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lunes, 31 de mayo de 2021

Rodrigo Blanco Calderón: Simpatía

Idioma original: Español 
Año de publicación: 2021
Valoración: Bastante recomendable

Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Algo así, dependiendo de la traducción, viene a decir el comienzo de Ana Karenina. Ese parece ser, al menos en un primer momento y debido a un matrimonio que se derrumba y a una herencia cuanto menos extraña, el camino que va a seguir este Simpatía: el de una crónica familiar a las que tan acostumbrados nos tiene la literatura latinoamericana. Algo de eso hay, pero la cosa no es tan sencilla porque lo que se derrumba no es solo un matrimonio; tanto lo individual como lo colectivo, lo personal como lo nacional se vienen abajo y flota en el ambiente un aire de desastre y locura, de miedo y absurdo que todo lo impregna.  
Aquí, en cambio, uno siente una guerra pero no la ve. Y son los mismos desplazados, la gente misma, los que abandonan a sus perros. Eso es peor que colgarlos de un poste. Los abandonan para anunciar que se marchan de este infierno
Así que lo que en un primer momento puede ser una crónica familiar con toques de picaresca se complica. Surgen varias subtramas en las que nada es lo que parece, en las que los hechos van enredándose y entrelazándose,  y que convierten Simpatía en un "thriller político" o en una "novela de misterio", aunque no creo que el libro pueda o deba encuadrarse en una casilla determinada ya que Rodrigo juega con lo géneros como ya lo hicieron algunos de los nombres que aparecen en el texto (Borges, Bolaño, etc). Ese giro, ese convertir la novela en algo diferente y salir airoso del paso, especialmente en su parte final, es uno de los aspectos más significativos del texto. 

Otro punto favorable: el engarce entre la historia individual y la historia colectiva, entre la trama personal de Ulises y compañía y la historia reciente de Venezuela. Nuevamente la novela como metáfora de la sociedad del país.

Más: los personajes. Toca regresar al texto de la novela (a la página 178). Si algo te enseña Francis Ford Coppola es que en una buena película no hay personajes secundarios. Todos sus personajes, en caso de emergencia, por decirlo de alguna manera, deberían poder cargar con el peso de la historia. Estas frases vienen como anillo al dedo a Simpatía. La acción recae en Ulises Khan (o Kan) pero la casi totalidad de los personajes "secundarios" podrían ocupar ese lugar central. Serían novelas diferentes, claro, pero serían novelas tan interesantes o más que esta. El ejemplo más claro, para mi, es el del General Ayala, suegro de Ulises. Pero no es el único: los Aponte, Nadine...tienen enjundia más que suficiente para ser protagonistas absolutos.

Volviendo a Bolaño (¿otra vez? - sí), podría ocurrir algo así como el caso de Auxilio Lacouture. De todas formas, ya encontramos algo de esta autorreferencialidad en Simpatía cuando aparece, en una breve pero fundamental escena, el psiquiátra forense Miguel Ardiles, uno de los protagonistas centrales de The Night.

Y hablando de The Night, y aunque sé que las comparaciones son odiosas, creo que Simpatía es un pelín inferior a aquella. O, si no inferior, sí menos arriesgada, menos atrevida en el aspecto formal. Esto no quita que Simpatía, historia de orfandades, sospechas y pasadizos ambientada en un mar de mierda, sea una novela más que recomendable y que Rodrigo Blanco Calderón sea un autor de referencia del que, por edad y por lo ya leído hasta ahora, oiremos hablar mucho y bien en el futuro. Eso espero.

También de Rodrigo Blanco Calderón en ULAD: Los terneros y The Night

domingo, 30 de mayo de 2021

Reseña 3 x 1: Simon Reynolds: Post-Punk / Después del rock / Retromania

Idioma original: inglés

Títulos originales: Rip It Up and Start Again: Postpunk 1978–1984 / Totally Wired: Post-Punk Interviews and Overviews / Retromania: Pop Culture's Addiction to Its Own Past

Años de publicación: 2006-2010-2011

Traducción: Agostina Marchi-Matías Battistón / Gabriel Livov-Patricio Orellana/ Teresa Arijón

Valoración: Muy recomendables

Si estos cambalaches sirvieran para convalidar para la TochoWeek, este año ya lo tenía. Más de mil páginas suman estos tres libros, más de mil páginas donde se habla, sobre todo, de música. De discos, de carreras, de canciones, de sonidos, pero, especialmente en Retromania y en no pocos párrafos sueltos de muchos de los artículos de los otros dos libros, también se abre el abanico a otras manifestaciones culturales y, de hecho, a todo el zeitgeist que abarca desde la última mitad de los 80 hasta ese 2011 en que se publica el último de los libros, con la crisis de las subprime condicionando la economía global, previa a la explosión de las plataformas de streaming, la irrupción de los smartphones como omnipresentes aparatos de reproducción de todo tipo de productos audiovisuales, etc.

Pero los textos de Simon Reynolds, reputado periodista en todo tipo de medios (incluyendo la muy selectiva revista The Wire) no acusan el paso del tiempo en absoluto. Primero, porque la mentalidad retrospectiva es estricta y aquí, con la excepción de alguna alusión a circunstancias personales, la apelación a la nostalgia es prácticamente inexistente como elemento del hilo narrativo. Reynolds incide en la importancia de los momentos que describe y con ello no pretende en ningún modo menospreciar los respectivos presentes ni plantear malas expectativas para el futuro. Más bien, especialmente en Retromania, el texto más alejado de la crónica o crítica musical convencional, analiza ese fenómeno (adicción del pop a su propio pasado, como subtitula, algo muy diferente de los revival) desde una perspectiva prácticamente sociológica, sin pretensiones, con toda naturalidad. Porque las corrientes musicales representan en algún momento una especie de reflejo de aquellas sociedades en las que surgen, aunque sean vías de expresión preferentes de sus generaciones más jóvenes, es innegable, y no solo desde el planteamiento frívolo de su uso en entornos de ocio, que al margen de su progresiva asimilación comercial, que el pop, el punk, el techno o el hip hop han definido las épocas en que se han desarrollado.

Y no diré que yo comulgue al 100 % en las opiniones de Reynolds. Seguramente nadie lo haga. Llama mediocres a Duran Duran, califica de fracaso la carrera en solitario de Marc Almond, despacha la carrera de Magazine en un par de frases... Pero su conocimiento, su rigor, su elogiable entusiasmo por aquellos músicos valientes, arriesgados e innovadores resulta contagioso. Son estos tres libros puro pasto (gracias, ejem, al socorrido smartphone, a Google y a Youtube y a las suscripciones premium) de consultas constantes sobre todos aquellos músicos y discos que quedaron en el camino y ahora es tan sencillo rescatar. Son, en su conjunto (y no constituyen toda la obra de Reynolds) e incluso con sus omisiones, una enciclopédica visión de la realidad sonora de más de cuatro décadas, aquellas en las que el periodista ha desarrollado su carrera y que ha vivido como usuario. Ni pretende ser musicólogo ni escarbar en el pasado para explicar el presente en función de sus raíces, es simplemente un seguidor irredento rindiendo sus opiniones de forma tan modesta como contundente

Por cierto: gran labor de la editorial argentina Caja Negra publicando estas obras, irremisiblemente destinadas a convertirse en clásicos textos de consulta.

sábado, 29 de mayo de 2021

Pierre Lemaitre: El espejo de nuestras penas

Idioma original: francés

Título original: Miroir de nos peines

Año de publicación: 2020

Valoración: Recomendable (con reparos)



Son tantas las sensaciones contradictorias que tengo respecto a Lemaitre y hacia esta novela en particular que no me resultará fácil explicarme pero, con un poco de esfuerzo por mi parte y de atención por la de ustedes, espero quede claro lo que quiero decir. Considero a este escritor, al menos por lo que he leído de él, un virtuoso de la trama, y no estoy haciendo una tautología, pues existen grandísimos prosistas cuyo fuerte no es, precisamente, la ficción aunque lleven décadas triunfando en ella (y el ejemplo que tengo a ras de pluma me lo callo porque no viene a cuento).

Lemaitre, decía. Bien. Cuando alguien tiene esa capacidad para urdir historias, enlazarlas, mantener la tensión desde el principio y dejarnos boquiabiertos, tanto por lo que cuenta como por la impresión inevitable de que de tanta audacia no puede resultar nada bueno, que acabará conduciéndole a un fiasco tremendo, ya que es casi imposible estar siempre a la altura una vez alcanzados esos niveles de retorcimiento argumental. Pero nos equivocamos: Lemaitre colma nuestras expectativas, incluso las supera con creces. Así que, si eso es todo lo que le exigen a una lectura –y no es poco, añado– lo van a pasar estupendamente. Incluso si exigen algo más que eso como es mi caso, porque no voy a negar que no se ha despegado de mis manos desde que la empecé y que sus cuatro centenares y medio de páginas se han disuelto en un suspiro. Aceleras, aceleras, porque cada vez se enreda más la cosa y tienes que saber, ese es uno de los requisitos de los best sellers y este lo es. No del todo, supongo, pero quizá demasiado para el gusto de quien escribe estas líneas.

La publicidad pone el acento en una escena, algo estrafalaria, que igual puede enganchar que disuadir. Ocurre muy al principio y, si bien resulta esencial para el desarrollo de los acontecimientos, podría haberse enfocado de otro modo. Se trata, pues, de un cebo que en este caso puede volverse en contra. Una pista: la vertiginosa carrera por las calles de París de alguien de aspecto insólito ante la atónita mirada de los viandantes. La facilidad de enfrentar al lector con lo que menos se espera, con lo que quizá no haya leído ni visto nunca es otra de las virtudes de Lemaitre. Tampoco se le da nada mal crear personalidades consistentes y atractivas, así tenemos a la buena de Louise, a su madre Jeanne Belmont, al doctor Thirion y su benemérita familia, al señor Jules (¡cómo olvidarlo!), a Gabriel, Desiré, al matrimonio compuesto por Fernand y Alice, a Raoul Landrade, algunos militares y presos etc. Figuras inolvidables a causa de los sentimientos de todo signo que suscitan en nosotros.

¿Y qué decir de la estructura? Pues que es como la masa del pastel (también hay una guinda, ese epílogo para curiosos que se salta la ortodoxia narrativa pero que leemos con placer, estemos de acuerdo o no con utilizar ese recurso). La novela está compuesta de una serie de hilos narrativos independientes que se irán uniendo conforme los acontecimientos vayan conectando a los personajes en el lugar y momento que decida el novelista siempre que resulte verosímil. Porque el argumento puede rozar lo increíble, recordarnos al folletín, parecernos artificialmente forzado en ocasiones, pero –hay que reconocerlo– se mantiene en los límites de lo plausible sin llegar a patinar nunca.

En cuanto a ese escenario de ambientación histórica –la Segunda Guerra– admitamos que no nos cansaremos nunca, al menos una gran parte de nosotros, de leer una y otra vez sobre el asunto. Con esos ingredientes ¿quién no va a resultar trinfador? Pues cualquiera que no tenga la pericia narrativa de Lemaitre, no es tan fácil, al contrario, es extremadamente complicado realizar una proeza como esta.

Y ahora desvelaré la razón de mis constantes alusiones a algo negativo que no acabo de concretar. Me refería a que el camino está sembrado de trampas (literarias, naturalmente), que nos importan muy poco, porque somos como el niño del cuento al que colocan caramelos en el trayecto a la casa de la bruja. Lo hizo en Vestido de novia, pero eso era un thriller y, de alguna manera, forma parte de las convenciones del género, se apartó de ello –o lo disimuló muy eficazmente– en la maravillosa Los colores del incendio. Es verdad que muchos textos de ambientación histórica, o propiamente históricos, abusan de recursos novelescos, pero también hay obras que nos cuentan lo mismo, lo hacen magníficamente sin utilizar potenciadores del sabor, es decir, sin salir de los límites que marca lo que entendemos por calidad literaria. Lemaitre, en un apartado final, especifica las fuentes que ha utilizado, que son muchísimas y muy variadas. Hay que reconocerle –otro mérito más en su haber sobre el que, por cierto, se nos informa a conciencia– haberse documentado exhaustivamente. He leído con mucha atención todos esos títulos porque buscaba uno en concreto, pero no parece que se haya inspirado en él, o al menos no lo incluye. Me refiero a Suite francesa, la impresionante obra póstuma de Irène Némirovsky, ambientada en la misma época, y centrada también en el gran éxodo que la invasión alemana provocó en la ciudadanía francesa, donde la escritora no pudo atar todos los cabos porque quedó inconclusa y a la que, sin embargo, se le puede atribuir una calidad excepcional junto a gran amenidad lectora, y eso sin haber hecho ninguna concesión al gran público. 


También de Pierre Lemaitre: Tres días y una vida, Irène, Vestido de novia, Nos vemos allá arriba, Los colores del incendio

viernes, 28 de mayo de 2021

Serge Guilbaut: De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno

Idioma original: inglés

Título original: How New York Stole the Idea of Modern Art

Traducción: María Rosa López González

Año de publicación: 1983 (en castellano, 2007)

Valoración: Recomendable (muy recomendable para interesados en el arte y la Historia)


No me alcanza la memoria para decir en cuántos lugares he buscado este libro, nuevo, de segunda mano o en pdf, en librerías, claro está, pero también en rastrillos y almacenes, en innumerables sitios de internet, en museos y bibliotecas, en la propia editorial, yo qué sé. Cuando algo entra en la lista de pendientes el mundo se queda pequeño para conseguirlo. Al final, merece ser dicho, en la muy eficiente Red de Bibliotecas de Euskadi me lo trajeron del único sitio donde había un ejemplar: la biblioteca pública de Irun, donde por fin terminaron las pesquisas, a fin de cuentas no tan lejos, la verdad.

Así que, culminada la pequeña odisea, paso a exponer mis impresiones en unos pocos puntos, a modo de esquema:

1.- Título engañoso

Una vez más, oiga, me empieza a cansar un poco este jueguecito de los títulos sonoros que después no es que no respondan al contenido, sino que lo tergiversan sin escrúpulos. Y esta vez no es culpa de la editorial (la editorial tiene otras culpas que luego diré) sino que el dislate viene de fábrica. Echemos un vistazo al título original y, aunque mi inglés es bastante limitado, no me dirán que la traducción literal de stole no es justamente robó, con un sentido que ni siquiera es un suave se apropió, y menos heredó o asumió. Robó. Y claro, como luego se explica en el libro, Nueva York no robó la idea de arte moderno mediante la añagaza o la maniobra torticera que se puede suponer. La realidad es que en el transcurso de la Segunda Guerra mundial París, epicentro del arte y la creatividad planetaria, es ocupada por los nazis de forma poco menos que placentera, y aquel corazón deja de latir, un buen número de artistas buscan refugio al otro lado del Atlántico, y favorecen que prenda allí la llama. Por supuesto, ya había creadores interesantes que habían bebido de la tradición europea, y entre disputas a medio camino entre el arte y la política, se fue abriendo la opción de que los Estados Unidos (en principio N.Y., cierto) tomasen el relevo como ombligo del mundo –también en este aspecto.

2.- Desorden expositivo

El libro de Guilbaut, dividido en cuatro apartados excesivamente amplios, no se distingue por su claridad a la hora de exponer los hechos. Da la sensación de que, aunque a grandes rasgos sigue un criterio cronológico, se le agolpa la información hasta configurar una masa que el autor no parece capaz de dominar. Seguramente es que quiere contar demasiadas cosas, entrar en todos los detalles, y ahí pierde limpieza. Y además lleva encima el enorme lastre que supone querer incluir citas innecesariamente extensas que, aunque resulten ilustrativas, cansan de forma inevitable al lector e interrumpen el ritmo. No le hubiera venido mal al señor Guilbaut un poco más de capacidad de síntesis.

Entre los muchos meandros de ese gran caudal de información conocemos el compromiso de varios de estos artistas (Newman, Rothko, Gottlieb) con la izquierda, el impulso y la reflexión de críticos destacados como Schapiro o Greenberg, o el trabajo divulgativo (comercial) de galerías como la famosa Art of This Century de la que en su día hablamos aquí, el marchante Samuel Kootz o los diferentes rectores del MOMA. Se busca un camino para poseer un arte propio, al mismo tiempo deudor del espíritu vanguardista europeo e independiente de él. Digamos que estamos tocando temas que pueden aburrir a quien no esté muy interesado en este mundillo, aunque apasionarán a los que sí.

3.- Y sin embargo, te quiero

Para quien no quiera entrar en muchos detalles, quizá conviene quedarse con una idea general de lo leído, porque el libro toma después un rumbo bastante diferente. Aunque de tanto en tanto el foco es cambiante, no estamos ya en un texto sobre arte, ni siquiera sobre Historia del arte, sino sobre Historia a secas, y en mi opinión de un considerable interés. Terminada la guerra, el mundo queda, como todos sabemos, polarizado entre las dos grandes potencias vencedoras, y se inicia una pugna, primero subterránea pero muy potente, por al menos pararle los pies al rival. Es la doctrina de la contención del presidente Truman, que pretende a toda costa evitar que países decisivos de su órbita (según quedó dibujado en Yalta) cayeran en brazos del comunismo (Francia, Italia y Grecia eran los candidatos). 

Todo esto es la raíz del plan Marshall: inundar de dinero a la deprimida Europa para evitar la tentación de que mirase hacia el Este, todo ello acompañado de una gigantesca operación propagandística en la que se incluye obviamente la amenaza de un ataque soviético, pero también por ejemplo la penetración masiva del cine norteamericano (acuerdo Blum-Byrnes) o presiones más o menos sutiles para sacar a los comunistas de los gobiernos en los que participaban. En el marco de esa enorme campaña volvemos a encontrar a nuestro artistas estadounidenses, como punta de lanza de lo que se pretende demostrar: que los EE.UU. ‘tenían ahora todos los triunfos en la mano: la bomba atómica, una economía fuerte, un ejército poderoso y ahora la supremacía artística y la superioridad intelectual’ frente a un París amanerado y atado a un pasado que le inclinaba hacia un nuevo academicismo.

Aun sin desprenderse de las rémoras formales que comentaba antes, y fluctuando sin un rumbo claro entre materias, la exposición resulta enormemente interesante. Eso que conocemos bajo el rótulo de expresionismo abstracto (digámoslo ya, Rothko, Still, de Kooning, Motherwell y varios más, siempre tras el abanderado Pollock) se debaten entre fuerzas contrapuestas, como el purismo nacionalista que intenta apartar a los que considera demasiado afrancesados, o los gustos cambiantes de la pujante clase media, primero espantada por semejante vanguardismo, luego encantada de asumirlo como elemento decorativo y de distinción social. Hasta que finalmente el aparato propagandístico decidió que había encontrado en ese movimiento el estilo norteamericano por excelencia, la representación adecuada de los valores liberales (individualismo, riesgo, vigor) que inyectaría en la vieja Europa para frenar la influencia comunista.

4.- Reedición urgente

No recuerdo qué librero me dijo que se preveía una nueva edición de este libro, y pocas veces será más imprescindible. Se diría que Tirant lo Blanch (con la colaboración del MACBA, nada menos) lo hubiese editado sin ningún tipo de corrección y está plagado de erratas, muchas realmente burdas. Es de verdad una pena porque estropean la lectura hasta hacerla a veces irritante. Si además fuese posible una revisión algo más profunda estructurando mejor las ideas, con la espectacular base bibliográfica que tiene quedaría una obra realmente espléndida que no se debería perder ningún aficionado al arte. Y hasta le perdonaríamos lo del título.


jueves, 27 de mayo de 2021

Brit Bennett: La mitad evanescente

Idioma original: inglés
Título original: The Vanishing Half
Traducción: Marc Rubió (ed. en catalán) / Carlos Milla Soler (ed. en castellano)
Año de publicación: 2020
Valoración: está bien

Tengo la sensación de que algo se me escapa cuando un libro que ha recibido buenas críticas por doquier me deja tirando a frío. Porque ocurre que cuando uno espera mucho de un libro y encuentra poco, empieza a rebuscar en su memoria lectora títulos que sí completen ese vacío creado. Y siento, con pesar, que algo se ha quedado latente en esta alabada obra, esperando a ser capturado por un lector menos exigente o más generoso respecto a la lectura sobre una serie de temas que conceptualmente prometían grandes momentos, pero que a la postre dejan sensaciones algo tibias.

El arranque empieza altamente prometedor, con un inicio que de entrada nos sitúa en Mallard, un pequeño pueblo de Luisiana, en 1968, con un acontecimiento inesperado que sorprende a gran parte de sus habitantes: una de las gemelas que había desaparecido a la edad de dieciséis años tras el baile del Día del Fundador el 14 agosto 1954, Desiree Vignes, negra de piel tirando a clara, aparece de nuevo en el pueblo llevando con ella a Jude, una niña de unos siete años «negra como el alquitrán». En un pueblo encerrado en sí mismo, donde los negros que residen no son de piel muy oscura, este hecho despierta curiosidad y recelos a partes iguales, porque «en Mallard nadie se casaba con una persona oscura», en Mallard viven negros de piel clara, muy clara, para que así, con el paso del tiempo y con las futuras generaciones, se convertirían en una sociedad formada por negros casi blancos de piel, con «un negro más perfecto. Cada generación sería más clara que la anterior».

Tras este inicio, de atmósfera tensa y que despierta gran interés lector, conocemos que las gemelas Desiree y Stella no fueron secuestradas, sino que simplemente huyeron de su casa, de su pueblo, tras la decisión de su madre Adele en imponerles que debían abandonar la escuela y así ayudarla económicamente en casa; una esperanza tras su huida que residía en la posibilidad de hallar una vida más prometedora, más rica, con más opciones de crecimiento en todos los sentidos; el destino elegido: Nueva Orleans. Y allí, sus caminos empiezan a bifurcarse, en trayectorias vitales y también en lugares de residencia, pues mientras Desiree se acaba casando con un negro de tez muy oscura, su hermana Stella «se convirtió en una blanca».

Una vez establecida la premisa de partida, a modo de flashbacks vamos conociendo la vida de Desiree y Stella, cómo vivían y porqué se fueron, así como también porqué se separaron y porqué Desiree decide volver de manera que empezamos a vislumbrar los pilares principales sobre los que se sustenta la historia. Cabe decir que, al final del primer capítulo, las sensaciones son inmejorables: el ritmo narrativo es muy alto, muy atractivo, con una lectura que engancha completamente, pues a la que te das cuenta ya estás metido en una historia que te atrapa por su lenguaje ágil y sencillo y por el hábil uso de elipsis temporales que permiten ver cómo se avanza en diferentes escenarios y líneas temporales. Los elementos con los que se sostiene no son excesivamente originales, pero sí bien hilvanados: racismo, abusos, maltratos, la lucha para seguir adelante, la vuelta a casa años después, la diferencia de clases, la búsqueda de la protagonista por parte de un investigador privado... Elementos conocidos, algo manidos quizás, pero que el estilo ágil, tenso y equilibrado entre presente y pasado funcionan perfectamente engrasando una historia que te mantiene atrapado.

Lamentablemente, superado el primer tercio del libro, vamos perdiendo ese empuje inicial y, a medida que avanza la historia, vamos viendo sus puntos débiles constatando que se trata de un libro sin pretensiones estilísticas ni riesgo, sin frases que impacten ni deslumbren, aunque sí vemos un gran dominio de la tensión narrativa por parte de la autora; el libro es un page-turner de manual (con sus correspondientes pros y contras). Los temas sobre los que Bennett expone su crítica (vidas rotas, trabajos precarios y familias desestructuradas, vidas sin pretensiones ni anhelos, racismo, orígenes, legado) son tratados de manera algo aséptica (a excepción del maltrato, ahí sí la autora acierta en el tono) y me da la sensación que es algo buscado para lograr alcanzar un público amplio, relatando una historia que gustará a los que deseen una novela de ritmo vertiginoso y con aires de melodrama, pero, en consecuencia, parece escrito sin excesivo riesgo y creo que decepcionará parcialmente a los que buscan en los libros algo más de contundencia, visceralidad y conmoción. Se trata de una novela para un público muy amplio y, en consecuencia, escrita sin excesivo riesgo o una voz propia. Eso sí, bien hilvanada y estructurada consiguiendo con ello que no decepcione. Porque sí, claro que toca todos esos aspectos y los condena, pero uno va leyendo y los ecos de «Volver» de Toni Morrison retumban claramente al tratar algunos de esos aspectos. 

Como aspectos positivos, la autora trata de manera muy acertada el passing, sobre como algunas personas negras no se sienten cómodas con su color de piel y se autoconsideran blancas, ejerciendo un asimilacionismo evidente, considerando a los de su propia etnia como inferiores (algo que ya hemos visto en los escritos de W.E.B. du Bois, Ta-Nehisi Coates, Kevin Young o Ibram X. Kendi), rehuyendo así a sus propios hermanos negros, echándoles de su esfera privada, o incluso tratándolos como intrusos en sus propias vidas, algo que indudablemente conlleva un conflicto interno que la propia Stella reconoce al afirmar que «al principio, el passing le pareció tan sencillo que no entendía por qué sus padres no  lo habían hecho. Pero entonces era joven. No se daba cuenta de lo que se tarda en convertirse en otra persona, ni de hasta qué punto te puedes sentir sola en un mundo que no te pertenece»; este aspecto de no sentirse cómodo en el propio cuerpo lo extrapola de manera muy hábil al personaje de Rheese, una persona transexual, consiguiendo así un oportuno paralelismo. También acierta en el tono al tratar sobre los orígenes, sobre mantéenlos o renegar de ellos, sobre la vida que se forma a partir de un pasado o sobre la vida que lo sustituye.

En cualquier caso, a pesar de esas interesantes excepciones, el resultado global es altamente previsible, con calculados giros argumentales que encauzan la narración por el camino más fácil, y cuesta entender que un libro que partía de un prometedor inicio con una buena caracterización de los personajes se deje caer por el melodrama lleno de tópicos, situaciones forzadas y desenlaces previsibles, pasando de la crítica a casi el estereotipo, desaprovechando de esta manera un argumento que podría haber dado mucho más de sí si la autora se hubiera decidido por ahondar en el drama interno de sus personajes y profundizar en ellos. Blancos ricos, negros con trabajos precarios, negros que se hacen pasar por blancos y rehúyen a los propios negros, la amiga vecina negra con la que la supuesta blanca se hace amiga pero a escondidas, encuentros casuales para facilitar el desenlace, un poco de transexualidad y otro poco de maltrato, un personaje feminista que aboga por la igualdad laboral y el derecho de las mujeres a tener y potenciar sus aptitudes laborales y formación académica, una joven rica actriz y rebelde y otra humilde trabajadora y tenemos todos los ingredientes para elaborar un cocktail al uso. 

Por todo ello, a pesar de las buenas intenciones y el trato particular en algunos aspectos, tenemos una historia llena de tópicos y situaciones en apariencia fortuitas que se adaptan a la trama sin remordimientos ni disimulo para encauzar la historia hacia donde la autora pretendía ya desde un inicio, dando además la sensación, como me ocurrió con Whitehead y «El ferrocarril subterráneo» o también con «Pequeños fuegos por todas partes», de Celeste Ng, que está escrito pensando, no únicamente para llegar a un gran número de lectores, sino también a un gran número de televidentes. Dice la autora a finales del libro que «Adèle Vignes había explicado a Desiree historias de cuando era pequeña, tan vívidas que Desiree se preguntaba si su madre no las confundía con las telenovelas que miraba». Esa misma es la sensación que me ha producido terminar el libro: ver cómo una historia que prometía acaba convirtiéndose en poco más que una telenovela.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Rebecca Solnit: La madre de todas las preguntas

Idioma original: Inglés
Título original: The mother of all questions
Año de publicación: 2021
Traducción: Lucía Barahona
Valoración: Muy recomendable


Rebecca Solnit no es una autora desconocida en este blog, donde ya se han reseñado otras obras suyas como Una guía sobre el arte de desaparecer, Recuerdos de mi inexistencia y la más famosa tal vez, Los hombres me explican cosas que sirvió para acuñar el término mansplaining que el diccionario Oxford recogió hace ya algunos años.

Pero para todo el que no haya oído hablar de ella, Solnit ha consolidado una sólida carrera como ensayista y pensadora muy interesada en la reflexión introspectiva siempre desde una óptica —¡oh, no!— feminista. Oh, sí. Su discurso es sólido y contundente en su contenido a pesar de su tono sosegado e irónico, lo que curiosamente ha llevado a algunos lectores en un primer —y prejuicioso— vistazo a pensar que sus libros son de auto ayuda. Rotundamente NO. La obra de Rebecca Solnit tiene de auto ayuda lo que yo pueda tener de piloto comercial y que su prosa no resulte agresiva (¿por qué debería serlo?) no significa que no deje títere con cabeza:
«En la trilogía original de La guerra de las galaxias, mujeres que no sean la princesa Leia hablan un total de sesenta y tres segundos en los 386 minutos de las películas (…). Sin embargo, estas películas no se describen como películas para niños u hombres, sino películas para todos nosotros, mientras que las películas con una cantidad de tiempo similarmente desigual asignado a mujeres se considerarían sí o sí películas para niñas o mujeres.»
Porque los temas que trata son de primero de sociedad igualitaria y civilizada, y porque tras sus argumentos hay un arduo trabajo de investigación muy bien documentada con HECHOS que trasciende con creces los discursos simplistas que todos leemos continuamente en redes sociales.

Aprovecho para lanzar una reflexión personal sobre el uso tan manoseado del comodín de la libertad de expresión: una cosa es que uno tenga el pleno derecho para decir lo que opina y la otra es que, a pesar de disponer de información fiable y verificada de naturaleza científica o jurídica sobre una cuestión concreta, uno prefiera ignorarla deliberadamente para seguir intoxicando el discurso y desviando el foco, lo que generalmente repercute de forma lesiva sobre los derechos de los colectivos más vulnerables. Lo estamos viendo demasiadas veces últimamente y parece que no aprendemos.

Resumen resumido: Recopilatorio de doce artículos ensayísticos que abordan, desde diferentes puntos de partida u ópticas, en los orígenes de la aún tan velada cuestión de la violencia estructural hacia las mujeres, así como en los mecanismos políticos y sociales que a día de hoy siguen apuntalando todos los mitos que la sustentan.

Y este conjunto de ensayos ¿qué resortes apunta como parte de esa violencia estructural contra las mujeres?
  • La maternidad como requisito para pertenecer a la categoría mujer. Esta es la cuestión que da título al libro aunque solo sea uno de los aspectos que se tratan y que aprovecha para desmontar también el falso mito de la felicidad que rige el mundo capitalista.
  • El silencio y a quién beneficia. Conjunto de artículos que desgranan con detalle y audacia todas las facetas del silencio, los actores que lo promueven y lo sufren y, sobre todo, las profundas repercusiones en el individuo y en la sociedad en general, centrado desde la óptica del silenciamiento de las mujeres.
«A veces tan solo el simple hecho de ser capaz de hablar, de ser escuchado, de ser creído, es parte fundamental de la pertenencia a una familia, una comunidad, una sociedad.»
  • La cultura de la violación, los chistes sobre violaciones, etc…
«El lenguaje es importante. Hemos librado una importante batalla sobre la cuestión del lenguaje de las violaciones para que la gente deje de culpabilizar a las víctimas. El epíteto que mejor lo resume es: los violadores provocan violaciones.»
  • La construcción histórica de la mujer: bulos y falsos mitos.
«Necesitamos dejar de contar la historia de la mujer que se quedó en casa, pasiva y dependiente, esperando a su hombre. Ella no estaba sentada a la espera. Estaba ocupada. Y todavía lo está.»
  • La construcción literaria de la mujer (su invisibilización), tomando como punto de partida la publicación por parte de la revista Esquire de una infumable lista titulada Los 80 libros que todo hombre debe leer.
«Analizar la lista, que incluye muchos de los libros más varoniles de la historia, libros sobre guerra, donde solo hay uno escrito por un hombre homosexual, me recordó que, aunque es duro ser mujer, en muchos sentidos es mucho más duro ser un hombre, ese género que se supone que ha de ser defendido y demostrado incesantemente a través de actos de hombría.»
Aquí no puedo evitar añadir que la cuestión de la invisibilización de las escritoras a lo largo de la historia ya se ha tratado una o dos veces en este blog, así como también hemos puesto la lupa sobre la profusión de lo que Rebecca Solnit denomina «todos esos libros lujuriosos sobre crímenes violentos contra las mujeres».

Pero sin duda, el artículo en el que Solnit despliega toda su mordacidad es en El caso del agresor desaparecido, un texto impagable, plagado de ironía, que desmonta magistralmente todos los eufemismos y los falsos mitos alrededor del alcohol, las mujeres y el sexo no deseado. Solo por este artículo, el libro ya vale la pena. También muy recomendable, ya solo por su planteamiento inicial, el artículo titulado Los hombres me explican Lolita. También hemos hablado bastante de Lolita en este blog y en cómo se ha malinterpretado interesada y patriarcalmente la esencia del personaje para legitimar esa arraigada fantasía masculina de tener sexo con niñas. Y por lo que Solnit explica, todavía queda mucho trabajo por hacer.

Así que Muy recomendable para cualquier mujer y, en general, para cualquier mente abierta al siglo XXI. Ya sé que en esta reseña he abusado de las citas más que nunca pero para qué voy a tratar de explicar lo que dice Rebecca Solnit si ella misma lo dice tan y tan bien.

PD: todo aquel que tras leer la reseña necesite invocar el socorrido #notallmen, le recomiendo que primero lea este magnífico ensayo en el que la autora también indaga en la génesis del hashtag y lo desactiva rigurosamente y con argumentos. Si es que ya está todo dicho, lo que hace falta es escuchar.

martes, 25 de mayo de 2021

Kiko Amat: Revancha

Idioma original: español

Año de publicación: 2021

Valoración: recomendable

He tenido que revisar mi reseña de la anterior novela de Kiko Amat (Antes del huracán) para comprobar si no había aseverado que era la última vez que leía (ergo reseñaba) uno de sus textos. Porque me suena algo reiterativa tanto mi manía por, con un pretexto u otro, seguir su obra, como la suya por escribir novelas, una obstinación propia del oficio de escritor, claro, pero también, hay que pagar las facturas, una constante lucha por dar en el clavo (será la portada la que me sugiere la metáfora, supongo) y entregar, de una vez, una novela inapelable.

Y, a pesar de que me inclino por recomendarla, Revancha "tampoco" lo es. Puntos a favor, y no me acuséis de pretender psicoanalizar a aquellos autores cuya obra voy siguiendo, los tiene. Por ejemplo, tratándose de una novela dirigida a un público adulto, por primera vez no vemos al Amat personaje agazapado tras alguno de los dos protagonistas, con lo cual, en cuanto a los papeles otorgados, la narración queda despojada de ese regusto autobiográfico encubierto de algunas de sus obras anteriores. Segundo, ha abandonado ese aire tan british de sostener la ironía de forma permanente y no avanzar decidido hacia lo épico y lo trágico. Las grandes escenas, que las tiene, no parecen necesitar el complemento de cualquier himno ska acelerado como música de fondo. Amat no quiere ser Welsh o Hornby (los de hace dos o tres décadas) o si aún quiere serlo aquí ha aprendido a disimularlo. Y por supuesto, está bien ahondar en esos escenarios que pueden sonarnos estéticamente añejos, pero quizás vaya a ser que no. Porque la novela se ambienta en la persecución inconsciente entre dos falsos antagonistas: Amador, cabecilla circunstancial de una peligrosa banda criminal integrada en Lokos, una facción ultra de aficionados del Barça, y César, antiguo jugador de rugby reconvertido en una especie de sicario que, al servicio de las víctimas, toma venganza por su cuenta contra pederastas y otra gente de baja estofa que ha eludido a la justicia convencional. La extorsión para cobrar una deuda los vincula en una especie de punto de convergencia narrativo que no deja de ser la clásica historia, deudora del mundo audiovisual, del choque de titanes.

Por tanto, la principal baza literaria de la novela es la escenificación de la violencia de uno u otro bando. Amat domina ese registro y no escatima en recursos. De hecho, esos cúlmenes son los que convierten al resto de los capítulos, aquellos más reposados, con retrospectivas en que comprendemos cómo los personajes han llegado a esa situación de marginalidad, donde muestran sus puntos vulnerables, donde son individuos, dos seres solitarios, difíciles, taciturnos, que necesitan máscaras para ser aceptados por su entorno, esos capítulos parecen separadores entre los capítulos violentos, crudos, que justifican el habitat de la novela, los barrios chungos, los antros en que reunirse y emborracharse los días de partido. 

Porque esa es otra cuestión. Amat no se la ha jugado cambiando los escenarios que le son familiares y que son los de su obra hasta hoy. No es que la trama hubiera justificado otros emplazamientos, pero Amat, que ya es más narrador omnisciente que protagonista en la sombra, se ha reservado esa comodidad, se ha documentado, a saber si ha aprovechado para guiñar el ojo al preocupante resurgimiento de la extrema derecha más cafre, pero estamos, otra vez, y si que me referiré a mi reseña anterior, ante una relativa falta de aplomo, una necesidad de preservar su zona de confort. La otra es que, en aras de mantener un pedigree de autenticidad, un certificado callejero de pertenencia, cuestiones formales se le hayan ido de las manos. No entiendo el uso constante de una jerga lumpen para distinguir al narrador, y de hecho tanta clepsa, tantos nodos y tantos lipos no me han acercado al personaje, me han alejado de él; no entiendo la necesidad de demostrar una relativa infiltración en el universo skinhead y no profundizar en ello. Y los agradecimientos finales, incluyendo a Zanón (¿?). Cada vez me convenzo más de la existencia de una generación entera de escritores barceloneses abrumados por la sombra (densa, irregular) del Watusi.


lunes, 24 de mayo de 2021

Neel Doff: Días de hambre y miseria

Idioma original: Francés
Título original: Jours de famine et de détresse 
Año de publicación: 1911
Traducción: Javier Vela
Valoración: Recomendable

Días de hambre y miseria es una novela corta. La escribió la neerlandesa Neel Doof en francés, su lengua de expresión literaria. Narra la vida de una familia proletaria a finales del siglo XIX, e inicia una trilogía de visos autobiográficos protagonizada por Keetje Oldema.

La mentada Keetje tiene, al inicio de esta entrega, nueve años. Cuando volvemos la última página ha cumplido ya los diecinueve. Para entonces ha sufrido en sus propias carnes las consecuencias de la pobreza extrema, el hambre, el cansancio, la falta de higiene, la enfermedad y la precariedad laboral, amén de vejaciones de toda clase.

Su testimonio, relatado en primera persona, es muy crudo, pero en ningún momento trata de manipular emocionalmente al lector con sentimentalismo barato o victimización. Y, para colmo, tanto la prosa como la estructura narrativa del mismo contribuyen a darle una pátina de verosimilitud, volviéndolo así todavía más devastador.

Entre las múltiples virtudes de esta obra, destacaría las siguientes:

  • La contención y economía de medios con que está escrita. 
  • Su sutileza a la hora de caracterizar a los personajes y evidenciar su desarrollo (o degradación).
  • La eficacia y expresividad con que relata determinadas escenas. 
  • Su atención al detalle.
  • Aborda múltiples temas vinculados con la pobreza y las dinámicas familiares.
  • Algunas de sus reflexiones, ya circunvalen el existencialismo o la crítica social.

Resumiendo: Días de hambre y miseria (finalista del premio Goncourt de 1911, por cierto) supone todo un descubrimiento. De su autora, injustamente ninguneada en nuestro idioma, sólo se había traducido la secuela de esta primera novela, de próxima aparición en la editorial Firmamento.

domingo, 23 de mayo de 2021

Mariana Enriquez: Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios

Idioma original: Español
Año de publicación: 2014 (2021, por fin, en España)
Valoración: Muy recomendable para fans. Para el resto... ah, ¿aún queda alguien que no sea fan de Mariana?

25 textos (24 + epílogo) conforman esta edición ampliada de los viajes por cementerios de la gran Mariana Enriquez, 25 textos que inciden y completan el imaginario que compone la obra de la bonaerense y que, por tanto, resultarán de sumo interés para los ya iniciados en la materia. Aunque no solo para ellos!

Publicado originalmente en Argentina por la editorial Galerna y ampliado para la ocasión por Anagrama, "Alguien camina sobre tu tumba" es un recorrido mitómano - a medio camino entre la historia personal y la Historia, entre la realidad y la leyenda -  plagado de referencias ligadas a la cultura popular, ya sean estas históricas (la primera Guerra Carlista, la colonización de la Patagonia, Perón, etc), musicales (Joy Division, ACDC, Elvis, Manic Strreet Preachers...), cinematográficas (Nicholas Cage, El Golem, Medianoche en el jardín del bien y del mal...) o literarias (Aitken, Boris Vian, Cortázar, Vallejo, Anne Rice, Carpentier...), artísticas, etc. 

Para ello, nos situamos en diferentes cementerios de todo tipo ubicados en Europa y América. No necesariamente han de ser los más famosos o visitados (de esos también hay, obviamente, y sirven de muestra Highgate, Montparnasse o la Recoleta), sino que también encontramos cementerios minúsculos, humildes o semiabandonados que sirven, quizá aún en mayor medida, para hablarnos de nuestra relación con la muerte a lo largo de los tiempos y las culturas, de nuestros mitos, miedos, terrores y fantasías más profundos. En este sentido, cabe destacar la definición que Enriquez hace de los cementerios como libro resumen de todos los tiempos del tiempo.

Todo lo anterior hace de "Alguien camina sobre tu tumba" un libro híbrido que se sitúa, según el lugar y el momento, entre relato intimista, la crónica de viajes, el reportaje, la guía turística o el texto antropológico / sociológico, aunque siempre desde una perspectiva "pop". Lo anterior es debido al entrelazamiento de apuntes autobiográficos, datos históricos, hermosas descripciones de arte funerario, toques de humor negro (no podría ser de otra forma) y leyendas o anécdotas de lo más truculentas y variopintas. Eso sí, sin caer en el morbo por el morbo o en lo tremendista y gratuito, lo que hace de estas crónicas un artefacto literario sumamente entretenido e interesante.

Puestos a destacar algunos de los textos, me quedo con la visita al bellísimo y extraño cementerio de Punta Arenas (Chile), que sirve de base a un repaso de la histórica patagónica y su genocida colonización, con la crónica del surrealista y caótico viaje a la necrópolis de Colón (La Habana) y al concierto que dieron en la ciudad los Manic Street Preachers, con el más tenebroso (y a la vez humorístico) relato de la visita al cementerio de Montparnasse o con el más personal relato situado en el cementerio de la Reja (Moreno, Argentina).

Son solo cuatro (alguno había que escoger), pero de verdad que en "Alguien camina sobre tu tumba" hay mucho y bueno donde elegir. ¡No tengáis miedo!

Otros libros de Mariana Enriquez en ULAD: Bajar es lo peorEste es el marNuestra parte de nocheLa hermana menorLos peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego

sábado, 22 de mayo de 2021

Alejandro Melero: El secreto de la hierba

Idioma original:
español
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable
 
Alejandro Melero ya apareció por aquí hace unos años, con motivo de su libro de relatos La escalera oscura, y ya entonces aclaré, para evitar suspicacias, que había sido colega mío en la Universidad de Limerick, hace ya la friolera de doce años. En todo caso, desde la publicación de aquella otra reseña, su curriculum se ha ampliado considerablemente, no solo en el ámbito del teatro (con obras como Clímax o Nuestro hermano) sino también en el de la narrativa, con ya tres novelas publicadas: Último y penúltimo deseo de la niña Carmela, la luz de mis días y, ahora, en tiempos pandémicos, esta, El secreto de la hierba, que es, de lo que he leído (y creo que he leído prácticamente todas sus obras) la más conseguida y trabajada.
 
La acción de la novela se sitúa en el mítico verano de 1992, el de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, eventos que resuenan como contexto histórico, aunque no formen parte propiamente de la trama. El protagonista, Miguel, vive su último verano de infancia e inocencia en un pequeño pueblo andaluz, entre juegos con su hermano y con su amiga Angelinas, fiestas y certámenes populares, y en medio de una aproximación progresiva al mundo de los adultos, del que le llegan informaciones fragmentarias, emociones confusas, conversaciones veladas y silencios pesados, con los que intenta reconstruir una nueva comprensión del mundo, y de su propia familia.

Decir que El secreto de la hierba es una novela lorquiana es probablemente una obviedad, teniendo en cuenta que el propio título está tomado de El maleficio de la mariposa, y que la acción se abre con una representación de esta misma obra en la que el protagonista participa en el papel de cucaracha. También resultan muy lorquianas (concretamente, bernardalbianas) las conversaciones entre la madre de Miguel y sus tres hermanas, que rodean y cuidan al padre en su enfermedad terminal; e incluso, sin tanta carga trágica, se podría reconocer algo del amor prohibido de Bodas de sangre en varias de las historias del libro.

Pero a esta posible inspiración lorquiana se superpone otra capa y otra lectura, más actual y que hace la novela más compleja (y evita, también, creo, el peligro de la idealización o "infantilización de la infancia", si se me permite la expresión). Porque tanto la familia de Miguel como el conjunto del pueblo están marcados por historias de su pasado, heridas nunca cerradas que se remontan hasta la Guerra Civil, y a su larguísima posguerra (y en esto coincide, por cierto, con Los ojos cerrados de Edurne Portela, por muchas diferencias que existan entre ambas novelas). Las delaciones, asesinatos bajo la apariencia de juicios sumarísimos, expropiaciones, exclusiones del diferente o del que se aparta de la ortodoxia, perviven en la memoria de los habitantes del pueblo y condicionan sus circunstancias actuales y sus (des)afectos. En todos esos secretos mal guardados irá adentrándose Miguel, como quien escarba la tierra en busca de huesos.

El secreto de la hierba es una novela clara, rápida; quizás lo que más destacan son los (abundantes) diálogos, en los que quizás se pueda apreciar la experiencia de Alejandro Melero como autor teatral. Cada capítulo, además, viene encabezado por un documento ajeno al texto (un pregón, una noticia periodística, un anuncio), que en ocasiones se relacionan directamente con la historia o con la España del 92, y en otros casos se abren a lecturas más amplias, como la noticia del NO-DO referente a la creación de pantanos o el último parte de guerra ("cautivo y desarmado el ejército rojo..."). El resultado es una novela fuertemente marcada por la visión de su protagonista, en proceso de transición a la adolescencia, pero que da paso a una visión más amplia de la realidad y de la historia de su familia, del pueblo y de España.

viernes, 21 de mayo de 2021

Eduardo Halfon: Canción

Idioma: español

Año de publicación: 2021

Valoración: recomendable

En este blog nos gusta mucho Eduardo Halfon o, por lo menos, nos gusta a varios de nosotros: la prueba está en la buena cantidad de reseñas, todas favorables, que hemos hecho sobre sus libros... Y las que aún nos quedan, porque este escritor atesora ya un buen número de títulos publicados, aunque bien es cierto que, en genral, se trata de libros bastante breves y que guardan no poca relación entre sí, de tal manera que casi se diría que se trata de diversos capítulos de un único libro que Halfon va escribiendo por entregas, a su ritmo.

Así pues, esta Canción comparte elementos con otros libros del mismo autor, aunque haya variado un tanto la partitura, si se me permite el tropo facilón -y algo tramposo, pues el título no tiene nada que ver con canción o música alguna, aviso-; encontramos también al propio Halfon como personaje-narrador y, como en otros de sus novelas o relatos, se encuentra de viaje en un país cuyo idioma desconoce y donde debe elaborar una identidad ad hoc, de acuerdo con las expectativas ajenas: en este caso -y es lo más jocoso del libro- invitado a un congreso en Tokio sobre literatura libanesa, él, un guatemalteco que nunca ha estado en el Líbano y cuyo vínculo con ese otro país se debe tan sólo (o nada menos), a que es el lugar de origen de su abuelo paterno.

El segundo punto en común es fácil de adivinar: este libro también trata, en gran medida, sobre la historia familiar de Halfon, en este caso de su abuelo paterno, que se llamaba como él -es decir, él como su abuelo-, un judío emigrado a Guatemala desde Beirut, previo paso por París y que en el país centro americano prosperó  hasta el punto de ser secuestrado, en el año 1967, por la guerrrilla insurgente, para cobrar un rescate. Enlazando con este asunto, Halfon le sigue la pista, muchos años después,  a algunos de los secuestradores de su abuelo, en especial a uno de ellos, y nos cuenta su devenir, aasí como nos instruye en ciertos momentos dolosos de la Historia reciente de Guatemala (que supongo poco conocidos para quienes no seamos guatemaltecos). De forma más amplia, aprovecha para presentarnos toda una serie de personajes más o menos curiosos que van poblando los distintos vericuetos por los que transcurre la novela y que, aunque sea por unos pocos párrafos, consigue que conciten todo nuestro interés, como si fueran los principales protagonistas; algo muy característico, también de la obra de Halfon, me parece.

Todos estos elementos, Guatemala, Japón, Líbano, su familia, los secuestradores, etc. los va combinando el escritor avanzando y retrocediendo en el tiempo, dando saltos de un país a otro y de una línea narrativa a la siguiente, pero sin que el resultado que de caótico, sino dotado de cierta agilidad y ligereza. Eso sí, algunas de esas narraciones quedan un tanto deshilachadas y quizá le falte un poco más de consistencia al conjunto. Una carencia que, de todos modos, queda compensada por la extraordinaria capacidad de Halfon -de la que, sospecho, es muy consciente- de captar y mantener la atención del lector a las pocas líneas de haberse puesto con cualquiera de sus libros. Con un estilo, además, sencillo y natural, en absoluto recargado -lo que no significa que no utilice los recursos narrativos que le interesan en cada momento-; algo, me temo, al alcance de muy pocos, los tocados por la Gracia literaria.... Entre quienes no está en útimo lugar, desde luego, Eduardo Halfon (nieto).


Varios libros de Eduardo Halfon reseñados en este blog: aquí

jueves, 20 de mayo de 2021

Honoré de Balzac: Papá Goriot

Idioma original: francés

Título original: Le père Goriot

Traducción: Joaquín de Zuazagoitia

Año de publicación: 1835

Valoración: Está bien


Hace mucho tiempo que leí Eugenia Grandet, y en su momento me dejó una estupenda sensación (no me pregunten porque no me acuerdo de nada, la mala memoria lectora es uno de los motivos por los que empecé a escribir reseñas, pero en esa época todavía no lo hacía. Perdón, sigo), hasta el punto de que lo conseguí en francés con idea de releerlo. Pero se me han quitado un poco las ganas tras leer Papá Goriot, a pesar de que sea uno de los títulos más reconocidos de este autor, cuyo nombre se cita de carrerilla junto con Stendhal, Flaubert y Zola si hablamos de la novela realista francesa (Yo creo que Balzac está algún peldaño por debajo de los otros, pero esa es otra historia).

Hecho el introito, pasemos a la novela. Si a veces decimos que una característica de los clásicos es que sus personajes resultan inolvidables, este es sin duda un caso claro: Goriot es un antiguo fabricante de fideos, o algo así, que en su momento debió manejar una fortuna bastante decente, y que ahora vive en la cutrísima pensión de Mme. Vauquer. La razón de ese contraste provoca habladurías sobre los posibles vicios que han hecho descender a Goriot hasta el fondo del escalafón social. Naturalmente, el cuadro lo completan los demás habitantes de la pensión, todos gentes a quien la suerte parece haber dado la espalda: la señorita Taillefer, desheredada en vida por su malvado padre; el misterioso Vautrin, de quien poco se sabe aparte de su vitalidad y carácter sarcástico; o el estudiante Eugène de Rastignac, un joven de provincias ansioso por abrirse paso en la alta sociedad parisiense.

Personajes en general bien dibujados, junto con eficaces descripciones que rápidamente ubican al lector en ese ambiente polvoriento de fracasados actuales o futuros. Por cierto, que el propio Balzac, aficionado a inversiones un poco locas, parece ser que vivió un proceso bastante semejante al de Goriot, y no es difícil que hubiera conocido alojamientos parecidos al que se presenta en la novela. El caso es que Rastignac se decide a maniobrar para dar el salto a los salones y la buena vida para lo que, además de un buen contacto, utiliza el trampolín de las conquistas femeninas de forma que recuerda un poco al Julien Sorel de Rojo y negro, escrita solo cinco años antes.

El nudo de la historia, aunque con un fuerte matiz folletinesco, se sitúa justamente en ese proceso de ascensión social protagonizado (o al menos pretendido) por el joven, algo que se puede resumir en las dos o tres páginas del devastador monólogo del huésped Vautrin, quien explica cómo funciona la buena sociedad parisina: la ambición sobre todo, el genial triunfador (trepa) que despierta por igual envidia, odio y admiración, cero escrúpulos, el placer y la posición social por encima de cualquier otra cosa. Es así como se triunfa en París, como se alcanza la posición envidiable, las mujeres más deseadas, el lujo, así es como la vida sonríe y se vive plenamente.

En definitiva tenemos el enfrentamiento entre el bien y el mal, el buen corazón de las gentes sencillas frente al mundo despiadado de la ostentación, la hipocresía y el desprecio a los sentimientos. El nudo se enreda en torno a Goriot y Rastignac, uno aferrado a sus pasiones familiares, el otro dubitativo ante lo que le atrae y todavía no conoce, y debatiéndose ante lo que parecen sus propias convicciones íntimas.

Esos personajes, como decía antes, se hacen difícilmente olvidables pero reciben tal vez demasiadas vueltas de tuerca. De forma que, al menos para este lector, la bonhomía de Goriot termina por transformarse en un dibujo grotesco, empalagoso y hasta con algún rasgo de cosas muy feas que seguro que Balzac nunca llegó a intuir, pero que sobrevuela en algunos momentos hasta producir una cierta grima. Goriot es lo que llamaríamos un perdedor, un tipo lloriqueante incapaz de entender (sólo al final lo hace) el inmenso error que le ha conducido a la perdición, ese error que cualquier lector detecta pronto y que por eso le hace, digo yo, más acreedor de crítica que de compasión.

En ese combate entre buenos y malos hasta Rastignac, con su ingenuo y bien retratado ímpetu juvenil, acaba perdiendo el atractivo de la volubilidad y adquiriendo cierto aire de pastelón, aunque hay que reconocer que se redime, en un giro sorprendente, justo al final del libro, apenas en un par de líneas.

Desde el punto de vista narrativo, al libro le pesan bastante esas largas parrafadas tan propias de la época, un estilo que a veces llega a exasperar un poco en especial en los diálogos, y que frena la acción de una forma que puede cargar bastante al lector poco paciente o demasiado acostumbrado a ritmos más vigorosos. 

Así que conviene leerlo con una cierta perspectiva, siendo conscientes de que lo que tenemos entre manos responde a parámetros bastante diferentes a los que rigen en nuestro tiempo. De esta forma se pueden seguramente apreciar mejor sus virtudes, que las tiene, aunque siendo sincero creo que Balzac en general, y probablemente el Goriot en concreto, han podido envejecer peor que varios de sus contemporáneos.

P.S. Como dato anecdótico diré que el traductor de mi edición del libro, Joaquín de Zuazagoitia, fue un alcalde de Bilbao de quien tenía algunas referencias por cuestiones que, claro está, nada tenían que ver con la literatura. Y bueno, al margen de la traducción, que en general parece correcta aunque con algunos puntos oscuros, resulta gratificante apreciar cómo algunos políticos son (o eran) capaces de demostrar aptitudes para actividades muy diferentes de aquellas por las que son conocidos.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Tor Ulven: Reemplazo

Idioma original: noruego
Título original: Avløsning
Traducción: Bente Teigen Gundersen y Mónica Sainz Serrano
Año de publicación: 1993
Valoración: entre recomendable y muy recomendable

Creo que bien es sabido, en la comunidad uladiana, que tengo cierta predilección por los autores nórdicos de estilo introspectivo e incluso algo destructivo o desolador. Así que, en cuanto supe de la reciente publicación de un autor desconocido hasta la fecha en nuestros lares, y encima tratándose de una obra prologada por Sæterbakken y de un autor admirado también por Knausgård, no había duda de que tenía que ponerme con ella de inmediato.

En este libro escrito en segunda persona y protagonizado por un conjunto de personajes desvinculados en el plano argumentativo, pero íntimamente relacionados en el emocional, el autor no se dirige al posible lector sino directamente a los protagonistas, de manera incisiva, penetrando en sus vidas y casi sometiéndolos a una añadida presión vital; personajes de vida insignificante, anodina, de existencia casi tormentosa y degradada, sin esperar nada prácticamente de una vida que ya dan por perdida, porque son seres que pueden recordar con alivio el permanecer «contemplando aquel objeto insignificante que se mecía hacia la orilla, aquella sensación de que, si uno se limita a esperar lo suficiente, algo aparecerá flotando, algo insignificante y carente de sentido, muy bien, pero algo».

A modo de entrada, el autor nos sitúa en la piel uno de los protagonistas, de edad muy avanzada, en un escenario en el que lo imaginamos solo, sin compañía, en el ocaso de la vida. Recuerda la playa y el mar, aunque hace unos cuatro meses que no lo ve, pues no ha salido de casa en todo este tiempo. Desde su habitación rememora sus años de cuando era pequeño, cuando tenía que habituarse a una oscuridad que le aterraba «cada vez que colocas un pie desnudo en el suelo, fuera de la cama (…), porque en el espacio entre el suelo y el somier cabe algo, caben unos brazos enjutos y huesudos con dedos (o garras) largos y rígidos que pueden extenderse y aferrarse a tus tobillos». Así el autor retrata el miedo a una oscuridad, no únicamente real sino también mental, pues ahora, en el crepúsculo de su vida, echa la vida atrás y percibe esa misma oscuridad que ahora le aterra igual que cuando era pequeño. 

Narrado de manera fragmentada, el libro es un conjunto de voces y reflexiones pertenecientes a distintos protagonistas que podrían ser incluso uno solo; son abuelos, niños, alcohólicos resacosos, trabajadores de altos hornos, vigilantes nocturnos, hombres que deciden quemar todos los objetos porque en el fondo todo desaparecerá; seres que transitan por la vida a modo de rutina y repetición en un ciclo vital lleno de oscuridad y desaliento, donde miedos y temores habitan en los propios personajes que permanecen aferrados únicamente a la propia inercia del día a día, como un ratón en la rueda, girando para no caer y tener la sensación, ilusoria, que avanzamos, aunque seamos conscientes, en el fondo, de que permanecemos donde empezamos, y justo en el mismo sitio en el que acabaremos.

Con un tono envuelto de desánimo, el autor consigue que cierta luz penetre en la escena vital, como el pequeño halo de luz que se filtra a través de la rendija que se entreabre entre tupidas cortinas, a través de un anillo de luz proveniente de la linterna de un vigilante nocturno o, también, apareciendo levemente por la puerta entreabierta de la habitación del niño asustadizo... son esos pequeños destellos, como cuñas lumínicas, que abren un pequeño atisbo de esperanza en un mundo oscuro y hostil porque «entornas los ojos para aguzar la mirada, que sigue estrictamente el cono de luz de la linterna por donde zigzaguea de forma entrecortada, como un alargado bastón de ciego, de un lugar a otro», aunque sabiendo, a ciencia cierta, que es algo temporal, que será sometido nuevamente a la oscuridad en cualquier momento porque «ella parece mirar fijamente dentro de la propia oscuridad, o el contraste entre la luz y la oscuridad, como si se hubiese anticipado a la oscuridad absoluta que reemplazará a la luz en el momento en que la llama tremole y se enardezca por última vez».

No únicamente la oscuridad está presente en el libro, sino también la cotidianidad, en fragmentos que recuerdan parcialmente a Knausgård por su descripción exhaustiva de algunas escenas, nombrando todas las herramientas y artículos posibles que podrían comprarse en una gasolinera, narrando como una vela se derrite con el fuego o también describiendo el placer de tomarse una cerveza (con un enfoque que muestra un estilo analítico extremo hasta la obsesión, que recuerda en parte a Foster Wallace aunque sin su tono mordaz sino uno más lúgubre y oscuro).

En un libro de tono marcadamente compungido y desesperanzado, Ulven nos retrata un mundo sin excesivo futuro, repleto de pensamientos que transcurren por el sendero marcado por un relato fragmentado que en ocasiones se torna sórdido y decadente, porque en el fondo todo desaparecerá algún día, «todo lo que hay ahí algún día desaparecerá, es cuestión de tiempo (…) no importa en qué momento ocurra, si es hoy o dentro de mil años» porque «la vida terrenal podría haberse declarado nula, así el maldito solo estaría maldito en el más allá y el bienaventurado solo estaría bienaventurado en el más allá, desde la eternidad hasta la eternidad, sin la insignificante interrupción de esta existencia».

También las relaciones amorosas es otro de los temas en los que incide la novela, con una mujer que a menudo está ausente en esos monólogos internos expresados, ausente como protagonista pero terriblemente presente en la narración, como un deseo inalcanzable que ronda por la mente de los distintos personajes; relaciones envueltas de terrible desdicha, pues «estar casada contigo, había dicho, es como caminar con una mochila llena de piedras todo el tiempo, piedras que no sirven para nada; y resulta posible sentarse y descansar un rato, pero jamás quitarse la mochila». Y la nostalgia, presente y triste, al afirmar que «lo que queda de vosotros es justo lo suficiente como para mantener con vida la añoranza de quienes fuisteis una vez».

Aunque en su conjunto destaca por su tono terriblemente intenso y casi trágico, la visión caleidoscópica del autor ofrece una mezcla de estilos y voces en los que combina pasajes más descriptivos con situaciones más emocionales en los que ahonda en lo más profundo de nuestro ser para encontrar, entre el sufrimiento, escombros de pasadas miserias en relación a las parejas, al trabajo, a una sociedad en general que alimenta y trabaja para la «factoría de la felicidad» volcándose en trabajar mirando hacia un futuro donde «todo lo bueno se encuentra (…) porque, si uno no fuese a ser feliz en el futuro, y solo lo hubiese sido en el pasado, ¿cómo podrían mantenerse en marcha los engranajes? ¿para qué tendría uno que esforzarse?».

El autor plasma su pesar en una interesante alegoría, con una imagen onírica que sitúa caminando «por la calle principal de una pequeña ciudad, y las tiendas van cerrando a tu paso, una tras otra, mientras caminas, las puertas van cerrándose con cerrojo, las persianas y las rejas de los escaparates van descendiendo y, a medida que caminas, te viene a la mente lo que deberías tener, algo totalmente necesario cada vez, y todavía queda mucho para llegar a la última tienda, sin embargo, cuando te encuentras en una calle desértica, azotada por el viento, al otro extremo de la ciudad, ya presientes que todavía te falta todo, no, no todo, pero sí lo más importante, te falta lo más importante». Esa es la sensación que trasmite el autor, de terrible tristeza, pues echando la vista atrás uno puede tener la sensación «de que te has perdido algo, sin poder decir qué fue, y de que ahora es demasiado tarde, y de que de alguna forma toda tu vida habrá sido una pérdida de tiempo, un intento fallido de jugar a la gallinita ciega. Pero lo peor quizá sea, piensas, la terrible sensación de que no podría, de ninguna forma sustancial, haber sido de otra manera, de que no te habría ayudado tomar otras decisiones, relacionarte con otras personas, vivir en otros lugares (…)». Por ello, y a pesar de algun fragmento donde predomina el estilo más detallístico, lo que más abunda en el relato no es la presencia de las cosas, sino la terrible ausencia, de una persona, de un futuro, de un pasado e incluso de un presente perdido de manera constante sin que nadie, ni aun dando tumbos en la desoladora vida, consiga encontrar, ni por una casualidad o fortuna, el propósito del mismo.

martes, 18 de mayo de 2021

Olga Tokarczuk: Sobre los huesos de los muertos

 Idioma original: polaco

Título original: Prowadź swój pług przez kości umarłych

Año de publicación: 2009

Valoración: Recomendable



Como saben, sobre Olga Tokarczuk recayó el premio Nobel de 2018 que no recibió hasta el año siguiente junto a Peter Handke, el galardonado del momento –ambos reseñados aquí–, ya que la Academia Sueca decidió hacer una pausa por entonces para resolver sus propios asuntos.

He disfrutado con esta novelita, que quizá merecería otro formato, más reducido, como el relato o la novela corta, para brillar como se merece. Primero descubrimos un personaje femenino con entidad propia que promete dar mucho juego; asimismo, el escenario en el que se mueve está lleno de posibilidades, pero hacia la segunda mitad parece que el argumento se agota, que se enrosca sobre sí mismo, que ya no da más de sí. Una impresión completamente errónea, pues poco después volvemos a sorprendernos y emocionarnos con un giro de guión que no ha sido ideado para hacer un alarde virtuoso, al contrario, sirve para completar el significado más profundo de la trama y conlleva unos cuantos interrogantes éticos. Por eso, si la autora hubiera insistido algo menos en esa vida cotidiana que ya conocíamos, ese anticlímax tan marcado no hubiera llegado a producirse.

Pero vayamos por partes. Los elementos que la componen proceden de una larga tradición, desarrollada en cualquier literatura, aunque hábilmente modificados por Tokarczuk para llevarlos a su propio terreno. En primer lugar, la protagonista constituye un hallazgo destacable. Una ingeniera, de cuyos servicios se prescindió por resultar incómoda, no sabemos por qué, y que ahora vive retirada en un territorio despoblado e inhóspito viviendo de unas clases de inglés a tiempo parcial y de alguna labor de mantenimiento. Este personaje, por lo que luego veremos, recuerda más o menos de refilón a la Miss Marple de Agatha Christie o a la Jessica Fletcher de la vieja serie Se ha escrito un crimen, que quizá alguien recuerde todavía. Con la diferencia de que esta señora tiene entidad propia, incluso muchas capas, y no es un mero instrumento para guiar las investigaciones. Si ha fijado allí su residencia, no fue por casualidad, ya que es una persona reflexiva, con una personalidad muy marcada y pensamientos dignos de atención, que se encuentra unida estrechamente a ese lugar concreto, con su fauna y su flora específicas, y sus opiniones, así como su modo de vida, en comunión con la naturaleza y dedicada obsesivamente al estudio de los astros y su repercusión en lo que ocurre acá abajo, difiere por completo del de sus vecinos, que la consideran, por decirlo suavemente, una excéntrica.

“Al mismo tiempo, deseo exhortar a la Honorable Policía a que no se cierre ante la idea de que los autores de los trágicos acontecimientos arriba mencionados puedan ser los mismos animales. (…) San Bernardo excomulgó a un enjambre de abejas que le impedía hacer un trabajo con su zumbido. Las abejas serían también las responsables de la muerte de un hombre en Worms en el año 846, por lo que el Concilio de Worms decretó la muerte de estas por asfixia. (…) En 1639, en Francia, en Dijon, un jurado condenó a un caballo por haber matado a un hombre. (…) El más famoso de los procesos se celebró en Francia, en 1521 y fue el proceso de unas ratas que causaron grandes daños en las cosechas. Fueron demandadas y citadas a juicio por los vecinos, y les fue designado un abogado de oficio que resultó ser el hábil jurista Bartholomew Chassenée. (…) Finalmente, tras un encendido alegato de su defensor, las ratas fueron declaradas inocentes. (…) Atentamente, Duszejko."

Contra lo que pueda parecer, y aunque escribe varias cartas a la policía de las cuales esta es con diferencia la más estrambótica, nuestra heroína ni es tonta ni está tan desequilibrada como dan a entender estas líneas. Es más, puedo asegurarles que sabe distinguir perfectamente entre las buenas y las malas acciones. Es verdad que, en más de una ocasión, defiende que los animales actúan movidos por propósitos concretos, pero eso, por mucho que les mueva el instinto, nadie puede negarlo. Quede claro, pues, que lo que se narra aquí es algo muy serio, nada que ver con una fábula infantil.

El territorio, desolado y cubierto de nieve durante muchos meses al año, integrado por un puñado de casas dispersas y separadas del pueblo más cercano por unos cuantos kilómetros, es el elemento típicamente novelesco que nos mantendrá en tensión al menor movimiento extraño que se produzca. También aquí, tanto literatura como cine, han encontrado un filón para desarrollar historias inquietantes. Recuerdo ahora el caserón de Otra vuelta de tuerca o el resentido pueblucho llamado Dogville. En este caso las escenas dantescas son escasas y no están descritas con detalle, pero el hecho de que vayan apareciendo cadáveres de vez en cuando, en su propia casa o a la vuelta de cualquier curva, y que la policía demuestre no tener ninguna pista no parece irrelevante en absoluto. Lo malo es que carecemos de sospechosos: los personajes que van apareciendo, siempre en relación con la señora Duszejko, son seres pacíficos, simples aficionados a la caza o a la búsqueda de setas que se ocupan de sus asuntos sin meterse con nadie. Aunque se habla insistentemente de un mafioso local con quien el comandante de la policía –también asesinado– parece haber compartido negocios.

A pesar de lo dicho, no podemos encuadrar esta novela en los géneros negro, policíaco ni nada parecido. Si tuviera que ponerle una etiqueta, la calificaría de ecologista con ciertas dosis de misterio. La propia autora milita en el partido Los Verdes desde hace más de una década. Su transcurso es tan sereno como la protagonista y sus amigos: todos ellos de costumbres pacíficas, carentes de grandes pasiones pero con afectos arraigados y algún gran ideal, causante, quizá, de cierto comportamiento fanático.


Otros libros de la autora: Un lugar llamado Antaño, Los errantes