“Mi familia y otros animales” tiene muchas facetas y todo tipo de destinatarios. De él podríamos decir que es bastante más que una novela, habría que situarlo, quizá, en un terreno híbrido entre el género de humor, la divulgación y las memorias de infancia. El autor nos traslada a la temporada idílica que pasaron los Durrell (madre viuda con sus cuatro hijos) en un lugar privilegiado, la isla de Corfú, a través de la mirada del hijo pequeño. O mejor dicho, de la mirada del adulto Gerald transmutado en el niño Gerald que, a su vez, se identifica con (o se reencarna en) seres de toda especie y condición. Nuestro narrador va mostrando el día a día de sus personajes con la ingenuidad propia de los doce años. Todo un catálogo de momentos felices embellecidos por la memoria y servidos al lector por obra y gracia de las cualidades literarias del hermano del gran Lawrence Durrell. En definitiva, el análisis de los miembros de una familia realizado con gran desparpajo y un entrañable sentido del humor.
Lo poético de esta novela radica tanto en la recreación de lugares sugestivos como en la actitud idealizada con que el adulto retorna mentalmente a la niñez. Durrell consigue retrotraerse a aquella época lejana, mirarse a sí mismo y contemplar el mundo tal como lo veía entonces.
Si nos atenemos a lo que el título sugiere, se nos presentan dos tipos de animales. Los pertenecientes a la familia: un conjunto de personajes, a cual más excéntrico, que, diferencias aparte, conviven en buena armonía, a los que se añade el selecto grupito de amigos que no tienen nada que envidiar, en cuanto a extravagancia, a los genuinos miembros del clan. En un ambiente como éste parece que hasta los animales domésticos se contagiasen de las peculiaridades humanas y empezasen a comportarse de forma claramente anómala dando lugar a las situaciones más peregrinas. El narrador/protagonista curiosea primero e investiga después sobre cualquier bicho que llame su atención y acaba alterando la vida de muchos de esos seres fascinantes que incorpora por su cuenta al hogar a pesar de que el resto de la familia, excepto la madre, no suele estar muy de acuerdo. Esas nuevas adquisiciones producen a menudo situaciones jocosas: malentendidos, pequeños o no tan pequeños desastres y episodios de pánico que a menudo arrancan la carcajada del lector. Al margen de esas situaciones – a cual más desternillante – nos mantenemos en una permanente sonrisa. El aliciente añadido es que podemos observar en primer plano al célebre escritor Lawrence Durrell durante sus años juveniles, su comportamiento doméstico, sus esfuerzos en pro de la escritura, pensamientos, manías, fobias y filias, todo ello filtrado por la subjetiva óptica de su hermano menor.
En cuanto al auténtico mundo animal, la naturaleza se presenta en todo su esplendor: animales y vegetales forman un todo indisoluble. Durrell nos enseña una nueva forma de abordarla: el campo es, a través de sus ojos, la casa que habitamos y, en ella, insectos, pájaros y demás fauna adquieren entidad propia. Él les mira de frente, como a iguales, humanizándoles al dotarles de actitudes, opiniones, estados de ánimo, simpatías, antipatías y discrepancias. Hasta al más modesto representante del reino animal se le sitúa en el mismo nivel que al resto y que a nosotros mismos (lector, narrador y personajes). De igual modo, cualquier hecho, por insignificante que parezca, merece la atención del narrador convirtiendo el libro en un conjunto de minuciosas observaciones, a veces al modo de un ameno tratado de ciencias naturales o de un somero catálogo zoológico. Las certeras descripciones del autor consiguen, no sólo brindarnos un banquete de sensaciones visuales sino que llegan a trasladarnos virtualmente a la isla, – convertida en lugar paradisíaco – consiguiendo que nos invada el calor o los vaivenes del clima, que olfateemos y toquemos, que escuchemos multitud de ruidos distintos y hasta murmullos imperceptibles – convertido el sotobosque en cantera inagotable de impresiones de toda clase –, incluso que sintamos el regusto de ciertos sabores en el paladar.
Durrell consiguió expresarse con lenguaje propio, encontrando sus propias convenciones y logrando con ello una obra personal y, en su momento, originalísima que puede leerse a cualquier edad.
También de Gerald Durrell en ULAD: Filetes de lenguado
También de Gerald Durrell en ULAD: Filetes de lenguado
10 comentarios:
Hola, no conozco a este autor pero me apetece mucho leerlo.
Navegando un poco he visto que este libro es el primero de una trilogía, sabeis algo de los otros dos? Valen tanto la pena como este?
Saludos
Leí este libro hace mucho tiempo, y guardo un precioso recuerdo. Creo que luego seguí con algún otro de la trilogía, Ana, pero la verdad es que no podría decírtelo con seguridad... Me parece un regalo genial para estas fiestas: uno de esos libros que te hacen feliz.
Al igual que Jaime leí este libro hace mucho y también como él guardo un buen recuerdo. Un acierto seguro para un regalo.
Yo no leí los otros Ana, así que no puedo decir nada al respecto, pero este es genial y muy divertido.
Es una obra simpática, entrañable y muy agradable de leer. Totalmente recomendable.
De acuerdo contigo cien por cien.
De acuerdo contigo cien por cien.
Muy aburrida, no la recomiendo es malissima no la lean mejor regala otra cosa que esta porqueriia apesta más que mi mierda :v
En cambio tu comentario es ameno, entretenido, profundo, con una puntuación impecable y muy, muy respetuoso. Mi más cordial enhorabuena.
Cuando me preguntan por un libro divertido, siempre recomiendo este, lo que me pude reír.
Besos.
Hola Sol. Sí, es un libro que tiene chispa, muy tierno y con cierto valor documental, ya que en él aparecen dos nombres relevantes, el propio autor y su hermano Lawrence, desmitificándolo como solo puede hacerlo la familia. Un beso
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