jueves, 4 de diciembre de 2025

Semana de la poesía: Senda hacia tierras hondas de Matsuo Bashō

Idioma original: Japonés

Título original: Oku no Hozomichi (奥の細道)

Traducción: Antonio Cabezas

Año de publicación: 1702

Valoración: Muy recomendable (Imprescindible para interesados)

A más de 300 años de su muerte, Bashō sigue siendo el principal exponente del haiku (incluso considerado por muchos expertos como el creador del haiku moderno). Su figura condensa, casi en un solo cuerpo, la tradición y la ruptura: el poeta que camina, observa, destila el mundo en tres versos y, al mismo tiempo, redefine lo que puede ser un poema breve.

Para los poco enterados, conviene recordar qué entendemos por haiku. Además de la métrica (5-7-5), tradicionalmente el poema debe aludir a una estación del año, o a un elemento de la naturaleza asociado a ella. He aquí un bonito ejemplo del propio Bashō:

桃の木の
その葉散らすな
秋の風

Que las hojas del melocotonero 
no se dispersen,
viento de otoño.

En apenas unas sílabas, el poema condensa una escena mínima (un árbol, unas hojas a punto de caer, una ráfaga de viento) y la carga de una súplica inútil, casi infantil, frente al avance inevitable de la estación. Ese es uno de los grandes hallazgos del haiku clásico: la emoción se sugiere a través de un detalle concreto.

Si bien esta es la regla del haiku tradicional, el haiku moderno tiende más a la sutileza o, directamente, a evitar el tema explícito de las estaciones:

カップ麺
ひとつじゃ足りぬ
長き夜

Una sopa instantánea
no me es suficiente.
Larga la noche.

Aquí no aparece la palabra “invierno”, pero se alude a las noches largas y frías propias de la estación. La escena cotidiana sustituye al tópico estacional. En esa misma línea, otro haiku podría aludir al contraste entre la vida cotidiana y a otro aspecto menos amable de esas noches, donde los incendios son más prevalentes:

わが女 
髪を潰して
火事匂う

Mi esposa 
se plancha el cabello.
Olor a incendio.

Leer los poemas de esta manera puede ser entretenido, pero quizá lo que más me guste de Senda hacia tierras hondas es que, más que una antología de poemas, es en realidad una crónica de viaje. Todos los textos están embebidos en el contexto de las impresiones de Bashō a medida que recorre el territorio de Japón desde Edo (la actual Tokio) hacia el norte profundo. El haiku deja de ser una pieza aislada y pasa a ser una suerte de cristalización súbita dentro de una prosa en movimiento. Anota paisajes, encuentros, posadas, templos, ruinas, personajes más o menos anónimos y, de pronto, una imagen se condensa en haiku. La idea es que el lector asista, casi en directo, al momento en que la experiencia se vuelve forma.

Además del contenido del libro, el contexto de la escritura me parece particularmente interesante. Bashō emprende su recorrido con cierto pesar, más como obligación que con la excitación de un viaje de placer. Parte a sabiendas de la posibilidad de morir en el trayecto, con una mezcla de desapego y fatalismo. Sin embargo, su labor de poeta necesitaba nuevas experiencias e imágenes con las cuales trabajar. Hay algo paradójico en su peregrinación: Bashō viaja para buscar algo que ya ha leído. Intenta replicar las rutas de antiguos poetas itinerantes, visitar los mismos lugares que ellos cantaron siglos antes. Lo que para nosotros es exotismo o turismo literario, para él es una forma de fidelidad: caminar donde caminaron sus maestros, mirar lo que ellos miraron y, al mismo tiempo, aceptar que el paisaje ya es otro, que el tiempo ha pasado también por los lugares.

Para cualquier interesado en la poesía japonesa, este es un libro necesario. Abordar los haikus dentro de su contexto ayuda mucho a entender las imágenes que se nos presentan, los silencios, las alusiones históricas o religiosas que a veces se nos escapan. Y si se tiene la fortuna de haber visto esos paisajes (aunque después de siglos hayan cambiado radicalmente) la lectura adquiere una capa extra de resonancia: el palacio de Nikkō (ese “templo de luz”) bajo la lluvia, el cambio de color de las hojas en otoño en los montes de Yamagata, la costa áspera donde el mar se estrella contra los riscos de Kanazawa...

Aquí algunos de los poemas incluidos en el libro, que dan una buena idea de ese cruce entre viaje, memoria y contemplación:


















Un mar bravío.
Y, tensa sobre Sado,
la Vía Láctea.


















Hierbas de estío:
ruinas son de sueños
de paladines.


















No lo abatieron
ni las lluvias de mayo.
¡Templo de luz!



















La deutzia en flor
me recuerda las canas
de Kanefusa.

Oku no Hosomichi es, al mismo tiempo, diario, poema y mapa emocional. Como crónica de viaje, permite asomarse a un Japón ya desaparecido; como libro de poemas, muestra al haiku en uno de sus momentos más altos, todavía anclado a las estaciones, pero ya cargado de una mirada profundamente personal.

La traducción de Antonio Cabezas hace el texto accesible al lector hispanohablante sin traicionar del todo esa sobriedad original, y eso no es poca cosa (aunque en ciertas partes me inclino más por las traducciones de Octavio Paz).

Senda hacia tierras hondas es imprescindible para quien tenga curiosidad por la poesía japonesa, por el haiku más allá de la cita suelta, o por la literatura de viajes que no busca destinos fotogénicos, sino momentos de atención radical. Un libro para leer despacio y que invita a mirar de otra manera los paisajes que nos rodean.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Semana de la Poesía: Paisaje con grano de arena de Wisława Szymborska


Idioma original: polaco

Título original: Widok z ziarnkiem piasku

Año de publicación: en diversos volúmenes, entre 1957 y 1993. Como antología, 1995.

Traducción: Jerzy Sławomirski y Ana María Moix

Valoración: muy recomendable (por no decir imprescindible)

Primera antología -de cien poemas- publicada en castellano de la poeta (lo de "poetisa" ya no se lleva, me parece) polaca Wisława Szymborska, que recibiría el premio Nobel al año siguiente, en 1996. Esto, lo del premio, no tendría demasiada importancia aparte de que, hasta donde yo sé, todo el mundo coincide en que esa vez estuvo muy bien concedido... Como cabe deducir, los libros de los que se han extraído los poemas para esta selección son anteriores a la obtención del premio y en concreto se trata de Llamando al Yeti (1957), Sal (1962), ¡Qué monada! (1967), Acaso (1972), El gran número (1976), Hombres en el puente (1986) y Fin y principio (1993). Como en este blog ya han sido reseñados otros tres libros de poemas de esta autora, posteriores a esta fecha, creo que podemos considerar que, en conjunto, estamos mostrando un panorama suficientemente completo de su obra.

Imposible innovar a estas alturas sobre la maravilla que es la poesía de esta autora (si cesta reseña consigue, en todo caso, descubrírsela a quien no la conozca, me doy por más que satisfecho); en todas las críticas, reseñas y semblanzas que leáis sobre ella se destacan ciertos aspectos de su obra que no puedo sino corroborar: la atención a las pequeñas cosas -incluso humildes-: una piedra, un escarabajo muerto, una cebolla, una gota de lluvia, el prospecto de un medicamento... a los acontecimientos colaterales de aquéllos que se suele tener más en cuenta o a aspectos insólitos de la realidad -o la irrealidad- en los que no solemos pensar; el destino final de un currículum, lo que se dice en un entierro; lo que piensa un gato cuando muere su dueño, los milagros corrientes de cada día... También, que se centra en el individuo/a como eje de la experiencia con la que apreciar el mundo, pero no con una perspectiva egoísta o egocéntrica, sino profundamente humanista, como en Fin y principio o La realidad exige -sobre quien paga las consecuencias de las guerras-, o las más metafísicas Nada es regalo, Una versión de los acontecimientos, Es una gran suerte...  Por último, el rasgo más distintivo de la obra de esta gran poeta: la ironía -y el humor en su más amplia acepción-, que impregna toda su poesía, desde los poemas donde se aprecia más claramente, como en Primera fotografía de Hitler -huelga cualquier explicación-, la superpoblación del Hades en A orillas del Estigio, el gusto de los ángeles en Gags o la sorprendente Thomas Mann hasta otros en que aparece de forma más sutil (casi todas). En fin, cualquiera de los poemas recogidos en esta antología puede ser leído bajo alguna de estos prismas y todos denotan una calidad sobresaliente, aunque yo, personalmente, prefiero los escritos a partir de 1973, los que aparecen en Acaso, El gran número, Hombres en el puente y Fin y principio.

En todo caso, no es Szymborska una poeta hermética, cuyas crípticas metáforas haga falta descifrar al cabo de un aprendizaje iniciático. Al contrario y quizás ésta sea su mayor cualidad, resulta de una tremenda cercanía, de forma que si alguna de sus imágenes o referencias no nos resulta entendible, es simplemente porque no conocemos la referencia, ya sea ésta un cuadro de Brueghel o de Hiroshige Utagawa o algún escritor polaco del que por aquí no tenemos mucha idea (pero en Polonia, obviamente, sí). Su lírica, incluso en los casos en que prima la forma sobre el contenido, que también podemos encontrar alguno, se nos presenta como algo familiar, natural, reconocible como reflejo de nuestra propia experiencia y, sobre todo, de una gracia y una belleza cautivadoras. Lo mejor, sin embargo, es que os decidáis a leerla, quien no lo hay hecho antes y lo comprobéis por vosotros/as mismas.

Para finalizar la reseña, permitidme que transcriba algunos fragmentos de un poema de doña Wisława titulado El odio, que, en verdad, no es el mejor de los suyos, pero sí parece hecho ex profeso para los tiempos que vivimos (igual que lo estaba para 1993, cuando se publicó):

                                          Ved cuán activo está

                                                    y qué bien se conserva

                                                    el odio en nuestro siglo. 

                                                    Con qué ligereza salva obstáculos,

                                                    y qué fácil le resulta saltar sobre su

                                                    presa...

                                                    No es como los otros sentimientos.

                                                    Más viejo y, a la vez, más joven.

                                                    Por sí mismo genera la causa

                                                    de su despertar a la vida.

                                                    Duerme a veces, pero jamás con un

                                                    sueño eterno.

                                                    Y el insomnio no le resta fuerzas, se las

                                                    da.

                                                    (...)

                                                    ¡Qué anemia y apatía 

                                                    la de los otros sentimientos!

                                                    ¿Desde cuándo la fraternidad 

                                                    arrastra multitudes?

                                                    ¿Ha llegado alguna vez la compasión

                                                     primera a la meta?

                                                    ¿A cuántos voluntarios seduce la duda?

                                                    El odio sí seduce, ¡y cómo!, es perro

                                                    viejo.

                                                    (...)

                                                    Siempre dispuesto a nuevas tareas.

                                                    Si es necesario esperar, espera.

                                                    Dicen que es ciego. ¿Ciego?

                                                    Tiene los ojos de lince del francotirador

                                                    y mira el futuro con denuedo.

                                                    Él, sólo él.


Más libros de la gran Wisława Szymborska reseñados en este incomparable blog: Dos puntosAquíHasta aquíCorreo literario

martes, 2 de diciembre de 2025

Semana de la poesía: 101 + 19 = 120 poemas de Ángel González

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2000

Valoración: Recomendable

101 + 19 = 120 poemas es una antología, publicada por Visor allá por el año 2000, en la que se recoge una muestra de los 10 poemarios publicados hasta ese momento por el ovetense Ángel González, a los que se añaden una serie de poemas inéditos, algunos de los cuales, por cierto, verían la luz en forma de libro años después. 

Lo anterior supone, por tanto, un recorrido simplificado a través de más de 40 años y hace que esta reseña y la valoración que la encabeza sean, a su vez, la simplificación de una simplificación, pero allá vamos y que sea lo que Dios quiera.

Perteneciente a la generación del 50, Ángel González se caracteriza por el empleo de un lenguaje cercano a lo coloquial, por el tono conversacional e irónico y por situar sus poemas a medio camino entre la experiencia personal y la experiencia colectiva. Entre los temas que predominan en su obra cabe citar los "problemas metafísico - existenciales", las reflexiones sobre la poesía y sus mecanismos, lo político - social, el amor o el paso del tiempo.

En su primera etapa (desde Áspero mundo (1956) hasta Tratado de urbanismo (1967)), en la que se observa una clara vinculación con otros poetas de su quinta o ligeramente más mayores, como Blas de Otero, ocupan un lugar central los temas existenciales y políticos, si bien en ellos asoman ya el humor y las "torceduras" de la realidad (un ejemplo se puede observar en Ayer). Es la de esta época una poesía de la derrota y de esperanza oscura en la que el existencialismo de corte más individual da paso progresivamente a preocupaciones políticas y sociales.

Personalmente, esta es la etapa que más me interesa del autor, por la potencia y la fuerza de su imaginería, por su mayor conexión con inquietudes y preocupaciones atemporales, así como por una mayor musicalidad general en los poemas.

En la segunda etapa (desde Breves acotaciones... (1969) hasta Deixis en fantasma (1992)), ganan peso las rupturas de la lógica, la ironía y los motivos más "anecdóticos", hasta el punto de acercarse en ocasiones a lo meramente aforístico. Unido a esto, el paso del tiempo y la melancolía y el desencanto cobran mayor protagonismo, en especial en Muestra corregida... (1976). En este sentido, es revelador el poema Contra-orden (Poética por la que me pronuncio ciertos días), en el que dice...

(...)
Aquí esta permitido
fijar carteles, 
tirar escombros, hacer aguas
y escribir frases como

Marica el que lo lea,
Amo a Irma
Muera el ... (silencio)
Arena gratis,
Asesinos,
etcétera

Esto es un poema.
Mantén sucia la estrofa.
Escupe dentro.
(...)

Parece observarse, así, una desacralización de la poesía, en lo formal y en lo temático. Los poemas se vuelven prosemas y las piernas de una mujer, por poner solo un ejemplo, pueden ser su "leit motiv". No sé cómo lo veréis vosotros, pero yo me quedo con el Ángel González más cercano a lo clásico, el que delimita de forma más clara las fronteras. Vaya, que prefiero ese lenguaje más "elaborado", más "profundo", musical o rítmico, con mayor potencia en las imágenes, etc de la primera época. 

Y aunque, como he dicho, personalmente esta segunda etapa de la poesía del ovetense me parece bastante más floja, es innegable que Ángel González es uno de los poetas españoles más representativos de la segunda mitad del siglo XX. Además, como dice el refrán... "algo tendrá el agua cuando la bendicen". Por algo será que a Ángel González le dieron el Príncipe de Asturias de las Letras en 1985 o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1996, ¿no?

lunes, 1 de diciembre de 2025

Semana de la poesía: Amor y pan de Paula Melchor

Idioma original: 
español
Año de publicación: 2022
Valoración: Muy recomendable
 
Antes de hablar del (precioso) libro de Paula Melchor, dejadme contaros una historia.
 
En ULAD no reseñamos mucha poesía; eso es algo obvio para cualquiera que nos acompañe con alguna regularidad. Así que hace un par de años nos dijimos: ¿y si hacemos una "semana de la poesía"? Quien más se involucró con la idea fue nuestro añorado colega Emilio; enviamos unos cuantos emails a poetas españoles, para sugerirles que colaborasen con una reseña de un libro de poesía, recibimos unas cuantas respuestas simpáticas... y luego, infelizmente, pasó lo que pasó: Emilio nos dejó y la idea de la Semana de la Poesía quedó aparcada... 
 
La historia tiene aún una segunda parte. Entre las respuestas que recebimos, la más simpática y generosa fue sin duda la de Juan F. Rivero, autor entre otras obras como Canícula, Las hogueras azules Raiz Dulce. Él no se animó a enviar una reseña pero, en cambio, me envió una docena (o más) de recomendaciones de poemarios españoles recientes; me los compré (casi) todos, y poco a poco los he ido leyendo desde entonces, conectando más con unos que con otros, pero reconociendo en ellos poéticas muy diversas e interesantes.
 
Uno de los libros de aquella lista era Amor y pan de Paula Melchor, que por aquel entonces acababa de ganar el Premio de Poesía Letraversal, y que fue, sin duda, de entre los poemarios que leí, el que más me impactó y me conmovió. Porque es un poemario lleno de sensibilidad, de ternura, de inteligencia, de belleza, a través de un lenguaje claro, transparente, casi conversacional en ciertos momentos, con un espíritu narrativo que huye de artificios innecesarios pero que tampoco cae en el prosaísmo de cierta poesía instagrammer
 
El título del libro (Amor y pan. Notas sobre el hambre) no engaña en absoluto; porque esos son los dos temas que dominan todo el libro: el amor, entendido fundamentalmente como una relación sentimental con un innominado "novio" (o quizás sean varios a lo largo del libro, poco importa), aunque también con el amor familiar, fundamentalmente a la madre; y el pan, el hambre, la comida, los lazos afectivos, culturales y físicos que se trenzan alrededor del acto de compartir el pan y la sal. (El libro incluye de hecho una receta manuscrita de "papas a lo pobre" para amigos y amantes...). También se construye en estas páginas un espacio, un pueblo (también innominado) que contrasta con una ciudad lejana, grande, "moderna", pero en la que también se es más proclive a la soledad y a la nostalgia.
 
Siguiendo esta combinación de temas, el libro se estructura en cuatro partes, correspondientes al "Desayuno", "Almuerzo", "Merienda" y "Cena", que a su vez vienen a corresponder, aproximadamente (aunque no de una forma que resulte excesivamente obvia o programática) a las fases de una relación amorosa. El tercer vértice de este triángulo, junto con el amor y el pan, es, claro, la poesía, el lenguaje, como expresa el primer poema del propio libro: Es importante el pan. // Las palabras están hechas / 

de pan y jengibre. 

El pan, metáfora omnipresente en esta primera sección, simboliza también los cuerpos, metáfora tal vez de origen religioso, aunque no solo (Ahora mi cuerpo / tiene que ser el pan). Por otra parte, las "conversaciones después del desayuno" parecen introducir ya una cierta disonancia, dentro de aquella tradición poética de la "albada" o "alborada" en la que la llegada del nuevo día significa la separación de los amantes: Me gustaría darle la oportunidad a nuestro / amor de acabarse por cansancio, pero te tienes que marchar.

La sección del almuerzo parece continuar esta idea de fracaso o ruptura, con un retorno a casa que es al mismo tiempo un espacio físico y simbólico (el pueblo, la familia, la infancia). 
Volver a casa sola volver

a casa arrastrando los pies

como una gata arrastrando

el lomo por el sol.

En esta sección gana peso, de hecho, la figura protectora y primordial de la madre, que parece surgir para lamer las heridas de la voz poética (también las que le inflige ese "topo interior" qua la consume, sobre todo en los momentos de soledad); una madre que es interlocutora y consejera, refugio y sustento, pero que también aparece, en algunos momentos del poemario, se siente lejana y ausente, una lejanía próxima (o idéntica quizás) a la muerte: El ombligo por el que una vez chupé la comida del cuerpo de mi madre es ahora la fosa en la que se pudre mi madre. Dos poemas consecutivos ("Le explicas a tu madre la relación con tu nuevo novio" y "Le explicas a tu madre la ruptura con tu nuevo novio") parecen condensar los temas y las dinámicas de esta sección, y del libro: esperanza, distancia, ternura, separación.
 
La sección titulada "Merienda" parece ser, como su título podría sugerir, un interludio reflexivo, en que la poeta habla alternativamente consigo misma, con su madre, con su novio, a veces quizás con varios interlocutores a la vez. En esta sección se encuentran algunos poemas más largos y abstractos del libro, aquellos que más huyen de las referencias concretas y materiales, como "Los fantasmas", aunque la recurrencia de metáforas naturales y físicas (el fruto, el cuerpo, la boca) parece introducirse incluso en los poemas más filosóficos, aunque sea a través de un muy carnal dolor de pies. Así se dice, en las "Instrucciones del hambre":
Sobre el fruto: la boca lo reconoce en el latir. Puede estar tras el pulmón o podría esconderse debajo de la piel de las manos y la boca lo buscaría siguiendo su latido. La boca se arrastraría recorrería el cuerpo todas las pieles y mordería la carne entera escarbando en busca de su fruto oculto. 
La sección final, "La cena", cierra y al mismo tiempo abre el ciclo: podría leerse como la antesala del desayuno inicial, como el momento de encuentro de los amantes y de la abertura de lo nuevo (de hecho el último verso del libro, antes de un poema "Para F.", es "¿Qué desayunaremos mañana?"). Y en otro de los poemas de la sección se lee:
Ahora que está oscuro y,
enredados en el sofá,
yo podría ser cualquier otra mi mano
podría ser otra mano
puedo cambiar la respiración
a una respiración cualquiera y el ruido de mi estómago es
        [lo único que me da nombre

quédate esta noche y prepararemos la cena 
Por otra parte, en esta última sección del libro es donde más explícita se hace la identificación de lenguaje (poesía) y alimento: empleando el lenguaje y las fórmulas de las recetas de cocina, el texto nos guía hacia la construcción de un poema que, a su vez, y como contrapunto, está íntimamente relacionado con la formulación del hambre, con su disección; un hambre que (creo que ya es evidente a estas alturas) no se refiere solo a las ganas de comer.
 
Voy acabando.
 
Hace poco leí una entrevista a un poeta (no importa quién, no se trata de eso) que decía que "la sentimentalidad es el porno de la literatura". Probablemente hace años hubiera estado de acuerdo con él; ahora mismo, no podría estar más en desacuerdo. Como dije en la reseña de El viaje de Estíbaliz Madrazo hay de hecho una equiparación de lo sentimental, de lo emotivo, de la ternura, con lo cursi, con lo ingenuo - y por supuesto, con lo femenino. Muchos (y aquí el masculino no es necesariamente genérico) hemos sido educados para adoptar una actitud distanciada, elevada, cool. Paula Melchor opta por lo opuesto: por la vulnerabilidad, la claridad, sensible; con un toque algo ingenuo y hasta infantil en determinados momentos, no como pequeños deslices o fallos que haya que perdonar, sino como una parte integrante y consciente de su poética. El resultado es un libro precioso, delicado, conmovedor, y muy inteligente en su construcción y en sus temas.
 
Paula Melchor acaba de publicar un nuevo libro recientemente, Conjuro. Valdrá la pena, sin duda, hacerse con él... 

domingo, 30 de noviembre de 2025

Sergi Moyano Hurtado: Operación Apolo

Idioma: español

Año de publicación: 2025

Valoración: muy recomendable 

Lo confieso: ¿me propuse leer este libro sólo por lo mucho que me moló su cubierta? Pues sí, no me escondo (pero es que miradla: no me digáis que no es una genialidad conceptual. Se entiende todo el libro de un vistazo... aparte de llamar la atención, que es de lo que se trata). A ver, también el tema me interesaba, lo reconozco, pero dudo que me hubiese planteado leer de inmediato el libro si hubiese venido envuelto de otra manera; probablemente lo habría dejado en el tsundoku hasta tener tiempo de echarle un vistazo (que no hubiera sucedido nunca).

Dicho esto, la decisión de leerlo ha resultado realmente satisfactoria. El libro, que en principio no es sino una crónica periodística sobre un suceso ocurrido hace más de cuatro décadas, se lee, además, como un thriller policíaco y político, amén del retrato de una época y unas circunstancias  que nos pueden parecer ya lejanas, pero, a la vez, indefectiblemente cercanas. O viceversa... Ahora bien, ¿de qué va, ya con más concreción? El subtítulo del libro lo explica a la perfección: De cómo ETA secuestro al rey de los helados (suena un poco a una exploitation de la peli de Willy Wonka, lo sé); es decir, y para ser más exactos, de cómo ETA político-militar secuestró en enero de 1981 al empresario valenciano Luis Suñer, propietario, entre otras cosas, de la fábrica de helados Avidesa, marca hoy desaparecida, pero que quizá nuestros lectores/as de mediana edad (aunque jóvenes de espíritu) recordarán con cariño. Tres meses le tuvo retenido un insólito comando valenciano de ETA-pm  -o medio valenciano, en todo caso-, para al cabo liberarlo tras cobrar un rescate de más de trescientos millones de pesetas de la época -los que llamaron "suñerdólares"-; con ellos se financió la disolución de esta banda armada (continuaría la llamada ETA militar, aclaro a quienes nos lean fuera de España), amén de alguna otra y sorprendente inversión, que conocerá quien lea el libro. 

La historia resulta pinturera no sólo por los sorprendentes elementos del caso, sino por el carácter o idiosincrasia de sus protagonistas. Por la parte de sus secuestradores, ya digo que se trataba de un comando medio valenciano, aunque sería más preciso decir medio valenciano-madrileño -además de medio vasco, como es de suponer-, pero es que el secuestrado, Luis Suñer, también era un personaje peculiar: se trataba de un empresario de gran éxito hecho a sí mismo (pero de verdad, no como los que ahora presumen de ello), de cuyas empresas dependía buena parte de la economía de la ciudad de Alzira, donde era considerado no ya un prohombre o un benefactor, sino una especie de padre o de padrino... Este tipo de empresariado paternalista, que se preocupaba ,a demás deganar de dinero, del bienestar de sus trabajadores -siempre que no se atreviesen a llevarle la contraria, claro- era bastante propio o, al menos promocionado, en la época franquista y era algo bastante típico, creo, en el País Valenciano. Sobre Suñer, particularmente, basta decir que era un empresario que presumía de ser el que más impuestos pagaba en España -y, de hecho, colaboraba con campañas publicitarias del Ministerio de Hacienda-, que lo mismo financiaba las fallas de su localidad que prometía enviarles helados a la cárcel a sus secuestradores. 

Así, el libro, y sin olvidar en ningún momento la tragedia que supuso el terrorismo de ETA en aquellos años y posteriores -más allá de este secuestro y otros secuestros, se nos recuerda tanto la comisión de atentados con víctimas indefensas como las torturas cometidas por las fuerzas de seguridad para combatirla-, transita entre, como he comentado, el reportaje extenso y el thriller, pero sin poder evitar algunos momentos, si no abiertamente humorísticos, digamos que "berlanguianos" (qué otro adjetivo poner, si no...). No obstante, sobre todo, resulta un libro de lo más entretenido y absorbente, que se lee en un suspiro, pero que, al mismo tiempo, hace gala de un rigor del que ya podrían aprender muchos periodistas o ensayistas de más renombre. A partir de una circunstancia casual, como fue el conocimiento de uno de los secuestradores, nunca detenido y ni siquiera identificado, Sergi Moyano llevó a cabo una gran labor de investigación, no sólo por medio del expediente del caso  de la hemeroteca de la época, sino entrevistándose con todos los personajes que se vieron involucrados de alguna manera que pudo. Y, además, lo que me resulta más asombroso teniendo en cuenta que se trata de un periodista muy joven, sabiendo transmitir el latido de aquellos años convulsos y la humanidad de quienes los vivieron. El resultado es, en mi opinión, uno de los mejores libros publicados este año, cuando menos es la categoría de no ficción. Aunque, vuelvo a insistir, como narración no tiene desperdicio.  Menos aún que la cubierta...

sábado, 29 de noviembre de 2025

Joan S. Luna - J. De Montfort (Editores): C. Tangana - Del rap crudo a la alfombra roja

 


Idioma original: español

Año de publicación: 2025

Valoración: recomendable / imprescindible para interesados

Quizás la cosa se reduzca a algo tan binario como dirimir si la figura de C. Tangana merece o no respeto en el entorno elitista y poco dao a perdonar deslices que viene a llamarse la crítica. Sí: aquellos que pueden determinar que no ser nada cool puede ser lo más cool y viceversa. Aquellos que te ensalzan por logros insignificantes y te machacan si perciben que lo intentas demasiado. Afortunadamente, hablamos de un libro sobre un músico que publica discos, no de discos en sí: ahí el mínimo desliz te precipita al ostracismo. Pero, hablando de literatura, quizás porque el perfil del lector promedio sea menos caprichoso, más reflexivo que el oyente promedio. 

Es curioso que, en varios de los artículos incluidos sea el propio C. Tangana quien se vea, eln alguna década futura (golpe en la línea de flotación, cuando sea ya mayor) como escritor.

Pero el presente del cantante de los mil nombres (demasiados para mencionarlos, aquí le llamaremos C. Tangana) está asociado a la música, y este libro parece ser como una cuarta pieza, una prolongación (tras disco, gira y documental) del colosal éxito de su disco El Madrileño  (ese que les gustó a los boomer). O como una repercusión natural, una secuencia de ese proceso que se inició cuando interpretó Un veneno ante una cariacontecida audiencia de ingenuos asistentes a una gala de ese abyecto experimento anti-musical llamado Operación Triunfo. Cuestión que en no pocos artículos se considera un hito: el raperose nos vuelve sensible y sus canciones casi tienen estribillos.

Joan S. Luna y el inquieto José De Monfort recogen en este entretenido volumen desde las andanzas previas del cantante hasta su explosión comercial, hasta todas las reacciones (algunas a destiempo) posteriores. Aquí podemos dar la hipérbole por descontada, no en vano cuando uno pasa a integrar la iconografía pop (pop! gritos de horror) cualquier tonalidad gris queda descartada, desde la apreciación de su obra hasta los detalles más sórdidos han de contar con algún detalle, algún aspecto que llame la atención. Pero también ese ámbito queda equilibrado. Hablamos de un hombre, pasada la treintena, que ha estudiado una carrera de esas con poca salida. Que ha tenido trabajos de mierda, que ni se ha arrastrado por el fango ni ha disfrutado de privilegios de cuna hasta que ha logrado que el mundo (el público y la crítica) reconozcan su talento. Se habla de un músico que aún depende de si un eventual nuevo disco disfrute de una buena o mala acogida para confirmar su status de estrella local o incluso global.

Todos esos artículos de prensa de antes, de mientras, de después. Todas esas semblanzas acerca de personas que han andado por ahí, ese reguero de menciones a influyentes e influidos, a videos en Youtube, a las publicaciones que iban pasando, cada vez, menos desapercibidas. Todo está en este libro.

viernes, 28 de noviembre de 2025

Xavier Mas Craviotto: Animals inexpressius

Idioma original: catalán
Título original: Animals inexpressius
Traducción: sin traducción al castellano en el momento de publicar esta reseña
Año de publicación: 2025
Valoración: muy recomendable


Hay talentos que, ya de bien jóvenes, destacan por tener una sensibilidad especial a la hora de escribir, ya sea una novela, relatos cortos o poesía. Pero hay autores que justamente su paso por todas las disciplinas literarias (y especialmente la poesía) les otorga un valor adicional no siempre al alcance de todos. Porque es difícil destacar en cada una de esas facetas, pero Mas Craviotto lo consigue, pues este libro de relatos (su primer recopilatorio) se suma a los éxitos en clave de calidad literaria que consiguió con las novelas o sus poemas. Veamos lo que nos ofrece en esta antología.

El libro que nos ocupa nos presenta una recopilación de diez relatos, de duraciones entre las cincuenta páginas el más largo y catorce el más corto, escritos todos ellos en una misma época. Y, como en todo libro de relatos que se precie, todos ellos tienen algo en común, un hilo conductor que permite al lector hilvanar las diferentes historias para que, también en conjunto, tengan sentido, que a su manera se puedan entender como una continuación uno del otro, no ya a nivel argumental sino a nivel emocional, casi sensorial que los conecta de manera orgánica y natural. En este caso, el nexo común a todos ellos es la inercia, una inercia que empuja a los personajes a seguir con unas vidas que no perciben ya como propias, sometidas a una desconexión permanente ya sea de la pareja, del mundo, del futuro o incluso de su propia vida. Así, los personajes que protagonizan los relatos se ven arrastrados por una cotidianeidad de la que no saben cómo escapar, por unas expectativas que les empujan adelante sin ver (o pretendiendo no hacerlo) el abismo que se abre ante sus vidas; un abismo que sortean como pueden, empujando los días, uno a uno, intentando así salvar el escollo que les niega la felicidad, sin tener en cuenta que, en cada decisión, la cuerda que los sostiene es más débil, más fina, casi un hilillo en el que agarrarse justo antes de la caída final que no siempre se produce, aunque quizás paradójicamente sería esa su salvación.

Para no extenderme demasiado, no desgranaré cada uno de los relatos porque, además, con ello, hurtaría a los futuros lectores parte del encanto que tienen de manera intrínseca los relatos: la contundencia de esa ventana temporal que se abre in media res a una historia y que nos permite ser testigos por un corto espacio de tiempo de unas vidas que uno percibe más amplias de las que se nos refleja. Y es que, en parte, ese es uno de los puntos fuertes de las grandes narraciones en el genero de los cuentos: la capacidad del autor en dejarnos ver, a través de unas pocas páginas, unos personajes que por lo que se insinúa en el relato tienen vidas previas y posteriores al momento narrado, podemos intuir su pasado y su futuro fuera del cuento convirtiéndonos momentáneamente en testigos temporales de sus vivencias. A pesar de ello, sí diré que mis preferidos son el primero de ellos («La noche atrapada dentro del retrovisor») en la que el autor teje un relato duro, intenso, con una tensión palpable que se extiende como un manto a lo largo del relato. Una historia de vacíos, de silencios, pero sobre todo de una inercia que empuja a sus personajes hacia un abismo, cada uno el suyo, con su propio interminable fondo al que ni la oscuridad propia de los propios temores les hace apartarse de un borde que les tienta absorbiéndoles hacia un agujero existencial en sus vidas. También me ha parecido sublime el relato «El laberinto», sobre un niño prodigio, que conoce todas las banderas de los países del mundo, sus capitales y la forma de sus países. Un niño incomprendido por los padres porque ven que en su cerebro hay como una especie de laberinto donde se encuentra todo lo que recuerda y que, a diferencia de ellos que «sólo tenemos una calle», su hijo nació «con una ciudad en la cabeza». Un niño inteligente con unos ojos que «eran de alguien que había entendido la vida mucho mejor que los adultos. Alguien que había entendido el mundo y se aburría porque ya no había nada que hacer en el mundo, cuando lo has entendido». También resulta sobrecogedor el relato «El día que desapareció el Sol» o también triste y desesperanzador «El iceberg».

En esta recopilación, Mas Cravitto ha bordado un libro a través de un conjunto de textos enlazados, no solo simbólicamente sino también sutilmente a través de puntos de unión argumentales entre ellos, que desprenden violencia, alguna vez física, alguna vez psicológica pero siempre interior, por la frustración de no haber conseguido una vida mejor, por no haberse rebelado en los momentos en que la vida lo exigía o demandaba, por ser demasiado débil o demasiado fuerte, por una pérdida o por un exceso, por uno mismo o por los demás. Violencia contenida o explícita que rodea a sus personajes, así como lo hace también la desesperación o la tristeza, todas rodeadas en un abrazo letal que lo arrastra y los condena. No hay redención, no hay una brecha por lo que la luz pueda asomar y mostrar un nuevo camino, todos parecen perdidos y condenados a una vida que no quieren, pero de la que no consiguen encontrar escapatoria porque, tal y como dice el autor en uno de los cuentos, «es cabrona la inercia. Hace que dejes de entender cosas. Hace que dejes de entender las cosas porque antes ha hecho que dejes de hacerte preguntas. Dejas de preguntarte por qué haces lo que haces, qué sentido tiene todo lo que te envuelve. Entonces sí que estás muerto». Una muerte muy presente en los relatos, pues en uno de ellos afirma, sabiamente, que «las personas que amamos no se mueren solo una vez. Se mueren muchas veces. Cada vez que las recordamos vuelven a morirse. Una y otra vez. Infatigablemente. La muerte no se cansa nunca».

Para terminar, dijo el autor, en una charla en la que participé, que cuando empieza a escribir un nuevo texto no parte de un propósito sobre en qué campo situará el texto: deja que la idea le venga a la mente y luego busca qué cuerpo encaja mejor con la idea. Y, una vez leídas varias de sus obras, no me cabe duda de que todas ellas encajan como un guante, aunque no siempre de seda.

También de Xavier Mas Craviotto en ULAD: La mort lentaLa gran nàusea, La pell del món