Idioma original: español
Fecha de publicación: 1985
Valoración: se deja leer
He aquí el premio Planeta de 1985. Estaba convencido de que este galardón había ido perdiendo fuelle y altura con los años, hasta convertirse en lo que es hoy: una mera excusa de contracubierta como "anunciado en TV" o "descuento del 15%". Pensaba que bastaría con retroceder un par de décadas para encontrar jurados intachables que premiaran obras maestras. Bueno, pues he empezado a dudar de mi cuento de hadas. Habrá buenas novelas, no lo niego: si 50 años de paripé no dan para un par de buenas novelas, es para pegarse un tiro. Pero ésta, en fin, no es una de ellas. Cuenta la historia de José I, hermano de Napoleón que reinó oficialmente en España desde 1808 a 1813. O más bien el comienzo de su historia: desde que aceptó la corona en Bayona de manos del Emperador hasta que llegó a Madrid. Al parecer, el resto se narra en una continuación titulada Yo, el intruso.
El autor desaprovecha una materia que es novelesca por méritos propios. Los meses de mayo a julio de 1808 son de los más intensos en la historia de España. Gran parte de la novela transcurre en Bayona, hasta donde se trasladó la familia real española al completo para someterse al arbitraje de Napoleón. Vallejo-Nájera describe con todo lujo las veladas de la corte imperial y las interminables jornadas de trabajo de los Bonaparte y sus mariscales. Comenta por encima, es cierto, la situación de Carlos IV y Fernando VII, pero desaprovecha lo principal: los príncipes de una antigua dinastía se rebajan hasta el polvo para mendigar de un plebeyo extranjero los derechos a su propio trono. Si a esto sumamos el odio recíproco entre padres e hijo y el triángulo amoroso entre Carlos IV, la reina y Godoy obtenemos un cuadro cómico insuperable. Los siniestros acontecimientos que comienzan a sucederse entonces en España, al inicio de la insurrección popular contra los franceses, darían pie de sobra para la tragedia.
Pero Vallejo-Nájera parece que no quiere caer ni en lo trágico ni en lo burlesco. A cambio, se queda en una de esas hagiografías que vendían hace tiempo en cuadernitos ilustrados a todo color. Grandiosidad como de cromos y poco personaje de verdad. A este paso en falso colabora, y mucho, la elección del punto de vista, ya que toda la novela está escrita en forma de diario del propio José Bonaparte. Al parecer, el autor investigó a fondo la correspondencia del rey, y está claro que no cabe esperar de tal fuente más que una imagen heroica y romántica. La responsabilidad del novelista tendría que haberle obligado a corregir el tono engolado y la visión cesárea de la situación, y no haberlo hecho (o no haberlo sabido hacer) es su peor falta.
Dicho esto, añadiré que a mí me encantaban esas hagiografías a todo color. Por eso he seguido leyendo, mordiendo el cebo de las paradas militares y las recepciones con mucho candelabro y mucho viva el rey. El autor, en cambio, da la sensacion de sentirse incómodo con esta solemnidad de opereta (que se encuentra con más abundancia y calidad en muchos otros libros) y por eso añade aquí y allá un par de melancólicas meditaciones de José I sobre lo poco que le quiere su hermano pequeño. Este parche psicológico no hace sino empeorarlo todo: ¿es eso lo que merece la pena narrar en pleno estallido de la guerra de independencia? Es una pregunta retórica.
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lunes, 31 de agosto de 2009
domingo, 30 de agosto de 2009
Virginia Woolf: La señora Dalloway
Idioma original: inglés
Título original: Mrs. Dalloway
Año de publicación: 1925
Valoración: Imprescindible
Ya he comentado en alguna otra reseña que hasta este año casi nunca solía releer los libros de los que guardaba un recuerdo especial, en parte por miedo a desmitificarlos y en parte también por falta de tiempo (con tantos libros excelentes por descubrir, ¿para qué volver a leer lo que ya hemos leído?). Sin embargo, este año, en parte por culpa de este blog, me he puesto a releer novelas como Hotel Savoy, Mientras agonizo, El amante, El Gran Gatsby o La señora Dalloway, y esta siendo una experiencia muy interesante: releer una gran obra que nos impactó hace tiempo no es desde luego perder el tiempo, sino, verdaderamente, volver a leer, como si fuera una obra nueva o por lo menos viéndola con ojos nuevos, los que nos da la distancia (humana y lectora) que nos separa de la primera lectura.
A veces, sí, la relectura puede ser desmitificadora. Mientras agonizo no me ha gustado tanto como la primera vez, y al Hotel Savoy le bajé un punto en mi escala de admiración; pero con El Gran Gatsby o La señora Dalloway me ha pasado al revés: me da la impresión de que la primera vez no las entendí en absoluto, y que sólo las aprecié porque tenía que apreciarlas: porque eran, o así se decía, obras maestras de la narrativa del siglo XX, y quién era yo para decir lo contrario. Bueno, por lo menos en el caso de La señora Dalloway, desde luego no tengo ningún motivo para decir lo contrario. Más bien todo lo contrario. O sea.
La novela se centra en un grupo de personajes que se entrecruzan a lo largo de un día de junio en el Londres de posguerra (de la Primera Guerra Mundial). Dos de los personajes destacan sobre el resto: Clarissa (la "señora Dalloway" del título), dama de clase alta que organiza una fiesta mientras se plantea por qué rechazó a su pretendiente de juventud, Peter Walsh (que acaba de regresar de la India con un aura de fracaso a su alrededor), y decidió casarse con su actual marido, el correcto pero aburrido Richard Dalloway; y Septimus Warren Smith (el personaje más memorable de la novela, en mi opinión), combatiente de la Gran Guerra que ha vuelto al hogar con graves traumas y problemas psicológicos -trastornos que, al menos en cierta medida, comparte con la propia autora-.
Entre estos personajes no hay una relación directa: sus caminos se entrecruzarán ocasionalmente, o responderán a los mismos estímulos (las campanas del Big Ben, un avión de una campaña de publicidad, el bullicio de Regent's Park), pero sin llegar a tocarse, y desde luego sin llegar a comunicarse. Woolf nos muestra lo que sucede durante ese día de junio a través de los pensamientos de varios de los personajes implicados -utilizando la técnica del stream of conciousness que había perfeccionado Joyce en su Ulises-, lo que lleva a que el libro esté plagado de digresiones, verdades a medias, flashbacks a acontecimientos pasados y cambios de perspectiva narrativa que el lector deberá identificar y reconstruir.
La prosa de Virginia Woolf es exigente: es un laberinto de subordinadas, incisos, acotaciones y cambios de voz y de perspectiva en el que el lector -que es el ratón al fin y al cabo- puede perderse fácilmente. La valoración que hagamos de la novela, y el placer que nos produzca su lectura, depende de nuestra actitud hacia tanto arabesco verbal: que disfrutemos del aturdimiento que produce o que sucumbamos a él. Yo, personalmente, en esta segunda lectura he disfrutado como un niño que ve por primera vez el mar.
También de Virginia Woolf en ULAD: La mujer ante el espejo, Flush, Una habitación propia, Orlando
Título original: Mrs. Dalloway
Año de publicación: 1925
Valoración: Imprescindible
Ya he comentado en alguna otra reseña que hasta este año casi nunca solía releer los libros de los que guardaba un recuerdo especial, en parte por miedo a desmitificarlos y en parte también por falta de tiempo (con tantos libros excelentes por descubrir, ¿para qué volver a leer lo que ya hemos leído?). Sin embargo, este año, en parte por culpa de este blog, me he puesto a releer novelas como Hotel Savoy, Mientras agonizo, El amante, El Gran Gatsby o La señora Dalloway, y esta siendo una experiencia muy interesante: releer una gran obra que nos impactó hace tiempo no es desde luego perder el tiempo, sino, verdaderamente, volver a leer, como si fuera una obra nueva o por lo menos viéndola con ojos nuevos, los que nos da la distancia (humana y lectora) que nos separa de la primera lectura.
A veces, sí, la relectura puede ser desmitificadora. Mientras agonizo no me ha gustado tanto como la primera vez, y al Hotel Savoy le bajé un punto en mi escala de admiración; pero con El Gran Gatsby o La señora Dalloway me ha pasado al revés: me da la impresión de que la primera vez no las entendí en absoluto, y que sólo las aprecié porque tenía que apreciarlas: porque eran, o así se decía, obras maestras de la narrativa del siglo XX, y quién era yo para decir lo contrario. Bueno, por lo menos en el caso de La señora Dalloway, desde luego no tengo ningún motivo para decir lo contrario. Más bien todo lo contrario. O sea.
La novela se centra en un grupo de personajes que se entrecruzan a lo largo de un día de junio en el Londres de posguerra (de la Primera Guerra Mundial). Dos de los personajes destacan sobre el resto: Clarissa (la "señora Dalloway" del título), dama de clase alta que organiza una fiesta mientras se plantea por qué rechazó a su pretendiente de juventud, Peter Walsh (que acaba de regresar de la India con un aura de fracaso a su alrededor), y decidió casarse con su actual marido, el correcto pero aburrido Richard Dalloway; y Septimus Warren Smith (el personaje más memorable de la novela, en mi opinión), combatiente de la Gran Guerra que ha vuelto al hogar con graves traumas y problemas psicológicos -trastornos que, al menos en cierta medida, comparte con la propia autora-.
Entre estos personajes no hay una relación directa: sus caminos se entrecruzarán ocasionalmente, o responderán a los mismos estímulos (las campanas del Big Ben, un avión de una campaña de publicidad, el bullicio de Regent's Park), pero sin llegar a tocarse, y desde luego sin llegar a comunicarse. Woolf nos muestra lo que sucede durante ese día de junio a través de los pensamientos de varios de los personajes implicados -utilizando la técnica del stream of conciousness que había perfeccionado Joyce en su Ulises-, lo que lleva a que el libro esté plagado de digresiones, verdades a medias, flashbacks a acontecimientos pasados y cambios de perspectiva narrativa que el lector deberá identificar y reconstruir.
La prosa de Virginia Woolf es exigente: es un laberinto de subordinadas, incisos, acotaciones y cambios de voz y de perspectiva en el que el lector -que es el ratón al fin y al cabo- puede perderse fácilmente. La valoración que hagamos de la novela, y el placer que nos produzca su lectura, depende de nuestra actitud hacia tanto arabesco verbal: que disfrutemos del aturdimiento que produce o que sucumbamos a él. Yo, personalmente, en esta segunda lectura he disfrutado como un niño que ve por primera vez el mar.
También de Virginia Woolf en ULAD: La mujer ante el espejo, Flush, Una habitación propia, Orlando
sábado, 29 de agosto de 2009
Imre Kertesz: Diario de la galera
Idioma original: húngaro
Título original: Gályanapló
Año de publicación: 1992
Valoración: Imprescindible
La primera vez que intenté leer "Diario de la galera" me costó, me pareció no entender nada, lo abandoné. Y aún así, conservé la intuición de que tarde o temprano regresaría a sus páginas.
Tiempo después, al retomarlo, sentí que este libro me estaba "salvando". Sé que es una expresión confusa pero creo que es la que mejor define lo que sentí.
Como casi todas las obras de Kertesz, esta especie de diario, de cuaderno de notas, es muy complejo, hondo, lleno de profundas reflexiones.
A partir de sus lecturas, literarias o filosóficas, y de sus vivencias, la voz narrativa nos pone unas gafas de lucidez con las que nos atrevemos a ver el mundo, la vida, la muerte... incluso eso que llamamos "sentido".
Es complicado (por no decir imposible) resumir en unas líneas "de qué trata este libro". Reproducir algunas de sus frases tampoco será suficiente para mostrar su densidad, pero es lo único que se me ocurre para contagiarles mi entusiasmo.
"(...) la realidad del hombre funcional es una pseudorrealidad, una vida que sustituye la vida, la función que lo sustituye a él. (...) nadie vive su propia realidad, sino solamente su función; nadie vive existencialmente su vida, esto es, su propio destino, que podría suponerle un objeto para trabajar en sí mismo. (...) puedes ocuparte de todos los problemas de la vida, salvo de la vida en sí como problema. La vida es, por así decirlo, un mandato. Su cuestionamiento está terminantemente prohibido por la censura."
"En la vida de un ser humano se produce un instante en que de pronto toma conciencia de sí mismo, y sus energías se liberan; a partir de ese momento podemos contar nuestro tiempo, en ese momento nacemos. La simiente del genio está en todas las personas. Pero no toda persona es capaz de convertir su vida en su propia vida, La verdadera genialidad es la genialidad existencial. Me atrevería a calificar de inútil casi todo el saber que no fuera un saber directo sobre nosotros mismos."
"Toda vida es una vida dirigida a alguien y en este aspecto -sólo en éste- tiene sentido, aunque el sentido de la vida en sí esté, por lo demás, envuelto en niebla."
"(...) la libertad es realmente un misterio, pero no el llamado libre albedrío, sino la independencia respecto a nosotros mismos, la posibilidad de distanciarnos, la posibilidad de librarnos y ser libres de nosotros mismos."
"Dios es Auschwitz, pero también aquel que me sacó de de Auschwitz. Y que me obliga y hasta me fuerza a dar cuenta de todo, puesto que quiere oír y saber lo que hizo."
"Piensa mal del arte quien considera que transmite sentimientos. El arte transmite vivencia, la (...) de vivir el mundo y sus consecuencias éticas. El arte transmite existencia a la existencia. (...) No vale conformarse con menos (...)"
En mi opinión, pocos escritores consiguen, como éste, "ensancharnos" por dentro... y, de entre sus obras, ésta es una de las más brillantes.
Otros libros de Kertész reseñados en este blog: Dossier K, Liquidación, Sin destino
Título original: Gályanapló
Año de publicación: 1992
Valoración: Imprescindible
La primera vez que intenté leer "Diario de la galera" me costó, me pareció no entender nada, lo abandoné. Y aún así, conservé la intuición de que tarde o temprano regresaría a sus páginas.
Tiempo después, al retomarlo, sentí que este libro me estaba "salvando". Sé que es una expresión confusa pero creo que es la que mejor define lo que sentí.
Como casi todas las obras de Kertesz, esta especie de diario, de cuaderno de notas, es muy complejo, hondo, lleno de profundas reflexiones.
A partir de sus lecturas, literarias o filosóficas, y de sus vivencias, la voz narrativa nos pone unas gafas de lucidez con las que nos atrevemos a ver el mundo, la vida, la muerte... incluso eso que llamamos "sentido".
Es complicado (por no decir imposible) resumir en unas líneas "de qué trata este libro". Reproducir algunas de sus frases tampoco será suficiente para mostrar su densidad, pero es lo único que se me ocurre para contagiarles mi entusiasmo.
"(...) la realidad del hombre funcional es una pseudorrealidad, una vida que sustituye la vida, la función que lo sustituye a él. (...) nadie vive su propia realidad, sino solamente su función; nadie vive existencialmente su vida, esto es, su propio destino, que podría suponerle un objeto para trabajar en sí mismo. (...) puedes ocuparte de todos los problemas de la vida, salvo de la vida en sí como problema. La vida es, por así decirlo, un mandato. Su cuestionamiento está terminantemente prohibido por la censura."
"En la vida de un ser humano se produce un instante en que de pronto toma conciencia de sí mismo, y sus energías se liberan; a partir de ese momento podemos contar nuestro tiempo, en ese momento nacemos. La simiente del genio está en todas las personas. Pero no toda persona es capaz de convertir su vida en su propia vida, La verdadera genialidad es la genialidad existencial. Me atrevería a calificar de inútil casi todo el saber que no fuera un saber directo sobre nosotros mismos."
"Toda vida es una vida dirigida a alguien y en este aspecto -sólo en éste- tiene sentido, aunque el sentido de la vida en sí esté, por lo demás, envuelto en niebla."
"(...) la libertad es realmente un misterio, pero no el llamado libre albedrío, sino la independencia respecto a nosotros mismos, la posibilidad de distanciarnos, la posibilidad de librarnos y ser libres de nosotros mismos."
"Dios es Auschwitz, pero también aquel que me sacó de de Auschwitz. Y que me obliga y hasta me fuerza a dar cuenta de todo, puesto que quiere oír y saber lo que hizo."
"Piensa mal del arte quien considera que transmite sentimientos. El arte transmite vivencia, la (...) de vivir el mundo y sus consecuencias éticas. El arte transmite existencia a la existencia. (...) No vale conformarse con menos (...)"
En mi opinión, pocos escritores consiguen, como éste, "ensancharnos" por dentro... y, de entre sus obras, ésta es una de las más brillantes.
Otros libros de Kertész reseñados en este blog: Dossier K, Liquidación, Sin destino
viernes, 28 de agosto de 2009
Ryszard Kapuscinski: La jungla polaca
Idioma original: polaco
Título original: Busz po polsku
Año de publicación: 2008
Valoración: Está bien
Publicado por primera vez en 1962, La jungla polaca comprende una serie de artículos que escribió un joven Kapuscinski cuando era reportero del semanario Polityka. Escritos entre las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, entre viaje y viaje africano, resumen las andanzas de su autor por lo que podríamos llamar “la Polonia profunda”, dando forma al primero de sus muchos libros publicados.
Alejado de las grandes urbes, Kapuscinski se pasea de aldea en aldea y conversa con sus habitantes, para conseguir así hacer un curioso y cercano retrato de la vida en el campo en la Polonia post Segunda Guerra Mundial. En los veintidós artículos que reúne este volumen y que se acercan más al texto literario que al periodístico, el autor da muestras de su gran sensibilidad y de su interés por su país y, sobre todo, por la gente que vive en él. Así, presenta una amplia galería de héroes y antihéroes cotidianos, de ésos que no salen en las noticias, dotando a sus textos de gran realismo y humanidad.
Reconozco que no me ha gustado tanto como otros libros de Kapuscinski (quizá porque es su primer libro, quién sabe), pero es sin duda muy interesante y creo que merece la pena leerlo. Sobre todo, porque nos da la oportunidad de ver en qué se convirtió Polonia tras la Segunda Gran Guerra y por dónde ha tenido que pasar para convertirse en el país que es hoy en día.
También de Kapuscinski en ULAD: Aquí
Título original: Busz po polsku
Año de publicación: 2008
Valoración: Está bien
Publicado por primera vez en 1962, La jungla polaca comprende una serie de artículos que escribió un joven Kapuscinski cuando era reportero del semanario Polityka. Escritos entre las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, entre viaje y viaje africano, resumen las andanzas de su autor por lo que podríamos llamar “la Polonia profunda”, dando forma al primero de sus muchos libros publicados.
Alejado de las grandes urbes, Kapuscinski se pasea de aldea en aldea y conversa con sus habitantes, para conseguir así hacer un curioso y cercano retrato de la vida en el campo en la Polonia post Segunda Guerra Mundial. En los veintidós artículos que reúne este volumen y que se acercan más al texto literario que al periodístico, el autor da muestras de su gran sensibilidad y de su interés por su país y, sobre todo, por la gente que vive en él. Así, presenta una amplia galería de héroes y antihéroes cotidianos, de ésos que no salen en las noticias, dotando a sus textos de gran realismo y humanidad.
Reconozco que no me ha gustado tanto como otros libros de Kapuscinski (quizá porque es su primer libro, quién sabe), pero es sin duda muy interesante y creo que merece la pena leerlo. Sobre todo, porque nos da la oportunidad de ver en qué se convirtió Polonia tras la Segunda Gran Guerra y por dónde ha tenido que pasar para convertirse en el país que es hoy en día.
También de Kapuscinski en ULAD: Aquí
jueves, 27 de agosto de 2009
Arturo Pérez Reverte: El maestro de esgrima
Idioma original: español
Fecha de publicación: 1988
Valoración: está bien
Había oído hablar mucho de esta novela, y este verano parecía un buen momento para leerla. No está mal, pero quizá esperaba algo más. La tabla de Flandes me encantó y La reina del sur, dentro de otro estilo, me pareció muy entretenida. Pero con esta novela, bueno, me ha decepcionado un poco. Quizá haya sido por el estilo costumbrista, recordando a Galdós y la España de mediados del siglo XIX, que, para ser sincera, personalmente me aburren un poco. Si le añadimos que la historia es muy predecible pues tenemos eso, una novela que está bien para leer en verano.
Jaime Astarloa, el protagonista, es un maestro de esgrima ya entrado en años que subsiste gracias a las clases que da a los hijos de la nobleza y a su amigo el marqués de los Alumbres. El esgrima se está perdiendo en un momento donde los duelos de honor con florete se transforman en duelos de pistolas, y el esgrima se ve como un deporte.
Su vida transcurre entre las clases, las tertulias en el café, donde ahora el tema principal de conversación es el posible regreso a España del general Prim y su golpe a Isabel II, y la búsqueda de la estocada perfecta. Hasta que aparece Adela de Otero, una joven sensual que quiere que Astarloa le enseñe la estocada de los doscientos escudos, ideada por el propio maestro. Le enreda en situaciones y sentimientos que el viejo maestro creía olvidados. Pero hay algo oculto y secreto cuyo propósito se nos irá revelando a medida que el propio Jaime vaya vislumbrándolo.
Otros libros de Arturo Pérez-Reverte en ULAD: Cabo Trafalgar, La sombra del águila, La reina del sur, Hombres buenos
Fecha de publicación: 1988
Valoración: está bien
Había oído hablar mucho de esta novela, y este verano parecía un buen momento para leerla. No está mal, pero quizá esperaba algo más. La tabla de Flandes me encantó y La reina del sur, dentro de otro estilo, me pareció muy entretenida. Pero con esta novela, bueno, me ha decepcionado un poco. Quizá haya sido por el estilo costumbrista, recordando a Galdós y la España de mediados del siglo XIX, que, para ser sincera, personalmente me aburren un poco. Si le añadimos que la historia es muy predecible pues tenemos eso, una novela que está bien para leer en verano.
Jaime Astarloa, el protagonista, es un maestro de esgrima ya entrado en años que subsiste gracias a las clases que da a los hijos de la nobleza y a su amigo el marqués de los Alumbres. El esgrima se está perdiendo en un momento donde los duelos de honor con florete se transforman en duelos de pistolas, y el esgrima se ve como un deporte.
Su vida transcurre entre las clases, las tertulias en el café, donde ahora el tema principal de conversación es el posible regreso a España del general Prim y su golpe a Isabel II, y la búsqueda de la estocada perfecta. Hasta que aparece Adela de Otero, una joven sensual que quiere que Astarloa le enseñe la estocada de los doscientos escudos, ideada por el propio maestro. Le enreda en situaciones y sentimientos que el viejo maestro creía olvidados. Pero hay algo oculto y secreto cuyo propósito se nos irá revelando a medida que el propio Jaime vaya vislumbrándolo.
Otros libros de Arturo Pérez-Reverte en ULAD: Cabo Trafalgar, La sombra del águila, La reina del sur, Hombres buenos
miércoles, 26 de agosto de 2009
Gonzalo Armero: Vida y hechos de Arthur Rimbaud
Idioma original: español
Año de publicación: 2002
Valoración: Muy recomendable
Aviso importante: el libro cuya crítica están a punto de leer no ha sido "escrito", tal y como indico en el título, por un tal Gonzalo Armero, sino que éste es el nombre de su editor, ya que Vida y hechos de Arthur Rimbaud es un compendio de toda clase de documentación, materiales gráficos y escritos del poeta francés y su entorno, cuya recopilación quizás haya corrido a cargo de una servil horda de becarios y "negros" esclavizados por una pérfida editorial sedienta de trabajadores jóvenes a los que maltratar y malpagar. Sólo quizás...¡no acuso a nadie!
Crítica propiamente dicha: tras varias reseñas escritas y publicadas en este blog, aún no me he atrevido con Rimbaud, alguien más que mi poeta preferido (es que decir "X es mi Y preferido" suena a confesar un color/plato/animal preferido): es mi poeta adorado; mi profeta de las letras; mi oasis en áridas épocas de confusión existencial; el príncipe de los simbolistas franceses; el eterno y tormentoso amante de Verlaine; el que escribía en latín siendo un mocoso; el que dejó los versos a los veinte años, y el mundo de los vivos, a los treinta y siete.
Mi problema es que no sé cómo adentrarme desde la orilla de la crítica en la obra de Rimbaud.
Para empezar, me negaría a destrozar tan mágica textura desmenuzándola a base de palabrejas secas y sesudas como "ritmo", "rima" o "endecasílabo".
Pero dejando a un lado el punto de vista técnico del análisis de una obra poética, me pasa que me siento incapaz de explicar por qué desde que Una temporada en el infierno, su poemario más célebre, cayó en mis manos fui otro, aunque parezca una exageración. Porque hasta entonces, hasta que Rimbaud entró en mi vida, no sabía que era posible crear algo tan bello y lúcido a base de semejante torbellino de imágenes, proclamas y anhelos en apariencia febriles y demenciales.
Arthur Rimbaud logró enternecerme, fascinar mi sentido de la estética y hacerme sentir comprendido en el lado más incomprensible de mi persona cuando leí cosas como: "una noche senté a la Belleza sobre mis rodillas, y la encontré amarga, y la injurié", o "no se es serio a los diecisiete años", o "¿tuve alguna vez una juventud amable, heroica, fabulosa, como para ser escrita en páginas de oro?".
Fascinaciones personales aparte, he de decir que Vida y hechos de Arthur Rimbaud constituye un documento excepcional para todo aquel que desee conocer la apasionante obra de un rebelde adelantado a su tiempo que, tal como indican unas palabras de Paul Verlaine en el lomo trasero del libro, "fue fiel a su deseo perfectamente formulado de independencia y a su absoluto desprecio por cualquier compromiso con todo aquello que no le gustara hacer o ser".
Aunque, si he de ser sincero, al leer esta obra también se puede llegar a odiar a ese guapo y soberbio chaval de diecisiete años que llegó a París desde su Charleville natal dispuesto a comerse el mundo después de recibir halagos sobre sus versos provenientes de personas tan autorizadas en la materia como el propio Verlaine, con el que mantuvo cierta relación epistolar que acabaría cuajando en lo que cuajó. Rimbaud pronto se introdujo en la bohemia parisina y se convirtió en uno de sus malditos preferidos, codeándose sin complejos con los grandes nombres de las letras francesas de la segunda mitad del siglo XIX.
Pero no nos distraigamos...Volvamos a lo que iba a decir: que es fácil que el lector coja ojeriza a Rimbe (como le llamaban cariñosamente sus íntimos) o A.R (¡no confundir con Ana Rosa Quintana!), cuando conozca detalles, de todo tipo, de cómo el adolescente invadió como un malévolo diablo el matrimonio de Paul Verlaine con la joven Mathilde Mauté, ambos padres de una criatura de corta edad. Lo hizo hechizando como hombre y como creador al poeta, y abusó sin límites de su hospitalidad y gentileza.
Las cartas y testimonios escritos que este libro recoge de la pobre y resignada Mathilde contando parte de los atrevimientos del caradura de Rimbaud, dejan claro el fatídico papel que el chico jugó en la vida del hasta entonces sereno matrimonio; un chico que, pese a su juventud, era una maligna influencia para Verlaine. Le llevaba sin esfuerzos por el mal camino (a saber: absenta, relaciones homosexuales, vida desordenada, deficiente higiene) y terminó por precipitarle a un abismo de desencanto y confusión que culminó con una pistola en la mano de un enajenado Verlaine y un balazo en la muñeca derecha de Rimbe, durante una acalorada discusión en Londres.
Pero como procuro hacer cuando escucho cosas poco bonitas sobre un escritor, actor o músico que admiro, para continuar amando a Rimbaud, he decidido separar al Creador del Hombre y centrarme en el primero. De lo contrario, apenas leería libros, no pisaría el cine, y quemaría el noventa por ciento de mis discos.
Personalmente, creo que lo más atractivo de este libro es que permite conocer la vida del Rimbaud de más de veinte años, es decir: del Rimbaud muerto ya como poeta.
Al final, les contaré a modo de chascarrillo, Rimbe dejó tranquilo a Verlaine y viajó por buena parte de Europa en busca de una ocupación decente hasta que finalmente recaló en Harar, Etiopía, donde dejó la pluma y se obsesionó con algo mucho más material y práctico: hacer dinero a base de negocios; a veces, de dudosa legalidad. Incluso, algunos años más tarde, llegó a confesar en una carta dirigida a su madre sus deseos de casarse y procrear. Pero la conocida relación que mantuvo con una joven abisinia no dejaría descendencia al que una vez había vivido un apasionado y tórrido romance con alguien de su mismo sexo.
Arthur Rimbaud vivió en África hasta que llegó su Horror: primero, la enfermedad; después, la amputación de su pierna, y finalmente, su dolorosa y costosa vuelta a Francia.
Siendo un treintañero, comenzó el descenso irremediable hacia la muerte, escalofriante trance que agotó siempre ayudado por sus abnegadas madre y hermana, testigos de cómo la cercanía de la Dama de la Guadaña puede transformar tanto a un hombre; prueba de ello, el testimonio de un cura que visitó a Rimbaud (el otrora rebelde, nihilista y ácido poeta) antes de morirse, que confesó que nunca había visto a un hombre con una fe religiosa tan apabullante.
Se dice que sus últimas palabras fueron una jaculatoria en árabe.
Y me gustaría seguir escribiendo y escribiendo sobre este hombre, pero creo que ya es hora de terminar. Sólo un par de cositas más:
-para los devotos de Blade Runner: se dice que el monólogo final de Roy Batty se basa en "El barco ebrio", poema de Rimbaud. Yo, personalmente, estoy convencido de ello.
-increíblemente, Leonardo DiCaprio borda el papel de Rimbaud en una película que narra la relación de éste con Verlaine, Vidas al límite.
Y que ya termino, "¡Oh, brujas, oh, miseria, oh, odio!"
Año de publicación: 2002
Valoración: Muy recomendable
Aviso importante: el libro cuya crítica están a punto de leer no ha sido "escrito", tal y como indico en el título, por un tal Gonzalo Armero, sino que éste es el nombre de su editor, ya que Vida y hechos de Arthur Rimbaud es un compendio de toda clase de documentación, materiales gráficos y escritos del poeta francés y su entorno, cuya recopilación quizás haya corrido a cargo de una servil horda de becarios y "negros" esclavizados por una pérfida editorial sedienta de trabajadores jóvenes a los que maltratar y malpagar. Sólo quizás...¡no acuso a nadie!
Crítica propiamente dicha: tras varias reseñas escritas y publicadas en este blog, aún no me he atrevido con Rimbaud, alguien más que mi poeta preferido (es que decir "X es mi Y preferido" suena a confesar un color/plato/animal preferido): es mi poeta adorado; mi profeta de las letras; mi oasis en áridas épocas de confusión existencial; el príncipe de los simbolistas franceses; el eterno y tormentoso amante de Verlaine; el que escribía en latín siendo un mocoso; el que dejó los versos a los veinte años, y el mundo de los vivos, a los treinta y siete.
Mi problema es que no sé cómo adentrarme desde la orilla de la crítica en la obra de Rimbaud.
Para empezar, me negaría a destrozar tan mágica textura desmenuzándola a base de palabrejas secas y sesudas como "ritmo", "rima" o "endecasílabo".
Pero dejando a un lado el punto de vista técnico del análisis de una obra poética, me pasa que me siento incapaz de explicar por qué desde que Una temporada en el infierno, su poemario más célebre, cayó en mis manos fui otro, aunque parezca una exageración. Porque hasta entonces, hasta que Rimbaud entró en mi vida, no sabía que era posible crear algo tan bello y lúcido a base de semejante torbellino de imágenes, proclamas y anhelos en apariencia febriles y demenciales.
Arthur Rimbaud logró enternecerme, fascinar mi sentido de la estética y hacerme sentir comprendido en el lado más incomprensible de mi persona cuando leí cosas como: "una noche senté a la Belleza sobre mis rodillas, y la encontré amarga, y la injurié", o "no se es serio a los diecisiete años", o "¿tuve alguna vez una juventud amable, heroica, fabulosa, como para ser escrita en páginas de oro?".
Fascinaciones personales aparte, he de decir que Vida y hechos de Arthur Rimbaud constituye un documento excepcional para todo aquel que desee conocer la apasionante obra de un rebelde adelantado a su tiempo que, tal como indican unas palabras de Paul Verlaine en el lomo trasero del libro, "fue fiel a su deseo perfectamente formulado de independencia y a su absoluto desprecio por cualquier compromiso con todo aquello que no le gustara hacer o ser".
Aunque, si he de ser sincero, al leer esta obra también se puede llegar a odiar a ese guapo y soberbio chaval de diecisiete años que llegó a París desde su Charleville natal dispuesto a comerse el mundo después de recibir halagos sobre sus versos provenientes de personas tan autorizadas en la materia como el propio Verlaine, con el que mantuvo cierta relación epistolar que acabaría cuajando en lo que cuajó. Rimbaud pronto se introdujo en la bohemia parisina y se convirtió en uno de sus malditos preferidos, codeándose sin complejos con los grandes nombres de las letras francesas de la segunda mitad del siglo XIX.
Pero no nos distraigamos...Volvamos a lo que iba a decir: que es fácil que el lector coja ojeriza a Rimbe (como le llamaban cariñosamente sus íntimos) o A.R (¡no confundir con Ana Rosa Quintana!), cuando conozca detalles, de todo tipo, de cómo el adolescente invadió como un malévolo diablo el matrimonio de Paul Verlaine con la joven Mathilde Mauté, ambos padres de una criatura de corta edad. Lo hizo hechizando como hombre y como creador al poeta, y abusó sin límites de su hospitalidad y gentileza.
Las cartas y testimonios escritos que este libro recoge de la pobre y resignada Mathilde contando parte de los atrevimientos del caradura de Rimbaud, dejan claro el fatídico papel que el chico jugó en la vida del hasta entonces sereno matrimonio; un chico que, pese a su juventud, era una maligna influencia para Verlaine. Le llevaba sin esfuerzos por el mal camino (a saber: absenta, relaciones homosexuales, vida desordenada, deficiente higiene) y terminó por precipitarle a un abismo de desencanto y confusión que culminó con una pistola en la mano de un enajenado Verlaine y un balazo en la muñeca derecha de Rimbe, durante una acalorada discusión en Londres.
Pero como procuro hacer cuando escucho cosas poco bonitas sobre un escritor, actor o músico que admiro, para continuar amando a Rimbaud, he decidido separar al Creador del Hombre y centrarme en el primero. De lo contrario, apenas leería libros, no pisaría el cine, y quemaría el noventa por ciento de mis discos.
Personalmente, creo que lo más atractivo de este libro es que permite conocer la vida del Rimbaud de más de veinte años, es decir: del Rimbaud muerto ya como poeta.
Al final, les contaré a modo de chascarrillo, Rimbe dejó tranquilo a Verlaine y viajó por buena parte de Europa en busca de una ocupación decente hasta que finalmente recaló en Harar, Etiopía, donde dejó la pluma y se obsesionó con algo mucho más material y práctico: hacer dinero a base de negocios; a veces, de dudosa legalidad. Incluso, algunos años más tarde, llegó a confesar en una carta dirigida a su madre sus deseos de casarse y procrear. Pero la conocida relación que mantuvo con una joven abisinia no dejaría descendencia al que una vez había vivido un apasionado y tórrido romance con alguien de su mismo sexo.
Arthur Rimbaud vivió en África hasta que llegó su Horror: primero, la enfermedad; después, la amputación de su pierna, y finalmente, su dolorosa y costosa vuelta a Francia.
Siendo un treintañero, comenzó el descenso irremediable hacia la muerte, escalofriante trance que agotó siempre ayudado por sus abnegadas madre y hermana, testigos de cómo la cercanía de la Dama de la Guadaña puede transformar tanto a un hombre; prueba de ello, el testimonio de un cura que visitó a Rimbaud (el otrora rebelde, nihilista y ácido poeta) antes de morirse, que confesó que nunca había visto a un hombre con una fe religiosa tan apabullante.
Se dice que sus últimas palabras fueron una jaculatoria en árabe.
Y me gustaría seguir escribiendo y escribiendo sobre este hombre, pero creo que ya es hora de terminar. Sólo un par de cositas más:
-para los devotos de Blade Runner: se dice que el monólogo final de Roy Batty se basa en "El barco ebrio", poema de Rimbaud. Yo, personalmente, estoy convencido de ello.
-increíblemente, Leonardo DiCaprio borda el papel de Rimbaud en una película que narra la relación de éste con Verlaine, Vidas al límite.
Y que ya termino, "¡Oh, brujas, oh, miseria, oh, odio!"
martes, 25 de agosto de 2009
Nuria Amat: Viajar es muy difícil
Idioma original: castellano
Año de publicación: 2009
Valoración: Está bien
Una de las rutinas habituales antes de emprender un viaje es comprar una guía que nos enseñe qué lugares “merece la pena” visitar. Claro que también hay quien busca algo especial en el lugar de destino que no aparece en las guías. Existen muchos viajeros (o, mejor dicho, turistas; dudo que haya mucha gente hoy en día a quien se le pueda llamar viajero) que buscan “ciudades literarias”, aquellas que vieron nacer a grandes escritores, o los acogieron, o les sirvieron de inspiración mientras escribían sus grandes obras. Nuria Amat hace un recorrido por algunas de estas ciudades (como la Praga de Kafka, la Lisboa de Pessoa, la Alejandría de Kavafis…), prestando atención no a los monumentos o lugares típicos que atraparían la atención del turista, sino a los elementos (calles, adoquines, farolas, tranvías…) de los que beben los autores que viven en ellas.
Pero también nos habla de los escritores que vivieron en esas urbes y de todo aquello que necesitan para vivir y dar forma a su obra, desde su casi general desarraigo, sus amigos literarios y la relación epistolar mantenida con ellos, su exilio (cuando procede), sus viajes o su imposibilidad para viajar hasta sus trabajos (tan amados como odiados) como funcionarios o bibliotecarios.
A medio camino entre el ensayo y el libro de viajes, Viajar es muy difícil también nos habla del turismo de guerra, de cómo, cuándo y por qué escribimos… incluso de un intento de experimentar la vida en la Sarajevo de la pasada guerra de Yugoslavia entre las cuatro paredes de un piso de Barcelona.
Un libro muy interesante, en definitiva, para todo aquel que quiera convertirse en un viajero atípico por un mundo que tiene más que ofrecer que lo que una guía nos puede mostrar.
Año de publicación: 2009
Valoración: Está bien
Una de las rutinas habituales antes de emprender un viaje es comprar una guía que nos enseñe qué lugares “merece la pena” visitar. Claro que también hay quien busca algo especial en el lugar de destino que no aparece en las guías. Existen muchos viajeros (o, mejor dicho, turistas; dudo que haya mucha gente hoy en día a quien se le pueda llamar viajero) que buscan “ciudades literarias”, aquellas que vieron nacer a grandes escritores, o los acogieron, o les sirvieron de inspiración mientras escribían sus grandes obras. Nuria Amat hace un recorrido por algunas de estas ciudades (como la Praga de Kafka, la Lisboa de Pessoa, la Alejandría de Kavafis…), prestando atención no a los monumentos o lugares típicos que atraparían la atención del turista, sino a los elementos (calles, adoquines, farolas, tranvías…) de los que beben los autores que viven en ellas.
Pero también nos habla de los escritores que vivieron en esas urbes y de todo aquello que necesitan para vivir y dar forma a su obra, desde su casi general desarraigo, sus amigos literarios y la relación epistolar mantenida con ellos, su exilio (cuando procede), sus viajes o su imposibilidad para viajar hasta sus trabajos (tan amados como odiados) como funcionarios o bibliotecarios.
A medio camino entre el ensayo y el libro de viajes, Viajar es muy difícil también nos habla del turismo de guerra, de cómo, cuándo y por qué escribimos… incluso de un intento de experimentar la vida en la Sarajevo de la pasada guerra de Yugoslavia entre las cuatro paredes de un piso de Barcelona.
Un libro muy interesante, en definitiva, para todo aquel que quiera convertirse en un viajero atípico por un mundo que tiene más que ofrecer que lo que una guía nos puede mostrar.
lunes, 24 de agosto de 2009
Herman Melville: Moby Dick
Idioma original: inglés
Título original: Moby-Dick or The Whale
Año de publicación: 1851
Valoración: Se deja leer
Si yo fuera, por ejemplo, un revisor de manuscritos de una editorial, y me pidieran que hiciera un informe sobre la posibilidad de publicar Moby Dick, contestaría algo parecido a esto: "Tiene grandes posibilidades, pero desaprovechadas. Revisar casi por completo: salvar las primeras 50 páginas, las 100 últimas, y unas cuantas de en medio (caza de ballenas, etc.); tirar el resto." Luego, seguramente, Moby Dick se publicaría en otra editorial, se convertiría en obra de culto y yo sería despedido y ridiculizado. Qué le vamos a hacer.
Lo que pasa con Moby Dick es que tenemos en la cabeza algo así como la "versión Disney" de la novela: la feroz lucha de un capitán satánico y monomaníaco, en su persecución de un no menos satánico animal, la gran ballena blanca, contado todo ello por un marinero principiante, Ismael. Bueno, sí, eso está ahí, pero fundamentalmente en (perdón por la autocita) "las primeras 50 páginas, las 100 últimas, y unas cuantas de en medio". El resto, las 400 páginas restantes, son una especie de Gran enciclopedia de la cetología, en la que se presenta la clasificación zoológica de las ballenas, su fisiología, hábitos, las herramientas utilizadas para cazarla, las funciones de cada miembro de la tripulación de un ballenero...
Todo esto no deja de tener su interés, sobre todo ahora que lo rodea el aura de lo antiguo, lo artesano e incluso lo políticamente incorrecto; pero desde luego no es lo que uno espera al coger una novela, y no es desde luego lo que la gente menciona cuando menciona Moby Dick (lo que me lleva a preguntarme cuánta gente ha leído realmente entera esta obra). Afortunadamente, el lector siempre tiene la suprema potestad de saltarse aquellas páginas que no le interesen, en busca de los pasajes narrativos.
Y no cabe duda de que estos pasajes narrativos contienen aspectos grandiosos: si se publicara una versión expurgada de Moby Dick (algo que siempre ma ha parecido una aberración, que conste), tendríamos una novelita apasionante, llena de romanticismo, fatalismo y oscuridad. El personaje de Ahab, la escena de la forja del arpón o la persecución final son memorables; también son muy divertidas las páginas iniciales, en las que el inexperto Ismael intenta enrolarse en un ballenero, y se encuentra durmiendo abrazado a un salvaje tatuado en una cama de 90.
Pero para llegar a disfrutar de estos pasajes, el lector ha tenido que tragarse antes una explicación detallada de la anatomía de un cachalote, de lo que es la estacha, o de cómo la mayoría de las pinturas que representan ballenas están mal hechas. Un poco demasiado, la verdad...
También de Herman Melville en ULAD: Bartleby el escribiente, Novelas cortas
Título original: Moby-Dick or The Whale
Año de publicación: 1851
Valoración: Se deja leer
Si yo fuera, por ejemplo, un revisor de manuscritos de una editorial, y me pidieran que hiciera un informe sobre la posibilidad de publicar Moby Dick, contestaría algo parecido a esto: "Tiene grandes posibilidades, pero desaprovechadas. Revisar casi por completo: salvar las primeras 50 páginas, las 100 últimas, y unas cuantas de en medio (caza de ballenas, etc.); tirar el resto." Luego, seguramente, Moby Dick se publicaría en otra editorial, se convertiría en obra de culto y yo sería despedido y ridiculizado. Qué le vamos a hacer.
Lo que pasa con Moby Dick es que tenemos en la cabeza algo así como la "versión Disney" de la novela: la feroz lucha de un capitán satánico y monomaníaco, en su persecución de un no menos satánico animal, la gran ballena blanca, contado todo ello por un marinero principiante, Ismael. Bueno, sí, eso está ahí, pero fundamentalmente en (perdón por la autocita) "las primeras 50 páginas, las 100 últimas, y unas cuantas de en medio". El resto, las 400 páginas restantes, son una especie de Gran enciclopedia de la cetología, en la que se presenta la clasificación zoológica de las ballenas, su fisiología, hábitos, las herramientas utilizadas para cazarla, las funciones de cada miembro de la tripulación de un ballenero...
Todo esto no deja de tener su interés, sobre todo ahora que lo rodea el aura de lo antiguo, lo artesano e incluso lo políticamente incorrecto; pero desde luego no es lo que uno espera al coger una novela, y no es desde luego lo que la gente menciona cuando menciona Moby Dick (lo que me lleva a preguntarme cuánta gente ha leído realmente entera esta obra). Afortunadamente, el lector siempre tiene la suprema potestad de saltarse aquellas páginas que no le interesen, en busca de los pasajes narrativos.
Y no cabe duda de que estos pasajes narrativos contienen aspectos grandiosos: si se publicara una versión expurgada de Moby Dick (algo que siempre ma ha parecido una aberración, que conste), tendríamos una novelita apasionante, llena de romanticismo, fatalismo y oscuridad. El personaje de Ahab, la escena de la forja del arpón o la persecución final son memorables; también son muy divertidas las páginas iniciales, en las que el inexperto Ismael intenta enrolarse en un ballenero, y se encuentra durmiendo abrazado a un salvaje tatuado en una cama de 90.
Pero para llegar a disfrutar de estos pasajes, el lector ha tenido que tragarse antes una explicación detallada de la anatomía de un cachalote, de lo que es la estacha, o de cómo la mayoría de las pinturas que representan ballenas están mal hechas. Un poco demasiado, la verdad...
También de Herman Melville en ULAD: Bartleby el escribiente, Novelas cortas
domingo, 23 de agosto de 2009
Javier Cercas: El móvil
Idioma original: español
Fecha de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable
Este librito recoge al único superviviente de un volumen de relatos que Javier Cercas publicó en 1987. No sé cómo serían las demás, pero no me extraña que esta historia resistiera la crítica del propio autor, hecha ya desde la madurez. Yo la he leído en unas cuantas horas, y no sólo por su corta extensión, sino sobre todo por su estructura narrativa, que es al mismo tiempo reflexiva y eficaz, dos propiedades que rara vez se encuentran juntas. La impresión que me ha quedado nada más terminar su lectura es la de haber sostenido en mis manos, durante un tiempo, algún pequeño artilugio de prestidigitador, hecho de espejos y de resortes secretos.
Es difícil resumir el argumento sin desvelar algunos elementos que sostienen gran parte del disfrute del lector. Un escritor (Álvaro) trata de crear la novela definitiva. Se obliga a una disciplina de acero y se pertrecha con sólidos fundamentos teóricos. Concibe la historia de un crimen y elige entre sus vecinos los modelos para sus personajes. A medida que avanza la redacción de la novela, el escritor va construyendo a su alrededor una densa maraña de relaciones entre la realidad y la ficción, que no tardará en escapar a su dominio.
O tal vez no escape tanto como parece a primera vista; mejor dicho, en un primer nivel. Porque El móvil es una novela que narra un crimen pero, más exactamente, es una novela sobre una novela que narra un crimen. Está estructurada, por tanto, en distintos niveles de realidad. Álvaro escribe una novela sobre un escritor -cuyo nombre ignoramos- que escribe una novela. Así pues, tenemos tres niveles y tres novelas: el libro que tiene el lector entre sus manos (El móvil), el libro que escribe Álvaro y el libro que escribe el personaje sin nombre inventado por Álvaro. Este escritor anónimo (el tercero) concibe la historia de un crimen y elige entre sus vecinos los modelos para sus personajes.
Sí, no es una errata: el argumento de las tres novelas es, con decreciente complejidad, el mismo. Se cumple, en principio, una convención clásica, que ya funciona por ejemplo en Hamlet: siempre que se introduce una obra literaria dentro del argumento de otra obra literaria, debe atribuirse a la primera un menor grado de realidad. El espectador debe suspender su incredulidad ante Hamlet, y creer que el hombre sobre el escenario es en verdad un príncipe danés, pero debe ser bien consciente de que la pieza a la que asiste Hamlet en el acto III está representada por actores (es decir, por actores que hacen de actores). Así se reafirma, por contraste, la fe del espectador (o del lector) en la realidad de la obra a la que asiste (o que está leyendo).
Digo que en principio se cumple esta convención, porque el argumento de El móvil es más complejo que el de la novela que escribe Álvaro, y éste lo es más que el de la novela que escribe su personaje anónimo. También los autores gozan de niveles decrecientes de realidad. A Javier Cercas le supone el lector la misma realidad que a sí mismo, a Álvaro le atribuye la de un personaje de ficción, mientras que el personaje creado por este último ni siquiera tiene ya nombre. El problema viene cuando el lector empieza a comprender que estos diversos niveles quizá no están tan desconectados como parece y que tiene buenas razones para suponer que el libro que escribe Álvaro no es otro que El móvil. Las sólidas jerarquías literarias y metafísicas que le habían guiado hasta entonces parecen desmoronarse. El vértigo está asegurado.
Otras obras de Javier Cercas en ULAD: Aquí
Fecha de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable
Este librito recoge al único superviviente de un volumen de relatos que Javier Cercas publicó en 1987. No sé cómo serían las demás, pero no me extraña que esta historia resistiera la crítica del propio autor, hecha ya desde la madurez. Yo la he leído en unas cuantas horas, y no sólo por su corta extensión, sino sobre todo por su estructura narrativa, que es al mismo tiempo reflexiva y eficaz, dos propiedades que rara vez se encuentran juntas. La impresión que me ha quedado nada más terminar su lectura es la de haber sostenido en mis manos, durante un tiempo, algún pequeño artilugio de prestidigitador, hecho de espejos y de resortes secretos.
Es difícil resumir el argumento sin desvelar algunos elementos que sostienen gran parte del disfrute del lector. Un escritor (Álvaro) trata de crear la novela definitiva. Se obliga a una disciplina de acero y se pertrecha con sólidos fundamentos teóricos. Concibe la historia de un crimen y elige entre sus vecinos los modelos para sus personajes. A medida que avanza la redacción de la novela, el escritor va construyendo a su alrededor una densa maraña de relaciones entre la realidad y la ficción, que no tardará en escapar a su dominio.
O tal vez no escape tanto como parece a primera vista; mejor dicho, en un primer nivel. Porque El móvil es una novela que narra un crimen pero, más exactamente, es una novela sobre una novela que narra un crimen. Está estructurada, por tanto, en distintos niveles de realidad. Álvaro escribe una novela sobre un escritor -cuyo nombre ignoramos- que escribe una novela. Así pues, tenemos tres niveles y tres novelas: el libro que tiene el lector entre sus manos (El móvil), el libro que escribe Álvaro y el libro que escribe el personaje sin nombre inventado por Álvaro. Este escritor anónimo (el tercero) concibe la historia de un crimen y elige entre sus vecinos los modelos para sus personajes.
Sí, no es una errata: el argumento de las tres novelas es, con decreciente complejidad, el mismo. Se cumple, en principio, una convención clásica, que ya funciona por ejemplo en Hamlet: siempre que se introduce una obra literaria dentro del argumento de otra obra literaria, debe atribuirse a la primera un menor grado de realidad. El espectador debe suspender su incredulidad ante Hamlet, y creer que el hombre sobre el escenario es en verdad un príncipe danés, pero debe ser bien consciente de que la pieza a la que asiste Hamlet en el acto III está representada por actores (es decir, por actores que hacen de actores). Así se reafirma, por contraste, la fe del espectador (o del lector) en la realidad de la obra a la que asiste (o que está leyendo).
Digo que en principio se cumple esta convención, porque el argumento de El móvil es más complejo que el de la novela que escribe Álvaro, y éste lo es más que el de la novela que escribe su personaje anónimo. También los autores gozan de niveles decrecientes de realidad. A Javier Cercas le supone el lector la misma realidad que a sí mismo, a Álvaro le atribuye la de un personaje de ficción, mientras que el personaje creado por este último ni siquiera tiene ya nombre. El problema viene cuando el lector empieza a comprender que estos diversos niveles quizá no están tan desconectados como parece y que tiene buenas razones para suponer que el libro que escribe Álvaro no es otro que El móvil. Las sólidas jerarquías literarias y metafísicas que le habían guiado hasta entonces parecen desmoronarse. El vértigo está asegurado.
Otras obras de Javier Cercas en ULAD: Aquí
sábado, 22 de agosto de 2009
Frank Herbert: Dune
Título original: Dune
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1965
Valoración: imprescindible
Puff. Esto es lo primero que he pensado cuando he decidido enfrentarme al hecho de escribir la reseña de Dune, y de su saga. Puff. Seis libros del propio autor, y ocho escritos por su hijo y apuntes y notas que Herbert dejó en una caja fuerte antes de morir....si se tratasen de novelas comunes, a lo mejor catorce volúmenes para una saga no se hacían tan difíciles de comentar, pero siendo como es esta saga de ciencia ficción, resulta colosal. Pero he de hacerlo. Es una de esas lecturas que te piden a gritos que las recomiendes y que hables de ellas, lo contrario sería un crimen -literario, por supuesto.
Conocí la saga a través de un sábado por la noche en las que quedamos unos cuantos amigos para probar un juego de mesa que uno de ellos había encontrado en una tienda de cosas viejas. Llegó entusiasmado con su descubrimiento. Algunos habían leído la trilogía original -Dune, El mesías de Dune, Hijos de Dune- y acogieron el hallazgo de un juego de mesa basado en las novelas con igual entusiamo. Yo ni había oído hablar de Dune, ni de Herbert. En ese momento me hallaba sumida en la lectura de otra saga de culto, Fundación, de Asimov, y con su veintena de libros tenía más que suficiente. Pero como todo se acaba, y terminé Asimov, empecé con Dune... ayer compré el penúltimo volumen, Cazadores de Dune, y comencé a leerlo con ávidez. He parado para escribir la reseña. ¡Ya no es que me lo pida a gritos, sino que parece una plañidera egipcia arrancándose los cabellos!
Afrontando el enorme reto, diremos que es una novela inmensa cuyas líneas principales son la ecología, la eugenesia, el mesianismo y la religión, la filosofía, la política, la economía y la evolución de la humanidad. El autor se basa en culturas conocidas, pero las transforma para sus propósitos. Así, tenemos a los fremen, tribu del dedierto de Dune, con sus propias reglas y sociedad que gira alrededor del agua, el bien más preciado, y que ha sabido adaptarse al planeta más extremo del Imperio galáctico.
Dune, o Arrakis, es el único planeta del Imperio del que se puede extraer la especia, o melange, el bien en el que se basa la economía del imperio. Gracias a la especia se pueden realizar los viajes espaciales, pues facilita la presciencia de los navegantes de la Cofradía que pilotan las naves; ayuda en la Agonía de la especia a las miembros de la Bene Geserit -hermandad femenina cuyo poder en la sombra es inabarcable- para que se conviertan en Reverendas madre, y en su presciencia; da vigor al cuerpo, alarga la vida y produce dependencia patológica.
El Imperio galáctico está gobernado por el Emperador Padishah Shaddam IV y el parlamento, o Landsraad, formado por las Grandes Casas, de familias nobles. La extracción de la especia de Dune es encargada a una de las Grandes Casas por un tiempo. En el momento en el que empieza la novela de Dune, el emperador pasa el planeta de la casa Harkonnen, que mientras ha gobernado se ha ganado el odio de sus habitantes y de los fremen, a la casa de los Atreides. Ambas casa son enemigas, y parece ser todo una estratagema del emperador y de otros nobles para librarse de la creciente ascensión de los atreides en el Landsraad. Los atreides cambian su residencia entonces de Caladan, su planeta natal, verde, boscoso y con grandes mares, a Dune, el planeta desierto, donde las lágrimas dedicadas a un muerto son la mayor muestra de aprecio. Así, la primera novela se centra en el hijo del duque, Paul Atreides, en la relación con su madre, dama Jessica y reverenda madre bene gesserit, y los fremen, habitantes del desierto.
A partir de aquí, comienza el futuro de una nueva humanidad, recorriendo milenios de historia, guerras, dispersiones y regresos que llevan al ser humano de un Imperio galáctico que desaparece, a otros sistemas de gobierno, con semidioses y Mesías, Honoradas Matres que esclavizan con el sexo, y tleilaxu que crean gholas a partir de restos de células vivas; y al lector, de una primera novela fascinante, a una saga de catorce volúmenes que atrapa por su complejidad y por la amplitud creadora del autor. Herbert construye todo un mundo cuyo seguimiento a lo largo de milenios resulta tan abrumador como fascinante. Sin lugar a dudas, la mejor saga de ciencia ficción.
“Todos los gobiernos sufren de un problema recurrente: el poder atrae a las personalidades patológicas. El poder no es entonces corruptible”.
También de Frank Herbert en ULAD: Los ojos de Heisenberg
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1965
Valoración: imprescindible
Puff. Esto es lo primero que he pensado cuando he decidido enfrentarme al hecho de escribir la reseña de Dune, y de su saga. Puff. Seis libros del propio autor, y ocho escritos por su hijo y apuntes y notas que Herbert dejó en una caja fuerte antes de morir....si se tratasen de novelas comunes, a lo mejor catorce volúmenes para una saga no se hacían tan difíciles de comentar, pero siendo como es esta saga de ciencia ficción, resulta colosal. Pero he de hacerlo. Es una de esas lecturas que te piden a gritos que las recomiendes y que hables de ellas, lo contrario sería un crimen -literario, por supuesto.
Conocí la saga a través de un sábado por la noche en las que quedamos unos cuantos amigos para probar un juego de mesa que uno de ellos había encontrado en una tienda de cosas viejas. Llegó entusiasmado con su descubrimiento. Algunos habían leído la trilogía original -Dune, El mesías de Dune, Hijos de Dune- y acogieron el hallazgo de un juego de mesa basado en las novelas con igual entusiamo. Yo ni había oído hablar de Dune, ni de Herbert. En ese momento me hallaba sumida en la lectura de otra saga de culto, Fundación, de Asimov, y con su veintena de libros tenía más que suficiente. Pero como todo se acaba, y terminé Asimov, empecé con Dune... ayer compré el penúltimo volumen, Cazadores de Dune, y comencé a leerlo con ávidez. He parado para escribir la reseña. ¡Ya no es que me lo pida a gritos, sino que parece una plañidera egipcia arrancándose los cabellos!
Afrontando el enorme reto, diremos que es una novela inmensa cuyas líneas principales son la ecología, la eugenesia, el mesianismo y la religión, la filosofía, la política, la economía y la evolución de la humanidad. El autor se basa en culturas conocidas, pero las transforma para sus propósitos. Así, tenemos a los fremen, tribu del dedierto de Dune, con sus propias reglas y sociedad que gira alrededor del agua, el bien más preciado, y que ha sabido adaptarse al planeta más extremo del Imperio galáctico.
Dune, o Arrakis, es el único planeta del Imperio del que se puede extraer la especia, o melange, el bien en el que se basa la economía del imperio. Gracias a la especia se pueden realizar los viajes espaciales, pues facilita la presciencia de los navegantes de la Cofradía que pilotan las naves; ayuda en la Agonía de la especia a las miembros de la Bene Geserit -hermandad femenina cuyo poder en la sombra es inabarcable- para que se conviertan en Reverendas madre, y en su presciencia; da vigor al cuerpo, alarga la vida y produce dependencia patológica.
El Imperio galáctico está gobernado por el Emperador Padishah Shaddam IV y el parlamento, o Landsraad, formado por las Grandes Casas, de familias nobles. La extracción de la especia de Dune es encargada a una de las Grandes Casas por un tiempo. En el momento en el que empieza la novela de Dune, el emperador pasa el planeta de la casa Harkonnen, que mientras ha gobernado se ha ganado el odio de sus habitantes y de los fremen, a la casa de los Atreides. Ambas casa son enemigas, y parece ser todo una estratagema del emperador y de otros nobles para librarse de la creciente ascensión de los atreides en el Landsraad. Los atreides cambian su residencia entonces de Caladan, su planeta natal, verde, boscoso y con grandes mares, a Dune, el planeta desierto, donde las lágrimas dedicadas a un muerto son la mayor muestra de aprecio. Así, la primera novela se centra en el hijo del duque, Paul Atreides, en la relación con su madre, dama Jessica y reverenda madre bene gesserit, y los fremen, habitantes del desierto.
A partir de aquí, comienza el futuro de una nueva humanidad, recorriendo milenios de historia, guerras, dispersiones y regresos que llevan al ser humano de un Imperio galáctico que desaparece, a otros sistemas de gobierno, con semidioses y Mesías, Honoradas Matres que esclavizan con el sexo, y tleilaxu que crean gholas a partir de restos de células vivas; y al lector, de una primera novela fascinante, a una saga de catorce volúmenes que atrapa por su complejidad y por la amplitud creadora del autor. Herbert construye todo un mundo cuyo seguimiento a lo largo de milenios resulta tan abrumador como fascinante. Sin lugar a dudas, la mejor saga de ciencia ficción.
“Todos los gobiernos sufren de un problema recurrente: el poder atrae a las personalidades patológicas. El poder no es entonces corruptible”.
También de Frank Herbert en ULAD: Los ojos de Heisenberg
viernes, 21 de agosto de 2009
Francesco Piccolo: Escribir es un tic
Idioma original: italiano
Título original: Scrivere è un tic
Año de publicación: 2008
Valoración: Recomendable
Es de sobra conocido que escribir es un oficio difícil, sacrificado y, en gran medida, ingrato. Quizá por eso los escritores, en general, son personas peculiares cuyas biografías suelen interesarnos casi tanto como sus obras. Pero, ¿acaso sabemos cómo desarrollan su arte? ¿Podemos afirmar cuántas horas dedican al día a llenar de palabras la hoja en blanco? ¿O si prefieren escribir rodeados de gente o en soledad?
El objeto de este libro es desvelar esos secretos. Con una prosa amena cargada de anécdotas a cada cual más curiosa, Franceso Piccolo nos descubre, por ejemplo, que Marguerite Duras, cuando escribía, siempre tenía a mano una botella de whisky y se sentaba a la misma mesa, en la misma silla, ante la misma ventana; o que Balzac echaba las cortinas para no distinguir el día de la noche y evitar así cualquier tipo de distracción. Pero también nos habla del “otro trabajo” del escritor, con el que se gana el dinero que no se consigue de la literatura y que no siempre está relacionado con ella, de los materiales usados para escribir (desde el básico lapicero al moderno ordenador) y la relación que los autores tienen con ellos, e incluso de “perder el tiempo”, algo esencial para que el proceso creativo y las horas dedicadas al mismo den sus frutos.
Escribir es un tic es, en definitiva, un compendio de métodos, rutinas y manías que utiliza el escritor para desempeñar su oficio. Pues, como dice su autor en las conclusiones, la inspiración, por sí sola, ya no sirve.
Título original: Scrivere è un tic
Año de publicación: 2008
Valoración: Recomendable
Es de sobra conocido que escribir es un oficio difícil, sacrificado y, en gran medida, ingrato. Quizá por eso los escritores, en general, son personas peculiares cuyas biografías suelen interesarnos casi tanto como sus obras. Pero, ¿acaso sabemos cómo desarrollan su arte? ¿Podemos afirmar cuántas horas dedican al día a llenar de palabras la hoja en blanco? ¿O si prefieren escribir rodeados de gente o en soledad?
El objeto de este libro es desvelar esos secretos. Con una prosa amena cargada de anécdotas a cada cual más curiosa, Franceso Piccolo nos descubre, por ejemplo, que Marguerite Duras, cuando escribía, siempre tenía a mano una botella de whisky y se sentaba a la misma mesa, en la misma silla, ante la misma ventana; o que Balzac echaba las cortinas para no distinguir el día de la noche y evitar así cualquier tipo de distracción. Pero también nos habla del “otro trabajo” del escritor, con el que se gana el dinero que no se consigue de la literatura y que no siempre está relacionado con ella, de los materiales usados para escribir (desde el básico lapicero al moderno ordenador) y la relación que los autores tienen con ellos, e incluso de “perder el tiempo”, algo esencial para que el proceso creativo y las horas dedicadas al mismo den sus frutos.
Escribir es un tic es, en definitiva, un compendio de métodos, rutinas y manías que utiliza el escritor para desempeñar su oficio. Pues, como dice su autor en las conclusiones, la inspiración, por sí sola, ya no sirve.
jueves, 20 de agosto de 2009
Michel Houellebecq: Las partículas elementales
Idioma original: francés
Título original: Les particules élémentaires
Año de publicación: 1998
Valoración: Está bien
Michel Houllebecq es un autor periférico en la literatura francesa en sentido geográfico, profesional y estilístico, que sin embargo ha logrado abrirse paso hasta el centro del canon mediante una escritura sólida, un estilo conciso pero impactante y una buena dosis de polémica que rodea su figura.
Las particulas elementales de que habla el título son Michel y Bruno, dos hermanos de la misma madre pero de distintos padres cuyas vidas han corrido paralelas, mezcladas por una misma insatisfacción vital y sexual, aunque por caminos bien distintos. Michel es un científico exitoso, felizmente casado, casto y cordial. Bruno es un profesor de literatura libidinoso, resentido y traumatizado.
Pero, aparte de los propios protagonitas, cuya personalidad bastaría para hacer interesante la novela, lo que la hace destacar, y por lo que su autor se ha convertido en un referente, es por la frialdad científica con la que se nos presentan los hechos. Las frases, breves y directas, se enlazan unas con otras con naturalidad. El narrador, tan aséptico que parece transparente, no da pie a ningún dramatismo o sentimentalismo.
En definitiva, Las Particulas Elementales podría ser entendida como un experimento, bajo condiciones controladas, que pretende responder a una pregunta: ¿realmente la liberación sexual iniciada en Mayo del 68 ha tenido consecuencias positivas? ¿No nos ha llevado al individualismo más extremo, a romper todo lazo con otras personas, y por tanto a la infelicidad? Y Houllebecq, salvando todas las distancias, vendría a ser una especie de Zola conservador del siglo XXI.
Todas las reseñas sobre Houellebecq en ULAD: Aquí
Título original: Les particules élémentaires
Año de publicación: 1998
Valoración: Está bien
Michel Houllebecq es un autor periférico en la literatura francesa en sentido geográfico, profesional y estilístico, que sin embargo ha logrado abrirse paso hasta el centro del canon mediante una escritura sólida, un estilo conciso pero impactante y una buena dosis de polémica que rodea su figura.
Las particulas elementales de que habla el título son Michel y Bruno, dos hermanos de la misma madre pero de distintos padres cuyas vidas han corrido paralelas, mezcladas por una misma insatisfacción vital y sexual, aunque por caminos bien distintos. Michel es un científico exitoso, felizmente casado, casto y cordial. Bruno es un profesor de literatura libidinoso, resentido y traumatizado.
Pero, aparte de los propios protagonitas, cuya personalidad bastaría para hacer interesante la novela, lo que la hace destacar, y por lo que su autor se ha convertido en un referente, es por la frialdad científica con la que se nos presentan los hechos. Las frases, breves y directas, se enlazan unas con otras con naturalidad. El narrador, tan aséptico que parece transparente, no da pie a ningún dramatismo o sentimentalismo.
En definitiva, Las Particulas Elementales podría ser entendida como un experimento, bajo condiciones controladas, que pretende responder a una pregunta: ¿realmente la liberación sexual iniciada en Mayo del 68 ha tenido consecuencias positivas? ¿No nos ha llevado al individualismo más extremo, a romper todo lazo con otras personas, y por tanto a la infelicidad? Y Houllebecq, salvando todas las distancias, vendría a ser una especie de Zola conservador del siglo XXI.
Todas las reseñas sobre Houellebecq en ULAD: Aquí
miércoles, 19 de agosto de 2009
Julio Verne: Viaje al centro de la tierra.
Título original: Voyage au centre de la Terre
Idioma original: francés.
Año de publicación: 1864.
Valoración: Imprescindible.
Esta novela es un viaje fascinante a uno de los mayores misterios con que ha tenido que enfrentarse el ser humano a lo largo de toda su existencia: qué hay más allá de la corteza terrestre, en las profundidades de nuestro planeta.
Verne se inspira en la figura de Arne Magnussen (escritor y recopilador de sagas nórdicas) para crear el personaje de Arne Saknussemm, un islandés del siglo XII que afirma haber logrado llegar al centro de la tierra.
Tras descubrir un texto escrito en clave por este excéntrico sabio, un profesor alemán, Otto Lidenbrock, decide emprender una expedición. Acompañado por su escéptico sobrino Axel y Hans, un guía islandés, ingresa a través del cráter de un volcán hacia el interior del globo terráqueo.
El grupo vive en su insólito viaje muchísimas aventuras (descubren un mar interior, un mundo mesozoico completo e incluso iluminación eléctrica en las profundidades de la tierra).
Ésta es la menos científica y más fantasiosa de las obras de Julio Verne. Sin duda, muy recomendable para jóvenes, e incluso para niños con afición a la lectura.
Recuerdo haber leído este libro cuando era pequeña, y haber quedado fascinada por la precisión con que el autor describía un mundo imposible, hasta convertirlo en algo casi verosímil.
Me recuerdo entusiasmada por la emoción de la aventura y siempre impaciente por retomar aquel libro, que me llevaba al único lugar donde, probablemente, el ser humano jamás será capaz de llegar; al corazón de fuego de su planeta.
Idioma original: francés.
Año de publicación: 1864.
Valoración: Imprescindible.
Esta novela es un viaje fascinante a uno de los mayores misterios con que ha tenido que enfrentarse el ser humano a lo largo de toda su existencia: qué hay más allá de la corteza terrestre, en las profundidades de nuestro planeta.
Verne se inspira en la figura de Arne Magnussen (escritor y recopilador de sagas nórdicas) para crear el personaje de Arne Saknussemm, un islandés del siglo XII que afirma haber logrado llegar al centro de la tierra.
Tras descubrir un texto escrito en clave por este excéntrico sabio, un profesor alemán, Otto Lidenbrock, decide emprender una expedición. Acompañado por su escéptico sobrino Axel y Hans, un guía islandés, ingresa a través del cráter de un volcán hacia el interior del globo terráqueo.
El grupo vive en su insólito viaje muchísimas aventuras (descubren un mar interior, un mundo mesozoico completo e incluso iluminación eléctrica en las profundidades de la tierra).
Ésta es la menos científica y más fantasiosa de las obras de Julio Verne. Sin duda, muy recomendable para jóvenes, e incluso para niños con afición a la lectura.
Recuerdo haber leído este libro cuando era pequeña, y haber quedado fascinada por la precisión con que el autor describía un mundo imposible, hasta convertirlo en algo casi verosímil.
Me recuerdo entusiasmada por la emoción de la aventura y siempre impaciente por retomar aquel libro, que me llevaba al único lugar donde, probablemente, el ser humano jamás será capaz de llegar; al corazón de fuego de su planeta.
martes, 18 de agosto de 2009
António Lobo Antunes: En el culo del mundo
Idioma original: portugués
Título original: Os cus de JudasFecha de publicación: 1979
Valoración: Muy recomendable
De Lobo Antunes, escritor y médico especializado en psiquiatría portugués, y candidato al Nobel, únicamente conocía la página que escribía en el suplemento cultural de cierto diario; y me encantaba, porque a diferencia de otros escritores y periodistas que aprovechan el generoso espacio que se les concede para hablar de personajes célebres o hacer sesudos mini-ensayos de alto valor intelectual (pero que pueden ser auténticos castañazos), Lobo Antunes se “limitaba” a desnudarse: escribía sobre su pasado, su familia, sus sentimientos, sus impresiones, su desidia existencial, su poca/nula confianza en la especie humana, sus fobias, sus filias…, y todo ello, con una sensibilidad arrolladora, deslumbrando con un estilo intimista y adictivo que me recordaba en ocasiones a Enrique Vila-Matas, colaborador de la misma publicación y que también me gustaba mucho.
Comenté mi admiración por este hombre a una buena amiga de ascendencia portuguesa, y me dijo que en su país natal Lobo Antunes era un escritor muy respetado con unas cuantas novelas a sus espaldas; y fue precisamente dicha amiga la que me regaló en mi siguiente cumpleaños En el culo del mundo.
Leer aquella novela, un diálogo entre un hombre y una mujer en la que sólo se escucha al hombre, fue una auténtica delicia porque desde la primera línea comencé a degustar la esencia “lobezna” que tanto me atraía, lo cual no quiere decir que la trama sea agradable: ni mucho menos.
Trata de la dura experiencia de un médico militar en la guerra de Angola, una de esas tierras objeto de tejemanejes colonialistas en las que, no sé por qué, siempre llevan la voz cantante (incluso para denunciar las sangrientas injusticias que en ellas se cometen) los Malos, o sea, la potencia de turno que se dedica a asesinar e intimidar a los nativos para extender su dominio a miles de kilómetros del hogar materno.
Pero a Lobo Antunes no le tiembla el pulso a la hora de mostrar su rechazo hacia esos bajos instintos conquistadores (que persisten en pleno siglo XXI) en forma de un testimonio crudo y coherente, repleto de mutilaciones, vísceras, puntos de sutura y estomagantes escenas. El autor no intenta envolver en tules el horror de la guerra, un compendio de actos de lesa humanidad siempre injustificables. No por nada, él vivió en sus propias carnes la última fase de la liberación colonial de Angola.
Y desde una Lisboa tan estoica y (sólo) formalmente simple, como la propia savia del fado, el protagonista de En el culo del mundo demuestra que el pasado es una oscura sombra que tiñe con fiereza y sin remedio el alma de los hombres; para lo bueno y para lo malo.
También de António Lobo Antunes en ULAD: Aquí
Título original: Os cus de JudasFecha de publicación: 1979
Valoración: Muy recomendable
De Lobo Antunes, escritor y médico especializado en psiquiatría portugués, y candidato al Nobel, únicamente conocía la página que escribía en el suplemento cultural de cierto diario; y me encantaba, porque a diferencia de otros escritores y periodistas que aprovechan el generoso espacio que se les concede para hablar de personajes célebres o hacer sesudos mini-ensayos de alto valor intelectual (pero que pueden ser auténticos castañazos), Lobo Antunes se “limitaba” a desnudarse: escribía sobre su pasado, su familia, sus sentimientos, sus impresiones, su desidia existencial, su poca/nula confianza en la especie humana, sus fobias, sus filias…, y todo ello, con una sensibilidad arrolladora, deslumbrando con un estilo intimista y adictivo que me recordaba en ocasiones a Enrique Vila-Matas, colaborador de la misma publicación y que también me gustaba mucho.
Comenté mi admiración por este hombre a una buena amiga de ascendencia portuguesa, y me dijo que en su país natal Lobo Antunes era un escritor muy respetado con unas cuantas novelas a sus espaldas; y fue precisamente dicha amiga la que me regaló en mi siguiente cumpleaños En el culo del mundo.
Leer aquella novela, un diálogo entre un hombre y una mujer en la que sólo se escucha al hombre, fue una auténtica delicia porque desde la primera línea comencé a degustar la esencia “lobezna” que tanto me atraía, lo cual no quiere decir que la trama sea agradable: ni mucho menos.
Trata de la dura experiencia de un médico militar en la guerra de Angola, una de esas tierras objeto de tejemanejes colonialistas en las que, no sé por qué, siempre llevan la voz cantante (incluso para denunciar las sangrientas injusticias que en ellas se cometen) los Malos, o sea, la potencia de turno que se dedica a asesinar e intimidar a los nativos para extender su dominio a miles de kilómetros del hogar materno.
Pero a Lobo Antunes no le tiembla el pulso a la hora de mostrar su rechazo hacia esos bajos instintos conquistadores (que persisten en pleno siglo XXI) en forma de un testimonio crudo y coherente, repleto de mutilaciones, vísceras, puntos de sutura y estomagantes escenas. El autor no intenta envolver en tules el horror de la guerra, un compendio de actos de lesa humanidad siempre injustificables. No por nada, él vivió en sus propias carnes la última fase de la liberación colonial de Angola.
Y desde una Lisboa tan estoica y (sólo) formalmente simple, como la propia savia del fado, el protagonista de En el culo del mundo demuestra que el pasado es una oscura sombra que tiñe con fiereza y sin remedio el alma de los hombres; para lo bueno y para lo malo.
También de António Lobo Antunes en ULAD: Aquí
lunes, 17 de agosto de 2009
Francisco Ayala: Los usurpadores
Idioma original: español
Fecha de publicación: 1949
Valoración: muy recomendable
Este volumen reúne siete relatos de Francisco Ayala sobre el poder. Podría decirse "sobre los excesos del poder", y no sería falso, pero esto ignoraría el mérito principal del libro, que consiste en presentar el exceso como defecto. Mucha literatura narra los delitos de algún villano que abusa de su dominio sobre los hombres, como animado de una fuerza diabólica para hacer el mal. Ayala prescinde, con acierto, de este recurso mitológico y construye así un cuadro inteligente y desolador sobre la condición y los efectos del poder.
No es aquí la embriaguez orgullosa de las propias fuerzas la que explica los desmanes de los poderosos, sino su secreta impotencia. La crueldad no es fruto del desprecio que se aparenta, sino del miedo que se disimula; la intransigencia no surge de la convicción, sino de su falta. Ayala muestra en estos relatos cómo esa determinación grandilocuente, que es siempre la fachada del poder, no oculta muchas veces sino temor y duda. Y lo hace, además, aprovechando con maestría todos los recursos del oficio literario, sin caer en la tentación fácil del predicador, esto es, mostrando al lector lo que quiere decir pero sin amonestarlo.
De todos los relatos, quizá sea "El Hechizado" el que mejor capte esta idea de que el ejercicio del poder es, en el fondo, un arte de engaño. Se narra la historia de un indio que viaja a España para encontrarse con el rey Carlos II. La suya es la búsqueda del fundamento, el corazón del que emanan las fuerzas de un poder ubicuo. Pero el camino del indio se se ve impedido por un complejo aparato de despachos y antesalas que administra el acceso al soberano. Como en El castillo de Kafka, la espera amenaza con hacerse infinita; sólo el atajo indigno de una enana que trabaja en la corte y se deja comprar le abre el paso. Descubre así -y no sabemos con qué efecto- que detrás de los Consejos y las Audiencias, de los Virreyes y Almirantes y Secretarios, hay sólo un idiota que babea.
Ayala escribió estos cuentos en los años que siguieron a la Guerra civil española (el más tardío es "El Inquisidor", de 1950, que se añadió en ediciones posteriores). Esto significa que se escribieron desde el exilio y tras el sangriento desplome de una República en la que Ayala creía y a la que sirvió. No podían sino mostrar una visión de la historia española opuesta a la retórica oficial que entonces se imponía. El "Diálogo de los muertos", que cierra el volumen a modo de epílogo, describe el paisaje castellano como lo que es: un inmenso cementerio alimentado por el miedo y la ambición.
Otras obras de Francisco Ayala en ULAD: Historia de macacos
Fecha de publicación: 1949
Valoración: muy recomendable
Este volumen reúne siete relatos de Francisco Ayala sobre el poder. Podría decirse "sobre los excesos del poder", y no sería falso, pero esto ignoraría el mérito principal del libro, que consiste en presentar el exceso como defecto. Mucha literatura narra los delitos de algún villano que abusa de su dominio sobre los hombres, como animado de una fuerza diabólica para hacer el mal. Ayala prescinde, con acierto, de este recurso mitológico y construye así un cuadro inteligente y desolador sobre la condición y los efectos del poder.
No es aquí la embriaguez orgullosa de las propias fuerzas la que explica los desmanes de los poderosos, sino su secreta impotencia. La crueldad no es fruto del desprecio que se aparenta, sino del miedo que se disimula; la intransigencia no surge de la convicción, sino de su falta. Ayala muestra en estos relatos cómo esa determinación grandilocuente, que es siempre la fachada del poder, no oculta muchas veces sino temor y duda. Y lo hace, además, aprovechando con maestría todos los recursos del oficio literario, sin caer en la tentación fácil del predicador, esto es, mostrando al lector lo que quiere decir pero sin amonestarlo.
De todos los relatos, quizá sea "El Hechizado" el que mejor capte esta idea de que el ejercicio del poder es, en el fondo, un arte de engaño. Se narra la historia de un indio que viaja a España para encontrarse con el rey Carlos II. La suya es la búsqueda del fundamento, el corazón del que emanan las fuerzas de un poder ubicuo. Pero el camino del indio se se ve impedido por un complejo aparato de despachos y antesalas que administra el acceso al soberano. Como en El castillo de Kafka, la espera amenaza con hacerse infinita; sólo el atajo indigno de una enana que trabaja en la corte y se deja comprar le abre el paso. Descubre así -y no sabemos con qué efecto- que detrás de los Consejos y las Audiencias, de los Virreyes y Almirantes y Secretarios, hay sólo un idiota que babea.
Ayala escribió estos cuentos en los años que siguieron a la Guerra civil española (el más tardío es "El Inquisidor", de 1950, que se añadió en ediciones posteriores). Esto significa que se escribieron desde el exilio y tras el sangriento desplome de una República en la que Ayala creía y a la que sirvió. No podían sino mostrar una visión de la historia española opuesta a la retórica oficial que entonces se imponía. El "Diálogo de los muertos", que cierra el volumen a modo de epílogo, describe el paisaje castellano como lo que es: un inmenso cementerio alimentado por el miedo y la ambición.
Otras obras de Francisco Ayala en ULAD: Historia de macacos
domingo, 16 de agosto de 2009
Derek McCulloch y Shepherd Hendrix: Stagger Lee
Idioma original: inglés
Título original: Stagger Lee
Año de publicación: 2006
Valoración: Muy recomendable
Puede que muchos de vosotros hayáis oído hablar de Stagger Lee. O puede que lo conozcáis como Stagolee. Aunque también se le ha llamado Stack-A-Lee y Stack O’Lee, dependiendo de quién cuente –o mejor dicho, cante– su historia, pues han llegado a nuestros oídos tantas versiones de la misma como artistas han decidido ponerle música y voz (como Ike y Tina Turner, Neil Diamond, The Grateful Dead, Jerry Lee Lewis, Bob Dylan, Woody Guthrie o Nick Cave, entre otros muchos).
Se han contado tantas cosas sobre Stagger Lee, que McCulloch y Hendrix decidieron investigarlo y averiguar qué había de real y de imaginario en ese personaje. Y aquí tenemos, convertido en novela gráfica, el resultado de su estudio.
Página a página, descubrimos quién fue Stagger Lee (quien, en realidad, se llamaba Lee Shelton), por qué mató a Billy Lyons, qué detalles han cambiado o se han añadido con el paso del tiempo y cuáles aún no han podido ser aclarados. Y todo eso mientras los autores hacen un completo repaso de las canciones que, a lo largo del pasado siglo, convirtieron a este hombre en una leyenda, y nos ofrecen una muestra de esa historia estadounidense –en la que blancos y negros viven juntos, pero rara vez conviven– de la que no siempre somos testigos.
Una obra muy recomendable, en definitiva, tanto si os gustan los cómics como si no. Prometo que no os defraudará.
Título original: Stagger Lee
Año de publicación: 2006
Valoración: Muy recomendable
Puede que muchos de vosotros hayáis oído hablar de Stagger Lee. O puede que lo conozcáis como Stagolee. Aunque también se le ha llamado Stack-A-Lee y Stack O’Lee, dependiendo de quién cuente –o mejor dicho, cante– su historia, pues han llegado a nuestros oídos tantas versiones de la misma como artistas han decidido ponerle música y voz (como Ike y Tina Turner, Neil Diamond, The Grateful Dead, Jerry Lee Lewis, Bob Dylan, Woody Guthrie o Nick Cave, entre otros muchos).
Se han contado tantas cosas sobre Stagger Lee, que McCulloch y Hendrix decidieron investigarlo y averiguar qué había de real y de imaginario en ese personaje. Y aquí tenemos, convertido en novela gráfica, el resultado de su estudio.
Página a página, descubrimos quién fue Stagger Lee (quien, en realidad, se llamaba Lee Shelton), por qué mató a Billy Lyons, qué detalles han cambiado o se han añadido con el paso del tiempo y cuáles aún no han podido ser aclarados. Y todo eso mientras los autores hacen un completo repaso de las canciones que, a lo largo del pasado siglo, convirtieron a este hombre en una leyenda, y nos ofrecen una muestra de esa historia estadounidense –en la que blancos y negros viven juntos, pero rara vez conviven– de la que no siempre somos testigos.
Una obra muy recomendable, en definitiva, tanto si os gustan los cómics como si no. Prometo que no os defraudará.
sábado, 15 de agosto de 2009
Duong Thu Huong: Novela sin nombre
Idioma original: Vietnamita
Título original: Tiểu thuyết vô đề
Año de publicación: 1991
Valoración: Muy recomendable
Estamos muy acostumbrados a ver la guerra del Vietnam desde el punto de vista que nos ofrecen las producciones estadounidenses (literarias y sobre todo fílmicas). En ellas se retrata el absurdo de una guerra que representa el absurdo de todas las guerras, y la desesperación traumática que acompañó a quienes la sobrevivieron. Apocalipsis now, La chaqueta metálica o la más reciente El americano impasible son sólo algunos de los ejemplos. Sin embargo, en todas ellas hay un “personaje” al que no se le presta atención, una mirada que nunca vemos reflejada, una realidad que se nos escamotea. Es la de la otra mitad, la del bando contrario, es decir, la de los vietnamitas.
Novela sin título de Duong Thu Huong puede ser un buen modo de reparar ese error. Su autora, defensora de la libertad de expresión en un país donde es peligroso serlo, representa muy bien la voz de los que se ha querido acallar. Encarcelada durante casi un año por sus posturas críticas hacia el Partido Comunista en 1991, sufrió desde entonces la censura y la marginación en su propio país, hasta que se mudó a Francia en 2006.
En Novela sin título se mantienen las mismas líneas temáticas de la mayoría de las producciones occidentales antes citadas: crítica de la brutalidad generada por la guerra, oposición entre soldados rasos y dirigentes ambiciosos o corruptos, dolor por la pérdida de vidas y de inocencia... La superficie del texto, en cambio, es sorprendentemente tersa, inusualmente elegante en una novela bélica.
El argumento es relativamente sencillo: el oficial Quân, al mando de una unidad, emprende un viaje a través del frente de guerra, con distintos objetivos: primero, encontrar a un antiguo compañero del que dicen que se ha vuelto loco; después, regresar (fugazmente) al hogar, donde lo esperan el amor y una familia deshecha; por último, reintegrarse en su nueva unidad, y continuar el combate. En este camino, Quân descubrirá lo que ya sabe: que los ideales no tienen nada que ver con la realidad de la guerra; que la muerte se encuentra a cada paso, y que no hay regreso posible a la normalidad de la vida en medio de la barbarie.
Duong Thu Huong narra con sencillez, casi con calidez a pesar de lo dramático del contenido. Especialmente llamativos son los paisajes, que trasmiten la belleza y la angustia a partes iguales. También los personajes: Biên, el compañero que prefiere enloquecer o morir antes que volver a casa deshonrado; el padre del protagonista, capaz de sacrificar a su propio hijo pequeño no por un ideal, sino por ambición familiar; Hoa, la amada del protagonista, víctima inocente de la guerra y, quizás, única esperanza de redención. Y sobre todo Quân, el protagonista, héroe escéptico e impermeable al discurso propagandístico oficial, pragmático pero valeroso, noble a pesar de su nihilismo y poseedor de una mirada aguda y sensible a través de la cual vamos descubriendo un Vietnam resquebrajado tras años de lucha.
Título original: Tiểu thuyết vô đề
Año de publicación: 1991
Valoración: Muy recomendable
Estamos muy acostumbrados a ver la guerra del Vietnam desde el punto de vista que nos ofrecen las producciones estadounidenses (literarias y sobre todo fílmicas). En ellas se retrata el absurdo de una guerra que representa el absurdo de todas las guerras, y la desesperación traumática que acompañó a quienes la sobrevivieron. Apocalipsis now, La chaqueta metálica o la más reciente El americano impasible son sólo algunos de los ejemplos. Sin embargo, en todas ellas hay un “personaje” al que no se le presta atención, una mirada que nunca vemos reflejada, una realidad que se nos escamotea. Es la de la otra mitad, la del bando contrario, es decir, la de los vietnamitas.
Novela sin título de Duong Thu Huong puede ser un buen modo de reparar ese error. Su autora, defensora de la libertad de expresión en un país donde es peligroso serlo, representa muy bien la voz de los que se ha querido acallar. Encarcelada durante casi un año por sus posturas críticas hacia el Partido Comunista en 1991, sufrió desde entonces la censura y la marginación en su propio país, hasta que se mudó a Francia en 2006.
En Novela sin título se mantienen las mismas líneas temáticas de la mayoría de las producciones occidentales antes citadas: crítica de la brutalidad generada por la guerra, oposición entre soldados rasos y dirigentes ambiciosos o corruptos, dolor por la pérdida de vidas y de inocencia... La superficie del texto, en cambio, es sorprendentemente tersa, inusualmente elegante en una novela bélica.
El argumento es relativamente sencillo: el oficial Quân, al mando de una unidad, emprende un viaje a través del frente de guerra, con distintos objetivos: primero, encontrar a un antiguo compañero del que dicen que se ha vuelto loco; después, regresar (fugazmente) al hogar, donde lo esperan el amor y una familia deshecha; por último, reintegrarse en su nueva unidad, y continuar el combate. En este camino, Quân descubrirá lo que ya sabe: que los ideales no tienen nada que ver con la realidad de la guerra; que la muerte se encuentra a cada paso, y que no hay regreso posible a la normalidad de la vida en medio de la barbarie.
Duong Thu Huong narra con sencillez, casi con calidez a pesar de lo dramático del contenido. Especialmente llamativos son los paisajes, que trasmiten la belleza y la angustia a partes iguales. También los personajes: Biên, el compañero que prefiere enloquecer o morir antes que volver a casa deshonrado; el padre del protagonista, capaz de sacrificar a su propio hijo pequeño no por un ideal, sino por ambición familiar; Hoa, la amada del protagonista, víctima inocente de la guerra y, quizás, única esperanza de redención. Y sobre todo Quân, el protagonista, héroe escéptico e impermeable al discurso propagandístico oficial, pragmático pero valeroso, noble a pesar de su nihilismo y poseedor de una mirada aguda y sensible a través de la cual vamos descubriendo un Vietnam resquebrajado tras años de lucha.
viernes, 14 de agosto de 2009
Antonio Buero Vallejo: El tragaluz.
Idioma original: español
Año de publicación: 1967.
Valoración: Imprescindible.
Ya he expresado en este blog mi debilidad por Buero (ver La Fundación).
En esta ocasión hago referencia a una obra suya cuya lectura me "golpeó", cuando aún estaba en el colegio. Un profesor nos puso en contacto con obras literarias y cinematográficas muy interesantes para ahondar en cuestiones filosóficas, sociales, espirituales... y una de ellas fue este Tragaluz, por el que sentí que se me colaba una deslumbrante luminosidad.
Esta obra presenta, a través de una especie de experimento dramático (dos seres del futuro narrando una historia de la posguerra española), la vida de una familia humilde, marcada por la tragedia.
Al final de la guerra civil, el hijo mayor, Vicente, logra escapar en un tren hacia Madrid, llevándose con él la comida de su pequeña hermana, que murió pocos días después.
Ya en los años 60, Vicente es un hombre próspero mientras Mario, su hermano menor, sigue inmerso en la pobreza, viviendo en un sótano junto a su madre, dolorida y resignada, y su padre, que perdió la razón tras la muerte de su hija.
Los dos hermanos representan no sólo las dos caras de la guerra civil española (vencedores y vencidos) sino dos maneras de entender la vida y el mundo. Uno, desde el egoísmo cuidadosamente justificado; y el otro, desde un fuerte compromiso con los más débiles... y sufriendo las consecuencias de su posicionamiento.
Esquivando a la censura, esta obra se estrenó en 1967, representándose más de 500 veces sólo en Madrid y recibiendo críticas elogiosas.
Tras su simbolismo, esta obra posee una gran densidad filosófica aunque, como toda la producción teatral de su autor, resulta ágil y muy entretenida.
Otras obras de Antonio Buero Vallejo en ULAD: La fundación, En la ardiente oscuridad/Un soñador para un pueblo, Madrugada / Aventura en lo gris
Año de publicación: 1967.
Valoración: Imprescindible.
Ya he expresado en este blog mi debilidad por Buero (ver La Fundación).
En esta ocasión hago referencia a una obra suya cuya lectura me "golpeó", cuando aún estaba en el colegio. Un profesor nos puso en contacto con obras literarias y cinematográficas muy interesantes para ahondar en cuestiones filosóficas, sociales, espirituales... y una de ellas fue este Tragaluz, por el que sentí que se me colaba una deslumbrante luminosidad.
Esta obra presenta, a través de una especie de experimento dramático (dos seres del futuro narrando una historia de la posguerra española), la vida de una familia humilde, marcada por la tragedia.
Al final de la guerra civil, el hijo mayor, Vicente, logra escapar en un tren hacia Madrid, llevándose con él la comida de su pequeña hermana, que murió pocos días después.
Ya en los años 60, Vicente es un hombre próspero mientras Mario, su hermano menor, sigue inmerso en la pobreza, viviendo en un sótano junto a su madre, dolorida y resignada, y su padre, que perdió la razón tras la muerte de su hija.
Los dos hermanos representan no sólo las dos caras de la guerra civil española (vencedores y vencidos) sino dos maneras de entender la vida y el mundo. Uno, desde el egoísmo cuidadosamente justificado; y el otro, desde un fuerte compromiso con los más débiles... y sufriendo las consecuencias de su posicionamiento.
Esquivando a la censura, esta obra se estrenó en 1967, representándose más de 500 veces sólo en Madrid y recibiendo críticas elogiosas.
Tras su simbolismo, esta obra posee una gran densidad filosófica aunque, como toda la producción teatral de su autor, resulta ágil y muy entretenida.
Otras obras de Antonio Buero Vallejo en ULAD: La fundación, En la ardiente oscuridad/Un soñador para un pueblo, Madrugada / Aventura en lo gris
jueves, 13 de agosto de 2009
Michael Ende: Jojo. Historia de un saltimbanqui
Título original: Das Glaukermärchen
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1982
Valoración: muy recomendable
Comenzamos a ensayar esta obra de teatro para adultos hace algunos años. El proyecto se quedó en eso, en proyecto, pero pasamos horas releyendo el guión, conociendo a los personajes y ensayando sus pasajes. Nos quedamos sin local de ensayo, así que aprovechábamos cualquier lugar de Granada para representar alguna escena. Supongo que nos quedó algo de Jojo a todos.
La historia comienza cuando una compañía de circo en decadencia que vive ocupando un solar abandonado, es conminado por una industria química a abandonar el lugar. Esta les ofrece un acuerdo, ofreciéndoles hacer la publicidad de la empresa a lo largo del país. Parece la gran oportunidad de la compañía de salir a flote y abandonar la miseria, pero la industria química les pone una condición: tienen que dejar a Eli, una niña discapacitada que recogieron hace años, en un asilo. Comienzan los debates morales entre los miembros de la compañía. Anochece, y deciden continuar al día siguiente con el debate. Entonces Eli le pide a Jojo, el saltimbanqui, que le cuente una historia.
En esa historia, Ende extrapola a los personajes de la compañía de circo a un mundo imaginario donde se encuentra Angramain, la araña malvada que conquista el reino del príncipe Joan (Jojo en el mundo de fantasía), y la princesa Eli, que vive confinada en un mundo de imágenes de espejos.
Se entretejen la realidad y la fantasía, en una fábula que critica el abuso del medioambiente y la deshumanización del mundo. Una lectura perfecta para este verano, que te hace reflexionar sobre el rumbo que llevamos.
Y sí, me tocó el papel de Wilma, lanzadora de cuchillos- Angramain, araña.
También de Michael Ende: La historia interminable. Momo
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1982
Valoración: muy recomendable
Comenzamos a ensayar esta obra de teatro para adultos hace algunos años. El proyecto se quedó en eso, en proyecto, pero pasamos horas releyendo el guión, conociendo a los personajes y ensayando sus pasajes. Nos quedamos sin local de ensayo, así que aprovechábamos cualquier lugar de Granada para representar alguna escena. Supongo que nos quedó algo de Jojo a todos.
La historia comienza cuando una compañía de circo en decadencia que vive ocupando un solar abandonado, es conminado por una industria química a abandonar el lugar. Esta les ofrece un acuerdo, ofreciéndoles hacer la publicidad de la empresa a lo largo del país. Parece la gran oportunidad de la compañía de salir a flote y abandonar la miseria, pero la industria química les pone una condición: tienen que dejar a Eli, una niña discapacitada que recogieron hace años, en un asilo. Comienzan los debates morales entre los miembros de la compañía. Anochece, y deciden continuar al día siguiente con el debate. Entonces Eli le pide a Jojo, el saltimbanqui, que le cuente una historia.
En esa historia, Ende extrapola a los personajes de la compañía de circo a un mundo imaginario donde se encuentra Angramain, la araña malvada que conquista el reino del príncipe Joan (Jojo en el mundo de fantasía), y la princesa Eli, que vive confinada en un mundo de imágenes de espejos.
Se entretejen la realidad y la fantasía, en una fábula que critica el abuso del medioambiente y la deshumanización del mundo. Una lectura perfecta para este verano, que te hace reflexionar sobre el rumbo que llevamos.
Y sí, me tocó el papel de Wilma, lanzadora de cuchillos- Angramain, araña.
También de Michael Ende: La historia interminable. Momo
miércoles, 12 de agosto de 2009
Sylvia Plath: La campana de cristal
Idioma original: inglés
Título original: The Bell Jar
Fecha de publicación: 1963
Valoración: Muy recomendable
"La locura no tiene cura", decían en una de sus bromas televisadas un popular dúo cómico español. Y qué razón tenían...Es que la locura no tiene solución, que sí alivio.
La locura no entiende de sexo, ni de belleza, ni de bondad, inteligencia o posición social. La locura ataca sin mirar a quién, no necesita motivos. Más que a las enfermedades físicas (porque, al fin y al cabo, la locura es una enfermedad mental), la locura se parece a la muerte. Atrapa y hace daño a cualquier tipo de persona, sin favoritismo de ninguna clase (aunque sea cierto que los más adinerados posean más vías e instrumentos para contenerla y encauzarla).
En la Antigua Roma, a los locos se les llamaba los furiosos, un curioso dato que cuando mi profesora de latín del instituto nos contó hizo que la gente se riera mucho, aunque yo no le encontré la menor gracia, la verdad. Los furiosos. Los locos. Ambos me dan respeto y lástima; más los segundos que los primeros.
Y tras estas líneas, llego al fin a Sylvia Plath, una loca que poseía un físico envidiable, una cara angelical, una gran inteligencia y una escalofriante creatividad, y que además, era hija de un prestigioso profesor de origen alemán especialista en insectos (cuyo único "defectillo" era que le hacía tilín el nazismo) y de una bondadosa ama de casa.
Y sí, pese a tener tanta suerte en tantas cosas, sucedía que Sylvia estaba loca.
Su cuadro psiquiátrico era muy variado: depresión, neurosis, trastorno obsesivo-compulsivo, coqueteos con la anorexia (derivados de su ansia de perfección física)...Aunque ahora, nuestros sesudos psiquiatras resumirían semejante crisol de desgracias mentales así: trastorno bipolar de la personalidad.
A la chica le pasaba que quería ser la mejor en todo, y cuando llegó a la conclusión de que tenía talento de sobra para ser escritora, quiso ser la mejor escritora. Por eso, su rígida persona, poseedora de una autoestima pendular (que cambiaba en base al reconocimiento y halagos que recibía) no toleraba el menor menosprecio, como podía ser que una revista rechazara uno de sus cuentos o poemas, o que no se le concediera una beca (esto último la llevó a los veinte años a su primer intento de suicidio, del que sobrevivió gracias a que la encontraron inconsciente tras una sobredosis en un rincón casi oculto de su sótano).
Muchos de los que estén leyendo esto sabrán que Sylvia Plath escribió sobre todo poesía, y que acabó sus días malamente, cuando su marido, el poeta Ted Hughes, la abandonó por otra poetisa y la dejó sola y casi arruinada, al cuidado de sus dos hijos de corta edad.
Sylvia se suicidó con treinta años metiendo su rubia cabecita en el horno de su casa tras dejar el desayuno preparado a sus niños.
Y aún hay más acordes suicidas rodeando la triste leyenda de esta dama: la poetisa con la que Hughes la traicionó también se suicidó; y me quedé de piedra cuando supe, a primeros de 2009, que su hijo, un tímido profesor de Alaska, también se fue de este mundo como su célebre mamá.
Lo dicho: la locura no tiene cura.
Ah, se me olvidaba...: La campana de cristal cuenta en primera persona el testimonio de Sylvia, llamada en esta ocasión Esther, y su descenso al infierno de la Furia.
Los primeros capítulos hacen que este libro parezca una obra en la que se narra la vida de una chica que está empezando a vivir y a despuntar como escritora, pero enseguida llegaremos al dolor, el desequilibrio, la institución mental de rigor, y la lenta y costosa operación de salir a flote, de romper esa "campana de cristal" macabra e inclemente que los locos llevan a todas partes con ellos, doloridos y desesperados por no poder librarse de ella.
PD: no merece la pena ver "Sylvia", con la sosa de la Paltrow. Con Kate Winslet (es mi opinión) hubiera sido otra cosa...
También de Sylvia Plath en ULAD: Una poeta visionaria, La campana de cristal (contrareseña), Dibujos
Título original: The Bell Jar
Fecha de publicación: 1963
Valoración: Muy recomendable
"La locura no tiene cura", decían en una de sus bromas televisadas un popular dúo cómico español. Y qué razón tenían...Es que la locura no tiene solución, que sí alivio.
La locura no entiende de sexo, ni de belleza, ni de bondad, inteligencia o posición social. La locura ataca sin mirar a quién, no necesita motivos. Más que a las enfermedades físicas (porque, al fin y al cabo, la locura es una enfermedad mental), la locura se parece a la muerte. Atrapa y hace daño a cualquier tipo de persona, sin favoritismo de ninguna clase (aunque sea cierto que los más adinerados posean más vías e instrumentos para contenerla y encauzarla).
En la Antigua Roma, a los locos se les llamaba los furiosos, un curioso dato que cuando mi profesora de latín del instituto nos contó hizo que la gente se riera mucho, aunque yo no le encontré la menor gracia, la verdad. Los furiosos. Los locos. Ambos me dan respeto y lástima; más los segundos que los primeros.
Y tras estas líneas, llego al fin a Sylvia Plath, una loca que poseía un físico envidiable, una cara angelical, una gran inteligencia y una escalofriante creatividad, y que además, era hija de un prestigioso profesor de origen alemán especialista en insectos (cuyo único "defectillo" era que le hacía tilín el nazismo) y de una bondadosa ama de casa.
Y sí, pese a tener tanta suerte en tantas cosas, sucedía que Sylvia estaba loca.
Su cuadro psiquiátrico era muy variado: depresión, neurosis, trastorno obsesivo-compulsivo, coqueteos con la anorexia (derivados de su ansia de perfección física)...Aunque ahora, nuestros sesudos psiquiatras resumirían semejante crisol de desgracias mentales así: trastorno bipolar de la personalidad.
A la chica le pasaba que quería ser la mejor en todo, y cuando llegó a la conclusión de que tenía talento de sobra para ser escritora, quiso ser la mejor escritora. Por eso, su rígida persona, poseedora de una autoestima pendular (que cambiaba en base al reconocimiento y halagos que recibía) no toleraba el menor menosprecio, como podía ser que una revista rechazara uno de sus cuentos o poemas, o que no se le concediera una beca (esto último la llevó a los veinte años a su primer intento de suicidio, del que sobrevivió gracias a que la encontraron inconsciente tras una sobredosis en un rincón casi oculto de su sótano).
Muchos de los que estén leyendo esto sabrán que Sylvia Plath escribió sobre todo poesía, y que acabó sus días malamente, cuando su marido, el poeta Ted Hughes, la abandonó por otra poetisa y la dejó sola y casi arruinada, al cuidado de sus dos hijos de corta edad.
Sylvia se suicidó con treinta años metiendo su rubia cabecita en el horno de su casa tras dejar el desayuno preparado a sus niños.
Y aún hay más acordes suicidas rodeando la triste leyenda de esta dama: la poetisa con la que Hughes la traicionó también se suicidó; y me quedé de piedra cuando supe, a primeros de 2009, que su hijo, un tímido profesor de Alaska, también se fue de este mundo como su célebre mamá.
Lo dicho: la locura no tiene cura.
Ah, se me olvidaba...: La campana de cristal cuenta en primera persona el testimonio de Sylvia, llamada en esta ocasión Esther, y su descenso al infierno de la Furia.
Los primeros capítulos hacen que este libro parezca una obra en la que se narra la vida de una chica que está empezando a vivir y a despuntar como escritora, pero enseguida llegaremos al dolor, el desequilibrio, la institución mental de rigor, y la lenta y costosa operación de salir a flote, de romper esa "campana de cristal" macabra e inclemente que los locos llevan a todas partes con ellos, doloridos y desesperados por no poder librarse de ella.
PD: no merece la pena ver "Sylvia", con la sosa de la Paltrow. Con Kate Winslet (es mi opinión) hubiera sido otra cosa...
También de Sylvia Plath en ULAD: Una poeta visionaria, La campana de cristal (contrareseña), Dibujos
martes, 11 de agosto de 2009
Ray Bradbury: Crónicas marcianas
Idioma original: inglés
Título original: The Martian Chronicles
Fecha de publicación: 1946
Valoración: imprescindible
Hace poco se han cumplido 40 años desde que el ser humano pisó la Luna por primera vez. Una carrera armamentística apenas sublimada terminaba así, y convertía nuestro satélite en terreno de conquista. La Luna, que había perdido hace tiempo el favor de los ritos, perdió también entonces la atención de los poetas románticos. Sólo la relativa lejanía la salva hoy de la especulación inmobiliaria. A cambio, le destinan su cháchara torpe los amantes conjurados del monstruo del Lago Ness.
Parece que no hay remedio: el hombre hace poesía mientras sólo puede mirar; en cuanto toca el objeto de sus deseos, empieza a hacer prosa, y de la peor. Algo así tenía en mente Ray Bradbury cuando escribió este clásico de la ciencia ficción. Lo hizo recién acabada la Segunda Guerra Mundial, cuando la fe en la humanidad se hallaba por los suelos. Quizá lo que más sorprende y cautiva de las Crónicas marcianas sea precisamente su desesperanza, su bella desesperanza. Mi edición cuenta con un prólogo escrito por Borges, que hace notar la peculiaridad de este libro: el autor narra la conquista de Marte por los seres humanos, un tema sin duda destinado a la épica, y, sin embargo, lo que escribe es una elegía.
Bradbury cuenta cómo Marte es conquistado por una humanidad que escapa de la estupidez y la injusticia que colman la Tierra. No obstante, el primer empeño de los hombres que pisan el planeta rojo consiste en reproducir al detalle su vida terrícola. Una marea de puestos de salchichas, letreros de neón y casitas adosadas hace retroceder los últimos restos de la sutil civilización marciana hacia el silencio de sus ciudades muertas. Los marcianos, que se muestran amenazadores en los primeros relatos, se van revelando como seres delicados y sabios a medida que avanza el libro. Sus facultades hipnóticas y telepáticas, por ejemplo, sirven al autor para deparar un fin espeluznante a la tercera expedición de terrícolas y, hacia el final, para narrar con tristeza el destino cruel de uno de los últimos nativos supervivientes.
El libro depara algunos pequeños placeres al lector contemporáneo. Bradbury sitúa el comienzo de las expediciones en 1999 y la fecha ha resultado demasiado temprana. En otros puntos, en cambio, la técnica ha dejado atrás las esforzadas fantasías del autor. Uno no puede dejar de sonreír ante su ingenua visión de una vivienda domótica, a base de fuelles, bobinas y carretes. O no podría, al menos, si la narración no estuviera impregnada de una punzante belleza melancólica. Valga este pasaje como muestra:
También de Ray Bradbury en ULAD: Fahrenheit 451
Título original: The Martian Chronicles
Fecha de publicación: 1946
Valoración: imprescindible
Hace poco se han cumplido 40 años desde que el ser humano pisó la Luna por primera vez. Una carrera armamentística apenas sublimada terminaba así, y convertía nuestro satélite en terreno de conquista. La Luna, que había perdido hace tiempo el favor de los ritos, perdió también entonces la atención de los poetas románticos. Sólo la relativa lejanía la salva hoy de la especulación inmobiliaria. A cambio, le destinan su cháchara torpe los amantes conjurados del monstruo del Lago Ness.
Parece que no hay remedio: el hombre hace poesía mientras sólo puede mirar; en cuanto toca el objeto de sus deseos, empieza a hacer prosa, y de la peor. Algo así tenía en mente Ray Bradbury cuando escribió este clásico de la ciencia ficción. Lo hizo recién acabada la Segunda Guerra Mundial, cuando la fe en la humanidad se hallaba por los suelos. Quizá lo que más sorprende y cautiva de las Crónicas marcianas sea precisamente su desesperanza, su bella desesperanza. Mi edición cuenta con un prólogo escrito por Borges, que hace notar la peculiaridad de este libro: el autor narra la conquista de Marte por los seres humanos, un tema sin duda destinado a la épica, y, sin embargo, lo que escribe es una elegía.
Bradbury cuenta cómo Marte es conquistado por una humanidad que escapa de la estupidez y la injusticia que colman la Tierra. No obstante, el primer empeño de los hombres que pisan el planeta rojo consiste en reproducir al detalle su vida terrícola. Una marea de puestos de salchichas, letreros de neón y casitas adosadas hace retroceder los últimos restos de la sutil civilización marciana hacia el silencio de sus ciudades muertas. Los marcianos, que se muestran amenazadores en los primeros relatos, se van revelando como seres delicados y sabios a medida que avanza el libro. Sus facultades hipnóticas y telepáticas, por ejemplo, sirven al autor para deparar un fin espeluznante a la tercera expedición de terrícolas y, hacia el final, para narrar con tristeza el destino cruel de uno de los últimos nativos supervivientes.
El libro depara algunos pequeños placeres al lector contemporáneo. Bradbury sitúa el comienzo de las expediciones en 1999 y la fecha ha resultado demasiado temprana. En otros puntos, en cambio, la técnica ha dejado atrás las esforzadas fantasías del autor. Uno no puede dejar de sonreír ante su ingenua visión de una vivienda domótica, a base de fuelles, bobinas y carretes. O no podría, al menos, si la narración no estuviera impregnada de una punzante belleza melancólica. Valga este pasaje como muestra:
Noche tras noche, año tras año, la mujer, sin ningún motivo, sale de la casa y mira largamente el cielo con las manos en alto, mira la Tierra, la luz verde y brillante, sin saber por qué mira, y después entra y echa al fuego un trozo de leña, y el viento sigue soplando y el mar muerto sigue muerto.1946 fue sin duda un mal año para la épica. Pero no creo que nuestro tiempo sea más propicio a este género: hemos perdido la fe y el orgullo necesarios. La obra de Bradbury mantiene, por eso, toda su actualidad.
También de Ray Bradbury en ULAD: Fahrenheit 451
lunes, 10 de agosto de 2009
David Markson: Wittgenstein’s Mistress
Idioma original: inglés
Título original: Wittgenstein’s Mistress
Año de publicación: 1988
Valoración: Recomendable
Desconocemos por completo qué ha ocurrido, pero sabemos sin lugar a dudas que la protagonista de Wittgenstein’s Mistress es el único ser humano vivo sobre la faz de la Tierra. O, al menos, ella cree que lo es. Por eso, para no perder la cordura –si es que no la ha perdido ya, algo de lo que ni siquiera ella está segura– o quizá simplemente para ocupar las largas horas de soledad, escribe. Cuidadosamente mecanografía todo aquello que se le pasa por la cabeza y llena horas y páginas de reflexiones que rara vez superan las dos líneas de extensión acerca del arte, la literatura, el sexo, su familia, sus vivencias o su curiosa forma de salir adelante en este mundo desolado.
A caballo entre la novela y el texto filosófico –de ahí el título–, ésta es una obra de las que se adoran o se aborrecen. Sin término medio. A mí me atrapó desde la primera página, pero entiendo que los pensamientos desordenados y las contínuas y muchas veces recurrentes alusiones culturales no sean del gusto de todos. No en vano el manuscrito original fue rechazado por cincuenta y cuatro editoriales antes de ser publicado, para luego convertirse en un rotundo éxito de ventas.
Y eso que, en mi opinión, tiene un comienzo fabuloso: In the beginning, sometimes I left messages in the street.
Ahí queda eso.
Título original: Wittgenstein’s Mistress
Año de publicación: 1988
Valoración: Recomendable
Desconocemos por completo qué ha ocurrido, pero sabemos sin lugar a dudas que la protagonista de Wittgenstein’s Mistress es el único ser humano vivo sobre la faz de la Tierra. O, al menos, ella cree que lo es. Por eso, para no perder la cordura –si es que no la ha perdido ya, algo de lo que ni siquiera ella está segura– o quizá simplemente para ocupar las largas horas de soledad, escribe. Cuidadosamente mecanografía todo aquello que se le pasa por la cabeza y llena horas y páginas de reflexiones que rara vez superan las dos líneas de extensión acerca del arte, la literatura, el sexo, su familia, sus vivencias o su curiosa forma de salir adelante en este mundo desolado.
A caballo entre la novela y el texto filosófico –de ahí el título–, ésta es una obra de las que se adoran o se aborrecen. Sin término medio. A mí me atrapó desde la primera página, pero entiendo que los pensamientos desordenados y las contínuas y muchas veces recurrentes alusiones culturales no sean del gusto de todos. No en vano el manuscrito original fue rechazado por cincuenta y cuatro editoriales antes de ser publicado, para luego convertirse en un rotundo éxito de ventas.
Y eso que, en mi opinión, tiene un comienzo fabuloso: In the beginning, sometimes I left messages in the street.
Ahí queda eso.
domingo, 9 de agosto de 2009
William Faulkner: ¡Absalón, Absalón!
Idioma original: inglés
Título original: Absalom, Absalom!
Año de publicación: 1936
Valoración: Imprescindible
Que después de más de 150 reseñas todavía no hayamos incluido ninguna de una novela de Faulkner es una omisión imperdonable, que asumo como propia y que me propongo reparar inmediatamente. Porque Faulkner es sin duda uno de los escritores más influyentes en la novela del siglo XX, tanto por sus innovadoras técnicas narrativas como por su creación de un complejo mundo de ficción: sus ecos pueden observarse en el Macondo de García Márquez,en la "Región" de Benet, o en mucha de la narrativa estadounidense contemporánea.
¡Absalón, Absalón!, que no es la novela más conocida de Faulkner (suelen citarse Mientras agonizo o El ruido y la furia como sus obras maestras), es sin embargo un ejemplo paradigmático de su obra: situada en el sureño Condado de Yoknapatawpha, en el que se desarrollan la mayoría de sus novelas, narra la historia (primitiva y brutal) de la familia Sutpen, desde su instauración como dinastía terrateniente hasta su desaparición en la infamia y el olvido después de la Guerra de Secesión. El título de la novela, como varios otros de Faulkner, procede de la Biblia: hace referencia a Absalón, hijo de David, quien se rebeló contra su padre y rey y ordenó asesinar a su hermanastro por violar a su hermana Tamar -hechos que tendrán un paralelo simbólico en la novela-.
Esta novela fue la primera que leí de Faulkner, y además de la fuerza de la historia (que tiene algo de mitológico o bíblico en su primitivismo) me impresionó la técnica con la que está escrita. Porque la historia de los Sutpen no nos llega a través de la voz de un único narrador autorizado, sea este un personaje o un ente narrativo externo, sino, fundantalmente, a través del diálogo entre Quentin Compson (personaje central de El ruido y la furia) y su compañero de cuarto en Harvard, Shreve. A este diálogo, en el que son constantes las rectificaciones, las interrupciones y las incoherencias, se añaden además las voces de otros personajes, como Rosa Coldfield, o el padre y el abuelo de Quentin, con lo que la historia no se desarrolla en orden cronológico, sino más bien en espiral, volviendo una y otra vez sobre los mismos hechos terribles hasta alcanzar su centro en forma de una comprensión más o menos coherente de los historia.
El efecto de ¡Absalón, Absalón! en el lector es profundo: la sensación de vorágine narrativa que te arrastra y te engulle la logran muy pocas novelas, y la intensidad de la historia contribuye a la sensación de estar en presencia de una obra magnífica, poderosa. Eso sí, como la mayoría de las novelas de Faulkner, no es de fácil lectura: exige paciencia, esfuerzo, concentración; no es extraño que haya quienes, a pesar de su grandeza, hayan decidido abandonar a Faulkner por imposible.
Otras obras de William Faulkner en ULAD: Aquí
Título original: Absalom, Absalom!
Año de publicación: 1936
Valoración: Imprescindible
Que después de más de 150 reseñas todavía no hayamos incluido ninguna de una novela de Faulkner es una omisión imperdonable, que asumo como propia y que me propongo reparar inmediatamente. Porque Faulkner es sin duda uno de los escritores más influyentes en la novela del siglo XX, tanto por sus innovadoras técnicas narrativas como por su creación de un complejo mundo de ficción: sus ecos pueden observarse en el Macondo de García Márquez,en la "Región" de Benet, o en mucha de la narrativa estadounidense contemporánea.
¡Absalón, Absalón!, que no es la novela más conocida de Faulkner (suelen citarse Mientras agonizo o El ruido y la furia como sus obras maestras), es sin embargo un ejemplo paradigmático de su obra: situada en el sureño Condado de Yoknapatawpha, en el que se desarrollan la mayoría de sus novelas, narra la historia (primitiva y brutal) de la familia Sutpen, desde su instauración como dinastía terrateniente hasta su desaparición en la infamia y el olvido después de la Guerra de Secesión. El título de la novela, como varios otros de Faulkner, procede de la Biblia: hace referencia a Absalón, hijo de David, quien se rebeló contra su padre y rey y ordenó asesinar a su hermanastro por violar a su hermana Tamar -hechos que tendrán un paralelo simbólico en la novela-.
Esta novela fue la primera que leí de Faulkner, y además de la fuerza de la historia (que tiene algo de mitológico o bíblico en su primitivismo) me impresionó la técnica con la que está escrita. Porque la historia de los Sutpen no nos llega a través de la voz de un único narrador autorizado, sea este un personaje o un ente narrativo externo, sino, fundantalmente, a través del diálogo entre Quentin Compson (personaje central de El ruido y la furia) y su compañero de cuarto en Harvard, Shreve. A este diálogo, en el que son constantes las rectificaciones, las interrupciones y las incoherencias, se añaden además las voces de otros personajes, como Rosa Coldfield, o el padre y el abuelo de Quentin, con lo que la historia no se desarrolla en orden cronológico, sino más bien en espiral, volviendo una y otra vez sobre los mismos hechos terribles hasta alcanzar su centro en forma de una comprensión más o menos coherente de los historia.
El efecto de ¡Absalón, Absalón! en el lector es profundo: la sensación de vorágine narrativa que te arrastra y te engulle la logran muy pocas novelas, y la intensidad de la historia contribuye a la sensación de estar en presencia de una obra magnífica, poderosa. Eso sí, como la mayoría de las novelas de Faulkner, no es de fácil lectura: exige paciencia, esfuerzo, concentración; no es extraño que haya quienes, a pesar de su grandeza, hayan decidido abandonar a Faulkner por imposible.
Otras obras de William Faulkner en ULAD: Aquí
sábado, 8 de agosto de 2009
Lars Svendsen: Filosofía del tedio
Idioma original: noruego
Título original: Kjedsomhetens filosofi
Fecha de publicación: 1999
Valoración: está bien
Todos nos aburrimos. Puede tardar minutos, días o meses, pero es un hecho: antes o después, según lo ocupados que estemos, llega un momento en el que todos nos descubrimos no haciendo nada y sin saber muy bien cómo salir de esa inacción. Tenemos entonces, por lo general, un sentimiento extraño, una especie de desidia culpable, que llamamos aburrimiento. Ahora bien, no es ése el tema de este libro. Al fin y al cabo, solemos salir del aburrimiento enseguida, iniciando otra actividad (por ejemplo, escribir una entrada para este blog). El problema viene cuando el mal no es tan fácil de remediar, cuando nos encontramos con que la fuente de la desidia no es la ausencia momentánea de tarea, sino la falta de fe en el sentido de toda tarea. Se extiende entonces en nuestra conciencia una sombra alargada e inquietante: el tedio.
Hay dos motivos que parecen hacer de Svendsen una autoridad para hablar del tedio: en primer lugar, es un nativo escandinavo; en segundo lugar, es académico. Se me objetará que no hago aquí sino dejarme llevar por burdos prejuicios sobre los países escandinavos y su alta tasa de suicidios, y tal vez sea así, pero tenga el lector la gentileza de recordar a Bergman, a Munch y a Kierkegaard. No puede decirse que le alegren la vida a uno, ¿verdad? En cuanto a la academia, el propio Svendsen reconoce que la peor y más extendida experiencia de tedio en toda su vida fue la redacción de su tesis doctoral. Más aún, para espanto de todos los doctorandos, se obstina en recordar cómo en ese tiempo oscuro ponía todas sus esperanzas en lo bella y divertida que sería su vida tras defender la tesis. Cuando lo hizo, sin embargo, comprobó que peor que aburrirse terriblemente en pos de una meta es dejar de tenerla, y quedó sumido en una postración aún mayor. Buscó entonces una nueva meta, y nació este libro.
Quede claro que es mejor no afrontarlo si uno está pasando una racha regular en su vida. Con esta precaución, se trata de un ensayo muy interesante. Svendsen investiga las manifestaciones, las causas y los tipos del tedio, y hace un repaso por todos los poetas y filósofos que se han visto aquejados por él y han escrito sobre él, que son muchos. Después de un breve recorrido histórico queda claro que el tedio es, propiamente, una enfermedad moderna. Antes también existía, desde luego, y era considerado la fuente de los pecados capitales; sin embargo, es la modernidad la que le da la persistencia y la extensión que hoy le conocemos, la que lo democratiza. Esto no tiene que ver sólo con el aumento del tiempo libre y la rutinización de la vida cotidiana, que también, sino, sobre todo, con la pérdida de garantías trascendentes que implica el pensamiento moderno. La liberación ilustrada del hombre, como anunciara Nietzsche, lleva en sí el germen de la desorientación y del nihilismo. Perdida la fe última en el sentido de lo que hacemos, sólo nos queda aburrirnos.
Hay un largo capítulo dedicado a Heidegger (para cuya obra el tema del tedio resulta fundamental) que no es fácil de digerir. El resto del libro está escrito en un estilo más ligero, y abundan las referencias literarias y cinematográficas: no sólo Kierkegaard y Beckett, también Bret Easton Ellis o J. G. Ballard. En fin, un buen libro. Por si se aburren.
Título original: Kjedsomhetens filosofi
Fecha de publicación: 1999
Valoración: está bien
Todos nos aburrimos. Puede tardar minutos, días o meses, pero es un hecho: antes o después, según lo ocupados que estemos, llega un momento en el que todos nos descubrimos no haciendo nada y sin saber muy bien cómo salir de esa inacción. Tenemos entonces, por lo general, un sentimiento extraño, una especie de desidia culpable, que llamamos aburrimiento. Ahora bien, no es ése el tema de este libro. Al fin y al cabo, solemos salir del aburrimiento enseguida, iniciando otra actividad (por ejemplo, escribir una entrada para este blog). El problema viene cuando el mal no es tan fácil de remediar, cuando nos encontramos con que la fuente de la desidia no es la ausencia momentánea de tarea, sino la falta de fe en el sentido de toda tarea. Se extiende entonces en nuestra conciencia una sombra alargada e inquietante: el tedio.
Hay dos motivos que parecen hacer de Svendsen una autoridad para hablar del tedio: en primer lugar, es un nativo escandinavo; en segundo lugar, es académico. Se me objetará que no hago aquí sino dejarme llevar por burdos prejuicios sobre los países escandinavos y su alta tasa de suicidios, y tal vez sea así, pero tenga el lector la gentileza de recordar a Bergman, a Munch y a Kierkegaard. No puede decirse que le alegren la vida a uno, ¿verdad? En cuanto a la academia, el propio Svendsen reconoce que la peor y más extendida experiencia de tedio en toda su vida fue la redacción de su tesis doctoral. Más aún, para espanto de todos los doctorandos, se obstina en recordar cómo en ese tiempo oscuro ponía todas sus esperanzas en lo bella y divertida que sería su vida tras defender la tesis. Cuando lo hizo, sin embargo, comprobó que peor que aburrirse terriblemente en pos de una meta es dejar de tenerla, y quedó sumido en una postración aún mayor. Buscó entonces una nueva meta, y nació este libro.
Quede claro que es mejor no afrontarlo si uno está pasando una racha regular en su vida. Con esta precaución, se trata de un ensayo muy interesante. Svendsen investiga las manifestaciones, las causas y los tipos del tedio, y hace un repaso por todos los poetas y filósofos que se han visto aquejados por él y han escrito sobre él, que son muchos. Después de un breve recorrido histórico queda claro que el tedio es, propiamente, una enfermedad moderna. Antes también existía, desde luego, y era considerado la fuente de los pecados capitales; sin embargo, es la modernidad la que le da la persistencia y la extensión que hoy le conocemos, la que lo democratiza. Esto no tiene que ver sólo con el aumento del tiempo libre y la rutinización de la vida cotidiana, que también, sino, sobre todo, con la pérdida de garantías trascendentes que implica el pensamiento moderno. La liberación ilustrada del hombre, como anunciara Nietzsche, lleva en sí el germen de la desorientación y del nihilismo. Perdida la fe última en el sentido de lo que hacemos, sólo nos queda aburrirnos.
Hay un largo capítulo dedicado a Heidegger (para cuya obra el tema del tedio resulta fundamental) que no es fácil de digerir. El resto del libro está escrito en un estilo más ligero, y abundan las referencias literarias y cinematográficas: no sólo Kierkegaard y Beckett, también Bret Easton Ellis o J. G. Ballard. En fin, un buen libro. Por si se aburren.
viernes, 7 de agosto de 2009
Libros electrónicos: La bestia se mueve
Hace ya un montón de años que se empezó a oír y leer acerca de los libros electrónicos o eBooks, esos aparatos similares a una agenda electrónica en los que se pueden descargar y leer no uno sino decenas o centenares de libros. Al principio -hace ya diez años, o más- las reacciones eran escépticas, irónicas y en general francamente negativas. Aunque hoy en día todavía perduran muchos prejuicios y muchos recelos con respecto a los libros electrónicos, no hay duda de que algo está cambiando, y que el público en general ya se va acostumbrando a la idea de que el libro en papel no es el único soporte imaginable para los contenidos escritos.
Es muy sintomático, por ejemplo, el reportaje que Informe Semanal dedicó a los libros electrónicos, titulado "Don Quijote digital": aunque algunas pocas opiniones (sobre todo de escritores) eran contrarias al eBook, o simplemente escépticas, la mayoría de los entrevistados (blogueros, agentes, editores) asumían la inevitabilidad de la expansión del libro electrónico, aunque, con sentido común, preveían para el libro en papel todavía unos cuantos años de vida.
Efectivamente, todavía falta bastante para que la implantación de los libros electrónicos sea general: todavía son caros (entre 150€ y 300€, aproximadamente), difíciles de conseguir, y no está muy claro cómo vamos a poder aprovisionarnos de libros -clásicos y novedades- para nuestro lector de eBooks. Tampoco ayuda a su expansión la gran variedad de marcas y modelos (Kindle, el eReader de Sony, Iliad, etc.), cada uno con sus formatos, incompatibles unos con otros, y sus distribuidores de contenidos asociados. Recientes escándalos, como el de Amazon borrando las copias de Rebelión en la granja y 1984 de los aparatos de sus usuarios, tampoco ayudan a crear confianza en el nuevo soporte.
En todo caso, las ventajas que los eBooks pueden traer para los lectores son evidentes: la posibilidad de transportar toda una biblioteca en un aparato del tamaño de un solo libro; de acceder a un gran número de obras de manera inmediata y más barata a través de internet; el ahorro ecológico de papel que supondría la expansión de los eBooks o la capacidad de manipular el texto mediante herramientas digitales (buscadores, anotaciones, colocaciones...) son sólo algunas de las más evidentes.
Como decían la mayoría de los que salían en el reportaje de Informe Semanal, la expansión del eBook no es opinable: es un hecho incontrovertible. Varios factores pueden ayudar a que esta expansión se acelere: que se elija un formato estándar que facilite la distribución de libros y dé confianza a los consumidores (que pueden tener miedo de que les pase con su modelo de libro electrónico lo que con el Betamax en los ochenta o el HD DVD en los últimos años), y sobre todo que bajen los precios, algo que, como pescadilla, probablemente no pasará hasta que los lectores de eBooks no se generalicen.
En todo caso, el libro electrónico está aquí para quedarse, aunque el libro en papel (que nadie se asuste) tendrá un lugar importante en la cultura del futuro inmediato.
Es muy sintomático, por ejemplo, el reportaje que Informe Semanal dedicó a los libros electrónicos, titulado "Don Quijote digital": aunque algunas pocas opiniones (sobre todo de escritores) eran contrarias al eBook, o simplemente escépticas, la mayoría de los entrevistados (blogueros, agentes, editores) asumían la inevitabilidad de la expansión del libro electrónico, aunque, con sentido común, preveían para el libro en papel todavía unos cuantos años de vida.
Efectivamente, todavía falta bastante para que la implantación de los libros electrónicos sea general: todavía son caros (entre 150€ y 300€, aproximadamente), difíciles de conseguir, y no está muy claro cómo vamos a poder aprovisionarnos de libros -clásicos y novedades- para nuestro lector de eBooks. Tampoco ayuda a su expansión la gran variedad de marcas y modelos (Kindle, el eReader de Sony, Iliad, etc.), cada uno con sus formatos, incompatibles unos con otros, y sus distribuidores de contenidos asociados. Recientes escándalos, como el de Amazon borrando las copias de Rebelión en la granja y 1984 de los aparatos de sus usuarios, tampoco ayudan a crear confianza en el nuevo soporte.
En todo caso, las ventajas que los eBooks pueden traer para los lectores son evidentes: la posibilidad de transportar toda una biblioteca en un aparato del tamaño de un solo libro; de acceder a un gran número de obras de manera inmediata y más barata a través de internet; el ahorro ecológico de papel que supondría la expansión de los eBooks o la capacidad de manipular el texto mediante herramientas digitales (buscadores, anotaciones, colocaciones...) son sólo algunas de las más evidentes.
Como decían la mayoría de los que salían en el reportaje de Informe Semanal, la expansión del eBook no es opinable: es un hecho incontrovertible. Varios factores pueden ayudar a que esta expansión se acelere: que se elija un formato estándar que facilite la distribución de libros y dé confianza a los consumidores (que pueden tener miedo de que les pase con su modelo de libro electrónico lo que con el Betamax en los ochenta o el HD DVD en los últimos años), y sobre todo que bajen los precios, algo que, como pescadilla, probablemente no pasará hasta que los lectores de eBooks no se generalicen.
En todo caso, el libro electrónico está aquí para quedarse, aunque el libro en papel (que nadie se asuste) tendrá un lugar importante en la cultura del futuro inmediato.
jueves, 6 de agosto de 2009
William Golding: El señor de las moscas
Idioma original: inglés
Título original: Lord of the flies
Fecha de publicación: 1954
Valoración: Muy recomendable
Esta vez fue primero la película que el libro. Vamos, en mi caso, quiero decir: con unos diez años de edad vi de forma accidental la segunda mitad de la película y luego, algo después, aún impactado por aquel derroche de brutalidad perfectamente creíble y coherente con lo que iba viendo del ser humano, decidí leer el libro. El señor de las moscas, era su nombre. Y con diez años aún no sabía que dicho título de dudoso gusto era una de las formas con las que se conoce a Satanás, uno de los tipos con más nombres de la Historia.
El señor de las moscas es uno de los libros más leídos y requeteleídos y mandados leer en los colegios de Inglaterra, por la impactante carga ético-existencialista-salvaje que contiene (si alguien ha leído Wilt se acordará, entre risas, de cómo lo dejan ahí claro desde un punto de vista harto cómico). Narra la historia de un grupo de chavales británicos transportados en un avión que acaba siendo derrumbado en un bombardeo (la trama tiene lugar en pleno período bélico), dando a parar a una isla desierta.
Los críos serán los únicos en sobrevivir al accidente, y en la isla crearán su propia y peculiar sociedad, siendo los más pequeños la masa manipulable (en la que muchos intérpretes del libro han querido ver al pueblo, débil y vulnerable ante los líderes y los sátrapas), y dividiéndose el grupo de los mayores entre los más salvajes (y mejores cazadores del cerdos, su principal fuente alimenticia), capitaneados por el rebelde Jack, y los más dialogantes, liderados por el sensato Ralph y su mano derecha, Piggy, un chaval gordito y con gafas, símbolo claro del (denostado) sentido común.
El señor de las moscas no será otro que una cabeza de cerdo cortada a la que los críos rendirán una pleitesía no libre de temores, teniendo así en su nueva vida la porción de irracionalidad y religiosidad imprescindibles en cualquier comunidad humana.
Pero la vida en la isla será del todo menos civilizada. Los chicos se comportarán como auténticos animales casi todas las veces, movidos por sus instintos más primarios y su egoísmo; pero dichas actitudes tan poco pulidas y controladas no serán sino el reflejo de las almas de sus mayores, esos que se lanzan bombas antes que encontrar una solución en el diálogo.
El final de esta historia me impactó cuando era un niño de diez años, en aquella película en blanco y negro (apuntar que existe otra versión en color menos lograda) que me fascinó.
Ahora, más de quince años después, creo que dicho final era la única salida lógica con la que Golding puso el broche de honor a su obra.
Título original: Lord of the flies
Fecha de publicación: 1954
Valoración: Muy recomendable
Esta vez fue primero la película que el libro. Vamos, en mi caso, quiero decir: con unos diez años de edad vi de forma accidental la segunda mitad de la película y luego, algo después, aún impactado por aquel derroche de brutalidad perfectamente creíble y coherente con lo que iba viendo del ser humano, decidí leer el libro. El señor de las moscas, era su nombre. Y con diez años aún no sabía que dicho título de dudoso gusto era una de las formas con las que se conoce a Satanás, uno de los tipos con más nombres de la Historia.
El señor de las moscas es uno de los libros más leídos y requeteleídos y mandados leer en los colegios de Inglaterra, por la impactante carga ético-existencialista-salvaje que contiene (si alguien ha leído Wilt se acordará, entre risas, de cómo lo dejan ahí claro desde un punto de vista harto cómico). Narra la historia de un grupo de chavales británicos transportados en un avión que acaba siendo derrumbado en un bombardeo (la trama tiene lugar en pleno período bélico), dando a parar a una isla desierta.
Los críos serán los únicos en sobrevivir al accidente, y en la isla crearán su propia y peculiar sociedad, siendo los más pequeños la masa manipulable (en la que muchos intérpretes del libro han querido ver al pueblo, débil y vulnerable ante los líderes y los sátrapas), y dividiéndose el grupo de los mayores entre los más salvajes (y mejores cazadores del cerdos, su principal fuente alimenticia), capitaneados por el rebelde Jack, y los más dialogantes, liderados por el sensato Ralph y su mano derecha, Piggy, un chaval gordito y con gafas, símbolo claro del (denostado) sentido común.
El señor de las moscas no será otro que una cabeza de cerdo cortada a la que los críos rendirán una pleitesía no libre de temores, teniendo así en su nueva vida la porción de irracionalidad y religiosidad imprescindibles en cualquier comunidad humana.
Pero la vida en la isla será del todo menos civilizada. Los chicos se comportarán como auténticos animales casi todas las veces, movidos por sus instintos más primarios y su egoísmo; pero dichas actitudes tan poco pulidas y controladas no serán sino el reflejo de las almas de sus mayores, esos que se lanzan bombas antes que encontrar una solución en el diálogo.
El final de esta historia me impactó cuando era un niño de diez años, en aquella película en blanco y negro (apuntar que existe otra versión en color menos lograda) que me fascinó.
Ahora, más de quince años después, creo que dicho final era la única salida lógica con la que Golding puso el broche de honor a su obra.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Amin Maalouf: Identidades asesinas
Título original: Les identités meurtrières
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 1998
Valoración: Muy recomendable
Recuerdo que llegué a este libro gracias a mi trabajo de fin de carrera. Estaba leyendo bibliografía sobre interculturalidad y alguien me recomendó que comprara este librito: pequeño, sencillo y claro.
Tras sentar las bases de estos conceptos, el escritor se lanza de lleno a tratar el conflicto Occidente-Oriente en un capítulo cuyo título desborda sugerencia: "Cuando la modernidad viene del mundo del Otro". Desde esta perspectiva, a todas luces interesante, analiza el hecho de que la pertenencia a una religión -en este caso, el islam- se convierta en el único rasgo que define la identidad, con el consabido fundamentalismo que de ello se deriva.
Maalouf nos ofrece una obra abierta al debate y la reflexión profundos, pero al mismo tiempo sencillo y claro, sin conceptos oscuros y con una prosa directa. Una lectura muy recomendable para las vacaciones.
Otras obras de Amin Maalouf en ULAD: El desajuste del mundo, Orígenes, La invasión
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 1998
Valoración: Muy recomendable
Recuerdo que llegué a este libro gracias a mi trabajo de fin de carrera. Estaba leyendo bibliografía sobre interculturalidad y alguien me recomendó que comprara este librito: pequeño, sencillo y claro.
Desde que dejé Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento "más francés" o "más libanés". Y mi respuesta es siempre la misma: "¡Las dos cosas!".Así comienza Amin Maalouf su reflexión sobre la identidad de los individuos y el conflicto entre Occidente y el mundo islámico. Una reflexión brillante en la que pone los puntos sobre las íes de algunos conceptos, deformados probablemente por el uso cotidiano. Quizás el concepto más interesante que define Maalouf sea precisamente el de identidad, distinguiendo claramente entre las pertenencias -muchas- y la identidad -una sola, personal e intransferible-, y apuntando hacia el peligro que supone convertir una de esas pertenencias en el único rasgo definitorio de la identidad.
Tras sentar las bases de estos conceptos, el escritor se lanza de lleno a tratar el conflicto Occidente-Oriente en un capítulo cuyo título desborda sugerencia: "Cuando la modernidad viene del mundo del Otro". Desde esta perspectiva, a todas luces interesante, analiza el hecho de que la pertenencia a una religión -en este caso, el islam- se convierta en el único rasgo que define la identidad, con el consabido fundamentalismo que de ello se deriva.
Maalouf nos ofrece una obra abierta al debate y la reflexión profundos, pero al mismo tiempo sencillo y claro, sin conceptos oscuros y con una prosa directa. Una lectura muy recomendable para las vacaciones.
Otras obras de Amin Maalouf en ULAD: El desajuste del mundo, Orígenes, La invasión