Título original: Power Politics
Traducción: Edgardo Dobry (ed.en castellano) y Núria Busquet Molist (ed. en catalán)
Año de publicación: 1971
Valoración: muy recomendable
Que Margaret Atwood es conocida principalmente por «El cuento de la criada» (y por la más reciente «Los testamentos») es algo más que evidente. Pero eso no debería confundir al lector y creer que su obra entera gira en torno a distopías, porque Atwood es una autora que ofrece mucho más que una narrativa potente y crítica. De hecho, la autora empezó su carrera literaria escribiendo poesía, y debo decir que para mí descubrir este libro y esta faceta de la autora ha sido una muy grata satisfacción.
En esta breve pieza poética la autora da sobradas muestras de que su capacidad crítica va más allá de lo que plasma en sus novelas; su activismo constante a lo largo de su vida se extiende a su obra y se pone de manifiesto en esta pieza en su vertiente feminista que, escrita en 1971, no ha perdido ni un ápice de vigencia décadas después, lamentablemente.
El libro que nos ocupa narra la historia de una relación entre dos amantes, y lo hace con una estructura temporalmente lineal. De esta manera, la historia está construida como si se tratara de una novela, con un argumento continuo y escenas que se suceden, pero escrita en forma de verso. Con ello, es un libro que permite y demanda que, a diferencia de otros libros de poemas, se lea de manera seguida.
El argumento que plantea Atwood es el de una relación sentimental entre hombre y mujer, donde expone el punto de vista de una mujer inmersa en una relación que ya de entrada se le antoja imperfecta y desigual y que la autora expone perfectamente afirmando que «encajas dentro de mí/como un gancho en un ojo/un anzuelo de pescado/un ojo abierto» (ese «ojo abierto» que en inglés se traduce como «open eye» que también suena como «I»). Así, con dos líneas de verso, la autora nos sugiere ya de entrada que la mujer está atrapada en una relación donde ella se expone de manera abierta, y él la atrapa y la aferra de manera ineludible sin opción de escapar, y ella es consciente de esa desigualdad afectiva, pues seguidamente afirma que «puedo cambiarme a mí/misma más fácilmente/de lo que puedo cambiarte a ti», pero la atracción es fuerte y el deseo tienta a «tirar de la sábana nostálgica por encima/de mi sonrisa de despedida encerada».
En este libro, Atwood retrata, con sus certeras palabras, una sociedad marcada por un machismo evidente, donde la mujer queda relegada a ejercer un rol secundario en las relaciones sentimentales. Estamos en 1971, en plena segunda ola feminista, y las voces pronunciadas desde diferentes ámbitos proclaman un avance en los derechos de las mujeres, ante el anquilosamiento de una sociedad regida, diseñada e instaurada desde la visión masculina. Y Atwood denuncia este poder masculino, su visión dominante y autoritaria, y la critica con precisión con pocas palabras, afirmando que «caminas hacia atrás, /admirando tus propias huellas». Así, con pocas palabras, la protagonista critica el orgullo y pedantería del amante, que se idolatra ante la sociedad a sabiendas que su actitud supone un retroceso, y extiende la experiencia en esa relación al conjunto de mujeres que se encuentran en una situación similar, afirmando que «ahora hay hordas de mujeres como yo, todas iguales/y paralizadas, te seguimos/esparciendo ofrendas florales/debajo de tus pezuñas».
Hay muchas más citas interesantes en esta obra en los que parar por unos momentos la mirada y dejar que las palabras lleguen y crezcan dentro de nosotros. La riqueza poética y el mensaje que transmite es muy interesante y, leyendo este libro, se constata que la poesía es una herramienta plenamente útil para exponer una ideología, una crítica social y, en particular, analizar las relaciones afectivas, a la vez que las viste y engalana de una belleza poética no exenta de contundencia. De hecho, la autora escribe respecto al poder masculino que «los puños tienen muchas formas», evidenciando que su dominio y poder se ejerce en muchos y variados ámbitos, pero también aquí podríamos afirmar que la literatura es una de esas posibles formas de lo puños con los que golpear las consciencias y despertarlas de un largo letargo de dejadez y anquilosamiento.
En esta magnífica obra, Atwood evidencia que es indiferente la forma que toma un texto (ensayo, narrativa o poesía) si la potencia que lo impulsa tiene la fuerza surgida de la necesidad de exponer y criticar aquello que uno denuncia y el ímpetu y la energía de exteriorizar una ideología que vas más allá de uno mismo y se extiende al resto de la sociedad.
La poesía tiene la capacidad de, con pocas palabras, encontrar la vía directa a nuestros sentimientos y dejar que, a partir de ellos, asimilemos con mirada calmada, pero con pasión emocional aquello que nos transmite. Y éste es un buen libro para recordarlo.
Nota del reseñista: Es posible que los fragmentos traducidos incluidos en la reseña no se ajusten a la edición en castellano, pues leí la edición bilingüe catalán/inglés
En esta breve pieza poética la autora da sobradas muestras de que su capacidad crítica va más allá de lo que plasma en sus novelas; su activismo constante a lo largo de su vida se extiende a su obra y se pone de manifiesto en esta pieza en su vertiente feminista que, escrita en 1971, no ha perdido ni un ápice de vigencia décadas después, lamentablemente.
El libro que nos ocupa narra la historia de una relación entre dos amantes, y lo hace con una estructura temporalmente lineal. De esta manera, la historia está construida como si se tratara de una novela, con un argumento continuo y escenas que se suceden, pero escrita en forma de verso. Con ello, es un libro que permite y demanda que, a diferencia de otros libros de poemas, se lea de manera seguida.
El argumento que plantea Atwood es el de una relación sentimental entre hombre y mujer, donde expone el punto de vista de una mujer inmersa en una relación que ya de entrada se le antoja imperfecta y desigual y que la autora expone perfectamente afirmando que «encajas dentro de mí/como un gancho en un ojo/un anzuelo de pescado/un ojo abierto» (ese «ojo abierto» que en inglés se traduce como «open eye» que también suena como «I»). Así, con dos líneas de verso, la autora nos sugiere ya de entrada que la mujer está atrapada en una relación donde ella se expone de manera abierta, y él la atrapa y la aferra de manera ineludible sin opción de escapar, y ella es consciente de esa desigualdad afectiva, pues seguidamente afirma que «puedo cambiarme a mí/misma más fácilmente/de lo que puedo cambiarte a ti», pero la atracción es fuerte y el deseo tienta a «tirar de la sábana nostálgica por encima/de mi sonrisa de despedida encerada».
En este libro, Atwood retrata, con sus certeras palabras, una sociedad marcada por un machismo evidente, donde la mujer queda relegada a ejercer un rol secundario en las relaciones sentimentales. Estamos en 1971, en plena segunda ola feminista, y las voces pronunciadas desde diferentes ámbitos proclaman un avance en los derechos de las mujeres, ante el anquilosamiento de una sociedad regida, diseñada e instaurada desde la visión masculina. Y Atwood denuncia este poder masculino, su visión dominante y autoritaria, y la critica con precisión con pocas palabras, afirmando que «caminas hacia atrás, /admirando tus propias huellas». Así, con pocas palabras, la protagonista critica el orgullo y pedantería del amante, que se idolatra ante la sociedad a sabiendas que su actitud supone un retroceso, y extiende la experiencia en esa relación al conjunto de mujeres que se encuentran en una situación similar, afirmando que «ahora hay hordas de mujeres como yo, todas iguales/y paralizadas, te seguimos/esparciendo ofrendas florales/debajo de tus pezuñas».
Hay muchas más citas interesantes en esta obra en los que parar por unos momentos la mirada y dejar que las palabras lleguen y crezcan dentro de nosotros. La riqueza poética y el mensaje que transmite es muy interesante y, leyendo este libro, se constata que la poesía es una herramienta plenamente útil para exponer una ideología, una crítica social y, en particular, analizar las relaciones afectivas, a la vez que las viste y engalana de una belleza poética no exenta de contundencia. De hecho, la autora escribe respecto al poder masculino que «los puños tienen muchas formas», evidenciando que su dominio y poder se ejerce en muchos y variados ámbitos, pero también aquí podríamos afirmar que la literatura es una de esas posibles formas de lo puños con los que golpear las consciencias y despertarlas de un largo letargo de dejadez y anquilosamiento.
En esta magnífica obra, Atwood evidencia que es indiferente la forma que toma un texto (ensayo, narrativa o poesía) si la potencia que lo impulsa tiene la fuerza surgida de la necesidad de exponer y criticar aquello que uno denuncia y el ímpetu y la energía de exteriorizar una ideología que vas más allá de uno mismo y se extiende al resto de la sociedad.
La poesía tiene la capacidad de, con pocas palabras, encontrar la vía directa a nuestros sentimientos y dejar que, a partir de ellos, asimilemos con mirada calmada, pero con pasión emocional aquello que nos transmite. Y éste es un buen libro para recordarlo.
Nota del reseñista: Es posible que los fragmentos traducidos incluidos en la reseña no se ajusten a la edición en castellano, pues leí la edición bilingüe catalán/inglés
También de Margaret Atwood en ULAD: Oryx y Crake, Érase una vez, El asesino ciego, Doña Oráculo, Por último, el corazón, Nada se acaba, La semilla de la bruja, Alias Grace, Un día es un día, Los testamentos, El cuento de la criada
Intentaremos leerlo mayor Thompson
ResponderEliminarHola Marc:
ResponderEliminarQue gran frase: “los puños tienen muchas formas”.
Gracias por la reseña.
Hola, Mayor Thompson. Si finalmente lo lees, ya nos contarás qué te ha parecido.
ResponderEliminarDiego, coincido contigo, es una gran frase,
Gracias a los dos por leernos y comentar las entradas asiduamente, es un placer leeros.
Saludos
Marc