Idioma original: inglés
Título original: Uncanny Valley
Año de publicación: 2021
Traducción: Javier Calvo
Valoración: está bien
Por casualidades de la vida, conozco a algún joven emprendedor que, malentendiendo el mensaje tan extendido en el capitalismo a ultranza más reciente, se ha lanzado tan a lo loco a abrazar el nuevo maná (la independencia financiera) que puede que acabe con sus huesos en la cárcel, si no escrupulosamente destrozados por alguien, encargado por otro alguien a quien se le haya agotado la paciencia cuando no recupera el capital de cierta inversión que iba a ser la garantía de su riqueza. Ese mensaje se ha instaurado incluso en la cultura popular: C Tangana habla de Gucci, de Lambos, de Porsches, y a los adolescentes los intimidan por la calle para conseguir dinero para una chaqueta de chándal Armani. No sé si ello se llama dejarse seducir o sucumbir, no sé si tanto icono mal entendido deja escapar mensajes que nada tienen que ver con lo comúnmente aceptado, no negaré que sea un estereotipo de las sociedades occidentales, de formarse lo mejor posible para ganarse la vida dignamente, esperando que el esfuerzo y el talento de uno sea reconocido lo suficiente para subsistir.
Lamentablemente esto no es lo que se preconiza. Y me hubiera gustado que Anna Wiener fuera algo más clara y contundente en su crítica, o que esa sensación fuera más diáfana y decidida. Wiener hace una crónica de su periodo laboral en el entorno de las start-up. Esas empresas del ámbito informático que se creaban al amparo de la explosión tecnológica y sus sucesivas detonaciones. Internet, los smartphones, las Apps, las redes sociales, los buscadores, cada vez que estudiantes con talento u olfato u originalidad para proyectar sus inquietudes, lo que sea, conseguían (en rondas de financiación, en captaciones de mecenazgo, en intereses de los todopoderosos grupos implantados en el sector - una pista, sin algunos de ellos ni yo escribiría esto ni tú lo leerías) escandalosas cifras de dinero, millones de dólares a cambio de apenas códigos surgidos de su cabeza. muchas de ellas herramientas que el profano no tiene idea de para qué sirven, pero hablamos de una especie de locura colectiva, el descubrimiento de un nuevo pretexto no solo para hurgar el bolsillo del usuario sino para mantener la mano permanentemente en ella. Wiener surge del romántico mundo de la edición y su trayectoria profesional la acaba llevando, saltando al mundo de las mencionadas start-up donde 1) ganará más dinero del que cree incluso merecer 2) constatará que sus jefes no suelen ser más que los que podrían ser amigos o compañeros de carrera que han tenido la suerte de tener, o saber vender, una idea antes que nadie 3) que ese es un mundo dominado por los varones, que no dejan de comportarse como los nerds que siempre serían, pero con a) inversores que presionan para obtener beneficios b) competidores que les zancadillean c) valores éticos y sociales que, para progresar, tienen que ser puestos en un rincón y observados solo de vez en cuando.
Y Wiener llena esas 300 páginas de crónica con sus reflexiones de joven profesional ligeramente desubicada y sus eternas ganas de poder dedicarse a algo más éticamente estético, pero ah, el dinero. Las altas nóminas, las ventajas sociales, el atípico glamour de estar en el centro del mundo, todo el pack parece ser seductor, pero Wiener hace patente su desubicación tanto desde una óptica de encaje profesional como desde el aspecto personal. Una situación que no pocos podrían suscribir pero con algo hay que ganarse la vida. Opta por el circunloquio (lógicamente para evitar eventuales acciones legales) a la hora de mencionar a las grandes compañías del sector: Amazon, Google, Facebook, Microsoft se esconden tras definiciones obvias. Pero sus dardos no son envenenados. Apenas cierta corriente reivindicativa sobre la escasa paridad de géneros especialmente en las altas esferas. Una tenue denuncia del modus operandi de las empresas, sobre todo en lo concerniente a la protección de datos y el uso de estos como mayor activo de muchas compañías. Una sospecha con olor a fenómeno viral, como si no supiéramos que nuestras búsquedas, historiales, etc. están interconectados. Bien explicado, convenientemente salteado con escasas experiencias de su vida personal. Supongo que una manera como otra de sugerir que los draconianos horarios exigidos por esas corporaciones apenas dejan resquicio al ocio, y que este suele andar aparejado con los excesos propios de las tiernas edades de los protagonistas. No es que el libro no me haya resultado revelador o incluso confirmador de ciertas sospechas, pero me da la impresión que el impacto es realmente escaso para tanta carrerilla.
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