto de dármelo ya comprendo que lo que voy a leer va a ser algo diferente, interesante y, casi siempre, revelador.
Gracias a El Sha me acerqué a la historia de Irán (Persia), a la caída del Sha y a los inicios de la revolución islámica. Me abrió los ojos a una realidad que conocía tan sólo por los teledarios, una realidad que no comprendía y de la que sólo tenía hasta ese momento una visión totalmente fragmentada y muy parcial. Kapuscinski me sorprendió, primeramente, con sus descripciones visuales y su fragmentarismo periodístico, para a continuación sumergirme en un relato apasionante, rodado desde muy diversos puntos de vista.
Lo más curioso de este libro es que, pese a ese fragmentarismo con el que recoge los hechos históricos que transforman Persia en Irán, al finalizar la lectura uno termina con una visión bastante clara de todo lo ocurrido y con la certeza de que las situaciones políticas no son blancas o negras, como en ocasiones observamos en los noticiarios, sino más bien amplias gamas de grises.
Otras obras reseñadas del mismo autor: Aquí