Título original: Тара́с Бу́льба
Año de publicación: 1842 (versión definitiva)
Traducción: José Fernández Sánchez
Valoración: recomendable
Reconozco mis carencias como lector en lo que a literatura rusa se refiere (excepto en lo que atañe a mi admirado Chéjov); es más, durante bastante tiempo solía confundir a unos escritores con otros... no a Tolstoi o Dostoyevski, que conste, pero sí a Pushkin, Gorki, Gógol... De este último, además, sólo había leído, hace ya tiempo, un divertido cuento, La nariz, en el que un tipo peersigue a su propia nariz fugitiva por todo San Petersburgo; a pesar de esa grata lectura, no había vuelto a repetir con este autor, hasta que por fin, impelido por mi mala conciencia, pero también por las elogiosas reseñas de otras de sus obras que han escrito mis compañeros, decidí ponerme con esta novela, que lleva el nombre de un legendario cosaco del Niéper.
¿Conocen ustedes la expresión "beber como un cosaco"? Pues a tenor de esta novela, no sólo tiene razón de ser, sino que se queda incluso corta: los cosacos de la época en que está ambientada (siglo XVIII), además de que se pasaban el tiempo más mamados que el mosquito del tonel de vino de los versos quevedianos, -excepto cuando se dedicaban al nobel arte de la guerra, hay que decir, momento en el que la embriaguez era castigada con la muerte-, parece que consideraban el de la borrachera como el estado ideal del hombre comme il faut, esto es, del cosaco (el otro momento ideal para ellos era el de estar destripando enemigos, claro). Borrachos y orgullosos, pues, aunque no fuesen seguidores del Oi! ochentero. Borrachos y exaltadores de la más indestructible fraternidad masculina, aunque no fueran una cuadrilla de txikiteros vascos. Borrachos y defensores a ultranza de la fe cristiana, sin ser una cofradía de "capillitas" ahítos de rebujito (por otro lado, hay que aclarar que para los cosacos la verdadera iglesia cristiana era la ortodoxa, considerando a los católicos como perros herejes). Borrachos y más patriotas que una caterva de neonazis hispánicos entonando el Deutschland Über Alles... Borrachos, valientes, crueles, generosos, anárquicos y libres. Así eran los cosacos, según los pinta Gógol, además de fanáticos la virilidad más militante -de hecho, las pocas mujeres que aparecen aquí no son más que un estorbo para ellos o una fuente de problemas-; la testosterona les sale por las orejas, a esta gente...
Tampoco es que Gógol haga un panegírico, sin más, del mundo cosaco; es evidente que era demasiado inteligente y buen escritor para caer en eso. De hecho, buena parte de la novela trasluce un humor socarrón -en especial en la relación entre Tarás y el judío Yárkov-, hasta el punto de dar la impresión, a veces, de que el autor se trae una buena coña a costa de sus cosacos. Lo que no significa, por supuesto, que no admire al tiempo su valentía y su entrega. Gógol tiene la suficiente sabiduría y talento literarios para plasmar estas legendarias cualidades del alama cosaca, así como su amor por la libertad, pero también sus defectos, y dar buena cuenta de las tropelías que iban perpetrando a su paso, al igual que nos narra su sufrimiento, pero también el de sus víctimas, tanto "liajes" -o sea, polacos- como judíos. También, al parecer, en la primera versión, de 1835, el tono de la narración exaltaba más lo ucraniano, llegando a considerarse incluso "antirruso", por lo que Gógol lo corrigió en la versión definitiva.
Ahora bien, aparte del retrato entre guasón y descarnado de la beodez y la brutalidad que se lee en la novela, ésta tiene un trasfondo de más enjundia: Tarás Bulba, en realidad, es una historia sobre la paternidad, sus obligaciones, cuitas y, sobre todo, sus limitaciones -la novela, olvidaba decirlo, comienza cuando los dos hijos de Tarás vuelven a casa después de haber estudiado en Kiev-; los problemas vienen a ser los mismos que han tenido todos los padres a los largo de la Historia con sus hijos, desde el pobre Adán, que ya sabemos la que liaron sus vástagos. Claro, que no es lo mismo que tu retoño se pegue con otro niño por un columpio en el parque y tengas que poner orden, que te salga díscolo en mitad de una guerra contra el reino de Polonia. Aquí Tarás, que aunque taimado no dejaba de ser más bien bruto, tiene una reacción algo desaforada y la cosa acaba como el rosario de la aurora... Pero no quiero adelantar nada y destriparle la novela a alguien: lo que hay que hacer es leerla; como mínimo, pasarán ustedes un buen rato, porque Gógol sabía escribir de maravilla, de eso no cabe la menor duda. y en el mejor de los casos, se quedarán prendados de una historia que transcurre en el tiempo en que las guerras se hacían a caballo y a golpe de espada, en que los hombres se dejaban arrastrar por sus pasiones y sus principios, y el mundo resultaba mucho más grande y hermoso de lo que al final ha resultado ser. Que aquello tampoco fuese sino una ilusión, no nos debe de importar demasiado, que al fin y al cabo -y por suerte- nosotros somos lectores.
Nota: no he podido encontrar la cubierta de la edición del libro que yo he leído (bastante sosa, además), así que he colocado la de una de la editorial Alianza. En compensación, pongo aquí el cartel de una de las películas basadas en la novela, con Yul Brinner y Tony Curtis dándose mutuamente estopa. Canelita en rama.
Tampoco es que Gógol haga un panegírico, sin más, del mundo cosaco; es evidente que era demasiado inteligente y buen escritor para caer en eso. De hecho, buena parte de la novela trasluce un humor socarrón -en especial en la relación entre Tarás y el judío Yárkov-, hasta el punto de dar la impresión, a veces, de que el autor se trae una buena coña a costa de sus cosacos. Lo que no significa, por supuesto, que no admire al tiempo su valentía y su entrega. Gógol tiene la suficiente sabiduría y talento literarios para plasmar estas legendarias cualidades del alama cosaca, así como su amor por la libertad, pero también sus defectos, y dar buena cuenta de las tropelías que iban perpetrando a su paso, al igual que nos narra su sufrimiento, pero también el de sus víctimas, tanto "liajes" -o sea, polacos- como judíos. También, al parecer, en la primera versión, de 1835, el tono de la narración exaltaba más lo ucraniano, llegando a considerarse incluso "antirruso", por lo que Gógol lo corrigió en la versión definitiva.
Ahora bien, aparte del retrato entre guasón y descarnado de la beodez y la brutalidad que se lee en la novela, ésta tiene un trasfondo de más enjundia: Tarás Bulba, en realidad, es una historia sobre la paternidad, sus obligaciones, cuitas y, sobre todo, sus limitaciones -la novela, olvidaba decirlo, comienza cuando los dos hijos de Tarás vuelven a casa después de haber estudiado en Kiev-; los problemas vienen a ser los mismos que han tenido todos los padres a los largo de la Historia con sus hijos, desde el pobre Adán, que ya sabemos la que liaron sus vástagos. Claro, que no es lo mismo que tu retoño se pegue con otro niño por un columpio en el parque y tengas que poner orden, que te salga díscolo en mitad de una guerra contra el reino de Polonia. Aquí Tarás, que aunque taimado no dejaba de ser más bien bruto, tiene una reacción algo desaforada y la cosa acaba como el rosario de la aurora... Pero no quiero adelantar nada y destriparle la novela a alguien: lo que hay que hacer es leerla; como mínimo, pasarán ustedes un buen rato, porque Gógol sabía escribir de maravilla, de eso no cabe la menor duda. y en el mejor de los casos, se quedarán prendados de una historia que transcurre en el tiempo en que las guerras se hacían a caballo y a golpe de espada, en que los hombres se dejaban arrastrar por sus pasiones y sus principios, y el mundo resultaba mucho más grande y hermoso de lo que al final ha resultado ser. Que aquello tampoco fuese sino una ilusión, no nos debe de importar demasiado, que al fin y al cabo -y por suerte- nosotros somos lectores.
Nota: no he podido encontrar la cubierta de la edición del libro que yo he leído (bastante sosa, además), así que he colocado la de una de la editorial Alianza. En compensación, pongo aquí el cartel de una de las películas basadas en la novela, con Yul Brinner y Tony Curtis dándose mutuamente estopa. Canelita en rama.
Gran reseña!
ResponderEliminar¡Y gran comentario, también!
ResponderEliminarNo, en serio: muchas gracias y un saludo : )
Está muy bien la reseña y anima a leerlo y leer más allá de los de siempre. Eso sí, relee la primera frase, un lapsus que es indigno de lo bien que escribes siempre y de lo estupendo que es este blog jaja...
ResponderEliminarUn saludo
¿Ah, pero no se escribe así?... No, ya está corregido(para mi infinita vergüenza). Muy agradecido, Sergio, y espero que no lo tengas en cuenta y sigas visitándonos.
ResponderEliminarUn saludo ; )
Pues a la vista de la reseña, claramente te falta esa etiqueta de 'alcohol' que tango me gusta.
ResponderEliminarSaludos!
Una novela extraordinaria, se siente el sudor, las lágrimas, el olor de la sangre y el polvo que se suelta en los campos de guerra. Imperdible, una gran novela rusa.
ResponderEliminar¡Ahí va,Carlos, pues no me había dado cuenta...! Ya lo he corregido, porque si una novela se merece esta etiqueta (que a mí también me encanta), es ésta.
ResponderEliminarAnónimo: Muy de acuerdo con tu apreciación. Esta es una gran novela, sin duda, que si fuera un poco más larga, se llevaría el calificativo de "novelón" con todo merecimiento.
Un saludo a ambos.
Lo de novelón se lo drjamos para Almas muertas no?
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarYo no lo he leído, pero según parece, sí:
http://unlibroaldia.blogspot.com/search?q=Almas+muertas
lindo libro
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