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miércoles, 30 de junio de 2021

II Premio Ensada de Reseñas. Reseña ganadora: José Vidal Cadellans: No era de los nuestros

 

Idioma original: español 

Año de publicación: 1958

Valoración: Recomendable 

Perteneciente a la generación de Aldecoa, Sánchez Ferlosio o los Goytisolo, José Vidal Cadellans, triunfó con su primera obra. “No era de los nuestros” ganó el Premio Nadal de 1958, y dos años más tarde, falleció. De triunfador podría haber pasado a autor de culto, pero ni siquiera, directamente acabó en autor olvidado. Tras su muerte se publicaron dos obras más que pasaron desapercibidas (una de ellas, “Ballet para una infanta”, es extraordinaria y merece otra reseña), y con el paso de los años nuestro autor desapareció del mapa de la literatura española. No aparece en los libros de texto, no ha sido reeditado y sus libros son difíciles de encontrar. Habría que englobarlo en una generación de escritores de posguerra que, en mayor o menor medida, han sido invalidados o directamente ignorados. Hablo de Antonio Ferres, Armando López Salinas, Andrés Bosch, Mario Lacruz, José Luis Castillo-Puche y tantos otros. Todos grandes desconocidos para el gran público y todos excelentes autores. Muchos de ellos tuvieron la mala suerte de publicar en la época en que aterrizó el boom latinoamericano. Otros sencillamente pasaron de moda. La literatura de corte realista, social, o existencialista, a la que pertenece nuestro autor, había dejado de despertar interés. La literatura había cambiado. “No era de los nuestros” trata de Jaime, hijo de una familia acomodada, que roba seiscientas mil pesetas de la empresa de su padre y se da a la fuga. Este hecho trastoca la vida de su círculo más íntimo que se preguntará por qué alguien con un futuro prometedor, una posición desahogada y un pasado amable, arroja por la borda su porvenir. Bajo la técnica del perspectivismo múltiple o caleidoscopio, y una voz en tercera persona, la novela avanza en un juego de espejos en el que el robo servirá de excusa para que diez personajes reflexionen sobre sus propias vidas. El robo, el conflicto principal, provoca una decisión irremediable: Jaime era uno de los nuestros y ahora tiene que dejar de serlo. No sólo ha robado dinero, sino que les ha fallado, les ha traicionado, y su culpa les mancha, les desnuda, y revela sus propios conflictos personales. A partir de entonces se suceden las preguntas. ¿Verdaderamente son felices con lo que han alcanzado?, ¿sus profesiones, parejas, familias... era esto lo que deseaban?, ¿romperían, como ha hecho Jaime, con todo lo que les rodea?. Durante las páginas asistimos al repaso de sus trayectorias, de sus éxitos y sus fracasos. Todos los personajes se sienten protegidos, pero todos se encuentran solos. La desaparición de Jaime revela que sus vidas son tristes, aburridas y cobardes. Y todos terminan con la misma pregunta: ¿Debo actuar o debo permanecer al margen?. 

Vidal Cadellans usa un lenguaje de frase corta, sencilla, con pocos nexos, pero de una gran profundidad, y de ese modo asistimos a las vivencias sus protagonistas: Una madre, a la que todos odian, encerrada en su fe católica; una amante a la espera de un hombre que no le pertenece, un empresario sin amigos... Temas universales tratados desde una perspectiva existencialista. Dramas personales que el autor exhibe sin una trama clásica de puntos de giro y golpes de efecto, sino que recurre a la naturalidad de los diálogos cotidianos, a un dominio asombroso del tiempo narrativo y a la exposición diferenciada y amena de las voces de sus protagonistas. 

Una obra de enorme interés, de compleja construcción e inexplicablemente olvidada. Una obra a recuperar, perteneciente a la España de 1958, una época de exilio interior y exterior, de susurros, secretos y silencios. Una época de olvido. 

Autor: Fernando Castro Priego

martes, 29 de junio de 2021

Beatriz Gimeno: La construcción de la lesbiana perversa

Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: Muy interesante



Mijas, 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof (19 años) sale de su casa y ya no se la vuelve a ver hasta que el 2 de noviembre hallan su cuerpo desnudo, quemado y desfigurado. La presión social y mediática afecta la investigación, errática y plagada de inconsistencias. La necesidad de resolver el caso hará que el foco se detenga sobre Dolores Vázquez, ex pareja de la madre de la víctima, que será declarada culpable y entrará en prisión en 2001. 

No será hasta 2003 que se reconozca su inocencia, gracias a la resolución del caso de Sonia Carabantes, con una prueba de ADN coincidente con el de Rocío Wanninkhof, señalando sin discusión al autor material de ambos crímenes, Tony King.


Es evidente que estamos experimentando durante los últimos años un despertar insólito y muy revelador en relación a cómo los medios de comunicación, las instituciones y el poder legislativo han contribuido al mantenimiento y renovación de unos estereotipos patriarcales altamente lesivos para la mujer en todas sus facetas: la mala madre (Rocío Carrasco), la loca/trepa despechada (Nevenka) y en este caso, la lesbiana perversa (Dolores Vázquez). Y gracias a documentales, películas, crónicas y ensayos más o menos recientes hemos podido indagar en el funcionamiento de esos mecanismos silenciosos y torticeros que han confundido y manipulado a la opinión pública que es la que al final se encarga de hacer prevalecer esas etiquetas horribles e injustas que estigmatizan a tantas mujeres.

Resumen resumido: crónica del caso Wanninkhof focalizada desde un aspecto que resultó fundamental para su inconcebible desarrollo: el hecho de que Dolores Vázquez fuera lesbiana (ex pareja de la madre de la víctima). Y cómo a través de las noticias de algunos medios de comunicación «serios» de nuestro país: El País, El Mundo y ABC se reconstruye y se vislumbra el artefacto para la creación de un culpable (dotado de una monstruosidad sin precedentes) allí donde no lo hay.

La construcción de la lesbiana perversa está muy bien documentada en base a las noticias y los hechos de aquel momento, muy bien argumentada desde el conocimiento especializado referente a la cultura patriarcal, la violencia contra la mujer y la lesbofobia, y también está escrita de un modo sencillo y entendible que facilita cierto hilo conductor para la comprensión del proceso de creación del monstruo por parte de esos tres medios de comunicación.

Esta crónica no solo incide en los gérmenes histórico sociales que promovieron la creación de esa lesbiana perversa, si no que para llegar ahí antes tiene que poner sobre la mesa un sinfín de elementos que constituyen el nubarrón eléctrico de mitos y bulos que se cierne sobre las mujeres y la violencia que se ejerce sobre ellas. Un claro ejemplo es la presunción del crimen sexual como producto de una atracción erótica inevitable del agresor hacia la víctima, cuando en realidad es un tipo de violencia cuyo único objetivo es su quiebra y sometimiento, y ahí reside el placer para el agresor. A menudo se descarta el crimen sexual porque no se hallan signos evidentes en el cuerpo de la víctima pero eso no significa que no lo sea. De ahí que en este caso se descartara el crimen sexual de inicio y se barajara el móvil pasional con el que se pudo poner el foco en Dolores Vázquez.

Después la narración se adentra en los mecanismos de la construcción del monstruo-lesbiano mediante la exposición de una serie de mecanismos complejos pero que quedan perfectamente explicados, como es el caso de la invisibilización, que puede resultar contradictorio pero no lo es:
«(…) de qué manera comienza la representación de lo irrepresentable, de lo invisible: cómo se da forma a ese fantasma, a lo que no puede nombrarse, pero que sin embargo, al mismo tiempo, es necesario transmitir para que esa imagen difusa se vaya construyendo desde la negatividad, desde el odio (…)»
A partir de ahí, se nos explica cómo las diferentes noticias van aportando una serie de detalles sobre la personalidad y el físico de Dolores Vázquez que, por acumulación, consolidan esa imagen de asesina vengativa que el caso necesita. Lo más curioso es que a menudo son rasgos positivos o plausibles cuando se le atribuyen a un hombre. Algunos ejemplos:
  • Ella solía salir a correr y tenía un cuerpo musculado, lo que se vendió como que era mujer monstruosa con una fuerza sobrenatural.
  • Era directora de un hotel y ejercía su mando con firmeza: alguien soberbio y controlador.
  • Mantuvo una actitud digna cuando la gente la abucheaba en la entrada del juzgado o a prisión: propio de una psicópata sin empatía.
  • Soportó los intensísimos interrogatorios sin derrumbarse: fría y calculadora.
Lo cierto es que la reseña podría extenderse más que el libro y eso no tendría la menor gracia, así que concluyo con un Muy interesante porque aporta una enorme cantidad de reflexiones complejas acerca de cómo nuestra sociedad sigue blindada a todo lo que no sea «lo normal» y porque en el camino expone buena parte de las incoherencias e injusticias en los que nuestros organismos públicos incurren todavía a diario por falta flagrante de perspectiva de género y de reconocimiento de los derechos LGTBI.

También porque le hace justicia a una mujer a la que nunca se le ha llegado a pedir perdón por el calvario que tuvo que padecer.

lunes, 28 de junio de 2021

James Williams: Clics contra la humanidad

Idioma original: inglés
Título original: Stand out of our light
Traducción: Álex Gibert
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable

Es indudable que vivimos en tiempos ajetreados, en un momento de la vida donde la aceleración a la que somos sometidos mediante constantes e incesantes estímulos hace que nuestro tiempo, siempre limitado, siempre insuficiente, tenga cada vez más valor. El “regalo” que se nos ha ofrecido es el de un acceso ilimitado a la información, pero no es un “regalo” como tal, sino que, como todo en esta vida donde hay una empresa detrás, existe una contrapartida, un precio a pagar: nuestro tiempo.

Este ensayo empieza ya con una seria advertencia del propio autor en el prólogo, al afirmar que «una amenaza de última generación para la libertad del ser humano se ha materializado antes nuestros ojos. (…) Ha llegado trayendo consigo el regalo de la información, un recurso escaso y valioso hasta la fecha (…) y, para acabar de seducirnos, ha llegado con la promesa de que está de nuestra parte». Porque es difícil dar la espalda a algo que es tan accesible y tan interesante, porque «como la información ha sido siempre un recurso escaso, la opinión general es que el aumento de información es positivo por principio», aunque «y, como anticipaba en la década de 1970 el economista Herbert Simon, cuando la información abunda, el bien escaso pasa a ser la atención» porque el exceso de información puede ser contraproducente y el autor lo argumenta acertadamente haciendo una analogía con el juego del Tetris afirmando que «la cantidad de información solo es relevante aquí en cuanto que implica cierta velocidad de información» y, de manera análoga al juego, «cuando su velocidad de emisión es excesiva, la información no se puede procesar (…). Así pues, el mayor riesgo que entraña esta abundancia informativa no es la simple absorción o polarización de la atención, como cuando la información era un recurso finito y cuantificable, sino la pérdida de control que genera en los procesos de la atención».

El autor, que en su pasado reciente trabajó durante diez años en Google y fue uno de sus principales estrategas, es muy conocedor de lo que el mundo digital genera y se confiesa afirmando que «no tardé en comprender que la causa en la que me había embarcado no era la de organizar la información, sino la de gestionar la atención. La industria tecnológica no diseñaba productos: diseñaba usuarios» y, esto era solamente el principio, la punta del iceberg del control y la perversión, pues «cuando el uso de un producto es socialmente mayoritario, su creador no se limita a diseñar usuarios: diseña también la propia sociedad». Y esa lucha incesante por hacerse con el control no de la información, sino de la atención del usuario lleva a las compañías tecnológicas a irrumpir de manera clara en el mundo de la publicidad («Google y Facebook representan el 85% del crecimiento interanual de la publicidad en internet»), pues «la tecnología digital dio pie a una explosión cámbrica de los sistemas de análisis publicitarios, al posibilitar la medición a escala individual de los comportamientos del consumidor (las visualizaciones de cada página), sus intenciones (las consultas de búsqueda), sus contextos (sus ubicaciones físicas), sus intereses (inferidos a partir de sus historiales y conductas de navegación), sus identificadores exclusivos (el ID de sus aparatos o las direcciones de correo de los usuarios registrados) y muchos parámetros más». Y, para conseguir nuestra atención ante la oferta infinita de estímulos a los que nos vemos sometidos, «tan despiadada es esta competencia por captar nuestra atención que los diseñadores no han tenido más remedio que apelar a lo más bajo de nuestra naturaleza (…) y explotar el catálogo entero de sesgos cognitivos para la toma de decisiones que la psicología y la economía conductual llevan compilando diligentemente durante las últimas décadas. Entre estos sesgos de incluye la aversión a la pérdida —que a veces se encarna en el miedo a perderse algo (…) el FOMO—, la comparación social, la inercia o tendencia al statu que, el efecto marco y el efecto anclaje». Es por ello que, en el fondo, «la lucha por la atención y la ‘persuasión’ masiva de usuarios equivale, en última instancia, a un proyecto de manipulación de voluntades a gran escala» porque el medio «es una máquina diseñada para cosechar nuestra atención al por mayor, sin miramiento alguno».

De esta manera, y una vez expuesto el alcance y la potencialidad de tales herramientas, el autor sustenta su exposición en dos pilares básicos: la atención del usuario y la conveniencia de las tecnologías. Y el autor es taxativo en ambos aspectos, pues en referencia a la atención (o a la pérdida de) afirma que el peligro de las meras “distracciones”, pues «a corto plazo, estos obstáculos pueden mermar nuestra capacidad de hacer lo que queremos hacer. A largo plazo, pueden llegar a impedirnos las vidas que queremos vivir y, lo que es peor, minar facultades como la reflexión o el autocontrol». Así, expone que «la reflexión es un ingrediente esencial del pensamiento que nos ayuda a determinar ‘lo que queremos querer’ (…) Las notificaciones o las apps adictivas, por ejemplo, pueden el vacío de esos momentos del día que uno empleaba para reflexionar sobre sus metas y prioridades». El autor define de esta manera lo que supone la «“economía de la atención”, un entorno en el que los productos y servicios digitales compiten sin descanso para captar y explotar la atención del consumidor» e insta a las propias compañías (mediante un cambio social y legislativo) a que modifiquen sus conductas, pues «se ha de evitar la tentación de pedir a los usuarios que "se adapten" a las distracciones: para eso habrían de poseer una capacidad de autocontrol inalcanzable (…)» pues «hay por ahí miles de psicólogos, estadísticos y diseñadores escogidos entre los más inteligentes del mundo que se pasan media vida pensando en la manera de echar abajo el muro de vuestra voluntad» y pretender luchar contra esto es inimaginable.

En cuanto a la potencialidad, el autor pone como ejemplo el abominable experimento de Facebook en relación con a la identificación de huellas de contagio emocional, en el que analizaban la reacción de una muestra de sus usuarios a los que se les mostraba información filtrada pare ver cómo afectaba a su manera de escribir y, en consecuencia, comportarse. El autor nos pone en alerta también sobre lo que viene, pues recuerda que ya «existen más de 250 juegos para dispositivos móviles Android que perciben sonidos del usuario (…) en 2015, Facebook registró una patente para detectar emociones, positivas o negativas, mediante las cámaras del ordenador y el móvil. Y en abril de 2017 (…) Regina Dugan, investigadora de Facebook y ex directora de DARPA salió al estrado para presentar el desarrollo de una interfaz que permitiría conectar el cerebro al ordenador». Y, en este proceso de identificación y alteración del comportamiento de sus usuarios (ergo, todos nosotros), James Williams critica también los que utilizan las redes sociales para descargar su ira contra alguien o contra un hecho en concreto, aludiendo a “la justicia de la turba”. Si bien es cierto que la presión social en ocasiones ha contribuido a lograr «que las personas respondan por sus actos, sobre todo cuando las instituciones públicas han fracasado en su intento» (Primavera árabe, Trayvon Martin, Harvey Weinstein...) «las dinámicas de indignación y linchamiento social» pueden resultar contraproducentes y cita a Lincoln cuando afirmó que «no hay agravio que pueda repararse adecuadamente cuando el pueblo se toma la justicia por su mano». 

Por todo ello, la lectura de este ensayo es recomendable, a pesar de que destaca más por los mensajes que transmite que por poseer un estilo de escritura que busque, a través de la información proporcionada, que el lector se sienta atraído o cautivado por su enfoque, sin añadir de manera evidente o explícita frases que lo seduzcan o conecten a nivel emocional con él. El autor es contundente en su planteamiento, y en un relato más expositivo y crítico que propositivo, la sensación que nos queda es de un mundo con pocas probabilidades de subsistencia en lo que refiere al equilibrio y libertad emocional. A pesar de que el autor deja bien claro su propósito afirmando que «mis argumentos no se oponen de ningún modo a la tecnología ni al comercio (…) La perspectiva que he adoptado y las propuestas que detallaré no son en absoluto incompatibles con la prosperidad económica, ni tratan de poner ‘freno’ a la innovación tecnológica. Son más bien un ‘volante’», James Williams es duro y pesimista en su visión del futuro más cercano al afirmar que, respecto a la propagación vertiginosa de las tecnologías digitales, «este proceso no rebasará ningún umbral de tolerancia que nos obligue a tomar cartas en el asunto. Se inició gradualmente, y gradualmente seguirá evolucionando. No oiremos ninguna voz ni veremos ninguna luz en el firmamento que nos advierta que vivimos rodeados de una infraestructura mundial de persuasión inteligente. (…) No habrá revelación alguna que nos permita comprender lo grave e insostenible de la situación». 

Ya en sus páginas finales el autor concluye que «la crisis que atravesamos hoy no se manifiesta únicamente en el aumento mundial de las temperaturas; también es palpable en nuestra maltrecha facultad de la atención. Así pues, no podemos limitar a reformar nuestro mundo material; habrá que reforzar también nuestro mundo atencional, y prestar atención a aquello que la merece» porque «¿qué hacemos cuando prestamos atención? En el fondo, lo que hacemos no es ‘prestarla’ sino ‘regalarla’, despedirnos de todo aquello a lo que podríamos haber atendido en su lugar (…) la atención se presta siempre a fondo perdido y se paga en futuros posibles a los que uno debe renunciar». Porque «la atención de presta, sí, pero jamás se devuelve». 

Dice James Williams, de manera solemne, que «la vía que nos queda es la de movilizarnos con urgencia para afirmar y defender nuestra libertad de atención» porque «la liberación de la atención humana podría ser la lucha ética y política de nuestro tiempo». Ya el propio autor advierte que «Si la primera “brecha digital” marginó a quienes no tenían acceso a la información, la brecha actual marginará a quienes sean incapaces de prestar atención». Estamos avisados. Y a esto sí vale la pena prestarle toda nuestra atención.

domingo, 27 de junio de 2021

Zoran Nikolić: Atlas de fronteras insólitas

Idioma original: inglés

Título original: The Atlas of Unusual Borders

Traducción: Jorge García, Sigrid Guitart

Año de publicación: 2020

Valoración: Curioso


Un bonito libro para regalar, así, un regalito de compromiso, lucido (presentación cuidada, páginas recuadradas en rojo, mapas de los que luego hablaré), para algún aficionado a la geografía sin mucho afán, una cosa ligerita para quedar bien. Eso es este libro, agradable para quien disfrute de estas curiosidades sin ánimo de profundizar mucho, o casi nada. Realmente, hay un montón de textos como este, algunos claramente mejores, otros parecidos.

Esto de las fronteras extravagantes, los enclaves y contraenclaves, las tierras de nadie y las ciudades partidas por la mitad, es una de las muchas cosas llamativas de la geografía, pero a la hora de escribir un libro presenta dos problemas importantes, que son uno mismo. Partimos de que estas circunstancias geográficas que podríamos llamar anomalías las hay a miles, por supuesto a lo largo del planeta entero, pero aquí mismo, a unos pocos kilómetros de nuestra casa, seguro que tenemos algunos buenos ejemplos. Y al haber tantos el autor se encuentra, supongo, ante una disyuntiva obvia: o incluye muchos de estos ejemplos, con lo que necesariamente se quedará en un repaso superficial, o selecciona unos pocos para profundizar un poco más sobre sus peculiaridades. Es decir, hay que elegir entre cantidad y calidad, un repertorio muy amplio, o una relación menos extensa para dedicarle más atención a cada caso expuesto.

Seguro que han adivinado que nuestro libro de hoy ha optado bastante claramente por la primera alternativa, es decir, muchas realidades (47, para ser exactos) de países separados por límites aparentemente caprichosos, a los que apenas se dedica una página y un mapa, una página más bien pequeñita y un mapa injustificada y proporcionalmente grande, y además bastante malo: colores deplorables, información casi nula, un adorno que apenas aporta verdadera información.

La verdad es que me da bastante envidia cuando las reseñas de mis compañeros suscitan el entusiasmo de los lectores, que corren a la librería a hacerse con esos títulos magníficos recién descubiertos. Así que voy a intentarlo un poco y, a pesar de lo dicho y solventada la parte crítica, a ver si puedo explicar por qué el libro no es del todo malo. Sí, son muchos, demasiados, los casos que Nikolić presenta, y escasita y superficial la información que suministra, pero para alguien no muy exigente el repertorio resulta bastante curioso, y hasta llamativo para quien no se haya parado a pensar en situaciones tan peculiares. En un repaso random hablaríamos de ciudades ubicadas en dos continentes distintos (Estambul), enclaves rodeados de países enemigos (varios en el Cáucaso) o excluidos de la Unión Europea pese a formar parte de un país miembro (hasta tiempos muy recientes, claro, varias pequeñas islas británicas, aunque nominalmente son dependencias de la Corona, en fin), fronteras que separan dos lados de una calle o que atraviesan casas (ahora no recuerdo dónde), extraños condominios, o países teóricamente gobernados por autoridades extranjeras (algunas muy atípicas, miremos a Andorra), fronteras que forman estrechos corredores en busca de accesos imposibles a ríos o mares…

Siempre estamos ante el producto de caprichos de la Historia, muchos de ellos consecuencia de guerras o tratados, otras veces de orígenes feudales, de raíz religiosa o derivados de procesos de descolonización arbitrarios y muchas veces absurdos. Son situaciones casi siempre interesantes que hubiera requerido algo más de profundidad, como apuntaba antes, y respecto de las cuales el libro nos deja por tanto un poco a medias, pero el nivel de satisfacción dependerá de lo que el lector exija al texto. Si nos vale con unas pinceladas para despertar un poco la curiosidad, pues la cosa va bastante bien.

Parece obligado hablar de mis preferidas entre esas píldoras repartidas por el amplio catálogo de Nikolić. Al ser tantos los casos expuestos mi memoria no alcanza a retener un número suficientemente apreciable pero, al margen de complicadas rotulaciones que se enredan entre montañas, puertos y ciudades, quizá me quedaría con algunos de los de origen más reciente, y también de efectos de mayor crudeza. Por ejemplo, la partición de Chipre en dos comunidades, turca y griega que, con medio siglo de existencia, ha dado lugar no solo a dos países diferenciados, sino a una complicada frontera, una zona de exclusión supervisada por la ONU y algunas ciudades de antiguo esplendor turístico reducidas a una gran urbe desierta. O la llamada línea verde, larga franja en la antigua frontera entre las dos Alemanias que, a fuerza de quedar ajena a cualquier actividad humana, se ha transformado en una zona virgen que ahora se quiere recuperar como espacio natural (léase cómo la naturaleza recupera su terreno a poco que el hombre se retire de la circulación).

También me gustan los relatos sobre ciudades fantasma, como Kolmanskop (Namibia), abandonada al agotarse las vetas de diamantes, o Centralia (EE.UU.), en cuyo subsuelo se  mantiene un incendio que persiste desde hace medio siglo, y tardará al menos otro tanto en extinguirse. Cosas realmente sorprendentes y que hacen grata la lectura aunque, eso sí, no tienen mucho que ver con las fronteras.


sábado, 26 de junio de 2021

Vladimir Nabokov: Rey, dama, valet

Idioma original: ruso

Título original: Король, дама, валет

Año de publicación: 1927-28

Valoración: Muy recomendable



Tras estos tres enigmáticos nombres se encuentran los protagonistas de una novela que, aunque escrita al inicio de su carrera literaria, demuestra con creces las excepcionales dotes de su autor y la convierten en precursora del virtuosismo que demuestra Lolita y de los alardes experimentales de Ada o el ardor, entre otras. Habida cuenta de que en ella aparecen muy fugazmente tanto las volátiles mariposas que tanto le apasionaron y a las que estudió con tanto interés como jugadores anónimos que se inclinan sobre el tablero de ajedrez, otra de sus grandes pasiones, me pregunto si este valet –infante en la baraja francesa y sota en la española– no representa en realidad al alfil de dicho juego. Y es que la novela refleja, a grandes rasgos, una prolongada partida donde los jugadores son también piezas de carne y hueso que avanzan, retroceden, cubren o traicionan a sus contrarios y, finalmente, se convierten en los ganadores o perdedores de esa trascendente partida vital. A partir de cierto momento, el éxito o fracaso de uno u otro equipo constituirá uno de los grandes alicientes de nuestra lectura, sin olvidar la sutileza psicológica, el esmerado retrato ambiental y el firme pulso con que Nabokov nos conduce por los enrevesados recovecos de la trama.

A primera vista podría parecer una intrascendente novela de adulterio femenino –subgénero que unas cuantas décadas atrás, justo cuando se hallaba en la cima, tan excelsos títulos dejó a las generaciones futuras y que en esa época estaba ya muy trillado– pero según avanzamos por ella la vemos convertirse en un derivado de este al estilo de Thérèse Raquin (1868) o de la posterior El cartero siempre llama dos veces (1934). Pero, tras ese planteamiento, el ingenio de su autor se aparta de cualquier modelo y, tras varios giros –inesperados pero escrupulosamente coherentes–, cierra la apasionante historia con un giro final que nos deja boquiabiertos. La coherencia de la que hablo se manifiesta particularmente en discretos toques de atención que comienzan, justamente, cuando se ha llegado a los dos tercios del texto –he hecho la cuenta– para advertir al lector entregado que se inicia un decisivo cambio de talante en uno de los tres protagonistas. Para compensar, incluye también algunos datos confusos que impiden hasta al más perspicaz adivinar las intenciones del novelista. Intenciones siempre aviesas, por supuesto.

Franz, un joven de familia modesta y sin ninguna habilidad destacable, es decir, sin futuro, es enviado por su madre a Berlín para que su acaudalado primo Dreyer –en apariencia, un bromista con suerte pero en realidad, un lince para los negocios– le busque acomodo en una de las  empresas que regenta. Tras visitarle en su mansión, Franz alquila un sórdido cuchitril no lejos de esta y se le contrata en los Grandes Almacenes de su tío. Pronto se convierte en un asiduo de aquella casa, en la que Dreyer no suele pasar mucho tiempo y donde la ambiciosa e intrigante cónyuge, claramente más joven que el marido, se aburre de lo lindo rodeada de lujos sin alma.

“Y en realidad, Martha creía que su  matrimonio no era distinto de los otros, que siempre reina la discordia, que la esposa lucha con el marido, contra sus peculiaridades, contra sus desvíos a las reglas establecidas y que todo esto componía una pareja feliz. Solo es desgraciado un matrimonio cuando el marido es pobre o lo han encarcelado por algún negocio turbio o derrocha el dinero con otras mujeres.”

El tono de la narración es más bien sombrío, pero el rostro de Nabokov mientras discurre o escribe –y que cualquiera con un poco de imaginación puede vislumbrar a través de los renglones que va leyendo– es de pura guasa. Le vemos desorientar a sus lectores a conciencia, vapulear a los personajes cebándose sin piedad con cualquiera de los tres y disfrutar a base de bien haciéndolos sufrir. Cualquier atisbo de felicidad es el preludio de nuevas angustias o quebraderos de cabeza, son como tres ratoncillos zarandeados por un enorme gato tan malvado como lleno de recursos. Aún así, tras terminar la lectura, encuentro un claro favorito y otro al que parece detestar más de la cuenta. También resulta destacable a pesar de su rol, muy secundario, el viejo Enricht, dueño de la casa donde se hospeda Franz, una personalidad siniestra, misteriosa y voluble, cuyos rasgos, aunque con más años a cuestas, podrían recordar al Norman Bates de Psicosis, y al que nos hubiera gustado conocer más a fondo.


También de Vladimir Nabokov: Lolita, Pnin, El original de Laura,

Sobre Vladimir Nabokov: Un revolver para salir de noche

viernes, 25 de junio de 2021

António Lobo Antunes: Memoria de elefante

Idioma original:
portugués
Título original: Memória de elefante
Traductor: Mario Merlino
Año de publicación: 1979
Valoración: recomendable e interesante para fans

Cuando se conoce relativamente bien la obra y el estilo de un escritor, sobre todo si es uno de los grandes como es el caso de Lobo Antunes, es una experiencia interesante volver la mirada a sus primeras obras, aquellas en las que se está formando el estilo, los temas y las técnicas que más adelante se convertirán en sus señas de identidad. No se trata generalmente de las novelas más perfectas (salvo excepciones de genios primerizos, que las hay), sino de tentativas más o menos conseguidas, primeros borradores de lo que luego será su trayectoria creativa. Algo así es Memoria de elefante, la primera novela de Lobo Antunes, que siendo en sí misma una novela notable (muy notable si fuese de cualquier otro escritor), resulta sobre todo interesante por lo que promete y lo que deja prever. 

Esta es, por ejemplo, quizás junto con Sobre los ríos que van, la novela más transparentemente autobiografica de Lobo Antunes. El protagonista, un médico psiquiatra que está viviendo con dolor la separación de su mujer y sus hijas, y que carga consigo el recuerdo de la guerra colonial en Angola, se pasea a lo largo de un día por las calles y barrios de Lisboa, de su casa al hospital, del hospital a la consulta del dentista, del dentista al psicólogo, y de nuevo a una casa sola y sin amueblar, donde se hunde en su propia soledad. No hace falta ser un lince para identificar al propio Lobo Antunes, muy levemente disfrazado, en este médico depresivo, arisco y malhablado (menos cuando piensa en el amor que todavía siente por su mujer, o por sus hijas). De hecho, el médico protagonista de Memoria de elefante también está pensando en escribir una novela, la primera, pero lo frena el miedo al fracaso o al ridículo.

Esta historia, en la que casi no hay historia, está narrada con una técnica algo diferente a la que luego se convertirá quizás en su rasgo más distintivo: la polifonía que mezcla la voz de un narrador muchas veces identificado con uno o varios personajes, con los pensamientos (con frecuencia obsesivos) de esos mismos personajes, y con los diálogos, que vienen a interrumpir la narración de forma abrupta y constante. En Memoria de elefante, la voz del narrador es aún bastante "tradicional": un narrador en tercera persona que no se identifica con el protagonista y que, si nos explica sus pensamientos, lo hace introduciéndolos con los habituales "pensó", "pensaba", "reflexionó", etc. Del mismo modo, la confusión y los juegos con las líneas temporales e históricas, que Lobo Antunes desarrolla en toda su obra y de forma aún más acentuada y eficaz en As naus, aparecen aquí atenuadas aún, porque cuando al protagonista lo asaltan los recuerdos (de la guerra, de la relación con su mujer) estos aparecen identificados como tales recuerdos. 
 
En otros aspectos, con todo, esta sí que es una novela inequívocamente escrita por Lobo Antunes. No solo por los temas mencionados (la soledad, el trauma de la guerra, la imposibilidad del amor), o por el escenario de fondo de una Lisboa nada turística (en parte porque la novela es de 1979, antes del boom del turismo de masas, y en parte porque a Lobo Antunes parecen atraerle otras partes más crudas o sórdidas de la ciudad). También por el estilo, cargado de referencias literarias, de imágenes y metáforas (como el propio protagonista reconoce, pensando sobre sí mismo), o por el tratamiento de los personajes, casi siempre degradante, esperpéntico, animalizante, con un énfasis en lo fisiológico, en las taras físicas, psicológicas o sexuales. Un mundo literario que quizás se podría comparar con el de Cela, con esa mezcla de virtuosismo formal y feísmo desesperanzado.

No es Memoria de elefante una mala novela; no es tampoco, sin duda, la mejor de su autor. Para llegar a su cima (que para mi gusto se sitúa en las obras producidas en torno a los años 90), Lobo Antunes necesitaba todavía separarse un par de grados de su propia autobiografía (sin nunca abandonarla completamente), proyectarse en un conjunto cada vez más amplio de personajes, darles una voz propia, y romper con las técnicas y modos narrativos tradicionales, creando su inconfundible estilo en el que narrador, personajes, pensamientos, memorias y diálogos componen una trama textual de creciente complejidad. 

Eso sí, como también decía al principio: si cualquier otro autor hubiese escrito Memoria de elefante, probablemente esta sería una de sus mejores novelas. Eso da idea de la magnitud de la obra posterior de Lobo Antunes.

 
Otras reseñas de Antonio Lobo Antunes en ULAD.

jueves, 24 de junio de 2021

Raúl Quinto: La canción de NOF4

Idioma original:
Español
Año de publicación: 2021
Valoración: Está muy bien

Dos palabras clave en toda esta historia: pareidolia (fenómeno psicológico consistente en que un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) es percibido erróneamente como una forma reconocible) e idiolecto (conjunto de rasgos propios de la forma de expresarse de un individuo). Según desde el lado del espejo en el que estemos, claro. O del lado de muro, mejor dicho, ya sea este físico o químico.

Pero, ante todo, la potencia de una imagen: un hombre, Fernando Oreste Nannetti, arañando con la hebilla de su cinturón los muros del manicomio en el que permaneció encerrado durante 20 años, completando su obra, un libro de piedra hecho de palabras dibujos y símbolos. 20 años de escritura (1958-1978)

Y el deslumbramiento del autor cuando descubre la historia de Nannetti y el muro de Volterra. Y las preguntas que la observación del muro va suscitando en autor y lector: ¿qué es escribir?, ¿para qué escribir?, ¿hablaba Nannetti al muro o a través del muro?, ¿dónde están los límites de lo humano?, ¿dónde los límites de la escritura?, ¿qué es ARTE?, etc.

Teorías, hipótesis, especulaciones, interpretaciones, tentativas de acercamiento, asociaciones que hacen que el texto se "descentre" y mueva en el tiempo. Novela, ensayo, poesía (mucha)... pequeña biografía de Nannetti, breve historia del arte marginal o art-brut y de la psiquiatría, apuntes sobre la historia de Italia en el siglo XX... Pasado y presente unidos para formar un texto híbrido, muy en la línea del resto del catálogo que va montando Víctor Gomollón en su Jekyll & Jill.

Texto que no (pre)juzga, que deja en el aire decenas de preguntas, que nos sitúa frente a algunos de los fantasmas de nuestra sociedad. Texto, en resumidas cuentas, bello, espectral, magnético y extraño, un poco como la escritura telepática de Nannetti. Texto, y quién mejor que el propio autor para definirlo, que no es un ensayo para reivindicarlo (a Nannetti). Esto es solo una canción para tararear al borde de un precipicio. Mucho mejor así.


También de Raúl Quinto en ULAD: Martinete del rey sombra

miércoles, 23 de junio de 2021

Reseña + entrevista: Todo bajo el sol, de Ana Penyas

Idioma: castellano (y algo de valenciano)

Año de publicación: 2021

Valoración: de lo más recomendable

A menudo tendemos a una idealización de los tiempos pasados (una actitud que está cundiendo bastante últimamente, creo), de los que sólo nos fijamos en lo positivo o creemos positivo y no en los aspectos negativos que suelen ir aparejados; así, se puede oír a algunas personas hablar con envidia de la vida sana y sencilla que llevaban sus padres y abuelos en el pueblo o de la solidaridad vecinal que imperaba en otra época, sin pararse a pensar que el abuelo y la abuela seguramente tenían que deslomarse de sol a sol para sobrevivir, mientras juraban contra todo lo que se meneaba, o que los vecinos se ayudaban tanto entre sí ante la carencia de unos servicios públicos dignos de tal nombre (sien olvidar el férreo control social que conllevaba).

Lo mismo ocurre con los países o las ciudades: hace años, la costa mediterránea peninsular, por ejemplo, podía verse como un vergel  en el que, junto a extensas playas casi vírgenes, se extendían feraces huertos, alquerías, pequeños pueblos... En los años 60 del siglo XX el incipiente turismo, que aún podríamos considerar como "sostenible" dejó paso a otro masivo, a la construcción desaforada, al capitalismo más predador, que ha destrozado el entorno y el modo de vida "tradicional" de sus habitantes (con no poca colaboración por parte de muchos de ellos, también hay que decirlo). Algo parecido ha ocurrido con los cascos antiguos de las ciudades, en los que una época de general degradación ha dado paso a otra de "gentrificación", que puede haber saneado y restaurado calles y edificios, pero no el tejido social que los sostenía... El caso es que nos solemos fijar en el "antes y el después", en esa situación ideal o idealizada del pasado y en la actual, pero no tanto en el proceso que ha llevado de un punto a otro y mucho menos en las personas que lo han protagonizado, que lo han vivido para bien y para mal, a quien les ha propiciado sus sueños, pero también sus miedos...

En cambio, eso es lo que hace, justamente, Ana Penyas en este cómic/novela gráfica, que focaliza todo este proceso en un punto de la costa valenciana, por una parte, y por otra en la zona más degradaada de la propia ciudad de Valencia, el que se conocía (no sé si aún) como "barrio chino". La autora ejemplifica todo el cambio referido en una familia que, hasta cierto punto, puede considerarse paradigmática: el padre, oriundo de un pueblo de La Mancha, que emigró a la costa en busca de trabajo como camarero, albañil, frutero... La madre, hija de unos llauradors que sufren en propia carne la presión constructiva en su entorno; hijos que deben buscarse la vida y sólo encuentran alguna salida laboral -en el caso de una de las hijas, arquitecta, previa emigración a Alemania- en las oportunidades que les ofrece ese sistema de construcción salvaje, gentrificación y turistización de su país. Como se ve, Penyas no ignora ni oculta que los aspectos negativos del fenómeno económico y social que nos cuenta también ha traído como consecuencia un desarrollo económico y una apertura de miras que puede que quizás no hubiese posible en España de otra forma, pero al tiempo han tenido consecuencias tal vez irreversibles.... Lo mismo ocurre cuando trata de la gentrificación de un barrio tomado por las droga y la prostitución: no se establece una línea nítida sobre lo que es mejor o peor, aunque sí se ponen de manifiesto las contradicciones resultantes al final del proceso (o de momento, pues la pandemia ya ha dejado claro que no se puede descartar ningún cambio). El libro, en suma, no es un panfleto, sino una reflexión, a raíz de la cual cada lector debe sacar sus propias conclusiones, lo que resulta muy de agradecer.

En el apartado gráfico, destaca la utilización de diversas técnicas y enfoques a lo largo de todo el libro, dependiendo de cada momento: desde el dibujo más "académico" del principio, cuando nos cuenta como eran aquellas playas en las que varaban sus barcas los pescadores a otro menos realista, caricaturesco, incluso, con el aporte constante del collage de distintos elementos y de fotografías que sirven sobre todo para plasmar los escenarios, el paisaje cambiante en el que se viven o sobreviven los protagonsitas. todo ello contribuye a configurar un libro vibrante, lleno de color y cuya lectura me parece más que recomendable para cualquiera, le guste o no el cómic o la novela gráfica; sobre todo si quiere entender lo que ha pasado en este país (y sospecho que podría servir para otros, como Italia o Grecia) en nuestro pasado más reciente...



*               *              *

Ante todo, quiero agradecer a Ana Penyas su amabilidad al contestar a unas preguntas para poder ofrecer esta entrevista a los seguidores de Un Libro Al Día:

-Como se señala en la reseña, me ha gustado mucho del libro que no se trata sólo de una comparación entre la situación de un pasado ideal y la de ahora, sino sobre todo de cómo ha sido todo ese proceso de cambio, con sus circunstancias en cada momento. ¿Esto era una decición tomada desde el principio del proyecto o una necesidad narrativa para poder desarrollar la historia?

-Empecé en 2018 queriendo hablar del turismo actual, porque en ese momento era una situación candente, con el auge de los cruceros, etc. Pero al leer cosas sobre el tema me di cuenta de que no tenía sentido hacer un simple pantallazo del presente, así que fue la propia investigación la que me llevó a seguir ese hilo narrativo.

-También me ha gustado que centras la historia en las vivencias de una familia cuyos miembros, por una parte, se benefician pero también son víctimas de todo el proceso... Pero, en cualquier caso, tú los tratas con mucho cariño, sobre todo a la gente mayor; es muy bonito, por ejemplo,  el episodio de la abuela cuando va a la playa... ¿Éste es un simple guiño a tu trabajo anterior, Estamos todas bien, que se centra, justamente en las mujeres mayores o lo consideras ya un rasgo distintivo de tu obra?

-Un poco las dos cosas. Se trata de una familia inventada, un elemento costumbrista para poder atravesar los hechos a lo largo del tiempo, pero está basada en la realidad, porque todos conocemos a alguien o tenemos un primo, etc. que se puede ver reflejado en ellos.
En cuanto a la abuela, se trataba también de una alusión al programa IMSERSO que comenzó en los años 80, y que posibilitó que muchos abuelos fueran por primera vez a la playa; se trataba de hacer ver que el turismo no tiene porque ser algo malo per se y que también tiene su parte positiva...

-También hay una cierta reivindicación de los objetos humildes, incluso souvenirs turísticos, que hoy nos pueden parecer kitsch pero también son elementos evocadores para nuestra memoria. ¿Aparecen en el libro como una alusión a la ironía posmoderna, digamos "hipster", como parece cuando vemos unas chicas que los recogen para hacer una exposición con ellos o es, en cambio, una propuesta de una "arqueología contemporánea"?

-Se trataba de hacer un guiño utilizando esos objetos, souvenirs, etc. y que hicieran también de hilo conductor, porque van apareciendo en cada una de las partes del libro. Pero la exposición que aparece al final también es una crítica a la gentrificación y a la visión de lo cultural como algo inocuo. Aunque es algo que puede suceder en la realidad: hace poco vi una exposición en el Museo Valenciano de Etnología en el que aparecían objetos de este tipo. De hecho, los textos que acompañan a la del libro los hizo una amiga que es gestora cultural, para darles un toque de autenticidad...

-Un rasgo que me parec característico de cierta literatura valenciana o, más bien, ambientada en la ciudad de Valencia (estoy pensando en Ferran Torrent, Manuel Vicent, según creo, la reciente Noruega, de Rafa Lahuerta) es la rememoranza del pasado reciente de la ciudad, pero no sólo de sus aspectos o lugares más agradables, sino también de lo más vulgar o incluso sórdido, como cuando en tu libro retratas el llamado "barrio chino"... ¿Te consideras parte de esta especie de corriente subtrerránea de la literatura valenciana?

-No lo había pensado; yo en quien más me he inspirado es en Chirbes, en Crematorio, etc. Quizás haya una fijación con el paisaje, porque aquí el cambio ha sido tan rápido que hay una necesidad, una intención de entender lo que ha pasado. En algunos lugares de Valencia, como La Punta o Nazaret, hay tal mezcla de elemnetos que se pueden ver los "estratos" de la Historia reciente.

-¿Y qué hay sobre la gran cantidad de gente que os dedicáis en Valencia a la ilustración y el cómic? ¿Se podría hablar casi otra vez de una "Nueva escuela valenciana", como la de los años 80 o es una exageración? 

-Eso quizás sea más una mirada externa, aunque es verdad que en Valencia hay una gran tradición de cómic e ilustración, con una cantera que abarca a varias generaciones: hace poco le han dado el Premio Nacional de Ilustración a Vivi Escrivá, que es octogenaria, por ejemplo, y al mismo tiempo hay trabajando gente muy joven. No hay una escuela pero sí una gran cantidad de producción, de todos los estilos, desde los más underground, con proyectos autogestionados, a lo más comercial...
De todas formas, yo no leo sólo cómic, sino lo que necesito para cada proyecto: novelas, etc.

-Sobre el aspecto gráfico del libro, compaginas distintos estilos y técnicas, con un dibujo más clasico y otro más caricaturesco, collage, etc. ¿Lo consideras una evolución respecto a tu anterior obra y seguirás por este camino en el futuro o es ha sido un recurso puntual para este trabajo?

-Cada proyecto tiene sus características propias, pero si hay algo que utilizo en todos mis trabajos es la transferencia fotográfica, que es un poco mi identidad, aunque luego la trabaje con tinta china o lápices de colores, como ocurre en este caso. En Todo bajo el sol, la historia me pedía aque fuera a todo color, al principio con una gama muy limitada, pero que luego abrí, aunque siempre tratando que la composición a doble página fuera armónica.
La aportación de este proyecto a mi obra ha sido sobre todo el color, aunque también establecer un ritmo de trabajo alto, porque con el cómic no se puede ser tan minuciosa como con la ilustración: tenía que ir más rápido y tener tiempo... Como temas más orgánicos del cómic, trabajar el color y los escenarios.

-¿Se te puede preguntar por tu próximo proyecto para una novela gráfica, si es que estás en ello?

-Es un proyecto sobre el trabajo del hogar y los cuidados, pero el de las mujeres que lo hacen fuera de su casa, las que antes se llamaba criadas y ahora empleadas de hogar, trabajadoras del hogar...

Pues le deseamos a Ana Penyas la mejor de las suerte con este nuevo proyecto, aunque si está a la altura de sus anteriores libros no le hará mucha falta. Gracias de nuevo por su atención; ha sido un placer tanto hablar con ella como leer Todo bajo el sol.

martes, 22 de junio de 2021

Edogawa Rampo: Crímenes selectos

Idioma original:
Japonés
Traducción: Daniel Aguilar
Valoración: Está bien

Crímenes selectos compila seis relatos de Edogawa Rampo publicados originalmente entre 1924 y 1931. En todos ellos se aprecia la impronta del japonés: su prosa ramplona; su linealidad argumental; sus personajes un tanto simples; su truculenta imaginación; sus obsesiones (el doble, los espejos, el deseo, la locura, la muerte, lo sensorial...); y, por descontado, sus homenajes a la obra de Edgar Allan Poe. De clara filiación pulp, la condición de estas historietas impide que se les pueda reprochar que a veces les falte verosimilitud, caracterizaciones más complejas o mayor profundidad temática. 

"Gemelos" es la confesión de un condenado a muerte que se atribuye un crimen perfecto que nadie ha descubierto. Sin mucho fondo, funciona en tanto que pasatiempo endiabladamente entretenido. 

"Un sueño a pleno sol" no destaca en nada. Aun así, se deja leer. Cuenta cómo un comerciante afirma haber matado a su mujer y presume de tenerla en el escaparate de su tienda convertida en maniquí. Personalmente, considero que al final de esta pieza le hubiera beneficiado una mayor ambigüedad.

En "La butaca humana", una escritora recibe la inquietante carta de un admirador. Esta ficción es, a mi juicio, una de las mejores del autor. No sólo parte de un concepto bastante original, sino que perturba sin recurrir a efectismo alguno, al contrario de lo que sucede en su adaptación manga de Junji Ito.

"La llegada de O-Sei" termina de forma abrupta, pero construye una buena tensión durante sus compases iniciales. Narra un asesinato impecable llevado a cabo gracias al azar. 

"Bichos" es una detallada crónica que quizá peca de ser demasiado larga. En cualquier caso, tiene unos agradecidos toques de humor negro e imágenes bastante escabrosas vinculadas con la necrofilia y la descomposición. 

"Los extraordinarios crímenes del doctor Mera" es una joyita. No sólo secuestra nuestra atención desde el inicio, sino que alberga reflexiones interesantes, una atmósfera la mar de sugerente, escenas aterradoras y un desenlace sorprendente, amén de un cameo metaliterario del mismísimo Rampo. 

En resumen: los relatos agrupados en Crímenes selectos son intrigantes pese a su previsibilidad y, de tanto en tanto, exhiben picos notables. De modo que este volumen editado por Satori es altamente recomendable para los amantes del misterio.


También de Edogawa Rampo en ULAD: El Lagarto Negro, La bestia ciega

lunes, 21 de junio de 2021

Jorge Carrión: Lo viral


Idioma original: español

Año de publicación: 2020

Valoración: bastante recomendable


Pues me ha gustado mucho este Lo viral de Jorge Carrión. Y que no os suene tibia la valoración: bastante recomendable se queda muy cerca del muy recomendable simplemente porque me ha parecido que a Carrión le ha faltado un punto de ambición (quizás otro formato, unas decenas más de páginas) para coronar a este libro entre sus mejores ensayos o lo que sea, y puede que ese sacrificio lo haya hecho en aras de la inmediatez, que no en vano (igual que Zizek con Pandemia!) los libros que han situado la situación del COVID-19 en el centro de sus temáticas lo han hecho muy conscientes de que (entre oleadas, toques de queda y ritmos de vacunación) la actualidad mutaba constantemente y cualquier texto corría el riesgo de quedar obsoleto en apenas unas semanas. Y Carrión, casi siempre un narrador/cronista/ensayista dado a la contundencia en sus afirmaciones (que aquí también se halla presente, y yo le he obedecido leyendo y reseñando Aqui) se muestra vulnerable, no quizás frágil o timorato sino más bien acojonado por el devenir de los hechos. 

Estructurado como un diario sumamente ágil e interesante, le agradezco a Carrión que su obsesión reflejada en Contra Amazon se limite aquí a unas ligeras reverberaciones y que haya centrado el texto en su experiencia personal: el 13 de Marzo de 2020, día en que se decreta el Estado de Alarma en el estado español, a partir del cual la población empezará a incorporar a velocidad de vértigo todo tipo de conceptos relacionados con la epidemiología hace las veces, hacia la mitad del texto, de punto de inflexión entre un texto premonitorio, cuajado de experiencias previas en el ámbito cultural, donde se aborda el concepto antiguamente conocido como viralidad (sobredivulgación, usualmente vía Internet y RRSS de algún tipo de hecho informativo, muy habitualmente sesgado o directamente falso) a través de un nutrido reguero de recomendaciones y comentarios. Un diario que Carrión declara no haberse iniciado con la misma intención con la que acabó. Porque Carrión, uno (se me ocurren pocos más, no me obstino en nombrarlos) de los culos más inquietos del panorama cultural peninsular, cambia el tono, ya lo había cambiado a finales de febrero a medida que las noticias se hacían inquietantes, y se convierte, como muchos de nosotros, en una persona (en su caso, siendo capaz de transmitirlo en sus textos) agobiada y superada por una realidad que va a dejar, a parte del trágico balance de víctimas, poco más en la humanidad que una experiencia que explicar y que acumular. Por hastío, por rebeldía, por necesidad de recuperar ese ¿equilibrio? anterior, la sociedad corre a recuperar su existencia anterior en la medida de lo posible, y, lamentémonos si queremos, pero es así, tomando cada centímetro que se cede de las libertades cercenadas. Horarios, aforos, asistencia a lugares y eventos, progresivo decaimiento de prohibiciones y limitaciones.

Carrión no llega hasta tan lejos. El diario se corta y se publica hasta mayo de 2020, fecha en que se acuña un nuevo y pomposo concepto (la Nueva Normalidad) y en el que Carrión da por concluida la fase dura del proceso. Quedan fuera, y he de decir que no me importaría nada asistir a un Lo viral 2.0, toda la esperanzadora cuestión de las vacunas, el toque de queda, las oleadas tras el verano... Pero Carrión encaja el golpe de y testifica la adaptación forzada de los hábitos de consumo cultural, el ingenio de algunos creadores, la alternativa del hogar confinado como centro de producción, y de todo ello, intercalando experiencia personal desacomplejada y análisis cultural de alto calado, extrae un texto exógeno, dinámico, esperanzado y despojado de obsesiones. Y tan logrado que, a diferencia de Zizek, me niego a otorgarle fecha de caducidad.


domingo, 20 de junio de 2021

Guy de Maupassant: Un parricida

Idioma original: francés

Título original: Un parricide

Traducción: Esther Benítez

Año de publicación: 1882-1884

Valoración: Está bien


Maupassant es de esos autores, especialmente famosos por sus relatos breves, que casi todo el mundo conoce por aquellos más representativos, aunque cuente con otros textos reseñables (nunca mejor dicho), tanto breves como en formatos más extensos (ver enlaces abajo). En mi caso, me quedé con la honda impresión que en su día me produjo El Horla y a raíz de aquello me decidí a explorar algunos otros cuentos de los que, para variar, no recuerdo nada. Hasta que casi sin querer tropecé con este pequeño volumen, que lleva el título de uno de ellos aunque incluye otros siete relatos que se mueven en una línea similar.

Por situarnos un poco, a este caballero lo colocaríamos en el campo del realismo, tanto por la época como por formación, no en vano fue discípulo del mismísimo Flaubert. Sin embargo, no sé si por su peculiar personalidad (por lo visto no demasiado equilibrada) o por otras influencias, el clima de los relatos que yo conozco, y en particular los de este volumen, tiene un cierto ramalazo romántico: el elemento trágico siempre presente, la oscuridad, cierto halo de misterio, la muerte. Aunque ciertamente las historias que cuenta, al menos en esta ocasión, están lejos de aquellos fenómenos sobrenaturales que entusiasmaban a los románticos. Aquí se habla de aconteceres plenamente humanos, a veces equívocos, otras veces producto de las pasiones o del azar, pero nada que no sea de este mundo.

Hablamos de relatos en los que los celos provocan terribles desgracias, largos años de dolor o de promesas imposibles alteran para siempre el curso de una vida, la venganza toma cuerpo en personas de quien nunca se podría sospechar. Siempre nos encontramos ante sentimientos profundamente humanos que, exacerbados, llevados al extremo, se transforman en comportamientos monstruosos que conducen al crimen o algún tipo de fatalidad. La puesta en escena ayuda también a subrayar esa distorsión: en general se parte de un entorno aséptico, pequeñas historias familiares, cotidianas, en las que nada hace presagiar la tragedia, y ahí se va fraguando el mal, con detalles que van poniendo en guardia al lector, sugiriendo que algo no marcha como debiera.

En alguna ocasión el esquema se altera para mostrar cómo la irracionalidad puede tomar direcciones contrapuestas. En Denis el delirio homicida parte de algo tan vulgar como la codicia, pero se le contrapone (o mejor, se le superpone) cierta complacencia de la víctima que deriva en una extraña forma de sumisión, algo que resulta chocante al leer el relato aunque mucho menos si nos detenemos a pensar en algunas realidades, por ejemplo en el ámbito de la pareja (y perdón si soy demasiado elíptico, pero prefiero eso a la fácil tentación de destripar textos tan breves).

El último de los relatos, Châli, es el más diferente. No sé si es demasiado atrevimiento decirlo, pero vuelvo a ver, aquí con mayor nitidez, la influencia romántica, porque el cuento tiene todo el aspecto de Las mil y una noches, con escenario oriental incluido. Maupassant alarga el texto algo más allá de lo habitual para poner el foco en los excesos de hospitalidad del príncipe hacia el viajero, y hacer después un viraje bastante radical aproximándose a algo que hoy calificaríamos como bastante próximo a la pedofilia, hasta embocar el desenlace final. Digo esto porque la estructura tiene más que ver con una novela corta, diríamos comprimida, y es el texto de mayor desarrollo, además de tener un colorido mucho más rico (y hasta con una curiosísima secuencia que parece calcada de El libro de la selva, que si no me equivoco es posterior). No sé si es por esta vistosidad, pero igual diría que este Châli es tal vez mi favorito, si bien es el menos representativo de todos los cuentos. 

Y todo esto ¿conduce a valorarlo con un Está bien? Pues realmente parece una calificación muy cicatera, y no sabría explicarla del todo. Quizá falta una chispa de genialidad, puede que  esta colección de crímenes necesitase de algo menos de racionalidad y algo más de misterio, el punto de lo inexplicable –no necesariamente fantástico- que nos inquietaba en El Horla. Parece que para Maupassant los actos que brotan de la mente humana sean suficientes para provocar el terror, y seguro que tiene razón. Pero para un texto literario, podría ser que no. O, al menos, es opinable.

Otras obras de Guy de Maupassant en ULADBel-AmiCuentos fantásticosEl HorlaBola de sebo

sábado, 19 de junio de 2021

Tove Ditlevsen: Trilogía de Copenhague

Idioma original: danés
Título original: Barndom. Ungdom. Gift.
Traducción: Maria Rosich Andreu (ed. en catalán) y Blanca Ortiz Ostalé (ed. en castellano)
Año de publicación: entre 1967 y 1971
Valoración: muy recomendable

Hay relatos que conmueven, pues no únicamente están narrados con un estilo preciso y cuidado que llega al lector, sino también por la propia historia contada. Y sí, se ha hablado muchas veces de la literatura del yo (y en muchas tantas ocasiones se ha infravalorado), pero ¿por qué deberíamos dar más valor a una vida ficticia que a una vida real? ¿Por qué aceptamos como lectores que nos cuenten vidas de personajes imaginados mientras que recelamos de las de los propios autores? A fin de cuentas, todo son experiencias narradas ya hayan vivido en nuestro mundo o en el imaginario de sus autores.

En este libro autobiográfico, la prolífica autora Tove Ditlevsen hace un recorrido vital desde su infancia hasta una edad avanzada que no se especifica en el relato, pero que nos sitúa en un punto final donde ya apunta lo que acabará siendo su trágico destino, a manos de una muerte autoinfligida en un suicidio por sobredosis de pastillas. Así, esta obra se estructura en tres volúmenes diferenciados correspondientes a «Infancia», «Juventud» y «Dependencia» (editados de manera independiente en su versión original).

En el primer volumen, la autora retrata una infancia marcada por una profunda falta de amor, comprensión y estima principalmente por parte de su madre, alguien que la propia autora define como «bonita, inalcanzable, solitaria y cargada de pensamientos secretos que yo nunca conocería», una mujer «distante y enigmática» con quien tiene un trato frío y áspero, confesando que «mi relación con ella es íntima, dolorosa y frágil, y siempre ando buscando alguna señal de amor. Todo lo que hago, lo hago por complacerla, para que sonría, para desvanecer su ira»; con esta frialdad, la autora profesa la tremenda soledad que vive en su hogar, pues el día a día se resume en que «mi padre se había ido a trabajar y mi hermano estaba en la escuela. Entonces mi madre estaba sola, a pesar de que yo también estaba». Y un padre, con buena intención, pero carente de afecto, que «no se dirige a mí por iniciativa propia, porque no sabe qué decir a las niñas pequeñas»; alguien de quien afirma que, en contraposición con una madre que «la pegaba a menudo y fuerte», «mi padre no me pegaba nunca. Al contrario, era bueno conmigo. Todos los libros de mi infancia eran suyos (…) A pesar de todo, yo no sentía nada especial por él (…) Yo era la niña de mi madre y Edvin el niño de mi padre, y eso era una ley natural inmutable»; un padre con trabajos mal pagados que les llevó a pasar en varias ocasiones por apuros económicos. Un padre con una visión totalmente diferente sobre el futuro que esperaba a sus hijos, pues «las niñas no pueden ser poetas» a lo que ella, de manera reivindicativa y a la postre certera, afirma que «alguna vez escribiré todas las palabras que fluyen dentro de mí. Alguna vez otras personas las leerán en un libro y se sorprenderán de que las niñas sí pueden ser poetas» (una declaración que recuerda muchísimo a lo que escribió Siri Hustvedt en «Recuerdos del futuro»). 

De esta manera la autora nos retrata su infancia, una infancia difícil que ya la propia autora asevera con rotundidad al decir que «la infancia es larga y estrecha como un ataúd, y no puedes escapar de ella tu sola (…) no puedes escapar de la infancia, la llevas pegada como la peste (…) te gires hacia donde te gires chocas con tu infancia y te haces daño, porque es angulosa y dura y no se termina hasta que te ha destrozado completamente». Una infancia en la que únicamente los libros y sus poemas presentan una vía de escape, el mundo infinito que encuentra cuando le dan permiso para acceder a la biblioteca y que expande y extiende a través de la escritura de poemas porque «a pesar de que a nadie le importen necesito escribirlos, porque amortiguan la tristeza y los anhelos de mi corazón».

En esta narración de su propia infancia se observa claramente el estilo de Ditlevsen: duro, muy duro, marcado por una infancia que recuerda con dureza, como una obligación y un infierno más que como un camino lleno de esperanzas. Aquí la única esperanza que transmite es la de que la infancia acabe, porque no sirve prácticamente para nada, únicamente para ser ignorada, maltratada, porque «siempre pienso que mi mare no me amará hasta que yo sea adulta (…) mi infancia la enoja tanto como a mí».

La autora sabe transmitir esa sensación de desamparo, de un gran abismo afectuoso del que solo se puede apartar momentáneamente cuando todos olvidan que existe. Esta es la dureza que hábilmente rezuman unas páginas llenas de impactantes y precisas frases que sin tapujos ni paliativos nos muestran una infancia triste y maltrecha. Una infancia llena de vacíos emocionales, de cierta hambruna y apetito, un apetito físico, pero también creativo, con su libro de poemas escritos a escondidas, un “lugar” donde depositar sus esperanzas y sus deseos, un espacio en el que poner sus expectativas a la altura de una calidad que ya de joven aventuraba que algún día destacaría hasta poder vivir de ella. El resto de su infancia, simplemente habitada por amistades casuales, tristeza, soledad, y tres meses de difteria que la dejarían con tanta anemia física como moral.

En «Juventud», la autora nos narra sus inicios en el mundo laboral, un mundo mal pagado y que le deja poco tiempo libre para leer o escribir, pero en el que, gracias a conocer a algunas personas que llegarían a ser clave en su vida, empieza a tener sus primeras relaciones sentimentales, muy vinculadas en su mayoría a los libros; su real y única pasión. Una juventud que, aunque deseada, le provoca insatisfacción y cierto desamparo en el siempre difícil paso a la edad adulta; un estado temporal en el que se siente pérdida y fuera del mundo, en el que «todo cambia sin parar, la único que permanece es el mundo de mi infancia». Pero, a pesar de cierto desánimo, empieza a encontrar un lugar en su mundo literario, con ciertos intentos en el teatro, pequeños encargos no retribuidos para escribir alguna canción de cumpleaños, algún poema, u otros pequeños actos para dirigirse al mundo de la creación literaria, su única pasión que confiesa afirmando que «no sé por qué tengo tantas ganas de que se editen mis poemas para que la gente con sentido poético pueda gozar con ellos. Pero lo quiero. Es hacia donde avanzo por caminos oscuros y tortuosos. Es lo que me da fuerzas para levantarme un día tras otro e ir a la oficina de la imprenta». Una juventud de la que, como la infancia, no siente que le aporte nada, y que aborrece afirmando que «mi juventud no es más que un defecto y un obstáculo que quiero sacarme de encima lo más pronto posible».

De esta manera, en esta segunda etapa vital, la narración destaca por ofrecer una visión terriblemente arrebatadora por la escritura, no únicamente como vía de escape de la autora, sino como un sueño que se eleva por encima de su reducido mundo; la poesía se convierte en centro y a la vez horizonte de su vida, estableciendo y construyen un pilar en torno a ella que deberá sustentarla y arraigarla a un mundo que se le antoja algo ajeno a sus deseos, aspiraciones e incluso manera de ser y ver la vida porque «la familia no entiende nunca a los artistas (…) los artistas solo se tienen los unos a los otros». Son esas edades tempranas cerca de los veinte años donde todo es posible, aunque parezca justo lo contrario, y donde la tenacidad, la determinación y la (casi) obsesión en la poesía se transforman en una persecución de determinación inquebrantable hacia la consecución de su más preciado deseo: dar a conocer al mundo su poesía.

Ya en su tercer volumen, «Dependencia», la autora nos relata sus diferentes matrimonios, el primero de los cuales con una edad aun muy joven y con alguien con quien «es como si antes de casarnos yo nos hubiéramos dicho todo lo que teníamos que decirnos y hubiéramos gastado todas las palabras que hubiéramos tenido que hacer durante los próximos veinticinco años». Es en este último tercio de libro entramos en su fase más “desencantada” donde sus inseguridades afloran mientras marchitan sus relaciones, llenas de dudas y reservas, de seguir los caminos marcados por las huellas de otros, dejándose llevar o arrastrar por la vida si tener en cuenta los deseos que van más allá de su ambición literaria. El tono en esta parte entra en el desencanto y el desánimo, la decadencia de una vida que, a pesar de ser aún joven, pierde el encanto de una juventud no aprovechada ni comprendida, y que se llena de matrimonios por la dependencia emocional de quien necesita a alguien a su lado, alguien a quién agarrarse para conseguir llegar donde quiere, o incluso donde teme.

Esta última parte del libro es realmente dura, donde la autora expone sin tapujos su caída a los infiernos tras una dura dependencia a las drogas, que únicamente y de manera puntual la escritura de un nuevo libro la mantienen a flote, pues la droga le obnubila y le adormece y eso es algo que no puede permitirse, porque «si mi vida se complica no podré trabajar, y cada vez soy más consciente de que lo único que me sale bien, lo único para lo que realmente tengo habilidad, es formar frases y combinaciones de palabras y escribir estrofas sencillas de cuatro versos». Así, el retrato de la vida de Tove queda completo y sometido a la dependencia que sintetiza el título de esta tercera parte: una dependencia al amor y al matrimonio, una dependencia a la escritura y una dependencia a las drogas, quizás para evadirse de una vida que no le satisface, de la que se siente ajena y poco merecedora, y en cierto punto incluso impostora. Una adicción soportada y fomentada por su propio marido que la atan a él hasta el punto de afirmar que «quiero vivir siempre así, no tengo ninguna necesidad de volver a experimentar con la realidad».

Estas páginas finales son de auténtico horror, el horror de ver cómo la vida desaparece delante de uno, aún y permaneciendo vivo. Días y noches que se mezclan, voces de hijos que apenas reconoces. Un infierno en vida que te tienta y te absorbe, y solo puedes notar su calor, intenso y eterno, y arroparte en él antes de caer en el sueño eterno en el más oscuro y solitario de los avernos.

Es de celebrar que finalmente las editoriales hayan apostado por publicar la obra de esta autora y espero que este sea el primero de muchos, pues su obra cuenta con muchos conjuntos de poemas, novelas y relatos cortos que, vista la calidad de la autora, seguro que bien valen una lectura. A pesar de que la misma nos lleve a lugares en los que nos aterra llegar, ni aunque sea momentáneamente.

También de Tove Ditlevsen en ULAD: Las caras

viernes, 18 de junio de 2021

Zoom: Ellis Island de Georges Perec


Idioma original: francés 

Título original: Ellis Island

Año de publicación: 1980

Traducción: Adolfo García Ortega

Valoración: está bien


En 1979 el escritor Georges Perec y el cineasta Robert Bober visitaron las instalaciones de la celebérrima isla de Ellis, en plena bahía de Nueva York, ya para entonces restauradas y accesibles al público, compuesto desde entonces tanto por simples turistas como, en gran medida, como ciudadanos americanos que buscan el rastro que sus antepasados dejaron por allí. Porque, supongo que huelga decirlo, Ellis Island fue, desde finales del siglo XIX hasta su clausura como tal en 1954, el principal punto de entrada para la gran mayoría de los muchos millones de europeos que emigraron a E.E.U.U. durante esos años (entre 1892 y 1924, la época de más tránsito, pasaron por allí 16 millones de personas). la mayoría no se quedaba en la isla más que unas horas, lo justo para ser convenientemente interrogados, registrados y examinados, aunque en algunos casos, por razones médicas, esos inmigrantes se veían obligados a permanecer allí durante días e incluso meses. Tan sólo el 2 ó 3% fueron rechazados.

Con objeto de llevar a cabo un proyecto conjunto cinematográfico-literario al respecto, Perec y Bober -ambos, por cierto, descendientes de judíos polacos emigrados, pero a Francia- indagaron sobre la historia de la ISla, con el resultado de una película en dos parte, Relatos de Ellis Island (1978-1980) y este pequeño volumen, que vendría a recoger poco más que las notas y reflexiones, pasadas a limpio, de Georges Perec. Ahora bien, para darle un poco más de enjundia al asunto, el autor se sirvió del viejo truco de utilizar a mansalva el espaciador, de forma que un verso en prosa corriente y moliente adquiere un tono mucho más profundo, casi lírico, como si fuera un poema de verso libre... No digamos ya si además te pasas por el forro las mayúsculas y los signos de puntuación. Verbigracia (prometo que es un ejemplo extraído al azar):

"nada se parece más a un lugar abandonado 

que otro lugar abandonado


este podría ser cualquier hangar

cualquier fábrica en desuso

cualquier depósito vacío

corroído por la humedad y la herrumbre


almacenes desnudos, factorías en las que, desde hace

mucho tiempo, no se produce nada, cobertizos

tirados, galpones olvidados invadidos por 

la maleza"

El truco, además de otorgarle al texto cierta  inasible trascendencia, sirve sobre todo para alargarlo hasta configurar un pequeño libro publicable -aunque también hay que decir que la edición original francesa se completaba con entrevistas que aparecían en la segunda parte del documental, así como fotos del rodaje, que en esta reciente edición española han sido eliminados. En cambio, aparecen al final algunas fotos de la isla y de las personas que pasaron por allí en su época de centro migratorio-; con esto no quiero quitarle valor al libro de Perec, que sin duda resultará satisfactorio tanto para los interesados en el tema en sí (aunque los pormenores de lo sucedido en la isla de Ellis son más conocidos, en general, hoy que hace 40 años, me parece), como por los incondicionales de este escritor, que los hay y muchos. Además, ya digo que Perec hace una serie de reflexiones -en algún caso se quedan en el estadio de preguntas, pero eso ya es reflexionar- bastante pertinentes sobre el fenómeno migratorio, tanto en el pasado como contemporáneo, y las innumerables  historias que conlleva... o más bien las historias que cargan cada uno de los migrantes. Así como tiene algún que otro hallazgo poético, aparte de su especie de "verso libre": sea verdad o no, resulta precioso que a la isla de Ellis se la conociera como "la isla de las lágrimas" entre los inmigrantes europeos, y que estuviera situada en la Puerta de Oro...

Aún así, es este un librito que se queda bastante escaso...Tampoco hacía falta que Perec escribiese algo como La vida insrucciones de uso, pero, caramba, se habría agradecido algo más de profusión... ¡Haber puesto listas de objetos sin la letra e o algo parecido, hombre, Georges, que eso era lo tuyo! Lo hubieras tenido chupao...


Más títulos del sin par Perec reseñados en Un Libro Al Día: La vida instrucciones de uso, El gabinete de un aficionadoLas cosasMe acuerdo

jueves, 17 de junio de 2021

Gemma Solsona Asensio: Blancogramas

Idioma original: Español
Año de publicación: 2021
Valoración: Entre recomendable y está bien

Blancogramas compila siete relatos de Gemma Solsona Asensio. Siete relatos que se adscriben a un mismo género (el terror), exploran una única temática (lo níveo tiznado por lo espeluznante y lo perverso) y se apoyan en conceptos recurrentes (infantes, monstruos, buhardillas y cerezas). 

Empezamos fuerte con "Plumas sucias", texto tan sencillo como eficaz que construye solventemente las voces que lo permean, le cede una satisfactoria parcela a la sutileza y culmina con un desenlace exquisitamente cruel.

"El caimán blanco" evoca los horrores de la infame Marie Lalaurie. Quizá eso (partir de hechos reales) y su acabado clásico provoquen la impresión de estar frente a algo ya leído con anterioridad. En todo caso, funciona como pasatiempo sin grandes pretensiones. 

"Cucarachas blancas" es una bizarrada la mar de interesante. Tiene una atmósfera sofocante, además de una imaginería muy potente. Y combina un escenario extraño, casi surrealista, con un culto que venera a Mary Poppins. ¿De veras hace falta añadir nada más para animar a su lectura? Lo dudo, pero por si acaso, dejad que os diga que me ha recordado vagamente a la excepcional novela de Shirley Jackson Siempre hemos vivido en el castillo.

"Adorada Cat" no logró sorprenderme demasiado. Ciertamente, se disfruta durante toda su extensión; sin embargo, su final lo vi venir y está, para mi gusto, sobreexplicado.

"La dama de los guantes blancos" gira en torno a la figura del vampiro. No es particularmente original, pero su estructura fragmentada y ciertas reflexiones que suscita son, cuanto menos, llamativas. 

"Blancapiedad" esgrime un atractivo narrador, alude a los cuentos de hadas desde un prisma único y se mantiene astutamente dentro de un registro realista.

"La alcoba blanca" homenajea (o eso me ha parecido a mí) a El empapelado amarillo de Charlotte Perkins Gilman. Personalmente, me hubiera gustado hallar mayor ambigüedad en su planteamiento, pero hay que admitir que la crónica paralela con que se expone la acción dota a ésta última de un particular encanto. 

En resumen: Blancogramas es una antología ecléctica a la par que compacta que, pese a su irregularidad, hará las delicias a los amantes de lo inquietante. La edición de InLimbo, por cierto, me parece destacable; en especial su cubierta, tan bella como siniestra.