Título original: Incarnations of Burned Children
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2004
Valoración: Terrible. Sobrecogedor
Terror.
Todos sabemos que no es necesario recurrir a la fenomenología paranormal, a los encantamientos, a las posesiones o a la crueldad de las mentes criminales para causar un «miedo muy intenso» en el corazón de un ciudadano medio. De hecho, son precisamente los terrores cotidianos, por contigüidad y credibilidad, los que muchas veces nos azoran de una forma irremediable: nada más aterrador que el sufrimiento posible, que la tragedia sobrevenida en un día cualquiera, de una forma cualquiera, a una persona cualquiera.
David Foster Wallace necesita apenas tres páginas y nueve frases para sobrecogernos con un relato intemporal que transforma un día ordinario en un desastre extraordinario.
Aquí su estilo es accesible, al menos más accesible que en otras ocasiones, quizá por la brevedad del texto, quizá también por la dureza del episodio contado. El título nos pone sobre aviso: dos palabras que nadie querría ver juntas en una misma frase, «niños» y «quemados», con el plus metafísico de una tercera, «encarnaciones». Porque a la catástrofe vulgar, al doloroso descuido se une lo intangible de una idea futura, de una suerte probable para los personajes; y porque Wallace consigue que con la primera frase el drama parezca resuelto, pero no. A la vuelta de la página el horror es nuevo, y es más hondo, y llega más lejos, como el cosquilleo y el calor que siente la piel después de recibir un golpe.
No quisiera extenderme más, poco se puede decir sin revelar los matices del texto. Quien quiera leerlo, puede encontrarlo en internet, por ahí, con una simple búsqueda. Abstenerse aprensivos.
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4 comentarios:
Extraordinario: el relato, la reseña, y el engarze del maestro DFW en la semana del terror.
¡Ay, engarce, por favor!
Muy bueno el relato que raros sentimientos tuve , menos mal no soy padre , saludos
Excelente relato, que me sobrecogió, me azoró y me aterró en sus apenas 3 páginas de extensión. Y en el mismo libro de relatos ("Extinción"), el titulado "El neón de siempre" pudo ser lo mejor que leí en todo el 2013.
También me gustaron mucho "El alma es una forja", con una prosa circular maravillosa, y "El canal del sufrimiento", escatológico relato donde un tipo defeca sus propias obras de arte (un poco lo que hacen Hirst y Koons en la realidad, talmente) y donde FW aprovecha para hacer una crítica de dicho mundo, de las modas, de la TV, etc.
Buen escritor, este Foster Wallace.
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