miércoles, 13 de marzo de 2024

Paul Auster: Baumgartner

Idioma original: inglés
Título original: Baumgartner
Traducción: Ernest Riera en catalán para Edicions 62 y Benito Gómez Ibáñez en castellano para Seix Barral
Año de publicación: 2023
Valoración: está bien


Me sincero ya de entrada: reseña complicada la de hoy, pues Paul Auster es el autor del que más libros he leído (cerca de veinte, que no son pocos) y, por ello, siento una gran y profunda admiración por su creación literaria. Pero ese amplio conocimiento que tengo sobre su obra también me permite saber reconocer sus grandes libros y sus obras menores y, justamente por ello, la dificultad de esta reseña, pues «Baumgartner» es de los más flojos de lo que he leído del autor últimamente.

Cabe decir que el inicio del libro es prometedor, pues sin grandes alardes Paul Auster demuestra una vez más su talento en la construcción de novelas; no sé cómo consigue meterte tan fácilmente en las historias que narra y es suficiente con un par de páginas para que uno ya imagine el escenario por donde transcurre el relato y sobre lo que piensan y sienten sus protagonistas. Uno lee la escena doméstica con la que empieza el libro y en la que nos introduce a su protagonista absoluto y es fácil imaginársela de manera muy vívida, viéndola de muy cerca, casi sintiéndola porque es indudable que las páginas iniciales de este libro rebosan realidad. 

El autor en seguida nos permite conocer detalles de la vida del protagonista absoluto de la historia: sabemos que Baumgartner es viudo, que vive solo, que a menudo olvida cosas y que está enamorado en secreto de Molly, una repartidora de UPS que desde hace cinco años va a su casa dos o tres veces por semana para entregarle paquetes con libros que ha comprado únicamente con el propósito de verla. Esa parece ser su principal fuente de felicidad, esos breves instantes que le evaden de un presente rodeado de soledad porque sigue teniendo muy presente la que fue su mujer y el día en que una ola en la playa le dio un golpe tan fuerte que acabó con su vida a los cincuenta y ocho años; Baumgartner siente la pérdida, arrebatada de golpe hace diez años, de igual manera como las personas que han pedido un miembro, ahora amputado, porque nos confiesa que siente como si «los miembros perdidos todavía existen, y todavía duelen, hacen tanto daño que a veces parece que su cuerpo está a punto de estallar en llamas y consumirse en el acto». Ese recuerdo siempre presente de Anna envuelve la narración de manera que el autor intercala el presente con grandes episodios de su pasado y la vida compartida entre ambos. Así, a través de los escritos que Anna dejó y que él relee, conocemos su vida, sus pasiones, amores, carácter y forma de pensar; Baumgartner lee para recordarla y también para volver al pasado y la gestión del dolor y la pena por su muerte y se plantea editar sus escritos inéditos porque «la poeta crepitante y efervescente con la que había vivido casi dos tercios de su vida se merecía que la leyera alguien o muchos otros antes que no el saco de huesos decrépito que había estado su marido». 

Escrito en un momento vital del autor en la que transita por el árido mundo de Cancerland (territorio inhóspito en la que el autor y su mujer Siri Hustvedt han descrito el estado en el que Auster se encuentra a causa de su enfermedad) al lector le es difícil disociar la figura de Seymour Baumgartner con la vida personal del autor; hay paralelismos evidentes entre la edad avanzada y ciertas deficiencias físicas o mentales del protagonista con las del propio autor que hacen que en la mente del lector ambos personajes se acerquen y se asemejen, y en ocasiones emociona y conmueve observar a través de Baumgartner lo que el autor debe estar pasando porque hay muchos fragmentos donde uno ve al matrimonio Auster-Hustvedt, él sintiendo como el ocaso de su día aparece en el horizonte mientras mira y admira el talento literario de su mujer (también Auster hace mención la adolescencia de Anna y su físico andrógino y atlético y este reseñista, apasionado admirador de Siri, ve esos mismos rasgos en palabras de la propia Siri describiéndose a ella misma en algunos de sus ensayos autobiográficos o también cuando el protagonista de la historia, recuerda las «cosas grandes y pequeñas que les habían sucedido en aquellos cuarenta años» (recordemos que Auster y Hustvedt llevan juntos el mismo tiempo)) o también cuando Baumgartner quiere escribir un libro titulado «Misterios de la rueda» (claro guiño a «Los misterios del rectángulo», de Hustvedt). Y quién sabe si esta novela es la manera en que Auster, temiendo el peor de los finales posibles, la escribe no únicamente para nosotros, sino también como un canto de amor a quien durante gran parte de su vida ha sido su gran admiración y fuente de inspiración; me da la sensación de que este libro va dedicado a Siri, diciéndole que él ha sido feliz todo este tiempo junto a ella, pero que la vida sigue (y debe seguir) aunque uno de los falte.

De esta manera, la historia se desenvuelve entre un presente transitorio y grandes episodios del pasado de Baumgartner y lo sucedido después de la muerte de Anna donde otras personas entran en su vida que le sirven para recobrar el ánimo, para reilusionarse, a pesar de que es consciente de que, aún y sintiéndose a gusto con otra persona, «la vida que llevará con ella no será una continuación de su vida con Anna sino algo completamente diferente y nueva» en «una oportunidad de volver a empezar». El autor combina la narración en presente, en la que todo fluye a un ritmo pausado, con especialmente muchos recuerdos del pasado que, si bien permiten entender la manera de ser del personaje, hay que reconocer que lastran la narración y la convierten en una lectura excesivamente plana por la que uno avanza rápidamente sin tener o querer detenerse o incluso ralentizar el ritmo para deleitarse con algún pasaje; es a partir de la mitad del libro cuando la narración se vuelca principalmente en el pasado donde pierde gran parte del interés, empatía y solidez alcanzada en la primera mitad; es en esa segunda mitad del libro donde el ritmo se ralentiza, la narración pierde fuelle y la capacidad de Auster en construir historias parece diluirse y a uno le cuesta ver la gran capacidad del autor mostrada en tantos libros pasados; una llanura argumental que pone de manifiesto el gran problema de los libros en los que desde el presente se narran recuerdos del pasado y es que si la historia pasada no te atrapa, si la vida del protagonista no tiene nada de destacable, mientras lees solo vas deseando que la narración vuelva al presente, que vuelvas a un punto de enganche aunque, en este caso, no ocurre muchas veces.

En todo caso, quedémonos con los inicios del libro, quedémonos en ese territorio mental en el que entrevemos al Paul Auster que conocemos, el que sabe construir historias y engrandecer personajes, que hace que parecen reales y los sintamos próximos, sabiendo que no tendrán una vida fácil pues «vivir es sentir dolor (…) y vivir con miedo al dolor es rechazar vivir». Así que arriesguémonos con las lecturas, incluso si no están a la altura de las expectativas, y deseemos que este gran autor recobre su mejor forma física y también literaria.

Encontraréis más reseñas de Paul Auster en ULAD aquí

3 comentarios:

mientrasleo dijo...

Pienso como tú, quizás incluso un poco más duro. Creo que se sirve de esos paralelismos para contar con que el lector haga gran parte del trabajo de acercamiento y mirada benevolente a la obra. Parte me ha parecido una construcción fácil que recurre a lugares comunes, a zona segura.
Coincido contigo, de más a menos y pasados 3/4 ya se ve que irremediablemente

Marc Peig dijo...

Hola, mientrasleo.
Coincido con lo que expones, el autor no ha arriesgado en el planteamiento y los paralelismos evidentes con su propia vida parecen destinados a tocar la fibra del lector.
En cualquier caso, por suerte tenemos muchos otros libros de Auster con los que sí podemos disfrutar.
Gracias por comentar la reseña y encantado de verte por aquí.
Saludos
Marc

Lautaro dijo...

Con Paul Auster siempre he tenido una extraña sensación.

He leído mucho de él y en general me ha gustado, he disfrutado de la lectura.Escribe bárbaro...pero como que todo se olvida, veo sus libros en mi anaquel y no me transmiten nada, los siento ajenos, funcionariales, sin alma. Salvo, claro, el guion de Smoke y el cuentito de Navidad, inolvidables.

Y no seré yo quien no recomiende a Paul Auster! Misterios que tiene esto de leer.