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jueves, 30 de septiembre de 2021

J. M. Sala: Arde Torrevieja

Idioma original:
español
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable 
 
Nunca (o casi nunca, va) leemos un libro del que no sabemos absolutamente nada. Si ha llegado a nuestras manos y hemos decidido dedicar una parte de nuestro tiempo a leerlo, debemos de tener alguna razón: o conocemos a su autor, o nos interesa el tema, o hemos oído o leído opiniones de otros lectores, o nos ha seducido el argumento, o simplemente nos ha gustado la portada (que nos ha sugerido alguna idea sobre el contenido). En muchos casos, cuando comenzamos a leer un libro sabemos a qué género o subgénero pertenece, y lo hemos elegido precisamente por ello. Con todos estos datos previos (a los que frecuentemente se suma la lectura de los paratextos: contraportada, solapas, prólogos, prefacios...) nos creamos unas expectativas, que luego el texto cumplirá o defraudará.

En el caso de Arde Torrevieja, la web de la editorial y la contraportada la describen como "una novela de terror hecha de los miedos que todos conocemos, esos que duermen detrás de los tabiques de nuestras casas". Se habla de sótanos, de sectas, de aquello que "se esconde debajo de los adoquines" y de que "nada permanece enterrado demasiado tiempo". Toda una constelación de imágenes y ecos de libros y películas se conecta con esas palabras, cuidadosamente escogidas para sugerir sin contar demasiado. Fueron esas las expectativas con las que me compré Arde Torrevieja, de J. M. Sala, un autor del que no sabía nada, aunque publicado por una editorial en la que confío (Antipersona).

Y esa fue solo la primera vez que Arde Torrevieja me engañó.

Porque vamos a ver, ¿es Arde Torrevieja una novela de terror? Pues no, no propiamente. O sí, depende cómo se defina el género. Es evidente que es una novela que en ciertos momentos provoca inquietud, desasosiego, tensión: momentos en que se insinúa que va a pasar algo terrible o sobrecogedor, como en esas escenas de las películas en las que suena una música tenebrosa (en los subtítulos dice: ominous music) mientras un personaje avanza por un pasillo oscuro y sabemos que se aproxima un susto. Solo que en este caso no sabemos es si eso terrible que va a pasar es el fin del mundo, una explosión, la mano de un zombie saliendo de detrás de una puerta o un violador armado con "burundanga". Arde Torrevieja es, creo, una especie de meta-novela de terror, escrita por alguien que conoce el género (o los géneros), y que juega a combinarlos: el género de muertos vivientes o fantasmas, el género de invasiones alienígenas, el género postapocalíptico... Y también otros terrores más realistas y humanos: el terrorismo, la violencia contra las mujeres, los conspiranoicos... Todo ello en un contexto ya de por sí distópico: la Torrevieja de inicios de los años 2000, la del boom turístico y urbanístico, aquella época "dorada" en la que en la construcción se ganaba dinero a espuertas... 
 
Así, Arde Torrevieja es una novela muy inteligente, aunque también algo cabrona con el lector, al que constantemente pide que complete los huecos sugeridos por el texto, para unas veces confirmar sus expectativas y otras llevarle en una dirección completamente diferente. (Son muchos los capítulos que terminan con un cliffhanger, que viene a ser el equivalente literario del "lo que pasa a continuación te sorprenderá" periodístico). ¿Es legítimo "engañar" así al lector, jugando con sus expectativas, tanto dentro como fuera de la novela? Pues por supuesto, nos han merengao, como decía un personaje de La colmena. Sobre todo si se hace con inteligencia, consciencia de lo que se está haciendo y, también, creo, un cierto grado de autoparodia que nace precisamente de la insistencia en el recurso, y de lo obvio que llega a ser en algunos momentos que al lector se le ha escamoteado información durante un tiempo para sorprenderlo después. Es verdad que a ciertos lectores que esperen una novela de terror más clásica y menos "meta" les puede cabrear o decepcionar, pero para quien busque algo diferente es un viaje muy divertido, casi como aquellos libros de "Elige tu propia aventura" que leíamos cuando éramos más jóvenes.

Y a esto se añade que Arde Torrevieja se lee muy bien, de forma ágil y atractiva (después de un principio, creo, algo menos conseguido), quizás porque es una novela inteligente también en su construcción: a partir de tres personajes centrales (el Rojo, Juan y Sonia, hermana de Juan) los capítulos se van alternando, creando subtramas que se complementa y con frecuencia confluyen en un mismo espacio o en un mismo tema, con paralelismos constantes (aunque necesariamente algo artificiales) que contribuyen generar ciertas expectativas en el lector, y acaban por derivar en un desenlace que funciona sorprendentemente bien. (Me ha recordado, por eso, a Una comedia canalla de Iván Repila, que empleaba una estructura semejante con magníficos resultados).

Claro que se le pueden poner algunas pegas a la novela (si no, la clasificación habría sido más alta que "recomendable"): el estilo, por ejemplo, podría ser más cuidado y personal, y evitar caer en algunos clichés, sobre todo en descripciones y adjetivaciones. Y también se le puede reprochar que el texto es algo machacón con la descripción pormenorizada de los desastres urbanísticos de Torrevieja en los años de hiperurbanización acelerada de la costa espanola: obras defectuosas o inacabadas, explotación de los recursos naturales y humanos, corrupción y chanchullos... Aunque también es posible que esta insistencia, más concentrada en los primeros capítulos pero constante a lo largo de toda la obra, tenga que ver con el objetivo de la propia novela: recordarnos que aunque podamos imaginar todo tipo de horrores (aliens, zombies o fantasmas) lo realmente terrorífico es lo que los seres humanos somos capaces de hacernos los unos a los otros (y al planeta) por un puñado de billetes.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Luisa Horno: Vida normal

Idioma: castellano

Año de publicación: 2017 (edición revisada)

Valoración: está bien

Vida normal, de la zaragozana Luisa Horno, recoge un montón de relatos que, sin llegar a ser "micro", se desarrollan casi todos en unas pocas páginas, a veces debido a una voluntad de despojamiento de todo lo superfluo y otras porque ésa era la extensión justa y necesaria para que el relato funcionase. De esta manera, en un librito bastante breve encontramos nada menos que 21 cuentos o relatos, de los cuales ya adelanto que al menos cinco o seis me han parecido bastante buenos y el resto, correctos o incluso acercándose al nivel de la media docena que he mencionado; ninguno, desde luego, desastroso: he de decir que en todos los casos había algún elemento interesante, alguna idea o matiz que, de haberse desarrollado siguiendo otras directrices o con una ejecución más sorprendente, podrían haber llegado a ser excelentes relatos.

La mayoría de ellos se articulan a partir de dos vectores -aunque entrelazados en más de una ocasión-: lo cotidiano, incluso costumbrista, si se quiere, por un lado y lo fantástico/sobrenatural, por otro. Encontramos así desde crisis matrimoniales, triángulos amorosos o bullying adolescente a casas encantadas, inquietantes desdoblamientos o metamorfosis liberadoras... Los cuentos que más me han gustado corresponden a un tono más fantástico, aunque hay alguno , como Los hermanos no se van, donde se retrata con escalofriante sutileza una situación familiar aparentemente idílica. También Pasión por el cine, pese a estar protagonizado por una improbable madurita vengadora, tiene un aire inequívocamente costumbrista: Y aunque tampoco parezca demasiado realista, no sé hasta qué punto podemos situar a Tan fea en el género fantástico... Sí que entrarían en esta categoría tanto Mis monstruos, ambientado en el lago Ness, nada menos, como Orion, protagonizada por un astronauta que les tiene reservada una sorpresita a sus compañeros de tripulación... Y, desde luego, Otro reino, relato más bien descriptivo, basado en una sugestiva foto de Cecilia de Val, de igual manera que hay otro, titulado Lluevo, a partir de un cuadro del surrealista Magritte.

Ya digo que éstos no son los únicos cuentos apreciables, aunque sí los que más me han gustado o interesado a mí. pero estoy seguro de que cualquiera que lea esta recopilación encontrará alguno que sea de su agrado, cuando menos, podrá leer un conjunto de ellos escritos con suma corrección, gusto y habilidad, por más que, lógicamente, unos hayan llegado a mejor puerto que otros.

martes, 28 de septiembre de 2021

Woody Allen: A propósito de nada. Autobiografía

Idioma original: Inglés
Título original: Apropos of nothing
Traducción: Eduardo Hojman
Año de publicación: 2020
Valoración: Chanchi 

Woody Allen es, para mi, uno de los grandes cineastas del siglo XX. Películas como Annie Hall o Hannah y sus hermanas estarían en mi Top 10 sin ninguna duda, así que resulta cuanto menos curioso que haya dejado pasar un montón de meses desde que compré este libro hasta que decidí sacarlo de la pila de pendientes y leerlo. Cosas de la acumulación incontrolada de libros, supongo.

El caso es que si estáis en esa situación, con el libro cogiendo polvo en la estanterías o, incluso, con el libro apuntado en la lista de futuribles, dejad lo que estéis leyendo o corred a vuestra librería o biblioteca más cercana y poneos a devorarlo. De verdad, no os va a defraudar lo más mínimo (o eso espero). ¿Por qué?

En primer lugar porque es un texto muy muy divertido que os traerá a la memoria alguna de sus películas. Sin ir más lejos, el magnífico comienzo en el que rememora su infancia y adolescencia, con su odio a la escuela, sus primeras escapadas para ir al cine, la relación con sus padres, con la religión, sus primeros y prosaicos acercamientos a la cultura, etc, me recuerda una barbaridad a "Días de radio". Es, por ritmo, "acidez" y risas, la parte más destacada del libro.

En segundo lugar porque está lleno de chispa, de frases ingeniosas y de comentarios mordaces con los que Allen deja ver su crónica insatisfacción, su misantropía, su sentido del humor, la "Welschmerz" alleniana. Sí, los que llevamos gafas de pasta somos así, soltamos palabrejas de estas que dan enjundia a una reseña aunque no tengamos ni puñetera idea de su significado.
Algunas personas ven el vaso medio vacío, otras lo ven medio lleno. Yo siempre veía el ataúd medio lleno.

Estáis leyendo la autobiografía de un analfabeto misántropo que adoraba a los gángsters... 

En tercer lugar es un texto desmitificador y, al mismo tiempo, alejado de cualquier presuntuoso ejercicio masturbatorio (otra vez "Annie Hall") y de la falsa modestia. Resulta sorprendente observar el "desapego" que Allen siente hacia el éxito o el fracaso, hacia su modo de hacer cine y hacia sus películas, hasta el punto de autodefinirse como "cineasta imperfecto", de no leer las críticas o de no volver a ver sus películas una vez finalizado todo el proceso, sin que esto sea obstáculo para declarar su amor incondicional por el séptimo arte.

La gracia de hacer una película es hacerla, el acto creativo. Los aplausos no significan nada (...) Basta de perder el tiempo con trivialidades 
En cuarto lugar porque, si os interesa el cine de Allen, revela un montón de anécdotas, chascarrillos e información sobre algunas de sus películas más emblemáticas, sobre su "método" de trabajo, sobre su relación con actores, productores, montadores, representantes, etc. Además, comprobaremos cómo los gustos del público no van siempre en la línea con las preferencias del autor.
A mi me gusta rodar, irme a casa y ver un partido de baloncesto.
La correlación entre las películas malas y el éxito de taquilla es  un enigma que la física aún no ha logrado dilucidar.

Podría seguir, pero creo que lo voy a resumir en que conjuga de forma magistral memoria personal con una cierta forma de memoria colectiva y con historia del cine, todo ello a un ritmo (de jazz, como no podía ser de otra manera) trepidante. Solo un pero, relacionado con la parte en la que se refiere a su relación con Mia Farrow y a las acusaciones (de las que jamás fue declarado culpable) de abusos sexuales: parece un poco "ajuste de cuentas" y, aunque no deja de ser algo importante en su biografía, creo que se equivoca al concederle tanto espacio. Pero, ¿quién soy yo para llevar al contraria a don Allen Stewart Koningsberg?

También de Woody Allen en ULAD: Cómo acabar de una vez por todas con la cultura

lunes, 27 de septiembre de 2021

Uxue Alberdi: Reverso

Idioma original: euskera
Título original: Kontrako eztarritik
Año de publicación: 2021
Traducción: Miren Iriarte
Valoración: Recomendable e interesante




De los creadores de a las mujeres no se les dan bien las ciencias y las mujeres no reúnen las condiciones para jugar a fútbolla alta cocina es cosa de hombres (como Soberano), llega a nuestras pantallas: las mujeres no pueden ser bertsolaris.

Bertsolaris (*1) son improvisadores populares de versos en vasco que se dedican a componer, cantar y/o improvisar según unas reglas de rima y métrica concretas. El bertsolarismo es una tradición fuertemente arraigada en euskadi que se ejerce como un oficio más; cuenta con escuelas de formación, organismos culturales y profesionales, y una serie de certámenes que se siguen con interés a través de diversos medios de comunicación autonómicos. Existe hasta un documental Bertsolari (2011). 

Pero aunque era necesario enmarcar el fenómeno, Reverso (Premio Euskadi de Ensayo 2020) no trata sobre el bertsolarismo, si no que explora desde el bertsolarismo aquellos mecanismos que limitan la voz pública de las mujeres en general y de las de ese colectivo en particular. ¿Otro ensayo feminista?  ¡Oh, no!

Oh, sí. (*2)

Resumen resumido: a través del testimonio de las vivencias personales y profesionales de 15 mujeres bertsolaris, la autora identifica, define, enmarca y analiza una serie de mecanismos estructurales  invisibles que coartan la actividad y el desarrollo de este colectivo de creadoras en comparación con sus compañeros hombres.

Sin embargo, al leer los diferentes testimonios, resulta innegable que el germen de tales mecanismos es básicamente el mismo, ya hablemos de bertsos, de pintura al oleo o de motocross. Es decir, que se trata de mecanismos transversales que siempre inciden sobre los mismos conceptos, muchos de ellos ya perfectamente acotados en el fantástico ensayo Cómo acabar con la escritura de las mujeres de Joanna Russ. Uxue Alberdi también reconoce la influencia de La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexiévich, y yo, durante la lectura de Reverso, en muchos momentos he percibido ecos de Rebecca Solnit en La madre de todas las preguntas. Pero las referencias no acaban ahí y tanto el arranque de cada capítulo como el prólogo de June Fernández y el epílogo de la autora, aportan gran cantidad de citas, de obras y de autoras que contribuyen a contextualizar (y, aunque no debería ser necesario, a legitimar) todo lo que se desarrolla a continuación.

Algunos de los temas más interesantes tienen que ver con la voz (qué digo, cómo lo digo, desde dónde y ¿tengo un desde dónde?...) y su  estrecha y necesaria asociación con el cuerpo, el cuerpo de mujer y todas las cargas culturales y sociales que se le atribuyen gratuitamente. 
Parece que nos pasa lo de la mujer del tiempo, es decir, el hombre bertsolari puede ser mayor, pero las mujeres, a día de hoy, parece ser que no envejecemos (...)
También se trata del silencio, como ausencia de voz, y otras cuestiones como la falsa categorización, el paternalismo, la violencia, el humor... los testimonios destacan sobre todo por su honestidad y por su sencillez expositiva que desenmascara con habilidad todas las trampas invisibilizadas tras muchos gestos y acciones cotidianas que con tanta naturalidad aceptamos en nuestro día a día. Por ello es muy de agradecer la generosidad y predisposición de las 15 bertsolaris, así como la claridad expositiva con la que la autora reúne y clasifica los diferentes testimonios. Se lee en un suspiro.

La traducción del título original: Kontrako eztarritik significa literalmente "por la garganta contraria", el típico atragantamiento puntual que suele explicarse diciendo "se me ha ido por el otro lado". Un título que sugiere incomodidad y disociación; incomodidad como cuando las mujeres quieren formar parte de cualquier colectivo en el que históricamente han predominado los hombres, disociación en el sentido de diferenciar un "lado bueno" de otro "no tan bueno". Por otra parte, la referencia a la garganta está íntimamente ligada a la voz, una cuestión central en el bertsolarismo tal y como ya hemos hablado. Sin embargo Reverso, además del juego de palabras con el elemento básico del verso, pone en crisis la universalidad de la experiencia masculina haciendo referencia a todo un cúmulo de posibilidades que se encuentran (desafortunadamente) justo al otro lado y que todavía no han sido plenamente exploradas gracias a las limitaciones que sufren las mujeres en el desarrollo de su actividad como bertsolaris. Como dice June Fernández en su prólogo:
De pronto, el reverso toma la forma de un sujeto colectivo que agarra el micrófono y habla. Entonces, lo que antes nos parecía normal, pierde la "l" y desnuda una serie de asfixiantes normas.
Así que recomendable e interesante a partes iguales, como fórmula para explorar esos mecanismos transversales y universales de dominación. Y si su lectura también sirve para que algunas/os se interesen por el mundo del bertsolarismo, pues qué maravilla.


(*1) Definición plagiada de la wikipedia donde también se incluye un largo listado de bertsolaris en el que no se menciona a ninguna mujer. Malamente (tratrá) esos wikipédicos.
(*2) Que exista una sola persona en el mundo que piense que HAY DEMASIADOS ensayos feministas, solo significa una cosa: que NO HAY SUFICIENTES ensayos feministas.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Jordi Benavente: Tots els focs totes les pistoles

Idioma original: catalán
Traducción: sin traducción al castellano en el momento de publicar esta reseña
Año de publicación: 2021
Valoración: entre recomendable y muy recomendable
Título original: Tots els focs totes les pistoles

Las circunstancias que rodean a cada uno a la hora de encontrar nuevas voces literarias son múltiples y probablemente válidas todas ellas y, en algunos casos, inclusos sorprendentes, pues conocía de la capacidad de Jordi Benavente como periodista cultural pero ignoraba su talento como escritor. Y, gracias a voces del sector literario en quién confío, me he lanzado a atreverme con un autor totalmente desconocido para mí y para gran parte del público. Y el resultado ha sido gratificantemente sorprendente. Vayamos a ello.

Estamos delante de un libro corto, breve, brevísimo y terriblemente minimalista, con un estilo que se mueve entre reflexiones, relatos cortos, cuentos, poemas en prosa y aforismos. Las escenas que describe el autor son pequeños fragmentos, pinceladas, a menudo aparentemente inconexas, que ejemplifican la importancia del detalle, buscando esos pequeños despuntes, aristas que asoman sobresaliendo en la cotidianidad que la hacen bella, interesante y valiosa; puede tratarse de una hierba en el camino, una casa en el bosque, o la naturaleza que lo envuelve, pues todo sirve, todo es útil, todo es munición para reflexionar y valorar que todo tiene cabida en un mundo cambiante y retador. Es en esas cosas, en esos destellos de realidad, donde debemos y podemos agarrarnos, porque siempre están ahí, porque no dependen de nadie, porque no podrán sernos arrebatadas pues nadie se fijaría en ellas ni tan siquiera para codiciarlas. Pero existen. Están ahí. Y las necesitamos.

Con esta mirada detallista y terriblemente palpable e identificable, el autor narra desde el territorio, desde una naturaleza salvaje y agreste que el autor (y sus múltiples voces narradoras) no rehúye ni evita, pues lo imaginamos solitario, reflexivo y sereno ante tales paisajes. Porque ya el autor reconoce en el inicio que «acaricio árboles caídos en la “plana de les Bruixes”, y también acaricio la roca antigua y la herida abierta que dejaron garras aún más antiguas», porque «es el olor de la hierba de los márgenes, tostada por el sol, lo que me pone en marcha». Y, al igual que una de las voces del relato acaricia árboles, el autor se aproxima a la vida para acariciarla desde cerca, intentado demostrar que existe y averiguar qué es, constatar en los pequeños detalles indicios de realidad, como hace al recordar aquellas edades en la infancia en las que «poníamos petardos dentro de los nidos de los bichos bola (…) dudando uno o dos segundos cada vez, pero siempre encendíamos la mecha. Y después de la explosión, acercábamos la nariz para ver qué. Qué quería decir ser vivo. Qué quería decir ser niño». Porque ansía «deambular salvajes por el bosque, como cuando éramos pequeños y todo eran mapas del tesoro y no había relojes».

El autor, que se confiesa seguidor de Sam Shepard, Jack Kerouac y Patti Smith, en ese ambiente terrenal que uno augura seco y árido, nutre también el relato de pistolas y aires de western y lucha con munición literaria contra un día a día que llena de obstáculos la meta deseada consistente en conseguir aquellos versos que sobresalgan, alentándose en su propio propósito al afirmar que «tú busca el tono. Búscalo y tira fuerte de él. Tira de él hasta que esta prosa tuya se eleve por encima de la ropa sucia y los platos por fregar. Hasta que encuentres la batalla que valga las bajas que habrá, porque las habrá». Porque esa lucha, suya, también nuestra, está también en el día a día, en nuestras obligaciones diarias y en una paternidad que, en este ecléctico retrato del ciudadano corriente, la retrata llena de miedos y temores, con la noticia de un embarazo recibida con una «gota de sudor, preñada de dudas, surcando un rostro curtido por horas de insolaciones». Benavente explora en las emociones y las defiende, a capa y espada, con balas y pistolas, con todo el armamento que es capaz de encontrar en las palabras, porque «escribes porque quieres, tienes hijos porque quieres, y los velarás porque son tuyos, hijos y versos» encajando así la vida dentro de la vida y la letra como parte propia, como una porción de sí mismo.

Mucho mejor en el retrato de la cotidianidad que en los pequeños cuentos insertados y que a menudo acompaña de armas o peleas, siempre a manos de personas perdidas, sin casi rostro ni consciencia, Benavente destaca por una prosa poética que comprendemos y entendemos, que la hacemos propia porque esa realidad es palpable y visible, porque todos tenemos obstáculos en nuestro camino y piedras con las que tropezar, pero que sorteamos decidiendo, a cada paso, si el siguiente será el que valga la pena, si nos llevara donde queremos, ni nuestra pisada encontrará una tierra que nos acogerá o será una punzada más que lastimará aún más nuestros ya callosos pies. Y esa pisada siempre caerá, como lo hace su literatura, en los márgenes, allí donde la línea del bienestar se debate entre la placidez de la trazada conocida y el agreste costado de lo salvaje donde transita y solo pocos centímetros de distancia o de fortuna separan el acierto o el desatino. Benavente escribe desde los márgenes, como un outsider de la vida que se necesita encontrarse entre paisajes desolados. Narra con la voz de una solitaria alma errante que se busca entre prados, bosques y naturaleza, porque «el autor escribe porque lee, y lee para sobrevivir. Y si tengo que elegir entre leer o escribir, elijo salir a caminar», para huir y encontrarse, para escapar del «miedo de vivir miedo de morir miedo de vivir muerto miedo de vivir sin haber vivido o, como muchos de nosotros, toda la vida huyendo en círculos».

El autor también nos habla de los males de una sociedad de vista nublada hacia lo que viene, hacia el cambio climático y el abandono del ámbito rural y de la naturaleza, lamentándose acerca de «la manera en la que nos hablaba la lluvia y como la ignorábamos nosotros», porque «tenemos tres mil aplicaciones en el móvil pero, a pelo, somos incapaces de identificar el árbol que tiene la flor lila. Hemos negligido las canciones de los abuelos».

El autor empieza gran parte de sus reflexiones con un «dejó escrito: » que utiliza a modo de muletilla para apoyarse entre textos y que a la vez funciona como declaración de intenciones, pues ese es su testimonio, ese es su legado, esos son sus pensamientos que en sus diferentes formas y profundidades conforman los distintos sustratos emocionales que argamasan la vida de cada uno de nosotros. Piedra a piedra, camino a camino, detalle a detalle, nos conformamos y nos construimos, en un conglomerado que constituye la estructura humana bajo la cual permanecen encerradas (y a veces enterradas, bajo capas de lodo, tierra y polvo) nuestras ilusiones y nuestros sueños, recorriendo caminos y viajes, que el autor resume perfectamente afirmando, en una de las voces del relato, que «yo siempre pensé que no llegó a volver jamás, de aquel viaje, que no se vuelve, de los caminos. Hundido en la butaca. Bajo un cielo inmenso que no ha dejado nunca de crecerle por dentro». Y algo muy parecido ocurre con este libro; no lo dejamos una vez terminado, permanece dentro de nosotros, vivo y palpitante, para recordarnos que es en los pequeños detalles donde encontramos la vida y a nosotros mismos.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Chris Offutt: Kentucky seco

Idioma original: inglés
Título original: Kentucky Straight
Año de publicación: 1992
Traducción: Javier Lucini
Valoración: recomendable

Los relatos recogidos en este libro transcurren en un lugar perdido de los EEUU, un villorrio de casas dispersas que apenas puede considerarse un pueblo, donde habitan unos rednecks en medio de la pobreza y la desesperanza...

-¡Eh, un momento, que esto ya lo habéis reseñado antes! Era un sitio llamado Kockernoséqué...

-Sí, bueno, es cierto:  Knockemstiff, un estupendo libro reseñado hace años por Izas y con el que tiene mucho que ver Kentucky seco... O al revés, mejor dicho, porque es unos cuantos años anterior al de Donald Ray Pollock. Los relatos del libro de Chris Offutt se desarrollan, como indica el título, en las montañas de Kentucky, cerca de una población similar, es de suponer, al pueblo minero que vio nacer al propio autor y que ya no existe. Unas montañas pobladas por irreductibles -o resignados- hillbillies y enigmáticos Melungeon, que sobreviven, una vez agotadas las minas de la zona, gracias a la caza, las chapuzas y, más allá del tópico de los alambiques a la luz de la luna, del cultivo de marihuana. 

Esta recopilación -primer libro publicado de su autor, por cierto- no es demasiado voluminosa; tan sólo nueve cuentos la componen y su moderada extensión, así como el muy buen hacer narrativo de Offutt facilitan mucho su lectura. A grandes rasgos, y de una forma tan arbitraria como cualquier otra, se pueden agrupar y clasificar sus relatos de esta manera:

  • Blue Lick y Cuarto menguante son, para mí, los mejores del libro -aunque tampoco es que haya grandes diferencias en cuanto a calidad entre todos-, con la característica común de que se trata de dos "historias dentro de la historia" -un racconto, en el primer caso-, en las que un narrador relata algo que ya ha pasado:en el primero, un niño explica las tronchantes, aunque tristes, circunstancias que han desestructurado aún más su ya de por sí heterodoxa familia y en el segundo el viejo -de hecho, difunto- Cody cuenta una historia de antes de la guerra de Secesión, cuando la naturaleza de los Apalaches era aún más salvaje y despiadada que en los tiempos actuales.
  • Otro grupo de cuentos están protagonizados por individuos que, de una forma u otra, se resisten a comportarse como se espera de ellos o , al menos, como lo hacen los demás en su entorno, buscando y encontrando su propio camino: el chico que se propone sacarse el título de Bachillerato en el excelente Serrín, que abre el libro; el joven Everett, que se refugia en el juego de billar en Bola 9; William, que trata de sacar adelante a su familia cultivando maría en los terrenos de la compañía minera -Hierba de caballo-; Mercer, que se resiste a ser tan racista como sus paisanos, en La ascensión de la casa y Vaughn, un niño iniciado en los secretos del bosque por su peculiar abuelo, en Lo que se queda, quizáss el cuento con el tono más lírico del conjunto.
  • Por último, un par de relatos que no se pueden considerar dentro de la anterior categoría: el costumbrista Ahumadero, alrededor de una partida de cartas en pleno invierno y La abuela Lith, casi una versión montañesa de un cuento de los hermanos Grimm -algo de eso tiene, y también de la Antigua Grecia-...

Un libro, en fin, donde encontramos personajes llenos de gran dignidad, luchadores dentro de su aparente fatalismo, muy lejos de los tópicos acostumbrados sobre los habitantes de las montañas de esa zona, de la caricatura tipo Lil' Abner o The Beverly Hillbillies... Y un libro en el que la naturaleza es tan protagonista como los hombres y mujeres que la habitan, una naturaleza dura y exigente, aunque también hermosa y fascinante, de la que, si se sabe ver y escuchar, se puede extraer toda la sabiduría necesaria en la vida.

También de Chris Offutt en Un Libro Al Día: Noche cerrada

viernes, 24 de septiembre de 2021

Antonio Fernández Molina: Solo de trompeta

Idioma original: Español
Año de publicación: 1965 
Valoración: Recomendable

¡Menudo festín literario es Solo de trompeta! Pese a que algunas de sus escenas se antojan reiterativas y ocasionalmente nos obsequia con pasajes de factura un tanto torpe, la novela de Antonio Fernández Molina deja un sabor de boca inmejorable. 

Su protagonista es tan memorable que, meses después de haberlo conocido, sigue rondándome la cabeza. A fin de cuentas, Miguel es un narrador no fiable en toda regla, con una voz única, una cosmovisión de un lirismo extraordinario, una picaresca sin parangón y un sentido del humor envidiable. 

A este protagonista tan carismático hay que sumar otras virtudes: una prosa "naif" en el mejor sentido del término, párrafos deliciosos, imágenes muy sugerentes, un lúcido manejo de los temas, un interesantísimo enfoque de la idea del doble, una fascinante y hasta diría que fresca aproximación al erotismo y la sexualidad, una lograda mezcla de realidad y fantasía... En fin, que recomiendo encarecidamente Solo de trompeta

La edición de Libros del Innombrable es, por cierto, una maravilla. Se nota que la obra de Fernández Molina ha sido revisada y publicada con un cariño y rigor excepcionales. Por si esto fuera poco, el volumen contiene unas simpáticas ilustraciones de Juan Luis Borra y numerosos paratextos (prólogo de José Luis Calvo Carilla; apéndices de Guillermo Díaz-Plaja y Pilar Quirosa-Cheyrouze). Insisto: una maravilla.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Fernando Vallejo: Memorias de un hijueputa


Idioma original: español

Año de publicación: 2019

Valoración: cascarrabias

Fernando Vallejo cumple con el tópico: o se le ama o se le odia. Una virtud, desde luego, lo de no despertar indiferencia. Y sus obras siempre disponen de esa extraña cualidad en estos tiempos: primorosamente escritas y llenas de frases que son puñaladas. Ni un ápice de miedo a meterse con quien sea usando desde el más afilado eufemismo hasta el más directo insulto. Su coartada puede ser el registro autobiográfico, la pura creación o, como en este caso, una especie de jugueteo levemente paródico donde parecen convivir, de forma algo excesiva y desquiciada, pura mordacidad con una especie de autoparodia que combina elementos clásicos de la literatura del boom - esta es una novela, o un trasunto de novela de dictador con una muy actualizada puesta en escena. En Memorias de un hijueputa Vallejo demuestra ser un escritor de su tiempo y no hay pocas apelaciones al mundo digital.

Pero a Vallejo también se le puede volcar el tintero en la mesa o llenársele de bilis en exceso. Como si de un alter-ego se tratara, y convirtiéndose en una especie de Houellebecq centroamericano (o de Thomas Bernhard vivito y coleando con  la libido desbocada) ese es el tono dominante en esta novela, que casi podría definirse como un monólogo con muy poco aderezo externo o hasta, parafraseemos, una especie de dictado, que para eso están los dictadores y así se enorgullecen (en la intimidad) de ser calificados. Poca puesta en escena es necesaria: le explica a Peñaranda, supuesto biógrafo en la sombra, sus caóticas decisiones una vez en el poder, consistentes básicamente en un ajuste de cuentas continuo y cruel. Ordena ejecuciones a mansalva, incluyendo las de todos los anteriores mandatarios de su país, Colombia, en una especie de sueño enajenado al que no le falta aderezo alguno. Incluso cierta curiosa promoción: la guisa que crea Vallejo no deja de aludir a otro texto del autor, La puta de Babilonia, que toma como punto de partida para diatribas sin respiro, con varios focos muy concretos: Colombia como país y los colombianos como colectivo; las religiones monoteístas, los Estados Unidos, España y en especial el rey emérito (el cazador de elefantes). Ni una de esas gallinas (o gallos) deja Vallejo sin desplumar a base de prosa juguetona y ácida, una especie de martillo percutor que apenas descansa sino para tomar fuerzas. Lo cual es a la vez lo peor y lo mejor de la novela. Una obra para incondicionales, pues a cualquier no iniciado en la obra del de Medellín estas ciento ochenta páginas podrán hacérsele cuesta arriba. Vallejo emplea párrafos como mero apuntalamiento de otros. Casi se diría que resulta algo grotesco en su necesidad de mostrar (con personaje interpuesto) su rabia, por momentos desesperanzada, y sus pullas pueden agotar, aunque el mensaje vaya calando en el lector, aunque sea por las malas artes usadas. Prosa precisa y descarnada, gota malaya que penetra y ya sabemos lo que pasa con la gota malaya. Quizás lejos de ser su mejor obra, pero plenamente coherente con una evolución, vuelvo a referirme a Houellebecq, en que edad y condición personal deben pesar lo suyo. Y estas memorias mentirosas no son siempre fácilmente digeribles. Pero si lo fueran, no hablaríamos de ese outsider a su pesar que es Vallejo. 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Contrarreseña: José Donoso; El lugar sin límites

Idioma original: español

Año de publicación: 1966

Valoración: Imprescindible



No me cansaré de repetirlo: leer a los maestros es como volver al paraíso perdido, se está tan a gusto que dan ganas de no marcharse nunca. De esta gran personalidad de las letras hispanoamericanas, José Donoso  (1924-1996), no hay nada que no se haya dicho ya. De todas formas, y como me consta que nos lee gente muy joven, comentaré que se trata de uno de los representantes del boom latinoamericano que crearía escuela en los años 60-70, aunque él siguió publicando regularmente hasta su fallecimiento, y aún después a título póstumo. Sus novelas más complicadas, esas que aluden al mundo real mediante símbolos, es decir, no hay que leerlas literalmente, como El obsceno pájaro de la noche y Casa de campo –ambas, difíciles donde las haya, doy fe–, a pesar de estar consideradas como grandes obras maestras de la literatura en castellano y, la segunda, formar parte del famoso canon de Harold Bloom, o lo que es igual, el súmmum del súmmum de la literatura de Occidente,  no están aún reseñadas aquí. Pero todo se andará, jeje, ustedes no pierdan la esperanza.

 Más allá de esto, todo lo escrito por él es magnífico, pues a su gran talento unía una gran meticulosidad (ocho años le costó escribir cada una de las dos novelas que cito más arriba) y el hecho de haber estudiado a fondo a los grandes maestros y de saber manejar los recursos literarios como pocos. He dicho magnífico, sí, pero tan desazonante que siempre acaba tocando en los lectores algo muy profundo. Aun así, tranquilos, en El lugar sin límites al menos sabemos de qué se trata, en sus novelas complicadas, en cambio, se nos amenaza e inquieta sin que logremos entender bien por qué.

Utilice una perspectiva realista como aquí o metafórica como en muchas de sus novelas, Donoso pone el foco en una esquina de la sociedad, en los parias –psíquicos, económicos, por sexo, orientación sexual, lo que sea– a los que retrata ácida y sarcásticamente. Y siempre da en el clavo. Con una prosa inusualmente certera representa la sordidez, desamparo, miseria y astucia de los despojados de todo. Por eso tendré que analizar, más que el aspecto literario, la situación real que se nos muestra. Porque el retrato geográfico, psicológico y social es tan exacto en su esquematismo, las imágenes son tan poderosas, sus poquísimos trazos son tan esenciales y están hechos con un pincel tan fino, el de la prosa exacta, envolvente y arraigada al terruño, que el lector no está leyendo sino sumergido en aquel ambiente y codeándose con los personajes. La ventaja es que nosotros podemos salir de allí cuando queramos y ellos, los auténticos, evidentemente no. Para muestra, aquí tienen parte del primer párrafo:

“La Manuela despegó con dificultad sus ojos lagañosos, se estiró apenas y volcándose hacia el lado opuesto de donde dormía la Japonesita, alargó la mano para tomar el reloj. Cinco para las diez. Misa de once. Las lagañas latigudas volvieron a sellar sus párpados en cuanto puso el reloj sobre el cajón junto a la cama. Por lo menos media hora antes que su hija le pidiera el desayuno.”

En muy pocas líneas se nos presenta al personaje principal, Manuela, un travesti que no reconoce como hija a la mencionada por circunstancias, bastante retorcidas, que entenderán cuando lean la novela. Tampoco se acepta a él mismo, en parte por el rechazo que provoca, en parte por una incoherencia que proviene de los estereotipos sociales más rancios y arraigados, a la que se suma su extrema pobreza. Esto puede parecer irrelevante, pero imaginen que la Manuela, en lugar de no tener donde caerse muerto, formase parte de la sociedad más opulenta. ¿Creen que los que le rodean, incluso los extraños, no le harían la rosca? Yo, desde luego, no lo dudo. Su gran drama es que, por culpa de la miseria y la ignorancia, el primero que no se respeta es él a sí mismo. Además, su pensamiento atropellado lo mezcla todo: el placer con la economía de subsistencia que practica, la condescendencia abusadora del amo con apoyo y complicidad, su propio deseo con supuesta atracción hacia él, la marginación que sufre con una inexistente repulsa por parte de la Japonesita que, en el fondo y si se dejara, estaría encantada de apoyarle. El resultado es que todos los habitantes de la casa nadan en la precariedad, endiosando a quien les explota y sin ninguna empatía entre ellos, menos aún cariño o unión de fuerzas. Una pequeña comunidad integrada por islas flotantes, los personajes, sufriendo a solas, ignorándose unos a otros, braceando para huir de ese océano de angustias pero incapaces de hacer ni un movimiento correcto para salir a flote, o al menos mejorar un poco.

Donoso se centra en la Manuela porque, como varón, comprende mejor su situación y es capaz de empatizar con él. Pero no se le escapa ese ambiente sórdido al que están condenadas las mujeres de ese lugar desde que nacen. Ellas son, más que nadie, víctimas que ni siquiera tienen esperanzas o sueños como el protagonista, sino que se hunden en una apatía resignada y determinista en la que vegetan, cada una por su cuenta, sin que se les ocurra compartir sus soledades.

 Pero ahí mismo, en ese primer párrafo, está (casi) todo. Aparece también el causante de la miseria que asola el poblado, aunque ninguno de ellos sea consciente de ello. Veamos:

“Habían comenzado a molestar a la Japonesita cuando llegó don Alejo, como por milagro, como si lo hubieran invocado. Tan bueno él. Si hasta cara de Tatita Dios tenía, con sus ojos como de loza azulina y sus bigotes y cejas de nieve.”

“Tan bueno él” que hasta las mujeres del pueblo hicieron la vista gorda cuando sus maridos visitaron el prostíbulo en bloque, ya que lo hacían para homenajear al gran señor. Porque, efectivamente, ese es el negocio que regentan padre e hija, sobre todo ella, porque la Manuela siempre ha sido un socio sin demasiado compromiso y ahora, que la edad la ha hundido en su drama, todavía más que al principio. En ese sitio, cuya suciedad es una de las metáforas utilizadas para pintar su sordidez, se cocinó el triunfo del cacique; la propaganda que hizo la casa –debido a sus promesas de mejorar el pueblo, de que la carretera principal pasaría por allí, de que traería la electricidad a las viviendas– convirtieron en diputado a don Alejo, pero ahora, cuando todo ha quedado en nada, cuando se propone derribar los edificios y convertir el suelo en tierra de labor, siguen adorándole. Sí, cuando lo leemos resulta incomprensible, pero esto sucede tal como lo cuenta Donoso.

No puedo dejar de mencionar ese final paradigmático que debería formar parte de una selección de desenlaces maravillosamente bien planteados, tal como se hace a veces con los mejores comienzos de ficción. Hemos visto a la Manuela salir con Pancho y su cuñado, les hemos seguido un rato, ¿y luego? Lo que pasa después no lo vemos pero lo oímos, se nos transmite a través de alusiones y de pensamientos de la Japonesita que, por cierto, se equivoca de plano. Una forma ingeniosa de decir algo sin decirlo, por medio de sugerencias. Porque no hace falta más, somos los lectores quienes debemos interpretar las señales, mucho mejor esto que darnos todo hecho y digerido, como si se dudase de nuestra capacidad para entender.

 

Otras obras de José Donoso: Coronación, El lugar sin límites (reseña original)

Obras sobre José Donoso: Correr el tupido velo

martes, 21 de septiembre de 2021

Sara Gallardo: Los galgos, los galgos

Idioma original: Español 
Año de publicación: 1968
Valoración: Imprescindible (o casi)

Que Sara Gallardo se ha convertido en estos últimos tiempos en una de mis autoras de cabecera lo demuestra el hecho de haber leído en apenas año y medio cuatro de sus cinco novelas.  El deslumbramiento inicial llegó con "Eisejuaz", la confirmación vino de la mano de "Enero" y, pese a que la no reseñada en ULAD "Pantalones azules" resultó algo decepcionante (es una buena novela, pero no llega al nivel de las dos citadas), la lectura de "Los galgos, los galgos" ha supuesto la confirmación de la altísima calidad de la obra de Gallardo, a quien ha de situarse entre los nombres más destacados de las letras hispanoamericanas de la segunda mitad del siglo XX. 

Pasado este primer párrafo escrito en modo "fanboy loco", me centro en la novela. Publicada originalmente en 1968, y recuperada hace escasas semanas por la madrileña Malas Tierras, "Los galgos, los galgos" supone una cierta ruptura con la obra anterior de Gallardo y muestra su habilidad para manejarse en diferentes registros. Así, y más allá de sus casi 500 páginas (por las apenas 100-150 de "Enero" o "Pantalones azules"), se trata de una novela más ambiciosa en lo formal, más "total" que estas, con lo que prefigura en cierto modo lo que tres años después vendrá  en"Eisejuaz".

Más allá de esa evolución en lo formal, la poética de Enero permanece intacta. El manejo de las imágenes y de las metáforas, de una belleza terrible, evocadora, oscura y melancólica al mismo tiempo, y los diálogos, afilados e incisivos, hacen de Los galgos, los galgos una novela dotada de una potencia y una fuerza similar a las ya citadas.

Con voces quebradas, las colas pendiendo como tripas, se tambalean perdidos en abismos de desamparo apenas se apartan un paso de las madres.

Ahora, ¿de qué carajo trata Los galgos, los galgos? En modo ultrarresumido, no sería otra cosa que la dolorosa evocación de la vida de Julián y de su relación con Lisa. ¿Fácil, verdad? ¡Y una mierda! Porque la novela tiene, además de la "historia de amor", varias posibles lecturas interrelacionadas entre sí. 

A la más obvia, al menos inicialmente, novela de iniciación o de formación (Julián recibe en herencia un terreno y trata de iniciar junto a Lisa una nueva vida alejada de la ciudad y de sus orígenes) se superponen la novela existencialista y la crítica social. La primera de ellas nace del desarraigo y extrañamiento de Julián, abogado clase media alta, contemplativo, ser indolente tironeado por fuerzas visibles e invisibles sin que quiera, pueda o sepa oponer resistencia alguna. Vamos, una especie de Horacio Oliveira con un punto menos de cinismo (y ojo que esta no es la única reminiscencia de Rayuela, sin Morelli y sin las 500000 referencias, por suerte). La segunda, por su parte, surge del demoledor retrato de una clase social en decadencia, de una clase que ha hecho de la impostura, la farsa, la imitación y el apego a las "tradiciones" su modus vivendi. 

Todo lo anterior, ya digo, siempre con un halo melancólico de pasado añorado, de derrota que se presagia desde los primeros instantes, de ilusiones truncadas, de expectativas incumplidas... favorecido por la elección de un narrador en primera persona que habla desde la distancia temporal y "espiritual".  En fin, un LIBRAZO (así, con mayúsculas) del que no quiero ni puedo desvelar más. Sería destripar demasiado. Mejor acercarse, levantar la primera tranquera, levantar la segunda y entrar en Las Zanjas con Corsario y con Chispa, corretear por ahí o sentarse a mirar...

También de Sara Gallardo en ULAD: Eisejuaz y Enero

lunes, 20 de septiembre de 2021

Baudoin: Travesti, de Mircea Cărtărescu

Idioma original: francés

Título original: Travesti

Traducción: Lorenzo F. Díaz

Año de publicación: 2007

Valoración: Muy recomendable


Si les ha parecido turbadora esa imagen la cubierta (feto gestado o deglutido por una enorme araña negra) no les cuento lo que viene después... pero sí, porque para eso estamos aquí, se supone. En esta novela gráfica el ilustrador Edmond Baudoin pone imágenes, y tal vez reinterpreta, la novela que en España se tituló Lulu (Travesti en el original) de Mircea Cărtărescu. Como ni he leído el original ni he querido ver comentarios sobre él hasta terminar el libro, me siento en libertad total para valorarlo sin prejuicios. Pero lo que está claro es que no ha de ser una lectura amable, ni siquiera pacífica.

Victor es un adolescente diríamos rarito: le gusta leer (tiene unos poemas de Rilke, y por ahí asoman Kafka y Cioran, así que ya ven que amenaza tormenta), está convencido, como otros tantos a su edad, de que en un cierto plazo escribirá el libro definitivo, alcanzando quizá profundidades desconocidas de la mente humana, y naturalmente huye de la ordinariez de sus compañeros, rechaza su diversión vacía, rehúye (hasta cierto punto, y hasta un punto quizás poco sano) el flirteo con las chicas, intenta disfrutar el silencio y la soledad… todo ello en un campamento de verano donde, claro está, todas esas vulgaridades alcanzan proporciones colosales. El chico se aferra a sus obsesiones y alimenta un mundo propio en el que se funden con recuerdos y pesadillas que no acierta a definir como reales o soñadas. Acecha la locura, y la perspectiva de escribir no está claro si es liberadora o da nueva energía a los monstruos.

Menudo panorama. Pero esto no ha hecho más que empezar, porque nuestro amigo Baudoin parece haber entendido muy bien el horror que se cuece en el cerebro de Victor, y lo interpreta con fidelidad escalofriante. Nada mejor que un dibujo expresionista brutal, en riguroso blanco y negro, para ilustrar las amenazas, la oscuridad, el frío de la soledad llenando imágenes pobladas de insectos, de sombras, figuras grotescas (se diría que traídas de la serie negra de Goya), muñecas inquietantes, cráneos y espectros, una hermosa estatua que parece contener un soplo de vida de algún tipo. He leído que este dibujante emplea con frecuencia el pincel, y se aproxima entonces a la pintura más que al cómic para presentar con más crudeza la devastación que vive el protagonista.  Pero es también capaz de reflejar la serenidad en dibujos de línea fina, muy básicos, sobre un blanco virginal, algo que deja caer en muy contadas ocasiones como para mostrar el contraste con un mundo posible, si no luminoso, sí al menos claro y estático.

Ese entorno furioso (quizá simplemente la duda y los temores de la adolescencia multiplicados por una sensibilidad extrema) termina de implosionar con la aparición de Lulu, un muchacho vital y excesivo con quien Victor entra en contacto en la fiesta final del campamento. Es una experiencia muy breve, puede que ni siquiera realmente sexual, pero que se incrusta como una lanza en la mente del protagonista. O cataliza ese torrente de miedo y demencia que el muchacho siente sobre sí. Porque ahí se mezclan muchas cosas, y todas ellas perturbadoras, tanto para el chico como para el lector: el sexo, claro, pero también algo parecido a un desdoblamiento de personalidad en el que confluyen el propio Victor (o un Victor doble,  adolescente y adulto) y la imagen de una niña no identificada (o sí). Lulu, que seguramente no es sino otro simple adolescente más o menos descerebrado, enciende la mecha con aquel incidente, encarna de alguna manera los horrores que Victor siente sobre sí, y despierta recuerdos quizá enterrados en el subconsciente. 

Muchas interpretaciones posibles, todas ellas desasosegantes, que se nos enredan como los hilos de la araña que preside el panorama. Como también podemos poner el foco en los sueños del artista adolescente que se siente distinto a los demás, creador, capaz de hundirse en mundos que los demás ni siquiera imaginan y que, pasados los años, comprueba con la desolación prevista cómo sus compañeros se sumergen en la vida burguesa, abandonando las utopías que quizá soñaron, sumándose al carril de la sociedad del que Victor siempre sintió la necesidad de escapar.

En esa desesperación, además de machacar al lector con las terribles imágenes a las que me refería antes, no sé hasta qué punto Baudoin entra y sale del texto original del Cărtărescu, quizá fundiendo las experiencias de Victor con las suyas propias. Es, como se puede deducir, un relato duro, sin concesiones y sin tregua, en el que no estoy seguro de si esas imágenes refuerzan la crudeza de la historia o si, por macabras que sean, terminan por distraer del argumento y por tanto, paradójicamente, diluirlo. Para tenerlo claro tendría que leerme el Lulu del autor rumano, que veo que tantas alabanzas suscita, pero la huella que ha dejado este Travesti me parece suficientemente profunda como para hurgar todavía un poco más. Por ahora.

La reseña sobre el original de CărtărescuLulu

domingo, 19 de septiembre de 2021

Ali Smith: Verano

Idioma original: inglés
Título original: Summer
Traducción: Dolors Udina (trad. al catalán) y Magdalena Palmer (trad. al castellano)
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable


Escribe Ali Smith que el verano es «la estación del año que siempre andamos buscando, buscando llegar a él, como el horizonte contiene la promesa de una puesta de sol». Y, justamente por ello, que la autora haya escogido esta estación como cúspide y punto final de su cuarteto estacional tiene todo el sentido del mundo, porque no únicamente cierra con él sus libros sobre el conjunto de estaciones, sino que de manera puntual y casi anecdótica, aparecen en él varios de los personajes que han dado forma a este conjunto de libros. 

Fiel a su sentido crítico y mordaz, Ali Smith arranca el último libro del cuarteto estacional, su tour de force ideológico y crítico sobre la sociedad actual, hablando sobre la veracidad de la información que aparece en internet, sobre la importancia de las fuentes al informarnos sobre lo que ocurre y lo que se dice en ellas. Y, en consecuencia, sobre la importancia que tiene luchar contra los bulos y las falsedades acerca de lo que se dice sobre el mundo, sobre uno mismo. Porque la perversión del sistema recae y depende de cada uno de nosotros. Así, con este punto de partida, nos presenta los principales personajes, Sacha Greenlaw, su hermano pequeño Robert de trece años (un hermano terriblemente nihilista), así como también su madre, que lucha y la obsesiona la veracidad, y también Ashley, la amante y nueva pareja de su padre que vive justo al lado y quien de golpe ha dejado de hablar.

Como ya hizo en sus anteriores libros, Ali Smith coge una idea y la revienta, coge un concepto y lo sacude, tratando siempre al lector como a alguien inteligente a quién no hace falta que le describan la situación; ella lanza verdades, lanza diatribas certeras sobre los diversos aspectos que rodean nuestro día a día, atreviéndose con todo como cuando afirma sin tapujos que «Dios es un producto de la necesidad y la imaginación humana». El discurso de Ali Smith es muy escéptico sobre la humanidad y sobre los políticos, sobre una sociedad en la que, por fortuna o por desgracia, debemos confiar porque, al fin y al cabo, todo recae en ella y en cada uno de nosotros porque «no tiene sentido pedir a nadie que sostenga tu mundo». Así, la autora utiliza la figura de Robert per lanzar dardos envenenados de ideología racista y xenófoba, machista y mordaz, actuando de esta manera como escaparate de una sociedad que se mira a ella misma bajo este prisma y, a pesar de ello, se gusta. Robert, el «hermano brillante» que oscurece para luego deslumbrar con su capacidad analítica y retórica, el contrapunto que siempre existe en las novelas de Ali Smith para retarnos y desafiar nuestras ideas y pensamientos. La autora centraliza en Robert las ideas nihilistas de una sociedad que se dirige de manera inexorable hacia su propia destrucción, guiada con la mano firme pero errática de los líderes que se mueven por sus propios intereses, afirmando que «los que mandan en Inglaterra ahora mismo son los genios de la manipulación».

Y, al lado de Robert, su hermana Sacha, de dieciséis años, altamente crítica, que defiende el medioambiente y la necesidad imperiosa de luchar contra un mundo obcecado por destruirlo, una «taradambiental» (según palabras de su hermano) que «cuanto más vive, más insana de da cuenta Sacha que es la especie a la cual pertenece»; alguien que culpa los grandes organismos que permiten y fomentan esta destrucción, alguien que «piensa en aquellas máscaras de algodón de ahora. No se parecen en nada, hojas muertas, basura volandera, comparadas con las máscaras reales, las que llevan en la cara los mentirosos del planeta», porque «todo es una máscara», porque Smith encarna en Sacha el espíritu de protesta ante un cambio climático que debería aterrarnos y para el que nadie está preparado ni, tan siquiera, hace nada para estarlo. Y Sacha es contundente con ello, respondiendo en un gran párrafo a los que dejan la revolución y el cambio a manos de los jóvenes que, «sí, claro. Dadnos toda la responsabilidad ahora que lo habéis estropeado todo, pero no nos deis ningún poder con el que cambiarlo».

De esta manera, se puede constatar que los libros de Ali Smith van atados de manera ineludible al presente y retratan a la perfección la sociedad en la que vivimos; así, el relato de la escritora se centra en las ideas más que en la trama, porque Ali Smith caracteriza a sus personajes otorgándoles una personalidad perfectamente definida que encarna en ellos los males de la sociedad pero también sus delatores, sus acusadores. En Ali Smith la denuncia es constante, la rebeldía es tan imparable como lo es su capacidad dialéctica y discursiva que teje, en cada uno de sus párrafos, múltiples ideas que se hilvanan entre ellas y con nuestros tiempos. La sociedad, bajo los ojos de Ali Smith, es un escenario lúgubre y sombrío, triste y decadente, poblado en su mayoría por marionetas que se mueven de manera pacífica y sumisa bajo los hilos de los líderes y políticos que no únicamente mueven y guían la vida de sus protagonistas, todos nosotros, sino que también cambian el paisaje a su antojo, y nunca lo hacen de manera favorable a quienes representan, también en el teatro de la vida, sino a ellos mismos. Por ello la autora asevera, de manera pesimista y derrotista, su visión «teniendo en cuenta que ahora todos vivimos en una prisión abierta y más vale que lo admitamos y dejemos de imaginarnos que no» y que la clase dominante piensa únicamente en ella misma, y que nos oprime, y nos somete. Pero mientras haya rebeldía y haya inconformismo, hay esperanza.

Ali Smith en su continuo análisis sobre el presente de nuestra sociedad trata también sobre el COVID y el confinamiento, y es por ello por lo que este cuarteto estacional rebosa actualidad por todos lados, y concluye su retrato social afirmando en boca de Sacha que «me parece que algo bueno que puede salir de ello es que mi generación ya suficientemente pisoteada será más resistente. Seremos conscientes de la suerte que tenemos de pasar más tiempo con los amigos porque ya sabemos qué es vivir sin ellos. Y por Dios que valoraremos nuestras libertades y lucharemos por ellas en nombre de todo lo que es bueno». Y, enfatizando su proclama, Ali Smith agradece, en nombre de Sacha y con misivas destinadas a héroes anónimos, la labor de aquellos que han estado al frente ante el implacable virus del COVID, afirmando que «es por esto, Héroe, que tú, juntamente con todos los trabajadores esenciales del Sistema de Salud y la gente que trabaja para que las cosas continúen funcionando (…) son mis héroes, junto con la gente que lucha para proteger el clima y cada una de las personas que protestan por lo que le sucedió a George Floyd», añadiendo así una pincelada más de denuncia y confirmando que todas las experiencias, reflexionadas, pueden llevarnos a crear un mundo mejor, porque «ahora puede que tomemos consciencia de que tenemos de dejar de ser un veneno los unos para los otros y para el mundo».

Debo decir, también, que hacia la mitad del libro, el libro pierde algo de fuerza, pues con la recuperación del personaje de Daniel Gluck (que ya aparecía en Otoño) la autora rebusca en su pasado para hablar de la detención e internamiento en Inglaterra de aquellos simpatizantes (o supuestamente simpatizantes) con el nazismo. Esas casi cien páginas a mitad del libro rompen la potencia narrativa sobre la actualidad y, personalmente, las encuentro bastante menos interesantes, pues donde Ali Smith se sublima es hablando del presente más que del pasado, de la denuncia rápida y ácida más que de la exposición pausada; de todos modos, se sirve de este hecho histórico para, como en el resto de libros de este cuarteto estacional, reivindicar a mujeres del mundo del arte y recordar su valía, como en este caso hace con Lorenza Mazzetti, escritora, pintora y directora de cine y fundadora de Free Cinema (y sobrina del primo de Albert Einstein con quien vivía y a quien la SS mató junto con toda su familia en represalia por el exilio de Albert Einstein a América).

Afortunadamente Smith, con su inmensa calidad retoma el pulso de la obra y nos regala unas últimas páginas de inmenso talento, rodeándolas de teatro y grandes autores, sublimándose en una conversación entre Grace y un joven restaurador de bancos llamado John que trabaja en una iglesia y la envuelve de teatro, de reflexiones sobre la vida, de Shakespeare y Dickens, de la frialdad del invierno y la calidez siempre deseada, siempre en el horizonte, de los veranos. Este último tercio de libro es de una gran preciosidad y delicadeza y, sin dejar de lado la mirada recelosa de Smith hacia la sociedad que los rodea, la envuelve de un canto en favor de la mirada tierna de quien ve en el verano el refulgir de un año marcado por infortunios.

Existen muy pocos autores que, de manera tan brillante y a través de la narrativa, puedan tejer una obra nutrida de reflexiones terriblemente actuales sobre el mundo que nos ocupa y hacerlo de manera plenamente orgánica, en una transición perfectamente amoldada entre pensamiento y narración. Porque el mundo actual necesita voces como la suya, que sepan transmitir ideas y reflexiones y hacerlo a través de sus personajes que viven la situación como lo hace el propio lector. Los personajes de Ali Smith somos todos nosotros y el mundo en el que viven es nuestro propio mundo, ahora y aquí. Ella es plenamente consciente de ello y se confiesa afirmando que «son tiempos sorprendentes para estar vivos. El orden del mundo ha cambiado». La autora ve cómo la sociedad se distancia de las clases dirigentes y debe retomar el poder, su poder, para cambiar las cosas. Los héroes son los ciudadanos de a pie, aquellos que luchan para cambiar el orden de las cosas, para conseguir alterar el rumbo marcado por clases dominantes avariciosas e insolidarias; los héroes son los que se levantan y gritan que no, que el mundo no debe tomar un camino que nos lleve a la autodestrucción como planeta y como sociedad, porque, tal y como afirma Ali Smith en un pasaje del libro, «tengo la idea de que, en el sentido moderno, ser un héroe es poner luz para iluminar cosas que es necesario ver». Y no sé si Ali Smith podría considerarse una heroína, pero sí es evidente que sabe poner luz, no a la oscuridad, sino para mostrar ante el mundo y criticar aquellos que pretenden eclipsarnos y sumirnos bajo el tenebroso manto de su ambicionado e ilimitado poder.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Àngel Guimerà: Terra baixa

Idioma original: catalán
Traducción: (*)
Año de publicación: 1896
Valoración: Imprescindible


Ya he comentado alguna vez lo mucho que me gusta leer teatro, sobre todo un buen clásico, universal, intenso, repleto de conflictos interesantes y de personajes arquetípicos llenos de humanidad y que, además, que aquello de lo que trate siga siendo vigente. Y así suele ser porque —no nos engañemos— que hayamos logrado plantar patatas en Marte no significa que tengamos resueltas nuestras miserias humanas más básicas.

Resumen resumido: El amo Sebastià hace venir desde las montañas al inocente pastor Manelic para casarlo bajo engaño con Marta, la joven a la que mantiene como amante desde que era prácticamente una niña; su pretensión es desactivar los recelos de la rica familia con la que va a emparentar sin por ello renunciar a Marta. Pero el temperamento noble y salvaje de Manelic no solo le devolverá a Marta la esperanza de tener una vida digna si no que se alzará frente al yugo feudalista de Sebastià.

La obra de Àngel Guimerà se caracteriza por poner el foco en cuestiones sociales como el clasismo, el racismo o el machismo, que al final no dejan de ser diferentes facetas de uno de los males más corrosivos que existen: el abuso de poder en cualquiera de sus formas, la opresión del otro para el beneficio personal. Sus héroes y heroínas suelen caracterizarse por su humanidad y capacidad de acercamiento al que es diferente, moviéndose por un fuerte deseo de justicia o de reposición de la dignidad. En el caso concreto de Terra baixa, los temas no han perdido —como decía antes— ni un ápice de actualidad:
  • Subordinación de toda una comunidad a la voluntad de un solo individuo que ostenta un poder de fundamento básicamente feudal y hereditario. La autoridad del amo Sebastià no se pone en duda bajo ningún concepto a pesar de que cometa actos deleznables.
  • Pedofilia. Sebastià aprovecha la situación de vulnerabilidad extrema de una niña de catorce años (Marta) para convertirla en su amante sin el menor escrúpulo.
  • Violencia de género. No solo porque la Marta adulta vive sometida, física y emocionalmente, a la voluntad de Sebastià, sino porque la gente del pueblo no la considera una víctima sino una «perdida» que no merece la misma consideración que el resto.
  • Alienación social. Una comunidad pequeña y hermética en la que se aceptan una serie de actitudes arraigadas a pesar de que son moral y humanamente reprobables e injustas. Tiene que venir alguien de fuera, en este caso Manelic, para poner en crisis todo su sistema de valores.
Àngel Guimerà emplea un lenguaje adecuado a la historia y a los personajes, sencillo y certero, así como unas acotaciones precisas que no resultan invasivas a la lectura. Por otra parte, emplea la simbología y la dicotomía como recurso habitual en sus obras: la confrontación entre una tierra alta, de la que proviene Manelic con su pureza, su espiritualidad y los valores que residen en la mente, y una tierra baja absolutamente corrompida haciendo referencia a los bajos instintos, a la genitalidad pura y dura. Lo mismo sucede con la anécdota del lobo que sirve para vehicular y justificar el acto de Manelic en ese final catárquico que pone la carne de gallina, tanto por su intensidad como por su mensaje.

Y es que uno de los mayores atractivos de Terra baixa es su protagonista, Manelic; un joven pastor que ha vivido durante años aislado en las montañas al que, sin conocerlo, juzgan a la ligera y tratan con condescendencia. Pero aunque Manelic se ha criado en un entorno regido por las reglas inclementes de una naturaleza feroz, también ha honrado cada día a sus padres fallecidos y ha rezado para preservar su humanidad, por lo que dista mucho de ser un salvaje o un simple. Manelic encarna el ideal de alma pura no corrompida con unos valores más sólidos que los del resto. Diría que de todos los personajes teatrales que he tenido el placer de conocer es el que más me ha impactado, aunque quizá tenga algo que ver el hecho de que lo pude ver interpretado por un joven Lluís Homar (cuánto tiempo, sí) que hizo un trabajo absolutamente magistral. Muy interesante, complejo y lleno de matices también el papel de Marta, dificilísimo de interpretar (en mi opinión) al ser una mujer tan hermética que arrastra semejante bagaje vital y emocional; un personaje que puede despertar la incomprensión de algunos espectadores/lectores precisamente por la miopía social que aún impera frente a las víctimas de violencia de género, tal como explicaba antes.

Y por todo eso, Imprescindible, aunque quede un poco intenso. Terra baixa es una de esas historias universales y bien contadas, un dramón de los buenos que te deja con ganas de salir a la calle a quemar unos cuantos contenedores, pero con alegría.

(*) Terra baixa (Tierra baja) es un clásico del teatro catalán y una de las obras más representadas y traducidas de la lengua catalana, por lo que existen en el mercado varias ediciones y traducciones al alcance de cualquier lector que esté interesado.

viernes, 17 de septiembre de 2021

Koushun Takami: Battle Royale

Idioma original: japonés
Título original:  バトル・ロワイアル (Battle Royale)
Año de publicación: 1999
Traducción: José C. Vales (del inglés)
Valoración: recomendable y, para quien tenga que tratar de forma habitual con adolescentes (incluidos los propios hijos), imprescindible

Como sin duda saben nuestros más acérrimos seguidores (y, si no, yo os lo cuento), la última reseña firmada por este vuestro seguro servidor, la de ¡Abajo el colejio!, estaba dedicado a los desventurados alumnos que comienzan en estas fechas el curso escolar. Ahora bien, he de reconocer que, nada más escribirla, sentí un puntito de remordimiento y la sensación de  haber sido injusto con esos otros héroes y heroínas del sistema educativo: los y las sufridas docentes, que cada año deben aguantar a niños y/o adolescentes en cantidades ingentes (a quienes, me atrevo a aventurar, ni siquiera soportan, de uno en uno, en sus propias casas). Con la misión casi imposible, además de evitar que se demanden en exceso, de desasnar un poco a esas pequeñas y no tan pequeñas bestias. Casi nada...

Así pues, pensé yo, como desagravio, ¿qué es lo que más desearía cualquier miembro o miembra del cuerpo docente, e incluso, me atrevo a decir, del personal subalterno de los centros educativos, sobre todo si son de Secundaria? ¿Más días de vacaciones (aún)? ¿Un aumento de sueldo? ¿Que la máquina de café de la sala de profesores sirva carajillos sin fin, y gratis? No, amigos y amigas de ULAD: el sueño húmedo y oscuro de todo profesor o profesora, podéis creerme, sería encerrar a sus alumnos en algún lugar sin posibilidad de escapatoria... una isla, por ejemplo, y obligarles a exterminarse entre sí, a matarse unos a otros hasta que no quedase ninguno en pie. Bueno, o uno solo, por mantener cierta motivación... Pues eso mismo es lo que hizo en 1999 el japonés Koushun Takami... en la ficción, claro está: secuestrar a los 42 chicos y chicas de la clase de 3º del instituto Shiroiwa -15 añitos-, proporcionarles un armamento variopinto y meterlos en una "Battle Royale", es decir, una competición de todos contra todos. El libro, huelga decirlo, fue un exitazo inmediato en Japón y dio lugar, al año siguiente, a una no menos célebre película y después, a una serie de manga, por no hablar de los remedos (cuando no plagios) que les han salido, como los no menos exitosos libros y pelis de Los juegos del hambre.

De todos modos, hay que señalar que entre la novela y la peli de Battle Royale hay algunas diferencias; en ésta última (de no poca influencia en Kill Bill de Tarantino, por cierto), el instructor que explica el juego a los chavales es un profesor suyo, interpretado por el gran Takeshi Kitano, harto de su deplorable comportamiento, que les ha llevado a ser elegidos para la "batalla". En la novela, en cambio, la clase de 3º de Shiroiwa es elegida por sorteo como parte de un programa de instrucción militar de la República del Gran Oriente Asiático, donde se desarrolla la acción, gobernada por un  distópico régimen totalitario (*).Esto le da a la trama de la novela una dimensión política más acentuada que en la peli, que se centra más en la representación de la violencia. Ahora bien, la dimensión política de esta historia no de limita a la denuncia de un hipotético, aunque plausible régimen totalitario (*), también se puede leer como una parábola bastante evidente de las opciones que tienen los jóvenes (y, en realidad, todos nosotros) para enfrentarse a los problemas que les esperan en el futuro, ya sean laborales, de convivencia, defensa de sus derechos, etc.: o tratar de resolverlos cada cual por su cuenta y manera, de forma individualista, o unirse para afrontarlos en común, apoyándose unos en otros, aunque para ellos haya que renunciar a parte el libre albedrío propio...

Otra cosa que diferencia al libro es que en éste se hace más hincapié en la personalidad, circunstancias y pasado de cda estudiante. Sobre todo, del trío compuesto por Shogo, Shuya y Noriko, protagonistas , en gran medida, de la novela, aunque el autor  le dedica cierta atención a todas y todo los estudiantes, incluso a aquéllos que van a morir unas páginas más adelante, conformando todo un catálogo de tipos -y tópicos- del universo teen: los admirados deportistas, los malotes -incluso algún que otro psicópata-, las chicas enamoradizas, el payaso de la clase, etc. Unos y otras van cayendo como moscas a lo largo de la novela. Y éste supone es el aspecto más perturbador del libro, pues despierta nuestro vouyerismo más sádico: por más que empaticemos con estos pobres chicos y chicas obligados a asesinarse entre sí, resulta fascinante y hasta adictivo asistir a la matanza; cuando aparece un nuevo personaje, el lector no puede dejar de pensar en cómo morirá y a manos de quién... con gran disfrute, siento decirlo.

De ahí, sin duda, el escándalo que acompañó a la publicación de esta novela, aunque también su éxito y que en poco tiempo se convirtiera en casi (o sin casi) un libro de culto. En todo caso, me juego lo que sea a que entre el profesorado de todo el mundo sí que lo es...

(*) He puesto "totalitario" porque sé que hay lectores del blog muy sensibles con otros términos, pero en el libro se dice claramente  "fascista".

jueves, 16 de septiembre de 2021

Yael Tamir: El porqué del nacionalismo

Idioma original: Inglés
Título original: Why Nationalism
Año de publicación: 2019
Traducción: Daniel Esteban Sanzol   
Valoración: Recomendable (especialmente para interesados)

El porqué del nacionalismo es sumamente interesante. Aunque no comparto al cien por cien los diagnósticos expuestos en este ensayo, creo que el pensamiento de su autora, la politóloga Yael Tamir, alberga grandes intuiciones. 

Pero vamos por partes. ¿Cúal es la postura de Tamir con respecto al nacionalismo? Pues bien, ella admite que hay nacionalismos reaccionarios, xenófobos, etnocéntricos o fanáticos, pero también otros de corte liberal, moderados e inclusivos. Es decir: el nacionalismo puede ser una herramienta democrática y modernizadora. Por tanto, los partidos progresistas, socialistas, liberales y democráticos no tendrían que renunciar al enfoque nacional, cediéndoselo así a sus homólogos más extremistas.
 
Afirma Tamir que, en unos tiempos caracterizados por el hiperglobalismo, el nacionalismo mitigará las dinámicas perniciosas del primero. No sólo eso: según la politóloga, el nacionalismo llamémosle beneficioso es contagioso, de modo que además de mejorar las cosas de puertas para adentro, ejercerá su influencia positiva allende sus fronteras y percibirá a otras patrias como preciados aportes a una civilización común.     

En suma, extraigo varias ideas muy valiosas de esta obra (algunas de las cuales cojo, no obstante, con pinzas): 

  • Hay que aprovechar las virtudes del marxismo (la noción de conciencia de clase), el liberalismo o ciertos movimientos sociales, pero criticar al mismo tiempo sus contradicciones y excesos. 
  • Hay que reconocer que la formación de los Estados nación promovió conquistas democráticas importantísimas.
  • Hay que reivindicar la figura del Estado nación (cuya importancia es capital en unos tiempos amenazados por el hiperglobalismo, las crisis migratorias o el cambio climático) en la actualidad, en tanto que mayor fuente de servicios duraderos e intergeneracionales. 
  • Hay que garantizar (e incluso revalorizar) el Estado del bienestar y todo lo público.
  • Hay que trabajar para que el Estado se convierta en patria, un lugar al que nos vinculamos no en virtud de motivos instrumentales, sino debido al afecto y la fortuna, donde los individuos se sienten involucrados en una entidad continua que aviva sus dependencias y responsabilidades mutuas.
  • Hay que celebrar el nacionalismo, cuyas virtudes participativas e igualitarias son deseables, en tanto que fuerza con capacidad aglutinante y emancipadora.
  • Hay que abordar con diplomacia varias problemáticas contemporáneas: las consecuencias del neoliberalismo salvaje, el «largo periplo global» de las élites, la indignación de las masas provocada por su desamparo y la creciente desigualdad, las ínfulas separatistas de ciertas regiones... 
  • Hay que primar la igualdad, incluso cuando ésta pueda socavar en parte lo que algunos entienden por libertad. En ese sentido, hay que restar justicia a actitudes como la defensa del librecambismo o la libertad de tránsito, para sumársela a metas como la lucha contra la pobreza y la superación de las brechas sociales y económicas. 

Llegados a este punto, me gustaría remarcar que el contenido de El porqué del nacionalismo no me parece intachable. Sin ser yo sospechoso de comulgar con la ideología liberal, creo que es a través de ella desde donde se podría criticar con mayor provecho el discurso de Tamir. Por no hablar de que otra pega a formular al discurso de la autora sería la siguiente: ¿acaso refugiarse en el tribalismo (sea éste excluyente o no, beneficioso o no) no ha sido lo que siempre se ha hecho en tiempos difíciles? ¿De veras eso da resultados positivos?