Idioma original: francés
Título original: L'autre fille
Traducción: Lydia Vázquez Jiménez en castellano para Cabaret Voltaire
Año de publicación: 2023
Valoración: muy recomendable
Título original: L'autre fille
Traducción: Lydia Vázquez Jiménez en castellano para Cabaret Voltaire
Año de publicación: 2023
Valoración: muy recomendable
En el campo demasiadas veces criticado de la autoficción (también a veces denominado “literatura del yo”, nombre que no me acaba de gustar pues tiene cierto rasgo egocéntrico), hay casos y casos. Porque si bien hay autores que pretenden construir una obra literaria en torno a ellos a partir de algún suceso sin especial relevancia, hay otras ocasiones en los que la vida del autor es tan amplia, rica y nutrida de sucesos que es inevitable que su obra gire en torno a ellos pero que se expanda y nos alcance hasta hacerlas incluso nuestra por empatía o por confluencia. Aún y así, incluso en esos casos, la calidad literaria dependerá, no únicamente del relato en sí, sino de la visión que se le quiera dar, de la amplitud de la mirada, del alcance de los expuesto y de donde se quiere llegar con ello. Y claro, Annie Ernaux, tiene mucho que contar, y es innegable que sabe muy bien cómo hacerlo.
En este libro basado en la propia experiencia de la autora (como la mayoría de ellos), Ernaux narra un episodio clave en su vida: el descubrimiento, a los diez años, no únicamente de que ella era la segunda hija de sus padres, sino también de que su hermana murió antes de que ella naciera. Así, descubre que tenía una hermana fallecida, aunque ella no la consideró como tal al momento de saber de su existencia porque, tal y como cuenta en este libro en forma de carta que escribe a su hermana, «según el registro civil, eres mi hermana (…) pero tu no eres mi hermana, nunca lo fuiste. No hemos jugado, comido, dormido juntas. Nunca te toqué, nunca te besé. No sé de qué color tienes los ojos. Nunca te he visto. No tienes cuerpo ni voz, solo eres una imagen plana en unas cuantas fotos en blanco y negro (…) llevabas dos años y medio muerta cuando nací yo». Y esa realidad la conmueve y la perturba, pues es difícil y terrible constatar que «ya muerta, entraste en mi vida en el verano de mis diez años».
Con esta dureza expone el desconcierto ante la presencia de una constante ausencia y la autora es especialmente contundente acerca del momento de su revelación cuando, de manera accidental, oye a su madre hablar con una amiga de su hija que murió de difteria a los seis años, una hija de la que a Annie no le habían contado nada «para no apenarla» y sobre la que oye a su madre decir que era «más buena que ella». Dos palabras, “más buena”, que duelen, que hieren, que carcomen a una niña de tan solo diez años, a quien comparan con una hermana difunta y que causan que la autora afirme que «entre mi madre y yo, dos palabras. Se las hice pagar caro» y la constatación de no ser hija única, de ser consciente de que «había vivido en mundo de ilusión. Yo no era única. Había otra, surgida de la nada. Así que todo el amor que creía estar recibiendo era falso». Una ausencia marcada que nota en sus padres, en sus miradas, en su estado, cuando constata, repasando fotos antiguas de sus padres al poco de nacer ella, al percibir nítidamente que «estás allí, entre ellos, invisible. Eres su dolor» y, siendo su dolor, hace que se establezca entre ellos una barrera emocional, un cisma respecto a sus padres pues «no podía o no quería (…) entrar en el dolor de ellos. Era anterior a mí, ajeno a mí. Me excluía».
Con este relato, Ernaux nos detalla la dificultad y la tristeza de vivir a la sombra de una hermana a la que nunca conoció, pero que vivió a la vez que ella en los corazones y la memoria de sus padres. Una hermana silenciada, aunque eternamente omnipresente envuelta en un silencio que les protegía también a ellos, pues «te ponían fuera del alcance de mi curiosidad, que les habría destrozado», aunque «no les reprocho nada. Los padres de un hijo muerto no saben lo que produce su dolor en el que está vivo». Y, a pesar de ello, la autora escribe este libro con ciertas dudas de su intencionalidad, tal vez para entender lo sucedido, tal vez porque echa en falta a su hermana, tal vez para cerrar un círculo sin tener clara su intencionalidad al hacerlo hasta el punto de que constate y se cuestione si «¿acaso estoy escribiéndote para poder resucitarte y poder matarte de nuevo?». Quizás es algo más sencillo que eso, quizás es algo más puro, quizás «escribirte no es más que eso, constatar tu ausencia» y, en cierto modo, también extrañarla.
También de Annie Ernaux en ULAD: La mujer helada, Memoria de chica, El uso de la foto, No he salido de mi noche, Los años, Una mujer, El lugar, El lugar (contrarreseña)
Tu crítica me ha convencido, Marc!
ResponderEliminarHasta ahora sólo había leido de ella "Los armarios vacíos". Me gustó tanto que llevaba un tiempo dudando con que otra de sus obras debería seguir ahondado en su particular universo.
El tema del libro reseñado por Marc me parece tan interesante como original.Elegido!
Si de algo sirve, recomiendo a quien todavía no lo haya hecho que pruebe con Ernaux. Merece la pena (en el blog sóis de la misma opinión por lo que he leido en el resto de sus reseñas).
Gracias por vuestra impagable labor!
Hola, Manuel.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste el estilo de Ernaux, coincidimos plenamente en este aspecto (de hecho, la mayor parte de reseñas de la autora en el blog son mías). Creo que es una autora que sabe, a partir de vivencias personales, explorar diferentes aspectos de la condición humana y nos interpela, de uno u otro modo.
Saludos, y gracias por tu comentario.
Marc