Título original: Yonder
Traducción: Gian Castelli Gair
Año de publicación: 1998
Valoración: está bien
En el círculo uladiano, bien es sabida mi devoción por Siri Hustvedt, una autora a la que admiro por su inmenso talento literario pero también por su interminable curiosidad por múltiples temas que van desde el arte a la ciencia. Es por ello por lo que me lanzo a leer cualquier ensayo que publique, pues su capacidad para analizar y cuestionarse esferas tan dispares siempre tiene un punto de interés para alguien que comparte las mismas inquietudes. Desgraciadamente, no siempre uno encuentra lo que busca o lo que espera en ellos.
El libro abre con el que, para mí, es el mejor de los ensayos que se incluyen en esta obra y que justamente da título al libro. En «En lontananza», Hustvedt nos habla del concepto de «en lontananza» como el lugar entre el aquí y el allí y, a partir de aquí, Hustvedt abre su reflexión y nos narra el impacto que tiene en nosotros los sitios en los que ya no estamos o a los que estamos a punto de llegar, afirmando que «esos espacios mentales cartografían nuestra vida interior con más precisión que cualquier mapa “real”». La autora enlaza con ello su propia experiencia y la de su familia, y nos narra sus orígenes, a caballo entre Noruega y Estados Unidos, hablándonos de igual manera de su lengua y sus raíces y el impacto que las experiencias causan en nuestras vidas, pues los «lugares que hemos dejado atrás a menudo se tornan emocionalmente simplificados… pulsan una única cuerda de dolor o de placer, lo que quiere decir que nunca son lo que en otro tiempo fueron». Abriendo el abanico reflexivo, Hustvedt extiende su disquisición al campo literario, haciendo un símil con la literatura, pues «el lugar de lectura es una especie de m en mundo en lontananza, un sitio que no está ni aquí ni allí, sino que se compone de retazos de experiencia en todos los sentidos, tanto reales como ficticios».
Ya en el resto de los ensayos, más dirigidos al arte que a la reflexión vital, la autora se centra en la mayoría de ellos en el análisis literario de obras que le entusiasmaron así como de obras de arte que por su impacto o por su enfoque le marcaron. Así, nos habla de Vermeer y su cuadro «Joven dama con collar de perlas», pero también sobre Chardin, Claesz, Cézanne, Matisse y sus cuadros que presentan las naturalezas muertas. Ya en el campo literario, la autora hace una profunda disquisición sobre «El gran Gatsby» de F. Scott Fitzgerald y profesa su admiración por él afirmando que «Fitzgerald supera a cualquier otro escritor que yo conozca en captar la achispada atmósfera de las fiestas». Este análisis sobre la gran obra de Fitzgerald es muy interesante, si bien, de igual manera que me sucedió con Gornick y su «Cuentas pendientes» o también con la propia Hustvedt y su más reciente libro «Madres, padres y demás» estos ensayos incluidos en el libro que hacen referencia a una obra en concreto suscitan interés únicamente en el caso en el que el lector también la haya leído pues de lo contrario no puede contrastarse o enriquecer la propia experiencia lectora de quien lee el ensayo con su lectura previa.
También la autora toca otros aspectos interesantes sobre la vida, como en «Una súplica para Eros», donde nos habla sobre el erotismo, la seducción, las relaciones amorosas y el deseo o su pérdida afirmando que «una combinación de biología, historia personal y caldo cultural de idees es lo que crea la atracción. El amante fantasía siempre está revoloteando detrás o delante del amante real, y necesitamos a ambos. El problema reside en que la alianza de los dos es algo imprevisible. Eros, al fin y al cabo, era un travieso amorcillo armado de arco y flechas, una criatura de sorpresas que se deleitaba en alcanzar a los que menos se lo esperaban».
Ya en su tramo final, y volviendo a un tema que Hustvedt trata en varios de sus libros, la autora habla de la memoria y los recuerdos, afirmando que «Los recuerdos son fragmentos de uno mismo —la misteriosa mescolanza del pasado con el presente (…) El recuerdo debe ser movimiento, suministrando así una concatenación eficaz entre un instante de la vida y el siguiente. Debe ser repetición, pero repetición con diferencia». Una repetición que nos lleva a ser quienes somos pues, en gran parte, somos aquello que recordamos y, a veces, esos recuerdos van ligados a nuestra experiencia lectora pues, como afirma Hustvedt, «cuando recuerdo libros, no recuerdo las palabras sobre la página. Recuerdo lo que vi y oí del mismo modo que recuerdo el mundo real». Y es que, para muchos de nosotros, el mundo real también se encuentra en los libros, en todos ellos.
También de Siri Hustvedt en ULAD: El hechizo de Lily Dahl, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, El verano sin hombres, La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, Los espejismos de la certeza, Madres, padres y demás, Recuerdos del futuro
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