Irune, la protagonista de Los últimos románticos, vive en un pequeño apartamento en un pueblo del Norte, al que se mudó para poder estar cerca de la tumba donde descansan sus padres. Trabaja en una fábrica de papel que lucha por mantenerse a flote en un mundo en transformación. Tiene un vecino que la insulta a través de la pared, le tira basura enfrente de la puerta de casa, se mea en su felpudo. Mantiene una relación sentimental con la voz masculina que responde en el teléfono de atención al cliente de Renfe. Pasa sus escasos tiempos libres sentada en una terraza bebiendo cerveza, o escondida en el baño para que no le molesten. Por si todo eso fuera poco, le ha salido un bulto sospechoso en el pecho, y los médicos la aterrorizan.
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jueves, 22 de julio de 2021
Txani Rodríguez: Los últimos románticos
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable alto
Con ese punto de partida, Los últimos románticos podrían haber sido un dramón, una dura novela realista sobre una mujer de mediana edad solitaria, precaria y tal vez enferma. Y ojo, como tal podría haber sido muy buena. Pero Txani Rodríguez nos ofrece otra novela diferente, original, delicada, llena de humor y de sensibilidad, lo que resulta igual de bien, o incluso mejor.
Una de las claves está en la propia protagonista, Irune: una mujer excéntrica y solitaria, obsesionada con el papel que su produce en su fábrica y que almacena en su casa en grandes cantidades (hasta el punto de planear vacaciones en lugares que también tienen una asociación histórica con el papel), pero también honesta, luchadora, poética, determinada. Capaz de involucrarse cuando cree que se está produciendo una injusticia o una violencia, aunque eso le traiga consecuencias negativas, a pesar de su propia fragilidad. Y también obsesiva, alejada de la realidad, despistada, idealista. Una romántica, como el título anuncia, aunque ese romanticismo, junto con sus sueños de juventud, hayan quedado sepultados bajo el peso de la realidad.
Otra de las claves es el modo como Txani Rodríguez ha decidido contar la historia: en capítulos breves, narrados por la voz de la protagonista, que saltan de forma estudiada (pero sin dar impresión de artificialidad) entre las diversas facetas de su vida: su casa, su trabajo, su vecino, su ocio. Y aquí o allí, dándole picante a la historia, su relación telefónica con Miguel María López, horarios de Renfe, ¿quiere usted hacer una reserva? Es la de la protagonista una voz que a veces divaga, a veces se deja llevar por sus recuerdos, a veces bromea y casi nunca se toma demasiado en serio a sí misma, ni siquiera cuando está demostrando una honradez y una valentía que nadie más a su alrededor parece tener.
Por otra parte el mensaje, la propia historia que transmite la novela es un mensaje de esperanza, algo necesario en estos tiempos en que todos andamos tan decaídos, por muy diferentes motivos. Algo así como en Azul, de Krzysztof Kieślowski, pero con algo menos de pretenciosidad, se nos viene a decir que nadie es una isla, que dependemos y nos necesitamos los unos a los otros, y que esa solidaridad puede adoptar la forma de apoyo mutuo vecinal, de lucha obrera, de red de cuidados o, también, de relación amorosa, a pesar de todas las dificultades y a pesar de que el mundo no parece empujarnos precisamente hacia ese concepto de lo común o lo comunitario. (Aunque a pesar de eso, a pesar de esa idea de encuentro, y también de la defensa de los ideales y los sueños que representa Irune, la novela me ha dejado un poso algo triste, a lo mejor porque, pobre Irune, todo le pasa a ella).
En todo caso, es una novela bonita, sin que eso sea en absoluto un demérito sino todo lo contrario, y demuestra que, en una comparación con Si quieres, puedes quedarte aquí, la anterior obra de la autora, Txani Rodríguez ha encontrado una voz y un estilo propios, originales, y que espero que se siga desarrollando y creciendo en las siguientes.
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