Páginas

sábado, 31 de julio de 2021

Laura Pérez: Ocultos

Idioma: español

Año de publlicación: 2019

Valoración: interesante... e inquietante

Ocultos es el tercer cómic/novela gráfica seguida que leo de autoría valenciana y joven, después de Todo bajo el sol y Tierra muerta (aunque el de Laura Pérez fue publicado antes que los otros). Y seguro que no me costaría mucho encontrar más ejemplos de la misma procedencia. Ahora bien, más allá de la energía creativa y de la fuerte tradición en ilustración y cómics que hay en Valencia, resulta difícil poder hablar d euna nueva "Nueva escuela valenciana" de cómics (valga la redundancia), a semejanza de la que se dio (o no, pues hay opiniones diversas) en los años 80, tomando como eje la llamada "línea clara"; de hecho, los tres libros que he mencionado difieren totalmente entre sí en temas, grafismo y estilo narrativo, siendo el de Ana Penyas el único inequívocamente anclado a la realidad valenciana. Los otros dos, aparte del uso de algunos modismos lingüiísticos, podrían desarrollarse en cualquier lugar de España o del mundo; Ocultos bien podría tratarse de un cómic norteamericano, sueco o japonés.

Digo norteamericano porque, además de que el laconismo que impera en todo la narración me recuerda al de Sabrina, de Nick Drnaso,la historia que se cuenta, llena de amenazas inconcretas, interpretaciones esquivas, personajes hieráticamente perplejos, un ambiente más o menos onírico en todo momento... bien podría pertenecer a una peli de David Lynch. O su hermético simbolismo, a una de Bergman. En cuanto al toque japonés, me lo ha recordado la presencia recurrente de máscaras, evocadora del teatro Nō. 
O también incluso a alguna película de terror japonesa (prometo que dejo ya las referencias cinematográficas), de ésas en las que aparecen chicas con los rasgos ocultos por el pelo...

Toda esta perorata sirve para obviar que me resulta imposible resumir o tan siquiera contar de qué trata este libro. Hay una protagonista -se supone- llamada Daira, una joven que trabaja en una librería a la que ha vuelto después de una ¿crisis?, pero que sigue sintiendo un extrañamiento, una alienación de sí misma.  Hay otros personajes  que perciben presencias ocultas, que viven otras realidades distintas de la nuestra, que reciben la visita de seres de otras realidades o de su propio interior, del pasado más o menos reciente o atávico... ¿Se trata de una elegante historia de fantasmas? ¿De esoterismo de saldo a lo Cuarto Milenio? ¿Una narración lisérgica? ¿Todo a la vez? Lo mejor sería que cada cual sacara sus conclusiones...
Por lo que respecta a las ilustraciones del cómic, éstas son nítidas, limpias,de un estilo casi infográfico, lo que contribuye no poco a crear esa sensación de inquietud ue acompaña toda la lectura del libro -también la repetición de determinados encuadres y elementos que aparecen en diferentes capítulos-; hieratismo y laconismo, como ya he mencionado, son dos constantes a lo largo de toda la historia o historias que componen esta novela gráfica/recopilación de cuentos gráficos o como se le quiera llamar. Un libro que quizás no resulte impactante (ni lo pretenda) pero no creo que deje a quien lo lea indiferente.

viernes, 30 de julio de 2021

Lluís Calvo: Els llegats

Idioma original: catalán
Título original: Els llegats
Traducción: sin traducción al castellano en el momento de publicar la reseña
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable

No es la primera vez que hablo en este blog sobre cómo gran parte de la sociedad actual se ve empujada a vivir el día a día de manera ajetreada y casi atropellada. Y no cabe duda de que las “nuevas” (deberíamos empezar a dejar de utilizar este término) tecnologías, no solo colaboran, sino que empujan a ello. E hice hincapié de la incidencia de las mismas en la vorágine actual de estar siempre sometidos a la dictadura de la actualidad. Pero faltaba contemplar la incidencia que tenía en su parte más humana, más conductual, más antropológica. Y este libro presenta una manera muy precisa de abordar esta vertiente.

Presentado bajo el título de «Los legados», este ensayo del poeta, crítico literario y ensayista Lluís Calvo, esta obra parte de las tradiciones y los legados. Pero no lo hace analizándolas como tales, sino como ejemplo de la pérdida de un pasado, de manera pretendida, por gran parte de la sociedad. De esta manera, y que el título no os confunda, el libro analiza de manera radical, actual y directa, la sensación de vacío que se crea entre nuestro presente más actual y nuestro pasado más inmediato porque, tal y como afirma el autor, a partir del siglo XX «estamos perdiendo el pasado (…) El tiempo se ha roto en manos de la inmediatez».

Calvo destaca y reivindica la importancia de las tradiciones en su sentido de reconocimiento histórico que debe estar, de manera continua, presente en nuestros días pues sólo manteniendo el cordón umbilical que nos liga al pasado podremos conectar nuestra ideología con los episodios trascendentales de la humanidad y lo hace cuestionándose «¿cómo se puede avanzar hacia la igualdad si se pierden de vista los momentos de confrontación? » citando también a Walter Benjamin al afirmar que «la pobreza de la experiencia nos conduce a una nueva barbarie (…) porque el bárbaro, de hecho, es aquel que quiere empezar de cero».

El autor se lamenta de la pérdida de la peso de la cultura actual, y cita a Steiner al afirmar que «una cultura ‘viva’ se alimentaba continuamente de las obras del pasado, de las verdades y las bellezas logradas gracias a la tradición» y en su análisis se remonta a épocas pasadas y las compara con nuestros días afirmando que la élite cultural ya no existe, pues «solo puede ofrecer prestigio social en términos simbólicos y de reconocimiento, pero no en cuanto a escalafón social, porque las personas que se dedican a ello solo aspiran a sobrevivir (…) Se puede, entonces, pertenecer a la élite cultural, pero ser un paria desde el punto de vista de la clase y la posición social». Y, citando a T.S. Eliot, afirma que «la misión de la cultura, por tanto, no es sino la preservación de un alto grado de civilización, por lo cuál es imprescindible la cesión de los legados a las generaciones futuras».

Es interesante como Calvo enlazada con las ideas de Arendt distinguiendo la industria del entretenimiento con la cultura, pues aquella trata los objetos culturales «tan solo como bienes de consumo, mercancías efímeras que se sitúan en el mismo plano que otros bienes de consumo inmediato. No existe, entonces, una cultura de masas propiamente dicha, sino tan solo un entretenimiento de masas, pues no se puede considerar que la cultura esté extendida de manera general en la sociedad».

Calvo es valiente al cuestionar el papel de las instituciones culturales y, recuerda las palabras de Carles Hac Mor quien afirmaba que «el arte, la literatura, la creación, siempre van contra la cultura, son contraculturales, anticulturales. Y la cultura va contra la creación» y atribuye asimismo «la conversión de obras y creaciones en productos de entretenimiento» en gran parte a «la falta de interés en facilitar una visión comprensiva de los legados culturales y la dispersión que provoca el hecho de estar sometidos a una avalancha de información que ningún ser humano es capaz de digerir completamente» (algo que ya mencionamos en «Clics contra la humanidad», de James Williams); el autor nos habla también de la obsolescencia programada de la cultura como «consecuencia del carácter pasajero que la sociedad otorga a sus creaciones y bienes» ya que «es interesante (…) constatar que para algunos ciudadanos el mérito cultural y artístico se mide a partir de las grandes cifras, ya sea a través de reproducciones, ventas o impactos».

A partir de esta aproximación desde las tradiciones y la herencia cultural, Calvo centra gran parte de su análisis en la sociedad actual, que convive en «una verdadera cresta entre dos vertientes muy contrastados» pues «una ignora el presente y la otra no se siente interpelada por la tradición de los siglos» y vivir en esa grieta, en esa fisura, comporta «una caída al agujero del desconocimiento y la pérdida de referentes, siempre hacia abajo, siempre hacia la oscuridad», «dándonos cuenta, a pesar de todo, de que vivimos entre los muros agrietados por un rayo que se denomina tiempo». Así, el autor se lamenta del acelerado ritmo vital al que nos vemos sometidos, espoleados y azuzados porque, parafraseando a Lyotard, afirma que «en un universo donde el éxito consiste en ganar tiempo, pensar no tiene nada más que un solo defecto: hace perderlo», algo imperdonable en una sociedad en la que «el presente no sabe mirar atrás porque está demasiado pendiente en ser fagocitado por el futuro».

En la segunda mitad del libro, el autor reorienta el ensayo hacia el narcisismo social, y lo enlaza de manera muy acertada con las tradiciones afirmando que «si la tradición es un diorama (…) el presente tal y como lo entendemos hoy en día se convierte en un espejo que solo sabe reflejar el propio rostro». De esta manera, Calvo también relaciona la pérdida del legado con el narcisismo imperante en gran parte de la sociedad, pues «los individuos de nuestros días son narcisistas y viven en la inmediatez. Y nada es menos inmediato que el pasado». Así, el «adelante, siempre adelante. Disfruta del momento» impulsado por la autoayuda adquiere un cariz narcisista, pues «mirar hacia adelante significa vivir el presente con intensidad (…) no es necesario arrepentirse de nada, ni remover tampoco los aspectos negativos de la historia (…) El pasado no existe, contemplarlo es negativo y es necesario cortar las ataduras que nos unen a él. Solo vale el aquí y el ahora» y el autor, de manera muy hábil, establece una interesante relación entre narcisismo e individualismo porque «tienen en común la despreocupación absoluta hacia generaciones futuras y también, sobra decirlo, hacia el pasado» porque para el narcisista «el presente es lo único que existe, el momento que cabe aprovechar, la ocasión que no podemos dejar pasar. Y el futuro, de hecho, es incierto. Estos serían los dogmas del narcisismo neoliberal» porque «Narciso se refleja en el estanque de un presente continuo. Cada reflejo que el agua devuelve es una instantánea del presente al cual se encadena el héroe» y «lo que quiere evitar Narciso, precisamente, es que el reflejo huya del presente. La única manera que tiene de conseguir este terrible objetivo es, entonces, anclarse al momento. Ningún legado ni tradición pueden ser satisfactorias».

En esta crítica hacia el narcisismo de gran parte de la sociedad y que las tecnologías animan y aúpan, el autor asevera que «nos hemos convertido en vendedores ambulantes de nosotros mismos» (algo que ya apuntaba Ingrid Guardiola en su interesante ensayo «El ojo y la navaja») y lo evidencia recordándonos al artista Dan Cretu y su obra en la que cambia el lago de narciso por una tableta con el logo de Instagram, porque «el mundo, visto desde los ojos narcisistas, solo existe para ser integrado dentro del propio ego». Una sociedad que, perdida en el presente, se muestra de manera constante, ininterrumpida y convirtiéndose en poco más de un producto sin preguntarse «qué quedará, de hecho, de la tarea personal en un mundo que engulle a cada instante billones de datos e información» y, parafraseando Lowen sentencia que «cuando la riqueza material está por encima de la humana, la consecuencia inmediata es que la notoriedad despierta más admiración que la dignidad y el éxito es más importante que el respeto a uno mismo».

Calvo concluye su ensayo afirmando que «cuando el pasado no llega con fluidez, no únicamente se produce un corte con los días pretéritos sino que la proyección del presente hacia el futuro resulta incierta y fantasmagórica» porque «nada favorece tanto el neoliberalismo como la amnesia, la obsolescencia, el reemplazo continuo y la fugacidad. El problema de la tradición y los legados no es únicamente de tiempo, de comprensión de lo que ha resultado, sino también de conocimiento de la dimensión histórica y del impacto cultural, social y político que ha tenido cada hecho y cada aportación cultural. Sin este conocimiento no seria posible ejercer la acción crítica». Por ello, de manera crítica pero propositiva, el autor finaliza afirmando que «todo es niebla en los tiempos contemporáneos. Niebla ideológica. Niebla vírica. Niebla sepulcral. Niebla de los antiguos ideales que a duras penas se entrecruzan. Pero la misión del pensamiento es hacer luz en medio de la grisalla. Atrevámonos entonces». Y no seré yo quien le contradiga.

jueves, 29 de julio de 2021

Pedro Mairal: Salvatierra

Idioma original: español

Año de publicación: 2008

Valoración: bastante recomendable

A la espera de una sucesora formal de su brillantísima La uruguaya, y he de decir que sin demasiado énfasis en poner de relevancia tal condición, Asteroide recupera una antigua novela de Mairal y nos presenta esta Salvatierra, quizás algún escalón por debajo, aunque (y añadiría aquí Una noche con Sabrina Love) guardando un cierto paralelismo estructural que consolida a Mairal como un novelista de fuerte personalidad que sabe respetar (espero que @cosasmichel no se me enfade por la algo irreverente comparación), como cierto escritor francés, un perfil de personaje principal, pero para el que este es una especie de plantilla desde el que establecer y desarrollar historias sin pretensiones aparentes pero que, habilidad reservada a pocos escritores, se yerguen como más que la suma de sus partes y acaban alcanzando hechuras clásicas aunque teñidas de detalles y referencias contemporáneas. Novelas cortas, de estilo impecable que podría uno estar tentado de denominar como minimalista, pero eso sería un planteamiento reduccionista. Mairal dice en todo momento aquello que quiere decir, pero de la visión conjunta de sus novelas (con tres leídas, pronto diré que "su obra") y en cada una de ellas siempre se sale con la percepción de que hemos recibido un mensaje subliminal.

Salvatierra cuenta la peripecia de Miguel Salvatierra, que recibe, junto a su hermano y a la muerte de su padre, una curiosa herencia: su padre, pintor, ha ido conformando, a lo largo de su vida, una pintura "en serie" que ha ido acumulando en rollos, que suman centenares de metros, cada uno de ellos correspondiente a un año de su vida, obra artística que viene a ser un testimonio de su existencia a la vez que una especie de legado crónico a sus descendientes. Pero Miguel descubre que hay un salto en esa cronología: falta el rollo correspondiente a un año. Y decide, mientras encarga que el resto de las obras sea digitalizado, iniciar una pesquisa individual (Saer, claro, es una influencia en esos parajes ribereños) con  el objetivo de averiguar el sentido de ese vacío que, se revelará, no es casual. Viaja, se entrevista con antiguas amistades, indaga, pregunta, duda, intuye.

Y estas pocas líneas de somera sinopsis son, valga la comparación, un lienzo desde el que Mairal ejecuta un - otro - certero análisis de la personalidad: hombres de todas las edades que se desplazan a la búsqueda de algo que los resuelva. Cuyo desplazamiento puede representar una apuesta que puede ganarse o perderse, pero que necesitan encontrar sus certezas lejos de su entorno habitual. Quizás tanta explicación resulte ingenua o superflua. Lo que hay que hacer con estas novelas es experimentarlas: su prosa fluida y natural, sus sorpresas ocultas, su renuncia a la aparatosidad, en ese desconcertante universo literario donde lo simbólico y lo abrumador no parecen encontrar puntos de equilibrio, Pedro Mairal lleva unos años consiguiéndolo.


miércoles, 28 de julio de 2021

Selva Almada: No es un río

 Idioma original: español

Año de publicación: 2020

Valoración: Muy recomendable


Cuando en una comunidad cualquiera un elemento es su centro vital indiscutible, las costumbres, pensamientos y acciones de sus habitantes giran a su alrededor sin ni siquiera darse cuenta. Puede tratarse de un factor natural (el clima que determina las cosechas, la montaña que defiende y cobija, el mar,,,) o artificial (una fábrica o una mina generadoras de riqueza y tragedia a partes iguales). En No es un río, (“…no es un río, es este río. He pasado más tiempo con él que con nadie”) Selva Almada consigue convertir algo tan aparentemente inerte en protagonista absoluto del relato. Y lo hace uniendo una prosa colmada de poesía a un contenido despiadado, un escenario semi-salvaje, un ritmo taciturno, una cronología fracturada y un argumento que gira en torno a la violencia soterrada, la miseria, la frustración y la muerte prematura y banal, sin ningún atisbo de heroísmo. El tiempo pasa, la población envejece, se renueva, madura y todo continúa igual que antes. La misma pobreza, la inercia del que carece de horizontes, la impotencia para cambiar lo que se percibe como inevitable dentro de un entorno tan bello como impasible y que no pertenece a todos por igual, pues de un lado están los habitantes de la isla, para ellos un tesoro que les pertenece por derecho, por otro, los forasteros, que aparecen por allí de vez en cuando y priorizan sus caprichos al respeto por la naturaleza. No es fácil transmitir todo eso hablando del día a día, simplemente con la fuerza de los localismos, la cadencia de la prosa, la descripción del terreno y el traslado de actitudes cotidianas a cargo de un elenco tan elemental como épico. Sin embargo, su lectura resulta desasosegante, necesitamos saber más, ni siquiera el desenlace consigue satisfacernos del todo, nos gustaría saltar a través de las páginas y descubrir ese río, del que conocemos lo esencial y que ya sentimos como nuestro.

Ecos de otras épocas pasados por el tamiz de hoy día nos señalan de qué fuentes ha bebido la autora. No hace falta citar nombres: todos los grandes del boom, clásicos universales de todos los tiempos y, por supuesto, el gran elenco contemporáneo ha sido leído, asimilado, unido a sus propias vivencias e incorporado a la personalidad literaria de Almada, personalidad intransferible cuya genealogía es más que evidente. Fuera de los libros, el paisaje y las costumbres de su tierra natal junto a la concienzuda observación de las costumbres constituyen su materia prima. Esto ha sido así desde su primera publicación y se ha mantenido hasta ahora. Su estilo está depurado al máximo, cada pieza se escoge cuidadosamente y se ubica en su lugar exacto. Las escenas contienen más silencios que palabras, paralelamente, el texto está repleto de espacios en blanco. Parcas conversaciones centradas en lo esencial e inmediato, pues así se comunican Eusebio, Tilo, Enero, el Negro y los demás. Los tres últimos salen a pescar un día cualquiera y, mediante flash backs, comprendemos que Tilo es hijo del primero, el amigo del alma que el río arrebató demasiado pronto. Ese vínculo entre varones –los tres del principio y los tres resultantes tras recomponerse el grupo una vez el hijo adulto sustituye al padre fallecido– está en el origen de un argumento que cierra lo que la autora denomina “Trilogía de los varones”. Un mundo, el de la masculinidad, con sus códigos, valores y hábitos, muy diferente del conocido por ella, que le llevó a indagar sobre determinadas actitudes, tanto en su ámbito propio (crueldad, sentido del honor, venganza) como en relación con las mujeres (protección, seducción, necesidad de estar al mando) y que, de alguna forma, proceden de pactos universales no escritos.

“Esa noche iban a ir al baile con Enero y con Eusebio, como siempre. Si le daba el gusto a la chica y tenían ese hijo, los amigos, la noche, la pesca, todo se iba a terminar.”

No podía faltar el elemento mágico. Aparece cuando lo que ocurre carece de sentido y hace falta entenderlo, aunque la explicación se aparte de la lógica. Entre las respuestas que se buscan están esas muertes tempranas, un absurdo que merece la pena indagar con los materiales que se tienen a mano: fantasía, credulidad o demencia. Ilusiones sin fundamento, sesiones esotéricas, visiones, sueños, recuerdos, pero también la realidad más prosaica, son los materiales que Almada utiliza para manifestar una sensibilidad poco común.

Otras obras de la autora: Ladrilleros

martes, 27 de julio de 2021

John J. Norwich: Cuatro príncipes

Idioma original: inglés

Título original: Four Princes

Traducción: Joan Eloi Roca

Año de publicación: 2017

Valoración: Recomendable (alto)

 

Quizá lo más llamativo de este libro es una información que se suministra casi al inicio: los cuatro protagonistas de este trabajo (y de la Historia de Europa durante buena parte del siglo XVI) nacieron en el intervalo de solo diez años. Cuatro monarcas que nacieron y reinaron al mismo tiempo y dejaron una huella imborrable en el continente hasta el punto de que ahora, casi quinientos años después, pocos desconocen sus nombres. Hacemos las presentaciones aunque no las necesiten mucho: Enrique VIII de Inglaterra, Francisco I de Francia, el emperador Carlos V, al mismo tiempo rey de España, y Solimán (o Suleimán) el Magnífico, sultán del Imperio otomano. Las cuatro grandes potencias del planeta conocido, nada menos.

John Julius Norwich, el autor, es uno de esos personajes típicamente ingleses: de familia noble, educado en Eton, fue militar y ejerció de diplomático, un tipo de esos risueño, elegante y culto, que parecía inevitable que se acabase dedicando a escribir libros y a la divulgación cultural en general. Estos apuntes deberían servir para identificar el tipo de texto que tenemos entre manos, porque no es un trabajo de tesis, diríamos la obra de un historiador puro, sino el libro de divulgación del erudito que se divierte comunicando sus conocimientos a quien quiera escucharle (y de paso, haciendo caja). Y lo hace realmente muy bien.

Pues tenemos esos cuatro personajes históricos de los que más menos tenemos una cierta idea acerca de su vida y, sobre todo, de los avatares registrados por sus respectivos reinos, ya saben, fronteras que se mueven a un lado y al contrario, matrimonios en lo alto del escalafón aristocrático, y fortunas (propias, heredadas, robadas o extraídas a costa de los súbditos) dilapidadas en aventuras guerreras o en complicadas maniobras diplomáticas con la religión casi siempre de telón de fondo. La conquista de territorios y la perspectiva religiosa son seguramente los dos motores principales que animan los actos de gobiernos de estos señores. Como es sabido, los tres reinos occidentales (Inglaterra, Francia y el Sacro Imperio Romano-Germánico + España) han mantenido durante siglos una dura puga por la hegemonía europea lo que, traducido a la época, significaba sobre todo intentar expandirse a costa del rival costase lo que costase. Aquí se suceden guerras y tratados, abrazos y traiciones, ciudades sitiadas y batallas en las que dejan la vida miles de individuos aquí y allá. Y en ese juego tampoco se privaba, claro está, el gran Suleimán, ansioso por extender su ya vasto imperio por tierras europeas. Italia es uno de los escenarios preferidos en esa disputa, pero también Flandes, el Mediterráneo que asiste a las correrías de Barbarroja, la Borgoña o el norte de Francia, donde a punto estuvo Enrique de plantarse a las puertas de Paris.

La religión es el otro gran pilar sobre el que se construye la historia del siglo. Estamos en plena efervescencia de la Reforma, con un cisma ya consumado pero que todavía parece dominable, y un Papa (mejor dicho, varios de ellos) con poder considerable, ejerciendo más de rey terrenal que de guía espiritual. El panorama se completa en este campo con la muy seria amenaza del turco, un jugador poderoso al que Francisco utiliza sin mucho disimulo para sostener sus intereses particulares, y Carlos para apuntalar su liderazgo como defensor de la fe verdadera. Solo Enrique parece ignorar el problema, en parte por entender que está suficientemente lejos del peligro, en parte porque sus preocupaciones se centran más en sus matrimonios (más bien en sus problemas sucesorios), lo que a su vez le enfrenta, y de qué manera, con el romano pontífice.

Bien, pues todo esto nos lo cuenta Norwich con la finura y la dosis de ironía, muy sutil pero permanente, que se puede esperar del erudito inglés, tal vez un peldaño por encima de Tom Holland. El libro es sumamente ameno y no cansará ni siquiera a los poco aficionados a la Historia, porque se disfruta de la mera lectura y la información fluye con abundancia y empapa al lector aunque no lo quiera. Desde este punto de vista resulta por tanto impecable, porque consigue sus objetivos al cien por cien.

Y ojo, tampoco cae en la ligereza o el atrevimiento iconoclasta de ciertos autores que no tienen reparo en acudir al amarillismo para llegar al gran público. Norwich elige las materias, las descarga de gravedad en la medida necesaria (y solo en ella) para no aburrir al lector, y consigue no perder una pizca de rigor. Otra cosa es que evite abrumar con datos, cifras, nombres o fechas como quizá lo haría el investigador, o que voluntariamente deje de lado aspectos menos llamativos a los que un historiador sí debiera prestar más atención, como la economía, la estratificación social, la ciencia, el pensamiento o las artes. En este sentido, al centrarse del todo en las cuatro figuras decisivas y en su juego político-religioso, poniéndonos puristas sí se le podría achacar algún grado de superficialidad. Pero la Historia se escribe muchas veces a base de obsesiones, errores, casualidades o caprichos, y en ese terreno el autor muestra una capacidad extraordinaria para contarla de forma amena y dinámica. Lo demás podemos dejarlo esta vez para especialistas.

Otro estupendo libro para regalar.

lunes, 26 de julio de 2021

2*1: "Contra vosotros" (Mercedes Soriano) y "Aposento" (Miguel Ángel Muñoz)

Idioma original: Español 
Año de publicación: 1991
Valoración: muy recomendable alto

30 años han pasado desde la publicación de "Contra vosotros", 30 años que pueden parecer edades geológicas para una obra que había sido sepultada en el olvido hasta este 2021 en el que, por suerte para nosotros y gracias a La Navaja Suiza y a Miguel Ángel Muñoz, podemos (re)descubrir a Mercedes Soriano.

Desde luego, tras la lectura de "Contra vosotros" quedan la sensación de injusticia cometida por el "establishment literario" y la intención de reparar, en la medida de nuestras posibilidades, ese olvido. Porque "Contra vosotros" es un texto impactante y radical, aunque no totalmente novedoso (todo está ya inventado a estas alturas, ¿no?), que pese a ser en cierto modo fruto de su tiempo permanece plenamente vigente en planteamiento y mensaje.

En el aspecto formal, "Contra vosotros" está constituido por 7 monólogos interiores de 7 personajes diferentes (con voces perfectamente reconocibles, lo cual no es nada fácil) cuyas vidas se rozan en determinados momentos y una brutal coda / alegato / diatriba final. Monólogos, personajes e historias de diferentes origen y condición, marcados en su mayoría por el desencanto, la insatisfacción, el miedo y una continua indagación autoexploratoria y en un tono muy muy bernhardiano. Y es que al igual que la obra del austríaco construía desde lo autobiográfico una feroz crítica a la sociedad de sus tiempo, el texto de Soriano es la crónica de la derrota de una generación (o de parte importante de ella), de las esperanzas incumplidas, de los deseos truncados, etc. Esta generación no es otra que la que vio la muerte de dictador y el acceso al poder del PSOE en 1982, la que oyó los cantos de sirena y pereció ahogada entre la seguridad y la culpa, entre la autorrepresión y el conformismo.

Resumiendo en una sola frase: texto casi imprescindible por complejidad y atrevimiento estilístico, por fondo y por forma, que nos pone frente a un espejo al que no resulta nada cómodo mirarse.

**********************

Idioma original:
Español
Año de publicación: 2021
Valoración: Muy recomendable

Completamos el 2*1 con "Aposento", texto de Miguel Ángel Muñoz que nace de la atracción del autor por la figura de una Mercedes Soriano que, cuando apenas contaba con 40 año y formaba parte de "lo más granado de la literatura española del momento (Alfaguara, El País, etc), dejó Madrid y dejó de publicar y se refugió en un pequeño pueblo almeriense, lugar de origen de Muñoz.

Comienza así la búsqueda de una clave imposible que explique las razones de la decisión de Soriano, una búsqueda que es la mismo tiempo "exterior" e "interior" y que lleva al autor a reflexionar sobre lectura, escritura y vida, siempre con la idea de la trasformación, el "escondite" y el alejamiento como reconstrucción personal. No tiene nada que ver, es obvio, pero me vienen a la cabeza Arturo Belano y Ulises Lima en busca de Cesárea Tinajero. Cosas mías.

El caso es que "Aposento" no es una búsqueda al uso o una narración al uso de ese búsqueda. Porque aquí cabe el "ensayo", el diálogo  imaginado con la autora, la lectura de su obra, la narración "pura"...  Reflexiones, conexiones, referencias, resonancias e hilos que nos acercan a autores más o menos célebres que, en un momento dado, decidieron apartarse del mundo: Quignard, Pessoa, Emily Dickinson...; historias  que nos llevan de lo personal a lo general, de la obra de Mercedes Soriano y del Madrid de los 90 al Cabo de Gata del siglo XXI en una pesquisa cuya importancia no reside tanto en las respuestas encontradas como en las preguntas planteadas.

P. S.: Para que os hagáis una idea de lo que la lectura de estos dos textos han supuesto, al día siguiente de terminar la lectura de "Aposento" encargué "Historia de No", primera obra de Mercedes Soriano. En un tiempo la reseñaremos en el blog. No hay duda

domingo, 25 de julio de 2021

Ludwig Lewisohn: El caso del señor Crump

Idioma original: Inglés
Título original: The Tyranny of Sex
Traducción: Martha Lucía Pulido
Año de publicación: 1926
Valoración: Muy recomendable

Herbert, un joven músico, se desposa con Anne, mujer egoísta y manipuladora que, por edad, podría ser su madre. Semejante premisa parece sensacionalista en un inicio, pero Ludwig Lewisohn la exprime en El caso del señor Crump con absoluta seriedad.   

Ah, esta novela es una obra maestra, aunque en la actualidad haya caído en un indignante olvido. Cuando fue publicada originalmenente tampoco tuvo la recepción que merecía: se la consideró provocadora y sólo fue reivindicada por algunos intelectuales de la época.

Entre sus múltiples virtudes, destacaría las siguientes: 

  • Derrocha autenticidad. Esto se consigue gracias a su formato (que colinda la falsa biografía) y a su capacidad para introducir amistades, amores y conocidos que, como sucede fuera de la ficción, se esfuman de un día a otro.  
  • Tiene personajes sumamente complejos. De su elenco destacaría sobre todo a Herbert Crump (con quien es muy sencillo empatizar) y a Anne Vilas (que opera como una antagonista y es a todas luces malvada, pero jamás se la reduce a una caricatura unidimensional).
  • Reflexiona sobre varios temas (la existencia, el arte, la moral, el matrimonio, el deseo...) desde un prisma filosófico muy estimulante. Dichas reflexiones van mutando, acercándose cada vez más a la que es, a mi juicio, la Verdad Universal, a medida que el protagonista del relato madura; pasamos así de una visión moderadamente optimista de la vida a un fatalismo absoluto que se va diluyendo con el tiempo en una suerte de resignación agridulce. 
  • Extrae conclusiones la mar de enjundiosas. Por ejemplo, que los errores (especialmente de juventud), la falta de carácter y las decisiones cotidianas pueden tener consecuencias terribles a largo plazo, que la crueldad humana no tiene límites o que los juicios éticos de las masas son tan hipócritas como sesgados.

Quizá la única pega importante que le pongo a esta novela es su final. No sólo es abrupto, sino que deja muchos cabos sueltos (de nuevo, como la vida misma; bien pensado, igual es un efecto narrativo deliberado). En cualquier caso, el final de marras es catártico, coherente con aquello que lo precede y se antoja verosímil, así que tampoco desmerece al conjunto.  

Llegados a este punto, poco más puedo añadir sobre El caso del señor Crump. Sólo insistiré en que es una obra maestra y señalaré que todo el mundo debería leerla, porque es tristemente hermosa, cala hondo y nos ayuda a comprender la grisalla del mundo que nos rodea. La recomiendo encarecidamente a todo aquel que le exija honestidad (por mucho que ésta pueda doler) y calidad a la literatura.   


También de Ludwig Lewisohn en ULAD: La llama vehemente. Historia de Stephen Scott

sábado, 24 de julio de 2021

Reseña + entrevista: Territorios improbables , de Pedro Torrijos

Idioma: español

Año de publicación: 2021

Valoración: muy interesante y recomendable

Aquellos de nuestros lectores que tengan cuenta en Twitter (que, sin duda, utilizan para compartir recetas de cocina, memes de gatitos y comentarios sobre Eurovisión, nada de propagar bulos e insultos a sus adversarios políticos) es más que posible que conozcan los hilos de #LaBrasaTorrijos, el hashtag que utiliza el arquitecto y profesor -y ahora escritor- Pedro Torrijos para difundir unas maravillosas, sorprendentes y, sobre todo, muy entretenidas historias sobre lugares que parecen imposibles, imaginados tan sólo por alguna mente fantasiosa, pero que en verdad existen o han existido alguna vez y que, desde toda su poesía, originalidad, horror o diversión, nos interrigan y dan respuestas, a un tiempo, sobre nosotros mismos, los seres humanos que los hemos creado (en más de un caso, hay que decir, seres humanos que estaban un poco cucú...).

Por fin, recientemente, Torrijos ha recogido el anhelo de buena parte (por no decir todos) de sus seguidores tuiteros y ha plasmado en un libro muchos de estos fascisnantes hilos. Reunidos en cinco partes -Lo que ya no está, Lo que tenemos delante, pero no vemos, Lo que no podemos dejar de ver, Lo que no queremos mirar, Lo que no debería existir-, encontramos aquí ciudades hechas de aire y ciudades anegadas por la arena, pueblos donde sus habitantes viven enterrados como muertos y otros donde los muertos -también enterrados- superan con mucho a los vivos; pueblos "potemkin" donde nadie mora sus edificios y otros donde, en cambio, todos viven en uno solo. Ciudades abandonadas en medio de la selva o el océano y rascacielos en pleno desierto. Ciudades que crecen sin control como un tumor maligno y edificios que lo hacen como una planta mutante... alguno incluso desafiando al dios que pretende honrar.

Conoceremos la historia de la casa de los cientos de habitaciones y miles de fantasmas, la del edificio que era un serial killer -es literal-, la de la isla de los cadáveres de plástico. La historia del alemán megalómano que quiso crear un supercontinente (y no es quien vosotros pensáis). La del solar más caro y pequeño del mundo; la de la casa que pretendía rascar los Infiernos; la del edificio construido con sombrillas. El museo que es una cicatriz.

Todo ello contado con una amenidad y ligereza -incluso llaneza- también digna de elogio; no os asustéis aquellos/as que huís de los términos demasiado técnicos, conceptuales o directamente pedantes: no encontraréis nada de eso en este libro. Muy al contrario, es un libro para todo el mundo, para ayudarnos a amar la arquitectura, el urbanismo y las maravillas y curiosidades que nos tiene reservadas este nuestro mundo. 

Para quien esté interesado/a, recordad: podéis leer estas historias en los hilos de #LaBrasaTorrijos, que aparecen todos los jueves en la cuenta de Twitter de @Pedro_Torrijos (me atrevo a recomendar, asimismo, otras estupendas cuentas que hacen divulgación sobre diversos temas, como @itineratur , @Wurtz3el , @Azul_Mistico o, sobre cine, la magnífica de @Okinfografia). Y, por supuesto, en este estupendo libro que esperemos tenga continuación en otros muchos de este autor...

*          *          *    

Además de por escribir sus divertidos y fascinantes hilos y libro, debo agradecer a Pedro Torrijos la gentileza de haber respondido a unas preguntas para Un Libro Al Día:

-No eres quien ha inventado los hilos de divulgación en Twitter, pero sí uno de sus más conspicuos cultivadores, al menos en España o en español...¿Te podríamos considerar como una especie de rey Aragorn o caballero jedi que capitanea los ejércitos de la luz frente a las hordas de trolls, bots y demás patulea que pulula por las redes sociales?

-Jajajaja, más allá de lo de ser o no un líder, si que creo que formo parte de un tipo de divulgadores tuiteros o creadores de contenido tuitero que intentamos escapar del ruido y la furia que, a veces, se hace dominante en las redes sociales. Y somos bastantes, ojo, no soy el único. Como dije a finales del año pasado, dicen que Tuiter es un lugar hostil pero yo creo que no, yo creo que Tuiter puede ser un lugar estupendo, solo es necesario explorarlo y mirarlo en los lugares adecuados.

-¿Que necesita tener un lugar, edificio o historia para merecer un hilo de #LaBrasaTorrijos? ¿Ser un sitio insólito, paradójico, ejemplificante... o simplemente curioso?

-Que sea susceptible de contar una historia sobre él. Es decir, la inmensa mayoría de los lugares XD. En realidad, lo importante no es ni el lugar ni la historia que se cuenta, sino cómo se cuenta. Al final, todas las historias ya se han contado antes (y, probablemente, todas de pueden reducir a la Anábasis de Jenofonte), así que lo que hace una historia buena es cómo se cuenta; cuáles son sus recursos, sus registros, su tempo, su métrica, su desarrollo...

-En tus hilos y en el libro muestras una vocación no sólo divulgativa, sino también desmitificadora de la arquitectura, huyendo del lenguaje demasiado técnico o rimbombante. ¿Cómo crees que reciben estos hilos tus colegas arquitectos, un gremio que tiene fama de..ejem, estar un tanto encantados de haberse conocido... (por decirlo así)?

-Más que encantados de habernos conocido, creo que los arquitectos somos intelectualmente muy onanistas: hablamos para nosotros de cosas que solo nos interesan a nosotros empleando términos que solo conocemos nosotros. En realidad no es malo que un gremio tenga un lenguaje y un entorno de comunicación particular, lo que es más dudoso es que ese lenguaje y ese entorno de comunicación sea prácticamente el único que se practica. Dicho lo cual, yo creo que a mis colegas arquitectos les gustan mis hilos igual que a cualquier otra persona: algunos les gustarán más y algunos les gustarán menos porque, en realidad, lo que yo cuento es historias, y las historias llegan a todos los oídos que les apetezca escucharlas.
 
-¿Y en tu caso particular, esta labor divulgadora ha cambiado de alguna manera tu forma de ejercer tu oficio?

-De hecho, ahora mismo, esa labor divulgadora es mi oficio. Mi trabajo es la comunicación y la divulgación.

-Los capítulos de tu libro o tus hilos de Twitter muestran ante todo una visión humanista de la arquitectura , en su sentido más amplio; incluso cuando hablas de lugares y edifcios abandonados o que ni siquiera han sido concebidos para que los habiten personas. ¿Te parece que a veces la arquitectura más "espectacular" y los "arquitectos estrella" han olvidado esa vertiente más humanista o eso no es más que otro tópico sobre esta disciplina que tenemos los profanos?

-Creo que todos (o casi todos) los arquitectos quieren que los usuarios de sus edificios vivan lo mejor posible y sean lo más felices posible dentro de esos edificios. Otra cosa es que consigan eso que se proponen, bien por problemas en el diseño, en la construcción, en la normativa, promoción, ayuntamientos y todos los miles de agentes que intervienen en la construcción de un edificio. Hay que tener en cuenta, eso sí, que las funciones de una obra de arquitectura no son únicamente las convencionales; a veces tienen una función simbólica, o histórica. Hacer que todos esos elementos encajen bien no es siempre fácil. Dicho lo cual, yo estoy bastante en contra del concepto arquitecto-estrella, aunque creo que es más un problema de las entidades y los ayuntamientos que los encumbraron que de su labor como arquitectos que, salvo excepciones, suele ser bastante buena.

-Supongo que te resultará casi imposible, porque es como pedirle a alguien que elija entre uno de sus hijos, pero ¿tienes algún hilo ohistoria que te sea favorito, por simple cariño o, al contrario, por la dificultad que te causó encontrar los datos necesarios, etc.?

-Como bien dices, es imposible. Algunos días es una, otros días es otra... Quizá la de Heritage USA, el parque temático dedicado a Jesucristo, que es un capítulo del libro, sea una de las que más me molan.

-¿Puedes adelantarnos alguno de los temas que van a ser objeto de #LaBrasaTorrijos próximamente o mejor esperas a darnos la sorpresa?

-Pues mira, una que contaré en la tercera temporada, que empieza en septiembre, es la de la casa de un millonario francés que iba en silla de ruedas y que limpiaba una inmigrante extremeña. Una historia MUY especial.

Deseando leer pronto ésta y otras nuevas historias, nos despedimos de Pedro Torrijos, agradeciéndole una vez más su amabilidad.

viernes, 23 de julio de 2021

Nana Kwame Adjei-Brenyah: Friday Black

Idioma original: inglés
Traducción: Ferran Ràfols Gesa (edición en catalán) / Javier Calvo (edición en castellano)
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Título original: Friday Black

Siempre es de agradecer la irrupción de voces nuevas en el mundo literario que aporten un enfoque valiente, atrevido y comprometido con los valores en riesgo de la sociedad de nuestro tiempo. Y este es un claro ejemplo de ello, pues Nana Kwame Adjei-Brenyah ha publicado esta opera prima recopilando un conjunto de relatos que, aunque muy diferentes unos de otros, todos atacan, de manera directa y frontal, comportamientos y costumbres de nuestra sociedad que nos lleva a un futuro nada halagüeño.

El libro consta de doce relatos independientes (a excepción de un par que sí están vinculados entre sí) en los que el autor demuestra un estilo directo, totalmente accesible, sin florituras ni excesos; un estilo en el que deja que sea la propia historia la que hable y su elección es adecuada, pues todo el peso del relato recae en el mensaje que quiere transmitir. El choque con la realidad contada es frontal, a pesar de que el autor nos pone en situaciones límite en algunos casos distópicas y en otras que podrían catalogarse dentro del realismo mágico. Pero, a pesar del eclecticismo de estilos entre los diferentes relatos, el libro sacude y impacta, especialmente debido a sus relatos más logrados entre los cuales destaco, en primer lugar, «Los cinco de Finkelstein» con el que arranca el libro y en el que el autor demuestra su gran potencial; un relato en el que la violencia inunda el relato, una violencia no únicamente física sino también estructural, una violencia que se centra en el asesinato de cinco niños negros a manos de un hombre blanco y el juicio al que se ve sometido, y en el que el autor centra el protagonismo en una persona negra que debe calibrar de manera continua su nivel de “negritud” buscando el encaje social en cada situación. El relato es devastador, pues nos hace testigos de cómo una persona negra es analizada de manera constante por la sociedad blanca privilegiada y dominante, atribuyéndole a cada uno de sus gestos o expresiones un nivel de simpatía o temor, de proximidad u hostilidad, y el autor que refleja perfectamente afirmando que «decidió arriesgarse; se puso la gorra del revés, con la sombra de la visera tapándole el cogote. Sintió que su negritud se disparaba y llegaba a 8.0. Se hizo un silencio». 

En «La calle Lark», otro de los grandes relatos de esta obra, el autor coloca al protagonista en una situación en la que dos gemelos abortados hacen acto de presencia en su vida para recriminarle que nos les haya permitido nacer. El relato es duro, durísimo, e interpela al lector con toda su crudeza (incluso escatológica si cabe) en una decisión tan difícil y trascendental como la del aborto deseado. Este estilo directo, lo traslada a un escenario totalmente diferente (pero buscando también conmover) en «Zimmerlandia», donde el autor nos sitúa en un parque temático (que nos recuerda mucho, muchísimo al perteneciente a la serie de TV “Westworld”) cuyo propósito, o uno de ellos, se supone que es ofrecer «un espacio seguro para que los adultos exploren la resolución de conflictos, la justicia y el criterio propio», pero que en realidad se convierte en un escenario en el que aplicar la justicia por su cuenta porque, según uno de sus directivos, «a veces la justicia equivale a matar». 

También en «Friday Black», que da lugar al título de la obra, el autor critica de manera descarnada el consumismo extremo al que nuestra sociedad se enfrenta (o fomenta, o ambas cosas a la vez) ubicando el escenario donde los consumidores luchan entre ellos, poniendo en peligro incluso su propia vida, para conseguir las piezas de ropa más deseadas, y «dedicar su última energía a acarrear hacia su casa la felicidad que acaban de comprarse». Así, es en estos “juegos del hambre” que el autor expone donde los ávidos consumistas intentan, de todas las maneras posibles, conseguir aquella pieza u objeto que les redima como personas, que supla sus déficits como padres, como hijos, y somete a sus protagonistas a una violencia física extrema equivalente a la violencia ética que el consumismo impulsa a nuestras vidas alimentando nuestro egoísmo y empujándonos hacia el abismo al que la sociedad se encamina (por voluntad propia y por pasividad) erigiéndose como destino final de nuestra destrucción de los valores y la humanidad. Y esta visión nihilista y desalmada se muestra de nuevo en su último relato «A través del destello», que parte de una situación terriblemente violenta y donde las personas son sometidas a la repetición diaria (cuál “día de la marmota”, pero con el recuerdo de los sucedido el día anterior), y que el autor aprovecha para reflejar la idea nihilista y vacía de valores que empuja a sus protagonistas a querer llegar cada vez más lejos al ser conscientes de que no servirá de nada, porque «antes de desaparecer sabes que todo lo que ha existido seguirá existiendo, a pesar de que no haya un mañana», en una lectura que evidencia la pérdida de esperanza de nuestros jóvenes en un mundo sin futuro y que, en consecuencia, el presente no importa ni tiene sentido al no poder dirigirse a ningún lado, excepto el de la propia rutina y hartazgo.

De esta manera, con un estilo duro, contundente, conmovedor y valiente, el autor evidencia que lo que narra es grave, que no se puede disimular ni disfrazar, que, así como los protagonistas de sus relatos son sometidos a una alta agresividad y violencia por su condición, él nos traslada ese mismo impacto con una agresión que notamos, no a nivel físico o corporal, pero sí emocional.

Con este libro, el autor consigue su propósito más por algunos relatos en concreto que por su conjunto como tal, pues hay relatos algo flojos y casi planos, pero hay otros que son terriblemente potentes. Y en eso debemos quedarnos, pues la denuncia que al autor hace sobre el racismo y el capitalismo es valiente y precisa, acertando de pleno al señalar las grietas que se abren en nuestra sociedad y señalar también a los culpables. Y el autor acierta al combinar diferentes estilos y relatos en los que mezcla y trata con desgarro y atrevimiento temas cruciales como el racismo y el capitalismo, y los envuelve de un aura de violencia física para ubicarlos en el mismo plano en el que la violencia es presente en los diferentes niveles y caras de la desigualdad, aunque cabe decir que, para completar la triada de estructuras sociales opresoras, hubiera agradecido algún relato denunciando el machismo. Con eso ya completaríamos el podio de las injusticias. Pero no tengo dudas de que el autor sabrá poner el foco, también en esa lucha, en futuros libros. Estaré muy pendiente de ello.

jueves, 22 de julio de 2021

Txani Rodríguez: Los últimos románticos

Idioma original:
español 
Año de publicación: 2021 
Valoración: recomendable alto 
 

Irune, la protagonista de Los últimos románticos, vive en un pequeño apartamento en un pueblo del Norte, al que se mudó para poder estar cerca de la tumba donde descansan sus padres. Trabaja en una fábrica de papel que lucha por mantenerse a flote en un mundo en transformación. Tiene un vecino que la insulta a través de la pared, le tira basura enfrente de la puerta de casa, se mea en su felpudo. Mantiene una relación sentimental con la voz masculina que responde en el teléfono de atención al cliente de Renfe. Pasa sus escasos tiempos libres sentada en una terraza bebiendo cerveza, o escondida en el baño para que no le molesten. Por si todo eso fuera poco, le ha salido un bulto sospechoso en el pecho, y los médicos la aterrorizan.

Con ese punto de partida, Los últimos románticos podrían haber sido un dramón, una dura novela realista sobre una mujer de mediana edad solitaria, precaria y tal vez enferma. Y ojo, como tal podría haber sido muy buena. Pero Txani Rodríguez nos ofrece otra novela diferente, original, delicada, llena de humor y de sensibilidad, lo que resulta igual de bien, o incluso mejor. 

Una de las claves está en la propia protagonista, Irune: una mujer excéntrica y solitaria, obsesionada con el papel que su produce en su fábrica y que almacena en su casa en grandes cantidades (hasta el punto de planear vacaciones en lugares que también tienen una asociación histórica con el papel), pero también honesta, luchadora, poética, determinada. Capaz de involucrarse cuando cree que se está produciendo una injusticia o una violencia, aunque eso le traiga consecuencias negativas, a pesar de su propia fragilidad. Y también obsesiva, alejada de la realidad, despistada, idealista. Una romántica, como el título anuncia, aunque ese romanticismo, junto con sus sueños de juventud, hayan quedado sepultados bajo el peso de la realidad.

Otra de las claves es el modo como Txani Rodríguez ha decidido contar la historia: en capítulos breves, narrados por la voz de la protagonista, que saltan de forma estudiada (pero sin dar impresión de artificialidad) entre las diversas facetas de su vida: su casa, su trabajo, su vecino, su ocio. Y aquí o allí, dándole picante a la historia, su relación telefónica con Miguel María López, horarios de Renfe, ¿quiere usted hacer una reserva? Es la de la protagonista una voz que a veces divaga, a veces se deja llevar por sus recuerdos, a veces bromea y casi nunca se toma demasiado en serio a sí misma, ni siquiera cuando está demostrando una honradez y una valentía que nadie más a su alrededor parece tener. 
 
Por otra parte el mensaje, la propia historia que transmite la novela es un mensaje de esperanza, algo necesario en estos tiempos en que todos andamos tan decaídos, por muy diferentes motivos. Algo así como en Azul, de Krzysztof Kieślowski, pero con algo menos de pretenciosidad, se nos viene a decir que nadie es una isla, que dependemos y nos necesitamos los unos a los otros, y que esa solidaridad puede adoptar la forma de apoyo mutuo vecinal, de lucha obrera, de red de cuidados o, también, de relación amorosa, a pesar de todas las dificultades y a pesar de que el mundo no parece empujarnos precisamente hacia ese concepto de lo común o lo comunitario. (Aunque a pesar de eso, a pesar de esa idea de encuentro, y también de la defensa de los ideales y los sueños que representa Irune, la novela me ha dejado un poso algo triste, a lo mejor porque, pobre Irune, todo le pasa a ella). 
 
En todo caso, es una novela bonita, sin que eso sea en absoluto un demérito sino todo lo contrario, y demuestra que, en una comparación con Si quieres, puedes quedarte aquí, la anterior obra de la autora, Txani Rodríguez ha encontrado una voz y un estilo propios, originales, y que espero que se siga desarrollando y creciendo en las siguientes.

miércoles, 21 de julio de 2021

Andrés Neuman: El viajero del siglo

 Idioma original: español

Año de publicación: 2009

Valoración: Mucho ruido y pocas nueces



Cierro el libro con una sensación de desbordamiento. Anexos a la novela, y por si con ella no hubiese tenido suficiente, se incluyen varios epílogos, hasta siete nada menos, más las generalidades editoriales de costumbre, Es como si alguien sintiese la necesidad de justificarla, de señalar sus aciertos y explicarlos con detalle, no sea que los lectores no hayamos reparado en ellos. Así que he tenido que leerme todas las maravillas que, por lo visto, me he perdido o no he sabido apreciar en su justa dimensión. ¿Me ha gustado esta novela? No, sobre todo a partir de cierto momento como explicaré más adelante. ¿Estoy de acuerdo con los argumentos que exponen los articulistas, por muy prestigiosos que estos sean? En absoluto. (Pero El viajero… ha sido Premio Alfaguara y Premio de la Crítica, así que no me hagan ni caso). (O sí, porque otros críticos igual de prestigiosos opinan como yo, aunque, como es lógico, no aparecen en el apartado final de este volumen).

El primero, un discurso del propio autor, desvela aspectos interesantes de la gestación de la novela y defiende el género histórico. Nada que objetar, pero en este caso, y sin negarle valor literario, no considero que el contexto de época le añada gran cosa, al contrario. El propio Neuman reconoce su intento de trazar un retrato del presente a través de lo ocurrido doscientos años atrás, en un atrevido (y seguramente imposible) juego de espejos tan encomiable para algunos como fallido a mi modesto entender. Porque retratar dos épocas tan diferentes en una única  pieza, sin idas y venidas entre pasado y presente, no solo es una meta ambiciosa sino, quizá, una quimera inalcanzable. Aunque Miguel García-Posada no lo crea así y, en el fragmento que le corresponde, afirme: “Neuman no ha querido escribir una novela histórica sino una novela  en la que se aborda un tiempo pasado, el siglo XIX, con la perspectiva del XXI.” Yo, en cambio, fui perdiendo pie progresivamente según avanzaba la trama hasta quedarme flotando en tierra de nadie. Que los acontecimientos producidos en el primer tercio del s. XIX hayan determinado de alguna forma el tiempo en que vivimos, aunque obvio, no justifica que debamos aceptar comportamientos, actitudes y mentalidades de ahora infiltradas en ese momento, pues nuestro sentido crítico va a rechinar y mucho. Otra cosa es considerarla un simple divertimento, una historia con cierta dosis de intriga, además de otros ingredientes más o menos atractivos como amor, sexo, infidelidades, algún crimen que otro etc., que pueden aliñar un guiso comercial y presentarlo ante el lector como el súmmum de la erudición, incluso como una versión moderna de, ¡nada menos! La montaña mágica. No me lo invento, he leído la comparación en algún sitio. Y es que, en su afán totalizador, no solo cronológico, también geográfico, de contenido y de temática, no falta el componente teórico: abundan las discusiones socio-políticas -no en vano estamos en la ilustre (e ilustrada) época de los Salones- y literarias, sin olvidar las largas sesiones de arduo trabajo en equipo de Hans y Sophie traduciendo textos en todos los idiomas (una vez más, ¿para qué limitarse, pudiendo abarcarlo todo?), sacando a relucir cuestiones de primordial interés para un traductor profesional como Neuman, que a mí me han apasionado siempre, pero que aquí no parece que aporten gran cosa, salvo abultar y añadir capas y más capas a un argumento bastante sencillo, en realidad.

Tras viajar con Neuman por tierras alemanas en el artículo siguiente,  y observar las fotos de edificios que le inspiraron la fisonomía de la inexistente Wandernburgo, no he encontrado la clave de esa síntesis europea/universal que pretende realizar a través de los ojos de Hans, el viajero y protagonista absoluto, y de otros personajes, como Urquijo (español y empresario justo), el profesor Mietter (de religión protestante), el matrimonio Levin (de procedencia judía y creencias diversas), la viuda Pietzine (muy católica, ella), el padre Pigherzog (el ojo que todo lo ve), el organillero (el buen salvaje de Rousseau, salvadas las distancias), Sophie (la dama ideal e inalcanzable), Rudi (sencillamente, un buen partido) etc. Tanto personajes como ideas o situaciones parecen inspirados en los famosos tópicos extraídos de la tradición clásica. Pero de eso hablaré más abajo, antes quiero decir que los rasgos individuales apenas existen, todos ellos son funciones, personalidades construidas de una sola pieza que nunca se contradicen a sí mismas. Y cuando resultan meras comparsas de otros se les individualiza por un solo acto (uno roba, otro viola y mata, la de más allá denuncia sin fundamento, de alguno se exhibe su vida íntima). Tampoco es creíble la erudición de Sophie, no porque en aquella época no existiesen las mujeres cultivadas sino porque su estilo se parece más al de una universitaria de hoy. Igual ocurre con su condición de mujer liberada, tan audaz que en esas condiciones no resultaría creíble ni ahora mismo, ya que pone en peligro el único plan de vida al que puede aspirar dadas las circunstancias. O ese conocimiento del mundo, impensable en una mujer soltera de principios del XIX custodiada desde niña por un padre viudo y tan estricto como podemos suponer. Incongruente es también la forma de hablar y comportarse de todos ellos, sus opiniones políticas, religiosas, éticas, literarias etc., que en realidad están pasadas por el tamiz de la visión histórica del siglo XXI. Incluso las costumbres y objetos: Hans se baña a diario en su cuarto, alzan la mano y encuentran un carruaje al instante, las comunicaciones son tan sencillas como si hubiera teléfono aunque quede claro que este no se ha inventado aún, alguien pide que se tome nota y al instante el otro hace una lista como si hubiera bolígrafos y folios a su alcance, se habla de velas y antorchas pero de noche se ve tan bien como de día, el organillero es tan inverosímil que no puedo elegir un solo rasgo como ejemplo porque los tiene casi todos. Esto puede resultar de lo más entretenido, pero quien busque algo de rigor se sentirá incómodo muy pronto, más todavía según la acción avanza y vemos cómo lo que habíamos creído un armazón más o menos sólido –aunque algo peculiar– comienza a derrumbarse. Incluso, y a pesar de su pretendido realismo y hasta historicismo, encontramos elementos fantasmagóricos: la ciudad ocupa un espacio incierto, a caballo entre países, y su ubicación es cambiante, incluso sus calles y edificios no suelen estar donde se espera. Eso trae recuerdos imborrables, como la ciudad flotante de La saga fuga de J. B., pero lo que allí es absoluta coherencia aquí queda como un cabo suelto.

A pesar de los numerosos análisis y de las dos entrevistas al autor, quedan en el aire algunas incógnitas. Me pregunto si Neuman incluye conscientemente o surgieron de forma involuntaria los tópicos más importantes de la tradición medieval y grecolatina. A saber: peregrinatio vitae, memento mori, locus amoenus, beatus ille, carpe diem, amour courtois, delectare et prodesse, theatrum mundi, vera amicitia, amor ferus… Habrá más, seguro, yo he anotado solo los que he ido descubriendo por pura casualidad y sobre la marcha. Si esa abundancia de elementos hubiese dado lugar a una estructura poliédrica y compleja estaríamos hablando de la novela total, -que, por cierto, alguno de los críticos menciona-, algo que se produce en muy contadas ocasiones, pero esa integración no existe. No se trata, pues, de un conjunto armónico que aspira a imitar al mundo real sino de intentos que nunca se resuelven del todo y de una especie de puzzle cuyas piezas no acaban de encajar.

También de Andrés Neuman: La vida en las ventanas, Hacerse el muerto

martes, 20 de julio de 2021

Anna Wiener: Valle inquietante

Idioma original: inglés

Título original: Uncanny Valley

Año de publicación: 2021

Traducción: Javier Calvo

Valoración: está bien

Por casualidades de la vida, conozco a algún joven emprendedor que, malentendiendo el mensaje tan extendido en el capitalismo a ultranza más reciente, se ha lanzado tan a lo loco a abrazar el nuevo maná (la independencia financiera) que puede que acabe con sus huesos en la cárcel, si no escrupulosamente destrozados por alguien, encargado por otro alguien a quien se le haya agotado la paciencia cuando no recupera el capital de cierta inversión que iba a ser la garantía de su riqueza. Ese mensaje se ha instaurado incluso en la cultura popular: C Tangana habla de Gucci, de Lambos, de Porsches, y a los adolescentes los intimidan por la calle para conseguir dinero para una chaqueta de chándal Armani. No sé si ello se llama dejarse seducir o sucumbir,  no sé si tanto icono mal entendido deja escapar mensajes que nada tienen que ver con lo comúnmente aceptado, no negaré que sea un estereotipo de las sociedades occidentales, de formarse lo mejor posible para ganarse la vida dignamente, esperando que el esfuerzo y el talento de uno sea reconocido lo suficiente para subsistir. 

Lamentablemente esto no es lo que se preconiza. Y me hubiera gustado que Anna Wiener fuera algo más clara y contundente en su crítica, o que esa sensación fuera más diáfana y decidida. Wiener hace una crónica de su periodo laboral en el entorno de las start-up. Esas empresas del ámbito informático que se creaban al amparo de la explosión tecnológica y sus sucesivas detonaciones. Internet, los smartphones, las Apps, las redes sociales, los buscadores, cada vez que estudiantes con talento u olfato u originalidad para proyectar sus inquietudes, lo que sea, conseguían (en rondas de financiación, en captaciones de mecenazgo, en intereses de los todopoderosos grupos implantados en el sector - una pista, sin algunos de ellos ni yo escribiría esto ni tú lo leerías) escandalosas cifras de dinero, millones de dólares a cambio de apenas códigos surgidos de su cabeza. muchas de ellas herramientas que el profano no tiene idea de para qué sirven, pero hablamos de una especie de locura colectiva, el descubrimiento de un nuevo pretexto no solo para hurgar el bolsillo del usuario sino para mantener la mano permanentemente en ella. Wiener surge del romántico mundo de la edición y su trayectoria profesional la acaba llevando, saltando al mundo de las mencionadas start-up donde 1) ganará más dinero del que cree incluso merecer 2) constatará que sus jefes no suelen ser más que los que podrían ser amigos o compañeros de carrera que han tenido la suerte de tener, o saber vender, una idea antes que nadie 3) que ese es un mundo dominado por los varones, que no dejan de comportarse como los nerds que siempre serían, pero con a) inversores que presionan para obtener beneficios b) competidores que les zancadillean c) valores éticos y sociales que, para progresar, tienen que ser puestos en un rincón y observados solo de vez en cuando.

Y Wiener llena esas 300 páginas de crónica con sus reflexiones de joven profesional ligeramente desubicada y sus eternas ganas de poder dedicarse a algo más éticamente estético, pero ah, el dinero. Las altas nóminas, las ventajas sociales, el atípico glamour de estar en el centro del mundo, todo el pack parece ser seductor, pero Wiener hace patente su desubicación tanto desde una óptica de encaje profesional como desde el aspecto personal. Una situación que no pocos podrían suscribir pero con algo hay que ganarse la vida. Opta por el circunloquio (lógicamente para evitar eventuales acciones legales) a la hora de mencionar a las grandes compañías del sector: Amazon, Google, Facebook, Microsoft se esconden tras definiciones obvias. Pero sus dardos no son envenenados. Apenas cierta corriente reivindicativa sobre la escasa paridad de géneros especialmente en las altas esferas. Una tenue denuncia del modus operandi de las empresas, sobre todo en lo concerniente a la protección de datos y el uso de estos como mayor activo de muchas compañías. Una sospecha con olor a fenómeno viral, como si no supiéramos que nuestras búsquedas, historiales, etc. están interconectados. Bien explicado, convenientemente salteado con escasas experiencias de su vida personal. Supongo que una manera como otra de sugerir que los draconianos horarios exigidos por esas corporaciones apenas dejan resquicio al ocio, y que este suele andar aparejado con los excesos propios de las tiernas edades de los protagonistas. No es que el libro no me haya resultado revelador o incluso confirmador de ciertas sospechas, pero me da la impresión que el impacto es realmente escaso para tanta carrerilla.

lunes, 19 de julio de 2021

Marcial Lafuente Estefanía: Río de la muerte

Idioma original: castellano

Año de publicación: ni se sabe

Valoración: Inclasificable


Esto es muy bizarro, ya verán, pero la historia de la literatura tiene estas cosas (y muchas otras). Vean, Wikipedia dixit: 

'Marcial Antonio Lafuente Estefanía (,,,)  fue un popular escritor español de unas dos mil seiscientas novelas del oeste, considerado el máximo representante de dicho género en español. Además de publicar como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce. Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco o Federico, o por su nieto Federico, por lo que es posible encontrar novelas "inéditas" de Marcial Lafuente Estefanía'.

El subrayado de las dos mil seiscientas es mío, y no resulta menos relevante por el hecho de que se trate de relatos cortos de alrededor de cien páginas. Pero no acaba ahí la cosa. Por lo visto, este caballero fue miembro de la CNT, concejal y hasta general de artillería del Ejército republicano. Todo lo cual (más un cierto tiempo de cárcel) no impidió que su labor literaria, desarrollada íntegramente durante el franquismo, obtuviese un cierto reconocimiento a nivel popular. 

No nos paramos. Hace mucho tiempo me contaron que hubo una época (no, sé, hacia los años 50 o 60 del siglo pasado) en que se podían comprar ciertos libros en un kiosko y, una vez leídos, cambiarlos por otros, no sé si gratis o por un precio simbólico. Vamos, una especie de avance de lo que hoy sería el bookcrossing o nuestro uladiano #MULiLi, si ustedes prefieren. Algo sorprendente, sí, pero ¿saben quién era el number one, el que lo petaba en ese peculiar mercado del trueque? Pues claro, nuestro amigo Marcial, con sus dos mil seiscientas novelas del Oeste, seguramente adquiridas por el padre o la madre en el mismo lugar y al mismo tiempo que el TBO o el Mortadelo para el niño. Así que vamos allá con una de ellas.

En cada una de las orillas del río Pecos (no me dirán que esto no empieza como un western pata negra) hay un rancho, con las respectivas familias enfrentadas, en ambos casos padres viudos con varios hijos varones, que pugnan por destruir al contrario. Mejor dicho, pugna por ello una de las dos familias, porque unos son los buenos, y los otros, los malísimos. El colmo de la bondad es el joven Jeff, que además de bueno es alto, guapo y pelea como los ángeles, si es que los ángeles pelean, que eso no se sabe. Porque, cómo no, hay peleas en el salón, tenemos sheriff y juez bien integrados en la pequeña comunidad, alguna chica con papel muy muy secundario que aporta una pizca de ingrediente galante, torneos de puntería y carreras de caballos (el rodeo, eso sí, no sale). Vamos, que no falta casi nada en ese archiconocido universo que nos ha dejado tantísimas películas durante varias décadas. Y ojo, que nuestro amigo Marcial no es como aquel escritor de Juegos de la edad tardía que ambientaba obras en Nueva York sin haber estado nunca allí. Lafuente Estefanía vivió realmente en los Estados Unidos, y recorrió el país durante varios años, así que sabía de lo que hablaba.

El problema, como bien sabemos los que hemos visto montones de aquellas películas, es que hay algunas pocas muy buenas, bastantes regulares o pasables, y otra buena cantidad de basura, de eso que se llama (o llamaba, no sé) serie B. Es decir, parecidos ingredientes, personajes aparentemente similares, pero operando sobre guiones infames, con directores de pacotilla y actores ridículos. Imitación barata, estética cutre y consumo rápido, algo que podríamos definir como western-pulp, por ejemplo. Y qué quieren que les diga, como ya se habrá imaginado el lector, el librito de don Marcial (y supongo que los otros dos mil quinientos noventa y nueve) se mueve por esa misma zona. Viene a ser como una especie de minimalismo narrativo o literatura Primark, lo más básico de lo básico, algo que, dejando a un lado la abundancia de violencia y sangre, podría leer sin ningún problema un niño de ocho o diez años.

Admito que me apena un poco decirlo, porque por alguna razón me ha caído simpático el buen Marcial, pero no me sorprende que el mundo literario haya despreciado (o simplemente ignorado) este tipo de libros, no obstante su éxito comercial tanto en España como en Sudamérica, incluso en los propios Estados Unidos. Es todo tan simple, tan obvio, que no da ocasión a pensar  ni a detenerse en una imagen o un matiz, sencillamente porque no los tiene. Es un estricto producto de entretenimiento, algo en lo que emplear el puñado de minutos que uno puede precisar para despachar setenta páginas en vez de hacer cualquier otra cosa, fumarse un par de cigarros, hacer un crucigrama o, mucho peor, mirar las fotos que algún pelma ha colgado en Instagram.

Estos libros son desde luego la foto de una época y seguramente la de una clase social, la foto de quienes en aquella España gris, con el recuerdo fresco de la guerra y aplastados por un régimen mojigato y sobre todo aburrido, buscaban una distracción en estas sencillas historias de vaqueros que se vendían a precios populares. Una escapatoria, asequible y sin complicaciones, para llenar algunos ratos engañando a la frustración y las dificultades para llegar a fin de mes. Desde ese punto de vista, los libros de Lafuente Estefanía no serían desde luego literatura de gran valor, pero quizá sí una ayuda para quienes tuviesen la modestísima ambición de ir un pasito más allá de la radionovela o el carrusel deportivo.

A nosotros, desde unas cuantas décadas más adelante, todo esto no sirve al menos para entretenernos aunque sea de forma indirecta, porque no solo dedicamos una entrada a algo parecido a la arqueología literaria (y de alguna manera a reivindicar un nombre que tuvo su momento y su público), sino que bien podríamos montar una jugosa subserie de nuestras Malditas cubiertas, y hasta detenernos un poquito a pensar por qué, según lo que señala la Wiki que cito arriba, los seudónimos que utilizaba don Marcial para sus novelas rosas llevaban siempre apellidos vascos colgando de nombres de señoras.