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martes, 31 de octubre de 2017

Gore Vidal: Juliano El Apóstata



Idioma original: Inglés
Título original: Julian
Año de publicación: 1964
Traducción: Eduardo Masullo
Valoración: Imprescindible



La verdad. Leer una historia del siglo IV, con su inevitable trasfondo de enredos palaciegos, disquisiciones religiosas y campañas militares, no parece a priori que pueda ser un ejercicio fascinante o, como poco, entretenido. Y menos si el empeño tiene quinientas páginas. Por fortuna, la decisión de dejar de lado los prejuicios ha sido recompensada con creces. Por que el Juliano de Gore Vidal es la historia de un personaje absolutamente cautivador, relatada de manera rigurosa y profunda pero a la vez ágil y ligera. En tres palabras: Un soberbio novelón.

El estadounidense Eugene Luther Gore Vidal (Nueva York, 1925 - Los Ángeles, 2012), es decir, Gore Vidal, nunca ha sido un escritor tenido en demasiada estima en España. Tampoco en su propio país lo tuvo fácil. Comenzó a publicar en la segunda mitad de la década de los 40 y sus primeras novelas le valieron el veto durante años del New York Times como reprimenda a su descarada –que no pública- homosexualidad. Y eso que el escritor formaba parte de la élite política, social y cultural de los EE.UU. 

Nieto de un senador demócrata, emparentado en diversos grados de intensidad con personajes como Jackeline Bouvier Kennedy Onasis, Jimmy Carter o Al Gore, Gore Vidal lucía apellidos de abolengo pero necesitaba trabajar para pagar las facturas. Así que tras un arranque de carrera literaria sin demasiado rendimiento mercantil dedicó  diez años a candidatarse –igualmente, sin éxito- por el Partido Demócrata y al columnismo social, los programas de televisión y los guiones de cine. Sin dejar de darle vueltas en la cabeza a lo que podría ser su gran novela. Tenía el personaje, el emperador romano Flavius Claudius Iulianus (331-363 de nuestra época). Y la trama; su vida y su intento de restablecer los cultos clásicos y helenistas, paganos, frente al pujante cristianismo. Pero ni el tiempo ni el tempo para ponerse a ello.

Hasta que se decidió a cortar por lo sano con Washington, Broadway y Hollywood y lo que él denominaba la escritura comercial, Luciano no pasó de proyecto postergado, de ilusión que rondaba incordiando con saña a la imaginación. Una vez instalado en Roma, Gore Vidal se puso manos a la obra para levantar la novela en la sección clásica de la Biblioteca de la Academia Americana, Y eso que, según nos cuenta de aquel periodo de escritura en sus memorias (Palimpest: a memoir, publicadas en 1995, hay traducción castellana): “ahora me podía permitir hacer tan sólo aquello que deseaba –escribir novelas-, aunque había descubierto ya hacía tiempo que la novela como forma artística, y no digamos como entretenimiento, no tenía gran interés para el público en general, mientras que despertaba un interés excesivo entre los académicos a la caza de teorías”. Bien, ya me dirán si medio siglo después el veredicto permanece tercamente vigente. Tan cierto como que en el mismo verano de 1964, Julian conseguía encaramarse al primer puesto en la lista de novelas más vendidas en los EE.UU.

Gore Vidal creó un Juliano sumamente atractivo, así como la hipótesis histórica que subyace en la novela. ¿Cómo sería nuestra civilización de haber impuesto este Emperador su programa, evitando que el cristianismo se instalase como forma de pensamiento estatal y única y algunos de sus valores –el fanatismo, el desprecio al discrepante, la creencia ciega en un fabuloso más allá…- no arraigasen en el corazón de las sociedades occidentales, al menos hasta la Ilustración?

El narrador de la trama novelada es el propio Juliano y lo hace en primera persona a través de sus diarios personales. Para dotar al relato de veracidad y ritmo (y aquí cabe destacar especialmente el sentido del humor, la ironía y la lucidez en el autoanálisis del protagonista) Gore Vidal utiliza las figuras de otros dos personajes, también reales y rigurosamente documentados. El filósofo, amigo y cómplice descreído Prisco del Epiro y Libanio, profesor de retórica, que compartió una intensa correspondencia con Juliano. Todos hablan, por tanto, en primera persona y sobre el intercambio de misivas de los dos amigos acerca de los textos de Juliano se encarrila esta visión compleja, analítica, cercana y cálida del Emperador. Además de filósofo, estudioso y lector. De sus circunstancias y contexto, de sus creencias y fobias, de su grandeza, sus limitaciones y fracasos.

La figura de Juliano no está exenta de sombras y no se hurta lo disparatado de sus sacrificios, su acusada tendencia a hacer caso de los charlatanes, su desprecio cerril por los cristianos, a los que trataba de secta galilea empeñada en transformar los templos dedicados a los antiguos Dioses en osarios, es decir, iglesias. Quienes en respuesta lo apodaron el Apóstata. O su incapacidad para calibrar correctamente la magnitud del adversario al que decidió enfrentar y con el que, definitivamente, no pudo. Por eso es un relato que se antoja imprescindible, puesto que “aquello que nos sucede no tiene importancia, pero aquello que sucede a la civilización es de enorme importancia”. Y por que  en tiempos de desorientación, de incertidumbre y de desasosiego puede ser bien necesario, ante la tentación de las soluciones sencillas, fáciles y viscerales, tener presente que “los cristianos tratan de imponer un mito rígido y último sobre lo que nosotros sabemos que es variado y extraño. ¿Creamos nosotros a esos dioses o ellos nos han creado a nosotros?”. Diecisiete siglos después, ahí andamos.

lunes, 30 de octubre de 2017

Maximiliano Barrientos: Una casa en llamas

Idioma original: Español
Año de publicación: 2015
Valoración: Recomendable

Tiene narices (por no decir otra cosa) que, tras casi 3200 reseñas, solo hayamos reseñado en ULAD a un autor boliviano, el gran Edmundo Paz Soldán. ¿Será que la "literatura boliviana" es la rama desconocida / ignorada de la "literatura latinoamericana", suponiendo que existan una literatura boliviana o una literatura latinoamericana como tales?

Hoy vamos a tratar de romper con ese "ninguneo" reseñando, por segunda vez en la vida del blog, a otro autor boliviano. Se trata, en este caso, del cruceño Maximiliano Barrientos.

Barrientos, cuya obra está siendo publicada en España por la editorial Periférica, es autor de este libros de relatos publicado por Eterna Cadencia, una de las editoriales sudamericanas más interesantes del momento. En él, se observan claras influencias de uno de los grandes del género: un tal Raymond Carver.

Veréis. El libro consta de seis historias atravesadas por la violencia física. Todas ellas están protagonizadas por tipos solitarios que ven como el pasado vuelve de forma recurrente, como si fuese una marca indeleble en la piel, por perdedores llenos de una rabia convertida en tristeza. 

El relato que abre el libro, "No hay música en el mundo", es quizá el más diferente de todos, no  tanto por la temática del mismo sino por su protagonista y su ubicación geográfica. Se trata de la historia de un boxeador / luchador en sus horas más bajas y, al contrario que el resto de relatos del libro, se sitúa en los Estados Unidos.

Los cinco relatos restantes, en cambio, están protagonizados por personas de la clase media o media-alta de Bolivia, y en la mayoría de ellas hay un pasado violento que vuelve para romper con la aparente tranquilidad del presente y de una vida más o menos cómoda. La violencia, en forma de venganza en varias ocasiones, y el sexo juegan, en todos ellos, un papel fundamental.

Destacaría, por encima de todo, la utilización de las imágenes por parte de Barrientos. Las seis historias están llenas de poderosas imágenes, muy ilustrativas de lo que el autor quiere contar. Además, Barrientos dosifica la información y las palabras de manera adecuada, manteniendo al lector en tensión. No hay artificios en los relatos, no hay adornos, solo las palabras precisas para componer un conjunto homogéneo y atrayente, en especial para aquellos que gusten de historias duras narradas de la forma más cruda posible.

domingo, 29 de octubre de 2017

Xavi Ayén: Aquellos años del boom

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable

La obviamente irrepetible foto de la portada de Aquellos años del boom ejerce de poderoso gancho para cualquiera interesado en la lectura. La casi novelesca introducción, con la historia de una escritora acudiendo a por un bistec para aplicar sobre la dolorida mejilla de García Márquez, que acaba de recibir un puñetazo propinado por Vargas Llosa (incidente que finiquitó su amistad), casi una irresistible anécdota que hace las veces de flash-back. Solamente un entremés para las casi 900 páginas de exhaustivo estudio, que se hacen cortas. Vamos a caer en la perogrullada. Sí, he dicho cortas. 
Como barcelonés, alucinado del papel de la ciudad en que vivo en un movimiento tan trascendental para las letras. Algo alucinado de que este movimiento se deshiciera justo a las cercanías de la  muerte del dictador Franco, pero quizás los aires de apertura de esa Barcelona que era la puerta de Europa en ese momento eran más respirables que los de algunos de sus países de origen. No hay que darle más vueltas. Mejor dejarse llevar de la mano y disfrutar.
Porque este es otro volumen en el que Xavi Ayén, prestigioso periodista literario y figura muy valiosa en la tarea de la divulgación dentro del panorama actual, despliega no solamente sabiduría y buen hacer, sino repertorio de testimonios, conocimiento enciclopédico y panorámico y, cuestión que en sus otros dos libros quedaba en segundo plano en aras de una mejor "manejabilidad", meticulosidad, qué digo, orfebrería helvética a la hora de combinar las piezas.
El "boom". Terremoto literario ocasionado por autores de origen latinoamericano coincidentes en varios escenarios europeos, sobre todo París y Barcelona, y generación con una red de relaciones que se retro-alimentan, sobre las que Ayén estructura una obra mayestática inveterada de valiosos y numerosos testimonios en primera persona que surgen a medida que su presencia es requerida en una estructura que se va completando; autores, por supuesto, pero también editores y agentes y personajes importantes en el desarrollo del movimiento. Pero para nada se trata de un anodino ensamblaje de biografías de escritores reputados. El entorno de la época está perfectamente puesto en perspectiva, las relaciones personales como elemento vertebrador que apuntala el movimiento (el libro dispone de dos encartes de fotografías en las que en rara ocasión aparecen personas solas, las instantáneas suelen ser multitudinarias apareciendo reuniones, comidas, imágenes familiares...), y el valor de este libro se eleva hacia lo enciclopédico. Yo lo he leído porque los libros que reseñamos aquí los leemos hasta el final, pero creo que su "modo de empleo" idóneo es mantenerlo en la estantería y acudir de vez en cuando a él a la que necesitamos algún elemento inspirador de nuevas lecturas. Relacionar los nombres de todos los personajes que pueblan estas páginas resultaría extenuante e injusto, pero vaya una muestra a efectos exclusivos de la excitación lógica de la curiosidad de los lectores: García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes, Bryce Echenique, Álvaro Mutis...
En fin. Haceos con alguna de las escasas copias que deben quedar de este festín. No os arrepentiréis.

También de Xavi Ayén en UnLibroAlDía: Rebeldía de NobelLa vuelta al mundo en 80 autores

sábado, 28 de octubre de 2017

François Mauriac: Nudo de víboras

Idioma original: francés
Título original: Le Noeud de vipères
Año de publicación: 1932
Valoración: Imprescindible



No hay como volver a los clásicos para que el lector se sienta en su casa, por algo desde que fueron publicados han perdurado en la memoria colectiva. En ellos está todo, naturalmente dentro de los cánones de su época. Son obras verosímiles que cuando siguen las pautas realistas describen fielmente el lugar y momento que pretenden retratar, que ponen de relieve cuestiones fundamentales, que presentan personajes complejos y creíbles. Esto es una constante, por eso de vez en cuando hay que volver a ellas. Nudo de víboras con su lenguaje llano y descriptivo –traducido por Fernando Gutiérrez en un castellano algo anticuado para el gusto actual–, argumento sencillo, sólidas personalidades y estructura básicamente lineal –únicamente interrumpida por retrocesos cronológicos que corresponden a los recuerdos del protagonista– garantiza el disfrute tanto de los lectores más exigentes como de los que no gustan de sobresaltos.
En el marco de unas complejas y crispadas relaciones familiares entre individuos pertenecientes a la alta burguesía rural de principios del s. XX, el autor compone una especie de parábola sobre la avaricia –donde no pueden faltar sus conocidas inquietudes religiosas y su patente compromiso político– dividida en dos partes de extensión similar, que se desarrolla con toda coherencia y realismo hasta un desenlace más que previsible.
François Mauriac (premio Nobel 1952) hace aquí gala de una gran finura psicológica creando una figura central –que acapara toda la novela– tan convincente como paradójica. Décadas más tarde el monólogo de Carmen, la reivindicativa viuda de Cinco horas con Mario, ejercería una función parecida, pero los cimientos son como el negativo fotográfico de estos, allí a la narradora no se le concede el protagonismo. Por lo demás, si mi memoria no me engaña, el relato de Delibes es mucho menos amargo. 
La anécdota que pone en marcha el argumento es el típico matrimonio de conveniencia que, en aquella época, quienes temían quedarse solteras tenían que aceptar a regañadientes y que se refleja en obras como El velo pintado, publicada solo unos años antes.
La primera mitad de la novela es en realidad una rencorosa carta que el protagonista –un lúcido y acaudalado anciano que ha sufrido varios infartos– dirige a su esposa, en ella repasa “… estos cuarenta años en que hemos sufrido hombro a hombro, tú has hallado siempre la fortaleza necesaria para evitar toda palabra un poco profunda, has cambiado siempre de conversación”. De ahí que esté narrada en segunda persona. Sus reflexiones, que tienen lugar en la alcoba a excepción de las escenas del pasado y de alguna incursión por la casa, recrean una atmósfera particularmente asfixiante. Opresión que se mantiene incluso en los recuerdos. En ellos no encontramos más que mezquindad, hipocresía y siniestras estratagemas de unos contra otros favorecidas por una mentalidad dirigida a defender las convenciones y los intereses más egoístas.
La segunda parte está a cargo del mismo narrador –excepto las dos cartas finales– aunque ahora habla para sí mismo. Aquí, desde luego, corre más el aire, es mucho más dinámica. Expuestos ya los antecedentes, es ahora cuando la trama progresa, se cambia varias veces de escenario, aparecen otros personajes y los secundarios que ya conocíamos nos muestran su verdadera cara. 
La confesión de Luis, poderoso y temido abogado francés además de terrateniente y padre de familia –un hombre que simula ser invulnerable pero lamenta no haber sido capaz de inspirar afecto– muestra una imagen muy poco indulgente de su persona: “… un ser condenado en la tierra, un réprobo, un hombre que a donde quiera que vaya anda siempre por una ruta equivocada, un hombre cuyo camino ha sido siempre falso, alguien que está falto en absoluto del sentido del mundo“. Y no es que le falte razón. En cambio sus oponentes se tienen en muy alto concepto. Por eso, “el nudo de víboras” empieza siendo su corazón –envenenado de odio– hasta que comprende que el veneno asimilado por ellos es más fuerte que el suyo. Luis tampoco es ningún santo, la tentación de vengarse es muy fuerte (“… me sentí como un dios, dispuesto a exterminar a aquellos débiles insectos con mi poderosa mano, a aplastar con el pie a aquellas víboras enroscadas”) pero, superado el momento, se resiste a caer en ese juego de violencia: “Se había roto por fin el nudo de víboras. Avanzaría tan rápidamente en su amor que llorarían cuando me cerraran los ojos”.
El vuelco final es coherente y aún así inesperado. En la soterrada batalla que tiene lugar entre Luis y su entorno, el vencedor moral es él. Creo que Mauriac toma partido claramente a través del personaje de la nieta, por eso la convierte en el único testigo de una conversión bastante improbable pero que, debido a sus convicciones religiosas, es la única forma de absolverlo.


También de François Mauriac en ULAD: Thérèse Desqueyroux

viernes, 27 de octubre de 2017

Carlos Spottorno & Guillermo Abril: La grieta

Idioma: español

Año de publicación: 2016

Valoración: recomendable 


Según cierto razonamiento occaniano que gusta mucho a los polis de las películas norteamericanas, si algo camina como un pato, vuela como un pato, etc., entonces ya se sabe... Pero no siempre se acierta: este libro, por ejemplo, tiene formato de cómic, está formado por viñetas, como un cómic y publicado por una editorial de cómics... y sin embargo, no es un cómic. En realidad, se trata de un reportaje periodístico o, si se quiere afinar, de un fotorreportaje, puesto que dentro de las viñetas o hay dibujos, sino fotografías -convenientemente "pictorizadas", eso sí-, seleccionadas entre las, al parecer, miles que tomó el fotógrafo Carlos Spottorno cuando, junto con el periodista Guillermo Abril, realizaron una serie de reportajes para el diario El PAÍS sobre las fronteras de la Unión Europea.

Porque en eso consiste la grieta que menciona el título: la resquebrajadura que se abre, de forma más o menos notoria o aún imperceptible, en el bloque en principio sólido y hasta pulido que supone, en un mundo asediado por las guerras, la miseria, la inseguridad cotidiana, la existencia de la UE, un refugio al que tantos fugitivos de aquellos males quieren llegar. Como es lógico, los migrantes, ya lo sean por unas causas u otras, tienen una gran presencia a lo largo de todo el libro-reportaje, y sus autores los encuentran desde el comienzo, en la frontera de Melilla, hasta el final del libro, más allá del Círculo Polar Ártico, en la frontera entre Finlandia y Rusia. Pasando, por supuesto, por un hasta entonces indocumentado rescate de una embarcación abarrotada de personas en el Mediterráneo, cerca de Lampedusa o la crisis de los refugiados sirios en el 2015, en las fronteras de Hungría y Croacia.

Pero el libro no trata sólo de las migraciones e incluso éxodos que llegan a las fronteras europeas: también de los movimientos geoestratégicos y los conflictos bélicos que tienen lugar a sus puertas; en las fronteras entre Lituania y Estonia con Rusia y la de Polonia con Ucrania, se encontraron con maniobras de la OTAN y con asesores militares de países miembros de la misma, como respuesta a la  anexión rusa de Crimea y la guerra en el Donbáss. La idea que viene a dar el libro es la de que tenemos (aunque por aquí abajo nos cae un poco lejos) un vecino poderoso e inquietante, cuyos movimientos -y no sólo en Ucrania, también en la guerra de Siria- suponen la apertura de nuevas grietas en la frontera de la Unión Europea; una visión que quizás no agrade a todo el mundo (pues el señor Putin también tiene sus admiradores), pero que en todo caso conviene tener en cuenta para entender lo que pasa en el mundo. Asimismo, el libro toca sólo de pasada -ya que cronológicamente los reportajes en que se basa son anteriores-, las grietas interiores, y no menos importantes, de la UE, como son el Brexit y el auge de la extrema derecha en prácticamente todos los estados de la Unión.

Lo más interesante del libro, además de ser un testimonio de las últimas crisis humanitarias -y humanas, algo que con frecuencia se nos olvida- que hemos vivido y aún vivimos en Europa, es la reflexión que cabe hacer, a partir de él, sobre el concepto de frontera, sobre su naturaleza y finalidad y sobre si realmente separan más que unen, o viceversa. Hoy en día, en que la demencial idea de convertirlas en muros impenetrables parece estar cada vez más extendida (y no sólo en EEUU, sino a lo largo y ancho del mundo), o simplemente la de hacerlas resurgir donde ya habían desaparecido, tal vez deberíamos pensar un poquito más sobre lo que queremos hacer con ellas y si lo que decidimos (o deciden por nosotros) beneficia o no a todo el mundo. Bueno, por lo menos hemos aprendido que a los contrabandistas de vodka seguro que sí... ; )


jueves, 26 de octubre de 2017

Saphia Azzeddine: El viento en la cara

Idioma original: francés
Título original: Bilqiss
Año de publicación: 2015
Valoración: Recomendable

Siguiendo la línea trazada en sus anteriores novelas, Saphia Azzeddine sigue exponiendo de forma atrevida su visión sobre el islamismo, sin tapujos, mostrando sus dudas y manifestando sus críticas sin filtros, claramente, dejando de lado medias tintas, sin esconderse bajo velos de prudencia.

Narrado en primera persona, el libro nos cuenta los días finales de Bilqiss, una joven musulmana condenada a ser ejecutada por lapidación. ¿Sus delitos? muchos, a ojos de la religión musulmana: infringir código de buena conducta poseyendo en su casa objetos para la belleza (maquillaje, pinzas para la depilación, lencería, zapatos de tacón, etc...), casetes de música que (supuestamente) apartan de Dios el corazón del creyente y otros objetos relacionados con el culto a la imagen y causante de posibles tentaciones. El resultado del juicio no parece muy esperanzador; la sociedad y el pueblo la han condenado de antemano, su lapidación está en el horizonte de los días finales que pasa encerrada en una celda mientras es juzgada por el tribunal y por la sociedad de tales acusaciones. Su vida hasta el momento tampoco ha sido nada fácil; condenada ya desde el nacimiento por su padre, al nacer mujer. El resultado de ello es la formación de un carácter fuerte, que la motiva a luchar contra las injusticias y a declararse en rebeldía contra su mundo, llevándola a criticar la interpretación de la religión que hacen sus verdugos y su propia sociedad.

De esta manera, narrada desde tres diferentes puntos de vista, el libro nos hace un retrato crítico de la sociedad musulmana, una sociedad donde la desigualdad entre hombres y mujeres se encuentra a todos los niveles, donde la opresión y el dominio es habitual. La rebeldía de Bilqiss causa un enfrentamiento con las ideas establecidas, poniendo un espejo delante de una sociedad claramente desigual y vemos, desde su personaje, el principal punto de vista de la historia; el segundo nos viene del juez, quien debe dictar sentencia envuelto en un mar de dudas causadas por sus remordimientos de consciencia. La dualidad entre lo que uno cree y lo que la religión marca, los límites de la responsabilidad y la toma de decisiones son otro foco de conflicto. Finalmente, el tercer punto de vista nos lo proporciona Leandra, una periodista occidental que se interesa por el caso de Bilqiss y se desplaza al territorio para conocer el caso en persona.

Estos tres personajes permiten a la autora mostrar las contradicciones existentes y la doble moral que practican aquellos que se encuentran en posiciones dominadoras, poseedoras de poder. Aquello que persiguen, les persigue también a ellos en sus mentes, en un conflicto constante de dilemas éticos, actuando sin mostrar unas dudas que sí albergan en su interior. Los claroscuros que pudieran existir en la mentalidad de los hombres son eliminados, permitiendo únicamente dos posibilidades: lo correcto o lo incorrecto. Pero debajo del velo que cubre sus actos, se esconde en algunas personas una forma de pensar que mantienen oculta por el miedo a que algún día sea visible y, en consecuencia, cuestionada.

Así, la autora no sólo retrata las contradicciones internas de los propios personajes sino también la diferencia de culturas; critica por igual el islamismo que la cultura occidental, y aprovecha el abanico abierto para dejar surgir un punto de reflexión sobre aquello en lo que se basan nuestras vidas, y cómo nosotros mismos somos víctimas de nuestra propia cultura, alimentando aquello que somos y auto engañándonos para hacer nuestra vida más soportable, procurando lograr que encaje en nuestro propio mundo. Las críticas, aunque son dirigidas especialmente hacia la comunidad musulmana, se reparten entre ambos mundos; el islamismo, del que habla diciendo que «el mundo avanza sin ustedes, así que ustedes le escupen», el mundo estadounidense de quien afirma que «en su país no hacen otra cosa que hablar de sí mismos. O hablar de los demás para hablar mejor de sí mismos», y el choque de culturas, ese recelo de la cultura occidental hacia el islamismo radical, y al revés, cierta envidia de las libertades del mundo occidental que se expone claramente cuando la protagonista afirma «el aura que emanaba de ella (Leandra) cuando se ponía a describir su universo era sin duda equivalente a la mía cuando, bajo una lluvia de insultos, salía arrogantemente de la sala de audiencias. ¿Tenía mi desgracia más legitimidad que su dicha?».

El libro que nos ofrece Saphia Azzeddine es un libro de denuncia, de crítica, de reflexión. Un libro de una persona musulmana que cree que su religión (o al menos la interpretación que de ella hacen algunas personas) no está adecuada a los tiempos actuales, que es sesgada, inmóvil e injusta. Es la voz de alguien que quiere cambiarla sin renunciar a ella, pues critica por igual el mundo occidental. Es la voz de alguien que no puede quedarse con los brazos cruzados delante de quienes están obstaculizando un progreso, una apertura, un cambio, una actualización, una posibilidad de conseguir que el resto del mundo vea en ella lo que sus fieles defienden. Así, la autora nos ofrece, con este libro, una ventana abierta a la reflexión, una rendija abierta por donde dejar entrar la posibilidad de cambio. Y lo hace con toda la valentía de quien se siente convencido de que logrará su propósito.


miércoles, 25 de octubre de 2017

Colaboración. Roland Barthes: La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía



Idioma original: Francés
Título original: La chambre claire. Note sur la photographie 
Traductor: Joaquim Sala-Sanahuja
Año de publicación: 1990
Valoración: Recomendable para interesados


Roland Barthes ha trascendido con La cámara lúcida. Uno no se percata de esto al ver que se cita esta obra en muchos textos académicos, sino al asimilar lo que ha leído vuelta la última página. Y es que es innegable su aportación en el ámbito de la teoría de la fotografía. 

Es curioso lo humano que es este ensayo. Eso no sólo se plasma en el punto de partida del mismo, el de la muerte de su madre, sino en cómo el autor habla en el mismo desde sus sentimientos, muy influenciado por ese suceso, entonces reciente. La erudición, seriedad y rigor intelectuales con los que aborda sus pensamientos no se ven obnubilados por sus emociones; más bien son reforzados, dotados de una conmovedora e íntima veracidad. Así pues, aquellos que piensen que una intromisión del corazón hará trastabillar el razonamiento de Barthes pueden quedarse tranquilos. 

El propio Barthes, de hecho, aclara otra cosa que, para los puristas, podría considerarse como una limitación. Él ni siquiera habla cómo fotógrafo, sino desde su experiencia como “sujeto mirado y (...) mirante”. En ningún momento teme que esa posición como “sujeto” desacredite su discurso en torno a la imagen; simplemente, lo encauza desde otro ángulo, no por ello menos válido que el de un experto en el campo de la fotografía. 

Sin ser extremadamente retadora (hay algunos ensayos sobre arte que son mucho más herméticos), La cámara lúcida requiere una lectura comprometida. Es una reflexión sobre el valor de las imágenes que parte de una fotografía de la madre del autor; foto que, por cierto, nunca nos es mostrada. En esa foto, a la que Barthes se refiere como “la foto del invernadero”, su madre tiene cinco años y él, al mirarla, atisba decenas de interrogantes. ¿Por qué le fascina tanto una imagen que a los demás apenas interesaría? ¿Qué hace que esa imagen sea para él tan importante? ¿Qué hace, en definitiva, que una imagen agite algo en nuestro interior? ¿Cual es nuestra relación con las imágenes? 

Durante el transcurso del libro, Barthes usa una serie de términos que él mismo concibe y define. Algunos de ellos, como “punctum” y “studium”, son omnipresentes en textos especializados de corte académico. Es en este esfuerzo por conceptualizar sus ideas con su propio vocabulario es donde brilla el ingenio de Barthes, ya que sus preguntas hallan respuestas sin caer en un discurso autocomplaciente o forzadamente conveniente. 

En definitiva: va muy bien tener La cámara lúcida como un libro de cabecera si estás interesado en la teoría de la fotografía, pero debo advertir que recurrir a él sin antes cribar un poco su información puede ser problemático, ya que ha llovido mucho desde que Barthes lo escribió y el paradigma de la imagen ha cambiado. Aunque tenga todavía puntos vigentes, este ensayo no es infalible. Por ejemplo, su noción sobre el sujeto que, sabiéndose mirado (fotografiado), se constituye “en el acto de «posar», transformándose “por adelantado en imagen”, ya ha caducado. O, al menos, esa es la impresión que yo tengo, ya que a día de hoy, tan acostumbrados a que una cámara, propia o ajena, nos capture, posamos (en términos barthianos) en todo momento. 

Firmado: Oriol Vigil

martes, 24 de octubre de 2017

Leo Perutz: El maestro del juicio final

Idioma original: alemán
Título original: Der Meister des Jüngsten Tages
Traducción: Jordi Ibáñez
Año de publicación: 1923 (edición de 2017)
Valoración: Recomendable


Leo Perutz es un escritor checo, aunque de origen austriaco y lengua alemana, nacido en los últimos años del siglo XIX. Así que por centroeuropeo y fin-de-siècle me trae inevitablemente a la cabeza imágenes, o más bien sensaciones, asociadas a Kafka o Meyrink por ejemplo: callejuelas solitarias, presencias inexplicables, personajes corrientes de la pequeña burguesía envueltos en misterios antiguos, lo desconocido irrumpiendo en vidas rutinarias. 

No andamos descaminados. ‘El maestro del juicio final’ nos muestra una reunión en casa del actor Eugen Bischoff quien, sin saberlo, está técnicamente arruinado. Ahí encontramos gente más o menos acomodada y amante de las artes, una pequeña nómina habitual en la literatura de la época, y entre los asistentes, el ex-amante de la esposa del anfitrión, un barón de profesión militar. Durante la velada Bischoff aparece muerto en extrañas circunstancias, y varios de los asistentes hacen cábalas sobre lo que ha podido suceder. Algunas voces se levantan acusando al barón y otras apuntan a aspectos más o menos misteriosos, pequeños detalles que no terminan de encajar.

Hasta aproximadamente la mitad del libro todo se mueve sobre conjeturas en torno a la culpabilidad del barón, discusiones entre los presentes con la tensión subyacente de la viuda siempre en segundo plano, y sucesivas oscilaciones en la presencia de ánimo del sospechoso. La narración –más bien es una misma escena con diferentes cuadros- tiene mucho de teatral, son diálogos en escenarios interiores con personajes que entran y salen, y en mi opinión se prolongan algo más de lo necesario. Puede decirse que no encontramos el grado de tensión esperable ante lo dramático de la situación, y el barón, que narra en primera persona, parece un sujeto justito de personalidad y de una sensibilidad algo desconcertante. Lo más relevante que nos deja esta primera parte consiste en dejar abiertas diferentes perspectivas, y una cierta niebla argumental donde los demás personajes amagan muy levemente posibilidades de ser caracterizados (el iracundo hermano de la viuda, un médico un tanto marrullero, el ingeniero que parece saber más de lo que dice), aunque sin concretarlas nunca. 

A partir de aquí la novela adquiere un tinte policíaco, aunque serán los propios involucrados y no la Policía quien desarrolle la investigación. El barón por una parte (para demostrar su inocencia, o simplemente aclararse a sí mismo) y otros personajes por otra seguirán una serie de indicios para llegar al fondo de la verdad, coincidiendo reiteradamente en los mismos escenarios, sin que se explique bien el por qué. A estas alturas la historia se va animando, y en esos ambientes un tanto oscuros de la Viena del cambio de siglo iremos encontrando algunos nuevos personajes, casi siempre singulares y con un matiz dudoso, que irán dando pistas o aumentando la confusión, según los casos. Al mismo tiempo crece el factor inexplicable y la desorientación del lector aumenta en paralelo a la de los investigadores. 

De forma que la novela va claramente de menos a más, y termina capturando nuestra atención con mayor vigor y giros que nos van conduciendo hacia un final resuelto con solvencia, por caminos que a buen seguro habrán entusiasmado a Borges -por lo visto, enérgico defensor de Perutz. (Y aquí me disculpo por el circunloquio, pero es que es francamente difícil comentar la trama sin desvelar nada importante). La virtud del libro reside en integrar el perfil policíaco con la evocación de misterios oscuros, tal vez literatura fantástica, quizá esoterismo. Un coctel atractivo aunque no siempre manejado con suficiente destreza, con lo que el libro resulta interesante aunque desigual. 

lunes, 23 de octubre de 2017

Cees Nooteboom: El desvío a Santiago



Idioma original: Holandés
Título original: De omweg naar Santiago
Año de publicación: 1992
Traducción: Julio Grande
Valoración: Muy recomendable



“España es brutal, anárquica, egocéntrica, cruel; España está dispuesta a ponerse la soga al cuello por disparates, es caótica, sueña, es irracional”. La afirmación está en las páginas iniciales de Desvío a Santiago, una recopilación de artículos escritos hace tres décadas por el ensayista, poeta y novelista holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933) que es el inventario literario de los motivos por los que este país paradójico y grotesco le fascina y mantiene en un estado de absoluta seducción. Y prosigue: “¿Qué se puede hacer con un país así? Odiarlo o amarlo, y creo que es por esa misma tendencia absurda y caótica de mi propio carácter por lo que he elegido lo último, y por eso estoy aquí a la hora equivocada…”, explica el escritor mientras se da de narices con la puerta de la catedral de una capital de provincia cualquiera, cerrada hasta dentro de tres o cuatro horas, hasta que la reabran después de comer, por la tarde.

En estos casi treinta artículos, Cees Nooteboom deambula especialmente por las montañas y mesetas interiores de ese país vacío y desolado, desviándose una y otra vez de las rutas principales para disfrutar de una ermita románica, de un paisaje solemne, de la silueta de un monte recortado frente al cielo rotundo, o de una perspectiva profunda bajo la luz inmisericorde. “Quizás sean las comarcas que yo visito. Por que es esto lo que quiero, lentitud, y sea cual fuera la ley que aquí gobierna, encuentro lo que busco. En un paisaje en el que un único árbol se ve a kilómetros de distancia, el tiempo se mide de otra manera. Por esa medida vengo aquí.” 

Llegados a este punto del trayecto, dejen que este precario reseñador –parido y criado en una playa mediterránea entre hordas de enrojecidos guiris en chanclas oliendo a aceite de coco, cuyo máximo interés por la cultura del país es ponerse tibios de sangría en la japiauar- les exponga su propia fascinación por la mirada fascinada del escritor holandés. Porque cuando acompañado de mis prejuicios paro en uno de esos pueblos varados junto a la carretera nacional y entro en el bar del Casino –a por alivio, refresco, café…- me parece caer de bruces en los versos de Antonio Machado, en la España que ora y bosteza, que ora y embiste. Cees Nooteboom nos brinda el retrato de un país de hace tres décadas y quizás las cosas hayan cambiado algo, quizás no demasiado, y esta distancia le da al relato un atractivo añadido por lo que nos permite de comparación. En los casinos de pueblo, desde luego, sigue hoy el mismo camarero aburrido y mal encarado, las moscas incansables, las noticias de TVE a volumen atronador… Aunque sí ha mejorado ostensiblemente la oferta gastronómica y hostelera, y ahora hay algo más que paradores, menús de incierta digestión y jarras de vino con la textura del cemento. Perdón por la dispersión, pues no se trata de eso: Desvío a Santiago no va para nada de exaltación turístico gastronómica.

En estas crónicas apenas hay diálogo con las personas que se van cruzando con el viajero. Sí en cambio una honda conversación interior sobre sus propias creencias, dudas, diferencias culturales, prejuicios morales y políticos, pasiones estéticas e inclinaciones metafísicas, místicas, espirituales. Convertidas en  excelente literatura. Todo ello sugerido, contrastado, detonado por las humildes iglesias que van apareciendo en los caminos solitarios, apenas dibujados en los mapas turísticos. Por los cuadros de Velázquez, Goya, Zurbarán o el Greco que suponen un aldabonazo a la sensibilidad humana y al ejercicio del pensamiento. Pasear por las calles arremolinadas de las ciudades medievales para sentirse inmerso en una corriente de tiempo que fluye con melancólica quietud, o dejar volar la imaginación con la lectura de Cervantes, Lorca, Santa Teresa o cualquier erudito local ensalzando las virtudes de la propia provincia. O contemplar complacido cómo un grupo de enfermeras de la Cruz Roja se lanzan alegremente a bailar sevillanas en el Rocío. Cees Nooteboom nos explica que se siente atraído por la belleza de estos paisajes, por la tradición artística de este complejo país, por el extremismo vital de sus paisanos, “porque creo que yo soy así por dentro”.

También de Cees Nooteboom en ULAD:  El día de todas las almasLuz por todas partes

domingo, 22 de octubre de 2017

Joyce Carol Oates: Marya

Idioma original: Inglés
Título original: Marya. A life
Traducción: Carmen Francí Ventosa
Año de publicación: 1986
Valoración: Recomendable

No creo que esta novela sea una de las mejores de Joyce Carol Oates, pero sí que creo que es una buena opción para acercarse a su narrativa. Y lo creo por dos motivos: porque se trata de una novela con una importante carga autobiográfica y porque en ella encontramos algunos de los temas que atraviesan de Oates.

"Marya" es una nueva crónica de la vida estadounidense contemporánea; esta vez, a través de la historia, desde la infancia hasta la madurez, de su protagonista. Y es, al mismo tiempo, la expresión literaria de un nuevo tipo de mujer (tengamos en cuenta que el libro data de 1986) que rompe con los esquemas preconcebidos, ya sea de hombres y mujeres de generaciones anteriores como, desgraciadamente, de sus contemporáneos.

En "Marya", Oates realiza una presentación realista, aunque no exenta de cierto lirismo, de ambientes económica y socialmente deprimidos, cargados de locura, machismo y violencia, ya sea explícita o implícita. En ese ambiente tendrá lugar la evolución personal de una mujer, ante todo, solitaria. Esta presentación,  además de ser realista, es verosímil. De hecho, la parte que narra la difícil infancia (muerte del padre, abandono de la madre, vida con sus tíos y primos, etc) y  adolescencia de Mary es, para mí, la más interesante del libro. Destaca la capacidad de Oates de meterse en la piel de una niña de 8-9 años sin caer en tópicos o cursilerías, de contar el horror cotidiano al que asiste Marya con toda la ferocidad de la inocencia. También la confusión y los vaivenes de la adolescencia, rapto casi místico incluido, merecen una mención.

A partir de ahí, a partir de la entrada de Marya en la Universidad y en la "vida adulta", la novela decae. A pesar de que el tratamiento de "grandes" temas como la amistad, el amor, el sexo o las dificultades de Marya en su vida profesional por su mera condición de mujer resulta más que interesante, me da la impresión de que, por momentos, la novela se vuelve un tanto farragosa (demasiadas páginas dedicadas a la vida académica que no aportan demasiado) y repetitiva. Tengo la sensación de que sobran páginas. 

Por último, el final me resulta demasiado abrupto, no me acaba de convencer. Y no lo hace porque no encuentro especial justificación al momento elegido por Oates para poner punto y final a la historia. Podría haber sido mucho antes o mucho después, no lo termino de ver claro.

De todas formas, y pese a que creo que esta se trata de una obra "algo menor" dentro de la extensa bibliografía de Joyce Carol Oates, resulta un libro interesante, en especial sus 150 primeras páginas (más o menos)

Otras obras de Joyce Carol Oates en ULAD.


sábado, 21 de octubre de 2017

Bandi: La acusación


Idioma original: coreano
Título original:  고발 [Gobal]
Año de publicación: 2017
Traducción: Hye Young Yu , Héctor Bofill
Valoración: bastante recomendable

Emitir una valoración sobre un libro como este, más cuando uno se obliga a que ésta sea inteligible, es una tarea que requiere una puesta previa en contexto.
Para ello, basten un par de detalles. Ni la etiqueta "escritores norcoreanos" ni "libros bajo pseudónimo" habían sido activadas a lo largo de los ocho años largos de historia de este blog. El motivo es sencillo: el hermetismo de la dictadura hereditaria del país asiático actúa de manera contundente como barrera y obstaculiza la difusión de sus autores, y éstos solo pueden publicar sus obras de forma clandestina y a costa de exponerse (a ellos, a sus familias actuales, a generaciones venideras) a duras represalias. Y Bandi es, claro, un pseudónimo, porque lo que se explica aquí, incluso eludiendo detalles,  me parece tan verdadero como terrorífico, aunque surja el impresentable de turno que se obstine en negarlo y en achacarlo a una especie de conspiración, no creo que tanta coincidencia obedezca a la fantasía. Ya es el cuarto libro que leo sobre este país y he intentado compensar las fuentes y, el camarada Cao de Benós me perdonará, aunque está claro que la temática dispone (vía morbo o vía lo que sea) de un innegable atractivo comercial, lo que denuncian los siete relatos de este libro parece ser cierto, y si es cierto yo no puedo calificar al régimen de Corea del Norte como otra cosa que una perversa organización criminal amparada bajo el pretexto de proteger a un pueblo al que oprimen y martirizan de forna cruel y sistemática. Mala gente, esta dinastía de tiranos que aislan a su pueblo pretendiendo que se trague la sarta de tonterías que se les atribuye a abuelo, padre e hijo. 
Pero claro: la mano levantada. La mano en forma de sistema de información y de traición y de maquinación cuyos extremos, relatan estos cuentos, son terroríficos. De forma perversa, sin nada que envidiar a lo más nauseabundo del nazismo. Familias represaliadas por las acciones o las sospechas de las acciones de uno de sus miembros. Menudo acto de justicia sería que semejante alimaña, la cosa suprema o como esté disponiendo ser denominado, fuera descabalgado del poder junto con sus secuaces y tuviera que responder algún día de sus tropelías crueles y caprichosas.
Una cuestión que también manifiesta esta lectura es el difícil acceso del lector norcoreano a la obra narrativa actual. Estos cuentos mantienen una tonalidad algo naif, alejada de los complejos mecanismos de las obras de hoy en día, mostrándose a la vez "pura" por su condición de intento de comunicación como por su falta de adulteración de algunas de las manías en boga en la literatura, en esa literatura en que muchos se creen que leer mucho a Faulkner es ser Faulkner. Es decir: son historias lineales y comprensibles y eso las humaniza aún más, les dota de una pátina ingenua y escalofriantemente cercana. A pesar de que respondan a los estereotipos que vienen publicitándose, rehuyen lo truculento para abordar más lo psicológico. Seres que han de habilitar permisos para desplazarse dentro del país ante el anuncio de una madre agonizante. Burocracia en todos los grados de la crueldad más arbitraria. Personas marcadas por hechos de sus conocidos o familiares. Hambre, cómo no, reeducación, delación, purgas, el individuo asediado a la vez por lo absurdo y lo criminal. Menuda pandilla de gobernantes, la aristocracia falsamente proletaria que se ha montado Kim Jong Un y su séquito de impresentable, que queda descrita aquí con la suficiente claridad y sutileza como para no dejar dudas sobre su veracidad.

viernes, 20 de octubre de 2017

Deborah Levy: Nadando a casa

Idioma original: inglés
Título original: Swimming Home
Año de publicación: 2011
Traducción: Susana de la Higuera Glynne-Jones
Valoración: está bien (supongo...)

Veamos: novela corta, compacta, con pocos escenarios y tan sólo un puñado de personajes: se trata de un famoso poeta que pasa las vacaciones con su familia y unos amigos en una villa de la Costa azul, cerca de Niza. Comienzo llamativo, prometedor: un día en la piscina de la finca aparece desnuda una hermosa y enigmática joven -tranquis, que no está muerta; esto no va de crímenes-, que es invitada por la esposa del poeta a quedarse con ellos... Todo apunta a tragicomedia sobre las debilidades y contradicciones de la clase burguesa intelectualoide, con la chica, Kitty Finch, actuando de catalizador. Prosa más que correcta, por otra parte; "esto me lo ventilo yo en una tarde", piensa uno...

Pues que si quieres arroz, Catalina... me ha costado un número inconfesable de días terminar esta novelita. Sin duda, no es culpa suya; ya digo que creo que cualquiera podría con ella en una tarde, a lo sumo dos. Y es cierto que tanto mis circunstancias personales como los acontecimientos políticos (para qué les voy a contar) han hecho que me dispersara lo impredecible con esta lectura. Que, por otra parte, de cómica tiene muy poco y sí bastante de tragi-; amén de que la figura de Kitty sí resulta ser un catalizador de los problemas larvados, aunque no exactamente como yo preveía... (esto, he de decirlo , me parece lo más interesante de la novela). Fatalismo, autodestrucción y desequilibrio como ingredientes fundamentales del plato. Desencuentro. Infelicidad. Desamparo existencial, si se quiere... En suma, una serie de cosas que hacen que una historia más o menos dramática no pinte mal, lo que supongo que significa que está bien. O viceversa.

Pero el caso es que, al final, lo que se impuso fue el ruido de fondo, lo que impidió que este mediocre lector se concentrara y ahora, más aún, le impide dar un dictamen consistente sobre lo leído. Porque si, como se dice, es el lector el que escribe o al menos completa un libro cada vez que éste es leído, a mí me ha salido un libro difuso, fragmentario e irregular. Cosa que, probablemente, no sea cierta, si quien lo lee es uno de vosotros. Pero también puede que, si una narración, por interesante que nos parezca a priori, no logra mantener nuestra atención, subyugarnos, por decirlo así, entonces tampoco cumpla su primera función. Que no es la de enseñarnos cosas, entretenernos ni deleitarnos con la belleza del lenguaje, sino absorbernos, arrebatarnos y mientras duren sus páginas otorgarnos un plus de vida, una intensificación de nuestra existencia como no podría hacerse de otra manera...

Aunque igual estoy equivocado ¿qué opináis?



jueves, 19 de octubre de 2017

Stefan Zweig: Clarissa

Idioma original: alemán
Título original: Clarissa
Año de publicación: 1976
Valoración: inclasificable

Empezaré la reseña explicando el porqué de esta inusual valoración. Este libro se publicó de forma póstuma y es un libro inconcluso. Debido a este aspecto, es difícil calificarlo debidamente puesto que el final es totalmente abierto y uno es incapaz de saber cómo tenía pensado Zweig terminarlo, e incluso hacia donde avanzar la trama (aunque sí se indican brevemente las intenciones del autor en los capítulos finales). Si tuviera que hacer una valoración lo dejaría en un «está bien», siendo consciente que sería algo injusto hacerlo (al ser inconcluso) aunque también es cierto que debemos valorar el libro por lo que es y no por lo que promete (o prometía).

El libro trata sobre Clarissa, protagonista absoluta de la novela. Ya en un inicio, el autor nos narra la infancia de la protagonista y el frío ambiente familiar en el que crece, viviendo desde pequeña aislada del resto de su familia. Huérfana de madre, quien muere durante el parto, el núcleo familiar está formado por su hermano (quien casi no aparece en la novela) y su padre, militar ausente volcado absolutamente en el trabajo haciendo tareas de documentación. Las funciones del padre radican en recabar tanta información como sea posible sobre las tropas enemigas, tarea que desempeña con una minuciosidad extrema. El carácter del padre, quien carece de la capacidad de demostrar afecto, marca la relación con Clarissa, y sus charlas (ocasionales) se reducen principalmente a comprobar que su hija progresa como se espera de ella en el colegio. De esta manera, con la misma exigencia, rigor y meticulosidad que aplica al trabajo educa a su hija (desde la distancia), dejando de lado cualquier acto o gesto cariñoso hacia ella, sin mostrarle ternura ni afecto. En este entorno frío y solitario crece Clarissa, hasta que llega a la edad suficiente para empezar su carrera profesional como ayudante de un profesor, quien la enviará a una conferencia en Suiza. Allí se abrirá su mundo y conocerá a Léonard, un joven francés de quien se enamora. Pero los tiempos son convulsos en la Europa de 1914, y los caminos de Austria y Francia no van en la misma dirección.

Con esta premisa, y sirviéndose de la Primera Guerra Mundial como telón de fondo, Zweig nos narra una historia donde la guerra, las relaciones, los deseos y la corrección se entretejen hasta elaborar un retrato de Europa de principios de Siglo XX. Así, encontramos en Clarisa muchas características de la obra de Zweig como la relación sentimental entre personajes y hasta sus características: él comedido y prudente, ella agradable e inquieta. En este libro póstumo también aparece mencionada la figura de Montaigne, al que Zweig admira como ya demostró en la biografía que publicó sobre el humanista (reseñada también en ULAD). Y es que la obra de Zweig, como es habitual en él, gira en torno a sus personajes, a sus fragilidades y aspiraciones, a la rectitud y la delicadeza de los corazones que buscan sentirse arropados por almas parecidas.

Escrito con prosa ágil, la obra se lee con la calma que el propio libro imprime, contagiándose uno de la belleza siempre existente en la narrativa de Zweig. Sin embargo, y sin poner en duda la calidad literaria del autor (sería casi un sacrilegio), hay cierta repetición de temas y planteamientos que ya encontramos en muchas de sus obras y este hecho reduce el impacto causado por su lectura. Las similitudes son evidentes más allá de su estilo, y la trama se desenvuelve en un entorno parecido al que podríamos encontrar en «La piedad peligrosa o La impaciencia del corazón» o «Carta de una desconocida». A medida que uno avanza en la lectura de este libro, tiene la sensación de haber leído algo parecido antes, y la reiteración de temas y enfoque ya no sorprenden. Eliminado el factor sorpresa en su obra, queda la calidad de su escritura. Con eso al menos sí nos podemos quedar y, tratándose de Zweig, no es poco.

Otras obras de Stefan Zweig en ULADEl mundo de ayer¿Fué él?Fouché. Retrato de un hombre políticoMendel el de los librosMaría AntonietaTiempo y mundoCarta de una desconocidaNovela de ajedrezVeinticuatro horas en la vida de una mujerViaje al pasadoLos ojos del hermano eternoLas hermanasMontaigne, La piedad peligrosa o La impaciencia del corazónMiedoArdiente secretoUna boda en LyonEl amor de Erika Ewald

miércoles, 18 de octubre de 2017

Claudio Magris: No ha lugar a proceder

Resultado de imagen de no ha lugar a proceder amazonIdioma original: italiano
Título original: Non luogo a procedere
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable



No ha lugar a proceder nunca podrá ocultar su autoría. No solo por la particular forma de entender la literatura de Magris, sino porque así lo evidencian su enorme erudición, esos fantasmas tan suyos (Trieste, la historia entendida como apoyo de ideas o la conflictiva convivencia entre los pueblos) y las huellas de una dilatada trayectoria ensayística.
A la ciudad donde nació le dedicó un ensayo hace una década, las vicisitudes del panorama europeo se encuentran descritas –a su modo– en el magnífico El Danubio. A pesar de su talante, conciliador y contrario a totalitarismos, el autor no pierde de vista la complejidad del tablero de ajedrez en que vivimos. Por eso, la gran pregunta que, entiendo, plantea esta novela, a saber, ¿es posible erradicar la violencia? se responde implícitamente, como no podría ser de otro modo, sin ingenuidad aunque con un atisbo de esperanza.
Esta es una forma de narrar que me atrae particularmente, pero intentaré no dejarme llevar por el entusiasmo, o no mucho, para no confundir –y esto es un aviso a caminantes– a los partidarios de un relato más convencional. Se la clasifica como novela porque en ella aparecen personajes ficticios que actúan y sobre los que actúan las circunstancias, pero son más bien estas: la historia, la geografía, la política, incluso el azar quienes van dejando su huella en ellos. De ahí esa indefinición de los personajes, que casi podríamos ser cualquiera, y ese empeño en situarlos dentro de un marco tan amplio como sea posible. Con esto, Magris traslada a los lectores su personal concepto del mundo, nos resume su pensamiento actual –tras tantos años de vida, lecturas, viajes, escritura, y curiosidad por el ser humano– utilizando lo que se ha denominado género híbrido, en realidad una mezcla de géneros, que en este caso abarcaría la narración, el ensayo y la historia. Un texto que, siguiendo una tendencia ya poco novedosa pero todavía muy actual y muy en sintonía con los objetivos del autor y con su forma de entender la literatura, apuesta por el relato fragmentario (a base de anotaciones, datos, frases, retazos de la historia), por personajes con rol pero sin rostro –excepto los dos principales–, por alternar tiempo y espacios, por la divagación, la acumulación de datos, las enumeraciones y todo lo que pueda dar consistencia a eso que quiere transmitir y que, al no hacerse de forma explícita sino, como los impresionistas, mediante pinceladas conceptuales, el lector tendrá que recomponer extrayendo sus propias conclusiones.
La prosa –impecablemente traducida por Pilar González Rodríguez– es rápida, nerviosa, en zigzag, para poder cambiar sin previo aviso de escenario, personaje o época.
No creo que me equivoque si afirmo que se trata de una sátira del comportamiento humano. Y, como todas las sátiras, parte de una situación, absurda en principio, pero real en este caso, aunque solo como punto de partida: alguien, un paisano del autor, anuncia en la prensa de 1963 la compraventa de material bélico con el propósito de exponerlo en una especie de museo de los horrores que serviría de mensaje antibelicista. Tal como aclara Magris en su nota final –y la necesidad de este mensaje aclaratorio es lo único que, en mi opinión, desentona en el conjunto–, todo el resto de la trama, así como los rasgos de los personajes y los datos de todo tipo que incluye, le pertenecen por completo.
El triestino que dedicó su vida a una misión de esa envergadura tiene nombre y apellidos, no así el protagonista de la novela, por cierto, fallecido ya desde el inicio en un supuesto incendio del local que iba a alojar su proyecto. El lector se enfrenta, pues, a los pensamientos y recuerdos de la encargada de continuarlo, Luisa Brooks, doctora, antigua alumna del personaje principal e hija de la desolación nazi, con una historia a sus espaldas de culpas y silencios, que repasa anécdotas de su familia o la vida de una tal Luisa de Navarrete –secuestrada por indígenas, fugada años más tarde, delatora a la fuerza– cuyo nombre se le impuso con la idea de honrar su memoria, y describe los elementos que se van incorporando al museo, su disposición y recursos didácticos, la misantropía de su mentor, la vida casi monacal que llevaba, su organizado y altruista síndrome de Diógenes. Y para compactar esa mezcla salpicada de metáforas y símbolos, el telón de fondo del nazismo, sus mandamases–comparados en algún momento a los cactus– convertidos muchos de ellos en ciudadanos respetables a la llegada de la paz gracias a un puñado de cómplices. Además, un escenario fundamental, la ciudad natal del autor, tierra de tránsito y miscelánea de culturas, que albergó en la Risiera de San Sabba el único campo de concentración de Italia, en cuyas paredes se grabaron nombres que alguien borraría más tarde dejando a los culpables impunes.


También de Claudio Magris: El Conde y otros relatos, El infinito viajar

martes, 17 de octubre de 2017

Rubem Fonseca: Bufo y Spallanzani

Idioma original: portugués
Título original: Bufo & Spallanzani
Año de publicación: 1985
Valoración: Muy recomendable

Gracias a dios que hace tiempo que la novela policiaca no se considera como un género menor, sin importancia o interés; ya casi nadie se atrave a despreciar un género que nos ha dado las novelas de Camilleri, Petros Markaris, Manuel Vázquez Montalbán o Leonardo Padura, por mencionar a unos cuantos. Y es en esa digna tradición de la novela policiaca bien escrita y bien pensada donde se sitúa Rubem Fonseca, escritor brasileño de justa merecida fama internacional.

Hace ya algún tiempo que reseñé por aquí El seminarista, una novela que clasifiqué como "divertida"; sin embargo, después de leer Bufo y Spallanzani, aquella otra empalidece y parece claramente una obra inferior, por su menor complejidad y ambición. En Bufo y Spallanzani, el enredo policiaco existe (de hecho adopta la clásica forma del whodunit, del crimen violento que el detective debe resolver), pero este enredo es secundario en una obra que juega a crear distintos niveles narrativos y textuales superpuestos, casi como Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino aunque con más humor.

En realidad, crímenes hay tres, sucedidos en tres momentos y lugares diferentes: el asesinato de la millonaria Delfina Delamare; el supuesto fraude de un hombre que se finge muerto para cobrar el seguro; y el asesinato de una mujer en una villa de retiro en medio de la selva. Lo que los tres crímenes tienen en común es la coincidencia de dos personajes: el escritor (y narrador encubierto de la novela), Gustavo Flavio, antes conocido como Ivan Canabrava, y el policía Guedes, que se encargará de investigar los tres crímenes en distintos momentos de su carrera.

Pero como digo, lo de menos es al final descubrir quién cometió los tres crímenes; lo mejor es el juego de historias dentro de historias; de voces que se suplantan unas a otras, con distintos nombres y distintas personalidades; las autoreferencias metaliterarias (el escritor Gustavo Flavio está obsesionado con escribir una novela titulada Bufo & Spallanzani) o el sentido del humor propio de Rubem Fonseca, que se manifiesta en su estilo desenfadado (que, una vez más, no sé cómo habrán conseguido mantener en la traducicón española), y en la galería de personajes alocados que rodean a los protagonistas y que crean un mundo tan irreal como creíble.

Tengo entendido que esta es la obra maestra de Rubem Fonseca, y como decía al principio, comparándola con El Seminarista se ve claramente que existe en esta una mayor ambición, una complejidad mucho mayor y un deseo consciente de experimentar con la forma y con el género. En todo caso, si la calidad de las obras (y el placer de lectura que proporcionan) se mantiene en el nivel de estas dos, no cabe duda de que vale la pena seguir leyendo al escritor brasileño. Sobre todo, si eres amante de la buena literatura policial.


Del mismo autor: Vastas emociones y pensamientos imperfectos, El seminarista, El gran arte,