#TochoWeek ® en ULAD

Tocho: nombre coloquial de "ladrillo". Cosa que pesa, que tiene un aspecto recio y sólido. Aplicaremos el término a cualquier libro cuyo volumen, visualmente, impresiona. Omitimos tomos de enciclopedias y libracos de fotos de esos que reposan en posición horizontal sobre mesas camilla y cuyos lomos con títulos en inglés orientamos para que los vean las visitas. El auténtico tocho tiene una proporción inusual en un libro. Está gordo. El grueso del lomo suele superar los 4 centímetros. Digamos que excede las 700 páginas. Que leerlo suele llevar de una semana para arriba. O la duración justa de unas vacaciones. Los amigos suelen preguntar si "vas a leerte todo eso". Algunos dicen que no han leído tantas páginas en toda su vida. El auténtico bibliófago suele hacer algo de alarde. Los tochos son enemigos del anonimato de un e-reader y de los bolsos de bandolera con costuras endebles. Hay tochos en edición de bolsillo que te hacen preguntar qué concepto tiene alguna editorial de lo que es un bolsillo.

En ULAD, hasta Sant Jordi, solo vamos a reseñar tochos. Ya hemos reseñado unos cuantos, pero nos hemos dicho, "demos carnaza a la gente, démosles buenos argumentos para volver a casa en Sant Jordi con una bolsa que pese lo suyo". Y pocas cosas dan más prestigio que demostrar al mundo que se afronta sin miedo ni pudor una de esas lecturas colosales, ambiciosas, una lectura que implica sacrificio y abnegación. Tiempo y paciencia, resistencia y dedicación.

Cosa que no hay que magnificar. Las editoriales lo saben y los autores lo saben: el lector promedio respeta al escritor que ha trabajado duro y los cientos de páginas abruman. Se suele ser condescendiente con los tochos. Se suele asumir que pueden ser irregulares y que algún que otro centenar de páginas no va a estar "tan" a la altura. Pero se comprende y se acepta. Yo diría que hasta se promulga de alguna manera. La tendencia al engorde artificial de los tomos de los libros se manifiesta no solamente en ediciones originales. Agrupar trilogías, juntar novelas de temáticas parecidas de un mismo autor, ofrecer retrospectivas. Todo sirve para empaquetar obra y someter a nuestros estantes a una prueba de fuego. La tentación es enorme, y obtiene una respuesta casi inmediata. Acariciamos lomos y hacemos ese gesto tan característico, dejando caer lentamente la pila de hojas. Si hay un libro por antonomasia es el tocho. Después, cualquier deliciosa novelita de apenas 200 páginas nos va a parecer el librito de instrucciones de un smartphone.

Autores con tendencia al tocho los tenemos en cualquier segmento literario: desde clásicos como Tolstoi o Proust, hasta adalides de la vanguardia como Gaddis o Pynchon, pasando tanto por fenómenos de ventas como Follett o Wolfe o figuras actuales como Franzen o Tartt. Esa incontinencia tiene tanto que ver con extenderse en historias que abarcan generaciones como con tramas dispersas con ramificaciones e historias paralelas. Pero ya va siendo hora de acabar. Seguramente libros extensos deparen reseñas extensas, pero el pretexto no cabe extenderlo a esta introducción. Os animamos a participar en los comentarios. Cuál fue vuestro primer tocho (el mío, una antiquísima edición del Círculo de Lectores con las Narraciones extraordinarias  de Edgar Allan Poe). Cuál os ha impactado, cuál habéis abandonado ante la desesperación de haber llegado a la página 474 y ver que faltaban 618 más. O justo lo contrario, cual habéis seguido hasta al final, a regañadientes pero empecinados en que unas cuantas centenas de páginas no os iban a arredrar. Cuál está en una repisa amarilleando a la espera de que llegue su momento.

De momento, a partir de mañana, vais a conocer unos cuantos.