Título original: The Heart is a
Lonely Hunter
Año de publicación: 1940
Valoración: Imprescindible
El corazón es un cazador
solitario destaca entre
los numerosos retratos de la América profunda por haber logrado ese tan peliagudo
equilibrio entre realismo y humanidad, entre espiritualidad y sordidez, entre
comprensión hacia los personajes y asunción de sus miserias. Una crónica que
detalla pero no se complace y, por tanto, exenta de crueldad en las
caracterizaciones. La autora nos sitúa en un ámbito muy similar a aquel donde
nació, una pequeña y humilde población del tan manoseado Sur, descrita con
rasgos gruesos pero certeros, habitada por seres humildes pero no exentos de
dignidad que se adaptan a las circunstancias como la mano al guante aunque solo
sea porque, al no haber conocido otras, les está vedado –al menos, a la mayoría–
concebir otras diferentes.
Factores fundamentales de esta novela –primera de su autora y publicada con solo 23 años– serían: su certero análisis de la sociedad (a cargo de los personajes) y de la incomunicación
omnipresente, así como la inclinación que sentirán forzosamente los lectores
por cada prodigiosa criatura extraída de la pluma de Mc Cullers. Pero, además, creo necesario destacar la que considero su idea
predominante, que se trasluce prácticamente en cada frase y que deja un regusto
agridulce al cerrar el libro. La idea es esta: lo que de verdad nos cuesta exteriorizar
no es el
odio, como creíamos, sino el amor. Un amor que avergüenza y nos esforzamos en erradicar si no se atiene a pautas convencionales, si no va dirigido a la familia ni a un particular objeto de deseo sino que se manifiesta caprichosa y arbitrariamente por haber surgido sin que intervengan razón ni voluntad.
odio, como creíamos, sino el amor. Un amor que avergüenza y nos esforzamos en erradicar si no se atiene a pautas convencionales, si no va dirigido a la familia ni a un particular objeto de deseo sino que se manifiesta caprichosa y arbitrariamente por haber surgido sin que intervengan razón ni voluntad.
En
la novela –y probablemente en la vida– la inquina sorda, el deseo de revancha o
la ligera hostilidad tarde o temprano acaban saliendo a la luz. Pero ¿qué
ocurre con la bondad, con la necesidad de comunicarse o de contribuir a mejorar
la suerte de la especie de una forma verdaderamente altruista? Me refiero, no a
la cháchara sino a sentimientos verdaderos. ¿No producen un pudor tan
descomunal que acaban encerrados bajo siete llaves en el interior de cada uno? Sin
ir más lejos, en esta historia solo se permite dar rienda suelta a una emoción bastante
habitual, la que surge entre los dos adolescentes y que acabará abortada y
reducida a mero encuentro sexual probablemente a causa de los convencionalismos.
Dicho
esto, podría parecer que se trata de un producto ñoño y sin garra. Todo lo
contrario. Es precisamente su cotidianeidad lo que convierte a la trama en
inquietante. La presión sobre el lector se acentúa a medida que esta avanza volviéndose
intensísima al final. Los personajes (e ideas) que aparecen aquí, el perfecto
engranaje de los elementos y el pesimismo que encierra transmiten,
paradójicamente, un gran apego a la vida y convierten su lectura en una
experiencia entrañable.
El
reparto que se nos ofrece es sólido en su funcionalidad. Los personajes –pertenecientes
todos ellos a la estirpe de los solitarios– no muestran más que lo
imprescindible para que avance el argumento, pues cualquier otro detalle
añadido arruinaría la armonía del conjunto. Primer, y extraordinario, hallazgo:
que un mudo protagonice un relato sobre la incomunicación. Para construir a John Singer, se
le dota de una personalidad tan misteriosa como repleta de matices que, sin
embargo, no hace sombra a otras figuras espléndidas. En primer lugar, la de Mick,
esa adolescente solitaria, alter ego de Mc Cullers, que personifica la secreta
pasión de todo artista. A los rasgos extraídos de su infancia y adolescencia,
la autora añade un puñado de idealizaciones de sí misma y de sus circunstancias
que componen un convincente retrato. Si el estoico y bonachón Biff Branon
oculta una secreta fascinación por su persona, a Mick le guía su fervor por la
música y una admiración ilimitada hacia Singer. Por cierto, la incapacidad de
este para hablar –que se añade a un indiscutible halo de dignidad y a su
ilimitada y eterna reserva– estimula la imaginación de su entorno que acaba
atribuyéndole todas las virtudes imaginables. Es lo que le ocurre al tarambana
Jake Blount, cuya tosca superficie oculta a un espíritu altruista y a un profesional
competente. O al desdichado doctor Copeland, cuya ruina anímica nace de la injusta
incomprensión de sus hijos. Ambos encarnan una conciencia social y un idealismo
que acabarán desperdiciándose sumergidos en la banalidad del entorno. Pero el
sentimiento más puro, la camaradería que no exige nada a cambio, la
encontramos, de nuevo, en lo que el propio Singer siente hacia su compañero Antonapoulos.
Es su afecto indestructible quien abre y cierra el relato como un personaje más.
También de Carson McCullers en ULAD: Reflejos en un ojo dorado, El aliento del cielo, El corazón es un cazador solitario, El mudo y otros textos
Lo leí hace un año y estoy totalmente de acuerdo. Recomendable
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola.Estupenda reseña.
ResponderEliminarCarson McCullers es una escritora que lleva ya tiempo instalada en mi biblioteca esperando su turno. Tendrá su oportunidad llegado el momento,desde luego. Casualmente la edición que yo tengo coincide con la que se muestra en la foto, la de Seix Barral del año 2013,junto a éste reposa otro libro de la misma autora,
“La balada del café triste” , también de Seix Barral pero de 1984.Aunque el sur más profundo y marginal de los Estados Unidos ya ha sido retratado ampliamente por la literatura, ¿quién no recuerda la Cabaña del tío Tom? de la escritora Harriet Beecher Stowe (1811-1896) retrato de los marginados sureños por excelencia, los esclavos.
Interesante la idea que destacas como predominante en la obra,el esfuerzo de exteriorizar el amor y no el odio,además contado por la voz de una mujer.Razón suficiente para hacer de este libro una lectura recomendable. Ironías del destino, la autora murió el mismo año que nací yo.
Gracias a los dos.
ResponderEliminarPues sí, Paco, muchos autores emblemáticos (Faulkner, Toni Morrison etc.) han adoptado esa perspectiva y, lo mejor de todo, es que no se dejaron llevar por los tópicos. Cada uno ha aportado su visión personal usando recursos personalísimos y cuando los leemos no nos suena a manido, como ocurre con otros temas que están en la mente de todos.
Sobre el asunto ese del "amor", aclaro que no habla de lo que comúnmente entendemos por tal. En este caso, se trata de algo parecido a "caer bien", agrandado por la mente de esos grandes solitarios que protagonizan la novela. Tanto que se permiten prescindir de tabúes sociales y dejarse llevar internamente. Todo muy sutil. Lo que se retrata, pues, es la sociedad sureña, pero al individuo de cualquier lugar del mundo.
Saludos
He conocido a esta autora gracias a esta reseña y aunque todavía no he leído esta novela ya he podido disfrutar de "Reloj sin manecillas" que me ha encantado. Me quedo con esta escritora para futuras lecturas y os agradezco que nos acerquéis a tan buenos escritores.
ResponderEliminarPues te agradezco que me lo digas, Anónimo. Este tipo de feedback anima, aunque parezca que no. Seguimos leyendo a McCullers.
ResponderEliminarSaludos
Estupenda la reseña y entrañable el libro que yo he leído hace tan solo unos días. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Esther. Hay libros que da pudor reseñar, como si fuesen frágiles alas de mariposa y se te pudiesen quedar entre los dedos, por eso, en este caso particular, los elogios me hacen más ilusión aún.
ResponderEliminarAcabo de terminarla: por momentos la encontré repetitiva y algo morosa. De todas maneras escribir esta novela a los 23 años es notable.
ResponderEliminarGabriel
Acabo de terminarla: por momentos me pareció algo repetitiva y morosa. Sin embargo haber escrito esta novela a los 23 años es notable.
ResponderEliminarGabriel
Hola Gabriel
ResponderEliminarEse estilo tan definido de la prosa no parece que se deba atribuir a impericia de la autora, al contrario, es una de sus grandes cualidades porque aporta el tono intimista e introspectivo tan difícil de conseguir sin ser empalagoso. Si lo pensamos un poco, lo que cuenta McCullers es muy simple y cotidiano, el valor está en que nos conecta con los sentimientos de los personajes, en especial de la protagonista. Y esa conexión la proporciona el estilo, la forma en que lo cuenta más que lo que cuenta en sí.
Gracias por tu oportuno comentario, un placer. Saludos
Hola! Solo escribo para recomendar el libro de relatos "Balada del café triste" de esta autora. El libro que reseñas me encantó en su día y ahora me ha vuelto a cautivar su forma de escribir en este de relatos que menciono. Carson McCullers fue una gran escritora.
ResponderEliminarCierto, hay que seguir leyendo a McCullers y a otros como ella en lugar de onnubilarnos con fuegos artificiales diversos. A mí vez, te recomiendo Reflejos en un ojo dorado y el conjunto de relatos EL aliento del cielo.
ResponderEliminarBuenas tardes.
ResponderEliminarSiento ser la opinión discordante pero, a mí este libro "se me hizo bola". Cuestión de gustos oao tvez lo leí mal momento. Lo terminé por una cuestión de orgullo tras dos intentos de abandono.
Normal. Es una narración prolija, intimista, en la que pasan pocas cosas, eso aburre a muchos lectores. Pienso que, en esos casos, mejor dejar el libro a medias.
ResponderEliminarBastante de acuerdo con el análisis de la reseña. Sin embargo, a pesar de no ser un mal libro no es un libro imprescindible, al menos para mí. No me ha aportado nada distinto, ni creo que establezca un canon literario como para ser considerado como tal. En mi opinión un buen lector puede pasar sin esta obra. Más bien me da la sensación de que, debido a las circunstancias personales de la autora y a su condición de mujer, la novela ha sido reivindicada y juzgada con cierta benevolencia.
ResponderEliminarMe han gustado los personajes del Dr. Copeland, Blount y Brannon y me aburría mucho el de Mick. La relación de amistad entre Singer y Antonapoulos me ha parecido platónica-homosexual por parte del primero, pues tal veneración y fidelidad fraternal no es de este mundo.
Benevolencia ninguna, con nadie, ni vivo ni muerto.
ResponderEliminarEn cuanto a las opiniones, pues son como las narices:todos tenemos la nuestra, Quienes escribimos para ser leídos tratamos de ser objetivos, a los que nos leéis no os hace falta.
No me refería a que el artículo fuera benevolente, sino a cómo esta obra se juzga, en general en algunos ámbitos, con benevolencia, o se sobrevalora en función de criterios extraliterarios...
ResponderEliminarPor otro lado, cualquier reseña o crítica aquí o en cualquier medio siempre será una opinión y, por lo tanto, discutible. Reitero que me parece excesiva la categoría de imprescindible, pero podré vivir con ello.
Me alegro por ti, la vida es bella 😊
ResponderEliminarQué decir de Carson! Maravillosa.
ResponderEliminarMuchas gracias por la reseña, Montuenga.
ResponderEliminarCarson McCullers es una enorme literata (y taumaturga, sin duda).
Coincido con la valoración de esta obra como imprescindible.
Gracias a ti por entrar a decir que te ha gustado, Jonjo.
ResponderEliminarY es cierto, McCullers hizo magia, sobre todo por escribir lo que escribió a esa edad.