lunes, 7 de agosto de 2023

Rodrigo Cortés: Verbolario

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración: Decepcionante


Veo un librito raro y me llama la atención, supongo que de eso se trata: formato pequeño, tapas duras, cubierta de aspecto antiguo, impostado pero bonito, como posmoderno. Hojeando un poco, parece una especie de diccionario, un juego de esos de buscarle las vueltas a las palabras o los sonidos, algo que podría sonar a Perec, tal vez. Madre mía, menuda intuición.

No, no era Perec, sino Rodrigo Cortés, un señor que resulta ser varias cosas algo heterogéneas, por ejemplo director de cine, entre cuyas películas solo conozco Buried (Enterrado), que por cierto me gustó bastante. Y colaborador (y reseñista, ups) en ABC, donde publica precisamente las píldoras que han constituido este libro. Como no leo el ABC tengo que suponer que de manera periódica, no sé si diaria, sale a la luz alguna de las definiciones satíricas que Cortés elabora sobre palabras usuales. Un espacio regular como la tira cómica, el faldón de las páginas económicas o el obituario, cosas así. Porque efectivamente, lo que tenemos entre manos es un pequeño diccionario sarcástico donde sacar punta a todo lo que se tercie, para entretener, exhibir el ingenio o quizá hacer pensar.

Si no recuerdo mal (lo cuenta en la introducción) son como mil quinientas entradas, de manera que, para empezar, quizá no es muy buena idea leerlo de un tirón, seguramente el formato más lógico es precisamente el de la viñeta diaria, un par de sorbos para pararse un momento e improvisar una sonrisa, o una pequeña reflexión. 

Pero ya puestos, la lectura completa lo que sí facilita es una perspectiva sobre el tono que muestra el autor, y la panorámica nos ofrece un cierto tufillo reaccionario que no solo se advierte en los términos más propensos (Hacienda, Liberalismo, Revolucionario) sino en aspectos de tipo más social y humano (esa dicotomía entre Hijo e Hija), o en una especie de moralina liberal-conservadora que recorre casi todo el libro. Se diría que los humanos somos siempre hipócritas, débiles, perezosos, cobardes, egoístas, nada hay de aprovechable porque las virtudes no son más que disfraces de los vicios, el engaño (y autoengaño) preside nuestro día a día, y no digamos cuando nos aproximamos a la política o a los gobernantes, siempre perniciosos, falsos, aprovechados de la estupidez de la masa. Me resisto a poner ejemplos porque no se trata de rebatir o discutir con el autor, estamos valorando un libro, y punto.

Naturalmente, como en todos estos formatos, se trata de poner en primer plano el ingenio (aunque Ingenio se defina como Desesperación (¿) y Facultad cultivada por quien carece de habilidades concretas), jugar a veces con los sonidos y buscar siempre la lectura insólita, la vuelta de tuerca al concepto, lo que en bastantes ocasiones, creo que demasiadas, deriva en un simple sorprender con el antónimo. Quizá es que la muestra es excesivamente grande, y así resulta complicado mantener el pulso de la originalidad y la idea punzante sin repeticiones o zonas grises. Realmente, bastante mérito tiene el autor con haber completado semejante colección como para exigirle mayor brillantez, y aun así no voy a negar que hay momentos de finura y gracia bastante apreciables.

De todas formas, confieso que estas cosas (greguerías, humoradas, aforismos, ocurrencias) no me gustan, y menos acumuladas en cantidad tan ingente. Así que en mi opinión lo más notable del libro son las ilustraciones, cuidadas y pertinentes, con el aire decimonónico de la cubierta. Y, para que el lector se haga una idea, me voy a permitir reproducir unos poquitos ejemplos, ni los mejores ni los peores, tomados al azar y ordenados de forma (casi) aleatoria:

Urgencia: Prisa debatible // 2. Apetencia inmediata

Látigo: Refuerzo argumental muy popular entre las personas que llevan botas

Ascensorista: Oficio que, en bancos y hoteles, presenta hoy más bajos que altos

Desliz: Desacierto que alcanza su punto de saturación

Reconoceré finalmente que la segunda definición de Decepción coincide del todo con la sensación que el libro me transmitió prácticamente sin más que abrirlo: Confirmación de un presentimiento.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido en esencia con el texto de la reseña.

Son cosas que pasan, estirar tanto el chicle hace que hasta gente brillante, como el autor, desnaturalice (para peor) algo que casa perfectamente, por separado y en las dosis justas, con el buen periodismo (viñeta, gracieta, reflexión, etc.) hasta desnudarlo y convertirlo, con esta recopilación, en una amalgama rancia con ínfulas de brillantez (que curiosamente encaja, aquí sí, como un guante en en la línea editorial del periódico en cuestión).

Una pena - quiero suponer - que la gran mayoría de los lectores del diccionario no hayan disfrutado de cada píldora ojeando el ABC en la barra de un bar sevillano o en el sofá de su abuelo...

La pretendida altura como literato del firmante del diccionario (lo he leído, más bien rebuscado, en alguna de sus varias publicaciones) está muy por debajo de sus probadas y felicísimas dotes en el mundo audiovisual, te gusten más o menos sus películas (no me disgustan, dicho queda).

El ingenio es una cosa y la buena literatura es otra bien distinta. Hace falta muchísimo más.

También es cierto que, conociendo al autor, estoy seguro de que él es plenamente consciente de que el saberse no dotado de brillantez literaria nunca ha impedido publicar. Entretener ya es bastante y eso él sí que lo consigue.

Lector dijo...

Soy un habitual de este blog y felicito a todos los que participan en él pues, estés de acuerdo o no con el comentario del libro en cuestión, siempre son opiniones meditadas y argumentadas.
Yo acostumbro venir a leer la opinión de los libros que leo y, de paso, sacar más de ese libro de lo que yo he podido.
Me ha sorprendido esta crítica, tanto de Carlos Andia como del único comentario que hay antes del mío, pues si ambos coinciden en que no es un libro que se pueda leer como uno de narrativa, el haberlo hecho, quizá, es lo que les ha podido hartar de tanta definición que, si no recuerdo mal, son dos mil quinientas.
Yo opté por leer una página al día y pude paladear sus diez o doce definiciones y, aunque no todas me gustaron, sí que sonreí y pude apreciar el ingenio, que es de lo que se trata en un libro de estas características.
Una de las definiciones que más me gustaron, y con esto acabo, es la siguiente:

Zozobra, f. Agitación del alma que sobreviene en las embarcaciones inestables.

Carlos Andia dijo...

Pues efectivamente, amigo Lector, leer este libro (u otros similares) del tirón no es desde luego la mejor idea. Pero aun reconociendo este obstáculo tengo que reafirmarme en que hay muy poco aprovechable entre esa maraña de ocurrencias, así que coincido con la opinión del primer comentarista, al que debo una disculpa por no haberle contestado.

Con todo, sinceramente me estremezco de pensar en tener este libro en la mesilla durante seis u ocho meses para digerirlo en esas pequeñas píldoras.