Título original: Franny & Zooey
Año de publicación: 1955
Traducción: Isabel de Juan
Valoración: recomendable
Glups: habrá pocos escritores con los que andarse con pies de plomo a la hora de valorar y juzgar, pero seguro que uno de ellos es, (redoble), Jerome David Salinger. Así, con sus dos nombres, qué solemne suena. Para los amigos, Salinger, ya sabéis. Porque Salinger tiene muchos amigos y Salinger epitomiza el ideal que a muchos nos gusta del escritor/genio. Huraño, obra escueta, secretismo, y bla bla bla. Y el empujón: su novela cumbre como referencia mencionada por personajes de enorme repercusión en la iconografía cultural moderna. Encabezados por todo un asesino de John Lennon. Quede claro que, alejado de la necrofilia como uno es, Mark David Chapman podría haberse confesado seguidor de Marcial Lafuente Estefanía y ahora ése sería un icono alternativo. En ese mundo necrófilo vivimos.
Y no es que se trate aquí de plantear qué hubiera sido del mundo, de la literatura, de las referencias culturales del siglo XX, si el libro célebre de Salinger hubiera sido este Franny y Zooey. Pero, incluso tras el fascinante recorrido en su biografía escrita por Shields y Salerno, indudable espoleta de ésta y otras lecturas y relecturas que pienso hacer, mi respuesta no es demasiado ambigua. La magia de El guardián entre el centeno es única y es diferente, y es un listón muy alto con el que compararse.
Franny y Zooey consta de dos partes diferenciadas con nexos en común. Franny se inicia con Lane, novio de Franny, esperando junto a otros compañeros de estudios la llegada del tren que la trae. Digamos que es un relato de situación más comprensible y lineal, donde surgen algunos estereotipos relacionados con la condición de universitario en los Estados Unidos. La Ivy League, los elementos externos que los diferencian, la amabilidad y el cierto distanciamiento en las relaciones incluso dentro de la pareja.
Zoeey, por contra, más extenso y ambicioso, es un extenso diálogo a varias bandas que se va sucediendo en diversas estancias de la vivienda de la familia Glass (curiosa elección del apellido: ¿fragilidad, transparencia, distorsión?), con intervención de miembros presentes y ausentes (puesto que se trata de una familia donde los siete hijos han ido apareciendo en las diferentes temporadas de un concurso televisivo infantil, una especie de Quiz Show), y donde se va desgranando, (en unos diálogos que, aunque no alcancen un contexto unitario, aunque no armen una trama convencional, son el auténtico diamante de la novela) una serie de acontecimientos y situaciones que afectan a la familia, de la cual Franny y Zooey son hijo e hija, en sus veintenas, Seymour, un recuerdo, el padre una inquietante ausencia, la madre, Bessie, una mujer que acarrea en los bolsillos de su bata material suficiente para abrir un estanco, y otros hermanos que han desaparecido (uno, Seymour, por suicidio), los que, seguro, relecturas ayudarían a contextualizar.
Indudable influencia hacia cierto cine (no puedo menos que visualizar esas estancias como las réplicas, unos años atrás, de los elegantes apartamentos neoyorquinos de las películas de Woody Allen como Manhattan o Hannah y sus hermanas, y mucha literatura (esas tramas en constante coqueteo con la tragedia las hemos encontrado aún en Franzen, Pynchon, o Foster Wallace), Franny y Zooey me resulta difícil de comprender y evaluar: aprecio su aguda escritura y su exquisita forma, me quito el sombrero ante su maquiavélica habilidad para insertarnos en un ambiente y en sus personajes, pero tiene detalles que me descolocan, como una cierta obsesión (deduzco, por lo leído en su biografía, por el gusto de Salinger por las religiones orientales) por una espiritualidad religiosa multidisciplinar que hoy se me hace difícil situar como tema preponderante y recurrente en las conversaciones de los universitarios, ya no digo de los jóvenes en general. Donde El guardián entre el centeno exploraba sensaciones universales y extrapolables (y supongo que de ahí su apropiación global y su diversidad de interpretaciones), Franny y Zooey, méritos literarios al margen, acaba siendo un pelo confusa en su digestión e interpretación.
Pero sigue siendo Salinger.
También de o sobre Salinger en ULAD: Salinger, El guardián entre el centeno, Nueve cuentos, Oona y Salinger, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción
Franny y Zooey consta de dos partes diferenciadas con nexos en común. Franny se inicia con Lane, novio de Franny, esperando junto a otros compañeros de estudios la llegada del tren que la trae. Digamos que es un relato de situación más comprensible y lineal, donde surgen algunos estereotipos relacionados con la condición de universitario en los Estados Unidos. La Ivy League, los elementos externos que los diferencian, la amabilidad y el cierto distanciamiento en las relaciones incluso dentro de la pareja.
Zoeey, por contra, más extenso y ambicioso, es un extenso diálogo a varias bandas que se va sucediendo en diversas estancias de la vivienda de la familia Glass (curiosa elección del apellido: ¿fragilidad, transparencia, distorsión?), con intervención de miembros presentes y ausentes (puesto que se trata de una familia donde los siete hijos han ido apareciendo en las diferentes temporadas de un concurso televisivo infantil, una especie de Quiz Show), y donde se va desgranando, (en unos diálogos que, aunque no alcancen un contexto unitario, aunque no armen una trama convencional, son el auténtico diamante de la novela) una serie de acontecimientos y situaciones que afectan a la familia, de la cual Franny y Zooey son hijo e hija, en sus veintenas, Seymour, un recuerdo, el padre una inquietante ausencia, la madre, Bessie, una mujer que acarrea en los bolsillos de su bata material suficiente para abrir un estanco, y otros hermanos que han desaparecido (uno, Seymour, por suicidio), los que, seguro, relecturas ayudarían a contextualizar.
Indudable influencia hacia cierto cine (no puedo menos que visualizar esas estancias como las réplicas, unos años atrás, de los elegantes apartamentos neoyorquinos de las películas de Woody Allen como Manhattan o Hannah y sus hermanas, y mucha literatura (esas tramas en constante coqueteo con la tragedia las hemos encontrado aún en Franzen, Pynchon, o Foster Wallace), Franny y Zooey me resulta difícil de comprender y evaluar: aprecio su aguda escritura y su exquisita forma, me quito el sombrero ante su maquiavélica habilidad para insertarnos en un ambiente y en sus personajes, pero tiene detalles que me descolocan, como una cierta obsesión (deduzco, por lo leído en su biografía, por el gusto de Salinger por las religiones orientales) por una espiritualidad religiosa multidisciplinar que hoy se me hace difícil situar como tema preponderante y recurrente en las conversaciones de los universitarios, ya no digo de los jóvenes en general. Donde El guardián entre el centeno exploraba sensaciones universales y extrapolables (y supongo que de ahí su apropiación global y su diversidad de interpretaciones), Franny y Zooey, méritos literarios al margen, acaba siendo un pelo confusa en su digestión e interpretación.
Pero sigue siendo Salinger.
También de o sobre Salinger en ULAD: Salinger, El guardián entre el centeno, Nueve cuentos, Oona y Salinger, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción
Escueta crítica para una obra, dos en realidad, que aunque también breves, para mí tienen una profundidad que no ha alcanzado casi nadie en una novela breve. Viendo como se valoran otras obras, me cuesta entender la de esta, obra profunda e intensa, con diálogos profundos y con la parte de la habitación con un teléfono con línea propia donde se produce un ajuste de cuentas, un engaño, una burla y un regreso al presente, que bajo mi punto de vista, justifica por sí sola toda la obra.
ResponderEliminarGracias por los comentarios. Desconocido: por eso hablo de relecturas. Seguramente Salinger escondió los huevos de Pascua para que los fuéramos encontrando.
ResponderEliminarMuy básica tu lectura y muy cerrada. De esa forma no encontrarías los huevos de Pascua ni releyendola cinco veces. Hay tanto que decir sobre este libro. A mí me ha impresionado de una forma inexplicable.
ResponderEliminarPues Laia, quizás deberías aprovechar este comentario para extenderte en las impresiones que te ha causado. A mí me gústó, pero aún no he comprendido su sentido subterráneo. Relecturas, dije, y repito. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarLo cierto es que recuerdo algunas de las conversaciones como auténticas joyas, hasta el punto de haberse convertido en uno de mis libros preferidos (a pesar de lo -creo- infantil del término), si bien tengo pendiente una tercera relectura, el día que tenga tiempo y ganas. Me hubiera extrañado un "Se deja leer" o un "Decepcionante", pero entiendo que la "recomendabilidad" va mucho por barrios, percepciones, sensibilidades y momentos vitales. Vamos, que yo habría puesto un "imprescindible", pero un "recomendable" lo veo también muy apropiado.
ResponderEliminar(Por cierto, yo también lo leí en la edición de tapa dura de Edhasa -la de la imagen de la entrada- y era una pena la cantidad de erratas que encontré).
Creo que es el clásico libro asequible de relecturas en que se captan cuestiones no captadas a la primera. A mí me gustó bastante más "Levantad carpinteros, la viga del tejado". No entiendo, por eso, que se habló en cierta época del legado que Salinger dejó inédito tras su muerte y con instrucciones concretas sobre su publicación póstuma. ¿A QUÉ ESPERAMOS?
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