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domingo, 31 de diciembre de 2017

Seis por uno: Caballo de Troya, 2017

Pues sí, amigos de ULAD, para acabar el año vamos a intentar un número nunca antes visto en el circo ULADiano, el no va más de las reseñas: ¡una reseña séxtupla! Voy a comentar los seis libros elegidos por Lara Moreno para ser publicados en Caballo de Troya en 2017; como me imagino que sabéis, desde hace unos años Caballo de Troya escoge un editor invitado (Elvira Navarro, Alberto Olmos, Lara Moreno...), quien a su vez escoge los textos que va a publicar ese año, siempre con la idea de descubrir "nuevas voces y literaturas en lengua castellana".

Hay dos motivos por los que este año he leído toda la selección de Caballo de Troya: en primer lugar, tenía curiosidad por ver el sentido que Lara Moreno le daba a su selección, en conjunto; y además, el hecho de que los eBooks de Caballo de Troya sean tan baratos (alrededor de 4€ cada uno) hace que realmente merezca la pena el gasto: casi se puede decir que he leído seis libros por el precio de uno (si ese uno es grande y de tapa dura).

Vamos a ello:

1.- La hija del comunista, de Aroa Moreno Durán
Valoración: Muy recomendable

Este libro no necesita mucha presentación, ya que acaba de ganar el Premio Ojo Crítico 2017. Narra la vida de una descendiente de exiliados españoles en la Alemania del Este, que por amor decide escapar de su país, dejar atrás a su familia y amigos y buscar una vida mejor y más libre (y sobre todo, más romántica) en Occidente. Si lo consigue o no tendréis que descubrirlo leyendo la novela, no voy a destriparla.

Cuando estaba a medio camino de la novela tuve que googlear el nombre de la autora para tener la seguridad de si era una novela autobiográfica (que no lo es); esto en sí mismo me parece una buena señal, ya que da cuenta de que la ambientación está bien conseguida, fruto de una documentación exhaustiva pero que al mismo tiempo no se sobrepone a la novela (como pasa demasiadas veces). Quizás la última parte decrece un poco y pierde algo de originalidad para dar lugar a escenas más melodramáticas, pero en conjunto es una obra bien construida, bien desarrollada y que se lee con placer. 

El mensaje final de la novela, que explícitamente recuerda que el Muro de Berlín cayó, pero en el mundo actual hay muchos otros muros, me parece prescindible; los lectores son (se supone) lo bastante listos como para hacer los paralelismos necesarios.



2.- Hamaca, de Constanza Ternicier
Valoración: Muy recomendable

Esta es la novela más tierna de las seis, la que muestra una sensibilidad más delicada, también en cuanto al estilo en el que está escrita. Narra la "educación sentimental" de una niña, Amparo, cuya madre huye en medio de una crisis psicológica/psiquiátrica; cuyo padre se refugia en el silencio y en los puzzles, y que debe por lo tanto convivir con su abuela, sus amigas y algunos chicos que provocan en ella sentimientos encontrados de atracción y rechazo. 

Sin ser una novela excesivamente rompedora en cuanto al argumento (que encaja en el molde de la bildungsroman o novela de aprendizaje), la novela destaca como decía por la forma cuidada en que está escrita (con un estilo poético pero sin afectación, bonito sin ser cursi), y por la construcción de una voz propia para el personaje protagonista: soñadora e independiente, confusa y decidida, cariñosa y esquiva.

En este caso Lara Moreno ha hecho una pequeña trampa, ya que esta novela es una reedición: la novela se publicó ya en Chile, y ahora Caballo de Troya la trae a España.


3.- Televisión, de María Cabrera
Valoración: Decepcionante


Esta es la novela que menos me ha gustado de las seis; de hecho, me parece un intento fallido. La novela se centra en los problemas, corrupciones y luchas internas de una televisión pública (Telemadrid, en este caso) y en el efecto que estos problemas tienen en Henar, una trabajadora de la sección de documentación y archivo. La novela alterna capítulos sobre la vida personal y sentimental de la protagonista, con otros capítulos dedicados al "nosotros" de los trabajadores, y alguno narrado desde el punto de vista de los hombres que se relacionan con ella.

La idea tenía muchas posibilidades: una televisión, edición de imagen, archivo, manipulación, propaganda; daba para una novela de Don DeLillo. Pero el resultado me parece que no consigue desarrollar esta premisa. El estilo me parece descuidado; la historia principal no me convence ni me conmueve. Creo que este es un caso de novela-denuncia en la que la denuncia (justa y necesaria, sin duda, eso no está en cuestión) se ha comido a la novela. El mensaje final, recordando la memoria de los novecientos trabajadores de Telemadrid despedidos durante la crisis económica, acentúa aún más esta sensación.


4.- Animal doméstico, de Mario Hinojos
Valoración: Recomendable


Animal doméstico es la novela más experimental de las seis, la más ambiciosa desde el punto de vista técnico y formal. El personaje protagonista ha quedado traumatizado como consecuencia de una guerra en la que se usan perros salvajes como arma. Torturado por este recuerdo, se refugia en una misteriosa casa-sanatorio junto con un terapeuta heterodoxo y su misterioso/a ayudante. La novela se compone a base de capítulos fragmentarios que el lector debe esforzarse por unir y entrelazar: narraciones de las sesiones de terapia y de la vida en la casa-sanatorio; recuerdos de la vida anterior del protagonista; y secciones "documentales" (las que personalmente más me han atrapado) en que se registra el uso de perros como arma de guerra, desde la Antigüedad hasta nuestros días.

Hay que valorar, como decía, el riesgo de componer una novela tan exigente: la experimentación formal se combina con una indagación muy actual sobre los límites entre lo humano y lo animal, sobre el poder de controlar los cuerpos (y las mentes) de los otros; sobre las consecuencias vitales y políticas de la guerra. No le doy un "muy recomendable" porque me parece que la historia central (la relación del protagonista traumatizado con su terapeuta y con los demás habitantes de la casa) no es lo suficientemente fuerte como para sustentar el resto del edificio; la novela terminó por hacérseme algo larga. Pero desde luego está cargada de sugerencias e ideas interesantes, particularmente para los investigadores que trabajen sobre "posthumanismo" o Animal Studies (que los hay, y muchos).


5.- Madre mía, de Florencia del Campo
Valoración: recomendable

La novela (¿novela o memoria?) toma como punto de partida una grave enfermedad de la madre de la narradora, y se coloca en un íntimo dilema moral: ¿debe una hija, una buena hija, renunciar a su vida, a sus sueños y a sus deseos y volver a casa para cuidar de la madre enferma? ¿No hacerlo la convierte en un monstruo del egoísmo, o simplemente en una mujer independiente?

La obra también se plantea otra cuestión crucial: hasta qué punto es posible narrar el dolor y la muerte, con qué materiales se puede construir de manera adecuada la memoria de un cuerpo en decadencia cuando ese cuerpo no es el nuestro. La imposibilidad de contar, de reconstruir, explica (al menos en parte) la estructura fragmentada y la multiplicación de voces (interiores) que pueblan la voz de la narradora.

No sé decir con mucha precisión por qué esta novela no ha llegado a emocionarme: quizás esa misma experimentación formal me haya alejado un tanto de la empatía, o quizás me haya cansado ya del yoísmo literario (llamémoslo autoficción) que puebla nuestras estanterías desde hace unos años. También coincide que este año, para esta entrada, leí unos cuantos libros sobre la muerte de un ser querido, como Memorias de una viuda de Joyce Carol Oates o El año del pensamiento mágico de Joan Didion, y los dos me parece que diseccionan mejor el dolor, la pérdida, el duelo, la culpa del superviviente.


6.- En la ciudad líquida, de Marta Rebón
Valoración: está bien


Y el año acaba con otra no-novela (salvo que consideremos como Baroja que la novela es capaz de digerirlo todo): un texto que combina las memorias de la autora en sus viajes a diversos países del mundo; fragmentos y esbozos de biografías de un buen puñado de escritores, mayoritariamente rusos, y fotografías, muchas fotografías, la mayor parte de ellas también de Rusia, capturadas por Marta Rebón, o por Ferrán Mateo (que me imagino que es el mismo Ferrán al que se dedica la novela), o sacadas de archivos o de Wikimedia Commons.

El mayor interés de la obra está precisamente en este carácter híbrido entre el yo y el otro, entre el texto y la imagen; con todo, los fragmentos dedicados a los viajes de la narradora y un "tú" (¿Ferrán?) al que se dirige ocasionalmente están menos logrados, y atrapan menos, que las historias sobre Dostoievski, Brodski, Chejov o Nabokov, por ejemplo. De hecho, al conjunto parece faltarle algo de esqueleto: un propósito o una idea que articule el conjunto de materiales y que los haga dialogar más claramente los unos con los otros, más allá de la acumulación y de la presencia de la cultura rusa.


Comentarios finales:
En conjunto, creo que se puede decir que Lara Moreno ha hecho una labor notable en su año como editora de Caballo de Troya. Quizás lo que dé unidad a las obras elegidas, dentro de su variedad, sea la reflexión en torno al yo, a la identidad y a la memoria, individual y colectiva, y al papel que la narración (un concepto más amplio que la literatura) puede desempeñar en este campo. Las seis obras se situán así en una tendencia central de la narrativa actual (que, por otra parte, creo que empieza a dar señales de agotamiento).

En cualquier caso, con algunas irregularidades (prácticamente inevitables en este tipo de selecciones), el conjunto de obras es variado en el estilo, la forma y los temas, pero de una alta calidad literaria. Si en 2015 el bombazo de la serie fue El comensal de Gabriela Ybarra, y en 2016 (aunque en diferido, como el despido de Bárcenas) El estado natural de las cosas de Alejandro Morellón (ganadora del Premio de relato Gabriel García Márquez), parece que este año ese lugar le corresponde a La hija del comunista de Aroa Moreno, ganadora del Premio Ojo Crítico y presente en muchas listas de "los mejores libros del 2017". Aunque personalmente, como he dicho, la novela que más me ha gustado de la serie ha sido Hamaca, de Constanza Ternicier.

No querría acabar la reseña sin mencionar el diseño de las portadas de la serie de este año: minimalistas, elegantes, con un sentido de unidad entre todas las novelas y al mismo tiempo con una clara individualidad en cada una de ellas. Enhorabuena al responsable o responsables, que no siempre aparecen identificados en los libros, creo.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Vita Sackville-West: Toda pasión apagada

Idioma original: inglés
Título original: All passion spent
Traducción: Beatriz García Ríos
Año de publicación: 1931
Valoración: Recomendable

Es inevitable hablar de la aristócrata Vita Sackville-West sin mencionar a Virginia Woolf: porque ambas coincidieron y participaron activamente en el grupo cultural-progresista Bloomsbury, porque compartían una ideología feminista y también porque fueron amantes. Sin embargo tenían personalidades bien distintas; frente a la delicadeza y feminidad de Virginia, la arrolladora vitalidad de Vita con su fijación por ponerse ropa de hombre (su amiga la tomó como modelo para escribir Orlando y vete a saber cuántas más sinergias se produjeron entre estas dos creadoras). Vita también escribía, pintaba… después de todo tenía dinero, influencias y mucha mucha personalidad, así que podía hacer lo que le diera la gana. Y aunque no sé qué tal se le daba pintar, desde luego que talento literario no le faltaba.

Vita Sackville-West escribió multitud de poemas, algunas biografías y varias novelas, de entre las cuales suele destacarse Los Eduardianos (1930) y Toda pasión apagada (1931). Tan solo he leído esta última y me ha parecido una joyita.

Resumen resumido: Lord Slane, quien fuera virrey de la India y un respetable ministro en sus años de senectud, muere de viejo en su mansión de Londres dejando seis hijos, nietos, bisnietos y una viuda, la atenta y entregada Lady Slane. Los hijos y sus respectivas parejas ya han empezado a planificar el futuro de la anciana matriarca cuando, inesperadamente, Lady Slane anuncia sus propios planes sobre lo que va ser su vida en adelante, dónde va a vivir e incluso, el exiguo régimen de visitas que está en disposición de aceptar; todo ello sin perder la serenidad y la dulzura que siempre la caracterizaron. A partir de ahí, compartiremos la nueva vida de Lady Slane, conoceremos a sus nuevos amigos, revisaremos su juventud y su pasado en general y descubriremos con ella cómo y por qué se apaga de un plumazo la pasión de una joven dama que sueña con ser pintora. 

Se trata de una novela de autoconocimiento (o redescubrimiento en este caso), impregnada de una percepción muy lúcida sobre el papel al que se reduce a la mujer y cómo su identidad, (su YO) se diluye en el basto mar de la familia y la sociedad. Dado que estamos hablando de principios de los años treinta me ha resultado hasta revolucionario (ojalá tanto mujeres como hombres del siglo XXI fueran plenamente conscientes de los conceptos que esta obra plantea y cuestiona con tanta naturalidad).  

Se emplea un narrador en tercera persona omnisciente que focaliza en la protagonista pero que también se acerca puntualmente a otros personajes para enriquecer y ampliar la percepción del lector en relación a Lady Slane y sus circunstancias. En este sentido se produce un error al principio de la novela cuando el narrador se pone en el lugar de Edith, la hija menor de la protagonista; ese acercamiento tan próximo y puntual en un personaje secundario hace pensar que vaya a jugar un papel decisivo en la trama, cosa que no sucede. Se trata de un lapsus narrativo bastante común que debería haber sido subsanado con la debida revisión del texto. No deja de ser una cuestión anecdótica que no empaña el resto de valores de la obra.

La novela tiene una estructura muy sencilla dividida en tres partes:
  • La primera parte, la más mordaz, recoge los acontecimientos familiares desde la muerte del patriarca hasta que Lady Slane se instala en su nuevo hogar y conoce a los que van a ser los amigos que la acompañarán hasta el final de sus días.
  • La segunda parte nos introduce en los recuerdos de la vieja dama, desde que se vio comprometida con su futuro marido (y sus planes de dedicarse a la pintura se le escurrieron entre los dedos); también compartimos con ella su proceso de reflexión en relación a lo que ha sido su vida y lo que ella hubiera deseado que fuera. Es la parte más íntima de la obra y, en mi opinión, la más bella.
  • La tercera parte es la más emocionante y emotiva puesto que en ella se producen dos encuentros de la protagonista con dos personajes inesperados de su entorno próximo. Dichos encuentros contribuirán en gran medida a que Lady Slane deje este mundo habiendo vibrado por última ver y en paz consigo misma.

Lo más interesante de Toda pasión apagada es sin duda su estilo fluido e irónico que nace de un profundo conocimiento de la clase alta y sus miserias. El retrato resulta esclarecedor a la par que muy satisfactorio en la lectura puesto que Vita es una autora que apela a la inteligencia del lector sin torturarlo con frases enrevesadas o palabras extrañas y esgrime la sencillez para hacer llegar con delicadeza sus mordaces mensajes. Por otra parte, es capaz de alternar esos episodios con los bellísimos pasajes evocados por la memoria o las reflexiones de la sabia anciana que, no olvidemos, es una pintora frustrada y tal vez por ello muchas de las imágenes que traslada al lector están impregnadas de una poderosa plasticidad y resultan de una sensibilidad abrumadora:
«La vida era ese lago, pensó Lady Slane, sentada bajo la cálida pared sur entre el aroma de los melocotones; un lago que ofrece su superficie uniforme a gran cantidad de reflejos, dorado por el sol, plateado por la luna, oscurecido por una nube, encrespado por una onda; pero siempre llano, un plano, manteniendo sus límites, sin dejarse enrollar en una bola apretada y dura, tan pequeña como para sujetarla en la mano, que era lo que la gente intentaba hacer cuando preguntaba si la vida de uno había sido feliz o infeliz».
Por todo lo expuesto: recomendable. Un qué revolucionario para su época (y por desgracia, para la nuestra también) y un cómo pausado y bien medido, cuyo tono y estilo engancha a la lectura. 

En relación al título, Toda pasión apagada tiene un regusto pesimista pero debo advertir que la obra no lo es, en mi opinión la mirada hacia el pasado de Lady Slane es una mirada madura con el objetivo no sólo de reconocerse en los errores cometidos sino también para valorar más la oportunidad que se le brinda de «retirarse» a su manera. Esa imagen me emociona, me hace pensar en el camino que emprenden los elefantes hacia donde yacen sus antepasados, justo antes de morir; un viaje colmado de dignidad y sabiduría. Y en ese viaje, Lady Slane se reconoce en la joven que no supo reaccionar para defender su YO y en ese redescubrimiento recupera su amor por sí misma.

(Atención a la portada requetechula que Sara Morante realizó para la edición de Alfaguara. Pido disculpas de antemano por la mala calidad de la imagen que no hace justicia al original).

viernes, 29 de diciembre de 2017

Ryszard Kapuscinski: Viajes con Heródoto


Idioma original: polaco
Título original:  Podróże z Herodotem
Año de publicación: 2004
Traducción: Agata Orzeszek
Valoración: Recomendable

Sin que esto sirva de justificación para algunas omisiones, y un poco en nombre de todos los que colaboramos aquí (aunque nadie me lo haya pedido) diré que lo de cumplir con el nombre de este blog no es sencillo. Y a medida que el tiempo pasa lo es menos. Porque cada vez hay más obras reseñadas, porque nuestras reservas mentales menguan y nuestra capacidad de repetirnos crece, porque la oferta es tan extensa que abruma, porque a veces uno necesita buscar algo que no suene a lo de siempre y esa búsqueda es arriesgada e infructuosa y es difícil que un gran autor no haya sido descubierto antes o promocionado antes y las apuestas con la única guía de la intuición solo arrojan frutos tras mucha decepción y mucho abandono y mucho descubrimiento de la sopa de ajo.

Viene a colación este rollo por el hecho de que vuelva con cierta frecuencia a esos autores fetiche (todos los tenemos) y me reitere en sus libros e intente acabar completando su obra como medida de justicia con el mundo o efecto equilibrador de la enorme injusticia que vivimos cada día con escritores mediocres pero promocionados acaparando no solamente el dinero de los lectores sino su preciado tiempo. No defenderé jamás que haya que leer cualquier cosa. Se emplea el mismo tiempo en leer un mal libro que uno bueno y, a mí me parece obvio, la lectura de malos libros suele alejarnos de nuestro vicio favorito.
Veinte líneas, entonces, he necesitado para justificar leer otra vez a Kapuscinski, y vuelvo a recomendar leer casi cualquier libro suyo y este Viajes con Heródoto, aunque se trate de una relativa aventura fuera de sus crónicas habituales, pues también, cómo no. Aquí Kapuscinski toma cierta perspectiva y reflexiona sobre sus primeras experiencias como reportero, las que le llevarían a austeros hoteles y desplazamientos con gastos bajo lupa por cuenta de sus jefes polacos. China, la India, Etiopía, Tanzania, Argelia. Destinos de lo más variado donde el Kapuscinski joven, años 50, empieza a desarrollar ese malsano interés que evolucionaría para configurar lo más granado de su obra. Con un curioso acompañante: Kapuscinski se hace acompañar de la Historia de Heródoto, admirada crónica donde se describen, con todo lujo de detalles (qué brutos llegaban a ser los griegos y los persas) toda suerte de contiendas bélicas, cuitas para aspirar al poder o mantenerse en él, andares de personajes de la época y reflexiones que justifican la fascinación creciente y la determinación más creciente aún de Kapuscinski por perseguir ese objetivo: explicar lo que ve y explicar lo que intuye (y explicar que lo intuye), de manera que se limite a ser un testigo privilegiado. Por lo que este libro se constituye también como una bildungsroman centrada en el despertar de la vocación del Kapuscinski cronista. Se aporta la perspectiva de una rememoración de esos momentos, compatibilizando la lectura del clásico con la presencia en todos esos destinos y, con un cierto aire naif, se acaba "forzando" cierta similitud entre la óptica del cronista dos mil años atrás y la del presente, y a veces ello funciona como complemento y otras veces ralentiza lo que todo aficionado al genial periodista polaco espera: esa descripción de los escenarios rebosante de agudeza analítica y sentido común a veces queda cercenada por las menciones a Historia. En este sentido, Viajes con Heródoto gratifica al asiduo, pero no lo veo adecuado como primer paso de acercamiento a su obra, papel que le reservaría a Ébano o El imperio o El sha o la desmesura del poder y así me saldrían hasta media docena.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Entrevista: Paulo Coelho, ULAD rectifica.

Un día ya algo lejano decidimos de forma arbitraria que daríamos la espalda a la obra de Paulo Coelho. Lo hicimos sin mediar acuerdo ni someterlo a más causa que la sensación, que creíamos definitiva, de que su obra no suscitaba interés ni lejanamente comulgaba con lo que pensábamos debía ser el perfil general que entendíamos ideal en nuestro blog.
No solemos rectificar a menudo. Pero, en determinados casos, no toda decisión es definitiva y hemos de aceptar que obramos bajo el arrebato de purismo que creíamos justificaba una
decisión firme y dura. Hace poco hemos sido contactados por el área de prensa y asesoría de Coelho, que ha detectado, a raíz de nuestra reciente explosión de visitas, que tanta y tan contundente crítica negativa está haciendo mella en sus ventas y, aunque Coelho se manifiesta (y le creemos) ajeno a las cuestiones materiales, sí que quiere que medios como el nuestro no pongan en tela de juicio su calidad como escritor, su torrente inspirador para la Humanidad y su prestigio artístico. Nos ofrecieron una entrevista y decidimos aceptar. Porque todo el mundo merece una segunda oportunidad.


Saludando a todos los hasta hoy desorientados Uladianos

A solas con Coelho


¿De verdad le parecía tan importante ser ignorado por nuestro blog? 
Esperar es doloroso. Olvidar es doloroso. Pero no saber qué hacer es el peor tipo de sufrimiento.

Y ahora que nos tiene ante sus palabras, ¿cómo se siente?Cuando una persona desea realmente algo, todo el universo conspira para ayudar a esa persona a realizar su sueño. La vida siempre fue un problema de esperar el momento correcto para actuar.

¿Profeta, salvador de la humanidad, predicador, literato?Mi Maestro decidió darme lecciones de Alquimia. Descubrí que el lenguaje simbólico, que tanto me irritaba y desorientaba, era la única manera de alcanzar el Alma del Mundo.

¿De dónde la viene esa vocación mística?En algunos momentos las personas son incapaces de entender la felicidad.

¿Se considera un elegido? ¿De Dios? ¿De la Fortuna? ¿Del Destino? ¿Del Cósmos?Ya he dicho que cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla.

¿Qué le pide a la vida? 
Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena. La vida no está hecha de deseos y sí de los actos de cada uno.

¿Se han cumplido sus expectativas hasta ahora?Siempre hay que saber cuándo una etapa llega a su fin. Cerrando ciclos, cerrando puertas, terminando capítulos; no importa el nombre que le demos, lo que importa es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya se han acabado.

¿Se considera un escritor profundo?Existe un lenguaje que va más allá de las palabras. Las cosas simples son las más extraordinarias pero solo los sabios consiguen verlas.

Sr. Coelho ¿usted se gusta?No intentes nunca gustar a todo el mundo o perderás el respeto de todos. A pesar de eso, sí que me gusto.

¿Cree que lo que hace se puede llamar literatura?Cuando escribo un libro, lo hago para mí mismo; la reacción depende del lector. No es asunto mío si a la gente le gusta o le disgusta.

¿Qué pretende conseguir cuando escribe?No soy ni un genio ni un sabio, en todo caso un “guerrero de la luz”, como todos los escritores lo son. Alguien que busca pensar, cuestionarse y reflejar su tiempo.

¿Cuál es su rutina al escribir?Coraje. Comenzando la jornada con esta palabra, y siguiendo con la fe en dios, llegarás hasta donde necesitas. Cada día escojo la verdad con la que pretendo vivir.

¿Alguna vez, puede que en sus inicios, se planteó dejar de dedicarse a escribir? En caso afirmativo, ¿qué le hizo cambiar de opinión?Todo hombre tiene derecho a dudar de su tarea y a abandonarla de vez en cuando; lo único que no puede hacer es olvidarla.. La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante. Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él. Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar. Jamás dejes que las dudas paralicen tus acciones. Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar, incluso sin tener la seguridad o certeza de que estás decidiendo correctamente.

¿El dinero es importante para usted?No fui animado a seguir la carrera de escritor porque mis padres pensaban que iba a morir de hambre. Pensaron que nadie puede ganarse la vida como escritor en Brasil. No estaban equivocados.

Se rumorea que usted publica una y otra vez el mismo libro, ¿cree que es verdad?Podemos creer que todo lo que la vida nos ofrecerá mañana es repetir lo que hicimos ayer y hoy. Pero, si prestamos atención, percibiremos que ningún día es igual a otro.

¿Cuáles son sus lecturas favoritas?Trato de rendir homenaje a grandes escritores que lograron alcanzar el Lenguaje Universal: Hemingway, Blake, Borges, Malba Tahan, entre otros.

¿Vive usted con los pies en el suelo? ¿Y sus lectores?No soy un escritor de autoayuda. Soy un escritor de resolución de problemas propios. Cuando la gente lee mis libros, provoco cosas. No puedo justificar mi trabajo. Hago mi trabajo; depende de ellos clasificarlo y juzgarlo.

¿Le preocupan las desigualdades sociales, la libertad de expresión, el cambio climático?Lo que me interesa en la vida es la curiosidad, los desafíos, las buenas luchas con sus victorias y derrotas. Pero reconozco que no existe amor en en paz: siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas.

¿Qué le sugieren los conceptos feminismo, racismo, homofobia?Todo está permitido menos interrumpir una manifestación de amor. Esto es la libertad: sentir lo que el corazón desea, independientemente de la opinión de otros.

Dígame una cosa: sinceramente ¿cómo andamos de autocrítica?Cuando crezcas, descubrirás que ya defendiste mentiras, te engañaste a ti mismo o sufriste por tonterías. Si eres un buen guerrero, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan. Afronta tu camino con coraje, no tengas miedo de las críticas de los demás. Y, sobre todo, no te dejes paralizar por tus propias críticas. Los errores son una manera de reaccionar. Podemos cometer muchos errores en nuestras vidas, menos uno: aquel que nos destruye. A veces insistimos en ver la paja en el ojo ajeno y no vemos las montañas, los campos y los olivares.

¿Cuáles considera usted que son los pilares principales de la vida?El sexo, el dolor y el amor son experiencias límite del hombre. Y solamente aquel que conoce esas fronteras conoce la vida; el resto es simplemente pasar el tiempo, repetir una misma tarea, envejecer y morir sin saber realmente lo que se estaba haciendo aquí.

Usted escribe sobre temas trascendentales, ¿se debe a que teme usted a la muerte?Morir mañana es tan bueno como morir cualquier otro día.

¿Algún deseo para el año que está a punto de empezar?Quiero creer que voy a mirar este nuevo año como si fuese la primera vez que desfilan 365 días ante mis ojos.
¿Nada más que añadir?Nunca me cansaré de repetirlo: cuando una persona desea realmente algo, todo el universo conspira para ayudar a esa persona a realizar su sueño. El barco está más seguro cuando está en el puerto, pero no es para eso que se construyeron los barcos.

¿Puede dedicarnos algunas palabras finales? 
Corred el riesgo de ser diferentes, pero aprended a hacerlo sin llamar la atención. Todo el mundo tiene un potencial creativo y desde el momento en que puedes expresar ese potencial creativo, puedes comenzar a cambiar el mundo.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Manolo Carot & Rubén del Rincón: El boxeador

Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: entre recomendable y está bien

Para un combate de boxeo, en principio hacen falta dos que peleen. Por tanto, en realidad un combate  es, como mínimo, dos combates distintos, de igual modo que una historia, la que sea, es tantas historias como personajes participan en ella  (recordemos el famoso cuento En el bosque, de Ryunosuke Akutagawa). Vale, ya lo sé: entonces, en el caso del boxeo tampoco habría sólo dos combates, sino tantos como espectadores lo contemplaran, incluido el árbitro... Pues sí, pero para lo que caracteriza este cómic que reseño hoy, no resulta demasiada práctica esa visión. Porque no se trata de un sólo cómic, sino de dos: uno frente a otro, como dos púgiles enfrentados en un cuadrilátero. O un solo cómic, puesto que es un único combate (sí, ya sé que me contradigo...).

En fin, que se decida en el ring: a su derecha, con pelo corto negro, patillorras de bandolero y mucha, pero que mucha mala leche, Rafa "Warmachine", un tipo que no sabe lo que es el miedo, y así le va. Huérfano recogido por una amiga de su padre que regenta un puticlú, busca sus límites, desdeñando incluso sus propias cualidades pugilísticas, porque donde esté un buen guantazo, que se quite la técnica...

A su izquierda, con tupé rubio y rasgos de Adonis, Héctor "el Guapo", formado para atleta olímpico, técnica perfecta, familia adinerada pero con problemas inconfesables. Ninguna derrota en su palmarés.

Dos estilos contrapuestos para dos historias contrapuestas que ya digo bien pueden ser la misma. Dos historias de aprendizaje y de rebeldía, de encontrar el propio hueco en el mundo aunque sea a costa de sacrificar lo que ya se tiene, aun  conseguido con no poco esfuerzo. Dos historias gozosas, al fin y al cabo, incluso para ambos protagonistas, pues ese combate que les enfrenta y hermana, pese al dolor y el esfuerzo, acaba por ser el momento más revelador que vivirán. Junto a ellos, una serie de secundarios en la tradición de las historias de boxeo y también, incluso, del género negro: Lau, el entrenador de vuelta de todo, que les descubre; la femme fatale; la jovencita enamorada; el amigo/rival (un Yazziz que adquiere una importancia fundamental, por otra parte)...

En cuanto a la parte gráfica, señalar que, aunque cada uno de los dibujantes se ha dedicado a uno de los protagonistas -Del Rincón a Rafa, con un estilo más rotundo, Manolo Carot a Héctor, tendiendo más a la abstracción y a cierta delicadeza-, el resultado es suficientemente homogéneo, pero sin resultar plano en absoluto, como para suponer un aliciente más a la hora de leer este cómic; sabiamente entintado en negro y rojo, sin más, obviando los fondos muy detallados -un acierto, sin duda- y dotando a las viñetas de una energía vibrante que, sin duda, merece este combate.

Ahora, a leerlo, antes de que suene la campana...








martes, 26 de diciembre de 2017

Stanislaw Lem: El hospital de la transfiguración

Resultado de imagen de el hospital de la transfiguracionIdioma original: polaco
Título original: Szpital przemienienia
Año de publicación: 1948
Valoración: Recomendable



A pesar de las irregularidades de su obra, recomiendo visitar a Lem de vez en cuando. Por la humanidad que transmiten sus novelas –comparable a alguien como Zweig, nada menos– por sus incursiones en el conocimiento científico, por la solidez de sus argumentos y por la sencillez y claridad con que narra. Esta es su primera novela escrita, que no publicada por culpa del clima político de entonces. Y es que, además de terminarla en fechas tan convulsas como 1948, está ambientada en los inicios de la invasión nazi, cuando los polacos estaban empezando a comprender qué les estaba ocurriendo. Una obra temprana en la que el autor ya demuestra su talento. Es cierto que más adelante manejará las herramientas con mayor seguridad, pero el resultado, más que correcto, adelanta las obsesiones y escenarios que luego pondrá en marcha tomando la ciencia ficción como excusa. Atmósfera cerrada en las que cada personalidad y las relaciones que tienen lugar entre ellas se perfilan con tanta claridad como en un experimento de laboratorio, un exterior amenazante y desconocido que produce curiosidad y temor a partes iguales, y las conclusiones psico-sociológicas que podemos extraer de todo ello. A mí me ha hecho pensar que si hubiese leído las otras novelas a la luz de esta hubiese encontrado en ellas lo mismo que aquí. Simplificando mucho, claro, las SS serían el mundo extraterrestre y los tripulantes de la nave espacial, la Polonia invadida. En cualquier caso, no cabe duda de que, con el tiempo, Lem encontró la fórmula ideal para unir sus inquietudes sociales y científicas a la vez que camuflaba sus críticas con una envoltura aparentemente frívola.
Algo debía rondarle por la mente al joven Stanislaw cuando, ya en las primeras páginas, el amigo del protagonista intenta convencerle de que ingrese como médico en el psiquiátrico donde él trabaja con argumentos tan pintorescos que “en vez de un sanatorio, pareció estar pintándole a su colega una especie de observatorio extraterrestre…”. Uno de los capítulos se titula Lazos en el espacio, las descripciones presentan un paisaje bello pero frío e irreal, como el producto de una alucinación, los personajes, en cierto modo, se comportan como autómatas o “como actores de una comedia en la que ya todo estaba decidido de antemano” y es que, palabras textuales, todos en el hospital estaban locos, médicos incluidos. Tampoco sus personajes posteriores parecen muy cuerdos pues ¿hay mayor locura que lanzarse al espacio, y más en aquella época?
Aunque narrada en tercera persona, solo la mirada de Stefan nos va descubriendo el mundo peculiar que le rodea. Puede que el individuo más interesante –por enigmático y por mantener con el protagonista los diálogos más sugerentes– sea el poeta Sekulowski, un escritor conocido y reconocido que, a primera vista, reposa en el hospital por voluntad propia, pero aunque Stefan lo tome como un oráculo, nunca estaremos seguros del todo de que no se trate de un loco más, un loco ilustre que disfruta de ciertos privilegios. Suele hablar sentando cátedra, sus opiniones son bastante excéntricas y su comportamiento no muy ortodoxo, para acabarlo de rematar, su conducta final corrobora esta tesis. Pero su rol va más allá: sirve de recipiente a los balbuceantes pensamientos (quienes somos, de qué estamos hechos, qué nos depara el futuro, en qué consiste el oficio de escritor, es suficiente con tener talento para alcanzar el triunfo etc.) de un oponente en proceso de formación. A través de él conoceremos de verdad a un Stefan que, probablemente, funcione como alter ego del propio novelista.
Tras muchos capítulos de vida contemplativa y diálogos plagados de teoría que de alguna forma recuerdan a La montaña mágica, el exterior se introduce tras aquellos muros aparentemente impermeables y los acontecimientos se precipitan. La fisonomía de las ciudades ha cambiado, la autoridad es otra, la crueldad e insensibilidad de los invasores está fielmente descrita y las reacciones que desencadena en los miembros del equipo –contagio inminente incluido (se insinúa, incluso, el asunto de la selección de los más válidos)– acabarán de retratarlos. Es entonces cuando la intriga cobra protagonismo y la pasiva serenidad de la trama cede paso a una acción sin objetivo definido que, como en las argumentos especulativos del autor, puede acabar de mil maneras.


Otros libros del autor: Fiasco, Edén, La investigación, Solaris

lunes, 25 de diciembre de 2017

Jair Domínguez: Segui vora el foc


Idioma original: Catalán  
Año de publicación: 2014
Valoración: Se deja leer (siendo muy tolerante)

 La portada de Segui vora el foc da vergüenza ajena. Lo siento, pero es así. Estuve a punto de no leer la novela sólo por esto. Yo no conocía al autor, ni me sonaba el título de la obra. Lo único que tenía frente a mí era esta horterada. Y las primeras impresiones tienen mucho peso. La portada no es seria. Ni siquiera deliberadamente ridícula. Por favor, ¡si tiene la tipografía, los colores y la maquetación propias de un pakaging de muffins destinado a una target muy hipster!

 Cuánta cursiva, diréis. No os enfadéis. Parece que hablar así es de cronistas posmodernos. En Segui vora el foc se explota mucho este recurso. Emo y selfie son sólo dos de las muchas palabras en cursiva que aparecen en este libro.

 Perdón, ya me he tomado las tilas. Prosigo. Intentaré controlarme; ya está bien de tanto despotricar. A estas alturas de la reseña, parece que la novela no me haya gustado nada. Y debo decir que, aunque no me ha parecido espectacular, tiene un aspecto positivo a destacar. La historia es algo anárquica y no está pulida ni en tono ni en ritmo, su protagonista apenas evoluciona, y, no obstante, el libro tiene frases interesantes. No brillantes, pero sí perspicaces. El libro, de hecho, es un cajón de sastre (o a veces un "cajón desastre") donde Jair Domínguez volcó todas estas frases y las interconectó como buenamente pudo. Es decir, el libro es una excusa, vale, pero si fingimos que no nos hemos percatado de lo endeble que es su razón de ser, puede funcionar a su manera. 

  Quedémonos con las frases, que son, cuanto menos, interesantes. Abordan temas como la corrupción institucional de las editoriales o la decadencia de la narrativa (¡qué ironía!). También señala el triunfo que la mediocridad ha logrado gracias a internet. La falta de moral en el sujeto contemporáneo. O la sociedad del cansancio, aunque expuesta desde una perspectiva muy distinta a la ya vaticinada por autores como Byung-Chul Han o Michele Serra. 

 El problema es que Jair Domínguez no denuncia críticamente estos aspectos de nuestro presente. Parece, más bien, señalarlos en un patético intento de ceñirse a un determinado modelo de literatura, un modelo irreverente y ácido. Ya sabéis, en plan Bret Easton Ellis o Chuck Palahniuk. Bueno, en los momentos en que ambos autores están en más baja forma. Ah, no olvidemos el aderezo a lo Hunter S. Thompson. Puro postureo, vamos. 

 Espontaneidad agradecida, pero sin contener mínimamente. Escándalo barato, (mal)entendido como fin, no como medio. ¿Absurdo y experimental a lo David Lynch, como pregonan algunos? ¡Ni de coña! ¡Ni de forma intencional ni sin querer! Pero las frases... Les falta honestidad y mala leche, y sin embargo las frases no están tan mal. Tenemos aquí a uno de esos escritores con la osadía de un acróbata a los que les falta la técnica necesaria para mantenerse en la cuerda. Jair Domínguez acaba por precipitarse al vacío. Al menos grita durante su caída, eso tengo que reconocérselo. Y las piruetas previas a la caída, aunque ahora sabemos que eran una fanfarronada, también han tenido su qué. 

domingo, 24 de diciembre de 2017

El libro y su momento

Como seguramente he comentado alguna vez, creo que el libro tiene interés desde varios puntos de vista. Por ejemplo, como objeto físico, con su formato y peso determinados, el ejemplar que tenemos entre manos, junto con la forma en que ha llegado a nosotros (compra, regalo, préstamo), posee sustantividad propia, que forma una unidad con su contenido. Quizá por eso tengo tan poca afición al el libro electrónico, en el que todo esto queda bastante diluido, y solo el texto en sí conserva su importancia.  

De la misma forma, tal vez con mayor intensidad, el hecho de leer en un momento y lugar determinados le añade al libro características subjetivas que, si son suficientemente potentes, quedan fundidas con aquello que recibimos del autor. A veces tanto reseñistas como visitantes del blog hemos aludido a alguna de estas circunstancias, y se ha recordado la ocasión, el lugar o el momento
preciso en que se ha leído un libro concreto. Son recuerdos muchas veces intensos y nítidos que siempre me traen a la memoria situaciones similares que he vivido, libros leídos en circunstancias singulares, que han quedado para siempre indisolublemente unidas a aquellas lecturas. Y me voy a permitir contar algunas de ellas. 

Sin lugar a dudas, mi experiencia más intensa con un libro tuvo como protagonista 'El ruido y la furia' de William Faulkner. Edición Bruguera de bolsillo, en color gris, titulada más literalmente ‘El sonido y la furia’. Lo leí en lo que probablemente era el entorno menos apropiado, o tal vez todo lo contrario: acompañando a una persona muy querida durante interminables noches en un hospital. Yo era muy joven, y la combinación de la atmósfera irrespirable de los pueblos polvorientos y los personajes desquiciados de Faulkner con la angustia ante la enfermedad y el dolor, resultó demoledora. Muchos años después me siento estremecer con el recuerdo, y hoy es el día en que soy incapaz de volver a abrir aquel libro, casi de tocarlo. La idea de releerlo me atrae, pero estoy seguro de que nunca lo haré.

En un tono desde luego mucho menos dramático, me viene a la memoria otro par de títulos directamente asociados a algunas otras dolencias, esta vez propias: 'El nombre de la rosa' (virus pillado por una imprudencia en la ruta del Cares) y una parte de la Biblia, leída a trozos durante bastante tiempo. En este último caso, no es tanto la enfermedad en sí lo que asocio al libro, sino la presencia de mi padre durante horas, en silencio, en un sofá junto a mi cama. Entiéndase que nuestra peculiar relación no daba mucha ocasión a escenas semejantes y, mientras leía los Salmos o las atrocidades de la época de David, no sé, me sorprendía en aquel cuadro familiar tan insólito.

A veces el libro adquiere ese estatus especial no por una sino por varias circunstancias anecdóticas que, todas juntas, forman un pequeño itinerario que se prolonga en el tiempo y hace que ese título, aunque de forma intermitente, mantenga una especie de presencia constante. Así me ocurre con 'Amaya o los vascos en el siglo VIII'. Era uno de los muchos volúmenes que lucían en la biblioteca de mis tíos que a mí, no sé si acertadamente, me parecía soberbia. En su momento no me atreví con aquel tocho, pero la renuncia quedó por ahí flotando, como una pequeña mancha. Bastantes años después me decidí, fue quizá el primer libro que leí en formato electrónico y tuvo además el honor (más bien lo tuve yo) de ser la primera colaboración que me publicaron los amables redactores de ULAD. Finalmente, como para completar el círculo, acabé comprándolo en papel en la honorable librería de viejo donde busco suministros desde hace mucho tiempo. 

Libros leídos durante enfermedades propias o ajenas, o cuando alguien se nos va, pero también en la playa, quizá durante un verano solitario, o no tanto, regresando en un tren de un viaje muy especial o coincidiendo con algún acontecimiento social o político, quizá en un país extranjero, cuando nos quedamos en paro o cambiamos de empleo, o de casa, o simplemente un fin de semana lluvioso que por alguna razón desconocida asociamos para siempre a aquella lectura. Libros dejados a medias, perdidos, robados o recuperados de un préstamo que parecía sin retorno. O, por qué no, un libro leído en una Nochebuena diferente. 

A veces el libro tiene un efecto medicinal, contrapesando un momento de dolor o de soledad, o puede sumar a la realidad amargura o desasosiego, quizá entusiasmo o tranquilidad. La mayor parte de las veces esas pequeñas historias pasan al olvido por intrascendentes, pero como lectores, queramos o no, algunos de esos libros no serán nunca solamente aquello que nos contaba su autor, sino ese mismo texto enredado para siempre con un trozo de nuestra vida, el objeto y la lectura que nos acompañó justamente en aquel momento. Seguro que nos ocurre a todos.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Daniel Mella: El hermano mayor

Año de publicación: 2017
Valoración: Recomendable

En nuestra entrada “Libros sobre la pérdida de un serquerido”, del pasado 21 de junio, Santi hablaba de la honestidad y capaz de contención que precisa un autor para ser capaz de adentrarse en el dolor sin caer en el cliché o en el melodrama, para no hacer del fallecido un héroe o un villano, etc. Pues bien, creo que Daniel Mella, en este “El hermano mayor”, lo consigue.

Alejandro, uno de los hermanos del autor, fallece en el verano de 2014. Su fallecimiento provocará en Daniel Mella y en su familia, o al menos tratará de provocar, una especie de purificación mental y espiritual. Pasado un tiempo, Mella rememora la noche del fallecimiento de Alejandro y los trámites posteriores (velorio,  crematorio, etc), al tiempo que repasa sin contemplaciones las relaciones familiares y personales.

Todo pasa por la cabeza y la pluma de Mella en esos días: Alejandro y su muerte son “solo” la excusa para formularse preguntas, muchas veces sin respuesta, acerca de la vida, la muerte, la culpa, el amor, las relaciones familiares, la escritura, etc.

La narración parte del trágico 9 de febrero en el que Alejandro fallece, pero no es una narración lineal. Presente, pasado y futuro se alternan, se superponen, construyendo múltiples tramas o historias paralelas en las que el peso del relato se traslada lentamente al propio autor, hermano mayor del fallecido. Y es que la muerte de Alejandro será para Daniel la herida de la que manará el arte, el dolor del que nacerá la creación.

Me gustaría destacar la capacidad de Daniel Mella para construir un relato doloroso, sobrio y crudo, en el que no encontraremos idealizaciones ni sentimentalismos y en el que la autocrítica está muy presente.

Por el contrario, el continuo viaje temporal hace que se vayan abriendo algunas historias de lo más interesante que, al terminar el libro, quedan en una especie de limbo. Resumiendo, creo que el libro admitía una mayor extensión y un mayor desarrollo de algunas de las tramas “secundarias”.

En cualquier caso, me quedo con lo positivo; hasta el punto de que trataré de encontrar alguna de las obras anteriores de este uruguayo que con “El hermano mayor” vuelve a demostrar la función catártica de la escritura.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Manuel Benet: Buena suerte

Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable

Manuel Benet demuestra bien a las claras, apenas unos párrafos al inicio de esta su primera novela que es uno de esos autores que, antes de afrontar publicación, y aparte del oportuno training en el mundo digital (blogs, relatos, etc.), ha leído lo suyo. No os lo digo por nada. No todos los escritores lo demuestran y a algunos se les ve demasiado a las claras quiénes son sus referencias. Pero este no es el caso. Benet no fusila estilos ni se inspira en nadie concreto porque ha leído, diría, bastante, y quizás me aventuraría a decir que en Buena suerte demuestra que es un lector voraz de novela negra. pero que no se queda ahí. Aún así, ni siquiera le adjudicaría esa etiqueta restrictiva a esta novela. Así que cabe añadir su aquél de ambición a sus cualidades, una ambición que reside en un ámbito diferente de todos aquellos pesados (algunos, glups, autoeditados) que se creen (porque se lo han dicho los amigos y algún compañero de trabajo) que juntan cuatro letras y un argumento algo surrealista y, voilà, ya eres un escritor y eso justifica un cierto posado trascendente en las fotos.
No es que Buena suerte vaya a revolucionar nada, aclaremos, pero se agradece el cuidado en la forma (no recuerdo erratas, no recuerdo frases sonrojantes, a lo sumo algún cliché o algún  párrafo aislado que se alarga en busca de evitar la imagen de una escritura funcional) y se agradece la intención de crear personajes con un trasfondo mínimo de complejidad. La historia de ese extraño triángulo conformado por Alex, Marcus, Miguel, tres  hombres que arrastran diferentes pasados se complementa con las tres mujeres contrapuestas, Valeria, Anna, Sofía, personajes femeninos que a Benet le han salido algo más unidireccionales, cada una a su manera. 
Alex, adolescente de familia desestructurada necesita dinero para comprarse una motocicleta, y Miguel, su tío con el que ha ido a vivir no puede dárselo. Y Alex encuentra una manera de obtenerlo, aunque decir encuentra quizás sea inexacto. Anna, prestamista de dulce hablar y amargo proceder, aceptará prestárselo a cambio de ciertos trabajitos relacionados con el recobro de deudas. Marcus arrastra el peso de la duda y del miedo: ha estado envuelto en hechos turbios y su relación con Valeria se resiente de ese sentimiento de culpa que le golpea y le aturde. Miguel, tío de Alex, es su amigo, su compañero en la policía, y actúa de confidente con Valeria, circunstancia que acaba incomodando a Marcus. A partir de esas premisas, Benet urde una trama donde la casualidad intervendrá de forma trágica, donde se desmarca un poco del estricto requisito de precisión y engranaje propio de cierta novela negra actual y donde, reglas de valoración de ópera prima mandan, a veces se le desborda algo esa ambición de que hablaba en el primer párrafo. No se me malinterprete, es valiente su determinación por no ceder su voz narrativa a los tópicos (que sí están justificados en unos diálogos que a veces parecen paréntesis en el discurrir de la novela), pero, dentro de su voluntad de mostrar sus recursos, a veces se le va la mano e hipoteca un poco el dinamismo que se le requiere a este tipo de novelas. Cuestión excusable y enmendable, como lo puede ser una extensión algo excesiva que puede inhibir a ese lector apresurado y selectivo que apuesta por lo seguro. Pero estoy convencido de que hará esos ajustes, que encontrará patrones narrativos menos rígidos, y que su segunda novela nos deparará alguna sorpresa.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Pablo Auladell: El paraíso perdido




Idioma original: Español
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable alto

 Pablo Auladell, ilustrador alicantino licenciado en Filología Inglesa, se embarcó en una tarea de proporciones titánicas: adaptar Paradise Lost, de John Milton, al formato de la novela gráfica. Sí, ese poema épico de gran envergadura, compuesto por 10.565 versos divididos en doce libros. Sí, la que es, para muchos, la obra cumbre de las letras inglesas. 

 En el prólogo de El paraíso perdido, Auladell advierte que trabajó en esta novela gráfica con “voluntad, soberbia y desigual fortuna”. Esta humildad, mezclada con cierta “soberbia”, me recuerda al yo poético de Paradise Lost, que afirma que el suyo es un “atrevido canto”, pero al mismo tiempo reconoce que necesita la ayuda de la “Musa de los Cielos” para acometerlo. No hemos ni empezado y ya vemos una de las muchas similitudes que existen entre ambas obras; una delicia, vamos.

 Pues nada, a lo que íbamos. Como imaginaréis, el de Auladel era un proyecto sumamente ambicioso. Y no me refiero únicamente en tanto que desafío conceptual. Su misma materialización acabó por ser una odisea. Hasta dos editoriales mostraron interés por esta adaptación, pero, por razones diversas, acabaron por dejarla de lado. 

 El caso es que, entre parones, Auladell tardó unos cinco años en terminar El paraíso perdido. El autor atribuye a este prolongado e intermitente proceso de creación cierta irregularidad en la "fisionomía de algunos personajes y en determinadas ambientaciones y tratamientos de color". La unidad (sobre todo la estética) acaba siendo, por ello, algo menos conseguido. No obstante, esta irregularidad no entorpece a la visión de conjunto de este cómic. De hecho, depende de cómo se mire, la añade un toque expresivo a las ilustraciones y queda como una anécdota de lo más curiosa en lo que concierne al desarrollo de la obra. Para mí, al menos.

 Adelanto ya mismo que el ilustrador dio la talla. En tanto que guionista y como dibujante. La calidad de El paraíso perdido es tal que fue galardonado con el Premio Nacional del Cómic del año 2016. Si a eso añadimos la edición de este libro... Pero me estoy precipitando. Por ahora, creedme cuando os digo que este libro es algo a lo que vale la pena echar un vistazo. 

La obra original 

 El Paradise Lost de Milton relata muchas cosas, pero vamos a centrarnos en aquélla que Auladell rescató para su adaptación: la doble caída. Es decir, la de Satán y el resto de ángeles rebeldes, y la de Adán y Eva (y, por extensión, la de "la nueva criatura", el Hombre).  

 En el poema, Satán es castigado por sublevarse ante Dios y condenado al Infierno junto a sus seguidores. Su pecado: la soberbia. Con el orgullo herido, el ángel caído fragua su venganza en su nueva morada... Finalmente decide condenar a la nueva creación de Dios,  haciéndole traicionar a su Creador.

 La teoría política que Milton defendía le incitó a escribir su poema en clave de metáfora: a través de Paradise Lost denunciaba a las monarquías absolutas. Pese a las creencias religiosas del autor, Dios vendría a ser la encarnación de un déspota que reina con puño de hierro. El propio Auladell aprovecha para retratarlo de este modo; Dios es una figura autoritaria y, sobre todo, distante. De Satán. De "la nueva criatura". Ni siquiera se le ve cuando expulsa del Paraíso Terrenal a Adán y Eva.

 Satán, en cambio, provoca mayor empatía. Se le ha humanizado. Ya Milton decidió darle un protagonismo en su Paradise Lost del que toda la literatura bíblica previa le había privado. Además, al traidor, en su afán por derrocar al tirano, se le puede considerar el portador del estandarte de la libertad. "Resulta preferible reinar en el Infierno" -proclama a sus tropas- "que servir en el Cielo". El contraste con un Dios intransigente y proclive al cólera es máximo, como puede apreciarse, pues Satán se preocupa por los suyos y lucha por un objetivo loable. Auladell responde a esta versión arrogante y carismática de Satán, mostrándolo como un ser bello y estilizado.

 En definitiva, uno de los temas que gravitaban en torno a la novela de Milton era el de la libertad. ¿Qué es preferible, una vida en la que se es feliz a cambio de ser ignorante y obediente o aquella en que somos libros, por nefastas que puedan ser las consecuencias? La carga trágica de Satán es tan inesperada como eficaz: el ángel caído y sus huestes de seguidores nos cautivan, nos volvemos cómplices de su causa rebelde.

 Y a esta lectura se acoge Auladell, según el ilustrador ha manifestado en varias ocasiones. Pinta bien, ¿no?

La adaptación 

 Auladell logra, en El paraíso perdido, encontrar el balance entre la aportación propia y el respeto al material original.

 Para el ilustrador, una adaptación es crear una obra nueva con hallazgos propios, no la mera repetición o una síntesis de la previa. Así lo demuestra en esta ocasión: su aportación gráfica potencia o hasta desarrolla aspectos que no estaban presentes en Paradise Lost. En otras palabras: Auladell consigue generar una obra en sí misma, autónoma, que no usa de muleta a aquélla en la que se basa.

 También consigue trasladar su propuesta a un medio y un lenguaje distinto aprovechando sus respectivas virtudes, sin tener que recurrir a las del previo. En este sentido, no es tan dependiente de su referente, cosa que ocurre en tantas otras iniciativas similares. 

 De hecho, Auladell acorta el texto de Milton a su mínima expresión. Cuando recurre a ellos, es fiel a los versos originales. Pero en muchos casos renuncia a emplearlos. Tiene confianza en que su intervención será capaz de compensar los fragmentos suprimidos, los versos obviados. Y hasta en que, gracias a ello, podrá aportar nuevo material. 

 Esta simplificación del poema embrionario de la que estoy hablando, cargada de inteligencia e intención, es fácil de reconocer. El paraíso perdido se ha estructurado en solamente cuatro capítulos ("Satán", "Un jardín de delicias", "Los primeros recuerdos del mundo" y "La espada flamígera"). Aprovechemos para recordar que el poema de Milton, en cambio, tenía doce cantos.

El apartado visual

 A continuación querría analizar con un poco de profundidad los aspectos visuales (o aquellos narrativos plasmados en lo visual) de esta novela gráfica. Auladell sentenció que quería que el peso poético recayera en las imágenes, y no en el texto, y por ello hay tanta destreza e inteligencia puestas en este apartado.

 Los dibujos de El paraíso perdido han sido realizados con grafito. A ratos, este material recibe un tratamiento de técnica húmeda. En general, pero, goza de trazos directos, sin aguar, en los que se deja la textura resultante, o se aborda mediante sutiles difuminados. El color ha sido añadido posteriormente de forma digital.

 El apartado gráfico de Auladell tiene una potencia visual increíble. Su estilo de ilustración es generalmente lírico y delicado. Lánguido y evocador. En ocasiones se vuelve agresivo y contundente. Un predominio de la mancha y la textura confiere un acabado más pictórico a las imágenes, casi impresionista. El ilustrador huye de la literalidad mediante el dibujo, y se beneficia de los recursos propios de esta disciplina, así como los del formato cómic, para contar narrativamente. Su sobriedad no renuncia a la grandilocuencia del poema original.


 En cuanto a representación, Auladell estira la figura; modifica sus proporciones y su anatomía a voluntad. Esta aproximación expresiva también es patente en atmósferas y formas. El tratamiento del cielo del Paraíso, de un pálido color azul, no es el mismo que el del Infierno. Tampoco los trazos sensuales, exóticos, de la vegetación del Paraíso tienen nada que ver con aquellos más hieráticos y severos del Cielo.

 Las viñetas son una absoluta delicia. Sus composiciones son exquisitas. Cuando el autor no las usa para enmarcar una imagen memorable, descentra su contenido intencionadamente para conferir una agilidad mayor a la lectura. Las transiciones entre escenas recurren también a estrategias gráficas de gran audacia.

 El color de El paraíso perdido deviene un elemento narrativo per se. En primera instancia, el cromatismo global es grisáceo, ceniciento. La ambigüedad de este color le va que ni pintado a los temas del poema adaptado.

 Tampoco podemos obviar que los toques color ocre, esmeralda o celeste juegan un papel importante a la hora de comunicar ideas o, en menor grado, estados de ánimo de los personajes. La tétrica y luctuosa paleta del Infierno difiere mucho respecto a la algo más luminosa empleada en el Paraíso.


Referentes

 Hay varios referentes ineludibles cuando uno aborda el Paradise Lost de Milton. Pablo Auladell demuestra en distintas ocasiones que lo sabe al dialogar con ellos. Pero también deja bien claro que es capaz de escapar de ellos, de rehuir de la inercia que impele a recurrir al imaginario más obvio y facilón.

 El alicantino rememora a Gustave Doré, a Henry Fuseli o a William Blake al apropiarse de parte de su iconografía y simbolismo. En ningún momento, pero, se deja abrumar por sus predecesores. No le tiembla el pulso a la hora de introducir variaciones y subvertir expectativas. Cuando ve que puede añadir su huella personal, lo hace sin remordimiento alguno. 

 Pongamos por ejemplo a Satán; en El paraíso perdido no vamos a verlo típicamente representado. Aquí es un joven apuesto que lleva un sombrero. Tampoco su reino, el Infierno. Ha pasado a ser una vasta extensión estéril y vacía, con un cielo plomizo, en vez de un lugar lleno de fuegos eternos.

Quejas

 Realmente, sólo se me ocurre una pega para El paraíso perdido: la presencia de onomatopeyas. Aunque bastante discreta, no me acaba de convencer. Las onomatopeyas reciben un tratamiento tan convencional que contradice al resto de apartados de esta novela gráfica, con una identidad propia tan definida. 


 No me molestan porque remarquen la condición de cómic de esta obra, cosa que he oído decir a otros; al fin y al cabo, El paraíso perdido es un cómic, y exhibe su naturaleza con orgullo, sin prejuicios. Más bien me sorprende que Auladell, habiendo demostrado que puede erradicar gran parte de la literalidad de la historia, acabe por recurrir a las onomatopeyas. 

 La primera que aparece es en el capítulo uno (y será la única en ese capítulo), titulado "Satán". Página 88. Hasta entonces, cada viñeta tenía un sonido asociado que el espectador confería. Auladell no ha dependido de onomatopeyas en lo que lleva de capítulo. Y de pronto suelta una que no pega nada. De hecho, en los cantos dos y cuatro ("Un jardín de delicias" y "La espada flamígera") no hay ni una sola onomatopeya. Y, pese a ello (o, mejor dicho, gracias a ello), funcionan a la perfección. Como he remarcado más arriba, el ilustrador alicantino eludía la literalidad para sugerir, más que contar. Y las onomatopeyas limitan opciones, encadenan nuestra la imaginación. Dicen.   

 Y repito, ya que aparecen, ¿por qué no darles un tratamiento más personal? Son tan típicas... 

Conclusión
 Este libro es una gozada, incluso para el sibarita más exigente. Funciona como complemento a los conocedores de la obra de Milton o para aquéllos que quieran irrumpir en ella pero no acaban de atreverse con el material original. Es un cómic filosófico y profundo, pero dinámico y entretenido al mismo tiempo; trufado por conceptos simbólicos y políticos, pero con una carga visual clara y atractiva, como de story board. El dibujo de Auladell es exquisito, y la calidad de impresión proporciona una fidelidad suficientemente digna a cómo deben ser las ilustraciones vistas en directo.

 Antes de acabar esta reseña, no puedo dejar de remarcar la majestuosa edición de Sexto Piso. A Auladell hay que darle las gracias por la solvencia de este material, pero a la editorial le debemos que podamos tener esta novela gráfica entre nuestras manos. Y es que, como cuenta el autor en el prólogo, este proyecto no habría tenido futuro de no gozar del interés de Sexto Piso.