Título original: God Help the Child
Año de publicación: 2015
Valoración: Está bien
No le hacía ninguna falta. A Toni
Morrison, digo, no le hubiese hecho falta publicar esta novela. Ni siquiera
escribir nada que esté, aunque sea ligeramente, por debajo de lo que ya tiene
en su haber. ¿Una historia de amor? Sí, pero tan increíble, tan traído por los
pelos todo. El amor pero también lo demás. Protagonistas vulnerables en su fortaleza, o viceversa,
como todos los suyos. Ambientación contemporánea para variar, nada de ecos del
pasado. Un argumento que le podría haber quedado más sólido si no se
multiplicasen las coincidencias. Y, sobre todo, si estas coincidencias no se
refiriesen a lo innombrable. Porque se puede hablar de (casi) todo, y la clave
está en ese adverbio del que, obviamente, no tengo nada que decir. Es más, si
hubiese barruntado que la cuestión se abordaba aquí –y más con tanta
insistencia –jamás hubiese abierto el libro.
Todo se acaba, hasta el genio de los
genios. Ojo, hablo de genialidad, que no hay que confundir con el oficio, este
permanece mientras se conserven las facultades intelectuales. Y oficio sigue
habiendo, lógicamente. Por eso, y a pesar de tópicos como el de la belleza
absoluta, de la incomprensible superficialidad, a pesar del morbo que asoma de
vez en cuando, no puedo hablar mal del todo de La noche de los niños: está
claro que no es lo mejor de su autora, pero hay que tener en cuenta que sus
obras menores siempre estarán por encima de lo más destacable de otros.
Morrison, creadora de personalidades
entrañables, nos regala a una protagonista particularmente simpática. Bride se
reinventa a sí misma tras una infancia sin cariño por culpa, no de su raza,
sino de la intensidad de esta. Resulta interesante observar los sinuosos
caminos que recorre la sinrazón para
ejercer sobre sus víctimas el mayor de los daños posibles. Ahora resulta que la
raza tiene grados. Por eso, no solo los que logran pasar desapercibidos –como ocurre
en Imitación a la vida (película de
1959) o en La mancha humana de Philip
Roth– también los reconocidos y reconocibles pueden avergonzarse de los otros,
más oscuros que ellos. Pero la vida es tan inclemente que ¿quién podría
culparles de algo así?
Bride es, además, toda una campeona. Aunque
deba superar una infancia traumática y una culpa de la que no es responsable ¿cómo
calificar su meteórica carrera con solo veintitrés años? ¿Cómo obtiene esa
seguridad de haber llegado a la cumbre que jamás se pone en cuestión? ¿Quién es
ella como personaje? Sí, está claro que se hace querer pero ¿se ha construido con
la suficiente consistencia?
No sé ustedes, yo desde luego no acabo de
creérmela, lo siento. Lo mismo ocurre con Booker, el otro personaje principal. Encantador,
contradictorio, repleto de de matices, pero también de tópicos e incoherencias.
Y es una pena, porque el resto de la nómina está muy bien desarrollado. Hasta
la mítica tía Queen, a pesar de cierta idealización, sin olvidar a la
desgraciada Sofía, maestra recién salida de la cárcel, ni por supuesto a la
familia de Booker al completo, así como a la imperfecta –y por tanto muy
creíble– madre de Bride.
De la misma autora: Volver, La canción de Salomón, Sula, Beloved, El origen de los otros
Una historia de luchadores, narrada desde
varios puntos de vista, tan tierna como amarga, que se lee con el mismo afecto que
transmite y que nos hará plantearnos algunas cuestiones trascendentes. A quien
necesite un empujón, le diré que es corta, de lectura fácil, con un final más
que amable y que la emoción está asegurada si es lo que estaba buscando.
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