Idioma original: inglés
Título original: From Bauhaus to our house
Año de publicación: 1981
Traducción: Antonio-Prometeo Moya
Valoración: Muy interesante
La fiebre post-olímpica convirtió la Facultad de Arquitectura de Barcelona en una bomba de relojería. Por una parte, el alumnado estaba masificado y sujeto a un nuevo y leonino plan de estudios plagado de fases selectivas; por otra parte, la plantilla docente —compuesta en gran parte por arquitectos consagrados— era presa de una gravísima epidemia de egos (y bolsillos) inflamados. Tal era el grado de endiosamiento que muchos profesores decidieron poner en práctica un método pedagógico revolucionario: la enseñanza por osmosis. Efectivamente, consideraban que bastaba con verlos o tenerlos cerca para que uno, automáticamente, empezara a pensar y a proyectar como un arquitecto experimentado. Pero al constatar que la osmosis no daba los frutos que se esperaban, solo cabía suponer que los alumnos eran todos unos completos ignorantes y por ello, dos o tres veces al trimestre, se nos invitaba a tirar la toalla e irnos a estudiar Farmacia, entre otras muchas salidas de tono.
Cuando miro hacia atrás y reparo en alguna de aquellas situaciones, me pregunto cómo es posible que ningún estudiante sucumbiera al suicidio u homicidio, y más teniendo en cuenta que nos pasábamos las horas en la sala de maquetas manipulando cúteres, punzones y sierras. Otra cuestión es si sucumbimos o no a la enajenación mental. En mi caso, y dando por hecho que mi cordura —la que fuere— se mantuvo intacta, solo se me ocurren tres posibles motivos: que soy terca, que soy práctica y que siempre buscaba algún refugio para no sentirme como un pulpo en un garaje. La lectura de ¿Quién teme al Bauhaus feroz? fue uno de esos refugios.
Resumen resumido: el nacimiento y evolución de la Arquitectura Moderna desde la Europa arrasada de finales de la Primera Guerra Mundial, hasta la fundación de la Bauhaus, su llegada —y colonización— de los Estados Unidos y todo lo que se derivó de ello y que todavía sigue en boga en pleno siglo XXI.
Tom Wolfe escribió este ensayo después de La palabra pintada, otro de similares características pero centrado en el Arte Moderno. Existen ediciones en las que ambos ensayos se publican juntos ya que comparten tono y argumentario. No hay más que leer el primer párrafo de ¿Quién teme al Bauhaus feroz?:
«Oh, hermoso país, el de los horizontes espaciosos, el del ambarino oleaje del trigo, ¿existe otro lugar en el mundo donde tanta gente rica y poderosa haya costeado y soportado tal cantidad de arquitectura que detesta como el que abarcan nuestras benditas fronteras?»
Así como en el ensayo sobre el Arte Moderno Wolfe explicaba cómo todo se había desarrollado alrededor de la premisa de huir de la letra (crear obras de arte sin una explicación al margen que las explicara) y cómo el arte había acabado siendo precisamente pura teoría. En este ensayo sobre la Arquitectura Moderna, Wolfe esgrime la tesis de que la premisa acuñada en Europa tras la Primera Guerra Mundial, que era huir de lo burgués, acaba convirtiéndose en puro estilismo costeado por las grandes fortunas estadounidenses. Y huir de lo burgués se traducía en la premisa empezar de cero, algo que todos los alumnos de la Bauhaus repetían sin cesar y que bebía de las mismas fuentes que el manifiesto Ornamento y delito de Adolf Loos.
A partir de ese punto, Wolfe desarrolla su tesis sobre cómo la premisa se va viciando hasta llegar al punto actual en el que el formalismo y el discurso dejan a la Arquitectura al margen y tenemos varias generaciones de arquitectos que han proyectado sobre el terreno y enseñado en las aulas con ese único propósito. Porque la cuestión que subyace a lo largo de todo el texto es la siempre difícil situación en la que se halla la Arquitectura al ser considerada un arte pero con una clara vocación al servicio de las necesidades terrenales del ser humano. Al fin y al cabo, que cuatro pandillas de artistas plásticos se debatan sobre si el lienzo es material o inmaterial es una cuestión que no afecta a la calidad de vida de las personas. Que cuatro pandillas de arquitectos banalicen con la vivienda social (en la que solo van a poner los pies para hacerse la foto el día de la inauguración) para experimentar sus caprichos estéticos y confirmar sus teorías sobre cómo debe vivir la clase obrera, es otra cosa muy distinta.
La primera vez que leí ¿Quién teme al Bauhaus feroz? me sentí reconfortada y vigorizada. Porque lo que descubrí en aquellas páginas ya rondaba de algún modo por mi cabeza aunque yo jamás hubiera sido capaz de expresarlo con tanto rigor y desparpajo. Y el modo en el que Wolfe despoja a Le Corbusier de su aura divina me pareció impagable —las teorías de Le Corbusier deben haber propiciado gran parte de los sueños húmedos de tantos profesores de proyectos...—. Wolfe lo baja, efectivamente, de su pedestal:
«Su Vers une architecture fue la Biblia. Hacia 1924 era uno de los genios imperantes de la nueva arquitectura. En su mundo era… ¡Corbu!, del mismo modo que Greta Garbo era ¡la Garbo! en el suyo; y todo por la energía de sus manifiestos, su fervor y un puñado de casitas (...)»
para ponerlo en el lugar que le corresponde: el de un teórico y comunicador de excepción y ya está. Y lo mismo hacía con el Estilo Internacional, con la Bauhaus, con Gropius… Mi pobre cabecita no estaba acostumbrada a semejante raudal de sensatez e ironía juntas:
«En Yale, después de una de las apabullantes intervenciones de Fuller, los estudiantes de arquitectura cayeron en un extático trance de acción rebelde y colectiva. Construyeron una enorme cúpula geodésica de riostras de cartón y la colocaron en lo alto de Weir Hall, el edificio neogótico de piedra gris de la escuela de arquitectura, mientras desafiaban al decano a que se atreviese a hacer algo al respecto. No lo hizo y la cúpula se fue pudriendo poco a poco.»
Sé que llego tarde pero: muchas gracias señor Wolfe.
Otras reseñas sobre obras de Tom Wolfe publicadas en ULAD: aquí
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Excelente tema y autor citado.
ResponderEliminarNo solo eso: es una reseña magnífica, por amena, completa, bien estructurada, con un punto de vista claro, tan válida para el profano como para el entendido, porque divulga, pero desde una óptica profesional. Beatriz, a mí me ha encantado.
ResponderEliminarManuel, gracias por comentar. Tom Wolfe no defrauda.
ResponderEliminarUn saludo.
Montuenga, muchas gracias. No es una reseña como las que suelo hacer y por el tema que trata no he podido evitar darle ese toque tan personal. Me alegra que el mensaje haya llegado adecuadamente.
Un abrazo.