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martes, 31 de marzo de 2015

Dave Eggers: Un holograma para el rey

Idioma original: inglés
Título original: A Hologram for the King
Año de publicación: 2013
Traducción: Cruz Rodríguez Juiz
Valoración: muy recomendable

"-Todos los días, Alan, por toda Asia, cientos de buques portacontenedores salen de los puertos cargados de toda clase de mercancías. Hablando de tridimensional, Alan. Esas cosas son de verdad. En Asia fabrican cosas de verdad y nosotros hacemos sitios webs y hologramas. Los nuestros hacen sitios webs y hologramas todos los días, sentados en sillas fabricadas en China, trabajando con ordenadores fabricados en China, cruzando en coche puentes fabricados en China. ¿A ti te parece sostenible, Alan?"

Estas son de las pocas frases que, en uno de los diversos diálogos que forman parte capital de esta novela, pronuncia el padre de su protagonista. En una conversación por teléfono móvil entre Arabia y Estados Unidos que está costando un dineral. Dineral que Alan Clay no tiene. Dineral que Alan Clay debe. Alan Clay dirá que la conversación se ha cortado porque Alan Clay corta la conversación para que ese sermón no continúe. Para que el sentido común procedente de la experiencia por su padre no eche al traste con la escasa coherencia del sentido de su presencia allí. Porque Alan Clay está al frente de un joven equipo formado por tres asistentes que están en medio del desierto de Arabia, en una de esas ciudades fundadas de la nada gracias a la prosperidad económica otorgada por el petróleo. Están esperando algo intangible, como el coronel de García Márquez. Esperan que, en algún momento, el rey Abdalá, que da nombre a la ciudad, acuda a una presentación holográfica que debe dejarle impresionado y debe franquear a Reliant, la sociedad de Alan, un jugoso contrato cuyos beneficios harán que Alan Clay recomponga su vida. O sea: pague la matrícula del siguiente semestre de la universidad de su hija, pague a los deudores, algunos de ellos amigos que le empiezan a dejar mensajes intimidatorios en el buzón de voz del teléfono. Se permita, entonces, una reinvención cuando, pasados los 50, su vida hace aguas por todas partes. Alan Clay está en una especie de stand-by de su recorrido vital, cuando se palpa la cabeza, se toca el cogote en pose pensativa y se da cuenta de que, en plena estancia en Arabia, tiene un bulto detrás del cuello, en el que ve la clave de su futuro.

Esta es la mejor novela de Eggers de las tres que he leído. Porque donde encontré Zeitoun un poco timorata en su planteamiento y El círculo algo excesiva en su ambición y extensión, Un holograma para el rey supera esos obstáculos y se erige en un retrato casi perfecto de la sociedad actual. No la americana, no la occidental, no la árabe. Más bien la global. La de las deslocalizaciones, el papel prepotente de Occidente como promotor, diseñador y comercializador (ergo, dejando que sean otros los que se ensucien de tinta o aceite de máquina: señoritos nosotros). Sin pretender alcanzar ninguna cota extraordinaria, porque Eggers no dispone del torrente literario de otros escritores, resulta que la historia aquí nos hace pensar y asentir con la cabeza. Porque no nos es tan ajena esta situación. Su protagonista está en tránsito, en una especie de tránsito absoluto y suspensivo en el que, paradójicamente, empieza a sentirse cómodo. Una comodidad en la que tienen que ver los diálogos que va sosteniendo con Yusef, su chófer ocasional, con sus circunspectos colaboradores, con la doctora que se encarga de extirparle el bulto, con personas que cree que pueden ayudarle en su empeño. Y las reflexiones de Clay son cada vez más distantes y maduras, cada vez con más aroma a repaso vital de tono oscuro y casi desesperado, cada vez más conscientes de ese todo o nada al que se enfrenta, decadencia física incluida. Eggers hace que nada parezca superfluo, y que cada escena (escena: parece que hay una adaptación al cine de esta novela) se sitúe en su contexto. Así que, por fín, Eggers, prolífico y ominipresente en la red, se decide a dejar la zona media y pugnar por plazas de Champions.

También de Dave Eggers en UnLibroAlDía: Zeitoun, El círculo

lunes, 30 de marzo de 2015

Menchu Gutiérrez: araña, cisne, caballo

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable... creo

Menchu Gutiérrez me confunde, como la noche a Dinio (que no se diga que en este blog no citamos a los clásicos). Quiero decir que no termino de decidir si lo que ella hace, la opción estética y estilística fortísima por la que ha optado, me parece un modelo que hay que seguir o una herejía que hay que condenar. Lo que tengo claro es que, aceptando el principio de lo que se propone hacer con sus textos (y lo que se propone es algo muy original en el panorama narrativo actual), Menchu Gutiérrez lo consigue con creces, y es por lo tanto una escritora muy interesante.

He llegado a ver araña, cisne, caballo calificado com una novela; no lo es, salvo que partamos del principio de que novela es cualquier cosa a la que se le pone el rótulo de novela. Me parece más ajustada otra definición que se le ha dado: bestiario, aunque este género también se le queda corto. Yo diría que araña, cisne, caballo es un volumen de textos de prosa poética, más o menos narrativos, que tratan sobre la humanidad de los animales, la animalidad de los humanos, la animalidad de los animales, etc. Son casi ejercicios de estilo en los que la relación entre lo humano y lo animal sirve como punto de partida para un conjunto de textos, por lo demás, muy levemente relacionados entre sí.

Hay desde luego fragmentos magníficos, algunos más próximos al relato y otros al retrato. Pasan por delante de nosotros leones, cabras, vacas, anguilas, escorpiones... animales domésticos, animales de circo, animales disecados, animales mitológicos... Y en contrapunto con ellos, hombres y mujeres innominados o designados por letras que sienten por ellos (por los animales) una atracción o repulsión profundas y simbólicas. Y la araña, la araña del título, que prácticamente abre y cierra el volumen, sirviendo como metáfora de la nebulosa y ambigua forma en la que el mundo y la "gran cadena del ser" conecta todas las cosas -y animales, y hombres-.

Pero hay que hablar del estilo, porque el estilo es, en este caso, un elemento central al libro. Ya en La niebla, tres veces, que leí gracias a la colaboración de un lector, se aprecia el preciosismo con el que Menchu Gutiérrez construye sus textos, cargados de metáforas, antítesis, adjetivos sorprendentes y una constante tendencia a pasar de lo concreto a lo abstracto, como si abriera fisuras en la realidad física para encontrar otra realidad metafísica que está ahí al lado, bajo una fina corteza que puede rascarse con una uña.

Menchu Gutiérrez es (vuelvo a decirlo) una escritora única -hasta donde yo conozco- en esta opción estilística tan depurada, al menos entre los escritores españoles actuales. Quiero decir que si Menchu Gutiérrez no existiera, habría que inventarla. Lo que no sé, lo que no termino de tener claro, es si es este el tipo de literatura que más me gusta: si la preocupación por lograr la frase perfecta y el giro poético sorprendente son una forma de penetrar más profundamente en la realidad, o una forma de alejarse de la realidad poniendo el lenguaje como barrera. (Hace poco un poeta bilbaíno, Aitor Bergara Ramos, escribía un poema que contenía este verso: "El lenguaje es el dedo que señala la luna").

Eso sí, creo que todos los escritores españoles, jóvenes o no, deberían leer a Menchu Gutiérrez y empaparse de su propuesta literaria, aunque sea para rechazarla y decidir que no quieren escribir así. Pero para que sepan (o mejor dicho, recuerden), que se puede escribir así.

También de Menchu Gutiérrez en ULAD: La niebla, tres vecesLa ventana inolvidable

domingo, 29 de marzo de 2015

Alberto Olmos: Vida y opiniones de Juan Mal-herido

Idioma: español
Año de publicación: 2010
Valoración: recomendable... según gustos

Peliaguda esta tarea autoimpuesta (porque sepan ustedes que en este bienaventurado blog gozamos de libertad absoluta y no existe ningún tipo de coacción... si obviamos el látigo de siete colas que acaricia de cuando en cuando nuestras espaldas, claro... ¡ay!): reseñar en un blog literario un libro compuesto de... reseñas aparecidas en un blog literario. Y no uno cualquiera, además: probablemente el más conocido y polémico -aunque sea en el limitado mundo de la letraheridez española- de los últimos años de la, por otra parte, también limitada Historia de la "blogosfera": el del Lector Mal-herido, a.k.a. Alberto Olmos.

Antecedentes de este libro, hasta donde llegan mis conocimientos: el tal Lector Mal-herido (Juan de nombre de pila, aunque juro que no es pariente mío) apareció como comentarista en otro blog de reseñas literarias, escritas por un "Lector Ileso" -de ahí lo de "Mal-herido", después- a.k.a. Roberto Enríquez, a.k.a. Bob Pop (sí, el de la tele). Al cabo de un tiempo, Mal-herido se independizó y se dedicó a reseñar sin piedad ni arrepentimiento los libros que le caían entre manos, ya fueran clásicos o novedades, con la aparente inconsciencia de un mono con una metralleta. Las reseñas resultaban refrescantemente faltonas -fórmula mágica:  mucho humor, muchos tacos y muchas, muchas, muchas alusiones sexuales- y el tal Juan Mal-herido se fue convirtiendo en un personaje excesivo: narcisista, insultante, machista, chovinista, catalanófobo, racista e incluso filonazi (tuvo una etapa, según creo recordar, bastante pesada, en la que no hacía más que mencionar a Hitler y Mein Kampf... en fin, las chiquilladas de costumbre); es decir, en un compendio de todo lo "políticamente incorrecto" o lo que si nos ponemos finos, podríamos llamar las boutades de un enfant terrible. O de un Torrente de las letras, vaya (y no me refiero a Torrente Ballester...). Las fotos subiditas de tono que acompañaban las reseñas no hicieron más que aumentar la popularidad del blog... ejem, eso me han dicho...

Hace cosa de un año, el blog del lector Mal-herido pasó a convertirse en un blog de pago, accesible sólo a suscriptores -no lo critico, que conste. Es más: dejo aquí el enlace para quien esté interesado: http://www.malherido.com/ -, pero ya antes, Alberto Olmos decidió rentabilizar en algo su popularidad y publicó en papel una serie de reseñas, seleccionadas ignoro con qué criterio (por entonces, Olmos aún pretendía hacer creer que él no era quien escribía el blog... o pretendía hacer creer que pretendía hacer creer, etc... de modo  que en el libro figura como responsable de la edición y prologuista). Así que nos encontramos con este libro estupendamente editado -y con un formato de bolsillo muy divertido, pues realmente cabe en un bolsillo- en el que podemos disfrutar de toda una serie de reseñas "malheridas" de los más variado: desde filósofos asentados como Stoderlijk a pensadoras feministas de lo menos ortodoxo como Virginie Despentes; novelistas reconocidos y/o clásicos (Javier Marías, Mme. De Lafayette) junto a otros poco conocidos, primerizos... ensayos más o menos rigurosos (Cercas, Anna Caballé)... y sobre todo, memorias y diarios de todo tipo de escritores, -empezando por Dalí, por ejemplo-, que parece ser lo que más le gusta al Mal-herido. A destacar, además, las jocosas entrevistas que mantiene con diferentes personajes del mundo de las letras (Vila-Matas, Sánchez-Dragó) o del mundo, así en general... (el 30% de Dios).

Creo que se pueden extraer varias conclusiones de la lectura de este libro, a saber:

1-Mal-herido/Olmos no es tan fiero como lo pintan... una vez despojado de su anti-camuflaje soez y malhablado, de su pose de malote, aparece un lector con opiniones interesantes y bien asentadas, a tener en cuenta , en cualquier caso... Y no todo es zurrar la badana al personal: cuando la obra de un escritor le gusta (Greene, ChandlerKristof) lo señala con respeto y hasta con unción.

2-De la misma forma, la misoginia y chulería de la que hace gala el personaje en todo momento es puro postureo, que diríamos ahora. De hecho, buena parte de las reseñas están dedicadas a escritoras y, sobre todo, a cómo retratan estas autoras a sus congéneres en sus libros. Y cómo debería hacerse. Otra cosa es que estemos más o menos de acuerdo con las opiniones que expone luego al respecto el propio Olmos/Malherido, pero está claro que el tema le interesa.

3-Igualmente, le interesa y mucho, lo que tiene que ver con el acto de escribir ("Leer no es la droga; la droga es escribir", dice), la voluntad de hacerlo y, aún más, la de convertirse en escritor (en escritor que escribe, se entiende, no en la figura pública que representa ese papel)... de hecho, junto con lo que piensan y sienten las mujeres, parece ser el asunto que más le interesa a este tipo.

4-Éste es un librito con el que te lo pasas francamente bien -yo, al menos, me he carcajeado varias veces-, siempre que no se tengan muchos prejuicios con el lenguaje y se acepte una mirada gamberra sobre lo que se habla (repito: los libros, el sexo, la escritura, el sexo, las mujeres, el sexo, la celebridad, el sexo, el sexo, el sexo...). No dudo en recomendarlo, desde luego, aunque quizá no sea plato para todos los gustos. Lástima,  eso sí,  que en el libro no aparezcan las fotos del blog...

Y ya está.

Otros libros de Alberto Olmos reseñados en Un Libro Al Día: Ejército enemigoAlabanzaTrenes hacia Tokio

sábado, 28 de marzo de 2015

Philippe Claudel: La nieta del señor Linh

Idioma original: francés
Título original: La petite fille de Monsieur Linh
Año de publicación: 2005
Traducción: José Antonio Soriano Marco
Valoración: está bien

Debe ser que carezco de cierta simpatía hacia las historias que se decantan en un sentido un poquito inflamado. Igual me pasa con esas películas con papeles protagonizados por niños tirando a repelentes. Pero no sintonicé con El niño perdido de Wolfe, ni con La condición humana de Saroyan, que son, más o menos, obras receptoras de profusión de alabanzas. Y me ha pasado lo mismo con La nieta del señor Linh, que me ha parecido una historia excesivamente previsible, una suerte de vamos-a-tocar-los-resortes-que-conmueven-a-ciertos-lectores por números. Ya sé que estas reseñas no me ayudan precisamente a hacer amigos.
El señor Linh es un anciano refugiado, intuyo, por apellidos y otras referencias contenidas, que vietnamita. Que llega, supongo, a Francia, a cargo de su nieta, bebé de apenas unas semanas cuyos padres han fallecido en un episodio bélico. El autor insiste mucho en que el señor Linh y su nieta solamente se tienen el uno al otro. Pero resulta que tienen la asistencia de un programa de refugiados que les procura un techo y una subsistencia durante un tiempo. Hasta les paga los vicios: el señor Linh recibe hasta tabaco de ese Estado de acogida. Paro un momento. Porque aquí radica la primera pequeña trampa de que se sirve Claudel para apelar al lado emocional del lector. Ese servicio que los acoge es presentado como una especie de fría máquina burocrática de servicios mínimos. Así que ya tenemos al señor Linh lejos de su país (del que ha conservado bien pocos bienes materiales, pero le ha dado tiempo de llevarse un saquito de tierra), y a merced de un servicio de acogida con piloto automático. 
Los días pasan en medio de desorientación y adaptación hasta que (segunda trampa) el señor Linh se aventura a desplazarse fuera de su hogar de acogida, a la búsqueda del calor humano que todos necesitamos: se lo procura otro anciano, el señor Bark, también abandonado a su suerte por la vida, que se dirige a él, con el que establece un diálogo más emocional que verbal, y con el que se inicia una serie de encuentros que redundan en una (poco creíble) amistad.
Ahora tenemos al señor Linh en proceso de integrarse mínimamente en la sociedad que le ha brindado una segunda oportunidad.
No podría entrar en una tercera y cuarta trampa sin correr el riesgo de planchar la evolución de la novela, pero, vamos, visto el blandengue camino recorrido (con alguna frasecita bastante sonrojante por el medio, pues Claudel pisa en más de un instante el territorio del pastel de merengue), creo que está todo más que dicho. Una novela para pasar el ratito, igual (igual) sorprenderse de su previsible final, y, por lo que a servidor concierne, salir a la caza de algo más sustancial a que clavarle el diente. Porque esto es cálido, agradable e inofensivo como una tacita de caldo.

También de Claudel en UnLibroAlDía: Almas Grises, El Informe de Brodeck

viernes, 27 de marzo de 2015

Andrea Camilleri: Un sábado con los amigos

Idioma original: italiano
Título original: Un sabato, con gli amici
Año de publicación: 2009
Traducción: Teresa Clavel Lledó
Valoración: recomendable

En una reseña que hice de otra novela de Andrea Camilleri, me atrevía declarar que todos los libros de este escritor son imprescindibles. me refería no tanto a un título en concreto -aunque no resulta difícil dar unos cuantos incuestionables- como a toda su obra en conjunto, incluyendo esas novelas o ensayos que pueden parecer menores o incluso simples ejercicios de estilo. Quizás éste sea el caso de Un sábado con los amigos, que es una novela corta y parte de un planteamiento que parece banal, aunque su contenido pronto comienza a adensarse hasta adquirir una consistencia sólida y sofocante (sofocante sobre todo para los personajes, que se van ahogando en su propia miseria, ante la mirada atónita del lector).

El planteamiento inicial, ya digo, parece simple y previsible: un grupo de amigos -tres parejas- ya en la cuarentena, de clase media profesional, que se conocen desde los tiempos del instituto, acostumbran a reunirse todos los sábados en casa de alguna de las parejas. Uno  de esos sábados es invitado también Gianni, que también estudiaba con ellos, aunque era sobre todo amigo de uno de ellos, Matteo.... y que resulta actuar como detonante de ciertas tensiones larvadas. Ahora bien, la cosa -por si alguien no lo había adivinado, ya que se trata de Camilleri-, no va de una amable tragicomedia generacional, con la crisis de la mediana edad en lontananza, amores escondidos y autorrealizaciones aún más reprimidas... Aquí se habla de oscuros secretos y pasiones todavía más oscuras, si cabe. de fingimientos interesados, de personas sin escrúpulos para conseguir lo que desean, de perturbaciones intensas...

La novela, como puede suponerse, es bastante deudora del formato teatral: influencia pirandelliana, se dice, por el famoso dramaturgo casi paisano de Camilleri, aunque no olvidemos que éste ejerció durante muchos años como director teatral y guionista televisivo. De todas formas, aunque esta novela se podría adaptar a una representación teatral, Camilleri le añade, al espacio y tiempo cerrado de la reunión de amigos, información sobre el transcurrir de las vidas de los personajes, desde su infancia, a la adolescencia, juventud... lo que nos permite, poco a poco, ir completando sus retratos y comprender las razones que se ocultan detrás de sus actos. Casi parece, incluso, que aquí Camilleri trató de hacer un ejercicio de composición de los personajes, con vistas, por ejemplo, a una obra teatral. De hecho, es una de las pegas que se le pueden poner a esta novela: su explicitud, puesto que,  a mi parecer, resulta mas interesante cuando las historias de cada uno aún no se han desvelado del todo. Otra pega sería, quizás, cierta truculencia, aunque resulte perfectamente pertinente. En fin, es cuestión de gustos...

En todo caso una novelita de lo más amena, que engancha desde el primer momento gracias al buen hacer de Camilleri y que, por la misma causa, se lee de un tirón. Por supuesto, recomendable para los muchos fans del escritor siciliano y, para quien todavía no lo sea, una buena manera de conocerlo. Un escritor que publicó esta novela con 84 años, por cierto. Que envidia que da.

(Hoy es viernes, así que mañana, ya sabéis...)

También de Andrea Camilleri en ULAD: Aquí

jueves, 26 de marzo de 2015

100 años de Orpheu, hito de la literatura portuguesa

Quizás poca gente en España se haya enterado de que este mes, en marzo de 2015, se cumplen los 100 años del primer número de la revista Orpheu, una publicación que con apenas dos números cambió de manera radical la historia de la literatura portuguesa.

Situémonos. Portugal era a principios del siglo XX un país que se asomaba a la modernidad (como España, sin ir más lejos). En Lisboa se inauguraban los elevadores y los funiculares, se instalaba el alumbrado eléctrico, se generalizaban los tranvías, abrían los Armazens do Chiado, se abrían las Avenidas Novas que marcaban la expansión futura de la ciudad hacia el extrarradio. En 1910 acababa de proclamarse la República, con la que se esperaba superar los problemas del régimen monárquico decimonónico. En literatura, y sobre todo en poesía, el post-romanticismo proyectaba una sombra alargada y los grandes popes controlaban los engranajes del sistema literario.

En este contexto surge Orpheu, un proyecto editorial dominado por un conjunto de escritores (y artistas) que han viajado, han leído, han conocido los movimientos de la vanguardia parisina y europea. A la cabeza de este grupo, el más famoso y el más ambicioso de todos, Fernando Pessoa, acompañado por los portugueses Sá-Carneiro, Luís de Montalvor y Almada Negreiros, o el brasileño Ronald de Carvalho. (De hecho, Orpheu nació como un proyecto luso-brasileño, aunque en el segundo número ya aparecen como directores Pessoa y Almada Negreiros). Junto a ellos, pintores como Amadeo de Souza-Cardoso o Santa-Rita Pintor, que de hecho ilustró el segundo número de la revista.

Orpheu es puro modernismo, en cualquier sentido que se le quiera dar al término. De hecho, conviven en sus números poemas herederos del simbolismo (sonetos esteticistas dedicados a Salomé, llenos de sedas, marfiles y piedras preciosas), con otros abiertamente vanguardistas, más concretamente futuristas, con su exaltación de la máquina, de la velocidad, de lo moderno frente a lo antiguo. La "Oda triunfal", que aparece en el primer número de Orpheu con la firma de Álvaro de Campos (uno de los heterónimos de Pessoa) es todo un manifiesto vanguardista digno del mismísimo Marinetti:


¡Eh-ah-ho, fachadas de los grandes almacenes!
¡Eh-ah-ho, ascensores de los grandes edificios!
¡Eh-ah-ho, reorganizaciones ministeriales!
¡Parlamentos, políticas, secretarios de presupuestos,
presupuestos falsificados!
(Un presupuesto es tan natural como un árbol
y un parlamento tan bello como una mariposa.)

El primer número de Orpheu fue un éxito y un escándalo mayúsculo. "Somos el asunto del día en Lisboa; lo digo sin exagerar", escribe Pessoa en una carta en abril de 1915. "El escándalo es enorme. Nos señalan por la calle, y todo el mundo -incluso fuera del mundo literario- habla de Orpheu". Así debió ser, sin duda, porque el panorama literario portugués no estaba quizás preparado ni para la sensualidad de los poemas modernistas -en el sentido simbolista-, ni para la provocación estética que suponían los poemas más vanguardistas, debidos al propio Pessoa o a Sá-Carneiro sobre todo.

El primer número de Orpheu correspondía a los meses de enero-febrero-marzo de 1915; el segundo, a abril-mayo-junio; nunca hubo un número 3. Las diferencias ideológicas, la pérdida del mecenazgo económico, la muerte de Sá-Carneiro en 1916 fueron algunos de los motivos de esta desaparición. Y sin embargo, el legado de Orpheu se sintió mucho más allá de las fechas de su publicación. Con esta revista, la modernidad entraba en la literatura portuguesa, y entraba para quedarse. Las posteriores publicaciones vanguardistas que fueron surgiendo en Portugal (el Sudoeste de Almada Negreiros, la Presença de José Régio, entre otros...) se proclamaron siempre continuadores de Orpheu.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Erskine Caldwell: El camino del tabaco

Idioma original: inglés
Título original: Tobacco road
Año de publicación: 1932
Traducción: Horacio Vázquez-Rial
Valoración: muy recomendable

Dijo Osvaldo Soriano (pronto reseñaremos algo de Osvaldo Soriano aquí, por cierto) que Caldwell había enseñado a los escritores a escribir diálogos. Leo, en el prólogo, que eran la aportación más relevante, la marca de fábrica de Erskine Caldwell. Como una especie de signo de distinción de este escritor, integrante de ese movimiento denominado gótico sureño, pero eclipsado por la inmensa sombra proyectada por Faulkner o Steinbeck.
Lo cual es algo injusto. Porque, sí, puede que sean los diálogos de Caldwell los que nos permiten comprender todo lo que está pasando, casi ver lo que nos ocultan las capas de mugre, miseria, precariedad, pero todo lo demás no se queda atrás, para nada.

El camino del tabaco es la historia de Jeeter Lester, campesino del algodón y padre de una extensa familia, diecisiete hijos tenidos con su mujer Ada, a la que dedica estas caballerosas frases:

" Ojala Ada hubiese sido así de bonita, pero hasta cuando era chica, Ada era más fea que un pecado. Nunca he visto una mujer más fea en todos estos sitios, fuera de esa condenada predicadora, Bessie. Esos dos agujeros sucios que tiene en la cara le descomponen a uno."

La Bessie a la que le suelta tan amable referencia es una viuda que se presenta en la casa (mejor digamos choza o chamizo) y que seduce a Dude, muchacho de pocas luces, para que se case con él. Dude es, junto a Ellie May (afectada de labio leporino), uno de los dos hijos que aún conviven con el matrimonio. De todos los otros, salvo Pearl (desposada a los doce años con Lov, fugaz protagonista, junto a un mísero saco de nabos, de la primera escena), poco más se sabe. Andan por ahí, buscándose la vida. Ah. También la abuela está en la casa. 

Semejante estampa se enmarca en medio de devastadas praderas del estado de Georgia, en tiempos donde la parte central de la nación estadounidense era azotada por el desastre conocido como Dust Bowl, que agravaba el ya deprimente panorama de la Gran Depresión de 1929.

La existencia de Lester gravita en torno a sus escasas oportunidades de sacar algún provecho a las tierras que tiene arrendadas, lo mínimo para subsistir al día siguiente, calculando siempre meticulosamente cuál será el paso necesario para la obtención de los siguientes centavos, y siempre especulando con la deseada combinación (guano, semillas de algodón y el préstamo de una mula) que le permitirá, aunque sea de un modo precario y transitorio, superar ese mal momento que se alarga, ya, demasiado.
Mientras, piensa en cómo echarle algo a la olla del día siguiente: algo más que pellejo de tocino y granos de maíz. Su alternativa es abordar a tipos como Lov (a la sazón su yerno) y robarle un saco de nabos, para darse un oportuno y egoísta atracón. El hambre flota en todas las estancias de su destartalada casa.
El camino del tabaco no es una historia de idas y venidas de un puñado de gente miserable. Es un poderoso estímulo a indagar no solamente sobre otras novelas de Caldwell, sino sobre la propia situación que abocó a personas reales a la imagen de sus protagonistas. Su simbolismo es poderoso. No es, acaso, el flamante coche en que Bessie invierte los 800 dólares de herencia de su difunto esposo, una analogía de la fugaz riqueza previa al crash bursátil del Lunes Negro. Un vehículo que apenas tarda dos días en pasar de rutilante novedad a destartalado cacharro lleno de golpes, roturas y abolladuras, con asientos rotos y pintura descascarillada. Con Dude conduciéndolo mientras toca la bocina con insistencia y atropella (sin incidente ni remordimiento ni consecuencia alguna) a un negro que se cruza en su camino. Y con Bessie gobernando el coche con orgullo, siempre pensando que, mientras funcione y avance, todo es solventable.

A años luz de cualquier conato de frivolidad o glamour, solamente ese constante sentido del humor negro deja resquicio a la mínima e inútil esperanza. Caldwell quería alejarse con su prosa de cualquier sentido del romanticismo: sus personajes son seres gobernados (como ellos mismos reconocen) por los bajos instintos: el deseo, el hambre y la desesperación son de mal llevarse con la mesura y la contención. Ahí sembraba Caldwell sus semillas, y ojalá todos los frutos sean tan magníficos como esta novela.

También de Erskine Caldwell en ULAD: La parcela de DiosTierra trágica

martes, 24 de marzo de 2015

Muriel Spark: Los solteros

Idioma original: inglés
Título original: The Bachelors
Año de publicación: 1960
Traducción: Juan Sebastián Cárdenas
Valoración: recomendable

Descubrí a esta escritora gracias a una reseña de este mismo blog -para que se vea que cumplimos una labor social... ejem-, tan elogiosa que decidí probar con ella, a ver qué tal... La novela que elegí, sin embargo, no fue la de la reseña, Memento Mori, sino esta Los solteros (en parte debido a la preciosa edición de Impedimenta); en ella, Spark nos cuenta las andanzas de una serie de personajes, todos solteros, en efecto, en el Londres de los años 50 (la "ciudad de los solteros", según la escritora, que incluso aporta datos de cuántos había en esos años).

En realidad, en algún caso deberíamos hablar más de "solterones" o al menos de tipos que ya están rayando en esa situación, con sus manías y excentriciades -tan típicamente british, por otra parte- ya bastante asentadas. Alrededor de estos solteros -masculinos- también nos encontramos a unas cuantas mujeres con las que se relacionan, también ellas solteras o viudas: jóvenes un tanto pánfilas y desorientadas o mujeres maduras, más seguras y dominantes... en apariencia, pues en realidad, resultan ser ellas quienes se dejan dominar por los hombres (lo cierto es que Spark no deja en muy buen lugar a sus congéneres).

La trama en sí se articula en torno a una estafa que parece haber perpetrado uno de los personajes, el supuesto médium Patrick Seton; un turbio asunto con el que todos acaban relacionados, de una forma u otra. A este médium, de una calculada y bastante siniestra ambigüedad, se le contrapone la figura de Ronald Bridges, experto grafólogo que sufre de epilepsia (por lo que él cree que sus amigos le toman también por una suerte de oráculo). A su lado encontramos a otros personajes peculiares: por ejemplo, un irlandés que trata de resistirse a sus impulsos sexuales, un falso sacerdote, un maestro de escuela espiritista... Porque el espiritismo está muy presente en la novela, así como el catolicismo; en cierto modo, estas dos creencias se contraponen, de la misma forma que los personajes de Seton y Ronald Bridges (que es católico practicante). Es más, creo que hay un trasfondo religioso que atraviesa toda la historia: encontramos, de forma más o menos velada, alusiones a la culpa, el pecado original, la expiación... (por lo visto, en esos años fue cuando Muriel Spark, que era hija de un judío y una presbiteriana, se convirtió al catolicismo. Además, era amiga de Graham Greene, otro gran escritor británico y católico).

Que nadie piense, sin embargo, que en esta narración va a encontrar un tono proselitista o evangelizante: la inquietud religiosa parece expresar aquí más las dudas que las certezas. Además, Spark no deja de aplicar en todo momento una mirada irónica y hasta escéptica... De hecho, me ha recordado bastante -quizás con una malevolencia más sutil o menos inclemente con su prójimo- a otra escritora imprescindible: la oscura Patricia Highsmith

En suma, un feliz descubrimiento gracias a una compañera de este blog, a la que me alegro de haber hecho caso. Yo, desde luego, pienso repetir con Muriel Spark.

Más libros de Muriel Spark reseñados en Un Libro al DíaMemento MoriEl asiento del conductorLa abadesa de CreweLa plenitud de la señorita Brodie

lunes, 23 de marzo de 2015

Enrique Juncosa: Los hedonistas

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: está bien

Este es uno de esos casos en los que tengo la impresión de ir a contracorriente: Los hedonistas de Enrique Juncosa no solo venía avalado por el elogio casi unánime de la crítica, sino que también, en mi caso personal, venía recomendado por dos amigas con cuyos gustos generalmente coincido -aunque tenemos nuestras diferencias, claro-. Bueno, pues a mí Los hedonistas no me ha parecido para tanto: es un libro muy bien escrito, extraordinariamente escrito, sobre todo para ser el primer libro de narrativa publicado por su autor, pero la verdad es que me ha dejado bastante frío.

Empiezo por lo positivo: este es un buen libro de relatos, de eso no hay duda. Son relatos que están escritos con un estilo cuidado pero no pedante, modulado además para responder a los ambientes y tonos de los distintos cuentos. Juncosa demuestra que sabe contar una historia, y que sabe hacerlo de varias maneras diferentes. Es también un libro variado en los escenarios: podría decirse que es un libro cosmopolita, de un autor cosmopolita.

Muchos de los relatos incluidos en el volumen tratan, directa o indirectamente, de las relaciones eróticas, en el sentido sentimental (como en "Muagham y Haxton en Mandalay" o en "Tan peligroso es el nuevo camino", ambos con un giro metaliteriar bien diferente) pero también en el sentido físico y sexual del término. Es el caso de "Los ojos de los hombres" o de "Lady d'Arbley", este último el cuento más crudo del volumen junto con "El tatuaje del diablo". En "Los nihilistas" o en "La estrella de cine y el pulpo" (que por algún motivo me recuerda a "Un día perfecto para el pez banana" de Salinger) también hay relaciones de pareja pero comparten el foco con otros asuntos e intereses.

¿Y entonces, por qué no me ha convencido este libro? Pues no consigo decirlo con mucha precisión: la verdad es que su lectura me ha dejado muy frío. Los relatos están bien escritos, bien construidos, poblados de personajes humanos. Y sin embargo la lectura de cada uno de ellos, y de todo el conjunto, me ha dejado con una sensación de: "Muy bien, ¿y?". Habrá quien diga que esto no es una explicación muy científica ni muy académica, pero qué le vamos a hacer, es la que hay.

O a lo mejor es que, como le decía a una de esas amigas de las que hablaba al principio, tengo que ir a pedirle un corazón al mago de Oz.

domingo, 22 de marzo de 2015

Y los ganadores son...

Palabra tabú: "gracias". Y sus derivados.

Pues vaya, lo claro que lo tengo si me auto-impongo una palabra a evitar en toda esta parrafada. Que ya le he encontrado el punto flojo a Santi (alias "el jefe de todo esto") y siempre le busco las cosquillas.
Pero va a ser difícil. Porque nos sentimos abrumados, ya no solamente por el crecimiento acumulado de estos seis añitos que han pasado en un soplido, sino porque, curioso, la respuesta de los lectores sea tan masiva, tan magnifica y tan heterogénea. Y de muchos lectores que jamás han dejado un comentario pero ahora se han sentido llamados por nuestra convocatoria. Porque sí que puede apetecer recibir un libro, pero nos parece que también hemos notado ciertas ganas de obtener una respuesta por nuestra parte. Claro que habrá quien haya puesto algún libro que le haya parecido una porquería para ver lo que decimos. Puede que hasta haya quien se haya inventado un autor y un título para volvernos locos con los buscadores (a nosotros y a nuestros libreros o bibliotecarios). Pero el total de respuestas, y su enorme variedad (desde ya pedimos perdón a todos aquellos que han apelado a autores de sus países que nos haya sido literalmente imposible ubicar) hace que nos recorra un ligero escalofrío por nuestro espinazo. Que los blogs también tenemos sentimientos, oiga. 

Y que evitar la palabra tabú me ha costado lo suyo.


Así que pasamos con las sugerencias

Resumiendo, estamos tan encantados como ligeramente apremiados, pues el volumen de peticiones y su variedad es colosal. Lógicamente, hay quien ha optado por pedirnos libros que son más o menos del dominio público y, por tanto, tareas eternamente pendientes del blog. Otros han optado por pedirnos la opinión sobre autores y obras de sus países o sus entornos más cercanos. Esperamos que la relativa ausencia de fronteras que es Internet nos permita, al menos, tener la opción de interesarnos por todos ellos. Confiamos, por cierto, en que todos los libros que nos hayáis aconsejado sean reales. Porque aquí a veces hemos hecho alguna que otra broma, y este pudiera haber sido el momento de que alguien nos la devolviera.

Todas las sugerencias están (con el número que ha sido asignado para el sorteo) en este documento, que hemos colgado hace varios días.


Y, por fin, los resultados. Lamentablemente, en pleno sábado ningún notario nos pudo hacer un hueco en sus agendas. Les tentamos con sobres mulliditos (de recortes de periódicos, claro, pero es que los dimos cerrados, listos), pero ni caso. Así que hemos desarrollado un algoritmo de alta tecnología que garantizara equidad. O sea, el botón "random" de un Smartphone. Quién mejor que la diosa Fortuna. O no. Y ya le hemos pedido a los de Google una locutora un poquito más entusiasta, pero estaban todas en cástings de Gran Hermano.



Ganador de entre los participantes por medio de comentarios en el blog: 

Número 30, Maria, que nos recomendó dos libros: Incierta Gloria, de Joan Sales, y Las Voces del Pamano, de Jaume Cabré.


Ganador de entre los participantes por Facebook:

Número 8, Miguel Yuste Ayarzaguena, que nos sugirió La hora azul, de Alonso Cueto.


Ganador de entre los participantes por Twitter:

Número 7, @04MPaz, que nos aconsejó El nacimiento de Cupido, de Eusebio Fuentes.


Seréis contactados por mails o por Tweets o por paloma mensajera o señal de humo, no pararemos hasta dar con vosotros y vuestras direcciones para enviaros los libros. Abridle al cartero, por una vez no viene con una factura. Nos seguimos leyendo, amigos.

sábado, 21 de marzo de 2015

Colaboración: Las manos sucias de Jean Paul Sartre

Idioma original: francés
Título original: Les mains sales
Año de publicación: 1948
Valoración: Muy recomendable

Para quienes en épocas más o menos remotas fuimos seducidos por el cóctel existencialismo-marxismo, Sartre venía a ser una especie de Pope, con su semblante a la vez horrendo y extrañamente afable. Y aunque la mayor parte del magnetismo procedía de los textos de corte político y filosófico, por algún motivo que no soy capaz de explicar a mi siempre me atrajo su obra dramática.

Y después de bastantes años relegado a la estantería de los clásicos, vuelvo a él y me sigue pareciendo tan oportuno e interesante como siempre. En Las manos sucias, en medio de una trama mitad política, mitad novela negra, esa explosiva confluencia de ambas ramas del pensamiento resulta que cobra todo su protagonismo.

En el entorno convulso de una supuesta república europea, Hugo, un joven de extracción aristocrática, busca su identidad entre sus propias contradicciones y los vientos de una Historia que parece envolverlo todo. Vaya, un tipo desubicado intentando hacerse hueco y encontrar sus límites. A nuestro existencial protagonista se opone Hoederer, el rocoso secretario general del Partido, con quien choca en el doble plano existencial y político. Y aquí, claro está, saltan las chispas y se plantea la dicotomía que es el nudo fundamental de la obra. 

Los personajes son sólidos, estereotipos pero no caricaturas, representan lo que se les pide sin dejar de resultar creíbles. El autor los define a veces con el trazo más fino, y otras les deja intencionadamente borrosos, cuando desempeñan una función pero no nos importan sus cualidades. Nos llama la atención el personaje femenino de Olga, inusual en obras de esta índole, y que evoca vagamente al cine americano de los 50: armoniosamente integrado en la trama, ejerce de contrapunto a la principal línea de tensión argumental.

Pero en definitiva, interesa lo que realmente sirva al cuadro que Sartre quiere presentar y sólo eso, lo demás es superfluo y prescinde de ello sin miramientos. Y lo que interesa es, en el orden existencial, el conflicto entre la acción y los principios, y en el político, la dialéctica posibilismo/idealismo que a Juan Pablo, como a todo el rojerío de la época, puso en un brete tantas veces. 

Desde el punto de vista diríamos artístico, es obvio que esto es literatura política (o político-filosófica) y los aspectos formales pueden verse desdibujados al quedar por completo subordinados a las ideas que se pretenden exponer. Dicho de otra forma, estamos ante una especie de dramatización del pensamiento abstracto (El ser y la nada podría ser la versión teórica) que deja en segundo plano toda otra consideración. Con lo que puede haber quien cuestione incluso su valor como obra literaria, todo depende de con qué actitud nos aproximemos.

Para mi fue un gustazo volver a Sartre, un señor que era lo más parecido a la encarnación de eso que se llamaba un intelectual. Rara especie, admirada, denostada y seguramente ya extinguida, de cuya existencia sólo los libros de Historia terminarán dejando constancia.

Firmado: Carlos Andia

También de Sartre en ULAD: A puerta cerradaLa náuseaEl existencialismo es un humanismo Sobre esta corriente filosófica: Los existencialistas

viernes, 20 de marzo de 2015

Miguel Ángel Ortiz: La inmensa minoría

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable (imprescindible para los residentes en Barcelona)

Me jode ser tan corcó. Corcó, que es la palabra catalana para la carcoma, es como llamamos en Catalunya a los tocapelotas: a esa clase de personas que, cuando uno evita un tema o anda tranquilo, se dedican a ir ahí, como la carcoma, taladrando, incordiando, recordando lo que a uno le incomoda.
Y he de hacer honor a ese apelativo. Porque no me extraña que a Kiko Amat le haya gustado tanto La inmensa minoría: es muy posiblemente parecido al libro que, si no se hubiera precipitado, él hubiera escrito en vez del fallido Eres el mejor, Cienfuegos. Una especie de cuaderno de bitácora de profundización de la crisis mezclado con un santilorenciano ejercicio de costumbrismo de barrio de extrarradio. Con momentos casi felices, pero con una tonalidad agridulce y desencantada que cala en el lector. Cala en cualquier lector, pero ya lo hace de una forma casi absoluta si uno conoce los parajes en los que esta novela se desarrolla. No en vano, y perdona que te vuelva a mencionar, Amat la incluye en una especie de relación de novelas definitivas de la Barcelona no-pija. Da la casualidad de que yo mismo atravieso en coche esos barrios en mi recorrido al trabajo. Sí, subo con el coche por Montjuïc y dejo a la derecha el barrio del Polvorín (barrio de antigua mala fama que dicen, debe su nombre a que fueron familiares de militares y policías destinados en Barcelona los primeros en habitarlo) y paso al lado del cementerio de Montjuïc, para tomar la calle Foc y recorrer unos pocos metros del propio Paseo de la Zona Franca. No veo tiendas de Inditex ahí, ni hordas de turistas con máquinas reflex balanceándose en sus cuellos. Y veo algunas casas como las que se describe y algunos badulaques y, si estuviera más atento (he de estar por el volante, sabéis) me hubiera fijado, seguro, en alguna peluquería o pequeño y modesto comercio que han cerrado sus puertas o han cambiado de dueños en los últimos cinco años.
La inmensa minoría retrata el día a día de cuatro chavales de barrio. Cada uno, con su mote a cuestas: Retaco (narrador circunspecto), Chusmari, Pista y Peludo. Les unen muchas cosas: la más poderosa es el barrio y la escuela a la que asisten. Está el futbol, el grupo de chicas con el que algunos de ellos empiezan a tener sus primeras experiencias, y está, poderosa y condicionando sus actitudes vitales, la falta de expectativas. Están los porros y las cervezas, cómo no, las tardes vagando por ahí, y lo que perciben de su entorno. Lo que oyen en el bar y en la calle, lo que ven que pasa en sus familias: paro, divorcios, precarias condiciones económicas, empleos que tardan mucho en conseguirse y poco en perderse. Porque claro, La inmensa minoría es una novela contemporánea y eso significa crisis y eso significa circunstancias nada halagüeñas. Qué hi farem. (catalán por "qué le haremos").
Ortiz usa a Retaco como narrador: lo convierte en una especie de paradigma del personaje que combina sentido común y estupor. Un adolescente que se pone un pendiente, que juega a fútbol sin ínfulas de estrellato, que duda en su relación con una novia que viene y va, que va a repetir curso porque parece que el miedo a afrontar las decisiones le haga dilatar el inexorable momento de llegar a la edad "adulta". Un lenguaje coloquial, una envidiable fluidez de diálogos, un puntual intercalado de expresiones en catalán, y la constante presencia de las letras de las canciones de Extremoduro, otro hilo conductor del libro, pues son la referencia cultural más presente en la vida de Retaco. Incluso hay quien recomienda a Retaco leer para poderlas apreciar en su justa medida.
He de decir que, como barcelonés conocedor de primera mano, la situación temporal de los hechos (desde julio de 2010, en el cual se celebra el Mundial de Sudáfrica que la selección española gana, hasta junio de 2011, con las acampadas del movimiento 15M en Plaça Catalunya) está algo alterada. Pues se hace mención a la presencia de estelades en los balcones, cosa que se produjo a raíz del primer Onze de Setembre reivindicativo, que fue en el 2012. Igualmente, se hace mención al whatsapp como modo de comunicación en un momento en que este todavía no se había arraigado como ahora. Pero son pejiguerías que atribuyo a mi manía perfeccionista. No sé si La inmensa minoría puede situarse ya, junto a las gloriosas novelas de Paco Candel, como una de esas obras que definen las grandes ciudades desde la perspectiva de sus zonas más desfavorecidas, aquellas que los ayuntamientos prefieren no enseñar. No lo sé: pero me gusta que ciudades como la mía estén vivas y presentes en brillantes novelas como esta.

jueves, 19 de marzo de 2015

Manuel Chaves Nogales: Juan Belmonte, matador de toros

Idioma original: español
Año de publicación: 1935
Valoración: recomendable para el público en general, repugnante para antitaurinos, imprescindible para aficionados a los toros

Empiezo por aclarar que no soy aficionado a los toros: hace años que no voy a una corrida, y dudo mucho que alguna vez vuelva a ir (salvo alguna vez, por curiosidad, en Portugal, donde no matan los toros en el ruedo). Así que mi crítica del libro es puramente literaria, aunque entiendo que un antitaurino lo leerá de una forma completamente diferente a un aficionado a los toros.

Juan Belmonte, matador de toros es una biografía del torero escrita por el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, que está siendo recuperado en fechas recientes por la editorial Libros del Asteroide. Adentrándose tanto en el personaje que le cede la voz (salvo por los primeros capítulos, dedicados a la primerísima infancia), esta biografía, casi novelada, nos permite acercarnos a la vida y la personalidad de un peculiar personaje de la primera mitad del siglo XX: un matador que se codeaba con la intelectualidad de la época y que alcanzó los más altos niveles de fama en su profesión.

Lo más interesante de la obra es, sin duda, la personalidad del biografiado: salido de la nada, forjado en capeas nocturnas en las dehesas sevillanas, Juan Belmonte se muestra por momentos orgulloso y altivo, en otras ocasiones humilde, sensible, tímido, y siempre celoso de su honor y de su palabra. Un personaje complejo, que no oculta sus miserias y que se ve desbordado por una fama que lo sobrepasa, y que mantiene una relación contradictoria con su propio arte: lo fascina a veces, lo cansa y lo abruma otras.

Hay dos aspectos que hacen que no le dé una nota más alta que "recomendable" (pensando, repito, en un público general que no sea ni fanáticamente taurino ni extremadamente antitaurino): la primera es la poca relación que la biografía de Belmonte tiene con su contexto histórico: la estructura de la novela, basada fundamentalmente ne anécdotas hilvanadas a través del tiempo, y muy centrada en el personaje, evita que el escritor relacione siquiera sutilmente la figura de Belmonte con las turbulencias históricas y políticas de España en el primer tercio del siglo XX, que no fueron precisamente pocas. Solo al final, con la llegada de la República, el protagonista se enfrenta a las consecuencias de la política en su vida, aunque adoptando una perspectiva, digamos, un poco egocéntrica.

El otro defecto que le encuentro a la obra es que la segunda mitad, la que narra la vida de Belmonte desde que alcanza el éxito, es bastante más repetitiva y bastante menos original que la primera, que cuenta el ascenso difícil e inseguro de Belmonte, sus pillerías de niño y adolescente, su lucha por destacar en un mundo competitivo y lleno de egos, las dificultades de sus inicios... En la segunda mitad casi todo son corridas, giras, faenas, fases de desánimo seguidas de grandes éxitos...

En cualquier caso, esta es una excelente biografía novelada, de la que disfrutarán mucho cualquier tipo de lectores, incluidos aquellos que como yo no son aficionados a los toros, siempre que la figura de un torero no les resulte repugnante de antemano...

También de Manuel Chaves Nogales en ULAD: La agonía de Francia

miércoles, 18 de marzo de 2015

Nancy Mitford: Trifulca a la vista

Idioma original: inglés
Título original: Wigs On The Green
Año de publicación: 1935
Traductora: Patricia Antón
Valoración: entre recomendable y está bien


He aquí una nueva muestra de la novela humorística británica del período de entreguerras. De hecho, el argumento no puede ser más arquetípico y frivolón: Noel Foster, un joven corredor de bolsa de Londres, hereda una cierta cantidad de dinero y decide invertirlo en el asedio y captura de alguna rica heredera. para ello, se traslada, junto a su amigo Jasper Action -crápula y gorrón, pero de familia noble- al pintoresco pueblo donde vive la nieta de Lord Chalford, Eugenia Malmains (el entorno rural es otro clásico en este tipo de novelas). El enredo se completa con la aparición de dos misteriosas señoritas fugitivas y el encuentro con la "belleza local", la pretenciosa señora Lace (que seguramente le debe bastante a la Reina Lucía de Benson). A partir de aquí, tenemos el esperable festival de líos, equívocos, adulterios y deliciosas -y cínicas- observaciones sobre todo lo que ocurre, al más puro estilo del humor inglés, hasta llegar a la traca final. Diversión asegurada, en suma...

Claro que en esta novela, por intrascendente que parezca, nos encontramos con algo más. Resulta que la joven Eugenia es una "camisa tricolor", entusiasta seguidora del Movimiento Socialunionista, liderado por un tal Capitán Jack. Y lo chica no deja de repetir su ardorosa devoción por éste, igual que por el fascismo, el nazismo, la raza aria y la regeneración de la patria, así como su desprecio por los pacifistas, judíos y no arios en general. Todo relatado, hay que decirlo, en un tono de bastante chufla por parte de la autora, que no deja de reírse del fanatismo profascista, lo que, por cierto, le trajo más de un disgusto a lo largo de su vida.

Porque, aunque lo hiciera con singular humorismo, Nancy Mitford conocía perfectamente -y sufría- los temas y ambientes sobre los que escribía. Hija del barón de Redesdale -personaje individualista y excéntrico- era la mayor de las en su tiempo célebres y hoy casi legendarias "hermanas Mitford", que componían un grupo de hermosas muchachas de clase alta, pero de variopintos intereses: Diana fue amante y luego esposa de Oswald Mosley, el líder de los fascistas británicos (e inspiración del tal "Capitán Jack", sin duda). Su filonazismo fue superado por Unity, que apuntó más alto: se trasladó a Alemania y fue amiga de nada menos que el mismísimo Führer, de modo que se llevó un golpe tan duro cuando sus respectivos países entraron en guerra que trató de suicidarse; en este caso, Unity fue el modelo nada disimulado en el que se inspira el personaje de Eugenia Malmains... Otra hermana, Jessica, se hizo, en cambio, comunista y se fugó con su primo segundo Esmond (sobrino a su vez de Churchill) a informar de la Guerra Civil española. Otras dos hermanas Pamela y Deborah, llevaron vidas más convencionales (para tratarse de unas aristócratas, claro), aunque la última de ellas, luego Duquesa de Devonshire, tampoco se quedaba atrás en excentricidad e inquietudes literarias... cuando menos, escribió libros de cocina.

Nancy, como era de suponer, dado su vena humorística, se reía de los extremos ideológicos, aunque, a partir de cierto momento, su oposición al nazismo fue clara (incluso en lo personal: mantuvo una relación sentimental con un militar francés del gabinete de De Gaulle, por quien se traasladó a Francia tras la guerra). A la hora de escribir esta novela, sin embargo, parece que limó bastante los dardos hacia los fascistoides "socialunionistas", que en realidad aparecen como una panda de obtusos pero simpáticos  perillanes, más que nada... La razón es que no quería ganarse de la enemistad de sus hermanas, aunque de poco le valieron sus excusas: Unity, por lo visto, no se lo debió de tomar demasiado mal, pero Diana sí, y de hecho, no volvió a hablarse con Nancy has finalizada la guerra Mundial. Esta es una de las razones por las que Nancy Mitford no permitió mientras vivió que se reeditara Trifulca a la vista, para no molestar aún más a su familia. la otra, que consideraba que, tras la guerra y lo que se sabía sobre el régimen hitleriano, los chistes sobre nazis ya le harían gracia a nadie, como en los años 30.

No sólo la política es objeto, en esta novela, de la afilada mirada de Mitford. También ironiza sobre los desvaríos de la aristocracia británica (su sanatorio para lores chiflados es impagable), la institución del matrimonio (de hecho, parece que el inmoral pero encantador Jasper estaba inspirado en su propio marido, Peter Rodd), las ínfulas de la clase media, los supuestos artistas pseudobohemios y el chovinismo inglés, en general... En suma, na novela francamente divertida que no dudo hará las delicias de cualquier lector de literatura de humor y de los más anglófilos en particular.

martes, 17 de marzo de 2015

Rafael Argullol: La razón del mal

Resultado de imagen de la razon del mal argullolIdioma original: español
Año de publicación: 1993
Valoración: Recomendable



Paso la última hoja y cierro el libro. Con un poco de pena, la verdad, ya que durante los últimos días he vivido sumergida en una ciudad, legendaria y sin nombre conocido, envuelta en su propia melancolía y tan repleta de contradicciones que en ella lo insólito se convierte en cotidiano, la angustia de sus habitantes produce en el lector curiosidad, el caos descrito transmite una atmósfera mágica y la aparente libertad de movimientos se traduce en un aislamiento tan feroz como voluntario. Por supuesto, hablo de la nostalgia del lector, desde cuya privilegiada posición se puede curiosear todo sin necesidad de experimentarlo.

Esta novela, que fue premio Nadal en 1993, ha vuelto a editarse hace solo dos meses, quizá por la vigencia de una temática cuyo paralelismo simbólico con la sociedad actual resulta más que evidente. Usando las urdidumbres del mito, Argullol pretende exponer –ya que no explicar– los principales interrogantes de nuestro tiempo. Me maravilla, sobre todo, su naturaleza premonitoria pues, aunque escrita hace más de dos décadas, parece indagar en los aspectos y conductas más destacados de la crisis económica actual, no hay más que fijarse en los hitos fundamentales de la trama.

Sabemos que el lugar donde se ubica la alegoría –tan desdibujado como autosuficiente– es una ciudad porque así se indica en el texto, pero igual podría haber sido el planeta entero, un país o una comarca.  Pues bien, en una ciudad pacífica y con un alto nivel de vida, donde el aburrimiento parece ser el problema más importante, ocurre algo repentino –calificado de crisis desde el primer momento– que alterará la vida de sus habitantes.

Los dos personajes principales, así como los comparsas de la acción, tampoco presentan rasgos demasiado definidos, su función es más bien arquetípica, tal como corresponde a una fábula aunque tenga un formato tan moderno. Y, como telón de fondo, el mito de Orfeo, que intensifica la idea de tensión, de avance ante las dificultades, de equilibrio.

Ante una realidad amenazante, las primeras reacciones reflejan un escepticismo absoluto. A continuación se simula que allí no pasa nada. Más tarde se adjudica un apelativo al problema. Después, el pánico se adueña de la gente generando insolidaridad y delación además de provocar la censura informativa. Se atraviesa luego una fase involutiva en la que los ciudadanos retroceden a estadios anteriores a la vez que se aíslan del mundo. A partir de ahí sucede lo previsible: el refugio en lo sobrenatural. Posteriormente  se cae en la miseria, en la falta de dignidad, en la descomposición de las moléculas del orden, lo que dará lugar a violencia, falsa euforia, banalidad, masificación.

Fases, cuyo desenlace dejo en el aire, que recuerdan al presente pero quizá sean también el paradigma de lo que ocurre tras cualquier calamidad. El proceso transcurre en el curso de un año dejando al lector lleno de dudas acerca de ausencias, cicatrices, derrumbes y daños irreversibles. Puede que en ese final se encuentre el comienzo de otra historia que sería, si no la continuación literal, sí el desarrollo lógico de una alegoría del mismo signo. 


También de Rafael Argullol: Maldita perfección

lunes, 16 de marzo de 2015

Aixa de la Cruz: Modelos animales

Idioma original: español
Año de publicación: 2015
Valoración: recomendable

No sé si he llegado a decir en alguna otra entrada (si no lo he dicho, lo he pensado) que no me gustan las críticas que insisten en la juventud del autor o autora, como diciendo de forma parternalista: "pues para ser joven, no escribe mal este chico (o chica)". Como si los escritores jóvenes jugasen en segunda división y hubiera que juzgarlos con otro baremo. Así que lo que voy a decir es esto: a pesar de ser joven, Aixa de la Cruz escribe como Aixa de la Cruz, y eso es algo muy notable a cualquier edad.

Con esto me refiero sobre todo a su estética de lo cruel y a su aproximación, a veces juguetona y otras despiadada, a la violencia que los seres humanos ejercemos los unos con los otros. Creo que el relato que mejor muestra esta atracción de la autora por la crueldad es el primero, titulado precisamente "Modelos animales". En él, la crueldad adquiere dos formas: la de los experimentos que la protagonista-narradora ejerce con su pobre gato (¡pobre gato!); y la que subyace en la relación entre la narradora y la actriz que está encarnando uno de sus textos en una compañía teatral canadiense, y que está (o eso cree ella por lo menos) mimetizando cada uno de sus gestos.

Otro relato que responde muy bien a las obsesiones de la autora es el último, "Abu Grahib", ya que, por lo que he podido leer, Aixa de la Cruz está escribiendo una tesis sobre la representación de la tortura en series de televisión americanas post-11 de septiembre. Y el relato trata, precisamente, de torturas, y de la forma en la que individual y socialmente reaccionamos ante ellas; y también, indirectamente, del papel de los creadores, artistas o como se les quiera llamar, en los engranajes de control global.

En otros relatos, sin embargo, tengo la sensación de que una estetización "tarantiniana" (me refiero al Tarantino de Kill Bill) de la violencia impide que se desarrollen otras posibilidades más perturbadoras. Es el caso, por ejemplo, de True Milk: la relación entre maternidad y vampirismo podía haber dado para escenarios de un terror (físico o psicológico) muy primario y muy profundo, pero el relato solo lo explora superficialmente, y se prefiere un juego metaliterario interesante pero que rompe el efecto de inmersión del lector. (Un efecto de distanciamiento parecido se produce, por lo menos en mi caso, en "Doble", porque la disposición del texto a doble columna hace difícil una lectura continuada del relato, o mejor dicho, los relatos paralelos).

Una cosa que me ha gustado, y que creo que también forma parte del "estilo Aixa de la Cruz", es que no renuncia a sus propias referencias vitales y culturales, en vez de sustituirlos, como hacen (hacemos) otros escritores por referentes más "cultos". Así, aunque el libro es muy cosmopolita -con relatos situados en Canadá, Inglaterra, Estados Unidos...-, varios de ellos se sitúan total o parcialmente en el Bilbao natal de la autora; pero no en el Bilbao cool y chic del Guggenheim y los gin-tonics con cebollino, sino el del Rock Radical Vasco, los litros de kalimotxo comprados en la charcutería de la esquina, el speed y la violencia terrorista de baja, mediana o alta intensidad.

Esto es más visible que nunca en "El cielo de Bilbao" (el título juega, sospecho, con El cielo de Lima, en que también se trata de identidades impostadas), en el que la dureza con la que unos mocosos se burlan de los pederastas y de los corazones solitarios que pululaban por el internet de los primeros chats, se puede leer en el contexto de insensibilización hacia la violencia del conflicto vasco, explícito en el relato, dejando abiertas relecturas muy interesantes.

Y en cambio (y esto a lo mejor puede parecer paradójico en vista de lo que he dicho hasta ahora), me da la impresión de que a veces sería necesario que Aixa de la Cruz escribiera un poco menos como Aixa de la Cruz, y un poco más como lo harían sus propios personajes, para que tengan no ya una personalidad -que eso casi todos la tienen- sino también una voz propia y diferenciable. Pongo un ejemplo concreto: en "Romperse", el protagonista, un vigoréxico bulímico, cita en un momento dado unos versos de Gabriel Aresti (Pensatzen dut nire izena / nire izana dela, / eta ez naizela ezer ezpada / nire izena); que Aixa de la Cruz conozca y cite a Gabriel Aresti es lógico; que lo haga un vigoréxico bulímico... ya no sé si tanto.

A pesar de estas pequeñas pegas no hay duda de que Modelos animales es un muy buen libro de relatos (y hay que agradecer otra vez a Salto de Página que apuesten por los relatos, cosa que pocas editoriales españolas hacen), aunque probablemente no será para todos los públicos: lo disfrutará más quien tenga su pequeño o grande lado morboso. Aunque en realidad, ¿quién no tiene su pequeño o grande lado morboso?