Páginas
▼
martes, 31 de enero de 2012
Francesco Pacifico: La historia de mi pureza
Título original: Storia della mia purezza
Idioma original: italiano
Año de publicación: 2010
Valoración: recomendable
Piero Rosini pertenece a una adinerada familia italiana. Tiene 30 años, está casado, tiene tres hermanos mayores que él y nada en común con ninguno de ellos, ni siquiera con sus padres. Militante del catolicismo conservador más extremo, ha escogido llevar una vida llena de privaciones (vive en el extrarradio de Roma, trabaja a cambio de un mísero sueldo en una editorial católica y ha renunciado a cualquier tipo de placer, incluido el sexo), mientras critica y aborrece el estilo de vida que llevan sus parientes, de mentalidad liberal y más abiertos a disfrutar y a vivir como se les antoja, sin preocuparse demasiado en ganarse el cielo.
Aunque son sus profundas convicciones religiosas las que dominan su vida, éstas se verán cuestionadas cuando, una noche, se descubre obsesionado por los pechos de su cuñada, una joven que es la encarnación de la virginidad y la virtud. Martirizado por estos sentimientos y estresado debido a un polémico libro que la editorial para la que trabaja va a publicar en breve, decide irse a París una temporada a aclarar sus ideas. Sin embargo, las nuevas amistades que entabla en la capital francesa y la nueva vida que tiene que llevar allí harán que todo su sistema de valores se tambalee.
Y no, no es que Piero llegue a París y se líe con todo bicho viviente y de repente se vuelva anticatólico o antirreligioso o ateo. Ni mucho menos. Pero las reflexiones que realiza nuestro protagonista, de las que somos testigos a medida que su mundo interior se hunde y se reconstruye (curiosamente, en la ciudad del pecado por excelencia), son dignas de admiración. Pacifico no deja títere con cabeza en esta novela: ni religiosos, ni antirreligiosos, ni católicos, ni judíos, ni modernos, ni clásicos. Todos tienen algo que esconder y algo que ofrecer. Todos están perdidos en un mundo que ya no es de nadie y cada uno intenta salvarse como puede.
¿O no? ¿Y si realmente nadie intenta salvarse? ¿Y si lo único que cada uno quiere es fastidiar al de al lado? ¿Y si nadie sabe en realidad qué es lo que quiere? ¿A qué tenemos que aferrarnos, entonces? A través de un personaje ciertamente antipático –y no por sus ideas religiosas, que nadie me entienda mal, sino por lo retorcido de su pensamiento–, Pacifico nos cuenta una historia de fe, intransigencia y obsesiones, pero también de huídas hacia adelante, donde queda patente, una vez más, lo frágil y asombrosamente irónica que puede resultar ser la existencia.
lunes, 30 de enero de 2012
Colaboración: Sábado por la noche y domingo por la mañana de Alan Sillitoe
Idioma original: inglés
Título original: Saturday Night and Sunday Morning
Año de publicación: 1958
Valoración: Muy recomendable
Primera novela del Angry Young Man Allan Sillitoe, Sábado por la noche y domingo por la mañana cuenta la vida y milagros (en sentido literal en algunos casos, porque no debe resultar nada fácil tener dos líos simultáneos con dos mujeres casadas en una ciudad tan pequeña como Nottingham, ni trasegarse once pintas de cerveza y siete pelotazos de ginebra un sábado por la noche y vivir para volver al curro en la fábrica de bicicletas el lunes a las siete de la mañana) de Arthur Seaton, un joven veinteañero simpático, atractivo y buscabroncas, en conflicto permanente con todo lo que huela a autoridad y compromiso, que pasa cinco días a la semana pensando en lo que hará los otros dos: beber hasta caer redondo –el alcohol: la mejor y más inimitable forma de olvido que existe-, intentar enrollarse con todas las mujeres que pueda –mujeres de compañeros en el turno de noche incluidas- y echar la caña los domingos en cualquier río de los alrededores después de un paseo en bici.
Literatura social y peleona, fuertemente impregnada de rabia filosófica y espíritu de resistencia frente a ese sistema organizado por políticos que nos “arengan subidos a cajas de detergente” y nos mantienen “vivitos y coleando mientras somos productivos, y sigue poniéndonos sellos por toda la jeta hasta que no puedes ver ni a tres palmos. Y lo que es más: te obliga a que seas tú mismo quién compres los sellos”.
Sillitoe reparte leña a diestro y siniestro (gobierno, sindicatos, familia, matrimonio, rey, patria…) gracias a una galería de personajes a los que sus actos definen muy por encima de sus palabras y una descripción de ambientes –especialmente logradas las escenas de la vida y el trabajo en la fábrica, os lo digo yo, que de joven trabajé en una- y situaciones, tan ajustadas que, como apunta un astuto crítico del diario The Guardian: “La historia de Arthur Seaton era fruto de una época cuando se publicó por primera vez. Ahora ha devenido atemporal”.
El estilo es potente y directo, impregnado de ese sentido del humor que suele ayudarle a uno a no volverse loco (muy divertida la historia de los tres primos de Seaton, alistados durante la guerra en el RCD: Real Cuerpo de Desertores) y de un inesperado lirismo, especialmente en las escenas que transcurren en los campos que rodean la ciudad, único refugio dónde Arthur disfruta de una tranquilidad que le permite ver su vida con cierta perspectiva, aunque ésta resulte de lo más deprimente.
Por último, no quiero dejaros escapar sin comentar la excelente la traducción de Mercedes Cebrián (asesorada por la mujer de Sillitoe, la poeta Ruth Fainlight), que consigue dar a los diálogos y al monólogo interior del protagonista el tono justo, dotándolos de una viveza y contemporaneidad que proporciona en todo momento al lector la sensación de estar presente físicamente en medio del fregado, viviendo junto al protagonista escenas que muy bien podrían estar ocurriendo en este mismo momento, junto a personas muy parecidas a las que podamos conocer hoy día, sin caer en ningún momento en ese rollo cheli-caricaturesco en que suelen caer bastantes autores cuando tratan de “poner voz” a currantes, delincuentes y pobres en general.
Una novela con muy mala leche, de lectura más que recomendable en estos tiempos que corren.
También de Alan Sillitoe en ULAD: La soledad del corredor de fondo, El cuadro de la barca de pesca
Título original: Saturday Night and Sunday Morning
Año de publicación: 1958
Valoración: Muy recomendable
Primera novela del Angry Young Man Allan Sillitoe, Sábado por la noche y domingo por la mañana cuenta la vida y milagros (en sentido literal en algunos casos, porque no debe resultar nada fácil tener dos líos simultáneos con dos mujeres casadas en una ciudad tan pequeña como Nottingham, ni trasegarse once pintas de cerveza y siete pelotazos de ginebra un sábado por la noche y vivir para volver al curro en la fábrica de bicicletas el lunes a las siete de la mañana) de Arthur Seaton, un joven veinteañero simpático, atractivo y buscabroncas, en conflicto permanente con todo lo que huela a autoridad y compromiso, que pasa cinco días a la semana pensando en lo que hará los otros dos: beber hasta caer redondo –el alcohol: la mejor y más inimitable forma de olvido que existe-, intentar enrollarse con todas las mujeres que pueda –mujeres de compañeros en el turno de noche incluidas- y echar la caña los domingos en cualquier río de los alrededores después de un paseo en bici.
Literatura social y peleona, fuertemente impregnada de rabia filosófica y espíritu de resistencia frente a ese sistema organizado por políticos que nos “arengan subidos a cajas de detergente” y nos mantienen “vivitos y coleando mientras somos productivos, y sigue poniéndonos sellos por toda la jeta hasta que no puedes ver ni a tres palmos. Y lo que es más: te obliga a que seas tú mismo quién compres los sellos”.
Sillitoe reparte leña a diestro y siniestro (gobierno, sindicatos, familia, matrimonio, rey, patria…) gracias a una galería de personajes a los que sus actos definen muy por encima de sus palabras y una descripción de ambientes –especialmente logradas las escenas de la vida y el trabajo en la fábrica, os lo digo yo, que de joven trabajé en una- y situaciones, tan ajustadas que, como apunta un astuto crítico del diario The Guardian: “La historia de Arthur Seaton era fruto de una época cuando se publicó por primera vez. Ahora ha devenido atemporal”.
El estilo es potente y directo, impregnado de ese sentido del humor que suele ayudarle a uno a no volverse loco (muy divertida la historia de los tres primos de Seaton, alistados durante la guerra en el RCD: Real Cuerpo de Desertores) y de un inesperado lirismo, especialmente en las escenas que transcurren en los campos que rodean la ciudad, único refugio dónde Arthur disfruta de una tranquilidad que le permite ver su vida con cierta perspectiva, aunque ésta resulte de lo más deprimente.
Por último, no quiero dejaros escapar sin comentar la excelente la traducción de Mercedes Cebrián (asesorada por la mujer de Sillitoe, la poeta Ruth Fainlight), que consigue dar a los diálogos y al monólogo interior del protagonista el tono justo, dotándolos de una viveza y contemporaneidad que proporciona en todo momento al lector la sensación de estar presente físicamente en medio del fregado, viviendo junto al protagonista escenas que muy bien podrían estar ocurriendo en este mismo momento, junto a personas muy parecidas a las que podamos conocer hoy día, sin caer en ningún momento en ese rollo cheli-caricaturesco en que suelen caer bastantes autores cuando tratan de “poner voz” a currantes, delincuentes y pobres en general.
Una novela con muy mala leche, de lectura más que recomendable en estos tiempos que corren.
Firma: E. Hormigos
También de Alan Sillitoe en ULAD: La soledad del corredor de fondo, El cuadro de la barca de pesca
domingo, 29 de enero de 2012
Ismail Kadare: Abril quebrado
Idioma original: albanés
Título original: Prill i thyer
Año de publicación: 1978
Valoración: Recomendable
Entre las enormes virtudes de esta novela destacaré:
Una prosa magnética dotada de gran poderío visual impregnado de simbolismo.
Una gran capacidad de estructuración narrativa.
Una maestría indiscutible en la creación de personajes e historias, desarrollo de momentos narrativos y repaso de antecedentes.
Un profundo conocimiento de la sociedad que pretende retratar.
El acierto de recoger y trasladar una realidad sociológica terrible, además de poco conocida para el público no albanés, que despertará la curiosidad de cualquier lector.
En resumen, Kadaré es, sin ninguna duda, un excelente novelista.
Y sin embargo…
A pesar de que se lee con muchísimo interés, que es una delicia recrearse en las descripciones de la naturaleza, que cada alusión, cada imagen guarda otro significado además del evidente, de que nos sobrecoge por lo que tiene de reflexivo y de alusión a realidades terribles. A pesar de que es capaz de retratar lo irremediable, el enorme poder en una sociedad cerrada de tradición y oligarquía que, aliadas como suele ocurrir, ningún súbdito se atreve a poner en entredicho. A pesar de ser el espejo de la injusticia patente, de la crueldad que se respira, de la brutal represión y de la mutilación de los derechos humanos que supone tener determinado hasta el menor movimiento…
Con tantas bazas a su favor y aunque parezca mentira, Kadaré no ha construido la obra maestra que prometía en un principio.
O precisamente por eso.
Cuando se produce una ofensa a la honra o a la integridad física de algún miembro de una familia, el Kanun, código de honor albanés, obliga a restituirlo por medio de la venganza de sangre o besa. Gjorg, hijo de uno de los clanes, cuenta con un plazo para ejecutar esta venganza. Ésa es la razón de que el mes de abril quede para él trágicamente dividido en dos partes: la primera, en la que todavía no es el objetivo de los futuros vengadores y después, cuando su vida penda de un hilo y para salvarla se vea obligado a esconderse.
El cine, como no podía ser de otro modo, ha reclamado esta historia- Los resultados son Te paftuarit (Abril roto), dirigida por el albanés Kujtim Çashku en 1985 y Abril Despedaço 2001), del brasileño Walter Salles.
En uno de los capítulos, y a través del monólogo interior del intendente de la sangre, se nos revela el funcionamiento general de esa sociedad rural. Entre los ayudantes del príncipe se encuentran también el intendente de la tierra, que recoge los ingresos procedentes de las cosechas, el de los ganados y pastos, el de las minas, el de los molinos… Pero un intendente de la sangre ¿qué es lo que recauda? Pues nada menos que la llamada tasa de la sangre , es decir, los ingresos que generan las venganzas, sustanciosos hasta hace poco y que, debido a la fuerza de los tiempos, empiezan a disminuir de forma alarmante. Si antes el intendente de la sangre era el que más ganaba de todos, ahora sucede al revés. Cada vez hay menos venganzas, y esto es inadmisible. La ruina. Por eso, la mirada del príncipe “parecía decir: tú eres el intendente de la sangre, debes por tanto ser el principal instigador de la venganza, tú has de ser quien la incite, la despierte y la exacerbe si se debilita o adormece.”
Las tierras labradas y las abandonadas se alternan dependiendo de a qué familia o familias les toque el turno de vengarse. La kulla (o vivienda) de enclaustramiento es el lugar dónde se encierran los que no pueden labrar sus tierras porque tienen una venganza pendiente.
Los médicos no están allí para sanar a nadie – de eso ya se encargan los propios campesinos usando sus remedios tradicionales – su función no es otra que poner precio a las heridas que se infringen unos a otros.
Hacia el final de la novela, la forastera, Diana, en un descuido, entra en un lugar en el que nadie, ni los varones más poderosos del lugar, se atreverían a internarse.
¿Qué pasó allí?
Kadaré no debería ocultarlo ya que hace suponer al lector que ni siquiera él es capaz de aventurar ninguna hipótesis y eso es algo que un narrador omnisciente no se puede permitir. El detalle inverosímil lo encuentro en la fascinación de Diana por Gjorg. Tal como lo presenta me parece tan artificial, tan novelesco en el peor sentido de la palabra, que da la impresión de que esos pocos momentos de la novela la rebajan, no están a la altura del resto. La coherencia quedaría a salvo si sólo describiese admiración por el físico, pero esa deslumbramiento causado por un extraño con quien no se ha cruzado una palabra es más propia de una literatura de calidad muy inferior.
Tanto la riqueza, la complejidad social y humana que se intuye en la sociedad que retrata (una sociedad tan peculiar que merece que se desentrañen sus misterios, que se pongan al descubierto sus secretos más recónditos, las pautas de comportamiento, los pensamientos, los temores, los comportamientos, las costumbres) todo eso se pierde o se diluye en hábiles simplificaciones. La novela acaba mucho antes de lo que debiera, con un desenlace tan brusco que oculta gran parte de los hechos, resultando incluso inverosímil lo que queda al descubierto finalmente. La introducción de personajes ajenos a la comunidad (la pareja de recién casados), que a priori, podría parecer un buen procedimiento para observar con ojos nuevos una sociedad ancestral, acaba siendo un simple truco del autor para allanarse el camino, ya que se escuda en ellos para no internarse todo lo que debería en los entresijos de la vida de los autóctonos contentándose con mostrar únicamente la superficie.
Y a pesar de todo ¿cómo no recomendarla?
Todas las reseñas de Ismaíl Kadaré en ULAD: Aquí
sábado, 28 de enero de 2012
Mempo Giardinelli: Luna caliente
Idioma original: español
Año de publicación: 1983
Valoración: Muy recomendable
Esta es una de esas novelas que no recuerdo cómo llegaron a mis manos: la encontré la semana pasada en mis baldas, y ni siquiera recordaba si la había leído o no. A lo mejor la compré en su momento porque me llamó la atención el nombre sonorísimo del autor (Mempo. Giardinelli. Mempo Giardinelli), o su título, Luna caliente, que anuncia de forma muy adecuada una trama al estilo de Fuego en el cuerpo; o porque es una novelita corta, de unas 150 págians con letra grande y muchos espacios... No creo que fuera por la portada kitsch de la edición de Alianza, en unos tonos grises y rosas que no hacen justicia en absoluto a la crudeza del texto.
En fin, que la compré por lo que fuera; me la encontré en la balda la semana pasada y decidí leérmela. Y chico, qué gustazo. Luna caliente es, efectivamente, una novela negra "con ribetes eróticos", como se suele decir, situada en un tórrido verano en el Chaco argentino. El protagonista, el joven Ramiro Bernárdez, se ve arrastrado a la pasión y al crimen por la irresistible lolita / femme fatale de turno, la niña Araceli (¡trece años!), en el ambiente corrupto y opresivo de la dictadura. Las primeras cincuenta páginas de la novela son apabullantes, precisas, agobiantes. La historia tiene un aire de inevitabilidad casi demoniaca; el estilo es preciso y concentrado, sin desfallecimientos; casi podemos sentir el calor, la sensualidad animal que invade a los personajes. Nos parece, sí, estar viendo una película clásica del mejor cine negro americano. La trama incluso contiene algunas sorpresas y personajes memorables, como el inspector Almirón o la propia Araceli, incomprensible y casi sobrenatural.
Luego, la novela tiene algunos pocos descarrilamientos que hacen que me decida a no ponerle el "Imprescindible"; quiero decir que si Mempo Giardinelli hubiera sido mi amigo y me hubiera dejado leer la novela antes de publicarla, le habría dicho: "Esta es una obra magnífica, impresionante, eres un grande; pero, por favor, quita esos cuatro o cinco párrafos de erudición libresca que no vienen a cuento". Porque, sí, Ramiro Benítez es un hombre educado en París y por lo tanto culto y leído, pero no tiene sentido que en plena fiebre sexual y criminal se ponga a pensar que "Primero fue De Quincey [...] y luego Dostoievski, los que señalaron que los humanos, en alarde de cinismo o de ociosidad, gozamos con el crimen"; o que acosado por el remordimiento, el miedo y la culpa se ponga a pensar en la Divina Comedia, a metaforizar con Paolo y Francesca y a hacer juegos de crítica literaria. Ahí, en esos pasajes, amigo Mempo, te has dejado llevar por tu orgullo de escritor y has puesto una pequeña mancha en la novela.
Pero vamos, es una mancha pequeña, casi mínima. Luna caliente sigue siendo una novela excepcional, magnífica por su ambientación y por su tensión casi constante; por su retrato de un individuo corrupto en una sociedad corrupta; y por su estilo concentrado y riguroso (descarrilamientos aparte) que nos llevan de la mano a un mundo sucio en el que no nos gustaría vivir, pero que resulta de lo más seductor.
Año de publicación: 1983
Valoración: Muy recomendable
Esta es una de esas novelas que no recuerdo cómo llegaron a mis manos: la encontré la semana pasada en mis baldas, y ni siquiera recordaba si la había leído o no. A lo mejor la compré en su momento porque me llamó la atención el nombre sonorísimo del autor (Mempo. Giardinelli. Mempo Giardinelli), o su título, Luna caliente, que anuncia de forma muy adecuada una trama al estilo de Fuego en el cuerpo; o porque es una novelita corta, de unas 150 págians con letra grande y muchos espacios... No creo que fuera por la portada kitsch de la edición de Alianza, en unos tonos grises y rosas que no hacen justicia en absoluto a la crudeza del texto.
En fin, que la compré por lo que fuera; me la encontré en la balda la semana pasada y decidí leérmela. Y chico, qué gustazo. Luna caliente es, efectivamente, una novela negra "con ribetes eróticos", como se suele decir, situada en un tórrido verano en el Chaco argentino. El protagonista, el joven Ramiro Bernárdez, se ve arrastrado a la pasión y al crimen por la irresistible lolita / femme fatale de turno, la niña Araceli (¡trece años!), en el ambiente corrupto y opresivo de la dictadura. Las primeras cincuenta páginas de la novela son apabullantes, precisas, agobiantes. La historia tiene un aire de inevitabilidad casi demoniaca; el estilo es preciso y concentrado, sin desfallecimientos; casi podemos sentir el calor, la sensualidad animal que invade a los personajes. Nos parece, sí, estar viendo una película clásica del mejor cine negro americano. La trama incluso contiene algunas sorpresas y personajes memorables, como el inspector Almirón o la propia Araceli, incomprensible y casi sobrenatural.
Luego, la novela tiene algunos pocos descarrilamientos que hacen que me decida a no ponerle el "Imprescindible"; quiero decir que si Mempo Giardinelli hubiera sido mi amigo y me hubiera dejado leer la novela antes de publicarla, le habría dicho: "Esta es una obra magnífica, impresionante, eres un grande; pero, por favor, quita esos cuatro o cinco párrafos de erudición libresca que no vienen a cuento". Porque, sí, Ramiro Benítez es un hombre educado en París y por lo tanto culto y leído, pero no tiene sentido que en plena fiebre sexual y criminal se ponga a pensar que "Primero fue De Quincey [...] y luego Dostoievski, los que señalaron que los humanos, en alarde de cinismo o de ociosidad, gozamos con el crimen"; o que acosado por el remordimiento, el miedo y la culpa se ponga a pensar en la Divina Comedia, a metaforizar con Paolo y Francesca y a hacer juegos de crítica literaria. Ahí, en esos pasajes, amigo Mempo, te has dejado llevar por tu orgullo de escritor y has puesto una pequeña mancha en la novela.
Pero vamos, es una mancha pequeña, casi mínima. Luna caliente sigue siendo una novela excepcional, magnífica por su ambientación y por su tensión casi constante; por su retrato de un individuo corrupto en una sociedad corrupta; y por su estilo concentrado y riguroso (descarrilamientos aparte) que nos llevan de la mano a un mundo sucio en el que no nos gustaría vivir, pero que resulta de lo más seductor.
viernes, 27 de enero de 2012
Oscar Wilde: El fantasma de Canterville
Idioma original: inglés
Título original: The ghost of Canterville
Fecha de publicación: 1888
Valoración: Recomendable
El nombre del autor del relato largo que hoy reseñamos bien podría ser una pregunta de Trivial, ya que El fantasma de Canterville se trata de una de las obras más célebres del susodicho pese a su escasa longitud. Y eso que el escritor de esta historia cultivó con éxito prosa, poesía, ensayo y teatro.
Para los que aún no lo sepan, diré ya que Oscar Wilde es la respuesta a la cuestión planteada. Así es: el controvertido escritor británico de origen irlandés fue el artífice de esta divertida e ingeniosa historia con la que es posible pasar un divertidísimo rato a la vez que se lee buena literatura de finales del siglo XIX, algo que a algunos quizás pueda resultarles incompatible.
El fantasma de Canterville, que tiene un título que bien podría servir para presentar una terrorífica obra de cualquier autor macabro de la época, es en realidad una pieza cómica pese a que sí, en efecto, deambule por sus páginas un fantasma de pasado más oscuro que el fondo de un pozo. Dicha ánima en pena no es otra que Lord Canterville, del que se dice que asesinó a su esposa hace 300 años y que cuando murió de forma horrorosa, en vez de ir al otro mundo, se quedó rondando por su magnífico castillo de Inglaterra. Sin embargo, esta pavorosa leyenda no frena en absoluto a Hiriam B. Otis, un decidido y entusiasta señor norteamericano que junto con su familia (esposa, hijo mayor, otros dos hijos que son un par de traviesos gemelos e hija pequeña) se instala en el castillo Canterville.
Pero, para variar, no será esta familia (indómita y de férreos ideales patrióticos y energía agotadora) la que tiemble al chocarse con el, en teoría, temible fantasma de Canterville: más bien serán ellos los que torturen al pobre espíritu. Especialmente los gemelitos Otis, que no tendrán piedad a la hora de burlarse y hacer faenas al ser. Y es que los Otis, genios y figuras del Nuevo Mundo, encuentran soluciones de todo tipo para enfrentarse a su cansino inquilino, desde borrar la mancha de sangre de la difunta señora Canterville que aparece a diario en el castillo a base de detergente, hasta engrasar las cadenas del pobre espectro para que no dé tanta guerra.
Así, Wilde consigue que los lectores de su obra le tengan verdadera lástima al que en teoría debería ser el villano de la función, y cojan mucha manía a los prepotentes Otis, tan pagados de sí mismos y seguros de pertener al país más bravo y progresista del mundo, y que representan el pragmatismo y la falta de romanticismo y temores ancestrales que trae consigo el progreso humano en todos los sentidos. Menos mal que la dulce Virginia, la menor de los Otis, ayudará a nuestro pobre fantasmita de la Vieja Europa a alcanzar la paz eterna...
En fin, paro, que destrozo esta pequeña maravilla. Lean y disfruten. Y recuerden que Wilde es un autor de finales del XIX, ¡imagínense qué harían los horrorosos gemelos Otis del siglo XXI al pobre y atrabiliario Lord Canterville!
También de Oscar Wilde en ULAD: La importancia de llamarse Ernesto, El retrato de Dorian Gray, La esfinge sin secreto, De profundis
Título original: The ghost of Canterville
Fecha de publicación: 1888
Valoración: Recomendable
El nombre del autor del relato largo que hoy reseñamos bien podría ser una pregunta de Trivial, ya que El fantasma de Canterville se trata de una de las obras más célebres del susodicho pese a su escasa longitud. Y eso que el escritor de esta historia cultivó con éxito prosa, poesía, ensayo y teatro.
Para los que aún no lo sepan, diré ya que Oscar Wilde es la respuesta a la cuestión planteada. Así es: el controvertido escritor británico de origen irlandés fue el artífice de esta divertida e ingeniosa historia con la que es posible pasar un divertidísimo rato a la vez que se lee buena literatura de finales del siglo XIX, algo que a algunos quizás pueda resultarles incompatible.
El fantasma de Canterville, que tiene un título que bien podría servir para presentar una terrorífica obra de cualquier autor macabro de la época, es en realidad una pieza cómica pese a que sí, en efecto, deambule por sus páginas un fantasma de pasado más oscuro que el fondo de un pozo. Dicha ánima en pena no es otra que Lord Canterville, del que se dice que asesinó a su esposa hace 300 años y que cuando murió de forma horrorosa, en vez de ir al otro mundo, se quedó rondando por su magnífico castillo de Inglaterra. Sin embargo, esta pavorosa leyenda no frena en absoluto a Hiriam B. Otis, un decidido y entusiasta señor norteamericano que junto con su familia (esposa, hijo mayor, otros dos hijos que son un par de traviesos gemelos e hija pequeña) se instala en el castillo Canterville.
Pero, para variar, no será esta familia (indómita y de férreos ideales patrióticos y energía agotadora) la que tiemble al chocarse con el, en teoría, temible fantasma de Canterville: más bien serán ellos los que torturen al pobre espíritu. Especialmente los gemelitos Otis, que no tendrán piedad a la hora de burlarse y hacer faenas al ser. Y es que los Otis, genios y figuras del Nuevo Mundo, encuentran soluciones de todo tipo para enfrentarse a su cansino inquilino, desde borrar la mancha de sangre de la difunta señora Canterville que aparece a diario en el castillo a base de detergente, hasta engrasar las cadenas del pobre espectro para que no dé tanta guerra.
Así, Wilde consigue que los lectores de su obra le tengan verdadera lástima al que en teoría debería ser el villano de la función, y cojan mucha manía a los prepotentes Otis, tan pagados de sí mismos y seguros de pertener al país más bravo y progresista del mundo, y que representan el pragmatismo y la falta de romanticismo y temores ancestrales que trae consigo el progreso humano en todos los sentidos. Menos mal que la dulce Virginia, la menor de los Otis, ayudará a nuestro pobre fantasmita de la Vieja Europa a alcanzar la paz eterna...
En fin, paro, que destrozo esta pequeña maravilla. Lean y disfruten. Y recuerden que Wilde es un autor de finales del XIX, ¡imagínense qué harían los horrorosos gemelos Otis del siglo XXI al pobre y atrabiliario Lord Canterville!
También de Oscar Wilde en ULAD: La importancia de llamarse Ernesto, El retrato de Dorian Gray, La esfinge sin secreto, De profundis
jueves, 26 de enero de 2012
Fernando Aramburu: El vigilante del fiordo
Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable
Fernando Aramburu es un escritor vasco que ha hecho del compromiso ético (no diría político exactamente) su bandera y su tarjeta de presentación. Tanto es así, que hace poco hizo unas declaraciones muy polémicas sobre, precisamente, la falta de compromiso de los escritores vascos ante la violencia (falta de compromiso que él achaca al miedo a dibujarse una diana en la cabeza, al miedo a perder lectores, al miedo a perder subvenciones); claro que luego matizó / tuvo que matizar esas declaraciones, ante la polvareda levantada. Yo ya he dicho (y no he encontrado mucho apoyo, la verdad) que creo que esta es una polémica necesaria; que realmente es necesaria una reflexión colectiva sobre cómo la sociedad vasca, y la cultura vasca (en castellano y en euskera) ha reaccionado o dejado de reaccionar ante el terrorismo; aunque las formas de Aramburu, y la generalización absoluta en la que incurrió -él o el periodista- le quiten argumentos.
Pero bueno, al margen de la polémica, que se ha quedado aparentemente en uno de tantos casos de pirotecnia informativa, Fernando Aramburu ha realizado también un proyecto evidentemente deliberado de llevar este compromiso a su literatura, y dar en ella voz a las víctimas, a las personas sin voz, a las voces subalternas. Ya lo hizo (con resultados literariamente discutibles, aunque éticamente irreprochables; una y otra cosa no están necesariamente relacionadas) en Los peces de la amargura. Y lo ha vuelto a hacer, aunque con importantes variaciones, en El vigilante del fiordo.
En realidad, casi se podría hablar de un proceso de maduración literaria (por supuesto, Aramburu es ya hace tiempo un escritor maduro) en los cinco años que van desde Los peces... hasta El vigilante... En esos cinco años, Aramburu parece haberse dado cuenta de que la violencia (no ya la violencia del País Vasco, sino la violencia en abstracto) es algo psicológica, social y filosóficamente complejo, y que la exploración literaria de esas complejidades es más productiva que la construcción de universos maniqueos, por mucho que ética y políticamente la distinción entre víctimas y verdugos sea, repito, irreprochable.
Por eso, en este Vigilante... Fernando Aramburu combina algunos relatos que podrían haberse integrado en Los peces... (por ejemplo, el que da título al volumen, que trata sobre un funcionario de prisiones traumatizado por un atentado; o "Carne rota", con breves retazos relacionados con el 11-M), con otros que apuntan en nuevas direcciones: la paranoia casi kafkiana en "Chavales con gorra"; la historia romántica en "Nardos en la cadera"; el humor en "Lengua cansada"; el misterio en "La mujer que lloraba en Alonso Martínez"...
He leído en otra reseña que los críticos (algunos críticos) consideran esta obra inferior a Los peces de la amargura, porque le falta la unidad temática de aquella. A mí, en cambio, este libro me parece superior, precisamente por su mayor variedad de temas y sobre todo de enfoques; por su experimentación narrativa con técnicas diversas y por la mayor complejidad de sus personajes. Los peces de la amargura era, probablemente, un libro necesario; El vigilante del fiordo quizás no lo sea tanto, pero en cambio es literariamente más audaz y menos autocomplaciente.
Otras obras de Fernando Aramburu en ULAD: Años lentos, Los ojos vacíos
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable
Fernando Aramburu es un escritor vasco que ha hecho del compromiso ético (no diría político exactamente) su bandera y su tarjeta de presentación. Tanto es así, que hace poco hizo unas declaraciones muy polémicas sobre, precisamente, la falta de compromiso de los escritores vascos ante la violencia (falta de compromiso que él achaca al miedo a dibujarse una diana en la cabeza, al miedo a perder lectores, al miedo a perder subvenciones); claro que luego matizó / tuvo que matizar esas declaraciones, ante la polvareda levantada. Yo ya he dicho (y no he encontrado mucho apoyo, la verdad) que creo que esta es una polémica necesaria; que realmente es necesaria una reflexión colectiva sobre cómo la sociedad vasca, y la cultura vasca (en castellano y en euskera) ha reaccionado o dejado de reaccionar ante el terrorismo; aunque las formas de Aramburu, y la generalización absoluta en la que incurrió -él o el periodista- le quiten argumentos.
Pero bueno, al margen de la polémica, que se ha quedado aparentemente en uno de tantos casos de pirotecnia informativa, Fernando Aramburu ha realizado también un proyecto evidentemente deliberado de llevar este compromiso a su literatura, y dar en ella voz a las víctimas, a las personas sin voz, a las voces subalternas. Ya lo hizo (con resultados literariamente discutibles, aunque éticamente irreprochables; una y otra cosa no están necesariamente relacionadas) en Los peces de la amargura. Y lo ha vuelto a hacer, aunque con importantes variaciones, en El vigilante del fiordo.
En realidad, casi se podría hablar de un proceso de maduración literaria (por supuesto, Aramburu es ya hace tiempo un escritor maduro) en los cinco años que van desde Los peces... hasta El vigilante... En esos cinco años, Aramburu parece haberse dado cuenta de que la violencia (no ya la violencia del País Vasco, sino la violencia en abstracto) es algo psicológica, social y filosóficamente complejo, y que la exploración literaria de esas complejidades es más productiva que la construcción de universos maniqueos, por mucho que ética y políticamente la distinción entre víctimas y verdugos sea, repito, irreprochable.
Por eso, en este Vigilante... Fernando Aramburu combina algunos relatos que podrían haberse integrado en Los peces... (por ejemplo, el que da título al volumen, que trata sobre un funcionario de prisiones traumatizado por un atentado; o "Carne rota", con breves retazos relacionados con el 11-M), con otros que apuntan en nuevas direcciones: la paranoia casi kafkiana en "Chavales con gorra"; la historia romántica en "Nardos en la cadera"; el humor en "Lengua cansada"; el misterio en "La mujer que lloraba en Alonso Martínez"...
He leído en otra reseña que los críticos (algunos críticos) consideran esta obra inferior a Los peces de la amargura, porque le falta la unidad temática de aquella. A mí, en cambio, este libro me parece superior, precisamente por su mayor variedad de temas y sobre todo de enfoques; por su experimentación narrativa con técnicas diversas y por la mayor complejidad de sus personajes. Los peces de la amargura era, probablemente, un libro necesario; El vigilante del fiordo quizás no lo sea tanto, pero en cambio es literariamente más audaz y menos autocomplaciente.
Otras obras de Fernando Aramburu en ULAD: Años lentos, Los ojos vacíos
miércoles, 25 de enero de 2012
Harkaitz Cano: La voz es la cocina de los hombres
Idioma original: euskera
Título original: Ahotsa da gizakien sukaldea
Fecha de publicación: 2001
Valoración: está bien
Desde hace unos años, la editorial Susa edita unos libritos o cuadernos (o que cada uno escoja el nombre que mejor le venga) con poemas o relatos y los envía cuando alguien hace un pedido en su web (lo cual, dicho sea de paso, me parece una idea genial, porque por cada libro que compras, te llevas un cuaderno o librito de regalo). Uno de los últimos que ha llegado a mis manos ha sido éste que hoy reseño y que está escrito por uno de los autores que escriben en euskera que más eco tienen fuera del País Vasco.
La voz es la cocina de los hombres es un diálogo entre dos hermanos. Uno de ellos es doblador de cine y el otro es escritor. Y, después de que el doblador le presente al escritor la chica que le gusta (que también es dobladora), empiezan a hablar sobre la voz, la música, el silencio, el ruido... y se enredan en una discusión pseudofilosófica sobre el valor de la voz y la palabra,, haciendo un repaso a todo tipo de referente cultural (desde Tom Waits al bertsolari Uztapide, que perdió la voz en mitad de una actuación) que les sirva para dar valor a sus argumentos.
Al final resulta un relato más que curioso (del que no cuento nada más, pues no quiero destriparlo) en el que cada referencia dada aporta al lector no sólo un detalle curioso, sino también el camino para observar la realidad desde otro punto de vista.
También de Harkaitz Cano en ULAD: Aquí
martes, 24 de enero de 2012
Morris West: El ojo del samurai
Título original: The Ringmaster
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1991
Valoración: se deja leer
Esta es una de las últimas novelas publicadas por el autor, dueño de una biografía superior a la de la mayor parte de sus personajes. Porque en esta novela, el australiano vuelve a tirar de sus temas recurrentes: la política, las altas finanzas internacionales y los juegos de poder. En esta, el protagonista es un políglota capaz de hablar veintitrés idiomas y chapurrear otros treinta, qué se acuerde…
Esta joya de la naturaleza, dueño de una editorial también políglota, es contratado por un consorcio alemán-japonés como traductor y mediador entre los diversos grupos implicados en un proyecto de negocio para salvar a la URSS de Gorbachov, que al final no se salvó, pero cuyo colapso anunciaba en una de las profecías que tanto le gustaba incluir a West en sus libros.
Y quizás por este gusto por convertirse en el autor-profeta del siglo XX, la novela cojea bastante, el argumento flojea por momentos y los personajes son prácticamente calcados de otras novelas: tipos importantes de las finanzas y el poder, retratados en su salsa. Nada que ver con Las sandalias del pescador.
En fin, para un viaje largo en avión, puede valer.
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1991
Valoración: se deja leer
Esta es una de las últimas novelas publicadas por el autor, dueño de una biografía superior a la de la mayor parte de sus personajes. Porque en esta novela, el australiano vuelve a tirar de sus temas recurrentes: la política, las altas finanzas internacionales y los juegos de poder. En esta, el protagonista es un políglota capaz de hablar veintitrés idiomas y chapurrear otros treinta, qué se acuerde…
Esta joya de la naturaleza, dueño de una editorial también políglota, es contratado por un consorcio alemán-japonés como traductor y mediador entre los diversos grupos implicados en un proyecto de negocio para salvar a la URSS de Gorbachov, que al final no se salvó, pero cuyo colapso anunciaba en una de las profecías que tanto le gustaba incluir a West en sus libros.
Y quizás por este gusto por convertirse en el autor-profeta del siglo XX, la novela cojea bastante, el argumento flojea por momentos y los personajes son prácticamente calcados de otras novelas: tipos importantes de las finanzas y el poder, retratados en su salsa. Nada que ver con Las sandalias del pescador.
En fin, para un viaje largo en avión, puede valer.
lunes, 23 de enero de 2012
Markus Orths: La sala de profesores
Título original: Lehrerzimmer
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Recomendable (especialmente para profesores)
Esta novelita corta que hoy reseño ha sido para mí una verdadera sorpresa. Vamos, que me ha gustado cuando pensé que me iba a dejar indiferente. Sí, me gustado. Y mucho. Más que nada, porque me he reído bastante a lo largo y ancho de su escasa longitud... Ahora cuento de qué va el asunto.
Escrita por Markus Orths, uno de esos jóvenes escritores alemanes que están tan de moda actualmente (y que están provocando que las letras germanas se estén viendo beneficiadas por una agradable corriente de aire fresco), La sala de profesores cuenta la tremenda experiencia de un maestro recién titulado que consigue un puesto en una escuela del sur de Alemania. Y no es que en el centro eduquen vampiros (temblad, temblad, malditos: acabo de enterarme de que ya hay una saga para adolescentes crepusculianos llamada Academia de vampiros, glup...), ni que anide entre sus muros uno de esos oscuros secretos o crímenes sin resolver que tanto gustan a los autores de novela negra y morbosilla. No, qué va: las descacharrantes situaciones que el pobre hombre vivirá en el lugar no son más que descripciones algo paródicas de la Cruda Realidad que se vive en los centros educativos, aunque en este caso se centren en las relaciones entre los maestros. Todo un submundo, porque aunque nos cueste reconocerlo, en el gremio de los docentes hay tanto desquiciado, fantasma, cretino, pelota y limitado mental como en cualquier otro grupo profesional. Y cuando el objetivo de tanto personaje poco ejemplar es organizar y gestionar la buena marcha de una escuela y transmitir conocimento a pre-adultos, la tragicomedia está servida...
Los maestros y profesores que estén leyendo esto ahora mismo sabrán muy bien de lo que hablo, al igual que los que tengan seres cercanos dedicados a la misma e ingrata profesión (sé de una que mientras leía la novela no paraba de decir: "Es para ir a mi escuela y regalar un ejemplar a cada uno de mis compañeros, ¡es que estas cosas pasan!").
No es plan de despedazar a los lectores de ULAD la cantidad de escenitas, sucesos y diálogos memorables que En la sala de profesores encontrarán (para mí, Orths roza el cielo de lo magistral cuando nuestro protagonista trata de ser simpático con una profesora de Historia maníaca). Sólo diré que a base de una prosa ágil y desprovista de toda clase de artificio superfluo, el autor nos regala una brillante obra que algunos califican de kafkiana pero que yo considero que se limita a realizar una hipérbole del (más de lo que parece) controvertido mundo de la enseñanza.
Y si la leen, atentos al FSS (Funcionario Secreto de Seguridad), al tema de las llaves, al mareante sistema de nombramiento de las clases, al insufrible director, a la anécdota del carnet de la biblioteca (burocracia llevada al extremo con la que todos nos sentiremos identificados), etc...
En fin. Recomendable. Gracioso. Cortito. Se lee en dos tardes. Y dicen que va a haber peli. Y que su autor tiene en su haber un buen puñado de libros tan buenos como éste. Veremos...
Otros títulos de Markus Orths reseñados en Un Libro Al Día: La camarera
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Recomendable (especialmente para profesores)
Esta novelita corta que hoy reseño ha sido para mí una verdadera sorpresa. Vamos, que me ha gustado cuando pensé que me iba a dejar indiferente. Sí, me gustado. Y mucho. Más que nada, porque me he reído bastante a lo largo y ancho de su escasa longitud... Ahora cuento de qué va el asunto.
Escrita por Markus Orths, uno de esos jóvenes escritores alemanes que están tan de moda actualmente (y que están provocando que las letras germanas se estén viendo beneficiadas por una agradable corriente de aire fresco), La sala de profesores cuenta la tremenda experiencia de un maestro recién titulado que consigue un puesto en una escuela del sur de Alemania. Y no es que en el centro eduquen vampiros (temblad, temblad, malditos: acabo de enterarme de que ya hay una saga para adolescentes crepusculianos llamada Academia de vampiros, glup...), ni que anide entre sus muros uno de esos oscuros secretos o crímenes sin resolver que tanto gustan a los autores de novela negra y morbosilla. No, qué va: las descacharrantes situaciones que el pobre hombre vivirá en el lugar no son más que descripciones algo paródicas de la Cruda Realidad que se vive en los centros educativos, aunque en este caso se centren en las relaciones entre los maestros. Todo un submundo, porque aunque nos cueste reconocerlo, en el gremio de los docentes hay tanto desquiciado, fantasma, cretino, pelota y limitado mental como en cualquier otro grupo profesional. Y cuando el objetivo de tanto personaje poco ejemplar es organizar y gestionar la buena marcha de una escuela y transmitir conocimento a pre-adultos, la tragicomedia está servida...
Los maestros y profesores que estén leyendo esto ahora mismo sabrán muy bien de lo que hablo, al igual que los que tengan seres cercanos dedicados a la misma e ingrata profesión (sé de una que mientras leía la novela no paraba de decir: "Es para ir a mi escuela y regalar un ejemplar a cada uno de mis compañeros, ¡es que estas cosas pasan!").
No es plan de despedazar a los lectores de ULAD la cantidad de escenitas, sucesos y diálogos memorables que En la sala de profesores encontrarán (para mí, Orths roza el cielo de lo magistral cuando nuestro protagonista trata de ser simpático con una profesora de Historia maníaca). Sólo diré que a base de una prosa ágil y desprovista de toda clase de artificio superfluo, el autor nos regala una brillante obra que algunos califican de kafkiana pero que yo considero que se limita a realizar una hipérbole del (más de lo que parece) controvertido mundo de la enseñanza.
Y si la leen, atentos al FSS (Funcionario Secreto de Seguridad), al tema de las llaves, al mareante sistema de nombramiento de las clases, al insufrible director, a la anécdota del carnet de la biblioteca (burocracia llevada al extremo con la que todos nos sentiremos identificados), etc...
En fin. Recomendable. Gracioso. Cortito. Se lee en dos tardes. Y dicen que va a haber peli. Y que su autor tiene en su haber un buen puñado de libros tan buenos como éste. Veremos...
Otros títulos de Markus Orths reseñados en Un Libro Al Día: La camarera
domingo, 22 de enero de 2012
Jorge Luis Borges: Arte poética
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2001
Valoración: muy recomendable
A estas alturas del blog, los lectores asiduos ya conocen de sobra mi querencia por Borges. No en vano voy progresando, reseña a reseña, en mi temido y oscuro proyecto: "Todo Borges". Pues bien, en la anterior entrega hablaba de la autobiografía que Borges escribió (dictó) en inglés y explicaba su vinculación familiar con esta lengua. Se me olvidaba entonces este otro libro, en el que el alarde de bilingüismo es aún más espectacular. Arte poética recoge seis conferencias que Borges dictó en inglés en la Universidad de Harvard en el curso 67-68.
Lo extraordinario del caso es que aquí Borges no estaba escribiendo en una lengua distinta de la materna, lo que ya es bastante difícil, sino que estaba improvisando en esa lengua. En efecto, para aquel entonces Borges había perdido ya la visión casi en su totalidad y no podía hacer uso de nota alguna en sus conferencias. Como nota Gimferrer en el prólogo, esta circunstancia dota al texto de unas cualidades peculiares. Uno reconoce a Borges, desde luego, en sus temas fetiche, en su forma minuciosa de razonar sobre literatura apelando a pequeños detalles técnicos. Sin embargo, el lenguaje se despoja de buena parte del brillo retórico que le caracteriza; las estructuras son más fluidas y el lector encuentra menos ejemplos de esos sutiles juegos de adjetivación que dominaba.
Las conferencias tratan de la naturaleza de la poesía y la metáfora, de la épica, de los problemas que suscita la traducción poética y la relación entre pensamiento y poesía y, finalmente, ofrecen un personal credo de poeta. Sobre todo esto habla Borges de un modo ensayístico y desde la mayor humildad, ofreciendo simplemente su propia experiencia. Así, se presenta diciendo: "Tengo cerca de setenta años. He dedicado la mayor parte de mi vida a la literatura, y sólo puedo ofrecerles dudas." Pero esa humildad envuelve un dominio pasmoso de los clásicos de las literaturas española e inglesa, a los que cita de memoria una y otra vez.
Pese al tono personal y ensayístico, y pese a que en gran parte parecen haber sido improvisadas, en las conferencias Borges va desarrollando algunas ideas que no tienen nada de banal. Merece mucho la pena, por ejemplo, leer lo que dice sobre la traducción de poesía, en las que descubre un valor estético propio. Se pregunta asombrado por el origen del ideal de las traducciones literales, y propone (creo que con mucha razón) que quizá pueda hallarse una motivación teológica. Precisamente hace poco estuvimos hablando de esto en el blog.
Sólo diré una cosa más que para mí confiere un aura especial a este libro en concreto (a este tomo de papel en concreto que tengo delante de mí mientras escribo): fue el último libro que compré en pesetas, el 8 de febrero de 2002.
Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí
Fecha de publicación: 2001
Valoración: muy recomendable
A estas alturas del blog, los lectores asiduos ya conocen de sobra mi querencia por Borges. No en vano voy progresando, reseña a reseña, en mi temido y oscuro proyecto: "Todo Borges". Pues bien, en la anterior entrega hablaba de la autobiografía que Borges escribió (dictó) en inglés y explicaba su vinculación familiar con esta lengua. Se me olvidaba entonces este otro libro, en el que el alarde de bilingüismo es aún más espectacular. Arte poética recoge seis conferencias que Borges dictó en inglés en la Universidad de Harvard en el curso 67-68.
Lo extraordinario del caso es que aquí Borges no estaba escribiendo en una lengua distinta de la materna, lo que ya es bastante difícil, sino que estaba improvisando en esa lengua. En efecto, para aquel entonces Borges había perdido ya la visión casi en su totalidad y no podía hacer uso de nota alguna en sus conferencias. Como nota Gimferrer en el prólogo, esta circunstancia dota al texto de unas cualidades peculiares. Uno reconoce a Borges, desde luego, en sus temas fetiche, en su forma minuciosa de razonar sobre literatura apelando a pequeños detalles técnicos. Sin embargo, el lenguaje se despoja de buena parte del brillo retórico que le caracteriza; las estructuras son más fluidas y el lector encuentra menos ejemplos de esos sutiles juegos de adjetivación que dominaba.
Las conferencias tratan de la naturaleza de la poesía y la metáfora, de la épica, de los problemas que suscita la traducción poética y la relación entre pensamiento y poesía y, finalmente, ofrecen un personal credo de poeta. Sobre todo esto habla Borges de un modo ensayístico y desde la mayor humildad, ofreciendo simplemente su propia experiencia. Así, se presenta diciendo: "Tengo cerca de setenta años. He dedicado la mayor parte de mi vida a la literatura, y sólo puedo ofrecerles dudas." Pero esa humildad envuelve un dominio pasmoso de los clásicos de las literaturas española e inglesa, a los que cita de memoria una y otra vez.
Pese al tono personal y ensayístico, y pese a que en gran parte parecen haber sido improvisadas, en las conferencias Borges va desarrollando algunas ideas que no tienen nada de banal. Merece mucho la pena, por ejemplo, leer lo que dice sobre la traducción de poesía, en las que descubre un valor estético propio. Se pregunta asombrado por el origen del ideal de las traducciones literales, y propone (creo que con mucha razón) que quizá pueda hallarse una motivación teológica. Precisamente hace poco estuvimos hablando de esto en el blog.
Sólo diré una cosa más que para mí confiere un aura especial a este libro en concreto (a este tomo de papel en concreto que tengo delante de mí mientras escribo): fue el último libro que compré en pesetas, el 8 de febrero de 2002.
Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí
sábado, 21 de enero de 2012
Rosa Montero: Crónica del desamor
Idioma original: español
Año de publicación:
Valoración: está bien
No hay muchos libros, de los que yo haya leído, en los que el prólogo explique tanto la novela que se va a leer después. En este caso, se trata del prólogo que la propia Rosa Montero escribió para la reedición de la novela, 30 años después de su publicación original. En este prólogo, la autora explica que:
(Por cierto que una vez más, como en Te trataré como a una reina, los hombres no solo son secundarios, sino que son personajes casi siempre negativos: violentos, egoístas, insensibles, obsesionados con el dinero, el sexo y el poder... El único personaje masculino más o menos simpático, es gay. Pero esto es una nota al margen.)
Por lo demás, la novela se construye a partir de la combinación de estas pequeñas historias desgraciadas y conectadas casi por el azar, en el día y la noche madrileña de los años 70. Historias de mujeres que luchan por sobrevivir y por abrirse paso: madres solteras, esposas maltratadas, hijas incomprendidas, empleadas explotadas, novias abandonadas, etc. Como novela, es cierto que le falta una trama o idea principal que sirva de hilo conductor (aparte del personaje central de Ana), y que los personajes son bastante esquemáticos, encarnaciones de una idea o un tema; pero bueno, era la primera novela de su autora, que además reconoce estos mismos defectos. Vamos a dejarlo en un "está bien", y seguir leyendo novelas suyas, a ver cómo evolucionó después su estilo o su arquitectura narrativa...
También de Rosa Montero en ULAD: La ridícula idea de no volver a verte, Lágrimas en la lluvia, Te trataré como a una reina, Temblor, La hija del caníbal, Amado Amo
Año de publicación:
Valoración: está bien
No hay muchos libros, de los que yo haya leído, en los que el prólogo explique tanto la novela que se va a leer después. En este caso, se trata del prólogo que la propia Rosa Montero escribió para la reedición de la novela, 30 años después de su publicación original. En este prólogo, la autora explica que:
- Esta es su primera novela, y que no ha vuelto a releerla ni a reescribirla desde entonces (cosa que me parece bien, como me parecería bien lo contrario), y que de hecho le parece que es una novela con personajes demasiado esquemáticos
- Que fue redactada después de haber realizado una serie de entrevistas a mujeres para un libro de no-ficción que nunca llegó a realizarse, y que adoptaba una postura feminista incluso algo impostada.
- Que el libro es en realidad un retrato de una época, los primeros años de la democracia, con el nacimiento de la Movida y el comienzo de la apertura hacia, bueno, hacia lo que ha venido después.
(Por cierto que una vez más, como en Te trataré como a una reina, los hombres no solo son secundarios, sino que son personajes casi siempre negativos: violentos, egoístas, insensibles, obsesionados con el dinero, el sexo y el poder... El único personaje masculino más o menos simpático, es gay. Pero esto es una nota al margen.)
Por lo demás, la novela se construye a partir de la combinación de estas pequeñas historias desgraciadas y conectadas casi por el azar, en el día y la noche madrileña de los años 70. Historias de mujeres que luchan por sobrevivir y por abrirse paso: madres solteras, esposas maltratadas, hijas incomprendidas, empleadas explotadas, novias abandonadas, etc. Como novela, es cierto que le falta una trama o idea principal que sirva de hilo conductor (aparte del personaje central de Ana), y que los personajes son bastante esquemáticos, encarnaciones de una idea o un tema; pero bueno, era la primera novela de su autora, que además reconoce estos mismos defectos. Vamos a dejarlo en un "está bien", y seguir leyendo novelas suyas, a ver cómo evolucionó después su estilo o su arquitectura narrativa...
También de Rosa Montero en ULAD: La ridícula idea de no volver a verte, Lágrimas en la lluvia, Te trataré como a una reina, Temblor, La hija del caníbal, Amado Amo
viernes, 20 de enero de 2012
Leire Bilbao: Scanner
Idioma original: euskera
Título original: Scanner
Fecha de publicación: 2011
Valoración: recomendable
A quien no esté familiarizado con la poesía que se escribe en euskera hoy en día (lo cual no es nada raro, porque muy poca de esa poesía se traduce al castellano), seguramente no conocerá a Leire Bilbao. A pesar de haber publicado sólo dos libros, esta autora se ha convertido en una de las nuevas voces de la poesía vasca y no sería de extrañar que en un futuro se hablara de ella con la misma admiración con la que hoy se habla de Miren Agur Meabe o Arantza Urretabizkaia, por ejemplo.
En su segundo libro de poemas, Scanner, Bilbao trata de, como ella dice, "escanear" la realidad que la rodea, siempre, eso sí, desde un punto de vista claramente femenino, como si hubiese intentado mostrar las diferentes identidades que tiene una mujer (la mujer como hija, como madre, como novia o mujer, como trabajadora, como amiga...). En esta obra, por tanto, nos podemos encontrar poemas que hablan de sus padres, de su infancia, del amor, de la amistad... incluso algo tan poco poético (al menos, a priori, para una servidora) como es la visita al ginecólogo.
La autora, con lenguaje cercano y composiciones sencillas, teje una red de poemas que poco a poco envuelve al lector y lo que él cree conocer del mundo y le da la vuelta, mostrando una realidad alternativa y otra manera de entender la vida. A pesar de que algunos poemas se "pasan" de sencillos y no llegan a dar todo lo que podrían, en general éste es un libro interesante, que muestra el cada vez mejor trabajo de esta autora y nos deja entrever todo lo bueno que aún le queda por escribir.
jueves, 19 de enero de 2012
Georg Büchner: Lenz
Idioma original: alemán
Título original: Lenz
Fecha de publicación: 1835
Valoración: muy recomendable
Debido a su temprana muerte (a los 24 años), Georg Büchner no tuvo tiempo de escribir muchas obras. Sin embargo, las que consiguió publicar eran de tal calidad, que se suele decir que, si hubiese vivido treinta años más, seguramente hoy estaría al mismo nivel que Goethe. El total de sus obras se limita, por tanto, a cinco obras de teatro, una novela (Lenz) y un par de traducciones.
Lenz, que está considerada como la obra precursora de la prosa europea (según lo que hoy en día entendemos como tal), cuenta la estancia en Waldbach de Michael Reinhold Lenz, un escritor alemán que vivó a finales del siglo XVIII. Lenz se ha desplazado hasta ese lugar escondido en las montañas para huir del stress de la ciudad y, a pesar de que al principio logra la tranquilidad deseada, pronto se encontrará de nuevo con el mismo sentimiento de angustia que intentó dejar atrás al salir de la vida urbana.
Lenz se siente vacío y angustiado, no es capaz de dormir, hablar, comer... hasta que siente que su única salida es el suicidio. Lo que Büchner nos brinda en esta obra es un perfecto retrato del enfermo mental (de hecho, Lenz está considerada como la primera descripción científica de la esquizofrenia aparecida en la literatura universal) y de cómo la locura se va apoderando poco a poco del protagonista.
Angustiosa y desasosegante, pero también interesantísima y con un estilo inmejorable, Lenz es una de esas obras que nos dejan huella y que se convierten en títulos de referencia nada más leerlas.
miércoles, 18 de enero de 2012
John Banville: El libro de las pruebas
Idioma original: inglés
Título original: The Book of Evidence
Título original: The Book of Evidence
Año de publicación: 1989
Valoración: Recomendable
Si el que más y el que menos se ha preguntado alguna vez qué es lo que les pasará por la cabeza a esos tipos (hasta ese instante concreto presuntos ciudadanos ejemplares) que saltan a la prensa de pronto por haber cometido un crimen, los escritores – antes de Capote y después – no van a ser menos. Todo lo contrario: en particular, a John Banville – quien, como ya comenté en otro momento , se convierte en Benjamin Black cuando escribe novela policíaca – en cualquiera de sus dos identidades, le apasionan los mecanismos metales que provocan esas conductas.
A El libro de las pruebas se le suele comparar con El extranjero. No sólo no estoy de acuerdo, además, lo considero injusto. La novela de Albert Camus se encuentra en el Olimpo hace tiempo y, por tanto, a salvo de cualquier descrédito ocasional, pero si el propósito de la comparación es añadir méritos a Banville, lo que consigue es precisamente lo contrario. Como sabemos, gran parte del valor artístico de una obra reside en su individualidad, sin olvidar que con un mecanismo tan absolutamente perfecto en su sobriedad como es El extranjero resulta imposible competir. La copia saldrá perdiendo si es más complicada, más artificiosa, menos sincera que el modelo – que lo es – pero también si la diferencia estriba en todo lo contrario. En consecuencia, es en lo que las separa dónde tenemos que buscar sus valores. Por otra parte, ni siquiera se parecen: que ambas tengan en común una madre muerta y enterrada, además de un reo que trata de hacer memoria, me parece muy poca cosa. Las personalidades de los protagonistas no tienen nada que ver, el tono, los recursos, el argumento, las cosmovisiones respectivas, lo que narra son completamente distintos.
Pero las comparaciones son odiosas y estamos hablando de El libro de las pruebas, al que no le faltan méritos propios.
Banville tiene a favor la relativa complejidad de la trama, su fino análisis psicológico, su bien perfilado cinismo, el esbozo que realiza de los bajos fondos y de los siniestros tipos que los habitan, la recreación de una personalidad que recuerda a algunos ejemplos que encontramos en las páginas de sucesos de vez en cuando. Perfiles tan indeseables para la convivencia como atractivos sobre el papel, dado que el análisis de sus entresijos mentales probablemente conduzcan a un mejor conocimiento de nosotros mismos. Quizá, en los héroes y los criminales se encuentre el embrión de lo que somos, ya que ¿de dónde salen perversión y heroicidad? ¿Llevamos todos dentro ambas conductas o sólo en circunstancias extremas aparece la tendencia que predomina en cada uno?
La evolución mental del protagonista, sus paradojas e incongruencias, están maravillosamente reflejadas. Se parecen bastante a las de cualquiera pero, en este caso, llevadas al límite. Probablemente no esté loco, lo que es seguro es que se trata de una mente confusa, fragmentada de tal modo que una introspección como la que lleva a cabo sólo consigue agravar. La técnica es irreprochable, el estilo brilla en muchos momentos con esas descripciones en que entorno y estado de ánimo se alían hábilmente logrando que nos identifiquemos con el personaje, incluso que, en algún punto, nos confundamos con él. Pero también hay que fijarse en una autenticidad que flojea en muchos párrafos y en que esas contradicciones de la mente humana tan bien planteadas son difíciles de separar de cierta inconsistencia narrativa.
Lo que me ha chocado, ya desde el principio, es el tono, que no coincide con el que correspondería a una confesión dirigida a un juez. Demasiado artificioso, lírico, sincero, detallado, autocomplaciente y hasta cínico para un contexto como ése. Ni siquiera como convención literaria resulta convincente. Lo que he echado en falta es un relato más detallado del origen de los hechos, de la amenaza que tiene lugar en una isla mediterránea (presumiblemente española) y que, indirectamente, sirven de desencadenante de la errática conducta del personaje. Lo escueto y ambiguo de esta primera parte contrasta con la morosidad y el detalle con que narra lo sucedido en Irlanda. Pequeños defectos ampliamente superados por una prosa y una análisis psicológico que sitúan a esta novela en un lugar más que digno.
Por cierto, entre Benjamin y John, prefiero a éste sin duda, se toma su oficio con mucho más interés que el otro.
Del mismo autor: Aquí
Valoración: Recomendable
Si el que más y el que menos se ha preguntado alguna vez qué es lo que les pasará por la cabeza a esos tipos (hasta ese instante concreto presuntos ciudadanos ejemplares) que saltan a la prensa de pronto por haber cometido un crimen, los escritores – antes de Capote y después – no van a ser menos. Todo lo contrario: en particular, a John Banville – quien, como ya comenté en otro momento , se convierte en Benjamin Black cuando escribe novela policíaca – en cualquiera de sus dos identidades, le apasionan los mecanismos metales que provocan esas conductas.
A El libro de las pruebas se le suele comparar con El extranjero. No sólo no estoy de acuerdo, además, lo considero injusto. La novela de Albert Camus se encuentra en el Olimpo hace tiempo y, por tanto, a salvo de cualquier descrédito ocasional, pero si el propósito de la comparación es añadir méritos a Banville, lo que consigue es precisamente lo contrario. Como sabemos, gran parte del valor artístico de una obra reside en su individualidad, sin olvidar que con un mecanismo tan absolutamente perfecto en su sobriedad como es El extranjero resulta imposible competir. La copia saldrá perdiendo si es más complicada, más artificiosa, menos sincera que el modelo – que lo es – pero también si la diferencia estriba en todo lo contrario. En consecuencia, es en lo que las separa dónde tenemos que buscar sus valores. Por otra parte, ni siquiera se parecen: que ambas tengan en común una madre muerta y enterrada, además de un reo que trata de hacer memoria, me parece muy poca cosa. Las personalidades de los protagonistas no tienen nada que ver, el tono, los recursos, el argumento, las cosmovisiones respectivas, lo que narra son completamente distintos.
Pero las comparaciones son odiosas y estamos hablando de El libro de las pruebas, al que no le faltan méritos propios.
Banville tiene a favor la relativa complejidad de la trama, su fino análisis psicológico, su bien perfilado cinismo, el esbozo que realiza de los bajos fondos y de los siniestros tipos que los habitan, la recreación de una personalidad que recuerda a algunos ejemplos que encontramos en las páginas de sucesos de vez en cuando. Perfiles tan indeseables para la convivencia como atractivos sobre el papel, dado que el análisis de sus entresijos mentales probablemente conduzcan a un mejor conocimiento de nosotros mismos. Quizá, en los héroes y los criminales se encuentre el embrión de lo que somos, ya que ¿de dónde salen perversión y heroicidad? ¿Llevamos todos dentro ambas conductas o sólo en circunstancias extremas aparece la tendencia que predomina en cada uno?
La evolución mental del protagonista, sus paradojas e incongruencias, están maravillosamente reflejadas. Se parecen bastante a las de cualquiera pero, en este caso, llevadas al límite. Probablemente no esté loco, lo que es seguro es que se trata de una mente confusa, fragmentada de tal modo que una introspección como la que lleva a cabo sólo consigue agravar. La técnica es irreprochable, el estilo brilla en muchos momentos con esas descripciones en que entorno y estado de ánimo se alían hábilmente logrando que nos identifiquemos con el personaje, incluso que, en algún punto, nos confundamos con él. Pero también hay que fijarse en una autenticidad que flojea en muchos párrafos y en que esas contradicciones de la mente humana tan bien planteadas son difíciles de separar de cierta inconsistencia narrativa.
Lo que me ha chocado, ya desde el principio, es el tono, que no coincide con el que correspondería a una confesión dirigida a un juez. Demasiado artificioso, lírico, sincero, detallado, autocomplaciente y hasta cínico para un contexto como ése. Ni siquiera como convención literaria resulta convincente. Lo que he echado en falta es un relato más detallado del origen de los hechos, de la amenaza que tiene lugar en una isla mediterránea (presumiblemente española) y que, indirectamente, sirven de desencadenante de la errática conducta del personaje. Lo escueto y ambiguo de esta primera parte contrasta con la morosidad y el detalle con que narra lo sucedido en Irlanda. Pequeños defectos ampliamente superados por una prosa y una análisis psicológico que sitúan a esta novela en un lugar más que digno.
Por cierto, entre Benjamin y John, prefiero a éste sin duda, se toma su oficio con mucho más interés que el otro.
Del mismo autor: Aquí
martes, 17 de enero de 2012
Bill Bryson: En casa. Una breve historia de la vida privada
Idioma original: inglés
Título original: At home. A short history of private life
Fecha de publicación: 2010
Valoración: muy recomendable
En 1842, Gran Bretaña consumía dos terceras partes del carbón que se producía en los países occidentales. El resultado era una contaminación tal sobre Londres, que por la calle todo el mundo andaba a trompicones con las paredes o tropezando en agujeros. Se registró un incidente en el que siete personas cayeron al Támesis una tras otra.
A finales del XVIII Francia importó al resto de Europa la moda de los lunares artificiales. Se desarrolló tal exquisitez en el arte de estas minúsculas prótesis estéticas, que las había en forma de luna o de estrella, y el lugar donde se situaban podía indicar la ideología política o el estado civil. Durante un breve periodo de tiempo se puso de moda llevar cejas artificiales hechas con piel de ratón.
Antes de la invención de la luz eléctrica, los hogares más acomodados instalaban lámparas de gas, que brillaban con una potencia y estabilidad mucho mayores que el anterior aceite de ballena, por ejemplo. El problema es que el gas ocasionaba a menudo dolor de cabeza y náuseas, ennegrecía los techos, decoloraba los tejidos y hasta mataba a las plantas. Eso sin contar las frecuentes explosiones.
Son sólo tres ejemplos del tipo de asuntos que trata Bryson en esta historia de la vida doméstica. Lo interesante es que aporta una enorme variedad de datos, pero siempre mostrando interés por explicar cómo afectaban en concreto a las personas las condiciones de vida de las que habla. No estamos ante un catálogo de invenciones técnicas, extravagancias históricas y adelantos sociales, algo que sería bastante más aburrido, sino ante un cuadro en movimiento de cómo vivía la gente de carne y hueso en los últimos dos siglos. La impresión general, la verdad, le deja a uno muy agradecido de haber nacido a finales del siglo XX...
El libro se estructura de una manera original y muy eficaz para guiar y, al tiempo, enganchar al lector. Bryson comienza presentándonos una vieja rectoría en la campiña inglesa, construida en 1851, que, al parecer, es el lugar donde vive actualmente. Nos pone en antecedentes sobre quien la construyó (el reverendo Marsham, una figura algo enigmática, de quien no llegamos a saber mucho, en realidad) y nos facilita un plano de las habitaciones. A partir de ahí, cada capítulo se dedica a una habitación y a explicar cómo ha ido evolucionando el repertorio de prácticas y dispositivos que acoge hasta adoptar su forma actual (que en el caso de la vieja rectoria es su forma victoriana). Así, el capítulo dedicado a la cocina nos habla de la introducción de los alimentos más comunes en la gastronomía occidental; el del baño, de la evolución de la higiene, etc.
Es un señor libraco, de unas 600 páginas, pero la verdad es que se hace muy ameno de leer. Por la variedad e interés de lo que cuenta, pero también porque Bryson tiene ese estilo desenfadado y algo irónico de los buenos ensayistas de habla inglesa. Si crees que puede interesarte leer sobre el origen de las vacaciones, el inodoro con cisterna o los invernaderos, este es tu libro.
También de Bill Bryson en ULAD: En las antípodas
Título original: At home. A short history of private life
Fecha de publicación: 2010
Valoración: muy recomendable
En 1842, Gran Bretaña consumía dos terceras partes del carbón que se producía en los países occidentales. El resultado era una contaminación tal sobre Londres, que por la calle todo el mundo andaba a trompicones con las paredes o tropezando en agujeros. Se registró un incidente en el que siete personas cayeron al Támesis una tras otra.
A finales del XVIII Francia importó al resto de Europa la moda de los lunares artificiales. Se desarrolló tal exquisitez en el arte de estas minúsculas prótesis estéticas, que las había en forma de luna o de estrella, y el lugar donde se situaban podía indicar la ideología política o el estado civil. Durante un breve periodo de tiempo se puso de moda llevar cejas artificiales hechas con piel de ratón.
Antes de la invención de la luz eléctrica, los hogares más acomodados instalaban lámparas de gas, que brillaban con una potencia y estabilidad mucho mayores que el anterior aceite de ballena, por ejemplo. El problema es que el gas ocasionaba a menudo dolor de cabeza y náuseas, ennegrecía los techos, decoloraba los tejidos y hasta mataba a las plantas. Eso sin contar las frecuentes explosiones.
Son sólo tres ejemplos del tipo de asuntos que trata Bryson en esta historia de la vida doméstica. Lo interesante es que aporta una enorme variedad de datos, pero siempre mostrando interés por explicar cómo afectaban en concreto a las personas las condiciones de vida de las que habla. No estamos ante un catálogo de invenciones técnicas, extravagancias históricas y adelantos sociales, algo que sería bastante más aburrido, sino ante un cuadro en movimiento de cómo vivía la gente de carne y hueso en los últimos dos siglos. La impresión general, la verdad, le deja a uno muy agradecido de haber nacido a finales del siglo XX...
El libro se estructura de una manera original y muy eficaz para guiar y, al tiempo, enganchar al lector. Bryson comienza presentándonos una vieja rectoría en la campiña inglesa, construida en 1851, que, al parecer, es el lugar donde vive actualmente. Nos pone en antecedentes sobre quien la construyó (el reverendo Marsham, una figura algo enigmática, de quien no llegamos a saber mucho, en realidad) y nos facilita un plano de las habitaciones. A partir de ahí, cada capítulo se dedica a una habitación y a explicar cómo ha ido evolucionando el repertorio de prácticas y dispositivos que acoge hasta adoptar su forma actual (que en el caso de la vieja rectoria es su forma victoriana). Así, el capítulo dedicado a la cocina nos habla de la introducción de los alimentos más comunes en la gastronomía occidental; el del baño, de la evolución de la higiene, etc.
Es un señor libraco, de unas 600 páginas, pero la verdad es que se hace muy ameno de leer. Por la variedad e interés de lo que cuenta, pero también porque Bryson tiene ese estilo desenfadado y algo irónico de los buenos ensayistas de habla inglesa. Si crees que puede interesarte leer sobre el origen de las vacaciones, el inodoro con cisterna o los invernaderos, este es tu libro.
También de Bill Bryson en ULAD: En las antípodas
lunes, 16 de enero de 2012
Philip Roth: Némesis
Idioma original: inglés
Título original: Nemesis
Año de publicación: 2010
Valoración: Está bien
Hace poco, a cuenta de mis primeras impresiones sobre esta novela, el periodista y crítico César Coca me respondía en un twit: "Philip Roth, incluso cuando no es el mejor Roth, siempre es bueno". Y razón no le falta, desde luego. Si comparamos a Philip Roth con el 99% de los escritores que llegan a la sección de "Novedades" de las librerías (incluso con muchos de los que venden tanto o más que él), entonces sí, Roth es un maestro, un novelista consumado y experto; el problema es que si se compara a Philip Roth con Philip Roth (con el mejor Philip Roth, quiero decir: con el de Me casé con un comunista, La mancha humana o La conjura contra América), entonces ya la cosa cambia.
Que conste que Némesis me ha parecido mejor que Indignación y que Sale el espectro (como se ve, soy fan de Roth: me leo prácticamente todos sus libros en cuanto salen). En este caso, la novela nos presenta a Bucky Cantor, un buen chico (demasiado bueno para mi gusto) judío del barrio de Newark (como tantos otros protagonistas de Roth) que se encarga de vigilar y entretener a los niños del barrio en un centro deportivo, durante la epidemia de polio de 1944. Algunos de estos niños caen enfermos y Bucky, presionado por su prometida Marcia, deja Newark para irse a cuidar de otros niños distintos en un campamento en los montes Poconos; pero la polio lo sigue hasta allí, enfermando a varios niños y atacando, finalmente, al propio Bucky. Pero peor que la enfermedad en sí es el sentimiento de culpa que lo castiga y lo angustia hasta el final de sus días, por creer que él ha sido el portador, el agente del mal que ha contagiado la enfermedad a los niños.
Némesis es una novela con tintes bíblicos, además de trágicos: la plaga invisible que azota la ciudad matando principalmente niños; el personaje principal atormentado por la desgracia y por la culpa; la imposibilidad de encontrar refugio contra el mal... De hecho, a partir de cierto punto (hacia la mitad), la novela se convierte en una reflexión sobre la bondad de Dios, un Dios capaz de crear la polio y de dejar desatendidas las plegarias de los padres que han perdido a sus hijos.
Pero, a pesar de todo eso, Némesis no ha conseguido conmoverme, salvo en pasajes muy concretos. Creo que una parte del problema es que los personajes son muy planos: Bucky Cantor es muy bueno y muy desdichado (huérfano de madre y abandonado por el padre, imagínate); Marcia es muy inocente y solo actúa movida por el amor; el padre de Marcia es una clásica figura paternal, sabia y comprensiva... De hecho, salvo por los italianos que aparecen al principio de la novela "contaminando" el barrio judío, se diría que Roth ha creado un universo lleno de buenas personas injustamente castigadas por un destino (o un dios) arbitrario.
Hay otra lectura posible que está solo apuntada, o subyacente, en la novela: el paralelismo entre la guerra (con los soldados estadounidenses combatiendo en el frente europeo y en el asiático) y la enfermedad. Bucky Cantor fracasa en ambos enfrentamientos (por incomparecencia en un caso, a causa de un defecto en la vista; por incapacidad en el segundo) y como consecuencia se transforma en un ser asexuado, impotente, pasivo, solitario. Creo que habría mucho que decir en esa línea, planteando cuestiones sobre la responsabilidad y la cobardía, la auto-identidad masculina o el poder autodestructivo de la culpa. Son todos ellos temas que Roth esboza, pero que no desarrolla.
En fin, que si realmente Los enamoramientos y Némesis son dos de los tres "mejores libros de 2011" (en España), entonces es que 2011 ha sido un año literariamente pobre. Ahí en la mesilla tengo el tercero que completa el podio, Libertad, de Jonathan Franzen. Miedo da...
También de Philip Roth en ULAD: Indignación, El animal moribundo, La conjura contra América, Elegía, La mancha humana, Pastoral americana, El lamento de Portnoy, Engaño, La humillación, Goodbye, Columbus
Título original: Nemesis
Año de publicación: 2010
Valoración: Está bien
Hace poco, a cuenta de mis primeras impresiones sobre esta novela, el periodista y crítico César Coca me respondía en un twit: "Philip Roth, incluso cuando no es el mejor Roth, siempre es bueno". Y razón no le falta, desde luego. Si comparamos a Philip Roth con el 99% de los escritores que llegan a la sección de "Novedades" de las librerías (incluso con muchos de los que venden tanto o más que él), entonces sí, Roth es un maestro, un novelista consumado y experto; el problema es que si se compara a Philip Roth con Philip Roth (con el mejor Philip Roth, quiero decir: con el de Me casé con un comunista, La mancha humana o La conjura contra América), entonces ya la cosa cambia.
Que conste que Némesis me ha parecido mejor que Indignación y que Sale el espectro (como se ve, soy fan de Roth: me leo prácticamente todos sus libros en cuanto salen). En este caso, la novela nos presenta a Bucky Cantor, un buen chico (demasiado bueno para mi gusto) judío del barrio de Newark (como tantos otros protagonistas de Roth) que se encarga de vigilar y entretener a los niños del barrio en un centro deportivo, durante la epidemia de polio de 1944. Algunos de estos niños caen enfermos y Bucky, presionado por su prometida Marcia, deja Newark para irse a cuidar de otros niños distintos en un campamento en los montes Poconos; pero la polio lo sigue hasta allí, enfermando a varios niños y atacando, finalmente, al propio Bucky. Pero peor que la enfermedad en sí es el sentimiento de culpa que lo castiga y lo angustia hasta el final de sus días, por creer que él ha sido el portador, el agente del mal que ha contagiado la enfermedad a los niños.
Némesis es una novela con tintes bíblicos, además de trágicos: la plaga invisible que azota la ciudad matando principalmente niños; el personaje principal atormentado por la desgracia y por la culpa; la imposibilidad de encontrar refugio contra el mal... De hecho, a partir de cierto punto (hacia la mitad), la novela se convierte en una reflexión sobre la bondad de Dios, un Dios capaz de crear la polio y de dejar desatendidas las plegarias de los padres que han perdido a sus hijos.
Pero, a pesar de todo eso, Némesis no ha conseguido conmoverme, salvo en pasajes muy concretos. Creo que una parte del problema es que los personajes son muy planos: Bucky Cantor es muy bueno y muy desdichado (huérfano de madre y abandonado por el padre, imagínate); Marcia es muy inocente y solo actúa movida por el amor; el padre de Marcia es una clásica figura paternal, sabia y comprensiva... De hecho, salvo por los italianos que aparecen al principio de la novela "contaminando" el barrio judío, se diría que Roth ha creado un universo lleno de buenas personas injustamente castigadas por un destino (o un dios) arbitrario.
Hay otra lectura posible que está solo apuntada, o subyacente, en la novela: el paralelismo entre la guerra (con los soldados estadounidenses combatiendo en el frente europeo y en el asiático) y la enfermedad. Bucky Cantor fracasa en ambos enfrentamientos (por incomparecencia en un caso, a causa de un defecto en la vista; por incapacidad en el segundo) y como consecuencia se transforma en un ser asexuado, impotente, pasivo, solitario. Creo que habría mucho que decir en esa línea, planteando cuestiones sobre la responsabilidad y la cobardía, la auto-identidad masculina o el poder autodestructivo de la culpa. Son todos ellos temas que Roth esboza, pero que no desarrolla.
En fin, que si realmente Los enamoramientos y Némesis son dos de los tres "mejores libros de 2011" (en España), entonces es que 2011 ha sido un año literariamente pobre. Ahí en la mesilla tengo el tercero que completa el podio, Libertad, de Jonathan Franzen. Miedo da...
También de Philip Roth en ULAD: Indignación, El animal moribundo, La conjura contra América, Elegía, La mancha humana, Pastoral americana, El lamento de Portnoy, Engaño, La humillación, Goodbye, Columbus
domingo, 15 de enero de 2012
Luis Muñiz: Libro segundo
Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: Muy recomendable
Éste no es un libro de poesía al uso. No, señor. Es atípico y no sé muy bien como describirlo. Porque Muñiz maneja los versos como un domador sus animales, dejando que muestren su fiereza pero controlando la situación en todo momento, calculando al milímetro qué quiere decir y cómo quiere decirlo.
Así, el autor nos ofrece una obra que parece un experimento, un ejercicio de escritura que ha dado como resultado un tesoro. En este libro nos encontramos dieciséis poemas (¿creeis que son pocos? esperad a leerlos) vestidos de digresiones, prosa poética, juegos lingüísticos, canciones, discursos (creo importante destacar la gran presencia que tiene el estilo narrativo en su lírica)... y una voz particular que no deja a nadie indiferente.
No es un libro que recomendaría a alguien no muy acostumbrado a leer poesía, porque exige una atención y un "ojo" ya hecho a ciertos juegos, pero sin duda es una obra que ningún lector de poesía puede dejar pasar.
sábado, 14 de enero de 2012
Valeria Luiselli: Los ingrávidos
Idioma original: español
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
Definitivamente, tengo un problema con los jóvenes escritores en lengua castellana y sus maneras literarias. Y por esto, para no aburrir a los lectores de ULAD con reseñas dedicadas a despotricar sobre novelas escritas por jóvenes escritores en lengua castellana, me he impuesto a mí mismo una suerte de dieta literaria: durante una temporada sólo voy a leer "clásicos", y con esto me refiero a libros que tengan, al menos, cuarenta años de vida y una osamenta estándar (a saber: introducción, nudo y desenlace bien definidos y conformados), que estén tejidos con un lenguaje cuidado pero no pedante, que no adolezcan de omisiones que empobrezcan la asimilación de la historia, y que presenten un plantel de personajes bien definidos, armados y coherentes. No sé si me explico...
Y bueno, después de esta mini-chapa que algunos acusarán de reaccionaria, vamos con el libro de hoy, obra de la joven (1983) mexicana Valeria Luiselli.
A ver, la novela de Luiselli no está mal escrita, todo lo contrario. La chica tiene un estilo que denota que se trata de una gran lectora y una persona muy sensible que presta atención a detalles que el común de los mortales pasará por alto, y que adora perderse en fantasías e hipotéticos sobre lo que pudo ser y no fue y elucubrar sobre los límites dentro de los cuales un escritor puede experimentar con elementos básicos de la novela (tiempo, narrador, realidad/fantasía) sin perderse por el camino. Pero lo siento, su libro no me ha gustado en absoluto y me ha costado leerlo pese a que sea una novela corta.
De todos modos, casi todas las críticas que he leído sobre esta novela son muy positivas, por eso creo que el problema es mío...
¿La trama? Pues la novela está compuesta por dos voces. Una, la de una joven editora mexicana, casada y con dos hijos, que cuenta sus años de trabajo en Nueva York cuando (ya empieza la locurilla) ve al fantasma del poeta Gilberto Owen en el metro. La otra, la del propio Owen, ya moribundo, recordando su vida en la Gran Manzana (finales de los años 20, en el barrio de Harlem) cuando tenía como compañeros de fatigas a figuras como Lorca o Louis Zukofski.
Y eso, que las dos voces se van superponiendo y complementando y sabemos cosas de la editora mexicana (en su pasado reciente tuvo una gran vida sexual, amigos raritos, mucha bohemia) y de Owen, pero no, bueno, no sé, no... Creo que la cosa no funciona. En primer lugar, porque no me creo ni a la editora ni a Owen; en segundo lugar, porque los personajes secundarios aparecen y desaparecen sin cobrar forma jamás (sabemos que son calvos o que se llaman Dakota y se parecen a Edith Piaf, pero ¿qué? ¿Qué se les pasa por la cabeza? ¿Qué pasado, afciciones, familia tienen...?); y en tercer lugar, la trama, una trama narrada a base de párrafos en los que las dos voces se van pasando la pelota, está llevada de tal forma que marea y aburre... Bueno, más bien, me marea y me aburre a mí.
Y como yo soy el que escribe esta reseña, no me queda más remedio que confesarlo: no me ha gustado este libro que tanto ha gustado a tanta gente importante (incrédulos, consulten Internet).
Y acabo poniendo un link a un blog cuya presentación podría haberla escrito yo mismo si hubiera sabido encontrar las palabras adecuadas: http://literaturabasura21.blogspot.com/
Ahora, a por los clásicos...
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
Definitivamente, tengo un problema con los jóvenes escritores en lengua castellana y sus maneras literarias. Y por esto, para no aburrir a los lectores de ULAD con reseñas dedicadas a despotricar sobre novelas escritas por jóvenes escritores en lengua castellana, me he impuesto a mí mismo una suerte de dieta literaria: durante una temporada sólo voy a leer "clásicos", y con esto me refiero a libros que tengan, al menos, cuarenta años de vida y una osamenta estándar (a saber: introducción, nudo y desenlace bien definidos y conformados), que estén tejidos con un lenguaje cuidado pero no pedante, que no adolezcan de omisiones que empobrezcan la asimilación de la historia, y que presenten un plantel de personajes bien definidos, armados y coherentes. No sé si me explico...
Y bueno, después de esta mini-chapa que algunos acusarán de reaccionaria, vamos con el libro de hoy, obra de la joven (1983) mexicana Valeria Luiselli.
A ver, la novela de Luiselli no está mal escrita, todo lo contrario. La chica tiene un estilo que denota que se trata de una gran lectora y una persona muy sensible que presta atención a detalles que el común de los mortales pasará por alto, y que adora perderse en fantasías e hipotéticos sobre lo que pudo ser y no fue y elucubrar sobre los límites dentro de los cuales un escritor puede experimentar con elementos básicos de la novela (tiempo, narrador, realidad/fantasía) sin perderse por el camino. Pero lo siento, su libro no me ha gustado en absoluto y me ha costado leerlo pese a que sea una novela corta.
De todos modos, casi todas las críticas que he leído sobre esta novela son muy positivas, por eso creo que el problema es mío...
¿La trama? Pues la novela está compuesta por dos voces. Una, la de una joven editora mexicana, casada y con dos hijos, que cuenta sus años de trabajo en Nueva York cuando (ya empieza la locurilla) ve al fantasma del poeta Gilberto Owen en el metro. La otra, la del propio Owen, ya moribundo, recordando su vida en la Gran Manzana (finales de los años 20, en el barrio de Harlem) cuando tenía como compañeros de fatigas a figuras como Lorca o Louis Zukofski.
Y eso, que las dos voces se van superponiendo y complementando y sabemos cosas de la editora mexicana (en su pasado reciente tuvo una gran vida sexual, amigos raritos, mucha bohemia) y de Owen, pero no, bueno, no sé, no... Creo que la cosa no funciona. En primer lugar, porque no me creo ni a la editora ni a Owen; en segundo lugar, porque los personajes secundarios aparecen y desaparecen sin cobrar forma jamás (sabemos que son calvos o que se llaman Dakota y se parecen a Edith Piaf, pero ¿qué? ¿Qué se les pasa por la cabeza? ¿Qué pasado, afciciones, familia tienen...?); y en tercer lugar, la trama, una trama narrada a base de párrafos en los que las dos voces se van pasando la pelota, está llevada de tal forma que marea y aburre... Bueno, más bien, me marea y me aburre a mí.
Y como yo soy el que escribe esta reseña, no me queda más remedio que confesarlo: no me ha gustado este libro que tanto ha gustado a tanta gente importante (incrédulos, consulten Internet).
Y acabo poniendo un link a un blog cuya presentación podría haberla escrito yo mismo si hubiera sabido encontrar las palabras adecuadas: http://literaturabasura21.blogspot.com/
Ahora, a por los clásicos...
viernes, 13 de enero de 2012
Laura Restrepo: La novia oscura
Idioma original: español
Año de publicación: 1999
Valoración: está bien
Esta novela ha sido mi primer acercamiento a la obra de la escritora colombiana Laura Restrepo. Se nos desgrana la historia de un amor imposible, de un amor prohibido, de un amor condenado desde el principio: la de una prostituta del barrio de la Catunga, que por ofrecerse a todos no puede darse a ninguno, y un petrolero, cuya mujer e hijos lo esperan en tierras lejanas.
La narración está planteada a modo de crónica periodística: tras encontrar una fotografía de Sayonara, la protagonista de cabellera indómita y ojos rasgados, una reportera se dedica a hablar con sus familiares y amigos con ánimo de conocer su historia. Los diferentes testimonios se complementan al tiempo que se contradicen -de manera similar a lo que ocurre en Crónica de una muerte anunciada, por cierto-, y la propia narradora añade imaginaciones de su propia cosecha (por ejemplo, conversaciones detalladas en las que no estuvo presente ni le pudo referir nadie) que poco a poco elevan un relato con afán de crónica a la categoría de narración literaria.
Lo mejor de la novela es también, en cierto modo, lo peor de la novela: Restrepo aborda el tema de la prostitución desde el respeto más profundo, y tiñe la sordidez de los ambientes y las circunstancias con el delicado barniz de su prosa colorista. He echado de menos un toque de naturalidad en los diálogos, tan cargados de sentencias filosóficas y de fina elocuencia que hacían parecer sabios a todos los personajes. Aunque entiendo que resulta consistente con el resto de la novela (la periodista se deja llevar de tal modo que recrea y se recrea en la historia de Sayonara a partir de lo que le cuentan), no hay respiro para tanta poesía, y el lector puede sentir la claustrofobia olfativa que experimentaría en un jardín de flores exóticas.
La Catunga es un micromundo regido por la solidaridad femenina, y creo que esto es lo que salva a la novela de resultar un polvorón intragable de melodrama. El horror de una vida para muchos -y, especialmente, muchas- inconcebible queda mitigado por la valentía, el humor y las ganas de vivir de estas mujeres que no renuncian al amor a pesar de comerciar con él a diario.
Después de leer La novia oscura, no sé si recomendaría fervientemente su lectura. A quien sí recomiendo es a Laura Restrepo, ganadora en el año 2000 del Premio Alfaguara de Novela por Delirio; aunque sea un juicio un poco prematuro -al fin y al cabo, solo he leído una novela suya-, su escritura tiene un poder magnético que obliga a pasar página tras página tras página.
Otros libros de Laura Restrepo en Un Libro al Día: Delirio
Año de publicación: 1999
Valoración: está bien
Esta novela ha sido mi primer acercamiento a la obra de la escritora colombiana Laura Restrepo. Se nos desgrana la historia de un amor imposible, de un amor prohibido, de un amor condenado desde el principio: la de una prostituta del barrio de la Catunga, que por ofrecerse a todos no puede darse a ninguno, y un petrolero, cuya mujer e hijos lo esperan en tierras lejanas.
La narración está planteada a modo de crónica periodística: tras encontrar una fotografía de Sayonara, la protagonista de cabellera indómita y ojos rasgados, una reportera se dedica a hablar con sus familiares y amigos con ánimo de conocer su historia. Los diferentes testimonios se complementan al tiempo que se contradicen -de manera similar a lo que ocurre en Crónica de una muerte anunciada, por cierto-, y la propia narradora añade imaginaciones de su propia cosecha (por ejemplo, conversaciones detalladas en las que no estuvo presente ni le pudo referir nadie) que poco a poco elevan un relato con afán de crónica a la categoría de narración literaria.
Lo mejor de la novela es también, en cierto modo, lo peor de la novela: Restrepo aborda el tema de la prostitución desde el respeto más profundo, y tiñe la sordidez de los ambientes y las circunstancias con el delicado barniz de su prosa colorista. He echado de menos un toque de naturalidad en los diálogos, tan cargados de sentencias filosóficas y de fina elocuencia que hacían parecer sabios a todos los personajes. Aunque entiendo que resulta consistente con el resto de la novela (la periodista se deja llevar de tal modo que recrea y se recrea en la historia de Sayonara a partir de lo que le cuentan), no hay respiro para tanta poesía, y el lector puede sentir la claustrofobia olfativa que experimentaría en un jardín de flores exóticas.
La Catunga es un micromundo regido por la solidaridad femenina, y creo que esto es lo que salva a la novela de resultar un polvorón intragable de melodrama. El horror de una vida para muchos -y, especialmente, muchas- inconcebible queda mitigado por la valentía, el humor y las ganas de vivir de estas mujeres que no renuncian al amor a pesar de comerciar con él a diario.
Después de leer La novia oscura, no sé si recomendaría fervientemente su lectura. A quien sí recomiendo es a Laura Restrepo, ganadora en el año 2000 del Premio Alfaguara de Novela por Delirio; aunque sea un juicio un poco prematuro -al fin y al cabo, solo he leído una novela suya-, su escritura tiene un poder magnético que obliga a pasar página tras página tras página.
Otros libros de Laura Restrepo en Un Libro al Día: Delirio
jueves, 12 de enero de 2012
Wislawa Szymborska: Dos puntos
Idioma original: polaco
Título original: Dwukropek
Año de publicación: 2004
Valoración: Muy recomendable
Reconozco que siempre que reseño algo de poesía me siento inseguro: no es precisamente mi especialidad y tengo miedo de decir obviedades, superficialidades o, bueno, tonterías. Pero ahora que por fin (una amiga me lo prestó hace ya demasiado tiempo) acabo de terminarme estos Dos puntos de la poetisa polaca Wislawa Szymborska (Premio Nobel de 1996, para quien lo recuerde), no podía dejar de reseñarlo por culpa de estos miedos; y creo que nadie debería dejar de leerlo, por ningún otro motivo.
Lo primero que me llama la atención en la poesía de Szymborska es que tiene un estilo sorprendentemente llano, sencillo, casi oral (de hecho, varias de sus poesías, como "El viejo catedrático" o "Entrevista con Átropo" tienen forma de diálogo). Quienes creen que la poesía es difícil deberían leer a Szymborska. Una de ellas comienza, por ejemplo:
Porque ese, el de no sorprenderse, el de no preguntarse ni buscar lo desconocido, es el peor pecado que puede cometer un poeta, la peor catástrofe que le puede suceder ("El horrible sueño de un poeta"). En otro poema, el que más me ha gustado del libro, Szymborska se lamenta:
También de Wislawa Szymborska en ULAD: Aquí
Título original: Dwukropek
Año de publicación: 2004
Valoración: Muy recomendable
Reconozco que siempre que reseño algo de poesía me siento inseguro: no es precisamente mi especialidad y tengo miedo de decir obviedades, superficialidades o, bueno, tonterías. Pero ahora que por fin (una amiga me lo prestó hace ya demasiado tiempo) acabo de terminarme estos Dos puntos de la poetisa polaca Wislawa Szymborska (Premio Nobel de 1996, para quien lo recuerde), no podía dejar de reseñarlo por culpa de estos miedos; y creo que nadie debería dejar de leerlo, por ningún otro motivo.
Lo primero que me llama la atención en la poesía de Szymborska es que tiene un estilo sorprendentemente llano, sencillo, casi oral (de hecho, varias de sus poesías, como "El viejo catedrático" o "Entrevista con Átropo" tienen forma de diálogo). Quienes creen que la poesía es difícil deberían leer a Szymborska. Una de ellas comienza, por ejemplo:
Darwin.Como se puede ver en este fragmento, la poesía de Szymborska tiene un componente narrativo importante. El último de los poemas del libro, muy significativamente, dice: "De hecho, cualquier poema / podría titularse 'Instante'". Y eso es lo que encontramos en poemas como "Accidente de tráfico", "Perspectiva" o "La cortesía de los ciegos": momentos cotidianos o no tan cotidianos retenidos en el tiempo por el poder de la palabra y captados por una perspectiva poética que los desautomatiza.
Dicen que para descansar leía novelas.
Pero tenía sus exigencias:
no podían terminar de forma triste.
Si daba con una así,
furioso la arrojaba al fuego.
Porque ese, el de no sorprenderse, el de no preguntarse ni buscar lo desconocido, es el peor pecado que puede cometer un poeta, la peor catástrofe que le puede suceder ("El horrible sueño de un poeta"). En otro poema, el que más me ha gustado del libro, Szymborska se lamenta:
Ayer me porté mal con el cosmos.Solo hay un motivo por el que no le he puesto un "Imprescindible" a este libro, y es que pasa demasiado rápido, deja una sensación de levedad. Uno se queda con ganas de más, de bastante más. Si algún día me hago con unas buenas Obras Completas de Szymborska, entonces seguro que sí que les pondré un "Imprescindible" como una casa. Seguro.
Viví todo el día sin preguntar por nada,
sin sorprenderme de nada.
También de Wislawa Szymborska en ULAD: Aquí
miércoles, 11 de enero de 2012
Bernard Malamud: El dependiente
Idioma original: inglés
Título original: The Assistant
Año de publicación: 1957
Valoración: Muy recomendable
Bernard Malamud, hijo de emigrados rusos instalados en EEUU en los años cuarenta, cuyo padre regentó una tienda de comestibles durante muchos años, se inspiró en sus vivencias familiares para escribir ésta, su segunda novela, que refleja agónica y magistralmente las angustias económicas del protagonista en un medio plagado de obstáculos. Si, además, el individuo en cuestión carece de olfato, le falta iniciativa y el tiempo juega en su contra, la vida puede parecerse a una broma de mal gusto.
Malamud dibuja una especie de decorado de cartón piedra (una calle, una esquina y unos pocos comercios) cuya estrechez y teatralidad no quita un ápice de realismo a unos personajes cuyos continuos avatares económicos y sentimentales nos mantienen en vilo hasta el final. Al contrario, la sensación de estar contemplando el escenario desde un oscuro patio de butacas ha servido para sobresaltarme agradablemente cada vez que se mencionaba el parque o los raíles del tranvía o que algún personaje se aventuraba más allá del reducido espacio de siempre. “Es verdad, – pensaba – si estamos en Nueva York.” En este lugar algo claustrofóbico – un rincón del Brooklyn de la posguerra del que los personajes apenas se apartan (no porque no puedan sino porque permanecen encastillados en sus actividades y problemas cotidianos, sin otros horizontes y expectativas) – unos pocos comerciantes judíos, sintiéndose en abrumadora minoría, intentan sacar adelante sus negocios con resultados más que desiguales. Morris, sesentón, con nula capacidad para el comercio y terco como él solo, a raíz de un atraco con violencia que le deja algo maltrecho, se topa con un sujeto enigmático, Frank Alpine – vagabundo, de ascendencia italiana – que se ofrece a ayudarle desinteresadamente. Este personaje, sin ser el verdadero protagonista, se convierte en el eje central de la narración debido a su aura de misterio, su débil y contradictoria personalidad y al decisivo papel que, en más de un aspecto, desempeña en las vidas de los tres Bober. Las indecisiones y los altibajos de Frank, la ambivalencia de sentimientos que suscita y la intriga que produce en el lector constituyen uno de los grandes aciertos del libro.
Año de publicación: 1957
Valoración: Muy recomendable
Bernard Malamud, hijo de emigrados rusos instalados en EEUU en los años cuarenta, cuyo padre regentó una tienda de comestibles durante muchos años, se inspiró en sus vivencias familiares para escribir ésta, su segunda novela, que refleja agónica y magistralmente las angustias económicas del protagonista en un medio plagado de obstáculos. Si, además, el individuo en cuestión carece de olfato, le falta iniciativa y el tiempo juega en su contra, la vida puede parecerse a una broma de mal gusto.
Malamud dibuja una especie de decorado de cartón piedra (una calle, una esquina y unos pocos comercios) cuya estrechez y teatralidad no quita un ápice de realismo a unos personajes cuyos continuos avatares económicos y sentimentales nos mantienen en vilo hasta el final. Al contrario, la sensación de estar contemplando el escenario desde un oscuro patio de butacas ha servido para sobresaltarme agradablemente cada vez que se mencionaba el parque o los raíles del tranvía o que algún personaje se aventuraba más allá del reducido espacio de siempre. “Es verdad, – pensaba – si estamos en Nueva York.” En este lugar algo claustrofóbico – un rincón del Brooklyn de la posguerra del que los personajes apenas se apartan (no porque no puedan sino porque permanecen encastillados en sus actividades y problemas cotidianos, sin otros horizontes y expectativas) – unos pocos comerciantes judíos, sintiéndose en abrumadora minoría, intentan sacar adelante sus negocios con resultados más que desiguales. Morris, sesentón, con nula capacidad para el comercio y terco como él solo, a raíz de un atraco con violencia que le deja algo maltrecho, se topa con un sujeto enigmático, Frank Alpine – vagabundo, de ascendencia italiana – que se ofrece a ayudarle desinteresadamente. Este personaje, sin ser el verdadero protagonista, se convierte en el eje central de la narración debido a su aura de misterio, su débil y contradictoria personalidad y al decisivo papel que, en más de un aspecto, desempeña en las vidas de los tres Bober. Las indecisiones y los altibajos de Frank, la ambivalencia de sentimientos que suscita y la intriga que produce en el lector constituyen uno de los grandes aciertos del libro.
Acierto al que podríamos añadir el constante reto ético que plantea al lector pero nunca resuelve para no dar lugar a moraleja y el atinado retrato de la permanente y disimulada desconfianza entre judíos y no judíos. Aunque, ante todo, El dependiente es un riguroso análisis de la lucha por la supervivencia y la magnífica crónica de una obsesión.
Con unos sólo pocos elementos, narrando la vida sencilla y cotidiana de un puñado de seres corrientes Malamud logra producir sorpresas constantes y mantener la tensión hasta el final. El pulso de la narración es firme, el desarrollo de los hechos coherente, sin olvidar el papel decisivo que, en cualquier vida, suele corresponder al azar.
El desenlace es lo que me ha parecido más flojo. En mi opinión, hubiera hecho falta que el autor sacase algo de la chistera, quizá la revelación de quien era Frank Alpine realmente. Al menos es lo que yo esperaba, aunque supongo que no es ningún fallo que tengamos que conformarnos con las pistas que va dejando página tras página. Lo que sí considero exagerado, desentonando así con la sobriedad imaginativa de que hace gala y que tan necesaria es para que el argumento, tal como está concebido, resulte verosímil, es el comportamiento futuro de Frank. Sin ese último párrafo de sólo cuatro líneas se eliminaría una nota discordante que chirría aún más por la posición clave que ocupa en el conjunto.
Con unos sólo pocos elementos, narrando la vida sencilla y cotidiana de un puñado de seres corrientes Malamud logra producir sorpresas constantes y mantener la tensión hasta el final. El pulso de la narración es firme, el desarrollo de los hechos coherente, sin olvidar el papel decisivo que, en cualquier vida, suele corresponder al azar.
El desenlace es lo que me ha parecido más flojo. En mi opinión, hubiera hecho falta que el autor sacase algo de la chistera, quizá la revelación de quien era Frank Alpine realmente. Al menos es lo que yo esperaba, aunque supongo que no es ningún fallo que tengamos que conformarnos con las pistas que va dejando página tras página. Lo que sí considero exagerado, desentonando así con la sobriedad imaginativa de que hace gala y que tan necesaria es para que el argumento, tal como está concebido, resulte verosímil, es el comportamiento futuro de Frank. Sin ese último párrafo de sólo cuatro líneas se eliminaría una nota discordante que chirría aún más por la posición clave que ocupa en el conjunto.
martes, 10 de enero de 2012
Tiziano Terzani: El fin es mi principio. Un padre, un hijo y el gran viaje de la vida
Idioma original: italiano
Título original: La fine é il mio imzio. Un padre racconta al figlio il grande viaggio
Año de publicación: 2006
Valoración: Recomendable
Tiziano Terzani (1938-2004) fue un periodista italiano que vivió durante treinta años en Asia, donde trabajó como corresponsal de guerra para varios periódicos y revistas europeos. También fue uno de los escritores y columnistas contemporáneos más famosos de Italia. Aquejado de una enfermedad terminal y viendo próximo el fin de su vida, decidió reunirse con su hijo Folco y mantener con él largas conversaciones que dieron como resultado este libro.
El fin es mi principio es un intento, por parte de Tiziano, de explicarle a su hijo quién es. Cómo fue su infancia, su juventud... y cómo, casi sin pretenderlo, se convirtió en uno de los periodistas más conocidos del siglo XX. Pero también es un intento de hacerle ver cómo ve él la vida, cómo entiende el mundo después de haber vivido la guerra de Vietnam, la Guerra Fría, la China de Mao, el apartheid sudafricano... y de haber sido testigo presencial de muchos de los grandes acontecimientos históricos de los últimos cincuenta años.
Como es lógico, también habla de periodismo. De lo que suponía en su juventud ser un periodista, de lo que significa sumergirse en otra cultura para intentar comprender el origen del conflicto que ésta sufre y de cómo ha cambiado la profesión y la forma de enfrentarse al mundo de aquellos que hoy en día trabajan como periodistas. Es éste un libro más que apropiado para conocer a una de las personalidades contemporáneas más importantes y para aprender mucho sobre el mundo que dejarmos atrás y, sobre todo, del que hoy en día vivimos.
lunes, 9 de enero de 2012
Rosa Montero: Te trataré como a una reina
Idioma original: español
Año de publicación: 1983
Valoración: recomendable
Con Rosa Montero me ha pasado algo que no me suele pasar nunca, o casi nunca: que conocí antes a la escritora, que a sus obras. No soy nada mitómano: no suelen interesarme demasiado los escritores como personas, sino solo como escritores. Pero en este caso, cuando Rosa Montero vino a dar una conferencia en el Instituto Cervantes de Lisboa, medio por placer medio por negocio fui a oírla. Y me pareció una mujer muy simpática, muy cercana, sin ningunas "ínfulas" de escritora. Muy natural en sus respuestas y con un lenguaje muy llano. Me cayó bien.
Y estas impresiones se trasladan ahora a esta novela, una de las primeras de la autora, escrita hace ya casi treinta años. Porque es, como su autora, una novela sin ínfulas ni falsas pretensiones, centrada en la trama y en un puñado de personajes entre adorables y ridículos (Isabel/Bella, Antonio y Antonia, principalmente, con el Poco, Menéndez y Vanessa como secundarios de lujo), que se relacionan en torno a historias y lugares compartidos, pero sobre todo en torno a una idea básica: la incomprensión y la violencia que caracteriza las relaciones hombre-mujer, en esta obra al menos. La verdad es que la visión de los hombres que da esta novela es tremenda: machistas, egoístas, violentos, aprovechados, obsesos sexuales... Espero que Rosa Montero no piense eso de (todos) nosotros realmente...
Una parte del argumento de la novela gira en torno a los boleros, y el argumento mismo parece sacado de uno de ellos: amores pasionales y destructivos, personajes oscuros, destinos trágicos... Y ese final melodramático, anunciado, es verdad, desde las primeras páginas de la novela, pero que sorprende aun así por su brutalidad y su rapidez (algo excesiva para mi gusto, pero es solo una opinión). No se espera uno una resolución así de una novela que hasta entonces tenía más bien un aire melancólico.
Y en cuanto al estilo, pues es como el de Rosa Montero cuando habla en el Instituto Cervantes de Lisboa (¿al final será verdad que el estilo es la persona?): claro, directo, sin pretenciosidades ni preciosismos, con algunos elementos de humor y una concisión general casi periodística. Una de esas prosas que hacen que casi ni las notes, y que al cabo de unas cuantas páginas te dejan ver la trama como si fuesen un cristal transparente (lo cual en sí mismo no es ni un elogio ni una crítica, que conste).
A lo largo de los siguientes meses voy a leerme más novelas de Rosa Montero, medio por placer medio por negocio. De momento ya he comprado Crónica del desamor y Lágrimas en la lluvia, su primera y su última novela... Será interesante ver cómo ha evolucionado su escritura a lo largo de los últimos 33 años...
También de Rosa Montero en ULAD: La ridícula idea de no volver a verte, Lágrimas en la lluvia, Temblor, La hija del caníbal, Amado Amo, Crónica del desamor
Año de publicación: 1983
Valoración: recomendable
Con Rosa Montero me ha pasado algo que no me suele pasar nunca, o casi nunca: que conocí antes a la escritora, que a sus obras. No soy nada mitómano: no suelen interesarme demasiado los escritores como personas, sino solo como escritores. Pero en este caso, cuando Rosa Montero vino a dar una conferencia en el Instituto Cervantes de Lisboa, medio por placer medio por negocio fui a oírla. Y me pareció una mujer muy simpática, muy cercana, sin ningunas "ínfulas" de escritora. Muy natural en sus respuestas y con un lenguaje muy llano. Me cayó bien.
Y estas impresiones se trasladan ahora a esta novela, una de las primeras de la autora, escrita hace ya casi treinta años. Porque es, como su autora, una novela sin ínfulas ni falsas pretensiones, centrada en la trama y en un puñado de personajes entre adorables y ridículos (Isabel/Bella, Antonio y Antonia, principalmente, con el Poco, Menéndez y Vanessa como secundarios de lujo), que se relacionan en torno a historias y lugares compartidos, pero sobre todo en torno a una idea básica: la incomprensión y la violencia que caracteriza las relaciones hombre-mujer, en esta obra al menos. La verdad es que la visión de los hombres que da esta novela es tremenda: machistas, egoístas, violentos, aprovechados, obsesos sexuales... Espero que Rosa Montero no piense eso de (todos) nosotros realmente...
Una parte del argumento de la novela gira en torno a los boleros, y el argumento mismo parece sacado de uno de ellos: amores pasionales y destructivos, personajes oscuros, destinos trágicos... Y ese final melodramático, anunciado, es verdad, desde las primeras páginas de la novela, pero que sorprende aun así por su brutalidad y su rapidez (algo excesiva para mi gusto, pero es solo una opinión). No se espera uno una resolución así de una novela que hasta entonces tenía más bien un aire melancólico.
Y en cuanto al estilo, pues es como el de Rosa Montero cuando habla en el Instituto Cervantes de Lisboa (¿al final será verdad que el estilo es la persona?): claro, directo, sin pretenciosidades ni preciosismos, con algunos elementos de humor y una concisión general casi periodística. Una de esas prosas que hacen que casi ni las notes, y que al cabo de unas cuantas páginas te dejan ver la trama como si fuesen un cristal transparente (lo cual en sí mismo no es ni un elogio ni una crítica, que conste).
A lo largo de los siguientes meses voy a leerme más novelas de Rosa Montero, medio por placer medio por negocio. De momento ya he comprado Crónica del desamor y Lágrimas en la lluvia, su primera y su última novela... Será interesante ver cómo ha evolucionado su escritura a lo largo de los últimos 33 años...
También de Rosa Montero en ULAD: La ridícula idea de no volver a verte, Lágrimas en la lluvia, Temblor, La hija del caníbal, Amado Amo, Crónica del desamor
domingo, 8 de enero de 2012
Marie-Sabine Roger: El poeta de las pequeñas cosas
Idioma original: francés
Título original: Vivement l'avenir
Año de publicación: 2011
Valoración: Está bien
Antes de decir lo que me ha parecido este libro, he de hacer una aclaración: yo no hablo francés. Por lo tanto, no sé lo que significa el título original. Si he elegido como título El poeta de las pequeñas cosas, es porque he leído este libro en alemán y así (Der Poet der kleinen Dinge) se titula la edición alemana. Como no hay (mejor dicho, como yo no he encontrado) una edición en castellano para comparar, pues nada. Se queda mi traducción del título alemán. Y ya se corregirá en el futuro, si es necesario.
Aclarado este punto, hablaré de la novela. La protagonista es Alex, una joven de 30 años sin domicilio fijo y encerrada en sí misma debido a lo mal que lo ha pasado en sus relaciones amorosas, que alquila una habitación en la casa de Marlene y Bernard y hace buenas migas con el hermano de éste, Gerard, un gigantón retrasado mental y de gran corazón. Por otro lado, tenemos a Cedric, un joven destrozado porque su novia Lola lo ha abandonado, no tiene trabajo y debe volver a vivir con sus padres.
Y no se pueden contar más tópicos en tan poco espacio, ¿verdad? No contaré más sobre el argumento porque más o menos cualquiera puede imaginarse por dónde van a ir los tiros. Basta con haber visto cuatro o cinco películas (o haber leído cuatro o cinco libros) cuyo argumento comience con un chico/a-que-ha-sufrido-por-amor-y-no-desea-volver-a-enamorarse para saber qué va a pasar. Incluso el retrasado acabará siendo el más inteligente de todos los que lo rodean, porque se guía por el corazón y no por la cabeza, oooooooh...
Sí, amigos, éste es un libro de ésos. Pero hay que reconocer que, aunque el argumento sea nada del otro jueves, esta novela está muy bien escrita (o muy bien traducida al alemán, quién sabe). La autora se vale de la voz de Alex y de la de Cedric para contar la historia (SUS historias), de múltiples flash-backs (ninguno de ellos gratuito, me atrevo a decir) y de una estructura que nos hace pensar en un guión cinematográfico por lo "rodables" que resultan sus escenas. Pero funciona y al final nos encontramos disfrutando de una lectura que, por lo manido del argumento, nunca habríamos pensado que nos fuera a gustar.
En fin, no estamos ante una nueva revolución literaria, pero sin duda pasaremos un buen rato con este libro.
sábado, 7 de enero de 2012
Algunas reflexiones sobre la lectura de traducciones
La traducción es un fenómeno que a nadie le es ajeno: seamos o no conscientes, muchas de las noticias que leemos o escuchamos son traducciones; la mayor parte de las películas que vemos son traducciones; incluso los anuncios de perfumes, que en muchas ocasiones no están traducidos, son traducciones: ¿acaso es lo mismo escuchar «Carolina Herrera» a la española, con sus erres rotundas y su hache muda, que oír «Chu-guan-chu: Carowlina Hewrewra», con esa hache delicadamente aspirada? ¡Y qué me decís del de Nespresso!
De igual modo, muchos de los libros que leemos son traducciones: aun teniendo un nivel alto de algún otro idioma, sumergirse en la lectura de un libro en una lengua que no es la propia supone un enorme esfuerzo añadido. Pero ¿cuán a menudo nos paramos a reflexionar sobre la traducción? Supongo que solo cuando la que tenemos entre manos es llamativamente buena o mala (y, seguramente, sobre todo en este último caso). A veces pasa, incluso, que una mala traducción puede entorpecer la lectura —lo mismo que una mala edición, como comentaba Iván en esta entrada, relacionada asimismo con esta otra sobre la labor del corrector editorial— hasta el punto de llevarnos a abandonarla (no sé si os ha pasado; a mí, sí). En términos generales, podríamos decir que una traducción es «aceptable» cuando ni siquiera se para uno a pensar que lo que tiene entre manos es una traducción: cuando se le permite al lector vivir la ilusión de que está leyendo un original.
Con todo esto solo quiero reflexionar sobre el hecho de que no leemos originales, sino traducciones. Que no leemos Hamlet o El guardián entre el centeno a secas, sino determinada visión/versión de Hamlet o El guardián entre el centeno. Entramos en terreno peliagudo —y me vais a perdonar que quiera crear un poco de polémica respecto a la traducción, tema en el que normalmente no nos detenemos en este blog por motivos que explicamos aquí—, pero es que toda traducción, por mucha fidelidad que jure guardar al original, es una versión, una recreación, inevitablemente tamizada por la interpretación del traductor. (Y no digo que esto sea en sí mismo algo negativo, ¿eh?, ojo: todo lector interpreta, y el traductor es ante todo lector). Así, también podríamos decir que toda traducción es a su vez un original nuevo.
Por eso, y aquí es donde quería llegar con esta reflexión, la recepción de un autor que para el lector sea extranjero depende innegablemente de la traducción que maneje. En traducción literaria, la línea entre interpretación inevitable y traición indeseable es muy difusa. Cuándo determinado rasgo lingüístico es simplemente una característica del idioma de partida que no se debe mantener en el de llegada, y cuándo es un rasgo distintivo del autor; cuándo una repetición es lo suficientemente significativa como para conservarla, y cuando es preferible utilizar sinónimos son solo dos de las cuestiones a las que se enfrenta el traductor literario. Cada profesional adoptará soluciones diferentes pero igualmente válidas en muchos casos.
Ahora bien, por ejemplo en poesía todo se vuelve más complicado, y a menudo al traductor no le queda más remedio que pasarse por el forro el código deontológico de la fidelidad, término necesariamente elástico a la hora de traducir un género como este. La poesía es el más claro ejemplo de traducción como recreación, y las consecuencias para el lector son brutales, para bien o para mal. Un ejemplo personal, en este caso para mal: hace poco me hice con una edición bilingüe de una poeta estadounidense maravillosa y comprobé que el «espíritu» —llamémoslo así— de la escritora había sido completamente tergiversado en la versión española. Para que nos entendamos: creí estar leyendo a Góngora cuando la traducción debía asemejarse más a Lorca (aparte de muchos otros detalles en los que no me voy a parar). Un amigo mío, voraz lector de poesía y poeta él mismo, me confesó que la autora en cuestión siempre lo había dejado frío. Pues ¿sabéis qué? Él había leído aquella misma traducción.
Después de estas reflexiones, que son mías y no necesariamente las de ningún otro miembro de ULAD, os invito a que compartáis con nosotros vuestras opiniones y experiencias con la lectura de traducciones. ¡Los comentarios son vuestros!
De igual modo, muchos de los libros que leemos son traducciones: aun teniendo un nivel alto de algún otro idioma, sumergirse en la lectura de un libro en una lengua que no es la propia supone un enorme esfuerzo añadido. Pero ¿cuán a menudo nos paramos a reflexionar sobre la traducción? Supongo que solo cuando la que tenemos entre manos es llamativamente buena o mala (y, seguramente, sobre todo en este último caso). A veces pasa, incluso, que una mala traducción puede entorpecer la lectura —lo mismo que una mala edición, como comentaba Iván en esta entrada, relacionada asimismo con esta otra sobre la labor del corrector editorial— hasta el punto de llevarnos a abandonarla (no sé si os ha pasado; a mí, sí). En términos generales, podríamos decir que una traducción es «aceptable» cuando ni siquiera se para uno a pensar que lo que tiene entre manos es una traducción: cuando se le permite al lector vivir la ilusión de que está leyendo un original.
Con todo esto solo quiero reflexionar sobre el hecho de que no leemos originales, sino traducciones. Que no leemos Hamlet o El guardián entre el centeno a secas, sino determinada visión/versión de Hamlet o El guardián entre el centeno. Entramos en terreno peliagudo —y me vais a perdonar que quiera crear un poco de polémica respecto a la traducción, tema en el que normalmente no nos detenemos en este blog por motivos que explicamos aquí—, pero es que toda traducción, por mucha fidelidad que jure guardar al original, es una versión, una recreación, inevitablemente tamizada por la interpretación del traductor. (Y no digo que esto sea en sí mismo algo negativo, ¿eh?, ojo: todo lector interpreta, y el traductor es ante todo lector). Así, también podríamos decir que toda traducción es a su vez un original nuevo.
Por eso, y aquí es donde quería llegar con esta reflexión, la recepción de un autor que para el lector sea extranjero depende innegablemente de la traducción que maneje. En traducción literaria, la línea entre interpretación inevitable y traición indeseable es muy difusa. Cuándo determinado rasgo lingüístico es simplemente una característica del idioma de partida que no se debe mantener en el de llegada, y cuándo es un rasgo distintivo del autor; cuándo una repetición es lo suficientemente significativa como para conservarla, y cuando es preferible utilizar sinónimos son solo dos de las cuestiones a las que se enfrenta el traductor literario. Cada profesional adoptará soluciones diferentes pero igualmente válidas en muchos casos.
Ahora bien, por ejemplo en poesía todo se vuelve más complicado, y a menudo al traductor no le queda más remedio que pasarse por el forro el código deontológico de la fidelidad, término necesariamente elástico a la hora de traducir un género como este. La poesía es el más claro ejemplo de traducción como recreación, y las consecuencias para el lector son brutales, para bien o para mal. Un ejemplo personal, en este caso para mal: hace poco me hice con una edición bilingüe de una poeta estadounidense maravillosa y comprobé que el «espíritu» —llamémoslo así— de la escritora había sido completamente tergiversado en la versión española. Para que nos entendamos: creí estar leyendo a Góngora cuando la traducción debía asemejarse más a Lorca (aparte de muchos otros detalles en los que no me voy a parar). Un amigo mío, voraz lector de poesía y poeta él mismo, me confesó que la autora en cuestión siempre lo había dejado frío. Pues ¿sabéis qué? Él había leído aquella misma traducción.
Después de estas reflexiones, que son mías y no necesariamente las de ningún otro miembro de ULAD, os invito a que compartáis con nosotros vuestras opiniones y experiencias con la lectura de traducciones. ¡Los comentarios son vuestros!