Idioma original: inglés
Título original: Mrs. Dalloway
Año de publicación: 1925
Valoración: Imprescindible
Ya he comentado en alguna otra reseña que hasta este año casi nunca solía releer los libros de los que guardaba un recuerdo especial, en parte por miedo a desmitificarlos y en parte también por falta de tiempo (con tantos libros excelentes por descubrir, ¿para qué volver a leer lo que ya hemos leído?). Sin embargo, este año, en parte por culpa de este blog, me he puesto a releer novelas como Hotel Savoy, Mientras agonizo, El amante, El Gran Gatsby o La señora Dalloway, y esta siendo una experiencia muy interesante: releer una gran obra que nos impactó hace tiempo no es desde luego perder el tiempo, sino, verdaderamente, volver a leer, como si fuera una obra nueva o por lo menos viéndola con ojos nuevos, los que nos da la distancia (humana y lectora) que nos separa de la primera lectura.
A veces, sí, la relectura puede ser desmitificadora. Mientras agonizo no me ha gustado tanto como la primera vez, y al Hotel Savoy le bajé un punto en mi escala de admiración; pero con El Gran Gatsby o La señora Dalloway me ha pasado al revés: me da la impresión de que la primera vez no las entendí en absoluto, y que sólo las aprecié porque tenía que apreciarlas: porque eran, o así se decía, obras maestras de la narrativa del siglo XX, y quién era yo para decir lo contrario. Bueno, por lo menos en el caso de La señora Dalloway, desde luego no tengo ningún motivo para decir lo contrario. Más bien todo lo contrario. O sea.
La novela se centra en un grupo de personajes que se entrecruzan a lo largo de un día de junio en el Londres de posguerra (de la Primera Guerra Mundial). Dos de los personajes destacan sobre el resto: Clarissa (la "señora Dalloway" del título), dama de clase alta que organiza una fiesta mientras se plantea por qué rechazó a su pretendiente de juventud, Peter Walsh (que acaba de regresar de la India con un aura de fracaso a su alrededor), y decidió casarse con su actual marido, el correcto pero aburrido Richard Dalloway; y Septimus Warren Smith (el personaje más memorable de la novela, en mi opinión), combatiente de la Gran Guerra que ha vuelto al hogar con graves traumas y problemas psicológicos -trastornos que, al menos en cierta medida, comparte con la propia autora-.
Entre estos personajes no hay una relación directa: sus caminos se entrecruzarán ocasionalmente, o responderán a los mismos estímulos (las campanas del Big Ben, un avión de una campaña de publicidad, el bullicio de Regent's Park), pero sin llegar a tocarse, y desde luego sin llegar a comunicarse. Woolf nos muestra lo que sucede durante ese día de junio a través de los pensamientos de varios de los personajes implicados -utilizando la técnica del stream of conciousness que había perfeccionado Joyce en su Ulises-, lo que lleva a que el libro esté plagado de digresiones, verdades a medias, flashbacks a acontecimientos pasados y cambios de perspectiva narrativa que el lector deberá identificar y reconstruir.
La prosa de Virginia Woolf es exigente: es un laberinto de subordinadas, incisos, acotaciones y cambios de voz y de perspectiva en el que el lector -que es el ratón al fin y al cabo- puede perderse fácilmente. La valoración que hagamos de la novela, y el placer que nos produzca su lectura, depende de nuestra actitud hacia tanto arabesco verbal: que disfrutemos del aturdimiento que produce o que sucumbamos a él. Yo, personalmente, en esta segunda lectura he disfrutado como un niño que ve por primera vez el mar.
También de Virginia Woolf en ULAD: La mujer ante el espejo, Flush, Una habitación propia, Orlando
Tengo que volver a coger este libro en la biblioteca. Lo dejé a medias y lo devolví porque se me acababa el plazo (y si he de ser sincero, tampoco me estaba volviendo loco...).
ResponderEliminarPero tras leer tu post, Santi, creo que le daré otra oportunidad.
El único libro que me he releído es el de El Guardián entre el centeno, creo... Del resto, hay otros que me gustaría volver a leer, pero como dices... hay tantos que quedan aún por leer¡¡¡
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡
Sí, ya digo que lo fundamental con Woolf -creo que con todas sus obras: seguro que con esta- es dejarse seducir por su estilo preciosista. Puede marear a veces, pero si se entra en su juego y se conecta con los personajes, es una maravilla de novela.
ResponderEliminarLo de la experiencia de la relectura merecería toda una "metaentrada", la verdad. ¿Qué cambia en nuestra lectura de un libro varios años después, si el libro sigue siendo el mismo...?
Me encantó este libro. Lo leí después de Orlando, y la verdad es que merecieron la pena ambas lecturas. Releer...bueno, no suelo hacerlo porque creo que aún hay demasiado por leer como para "aprovechar"ese tiempo en releer algo ya leído. Creo que sólo lo he hecho con El señor de los anillos;-( Pero reconozco que, dentro de un tiempo, me gustaría releer varios títulos, sobre todo aquellos que me dejaron un sabor de boca maravilloso.
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ResponderEliminarMagnífica reseña. Yo lo estoy leyendo y me está pareciendo fantástico
ResponderEliminarCoincido con Santi en que la prosa de Virginia Woolf es exigente. Aunque no es el tipo de narrativa que más me atrae considero que vale la pena. En algunos momentos mientras la leía pensé que sólo una escritora muy dotada podía parir una novela así.
ResponderEliminarSaludos
Exige al lector pero la recompensa es muy grande. Calidad a raudales. Un gran libro de una autora adelantada a su tiempo.
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