Título original: Bilqiss
Año de publicación: 2015
Valoración: Recomendable
Siguiendo la línea trazada en sus anteriores novelas, Saphia Azzeddine sigue exponiendo de forma atrevida su visión sobre el islamismo, sin tapujos, mostrando sus dudas y manifestando sus críticas sin filtros, claramente, dejando de lado medias tintas, sin esconderse bajo velos de prudencia.
Narrado en primera persona, el libro nos cuenta los días finales de Bilqiss, una joven musulmana condenada a ser ejecutada por lapidación. ¿Sus delitos? muchos, a ojos de la religión musulmana: infringir código de buena conducta poseyendo en su casa objetos para la belleza (maquillaje, pinzas para la depilación, lencería, zapatos de tacón, etc...), casetes de música que (supuestamente) apartan de Dios el corazón del creyente y otros objetos relacionados con el culto a la imagen y causante de posibles tentaciones. El resultado del juicio no parece muy esperanzador; la sociedad y el pueblo la han condenado de antemano, su lapidación está en el horizonte de los días finales que pasa encerrada en una celda mientras es juzgada por el tribunal y por la sociedad de tales acusaciones. Su vida hasta el momento tampoco ha sido nada fácil; condenada ya desde el nacimiento por su padre, al nacer mujer. El resultado de ello es la formación de un carácter fuerte, que la motiva a luchar contra las injusticias y a declararse en rebeldía contra su mundo, llevándola a criticar la interpretación de la religión que hacen sus verdugos y su propia sociedad.
De esta manera, narrada desde tres diferentes puntos de vista, el libro nos hace un retrato crítico de la sociedad musulmana, una sociedad donde la desigualdad entre hombres y mujeres se encuentra a todos los niveles, donde la opresión y el dominio es habitual. La rebeldía de Bilqiss causa un enfrentamiento con las ideas establecidas, poniendo un espejo delante de una sociedad claramente desigual y vemos, desde su personaje, el principal punto de vista de la historia; el segundo nos viene del juez, quien debe dictar sentencia envuelto en un mar de dudas causadas por sus remordimientos de consciencia. La dualidad entre lo que uno cree y lo que la religión marca, los límites de la responsabilidad y la toma de decisiones son otro foco de conflicto. Finalmente, el tercer punto de vista nos lo proporciona Leandra, una periodista occidental que se interesa por el caso de Bilqiss y se desplaza al territorio para conocer el caso en persona.
Estos tres personajes permiten a la autora mostrar las contradicciones existentes y la doble moral que practican aquellos que se encuentran en posiciones dominadoras, poseedoras de poder. Aquello que persiguen, les persigue también a ellos en sus mentes, en un conflicto constante de dilemas éticos, actuando sin mostrar unas dudas que sí albergan en su interior. Los claroscuros que pudieran existir en la mentalidad de los hombres son eliminados, permitiendo únicamente dos posibilidades: lo correcto o lo incorrecto. Pero debajo del velo que cubre sus actos, se esconde en algunas personas una forma de pensar que mantienen oculta por el miedo a que algún día sea visible y, en consecuencia, cuestionada.
Así, la autora no sólo retrata las contradicciones internas de los propios personajes sino también la diferencia de culturas; critica por igual el islamismo que la cultura occidental, y aprovecha el abanico abierto para dejar surgir un punto de reflexión sobre aquello en lo que se basan nuestras vidas, y cómo nosotros mismos somos víctimas de nuestra propia cultura, alimentando aquello que somos y auto engañándonos para hacer nuestra vida más soportable, procurando lograr que encaje en nuestro propio mundo. Las críticas, aunque son dirigidas especialmente hacia la comunidad musulmana, se reparten entre ambos mundos; el islamismo, del que habla diciendo que «el mundo avanza sin ustedes, así que ustedes le escupen», el mundo estadounidense de quien afirma que «en su país no hacen otra cosa que hablar de sí mismos. O hablar de los demás para hablar mejor de sí mismos», y el choque de culturas, ese recelo de la cultura occidental hacia el islamismo radical, y al revés, cierta envidia de las libertades del mundo occidental que se expone claramente cuando la protagonista afirma «el aura que emanaba de ella (Leandra) cuando se ponía a describir su universo era sin duda equivalente a la mía cuando, bajo una lluvia de insultos, salía arrogantemente de la sala de audiencias. ¿Tenía mi desgracia más legitimidad que su dicha?».
El libro que nos ofrece Saphia Azzeddine es un libro de denuncia, de crítica, de reflexión. Un libro de una persona musulmana que cree que su religión (o al menos la interpretación que de ella hacen algunas personas) no está adecuada a los tiempos actuales, que es sesgada, inmóvil e injusta. Es la voz de alguien que quiere cambiarla sin renunciar a ella, pues critica por igual el mundo occidental. Es la voz de alguien que no puede quedarse con los brazos cruzados delante de quienes están obstaculizando un progreso, una apertura, un cambio, una actualización, una posibilidad de conseguir que el resto del mundo vea en ella lo que sus fieles defienden. Así, la autora nos ofrece, con este libro, una ventana abierta a la reflexión, una rendija abierta por donde dejar entrar la posibilidad de cambio. Y lo hace con toda la valentía de quien se siente convencido de que logrará su propósito.
Narrado en primera persona, el libro nos cuenta los días finales de Bilqiss, una joven musulmana condenada a ser ejecutada por lapidación. ¿Sus delitos? muchos, a ojos de la religión musulmana: infringir código de buena conducta poseyendo en su casa objetos para la belleza (maquillaje, pinzas para la depilación, lencería, zapatos de tacón, etc...), casetes de música que (supuestamente) apartan de Dios el corazón del creyente y otros objetos relacionados con el culto a la imagen y causante de posibles tentaciones. El resultado del juicio no parece muy esperanzador; la sociedad y el pueblo la han condenado de antemano, su lapidación está en el horizonte de los días finales que pasa encerrada en una celda mientras es juzgada por el tribunal y por la sociedad de tales acusaciones. Su vida hasta el momento tampoco ha sido nada fácil; condenada ya desde el nacimiento por su padre, al nacer mujer. El resultado de ello es la formación de un carácter fuerte, que la motiva a luchar contra las injusticias y a declararse en rebeldía contra su mundo, llevándola a criticar la interpretación de la religión que hacen sus verdugos y su propia sociedad.
De esta manera, narrada desde tres diferentes puntos de vista, el libro nos hace un retrato crítico de la sociedad musulmana, una sociedad donde la desigualdad entre hombres y mujeres se encuentra a todos los niveles, donde la opresión y el dominio es habitual. La rebeldía de Bilqiss causa un enfrentamiento con las ideas establecidas, poniendo un espejo delante de una sociedad claramente desigual y vemos, desde su personaje, el principal punto de vista de la historia; el segundo nos viene del juez, quien debe dictar sentencia envuelto en un mar de dudas causadas por sus remordimientos de consciencia. La dualidad entre lo que uno cree y lo que la religión marca, los límites de la responsabilidad y la toma de decisiones son otro foco de conflicto. Finalmente, el tercer punto de vista nos lo proporciona Leandra, una periodista occidental que se interesa por el caso de Bilqiss y se desplaza al territorio para conocer el caso en persona.
Estos tres personajes permiten a la autora mostrar las contradicciones existentes y la doble moral que practican aquellos que se encuentran en posiciones dominadoras, poseedoras de poder. Aquello que persiguen, les persigue también a ellos en sus mentes, en un conflicto constante de dilemas éticos, actuando sin mostrar unas dudas que sí albergan en su interior. Los claroscuros que pudieran existir en la mentalidad de los hombres son eliminados, permitiendo únicamente dos posibilidades: lo correcto o lo incorrecto. Pero debajo del velo que cubre sus actos, se esconde en algunas personas una forma de pensar que mantienen oculta por el miedo a que algún día sea visible y, en consecuencia, cuestionada.
Así, la autora no sólo retrata las contradicciones internas de los propios personajes sino también la diferencia de culturas; critica por igual el islamismo que la cultura occidental, y aprovecha el abanico abierto para dejar surgir un punto de reflexión sobre aquello en lo que se basan nuestras vidas, y cómo nosotros mismos somos víctimas de nuestra propia cultura, alimentando aquello que somos y auto engañándonos para hacer nuestra vida más soportable, procurando lograr que encaje en nuestro propio mundo. Las críticas, aunque son dirigidas especialmente hacia la comunidad musulmana, se reparten entre ambos mundos; el islamismo, del que habla diciendo que «el mundo avanza sin ustedes, así que ustedes le escupen», el mundo estadounidense de quien afirma que «en su país no hacen otra cosa que hablar de sí mismos. O hablar de los demás para hablar mejor de sí mismos», y el choque de culturas, ese recelo de la cultura occidental hacia el islamismo radical, y al revés, cierta envidia de las libertades del mundo occidental que se expone claramente cuando la protagonista afirma «el aura que emanaba de ella (Leandra) cuando se ponía a describir su universo era sin duda equivalente a la mía cuando, bajo una lluvia de insultos, salía arrogantemente de la sala de audiencias. ¿Tenía mi desgracia más legitimidad que su dicha?».
El libro que nos ofrece Saphia Azzeddine es un libro de denuncia, de crítica, de reflexión. Un libro de una persona musulmana que cree que su religión (o al menos la interpretación que de ella hacen algunas personas) no está adecuada a los tiempos actuales, que es sesgada, inmóvil e injusta. Es la voz de alguien que quiere cambiarla sin renunciar a ella, pues critica por igual el mundo occidental. Es la voz de alguien que no puede quedarse con los brazos cruzados delante de quienes están obstaculizando un progreso, una apertura, un cambio, una actualización, una posibilidad de conseguir que el resto del mundo vea en ella lo que sus fieles defienden. Así, la autora nos ofrece, con este libro, una ventana abierta a la reflexión, una rendija abierta por donde dejar entrar la posibilidad de cambio. Y lo hace con toda la valentía de quien se siente convencido de que logrará su propósito.
Increíble reseña, Marc.
ResponderEliminarHas logrado que el libro me llame la atención. Por cierto, la figura del juez es la que más me fascina. Debe ser interesante ver ese punto de vista (los otros dos quizás los conocemos más). Y también encuentro interesante que no se eleve a Occidente y se deje claro que, cuando se molesta en intervenir, suele ser por interés, por mal que suene decirlo.
Un abrazo.
Hola, Oriol. Gracias por los elogios.
ResponderEliminarCiertamente, la figura del juez es interesante por la dudas que plantea. Aún así, la carga de denuncia más intensa es a manos de la protagonista, quien no duda en señalar la interpretación extrema de su religión llegando a afirmar en entrevistas que los musulmanes deberían recuperar su religión. E interesante también la visión occidental, por la frivolidad con la que observamos las injusticias que nos caen lejos de nuestro territorio. No le falta razón.
Libro interesante, sin duda.
Gracias por comentar la reseña.
Saludos
Marc