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sábado, 31 de julio de 2021
Laura Pérez: Ocultos
viernes, 30 de julio de 2021
Lluís Calvo: Els llegats
Título original: Els llegats
Traducción: sin traducción al castellano en el momento de publicar la reseña
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable
jueves, 29 de julio de 2021
Pedro Mairal: Salvatierra
Año de publicación: 2008
Valoración: bastante recomendable
A la espera de una sucesora formal de su brillantísima La uruguaya, y he de decir que sin demasiado énfasis en poner de relevancia tal condición, Asteroide recupera una antigua novela de Mairal y nos presenta esta Salvatierra, quizás algún escalón por debajo, aunque (y añadiría aquí Una noche con Sabrina Love) guardando un cierto paralelismo estructural que consolida a Mairal como un novelista de fuerte personalidad que sabe respetar (espero que @cosasmichel no se me enfade por la algo irreverente comparación), como cierto escritor francés, un perfil de personaje principal, pero para el que este es una especie de plantilla desde el que establecer y desarrollar historias sin pretensiones aparentes pero que, habilidad reservada a pocos escritores, se yerguen como más que la suma de sus partes y acaban alcanzando hechuras clásicas aunque teñidas de detalles y referencias contemporáneas. Novelas cortas, de estilo impecable que podría uno estar tentado de denominar como minimalista, pero eso sería un planteamiento reduccionista. Mairal dice en todo momento aquello que quiere decir, pero de la visión conjunta de sus novelas (con tres leídas, pronto diré que "su obra") y en cada una de ellas siempre se sale con la percepción de que hemos recibido un mensaje subliminal.
Salvatierra cuenta la peripecia de Miguel Salvatierra, que recibe, junto a su hermano y a la muerte de su padre, una curiosa herencia: su padre, pintor, ha ido conformando, a lo largo de su vida, una pintura "en serie" que ha ido acumulando en rollos, que suman centenares de metros, cada uno de ellos correspondiente a un año de su vida, obra artística que viene a ser un testimonio de su existencia a la vez que una especie de legado crónico a sus descendientes. Pero Miguel descubre que hay un salto en esa cronología: falta el rollo correspondiente a un año. Y decide, mientras encarga que el resto de las obras sea digitalizado, iniciar una pesquisa individual (Saer, claro, es una influencia en esos parajes ribereños) con el objetivo de averiguar el sentido de ese vacío que, se revelará, no es casual. Viaja, se entrevista con antiguas amistades, indaga, pregunta, duda, intuye.
Y estas pocas líneas de somera sinopsis son, valga la comparación, un lienzo desde el que Mairal ejecuta un - otro - certero análisis de la personalidad: hombres de todas las edades que se desplazan a la búsqueda de algo que los resuelva. Cuyo desplazamiento puede representar una apuesta que puede ganarse o perderse, pero que necesitan encontrar sus certezas lejos de su entorno habitual. Quizás tanta explicación resulte ingenua o superflua. Lo que hay que hacer con estas novelas es experimentarlas: su prosa fluida y natural, sus sorpresas ocultas, su renuncia a la aparatosidad, en ese desconcertante universo literario donde lo simbólico y lo abrumador no parecen encontrar puntos de equilibrio, Pedro Mairal lleva unos años consiguiéndolo.
miércoles, 28 de julio de 2021
Selva Almada: No es un río
Año de publicación: 2020
Valoración: Muy recomendable
Cuando en una comunidad cualquiera un elemento es su centro vital
indiscutible, las costumbres, pensamientos y acciones de sus habitantes giran a
su alrededor sin ni siquiera darse cuenta. Puede tratarse de un factor natural
(el clima que determina las cosechas, la montaña que defiende y cobija, el
mar,,,) o artificial (una fábrica o una mina generadoras de riqueza y tragedia
a partes iguales). En No es un río, (“…no es un río, es este río. He pasado más
tiempo con él que con nadie”) Selva Almada consigue convertir algo tan
aparentemente inerte en protagonista absoluto del relato. Y lo hace uniendo una
prosa colmada de poesía a un contenido despiadado, un escenario semi-salvaje, un
ritmo taciturno, una cronología fracturada y un argumento que gira en torno a la
violencia soterrada, la miseria, la frustración y la muerte prematura y banal,
sin ningún atisbo de heroísmo. El tiempo pasa, la población envejece, se
renueva, madura y todo continúa igual que antes. La misma pobreza, la inercia
del que carece de horizontes, la impotencia para cambiar lo que se percibe como
inevitable dentro de un entorno tan bello como impasible y que no pertenece a
todos por igual, pues de un lado están los habitantes de la isla, para ellos un
tesoro que les pertenece por derecho, por otro, los forasteros, que aparecen
por allí de vez en cuando y priorizan sus caprichos al respeto por la
naturaleza. No es fácil transmitir todo eso hablando del día a día, simplemente
con la fuerza de los localismos, la cadencia de la prosa, la descripción del terreno y el traslado de actitudes cotidianas a cargo de un elenco tan elemental como épico.
Sin embargo, su lectura resulta desasosegante, necesitamos saber más, ni
siquiera el desenlace consigue satisfacernos del todo, nos gustaría saltar a
través de las páginas y descubrir ese río, del que conocemos lo esencial y que
ya sentimos como nuestro.
Ecos de otras épocas pasados por el tamiz de hoy día nos señalan de qué
fuentes ha bebido la autora. No hace falta citar nombres: todos los grandes del
boom, clásicos universales de todos los tiempos y, por supuesto, el gran elenco
contemporáneo ha sido leído, asimilado, unido a sus propias vivencias e
incorporado a la personalidad literaria de Almada, personalidad intransferible cuya
genealogía es más que evidente. Fuera de los libros, el paisaje y las
costumbres de su tierra natal junto a la concienzuda observación de las
costumbres constituyen su materia prima. Esto ha sido así desde su primera
publicación y se ha mantenido hasta ahora. Su estilo está depurado al máximo,
cada pieza se escoge cuidadosamente y se ubica en su lugar exacto. Las escenas
contienen más silencios que palabras, paralelamente, el texto está repleto de espacios
en blanco. Parcas conversaciones centradas en lo esencial e inmediato, pues así
se comunican Eusebio, Tilo, Enero, el Negro y los demás. Los tres últimos salen
a pescar un día cualquiera y, mediante flash backs, comprendemos que Tilo es
hijo del primero, el amigo del alma que el río arrebató demasiado pronto. Ese
vínculo entre varones –los tres del principio y los tres resultantes tras
recomponerse el grupo una vez el hijo adulto sustituye al padre fallecido– está
en el origen de un argumento que cierra lo que la autora denomina “Trilogía de los varones”. Un mundo, el de
la masculinidad, con sus códigos, valores y hábitos, muy diferente del conocido
por ella, que le llevó a indagar sobre determinadas actitudes, tanto en su
ámbito propio (crueldad, sentido del honor, venganza) como en relación con las
mujeres (protección, seducción, necesidad de estar al mando) y que, de alguna
forma, proceden de pactos universales no escritos.
“Esa noche iban a ir al baile con Enero y con Eusebio, como siempre. Si le daba el gusto a la chica y tenían ese hijo, los amigos, la noche, la pesca, todo se iba a terminar.”
No podía faltar el elemento mágico. Aparece cuando lo que ocurre carece de
sentido y hace falta entenderlo, aunque la explicación se aparte de la lógica. Entre
las respuestas que se buscan están esas muertes tempranas, un absurdo que
merece la pena indagar con los materiales que se tienen a mano: fantasía,
credulidad o demencia. Ilusiones sin fundamento, sesiones esotéricas, visiones,
sueños, recuerdos, pero también la realidad más prosaica, son los materiales
que Almada utiliza para manifestar una sensibilidad poco común.
Otras obras de la autora: Ladrilleros,
martes, 27 de julio de 2021
John J. Norwich: Cuatro príncipes
Título original: Four
Princes
Traducción: Joan Eloi
Roca
Año de publicación: 2017
Valoración: Recomendable (alto)
Quizá lo más llamativo de este libro es una información que
se suministra casi al inicio: los cuatro protagonistas de este trabajo (y de la
Historia de Europa durante buena parte del siglo XVI) nacieron en el intervalo
de solo diez años. Cuatro monarcas que nacieron y reinaron al mismo tiempo y
dejaron una huella imborrable en el continente hasta el punto de que ahora,
casi quinientos años después, pocos desconocen sus nombres. Hacemos las
presentaciones aunque no las necesiten mucho: Enrique VIII de Inglaterra,
Francisco I de Francia, el emperador Carlos V, al mismo tiempo rey de España, y
Solimán (o Suleimán) el Magnífico, sultán del Imperio otomano. Las cuatro
grandes potencias del planeta conocido, nada menos.
John Julius Norwich, el autor, es uno de esos personajes
típicamente ingleses: de familia noble, educado en Eton, fue militar y ejerció
de diplomático, un tipo de esos risueño, elegante y culto, que parecía
inevitable que se acabase dedicando a escribir libros y a la divulgación
cultural en general. Estos apuntes deberían servir para identificar el tipo de
texto que tenemos entre manos, porque no es un trabajo de tesis, diríamos la obra
de un historiador puro, sino el libro de divulgación del erudito que se
divierte comunicando sus conocimientos a quien quiera escucharle (y de paso,
haciendo caja). Y lo hace realmente muy bien.
Pues tenemos esos cuatro personajes históricos de los que
más menos tenemos una cierta idea acerca de su vida y, sobre todo, de los
avatares registrados por sus respectivos reinos, ya saben, fronteras que se
mueven a un lado y al contrario, matrimonios en lo alto del escalafón
aristocrático, y fortunas (propias, heredadas, robadas o extraídas a costa de
los súbditos) dilapidadas en aventuras guerreras o en complicadas maniobras diplomáticas
con la religión casi siempre de telón de fondo. La conquista de territorios y
la perspectiva religiosa son seguramente los dos motores principales que animan
los actos de gobiernos de estos señores. Como es sabido, los tres reinos
occidentales (Inglaterra, Francia y el Sacro Imperio Romano-Germánico + España)
han mantenido durante siglos una dura puga por la hegemonía europea lo que,
traducido a la época, significaba sobre todo intentar expandirse a costa del
rival costase lo que costase. Aquí se suceden guerras y tratados, abrazos y
traiciones, ciudades sitiadas y batallas en las que dejan la vida miles de
individuos aquí y allá. Y en ese juego tampoco se privaba, claro está, el gran
Suleimán, ansioso por extender su ya vasto imperio por tierras europeas. Italia
es uno de los escenarios preferidos en esa disputa, pero también Flandes, el
Mediterráneo que asiste a las correrías de Barbarroja, la Borgoña o el norte de
Francia, donde a punto estuvo Enrique de plantarse a las puertas de Paris.
La religión es el otro gran pilar sobre el que se construye
la historia del siglo. Estamos en plena efervescencia de la Reforma, con un
cisma ya consumado pero que todavía parece dominable, y un Papa (mejor dicho, varios
de ellos) con poder considerable, ejerciendo más de rey terrenal que de guía
espiritual. El panorama se completa en este campo con la muy seria amenaza del
turco, un jugador poderoso al que Francisco utiliza sin mucho disimulo para
sostener sus intereses particulares, y Carlos para apuntalar su liderazgo como
defensor de la fe verdadera. Solo Enrique parece ignorar el problema, en parte
por entender que está suficientemente lejos del peligro, en parte porque sus
preocupaciones se centran más en sus matrimonios (más bien en sus problemas
sucesorios), lo que a su vez le enfrenta, y de qué manera, con el romano
pontífice.
Bien, pues todo esto nos lo cuenta Norwich con la finura y
la dosis de ironía, muy sutil pero permanente, que se puede esperar del erudito
inglés, tal vez un peldaño por encima de Tom Holland. El libro es sumamente ameno y no cansará ni siquiera a los poco
aficionados a la Historia, porque se disfruta de la mera lectura y la información
fluye con abundancia y empapa al lector aunque no lo quiera. Desde este punto
de vista resulta por tanto impecable, porque consigue sus objetivos al cien por
cien.
Y ojo, tampoco cae en la ligereza o el atrevimiento
iconoclasta de ciertos autores que no tienen reparo en acudir al amarillismo
para llegar al gran público. Norwich elige las materias, las descarga de
gravedad en la medida necesaria (y solo en ella) para no aburrir al lector, y consigue
no perder una pizca de rigor. Otra cosa es que evite abrumar con datos, cifras,
nombres o fechas como quizá lo haría el investigador, o que voluntariamente
deje de lado aspectos menos llamativos a los que un historiador sí debiera
prestar más atención, como la economía, la estratificación social, la ciencia,
el pensamiento o las artes. En este sentido, al centrarse del todo en las
cuatro figuras decisivas y en su juego político-religioso, poniéndonos puristas
sí se le podría achacar algún grado de superficialidad. Pero la Historia se
escribe muchas veces a base de obsesiones, errores, casualidades o caprichos, y
en ese terreno el autor muestra una capacidad extraordinaria para contarla de
forma amena y dinámica. Lo demás podemos dejarlo esta vez para especialistas.
Otro estupendo libro para regalar.
lunes, 26 de julio de 2021
2*1: "Contra vosotros" (Mercedes Soriano) y "Aposento" (Miguel Ángel Muñoz)
Valoración: muy recomendable alto
30 años han pasado desde la publicación de "Contra vosotros", 30 años que pueden parecer edades geológicas para una obra que había sido sepultada en el olvido hasta este 2021 en el que, por suerte para nosotros y gracias a La Navaja Suiza y a Miguel Ángel Muñoz, podemos (re)descubrir a Mercedes Soriano.
Desde luego, tras la lectura de "Contra vosotros" quedan la sensación de injusticia cometida por el "establishment literario" y la intención de reparar, en la medida de nuestras posibilidades, ese olvido. Porque "Contra vosotros" es un texto impactante y radical, aunque no totalmente novedoso (todo está ya inventado a estas alturas, ¿no?), que pese a ser en cierto modo fruto de su tiempo permanece plenamente vigente en planteamiento y mensaje.
En el aspecto formal, "Contra vosotros" está constituido por 7 monólogos interiores de 7 personajes diferentes (con voces perfectamente reconocibles, lo cual no es nada fácil) cuyas vidas se rozan en determinados momentos y una brutal coda / alegato / diatriba final. Monólogos, personajes e historias de diferentes origen y condición, marcados en su mayoría por el desencanto, la insatisfacción, el miedo y una continua indagación autoexploratoria y en un tono muy muy bernhardiano. Y es que al igual que la obra del austríaco construía desde lo autobiográfico una feroz crítica a la sociedad de sus tiempo, el texto de Soriano es la crónica de la derrota de una generación (o de parte importante de ella), de las esperanzas incumplidas, de los deseos truncados, etc. Esta generación no es otra que la que vio la muerte de dictador y el acceso al poder del PSOE en 1982, la que oyó los cantos de sirena y pereció ahogada entre la seguridad y la culpa, entre la autorrepresión y el conformismo.
Resumiendo en una sola frase: texto casi imprescindible por complejidad y atrevimiento estilístico, por fondo y por forma, que nos pone frente a un espejo al que no resulta nada cómodo mirarse.
**********************
Completamos el 2*1 con "Aposento", texto de Miguel Ángel Muñoz que nace de la atracción del autor por la figura de una Mercedes Soriano que, cuando apenas contaba con 40 año y formaba parte de "lo más granado de la literatura española del momento (Alfaguara, El País, etc), dejó Madrid y dejó de publicar y se refugió en un pequeño pueblo almeriense, lugar de origen de Muñoz.
Comienza así la búsqueda de una clave imposible que explique las razones de la decisión de Soriano, una búsqueda que es la mismo tiempo "exterior" e "interior" y que lleva al autor a reflexionar sobre lectura, escritura y vida, siempre con la idea de la trasformación, el "escondite" y el alejamiento como reconstrucción personal. No tiene nada que ver, es obvio, pero me vienen a la cabeza Arturo Belano y Ulises Lima en busca de Cesárea Tinajero. Cosas mías.
El caso es que "Aposento" no es una búsqueda al uso o una narración al uso de ese búsqueda. Porque aquí cabe el "ensayo", el diálogo imaginado con la autora, la lectura de su obra, la narración "pura"... Reflexiones, conexiones, referencias, resonancias e hilos que nos acercan a autores más o menos célebres que, en un momento dado, decidieron apartarse del mundo: Quignard, Pessoa, Emily Dickinson...; historias que nos llevan de lo personal a lo general, de la obra de Mercedes Soriano y del Madrid de los 90 al Cabo de Gata del siglo XXI en una pesquisa cuya importancia no reside tanto en las respuestas encontradas como en las preguntas planteadas.
P. S.: Para que os hagáis una idea de lo que la lectura de estos dos textos han supuesto, al día siguiente de terminar la lectura de "Aposento" encargué "Historia de No", primera obra de Mercedes Soriano. En un tiempo la reseñaremos en el blog. No hay duda
domingo, 25 de julio de 2021
Ludwig Lewisohn: El caso del señor Crump
Traducción: Martha Lucía Pulido
Herbert, un joven músico, se desposa con Anne, mujer egoísta y manipuladora que, por edad, podría ser su madre. Semejante premisa parece sensacionalista en un inicio, pero Ludwig Lewisohn la exprime en El caso del señor Crump con absoluta seriedad.
Ah, esta novela es una obra maestra, aunque en la actualidad haya caído en un indignante olvido. Cuando fue publicada originalmenente tampoco tuvo la recepción que merecía: se la consideró provocadora y sólo fue reivindicada por algunos intelectuales de la época.
Entre sus múltiples virtudes, destacaría las siguientes:
- Derrocha autenticidad. Esto se consigue gracias a su formato (que colinda la falsa biografía) y a su capacidad para introducir amistades, amores y conocidos que, como sucede fuera de la ficción, se esfuman de un día a otro.
- Tiene personajes sumamente complejos. De su elenco destacaría sobre todo a Herbert Crump (con quien es muy sencillo empatizar) y a Anne Vilas (que opera como una antagonista y es a todas luces malvada, pero jamás se la reduce a una caricatura unidimensional).
- Reflexiona sobre varios temas (la existencia, el arte, la moral, el matrimonio, el deseo...) desde un prisma filosófico muy estimulante. Dichas reflexiones van mutando, acercándose cada vez más a la que es, a mi juicio, la Verdad Universal, a medida que el protagonista del relato madura; pasamos así de una visión moderadamente optimista de la vida a un fatalismo absoluto que se va diluyendo con el tiempo en una suerte de resignación agridulce.
- Extrae conclusiones la mar de enjundiosas. Por ejemplo, que los errores (especialmente de juventud), la falta de carácter y las decisiones cotidianas pueden tener consecuencias terribles a largo plazo, que la crueldad humana no tiene límites o que los juicios éticos de las masas son tan hipócritas como sesgados.
sábado, 24 de julio de 2021
Reseña + entrevista: Territorios improbables , de Pedro Torrijos
Año de publicación: 2021
Valoración: muy interesante y recomendable
Aquellos de nuestros lectores que tengan cuenta en Twitter (que, sin duda, utilizan para compartir recetas de cocina, memes de gatitos y comentarios sobre Eurovisión, nada de propagar bulos e insultos a sus adversarios políticos) es más que posible que conozcan los hilos de #LaBrasaTorrijos, el hashtag que utiliza el arquitecto y profesor -y ahora escritor- Pedro Torrijos para difundir unas maravillosas, sorprendentes y, sobre todo, muy entretenidas historias sobre lugares que parecen imposibles, imaginados tan sólo por alguna mente fantasiosa, pero que en verdad existen o han existido alguna vez y que, desde toda su poesía, originalidad, horror o diversión, nos interrigan y dan respuestas, a un tiempo, sobre nosotros mismos, los seres humanos que los hemos creado (en más de un caso, hay que decir, seres humanos que estaban un poco cucú...).
Por fin, recientemente, Torrijos ha recogido el anhelo de buena parte (por no decir todos) de sus seguidores tuiteros y ha plasmado en un libro muchos de estos fascisnantes hilos. Reunidos en cinco partes -Lo que ya no está, Lo que tenemos delante, pero no vemos, Lo que no podemos dejar de ver, Lo que no queremos mirar, Lo que no debería existir-, encontramos aquí ciudades hechas de aire y ciudades anegadas por la arena, pueblos donde sus habitantes viven enterrados como muertos y otros donde los muertos -también enterrados- superan con mucho a los vivos; pueblos "potemkin" donde nadie mora sus edificios y otros donde, en cambio, todos viven en uno solo. Ciudades abandonadas en medio de la selva o el océano y rascacielos en pleno desierto. Ciudades que crecen sin control como un tumor maligno y edificios que lo hacen como una planta mutante... alguno incluso desafiando al dios que pretende honrar.
Conoceremos la historia de la casa de los cientos de habitaciones y miles de fantasmas, la del edificio que era un serial killer -es literal-, la de la isla de los cadáveres de plástico. La historia del alemán megalómano que quiso crear un supercontinente (y no es quien vosotros pensáis). La del solar más caro y pequeño del mundo; la de la casa que pretendía rascar los Infiernos; la del edificio construido con sombrillas. El museo que es una cicatriz.
Todo ello contado con una amenidad y ligereza -incluso llaneza- también digna de elogio; no os asustéis aquellos/as que huís de los términos demasiado técnicos, conceptuales o directamente pedantes: no encontraréis nada de eso en este libro. Muy al contrario, es un libro para todo el mundo, para ayudarnos a amar la arquitectura, el urbanismo y las maravillas y curiosidades que nos tiene reservadas este nuestro mundo.
Para quien esté interesado/a, recordad: podéis leer estas historias en los hilos de #LaBrasaTorrijos, que aparecen todos los jueves en la cuenta de Twitter de @Pedro_Torrijos (me atrevo a recomendar, asimismo, otras estupendas cuentas que hacen divulgación sobre diversos temas, como @itineratur , @Wurtz3el , @Azul_Mistico o, sobre cine, la magnífica de @Okinfografia). Y, por supuesto, en este estupendo libro que esperemos tenga continuación en otros muchos de este autor...
* * *
Además de por escribir sus divertidos y fascinantes hilos y libro, debo agradecer a Pedro Torrijos la gentileza de haber respondido a unas preguntas para Un Libro Al Día:
-No eres quien ha inventado los hilos de divulgación en Twitter, pero sí uno de sus más conspicuos cultivadores, al menos en España o en español...¿Te podríamos considerar como una especie de rey Aragorn o caballero jedi que capitanea los ejércitos de la luz frente a las hordas de trolls, bots y demás patulea que pulula por las redes sociales?
-Jajajaja, más allá de lo de ser o no un líder, si que creo que formo parte de un tipo de divulgadores tuiteros o creadores de contenido tuitero que intentamos escapar del ruido y la furia que, a veces, se hace dominante en las redes sociales. Y somos bastantes, ojo, no soy el único. Como dije a finales del año pasado, dicen que Tuiter es un lugar hostil pero yo creo que no, yo creo que Tuiter puede ser un lugar estupendo, solo es necesario explorarlo y mirarlo en los lugares adecuados.
-¿Que necesita tener un lugar, edificio o historia para merecer un hilo de #LaBrasaTorrijos? ¿Ser un sitio insólito, paradójico, ejemplificante... o simplemente curioso?
-Que sea susceptible de contar una historia sobre él. Es decir, la inmensa mayoría de los lugares XD. En realidad, lo importante no es ni el lugar ni la historia que se cuenta, sino cómo se cuenta. Al final, todas las historias ya se han contado antes (y, probablemente, todas de pueden reducir a la Anábasis de Jenofonte), así que lo que hace una historia buena es cómo se cuenta; cuáles son sus recursos, sus registros, su tempo, su métrica, su desarrollo...
-Los capítulos de tu libro o tus hilos de Twitter muestran ante todo una visión humanista de la arquitectura , en su sentido más amplio; incluso cuando hablas de lugares y edifcios abandonados o que ni siquiera han sido concebidos para que los habiten personas. ¿Te parece que a veces la arquitectura más "espectacular" y los "arquitectos estrella" han olvidado esa vertiente más humanista o eso no es más que otro tópico sobre esta disciplina que tenemos los profanos?
-Creo que todos (o casi todos) los arquitectos quieren que los usuarios de sus edificios vivan lo mejor posible y sean lo más felices posible dentro de esos edificios. Otra cosa es que consigan eso que se proponen, bien por problemas en el diseño, en la construcción, en la normativa, promoción, ayuntamientos y todos los miles de agentes que intervienen en la construcción de un edificio. Hay que tener en cuenta, eso sí, que las funciones de una obra de arquitectura no son únicamente las convencionales; a veces tienen una función simbólica, o histórica. Hacer que todos esos elementos encajen bien no es siempre fácil. Dicho lo cual, yo estoy bastante en contra del concepto arquitecto-estrella, aunque creo que es más un problema de las entidades y los ayuntamientos que los encumbraron que de su labor como arquitectos que, salvo excepciones, suele ser bastante buena.
viernes, 23 de julio de 2021
Nana Kwame Adjei-Brenyah: Friday Black
Traducción: Ferran Ràfols Gesa (edición en catalán) / Javier Calvo (edición en castellano)
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
jueves, 22 de julio de 2021
Txani Rodríguez: Los últimos románticos
Irune, la protagonista de Los últimos románticos, vive en un pequeño apartamento en un pueblo del Norte, al que se mudó para poder estar cerca de la tumba donde descansan sus padres. Trabaja en una fábrica de papel que lucha por mantenerse a flote en un mundo en transformación. Tiene un vecino que la insulta a través de la pared, le tira basura enfrente de la puerta de casa, se mea en su felpudo. Mantiene una relación sentimental con la voz masculina que responde en el teléfono de atención al cliente de Renfe. Pasa sus escasos tiempos libres sentada en una terraza bebiendo cerveza, o escondida en el baño para que no le molesten. Por si todo eso fuera poco, le ha salido un bulto sospechoso en el pecho, y los médicos la aterrorizan.
miércoles, 21 de julio de 2021
Andrés Neuman: El viajero del siglo
Año de publicación: 2009
Valoración: Mucho ruido y pocas nueces
Cierro el libro con una sensación de desbordamiento. Anexos a la novela, y por si con ella no hubiese tenido suficiente, se incluyen varios epílogos, hasta siete nada menos, más las generalidades editoriales de costumbre, Es como si alguien sintiese la necesidad de justificarla, de señalar sus aciertos y explicarlos con detalle, no sea que los lectores no hayamos reparado en ellos. Así que he tenido que leerme todas las maravillas que, por lo visto, me he perdido o no he sabido apreciar en su justa dimensión. ¿Me ha gustado esta novela? No, sobre todo a partir de cierto momento como explicaré más adelante. ¿Estoy de acuerdo con los argumentos que exponen los articulistas, por muy prestigiosos que estos sean? En absoluto. (Pero El viajero… ha sido Premio Alfaguara y Premio de la Crítica, así que no me hagan ni caso). (O sí, porque otros críticos igual de prestigiosos opinan como yo, aunque, como es lógico, no aparecen en el apartado final de este volumen).
El primero, un discurso del propio autor, desvela aspectos interesantes de la gestación de la novela y defiende el género histórico. Nada que objetar, pero en este caso, y sin negarle valor literario, no considero que el
contexto de época le añada gran cosa, al contrario. El propio Neuman reconoce su intento de trazar un retrato
del presente a través de lo ocurrido doscientos años atrás, en un atrevido (y seguramente
imposible) juego de espejos tan encomiable para algunos como fallido a
mi modesto entender. Porque retratar dos épocas tan diferentes en una única pieza,
sin idas y venidas entre pasado y presente, no solo es una meta ambiciosa sino, quizá, una quimera inalcanzable. Aunque Miguel
García-Posada no lo crea así y, en el fragmento que le corresponde, afirme: “Neuman no ha querido escribir una novela
histórica sino una novela en la que se
aborda un tiempo pasado, el siglo XIX, con la perspectiva del XXI.” Yo, en cambio, fui perdiendo pie progresivamente según avanzaba la trama hasta quedarme
flotando en tierra de nadie. Que los
acontecimientos producidos en el primer tercio del s. XIX hayan determinado de alguna forma el tiempo en que vivimos, aunque obvio, no justifica que debamos aceptar comportamientos,
actitudes y mentalidades de ahora infiltradas en ese momento, pues nuestro sentido crítico va a rechinar y mucho. Otra
cosa es considerarla un simple divertimento, una historia con cierta dosis de
intriga, además de otros ingredientes más o menos atractivos como amor, sexo,
infidelidades, algún crimen que otro etc., que pueden aliñar un guiso comercial
y presentarlo ante el lector como el súmmum de la erudición, incluso como una
versión moderna de, ¡nada menos! La montaña mágica. No me lo invento, he leído la comparación en algún sitio. Y
es que, en su afán totalizador, no solo cronológico, también geográfico, de
contenido y de temática, no falta el componente teórico: abundan las discusiones
socio-políticas -no en vano estamos en la ilustre (e ilustrada) época de los Salones- y
literarias, sin olvidar las largas sesiones de arduo trabajo en equipo de Hans y Sophie traduciendo
textos en todos los idiomas (una vez más, ¿para qué limitarse, pudiendo
abarcarlo todo?), sacando a relucir cuestiones de primordial interés para un
traductor profesional como Neuman, que a mí me han apasionado siempre, pero que aquí no parece que aporten gran cosa, salvo abultar y añadir capas y más
capas a un argumento bastante sencillo, en realidad.
Tras viajar con Neuman por tierras alemanas en el artículo siguiente, y observar las fotos de edificios que le inspiraron la fisonomía de la
inexistente Wandernburgo, no he encontrado la clave de esa síntesis
europea/universal que pretende realizar a través de los ojos de Hans, el
viajero y protagonista absoluto, y de otros personajes, como Urquijo (español y empresario justo), el profesor Mietter (de religión protestante), el matrimonio
Levin (de procedencia judía y creencias diversas), la viuda Pietzine (muy católica, ella), el padre
Pigherzog (el ojo que todo lo ve), el organillero (el buen salvaje de Rousseau,
salvadas las distancias), Sophie (la dama ideal e inalcanzable), Rudi (sencillamente,
un buen partido) etc. Tanto personajes como ideas o situaciones parecen
inspirados en los famosos tópicos extraídos de la tradición clásica. Pero de eso hablaré más abajo, antes quiero decir que los rasgos individuales
apenas existen, todos ellos son funciones, personalidades construidas de una
sola pieza que nunca se contradicen a sí mismas. Y cuando resultan
meras comparsas de otros se les
individualiza por un solo acto (uno roba, otro viola y mata, la de más allá denuncia
sin fundamento, de alguno se exhibe su vida íntima). Tampoco es creíble la
erudición de Sophie, no porque en aquella época no existiesen las mujeres
cultivadas sino porque su estilo se parece más al de una universitaria de hoy. Igual ocurre con su condición de mujer liberada, tan audaz que en esas
condiciones no resultaría creíble ni ahora mismo, ya que pone en peligro el único plan de vida al que puede aspirar dadas las circunstancias. O ese
conocimiento del mundo, impensable en una mujer soltera de principios del XIX
custodiada desde niña por un padre viudo y tan estricto como podemos suponer. Incongruente es también la forma de
hablar y comportarse de todos ellos, sus opiniones políticas, religiosas,
éticas, literarias etc., que en realidad están pasadas por el tamiz de la
visión histórica del siglo XXI. Incluso las costumbres y objetos: Hans se baña a
diario en su cuarto, alzan la mano y encuentran un carruaje al instante, las
comunicaciones son tan sencillas como si
hubiera teléfono aunque quede claro que este no se ha inventado aún, alguien
pide que se tome nota y al instante el otro hace una lista como si hubiera
bolígrafos y folios a su alcance, se habla de velas y antorchas pero de noche
se ve tan bien como de día, el organillero es tan inverosímil que no puedo
elegir un solo rasgo como ejemplo porque los tiene casi todos. Esto puede
resultar de lo más entretenido, pero quien busque algo de rigor se sentirá incómodo muy pronto, más todavía según la acción avanza y vemos cómo lo
que habíamos creído un armazón más o menos sólido –aunque algo peculiar–
comienza a derrumbarse. Incluso, y a pesar de su pretendido realismo y hasta
historicismo, encontramos elementos fantasmagóricos: la ciudad ocupa un espacio
incierto, a caballo entre países, y su ubicación es cambiante, incluso sus
calles y edificios no suelen estar donde se espera. Eso trae recuerdos imborrables, como la ciudad
flotante de La saga fuga de J. B.,
pero lo que allí es absoluta coherencia aquí queda como un cabo suelto.
A pesar de los numerosos análisis y de las dos entrevistas al autor, quedan en el aire algunas incógnitas. Me pregunto si Neuman incluye conscientemente o surgieron de
forma involuntaria los tópicos más importantes de la tradición medieval y grecolatina.
A saber: peregrinatio vitae, memento
mori, locus amoenus, beatus ille, carpe diem, amour courtois, delectare et
prodesse, theatrum mundi, vera amicitia, amor ferus… Habrá más, seguro, yo
he anotado solo los que he ido descubriendo por pura casualidad y sobre la
marcha. Si esa abundancia de elementos hubiese dado lugar a una estructura poliédrica
y compleja estaríamos hablando de la
novela total, -que, por cierto, alguno de los críticos menciona-, algo que se produce en muy contadas ocasiones, pero esa
integración no existe. No se trata, pues, de un conjunto armónico que aspira a
imitar al mundo real sino de intentos que nunca se resuelven del todo y de una especie
de puzzle cuyas piezas no acaban de encajar.
También de Andrés Neuman: La vida en las ventanas, Hacerse el muerto
martes, 20 de julio de 2021
Anna Wiener: Valle inquietante
Idioma original: inglés
Título original: Uncanny Valley
Año de publicación: 2021
Traducción: Javier Calvo
Valoración: está bien
Por casualidades de la vida, conozco a algún joven emprendedor que, malentendiendo el mensaje tan extendido en el capitalismo a ultranza más reciente, se ha lanzado tan a lo loco a abrazar el nuevo maná (la independencia financiera) que puede que acabe con sus huesos en la cárcel, si no escrupulosamente destrozados por alguien, encargado por otro alguien a quien se le haya agotado la paciencia cuando no recupera el capital de cierta inversión que iba a ser la garantía de su riqueza. Ese mensaje se ha instaurado incluso en la cultura popular: C Tangana habla de Gucci, de Lambos, de Porsches, y a los adolescentes los intimidan por la calle para conseguir dinero para una chaqueta de chándal Armani. No sé si ello se llama dejarse seducir o sucumbir, no sé si tanto icono mal entendido deja escapar mensajes que nada tienen que ver con lo comúnmente aceptado, no negaré que sea un estereotipo de las sociedades occidentales, de formarse lo mejor posible para ganarse la vida dignamente, esperando que el esfuerzo y el talento de uno sea reconocido lo suficiente para subsistir.
Lamentablemente esto no es lo que se preconiza. Y me hubiera gustado que Anna Wiener fuera algo más clara y contundente en su crítica, o que esa sensación fuera más diáfana y decidida. Wiener hace una crónica de su periodo laboral en el entorno de las start-up. Esas empresas del ámbito informático que se creaban al amparo de la explosión tecnológica y sus sucesivas detonaciones. Internet, los smartphones, las Apps, las redes sociales, los buscadores, cada vez que estudiantes con talento u olfato u originalidad para proyectar sus inquietudes, lo que sea, conseguían (en rondas de financiación, en captaciones de mecenazgo, en intereses de los todopoderosos grupos implantados en el sector - una pista, sin algunos de ellos ni yo escribiría esto ni tú lo leerías) escandalosas cifras de dinero, millones de dólares a cambio de apenas códigos surgidos de su cabeza. muchas de ellas herramientas que el profano no tiene idea de para qué sirven, pero hablamos de una especie de locura colectiva, el descubrimiento de un nuevo pretexto no solo para hurgar el bolsillo del usuario sino para mantener la mano permanentemente en ella. Wiener surge del romántico mundo de la edición y su trayectoria profesional la acaba llevando, saltando al mundo de las mencionadas start-up donde 1) ganará más dinero del que cree incluso merecer 2) constatará que sus jefes no suelen ser más que los que podrían ser amigos o compañeros de carrera que han tenido la suerte de tener, o saber vender, una idea antes que nadie 3) que ese es un mundo dominado por los varones, que no dejan de comportarse como los nerds que siempre serían, pero con a) inversores que presionan para obtener beneficios b) competidores que les zancadillean c) valores éticos y sociales que, para progresar, tienen que ser puestos en un rincón y observados solo de vez en cuando.
Y Wiener llena esas 300 páginas de crónica con sus reflexiones de joven profesional ligeramente desubicada y sus eternas ganas de poder dedicarse a algo más éticamente estético, pero ah, el dinero. Las altas nóminas, las ventajas sociales, el atípico glamour de estar en el centro del mundo, todo el pack parece ser seductor, pero Wiener hace patente su desubicación tanto desde una óptica de encaje profesional como desde el aspecto personal. Una situación que no pocos podrían suscribir pero con algo hay que ganarse la vida. Opta por el circunloquio (lógicamente para evitar eventuales acciones legales) a la hora de mencionar a las grandes compañías del sector: Amazon, Google, Facebook, Microsoft se esconden tras definiciones obvias. Pero sus dardos no son envenenados. Apenas cierta corriente reivindicativa sobre la escasa paridad de géneros especialmente en las altas esferas. Una tenue denuncia del modus operandi de las empresas, sobre todo en lo concerniente a la protección de datos y el uso de estos como mayor activo de muchas compañías. Una sospecha con olor a fenómeno viral, como si no supiéramos que nuestras búsquedas, historiales, etc. están interconectados. Bien explicado, convenientemente salteado con escasas experiencias de su vida personal. Supongo que una manera como otra de sugerir que los draconianos horarios exigidos por esas corporaciones apenas dejan resquicio al ocio, y que este suele andar aparejado con los excesos propios de las tiernas edades de los protagonistas. No es que el libro no me haya resultado revelador o incluso confirmador de ciertas sospechas, pero me da la impresión que el impacto es realmente escaso para tanta carrerilla.
lunes, 19 de julio de 2021
Marcial Lafuente Estefanía: Río de la muerte
Año de publicación: ni se sabe
Valoración: Inclasificable
Esto es muy bizarro, ya verán, pero la historia de la literatura tiene estas cosas (y muchas otras). Vean, Wikipedia dixit:
'Marcial Antonio Lafuente Estefanía (,,,) fue un popular escritor español de unas dos mil seiscientas novelas del oeste, considerado el máximo representante de dicho género en español. Además de publicar como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce. Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco o Federico, o por su nieto Federico, por lo que es posible encontrar novelas "inéditas" de Marcial Lafuente Estefanía'.
El subrayado de las dos mil seiscientas es mío, y no resulta menos relevante por el hecho de que se trate de relatos cortos de alrededor de cien páginas. Pero no acaba ahí la cosa. Por lo visto, este caballero fue miembro de la CNT, concejal y hasta general de artillería del Ejército republicano. Todo lo cual (más un cierto tiempo de cárcel) no impidió que su labor literaria, desarrollada íntegramente durante el franquismo, obtuviese un cierto reconocimiento a nivel popular.
No nos paramos. Hace mucho tiempo me contaron que hubo una época (no, sé, hacia los años 50 o 60 del siglo pasado) en que se podían comprar ciertos libros en un kiosko y, una vez leídos, cambiarlos por otros, no sé si gratis o por un precio simbólico. Vamos, una especie de avance de lo que hoy sería el bookcrossing o nuestro uladiano #MULiLi, si ustedes prefieren. Algo sorprendente, sí, pero ¿saben quién era el number one, el que lo petaba en ese peculiar mercado del trueque? Pues claro, nuestro amigo Marcial, con sus dos mil seiscientas novelas del Oeste, seguramente adquiridas por el padre o la madre en el mismo lugar y al mismo tiempo que el TBO o el Mortadelo para el niño. Así que vamos allá con una de ellas.
En cada una de las orillas del río Pecos (no me dirán que esto no empieza como un western pata negra) hay un rancho, con las respectivas familias enfrentadas, en ambos casos padres viudos con varios hijos varones, que pugnan por destruir al contrario. Mejor dicho, pugna por ello una de las dos familias, porque unos son los buenos, y los otros, los malísimos. El colmo de la bondad es el joven Jeff, que además de bueno es alto, guapo y pelea como los ángeles, si es que los ángeles pelean, que eso no se sabe. Porque, cómo no, hay peleas en el salón, tenemos sheriff y juez bien integrados en la pequeña comunidad, alguna chica con papel muy muy secundario que aporta una pizca de ingrediente galante, torneos de puntería y carreras de caballos (el rodeo, eso sí, no sale). Vamos, que no falta casi nada en ese archiconocido universo que nos ha dejado tantísimas películas durante varias décadas. Y ojo, que nuestro amigo Marcial no es como aquel escritor de Juegos de la edad tardía que ambientaba obras en Nueva York sin haber estado nunca allí. Lafuente Estefanía vivió realmente en los Estados Unidos, y recorrió el país durante varios años, así que sabía de lo que hablaba.
El problema, como bien sabemos los que hemos visto montones de aquellas películas, es que hay algunas pocas muy buenas, bastantes regulares o pasables, y otra buena cantidad de basura, de eso que se llama (o llamaba, no sé) serie B. Es decir, parecidos ingredientes, personajes aparentemente similares, pero operando sobre guiones infames, con directores de pacotilla y actores ridículos. Imitación barata, estética cutre y consumo rápido, algo que podríamos definir como western-pulp, por ejemplo. Y qué quieren que les diga, como ya se habrá imaginado el lector, el librito de don Marcial (y supongo que los otros dos mil quinientos noventa y nueve) se mueve por esa misma zona. Viene a ser como una especie de minimalismo narrativo o literatura Primark, lo más básico de lo básico, algo que, dejando a un lado la abundancia de violencia y sangre, podría leer sin ningún problema un niño de ocho o diez años.
Admito que me apena un poco decirlo, porque por alguna razón me ha caído simpático el buen Marcial, pero no me sorprende que el mundo literario haya despreciado (o simplemente ignorado) este tipo de libros, no obstante su éxito comercial tanto en España como en Sudamérica, incluso en los propios Estados Unidos. Es todo tan simple, tan obvio, que no da ocasión a pensar ni a detenerse en una imagen o un matiz, sencillamente porque no los tiene. Es un estricto producto de entretenimiento, algo en lo que emplear el puñado de minutos que uno puede precisar para despachar setenta páginas en vez de hacer cualquier otra cosa, fumarse un par de cigarros, hacer un crucigrama o, mucho peor, mirar las fotos que algún pelma ha colgado en Instagram.
Estos libros son desde luego la foto de una época y seguramente la de una clase social, la foto de quienes en aquella España gris, con el recuerdo fresco de la guerra y aplastados por un régimen mojigato y sobre todo aburrido, buscaban una distracción en estas sencillas historias de vaqueros que se vendían a precios populares. Una escapatoria, asequible y sin complicaciones, para llenar algunos ratos engañando a la frustración y las dificultades para llegar a fin de mes. Desde ese punto de vista, los libros de Lafuente Estefanía no serían desde luego literatura de gran valor, pero quizá sí una ayuda para quienes tuviesen la modestísima ambición de ir un pasito más allá de la radionovela o el carrusel deportivo.
A nosotros, desde unas cuantas décadas más adelante, todo esto no sirve al menos para entretenernos aunque sea de forma indirecta, porque no solo dedicamos una entrada a algo parecido a la arqueología literaria (y de alguna manera a reivindicar un nombre que tuvo su momento y su público), sino que bien podríamos montar una jugosa subserie de nuestras Malditas cubiertas, y hasta detenernos un poquito a pensar por qué, según lo que señala la Wiki que cito arriba, los seudónimos que utilizaba don Marcial para sus novelas rosas llevaban siempre apellidos vascos colgando de nombres de señoras.