Año de publicación: 1932
Valoración: Se deja leer
Los primeros nombres que me vinieron a la cabeza cuando surgió la idea de hacer una semana temática titulada “Ciudades de libro” fueron los “típicos”: París, Venecia, Nueva York, etc. Después de darle un par de vueltas, pensé que
sería mejor olvidarse un poco del “eurocentrismo” y dedicar mi entrada a alguna
ciudad latinomericana. La elección parecía clara: México DF o Buenos Aires, tradicionales capitales del libro en la región. Pero, casualmente, me encontré con este
curioso título, “Barranquilla 2132”, y no me pude resistir a su portada, que
vagamente recuerda a la del “Dookie” de Green Day, ni a su historia.
¡Y es que este fue, al parecer, uno de los primeros libros de
ciencia ficción de la literatura colombiana! Pero ciencia-ficción más o menos “pura”, no de
esa en la que a los niños les sale cola de puerco. Veamos...
Barranquilla, año 1932, una misteriosa explosión
(como muchas otras que están ocurriendo en diferentes lugares del mundo) que provoca el
derrumbe de un edificio y… ¡LA APARICIÓN DE UN ATAÚD DE PLOMO CON UN CADÁVER EN
PERFECTO ESTADO DE CONSERVACIÓN EN SU INTERIOR! Bien, pues el cadáver
corresponde al doctor Juan Francisco Rogers, quien en 1932 se sepultó
voluntariamente como parte de un experimento extraordinario: regresar a la vida
en una civilización futura. ¿Cómo? ¡¡¡Dejando una serie de instrucciones para que
los médicos del futuro lo revivieran!!! Vaya, que podría ser totalmente el punto de partida de una
película de la Hammer, pero NO!
Porque Osorio no crea una historia de zombis, asesinatos
misteriosos, etc. La Barranquilla de 2132 es una ciudad racional y materialista en la que sentimientos e ideas han sido prácticamente eliminados y Osorio opta por una especie de “ciencia ficción
moral”, al trasladar el foco de la historia a la sensación de extrañamiento
que, poco a poco, va invadiendo al protagonista. De ahí que más de la mitad del libro, de apenas 130 páginas,
se centre en el descubrimiento del mundo futuro por parte de Rogers y en su comparación
con el de la tercera década del siglo. Será solo en la parte final cuando gane importancia la trama
novelesca propiamente dicha.
Pero el libro no me termina de convencer. En el lado
positivo destacaría la comentada sensación de extrañamiento del protagonista, algunos de los “pronósticos”
de Osorio, como los efectos de la superpoblación, la caída del comunismo
soviético o la crítica de la democracia burguesa, y algunos de los descubrimientos de Rogers en esa Barranquilla de 2132, como los aviones movidos por energía nuclear, los trasplantes de órganos, los cambios en los usos y costumbres sociales como la simplificación del lenguaje, la plena igualdad de hombres y mujeres o la políticas de natalidad (por aquí asoma la eugenesia), los cambios políticos como la eliminación de fronteras o la prefiguración de un cierto municipalismo.
En el el lado negativo pesan, y mucho, el casi
nulo desarrollo de algunos de los personajes y tramas secundarias, la escasa profundización
en algunas situaciones que claramente podrían dar más de sí y una importante
sensación de previsibilidad y de algo ya leído en novelas decimonónicas.
También el hecho de haber leído estos últimos meses libros como “Nosotros”, “1984”
o “Nueva Amazonia” no juegan precisamente a favor de “Barranquilla 2132”.
Eso sí, lo que no deja de ser este libro es un objeto de lo más curioso, testimonio de un tiempo y un lugar que suele quedar fuera de las convenciones del género. El resto, simplemente, se deja leer.
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