Aquí, en cambio, uno siente una guerra pero no la ve. Y son los mismos desplazados, la gente misma, los que abandonan a sus perros. Eso es peor que colgarlos de un poste. Los abandonan para anunciar que se marchan de este infierno
Páginas
lunes, 31 de mayo de 2021
Rodrigo Blanco Calderón: Simpatía
domingo, 30 de mayo de 2021
Reseña 3 x 1: Simon Reynolds: Post-Punk / Después del rock / Retromania
Títulos originales: Rip It Up and Start Again: Postpunk 1978–1984 / Totally Wired: Post-Punk Interviews and Overviews / Retromania: Pop Culture's Addiction to Its Own Past
Años de publicación: 2006-2010-2011
Traducción: Agostina Marchi-Matías Battistón / Gabriel Livov-Patricio Orellana/ Teresa Arijón
Valoración: Muy recomendables
Si estos cambalaches sirvieran para convalidar para la TochoWeek, este año ya lo tenía. Más de mil páginas suman estos tres libros, más de mil páginas donde se habla, sobre todo, de música. De discos, de carreras, de canciones, de sonidos, pero, especialmente en Retromania y en no pocos párrafos sueltos de muchos de los artículos de los otros dos libros, también se abre el abanico a otras manifestaciones culturales y, de hecho, a todo el zeitgeist que abarca desde la última mitad de los 80 hasta ese 2011 en que se publica el último de los libros, con la crisis de las subprime condicionando la economía global, previa a la explosión de las plataformas de streaming, la irrupción de los smartphones como omnipresentes aparatos de reproducción de todo tipo de productos audiovisuales, etc.
Pero los textos de Simon Reynolds, reputado periodista en todo tipo de medios (incluyendo la muy selectiva revista The Wire) no acusan el paso del tiempo en absoluto. Primero, porque la mentalidad retrospectiva es estricta y aquí, con la excepción de alguna alusión a circunstancias personales, la apelación a la nostalgia es prácticamente inexistente como elemento del hilo narrativo. Reynolds incide en la importancia de los momentos que describe y con ello no pretende en ningún modo menospreciar los respectivos presentes ni plantear malas expectativas para el futuro. Más bien, especialmente en Retromania, el texto más alejado de la crónica o crítica musical convencional, analiza ese fenómeno (adicción del pop a su propio pasado, como subtitula, algo muy diferente de los revival) desde una perspectiva prácticamente sociológica, sin pretensiones, con toda naturalidad. Porque las corrientes musicales representan en algún momento una especie de reflejo de aquellas sociedades en las que surgen, aunque sean vías de expresión preferentes de sus generaciones más jóvenes, es innegable, y no solo desde el planteamiento frívolo de su uso en entornos de ocio, que al margen de su progresiva asimilación comercial, que el pop, el punk, el techno o el hip hop han definido las épocas en que se han desarrollado.
sábado, 29 de mayo de 2021
Pierre Lemaitre: El espejo de nuestras penas
Idioma original: francés
Título original: Miroir de nos peines
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable (con reparos)
Son tantas las sensaciones contradictorias
que tengo respecto a Lemaitre y hacia esta novela en particular que no me
resultará fácil explicarme pero, con un poco de esfuerzo por mi parte y de
atención por la de ustedes, espero quede claro lo que quiero decir. Considero a
este escritor, al menos por lo que he leído de él, un virtuoso de la trama, y
no estoy haciendo una tautología, pues existen grandísimos prosistas cuyo
fuerte no es, precisamente, la ficción aunque lleven décadas triunfando en ella
(y el ejemplo que tengo a ras de pluma me lo callo porque no viene a cuento).
Lemaitre, decía. Bien. Cuando alguien
tiene esa capacidad para urdir historias, enlazarlas, mantener la tensión desde
el principio y dejarnos boquiabiertos, tanto por lo que cuenta como por la impresión inevitable de que de tanta audacia no puede resultar nada bueno, que acabará
conduciéndole a un fiasco tremendo, ya que es casi imposible estar siempre a la
altura una vez alcanzados esos niveles de retorcimiento argumental. Pero nos
equivocamos: Lemaitre colma nuestras expectativas, incluso las supera con
creces. Así que, si eso es todo lo que le exigen a una lectura –y no es poco,
añado– lo van a pasar estupendamente. Incluso si exigen algo más que eso como
es mi caso, porque no voy a negar que no se ha despegado de mis manos desde que
la empecé y que sus cuatro centenares y medio de páginas se han disuelto en un
suspiro. Aceleras, aceleras, porque cada vez se enreda más la cosa y tienes que
saber, ese es uno de los requisitos de los best sellers y este lo es. No del
todo, supongo, pero quizá demasiado para el gusto de quien escribe estas
líneas.
La publicidad pone el acento en una escena,
algo estrafalaria, que igual puede enganchar que disuadir. Ocurre muy al
principio y, si bien resulta esencial para el desarrollo de los
acontecimientos, podría haberse enfocado de otro modo. Se trata, pues, de un
cebo que en este caso puede volverse en contra. Una pista: la vertiginosa
carrera por las calles de París de alguien de aspecto insólito ante la atónita
mirada de los viandantes. La facilidad de enfrentar al lector con lo que menos
se espera, con lo que quizá no haya leído ni visto nunca es otra de las
virtudes de Lemaitre. Tampoco se le da nada mal crear personalidades
consistentes y atractivas, así tenemos a la buena de Louise, a su madre
Jeanne Belmont, al doctor Thirion y su benemérita familia, al señor Jules
(¡cómo olvidarlo!), a Gabriel, Desiré, al matrimonio compuesto por Fernand y Alice, a Raoul
Landrade, algunos militares y presos etc. Figuras inolvidables a causa de los
sentimientos de todo signo que suscitan en nosotros.
¿Y qué decir de la estructura? Pues que es
como la masa del pastel (también hay una guinda, ese epílogo para curiosos que se
salta la ortodoxia narrativa pero que leemos con placer, estemos de acuerdo o
no con utilizar ese recurso). La novela está compuesta de una serie de hilos narrativos
independientes que se irán uniendo conforme los acontecimientos vayan
conectando a los personajes en el lugar y momento que decida el novelista siempre
que resulte verosímil. Porque el argumento puede rozar lo increíble,
recordarnos al folletín, parecernos artificialmente forzado en ocasiones, pero –hay
que reconocerlo– se mantiene en los límites de lo plausible sin llegar a patinar
nunca.
En cuanto a ese escenario de ambientación
histórica –la Segunda Guerra– admitamos que no nos cansaremos nunca, al menos
una gran parte de nosotros, de leer una y otra vez sobre el asunto. Con esos
ingredientes ¿quién no va a resultar trinfador? Pues cualquiera que no tenga la
pericia narrativa de Lemaitre, no es tan fácil, al contrario, es extremadamente
complicado realizar una proeza como esta.
Y ahora desvelaré la razón de mis
constantes alusiones a algo negativo que no acabo de concretar. Me refería a
que el camino está sembrado de trampas (literarias, naturalmente), que nos
importan muy poco, porque somos como el niño del cuento al que colocan
caramelos en el trayecto a la casa de la bruja. Lo hizo en Vestido de novia, pero
eso era un thriller y, de alguna manera, forma parte de las convenciones del
género, se apartó de ello –o lo disimuló muy eficazmente– en la maravillosa Los colores del incendio. Es
verdad que muchos textos de ambientación histórica, o propiamente históricos,
abusan de recursos novelescos, pero también hay obras que nos cuentan lo mismo,
lo hacen magníficamente sin utilizar potenciadores
del sabor, es decir, sin salir de los límites que marca lo que entendemos
por calidad literaria. Lemaitre, en un apartado final, especifica las fuentes
que ha utilizado, que son muchísimas y muy variadas. Hay que reconocerle –otro mérito
más en su haber sobre el que, por cierto, se nos informa a conciencia– haberse
documentado exhaustivamente. He leído con mucha atención todos esos títulos
porque buscaba uno en concreto, pero no parece que se haya inspirado en él, o al
menos no lo incluye. Me refiero a Suite francesa, la impresionante
obra póstuma de Irène Némirovsky, ambientada en la misma época, y centrada también
en el gran éxodo que la invasión alemana provocó en la ciudadanía francesa, donde la escritora no pudo atar todos los cabos porque quedó inconclusa y a la
que, sin embargo, se le puede atribuir una calidad excepcional junto a gran
amenidad lectora, y eso sin haber hecho ninguna concesión al gran público.
También de Pierre Lemaitre: Tres días y una vida, Irène, Vestido de novia, Nos vemos allá arriba, Los colores del incendio
viernes, 28 de mayo de 2021
Serge Guilbaut: De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno
Título original: How New York Stole the Idea of Modern Art
Traducción: María Rosa López González
Año de publicación: 1983 (en castellano, 2007)
Valoración: Recomendable (muy recomendable para interesados en el arte y la Historia)
No me alcanza la memoria para decir en cuántos lugares he buscado este libro, nuevo, de segunda mano o en pdf, en librerías, claro está, pero también en rastrillos y almacenes, en innumerables sitios de internet, en museos y bibliotecas, en la propia editorial, yo qué sé. Cuando algo entra en la lista de pendientes el mundo se queda pequeño para conseguirlo. Al final, merece ser dicho, en la muy eficiente Red de Bibliotecas de Euskadi me lo trajeron del único sitio donde había un ejemplar: la biblioteca pública de Irun, donde por fin terminaron las pesquisas, a fin de cuentas no tan lejos, la verdad.
Así que, culminada la pequeña odisea, paso a exponer mis impresiones en unos pocos puntos, a modo de esquema:
1.- Título engañoso
Una vez más, oiga, me empieza a cansar un poco este jueguecito de los títulos sonoros que después no es que no respondan al contenido, sino que lo tergiversan sin escrúpulos. Y esta vez no es culpa de la editorial (la editorial tiene otras culpas que luego diré) sino que el dislate viene de fábrica. Echemos un vistazo al título original y, aunque mi inglés es bastante limitado, no me dirán que la traducción literal de stole no es justamente robó, con un sentido que ni siquiera es un suave se apropió, y menos heredó o asumió. Robó. Y claro, como luego se explica en el libro, Nueva York no robó la idea de arte moderno mediante la añagaza o la maniobra torticera que se puede suponer. La realidad es que en el transcurso de la Segunda Guerra mundial París, epicentro del arte y la creatividad planetaria, es ocupada por los nazis de forma poco menos que placentera, y aquel corazón deja de latir, un buen número de artistas buscan refugio al otro lado del Atlántico, y favorecen que prenda allí la llama. Por supuesto, ya había creadores interesantes que habían bebido de la tradición europea, y entre disputas a medio camino entre el arte y la política, se fue abriendo la opción de que los Estados Unidos (en principio N.Y., cierto) tomasen el relevo como ombligo del mundo –también en este aspecto.
2.- Desorden expositivo
El libro de Guilbaut, dividido en cuatro apartados excesivamente amplios, no se distingue por su claridad a la hora de exponer los hechos. Da la sensación de que, aunque a grandes rasgos sigue un criterio cronológico, se le agolpa la información hasta configurar una masa que el autor no parece capaz de dominar. Seguramente es que quiere contar demasiadas cosas, entrar en todos los detalles, y ahí pierde limpieza. Y además lleva encima el enorme lastre que supone querer incluir citas innecesariamente extensas que, aunque resulten ilustrativas, cansan de forma inevitable al lector e interrumpen el ritmo. No le hubiera venido mal al señor Guilbaut un poco más de capacidad de síntesis.
Entre los muchos meandros de ese gran caudal de información conocemos el compromiso de varios de estos artistas (Newman, Rothko, Gottlieb) con la izquierda, el impulso y la reflexión de críticos destacados como Schapiro o Greenberg, o el trabajo divulgativo (comercial) de galerías como la famosa Art of This Century de la que en su día hablamos aquí, el marchante Samuel Kootz o los diferentes rectores del MOMA. Se busca un camino para poseer un arte propio, al mismo tiempo deudor del espíritu vanguardista europeo e independiente de él. Digamos que estamos tocando temas que pueden aburrir a quien no esté muy interesado en este mundillo, aunque apasionarán a los que sí.
3.- Y sin embargo, te quiero
Para quien no quiera entrar en muchos detalles, quizá conviene quedarse con una idea general de lo leído, porque el libro toma después un rumbo bastante diferente. Aunque de tanto en tanto el foco es cambiante, no estamos ya en un texto sobre arte, ni siquiera sobre Historia del arte, sino sobre Historia a secas, y en mi opinión de un considerable interés. Terminada la guerra, el mundo queda, como todos sabemos, polarizado entre las dos grandes potencias vencedoras, y se inicia una pugna, primero subterránea pero muy potente, por al menos pararle los pies al rival. Es la doctrina de la contención del presidente Truman, que pretende a toda costa evitar que países decisivos de su órbita (según quedó dibujado en Yalta) cayeran en brazos del comunismo (Francia, Italia y Grecia eran los candidatos).
Todo esto es la raíz del plan Marshall: inundar de dinero a la deprimida Europa para evitar la tentación de que mirase hacia el Este, todo ello acompañado de una gigantesca operación propagandística en la que se incluye obviamente la amenaza de un ataque soviético, pero también por ejemplo la penetración masiva del cine norteamericano (acuerdo Blum-Byrnes) o presiones más o menos sutiles para sacar a los comunistas de los gobiernos en los que participaban. En el marco de esa enorme campaña volvemos a encontrar a nuestro artistas estadounidenses, como punta de lanza de lo que se pretende demostrar: que los EE.UU. ‘tenían ahora todos los triunfos en la mano: la bomba atómica, una economía fuerte, un ejército poderoso y ahora la supremacía artística y la superioridad intelectual’ frente a un París amanerado y atado a un pasado que le inclinaba hacia un nuevo academicismo.
Aun sin desprenderse de las rémoras formales que comentaba antes, y fluctuando sin un rumbo claro entre materias, la exposición resulta enormemente interesante. Eso que conocemos bajo el rótulo de expresionismo abstracto (digámoslo ya, Rothko, Still, de Kooning, Motherwell y varios más, siempre tras el abanderado Pollock) se debaten entre fuerzas contrapuestas, como el purismo nacionalista que intenta apartar a los que considera demasiado afrancesados, o los gustos cambiantes de la pujante clase media, primero espantada por semejante vanguardismo, luego encantada de asumirlo como elemento decorativo y de distinción social. Hasta que finalmente el aparato propagandístico decidió que había encontrado en ese movimiento el estilo norteamericano por excelencia, la representación adecuada de los valores liberales (individualismo, riesgo, vigor) que inyectaría en la vieja Europa para frenar la influencia comunista.
4.- Reedición urgente
No recuerdo qué librero me dijo que se preveía una nueva edición de este libro, y pocas veces será más imprescindible. Se diría que Tirant lo Blanch (con la colaboración del MACBA, nada menos) lo hubiese editado sin ningún tipo de corrección y está plagado de erratas, muchas realmente burdas. Es de verdad una pena porque estropean la lectura hasta hacerla a veces irritante. Si además fuese posible una revisión algo más profunda estructurando mejor las ideas, con la espectacular base bibliográfica que tiene quedaría una obra realmente espléndida que no se debería perder ningún aficionado al arte. Y hasta le perdonaríamos lo del título.
jueves, 27 de mayo de 2021
Brit Bennett: La mitad evanescente
Título original: The Vanishing Half
Traducción: Marc Rubió (ed. en catalán) / Carlos Milla Soler (ed. en castellano)
Año de publicación: 2020
Valoración: está bien
miércoles, 26 de mayo de 2021
Rebecca Solnit: La madre de todas las preguntas
Año de publicación: 2021
Traducción: Lucía Barahona
Valoración: Muy recomendable
«En la trilogía original de La guerra de las galaxias, mujeres que no sean la princesa Leia hablan un total de sesenta y tres segundos en los 386 minutos de las películas (…). Sin embargo, estas películas no se describen como películas para niños u hombres, sino películas para todos nosotros, mientras que las películas con una cantidad de tiempo similarmente desigual asignado a mujeres se considerarían sí o sí películas para niñas o mujeres.»
- La maternidad como requisito para pertenecer a la categoría mujer. Esta es la cuestión que da título al libro aunque solo sea uno de los aspectos que se tratan y que aprovecha para desmontar también el falso mito de la felicidad que rige el mundo capitalista.
- El silencio y a quién beneficia. Conjunto de artículos que desgranan con detalle y audacia todas las facetas del silencio, los actores que lo promueven y lo sufren y, sobre todo, las profundas repercusiones en el individuo y en la sociedad en general, centrado desde la óptica del silenciamiento de las mujeres.
«A veces tan solo el simple hecho de ser capaz de hablar, de ser escuchado, de ser creído, es parte fundamental de la pertenencia a una familia, una comunidad, una sociedad.»
- La cultura de la violación, los chistes sobre violaciones, etc…
«El lenguaje es importante. Hemos librado una importante batalla sobre la cuestión del lenguaje de las violaciones para que la gente deje de culpabilizar a las víctimas. El epíteto que mejor lo resume es: los violadores provocan violaciones.»
- La construcción histórica de la mujer: bulos y falsos mitos.
«Necesitamos dejar de contar la historia de la mujer que se quedó en casa, pasiva y dependiente, esperando a su hombre. Ella no estaba sentada a la espera. Estaba ocupada. Y todavía lo está.»
- La construcción literaria de la mujer (su invisibilización), tomando como punto de partida la publicación por parte de la revista Esquire de una infumable lista titulada Los 80 libros que todo hombre debe leer.
«Analizar la lista, que incluye muchos de los libros más varoniles de la historia, libros sobre guerra, donde solo hay uno escrito por un hombre homosexual, me recordó que, aunque es duro ser mujer, en muchos sentidos es mucho más duro ser un hombre, ese género que se supone que ha de ser defendido y demostrado incesantemente a través de actos de hombría.»
martes, 25 de mayo de 2021
Kiko Amat: Revancha
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable
He tenido que revisar mi reseña de la anterior novela de Kiko Amat (Antes del huracán) para comprobar si no había aseverado que era la última vez que leía (ergo reseñaba) uno de sus textos. Porque me suena algo reiterativa tanto mi manía por, con un pretexto u otro, seguir su obra, como la suya por escribir novelas, una obstinación propia del oficio de escritor, claro, pero también, hay que pagar las facturas, una constante lucha por dar en el clavo (será la portada la que me sugiere la metáfora, supongo) y entregar, de una vez, una novela inapelable.
Y, a pesar de que me inclino por recomendarla, Revancha "tampoco" lo es. Puntos a favor, y no me acuséis de pretender psicoanalizar a aquellos autores cuya obra voy siguiendo, los tiene. Por ejemplo, tratándose de una novela dirigida a un público adulto, por primera vez no vemos al Amat personaje agazapado tras alguno de los dos protagonistas, con lo cual, en cuanto a los papeles otorgados, la narración queda despojada de ese regusto autobiográfico encubierto de algunas de sus obras anteriores. Segundo, ha abandonado ese aire tan british de sostener la ironía de forma permanente y no avanzar decidido hacia lo épico y lo trágico. Las grandes escenas, que las tiene, no parecen necesitar el complemento de cualquier himno ska acelerado como música de fondo. Amat no quiere ser Welsh o Hornby (los de hace dos o tres décadas) o si aún quiere serlo aquí ha aprendido a disimularlo. Y por supuesto, está bien ahondar en esos escenarios que pueden sonarnos estéticamente añejos, pero quizás vaya a ser que no. Porque la novela se ambienta en la persecución inconsciente entre dos falsos antagonistas: Amador, cabecilla circunstancial de una peligrosa banda criminal integrada en Lokos, una facción ultra de aficionados del Barça, y César, antiguo jugador de rugby reconvertido en una especie de sicario que, al servicio de las víctimas, toma venganza por su cuenta contra pederastas y otra gente de baja estofa que ha eludido a la justicia convencional. La extorsión para cobrar una deuda los vincula en una especie de punto de convergencia narrativo que no deja de ser la clásica historia, deudora del mundo audiovisual, del choque de titanes.
Por tanto, la principal baza literaria de la novela es la escenificación de la violencia de uno u otro bando. Amat domina ese registro y no escatima en recursos. De hecho, esos cúlmenes son los que convierten al resto de los capítulos, aquellos más reposados, con retrospectivas en que comprendemos cómo los personajes han llegado a esa situación de marginalidad, donde muestran sus puntos vulnerables, donde son individuos, dos seres solitarios, difíciles, taciturnos, que necesitan máscaras para ser aceptados por su entorno, esos capítulos parecen separadores entre los capítulos violentos, crudos, que justifican el habitat de la novela, los barrios chungos, los antros en que reunirse y emborracharse los días de partido.
Porque esa es otra cuestión. Amat no se la ha jugado cambiando los escenarios que le son familiares y que son los de su obra hasta hoy. No es que la trama hubiera justificado otros emplazamientos, pero Amat, que ya es más narrador omnisciente que protagonista en la sombra, se ha reservado esa comodidad, se ha documentado, a saber si ha aprovechado para guiñar el ojo al preocupante resurgimiento de la extrema derecha más cafre, pero estamos, otra vez, y si que me referiré a mi reseña anterior, ante una relativa falta de aplomo, una necesidad de preservar su zona de confort. La otra es que, en aras de mantener un pedigree de autenticidad, un certificado callejero de pertenencia, cuestiones formales se le hayan ido de las manos. No entiendo el uso constante de una jerga lumpen para distinguir al narrador, y de hecho tanta clepsa, tantos nodos y tantos lipos no me han acercado al personaje, me han alejado de él; no entiendo la necesidad de demostrar una relativa infiltración en el universo skinhead y no profundizar en ello. Y los agradecimientos finales, incluyendo a Zanón (¿?). Cada vez me convenzo más de la existencia de una generación entera de escritores barceloneses abrumados por la sombra (densa, irregular) del Watusi.
lunes, 24 de mayo de 2021
Neel Doff: Días de hambre y miseria
- La contención y economía de medios con que está escrita.
- Su sutileza a la hora de caracterizar a los personajes y evidenciar su desarrollo (o degradación).
- La eficacia y expresividad con que relata determinadas escenas.
- Su atención al detalle.
- Aborda múltiples temas vinculados con la pobreza y las dinámicas familiares.
- Algunas de sus reflexiones, ya circunvalen el existencialismo o la crítica social.
domingo, 23 de mayo de 2021
Mariana Enriquez: Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios
Valoración: Muy recomendable para fans. Para el resto... ah, ¿aún queda alguien que no sea fan de Mariana?
25 textos (24 + epílogo) conforman esta edición ampliada de los viajes por cementerios de la gran Mariana Enriquez, 25 textos que inciden y completan el imaginario que compone la obra de la bonaerense y que, por tanto, resultarán de sumo interés para los ya iniciados en la materia. Aunque no solo para ellos!
Publicado originalmente en Argentina por la editorial Galerna y ampliado para la ocasión por Anagrama, "Alguien camina sobre tu tumba" es un recorrido mitómano - a medio camino entre la historia personal y la Historia, entre la realidad y la leyenda - plagado de referencias ligadas a la cultura popular, ya sean estas históricas (la primera Guerra Carlista, la colonización de la Patagonia, Perón, etc), musicales (Joy Division, ACDC, Elvis, Manic Strreet Preachers...), cinematográficas (Nicholas Cage, El Golem, Medianoche en el jardín del bien y del mal...) o literarias (Aitken, Boris Vian, Cortázar, Vallejo, Anne Rice, Carpentier...), artísticas, etc.
Para ello, nos situamos en diferentes cementerios de todo tipo ubicados en Europa y América. No necesariamente han de ser los más famosos o visitados (de esos también hay, obviamente, y sirven de muestra Highgate, Montparnasse o la Recoleta), sino que también encontramos cementerios minúsculos, humildes o semiabandonados que sirven, quizá aún en mayor medida, para hablarnos de nuestra relación con la muerte a lo largo de los tiempos y las culturas, de nuestros mitos, miedos, terrores y fantasías más profundos. En este sentido, cabe destacar la definición que Enriquez hace de los cementerios como libro resumen de todos los tiempos del tiempo.
Todo lo anterior hace de "Alguien camina sobre tu tumba" un libro híbrido que se sitúa, según el lugar y el momento, entre relato intimista, la crónica de viajes, el reportaje, la guía turística o el texto antropológico / sociológico, aunque siempre desde una perspectiva "pop". Lo anterior es debido al entrelazamiento de apuntes autobiográficos, datos históricos, hermosas descripciones de arte funerario, toques de humor negro (no podría ser de otra forma) y leyendas o anécdotas de lo más truculentas y variopintas. Eso sí, sin caer en el morbo por el morbo o en lo tremendista y gratuito, lo que hace de estas crónicas un artefacto literario sumamente entretenido e interesante.
Puestos a destacar algunos de los textos, me quedo con la visita al bellísimo y extraño cementerio de Punta Arenas (Chile), que sirve de base a un repaso de la histórica patagónica y su genocida colonización, con la crónica del surrealista y caótico viaje a la necrópolis de Colón (La Habana) y al concierto que dieron en la ciudad los Manic Street Preachers, con el más tenebroso (y a la vez humorístico) relato de la visita al cementerio de Montparnasse o con el más personal relato situado en el cementerio de la Reja (Moreno, Argentina).
Son solo cuatro (alguno había que escoger), pero de verdad que en "Alguien camina sobre tu tumba" hay mucho y bueno donde elegir. ¡No tengáis miedo!
Otros libros de Mariana Enriquez en ULAD: Bajar es lo peor, Este es el mar, Nuestra parte de noche, La hermana menor, Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego
sábado, 22 de mayo de 2021
Alejandro Melero: El secreto de la hierba
viernes, 21 de mayo de 2021
Eduardo Halfon: Canción
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable
En este blog nos gusta mucho Eduardo Halfon o, por lo menos, nos gusta a varios de nosotros: la prueba está en la buena cantidad de reseñas, todas favorables, que hemos hecho sobre sus libros... Y las que aún nos quedan, porque este escritor atesora ya un buen número de títulos publicados, aunque bien es cierto que, en genral, se trata de libros bastante breves y que guardan no poca relación entre sí, de tal manera que casi se diría que se trata de diversos capítulos de un único libro que Halfon va escribiendo por entregas, a su ritmo.
Así pues, esta Canción comparte elementos con otros libros del mismo autor, aunque haya variado un tanto la partitura, si se me permite el tropo facilón -y algo tramposo, pues el título no tiene nada que ver con canción o música alguna, aviso-; encontramos también al propio Halfon como personaje-narrador y, como en otros de sus novelas o relatos, se encuentra de viaje en un país cuyo idioma desconoce y donde debe elaborar una identidad ad hoc, de acuerdo con las expectativas ajenas: en este caso -y es lo más jocoso del libro- invitado a un congreso en Tokio sobre literatura libanesa, él, un guatemalteco que nunca ha estado en el Líbano y cuyo vínculo con ese otro país se debe tan sólo (o nada menos), a que es el lugar de origen de su abuelo paterno.
El segundo punto en común es fácil de adivinar: este libro también trata, en gran medida, sobre la historia familiar de Halfon, en este caso de su abuelo paterno, que se llamaba como él -es decir, él como su abuelo-, un judío emigrado a Guatemala desde Beirut, previo paso por París y que en el país centro americano prosperó hasta el punto de ser secuestrado, en el año 1967, por la guerrrilla insurgente, para cobrar un rescate. Enlazando con este asunto, Halfon le sigue la pista, muchos años después, a algunos de los secuestradores de su abuelo, en especial a uno de ellos, y nos cuenta su devenir, aasí como nos instruye en ciertos momentos dolosos de la Historia reciente de Guatemala (que supongo poco conocidos para quienes no seamos guatemaltecos). De forma más amplia, aprovecha para presentarnos toda una serie de personajes más o menos curiosos que van poblando los distintos vericuetos por los que transcurre la novela y que, aunque sea por unos pocos párrafos, consigue que conciten todo nuestro interés, como si fueran los principales protagonistas; algo muy característico, también de la obra de Halfon, me parece.
Todos estos elementos, Guatemala, Japón, Líbano, su familia, los secuestradores, etc. los va combinando el escritor avanzando y retrocediendo en el tiempo, dando saltos de un país a otro y de una línea narrativa a la siguiente, pero sin que el resultado que de caótico, sino dotado de cierta agilidad y ligereza. Eso sí, algunas de esas narraciones quedan un tanto deshilachadas y quizá le falte un poco más de consistencia al conjunto. Una carencia que, de todos modos, queda compensada por la extraordinaria capacidad de Halfon -de la que, sospecho, es muy consciente- de captar y mantener la atención del lector a las pocas líneas de haberse puesto con cualquiera de sus libros. Con un estilo, además, sencillo y natural, en absoluto recargado -lo que no significa que no utilice los recursos narrativos que le interesan en cada momento-; algo, me temo, al alcance de muy pocos, los tocados por la Gracia literaria.... Entre quienes no está en útimo lugar, desde luego, Eduardo Halfon (nieto).
Varios libros de Eduardo Halfon reseñados en este blog: aquí
jueves, 20 de mayo de 2021
Honoré de Balzac: Papá Goriot
Título original: Le père Goriot
Traducción: Joaquín de Zuazagoitia
Año de publicación: 1835
Valoración: Está bien
Hace mucho tiempo que leí Eugenia Grandet, y en su momento me dejó una estupenda sensación (no me pregunten porque no me acuerdo de nada, la mala memoria lectora es uno de los motivos por los que empecé a escribir reseñas, pero en esa época todavía no lo hacía. Perdón, sigo), hasta el punto de que lo conseguí en francés con idea de releerlo. Pero se me han quitado un poco las ganas tras leer Papá Goriot, a pesar de que sea uno de los títulos más reconocidos de este autor, cuyo nombre se cita de carrerilla junto con Stendhal, Flaubert y Zola si hablamos de la novela realista francesa (Yo creo que Balzac está algún peldaño por debajo de los otros, pero esa es otra historia).
Hecho el introito, pasemos a la novela. Si a veces decimos que una característica de los clásicos es que sus personajes resultan inolvidables, este es sin duda un caso claro: Goriot es un antiguo fabricante de fideos, o algo así, que en su momento debió manejar una fortuna bastante decente, y que ahora vive en la cutrísima pensión de Mme. Vauquer. La razón de ese contraste provoca habladurías sobre los posibles vicios que han hecho descender a Goriot hasta el fondo del escalafón social. Naturalmente, el cuadro lo completan los demás habitantes de la pensión, todos gentes a quien la suerte parece haber dado la espalda: la señorita Taillefer, desheredada en vida por su malvado padre; el misterioso Vautrin, de quien poco se sabe aparte de su vitalidad y carácter sarcástico; o el estudiante Eugène de Rastignac, un joven de provincias ansioso por abrirse paso en la alta sociedad parisiense.
Personajes en general bien dibujados, junto con eficaces descripciones que rápidamente ubican al lector en ese ambiente polvoriento de fracasados actuales o futuros. Por cierto, que el propio Balzac, aficionado a inversiones un poco locas, parece ser que vivió un proceso bastante semejante al de Goriot, y no es difícil que hubiera conocido alojamientos parecidos al que se presenta en la novela. El caso es que Rastignac se decide a maniobrar para dar el salto a los salones y la buena vida para lo que, además de un buen contacto, utiliza el trampolín de las conquistas femeninas de forma que recuerda un poco al Julien Sorel de Rojo y negro, escrita solo cinco años antes.
El nudo de la historia, aunque con un fuerte matiz folletinesco, se sitúa justamente en ese proceso de ascensión social protagonizado (o al menos pretendido) por el joven, algo que se puede resumir en las dos o tres páginas del devastador monólogo del huésped Vautrin, quien explica cómo funciona la buena sociedad parisina: la ambición sobre todo, el genial triunfador (trepa) que despierta por igual envidia, odio y admiración, cero escrúpulos, el placer y la posición social por encima de cualquier otra cosa. Es así como se triunfa en París, como se alcanza la posición envidiable, las mujeres más deseadas, el lujo, así es como la vida sonríe y se vive plenamente.
En definitiva tenemos el enfrentamiento entre el bien y el mal, el buen corazón de las gentes sencillas frente al mundo despiadado de la ostentación, la hipocresía y el desprecio a los sentimientos. El nudo se enreda en torno a Goriot y Rastignac, uno aferrado a sus pasiones familiares, el otro dubitativo ante lo que le atrae y todavía no conoce, y debatiéndose ante lo que parecen sus propias convicciones íntimas.
Esos personajes, como decía antes, se hacen difícilmente olvidables pero reciben tal vez demasiadas vueltas de tuerca. De forma que, al menos para este lector, la bonhomía de Goriot termina por transformarse en un dibujo grotesco, empalagoso y hasta con algún rasgo de cosas muy feas que seguro que Balzac nunca llegó a intuir, pero que sobrevuela en algunos momentos hasta producir una cierta grima. Goriot es lo que llamaríamos un perdedor, un tipo lloriqueante incapaz de entender (sólo al final lo hace) el inmenso error que le ha conducido a la perdición, ese error que cualquier lector detecta pronto y que por eso le hace, digo yo, más acreedor de crítica que de compasión.
En ese combate entre buenos y malos hasta Rastignac, con su ingenuo y bien retratado ímpetu juvenil, acaba perdiendo el atractivo de la volubilidad y adquiriendo cierto aire de pastelón, aunque hay que reconocer que se redime, en un giro sorprendente, justo al final del libro, apenas en un par de líneas.
Desde el punto de vista narrativo, al libro le pesan bastante esas largas parrafadas tan propias de la época, un estilo que a veces llega a exasperar un poco en especial en los diálogos, y que frena la acción de una forma que puede cargar bastante al lector poco paciente o demasiado acostumbrado a ritmos más vigorosos.
Así que conviene leerlo con una cierta perspectiva, siendo conscientes de que lo que tenemos entre manos responde a parámetros bastante diferentes a los que rigen en nuestro tiempo. De esta forma se pueden seguramente apreciar mejor sus virtudes, que las tiene, aunque siendo sincero creo que Balzac en general, y probablemente el Goriot en concreto, han podido envejecer peor que varios de sus contemporáneos.
P.S. Como dato anecdótico diré que el traductor de mi edición del libro, Joaquín de Zuazagoitia, fue un alcalde de Bilbao de quien tenía algunas referencias por cuestiones que, claro está, nada tenían que ver con la literatura. Y bueno, al margen de la traducción, que en general parece correcta aunque con algunos puntos oscuros, resulta gratificante apreciar cómo algunos políticos son (o eran) capaces de demostrar aptitudes para actividades muy diferentes de aquellas por las que son conocidos.
miércoles, 19 de mayo de 2021
Tor Ulven: Reemplazo
Idioma original: noruego
Título original: Avløsning
Traducción: Bente Teigen Gundersen y Mónica Sainz Serrano
Año de publicación: 1993
Valoración: entre recomendable y muy recomendable
martes, 18 de mayo de 2021
Olga Tokarczuk: Sobre los huesos de los muertos
Título original: Prowadź swój pług przez kości umarłych
Año de publicación: 2009
Valoración: Recomendable
Como saben, sobre Olga Tokarczuk recayó el
premio Nobel de 2018 que no recibió hasta el año siguiente junto a Peter
Handke, el galardonado del momento –ambos reseñados aquí–, ya que la Academia
Sueca decidió hacer una pausa por entonces para resolver sus propios asuntos.
He disfrutado con esta novelita, que quizá
merecería otro formato, más reducido, como el relato o la novela corta, para
brillar como se merece. Primero descubrimos un personaje femenino con entidad
propia que promete dar mucho juego; asimismo, el escenario en el que se mueve
está lleno de posibilidades, pero hacia la segunda mitad parece que el
argumento se agota, que se enrosca sobre sí mismo, que ya no da más de sí. Una
impresión completamente errónea, pues poco después volvemos a sorprendernos y
emocionarnos con un giro de guión que no ha sido ideado para hacer un alarde
virtuoso, al contrario, sirve para completar el significado más profundo de la
trama y conlleva unos cuantos interrogantes éticos. Por eso, si la autora
hubiera insistido algo menos en esa vida cotidiana que ya conocíamos, ese
anticlímax tan marcado no hubiera llegado a producirse.
Pero vayamos por partes. Los elementos que la componen proceden de una larga tradición, desarrollada en cualquier literatura, aunque
hábilmente modificados por Tokarczuk para llevarlos a su propio terreno. En
primer lugar, la protagonista constituye un hallazgo destacable. Una ingeniera,
de cuyos servicios se prescindió por resultar incómoda, no sabemos por qué, y
que ahora vive retirada en un territorio despoblado e inhóspito viviendo de
unas clases de inglés a tiempo parcial y de alguna labor de mantenimiento. Este
personaje, por lo que luego veremos, recuerda más o menos de refilón a la Miss
Marple de Agatha Christie o a la Jessica Fletcher de la vieja serie Se ha escrito un crimen, que quizá
alguien recuerde todavía. Con la diferencia de que esta señora tiene entidad
propia, incluso muchas capas, y no es un mero instrumento para guiar las
investigaciones. Si ha fijado allí su residencia, no fue por casualidad, ya que
es una persona reflexiva, con una personalidad muy marcada y pensamientos
dignos de atención, que se encuentra unida estrechamente a ese lugar concreto,
con su fauna y su flora específicas, y sus opiniones, así como su modo de vida,
en comunión con la naturaleza y dedicada obsesivamente al estudio de los astros
y su repercusión en lo que ocurre acá abajo, difiere por completo del de sus
vecinos, que la consideran, por decirlo suavemente, una excéntrica.
“Al mismo tiempo, deseo exhortar a la Honorable Policía a que no se cierre ante la idea de que los autores de los trágicos acontecimientos arriba mencionados puedan ser los mismos animales. (…) San Bernardo excomulgó a un enjambre de abejas que le impedía hacer un trabajo con su zumbido. Las abejas serían también las responsables de la muerte de un hombre en Worms en el año 846, por lo que el Concilio de Worms decretó la muerte de estas por asfixia. (…) En 1639, en Francia, en Dijon, un jurado condenó a un caballo por haber matado a un hombre. (…) El más famoso de los procesos se celebró en Francia, en 1521 y fue el proceso de unas ratas que causaron grandes daños en las cosechas. Fueron demandadas y citadas a juicio por los vecinos, y les fue designado un abogado de oficio que resultó ser el hábil jurista Bartholomew Chassenée. (…) Finalmente, tras un encendido alegato de su defensor, las ratas fueron declaradas inocentes. (…) Atentamente, Duszejko."
Contra lo que pueda parecer, y aunque
escribe varias cartas a la policía de las cuales esta es con diferencia la más
estrambótica, nuestra heroína ni es tonta ni está tan desequilibrada como dan a
entender estas líneas. Es más, puedo asegurarles que sabe distinguir
perfectamente entre las buenas y las malas acciones. Es verdad que, en más de
una ocasión, defiende que los animales actúan movidos por propósitos concretos,
pero eso, por mucho que les mueva el instinto, nadie puede negarlo. Quede claro,
pues, que lo que se narra aquí es algo muy serio, nada que ver con una fábula
infantil.
El territorio, desolado y cubierto de
nieve durante muchos meses al año, integrado por un puñado de casas dispersas y
separadas del pueblo más cercano por unos cuantos kilómetros, es el elemento típicamente
novelesco que nos mantendrá en tensión al menor movimiento extraño que se
produzca. También aquí, tanto literatura como cine, han encontrado un filón
para desarrollar historias inquietantes. Recuerdo ahora el caserón de Otra vuelta de tuerca o el resentido
pueblucho llamado Dogville. En este
caso las escenas dantescas son escasas y no están descritas con detalle, pero
el hecho de que vayan apareciendo cadáveres de vez en cuando, en su propia casa
o a la vuelta de cualquier curva, y que la policía demuestre no tener ninguna
pista no parece irrelevante en absoluto. Lo malo es que carecemos de
sospechosos: los personajes que van apareciendo, siempre en relación con la
señora Duszejko, son seres pacíficos, simples aficionados a la caza o a la
búsqueda de setas que se ocupan de sus asuntos sin meterse con nadie. Aunque
se habla insistentemente de un mafioso local con quien el comandante de la
policía –también asesinado– parece haber compartido negocios.
A pesar de lo dicho, no podemos encuadrar esta
novela en los géneros negro, policíaco ni nada parecido. Si tuviera que ponerle
una etiqueta, la calificaría de ecologista con ciertas dosis de misterio. La
propia autora milita en el partido Los
Verdes desde hace más de una década. Su transcurso es tan sereno como la
protagonista y sus amigos: todos ellos de costumbres pacíficas, carentes de grandes
pasiones pero con afectos arraigados y algún gran ideal, causante, quizá, de cierto comportamiento fanático.
Otros libros de la autora: Un lugar llamado Antaño, Los errantes