Título original: I nostri antenati (Il visconte dimezzato; Il barone rampante; Il cavaliere inesistente)
Año de publicación: El vizconde demediado, 1952; El barón rampante, 1957; El caballero inexistente, 1959
Traducción: Esther Benítez
Valoración: Imprescindible
Antes de que se nos pase celebrar el centenario del nacimiento del grandísimo Italo Calvino, que en este blog somos un poco despistados, habrá que reseñar alguna cosilla de él, digo yo... Y entre su excelsa producción destaca, en mi opinión tan sólo un paso por detrás en perfección (o incluso ni eso) de Las ciudades invisibles, esta trilogía escrita en los años 50 del siglo pasado y que él mismo llamó Nuestros antepasados, compuesta por tres novelas independiente y, en apariencia sin ninguna relación entre sí, aunque las tres guarden un aire común, entre el cuento popular, la alegoría socio-política y la fantasía más imaginativa. Aunque me temo que el propio Calvino no estaría de acuerdo conmigo, o no del todo; en la respuesta a una reseña a El caballero inexistente aparecida en el semanario Mondo Nuovo (y titulada, significativamente, La novela de un ex-comunista) escribió: "En El caballero inexistente, como en mis dos anteriores novelas fantástico-morales o lírico-filosóficas o como se quiera llamar, no me he propuesto ninguna alegoría política, sino tan sólo estudiar y representar las condiciones del hombre de hoy, la forma de su 'alienación', las vías para la consecución de una humanidad total". Pero, en fin, vayamos de una vez al turrón:
En la novela corta El vizconde demediado el vizconde Medardo de Torralba, que ha acudido a la guerra contra los turcos, es alcanzado por una bala de cañón de tal forma que queda partido en dos mitades simétricas. Milagrosamente los médicos logran salvar a la mitad derecha, que vuelve a su predio convertido en un ser absolutamente infame que se dedica a sembrar el mal allá por donde pasa. sin embargo (y atención al SPOILER) resulta que la otra mitad también ha sobrevivido y cuando aparece por Terralba resulta ser todo lo contrario a la primera: un compendio de bondad y sacrificio por el prójimo, llegando incluso a la exageración. como cabe suponer, el conflicto está servido...
Es más que evidente el carácter simbólico (la dicotomía del alma humana, el conflicto del bien y el mal, etc.) de El vizconde demediado. Quizás un tanto más discutible, como hemos visto, sería su lectura política, pero se puede ver como metáfora de lo que había sido la Historia de la primera mitad del siglo XX, quizá también de la disyuntiva que se le ofrecía a la ciudadanía de los países occidentales hace 70 años... Aunque me atrevería a decir que de forma aún más clara hoy en día: entre un "malismo" quizás satisfactorio como salida a nuestros peores instinttos y frustraciones, pero estéril e incluso contraproducente para la convivencia y el avance social, y un "buenismo" voluntarioso, pero algo inflexible, cuyas buenas intenciones chocan con la realidad hasta neutralizar cualquier eficacia. La sociedad, en esta narración, está representada por distintos colectivos y personajes característicos que aparecen: desde los criados y esbirros del vizconde a los campesinos, los leprosos, los hugonotes... Todo ello, empero, contado no con el lenguaje abstruso de la teoría política, sino con el precioso y aun poético de los cuentos populares (recordemos que Calvino recopiló muchos Cuentos populares italianos en un maravilloso libro) y narrado, quizás para reforzar esta impresión de cuento o fábula, desde el punto de vista de un niño, sobrino del vizconde, de tal manera que, simbolismos aparte, la novelita se puede leer, sin más -o además-como un relato asombroso y entretenido, digno de la mejor tradición literaria fantástica.
La segunda novela que conforma Nuestros antepasados, El barón rampante, ya ha sido reseñada en este blog, así que no me extenderé demasiado. Pero sí quiero decir las aventuras del barón Cósimo Piovasco de Rondó, que siendo aún niño y tras una discusión familiar decide subirse a un árbol y no volver a pisar el suelo jamás, constituye una de las novelas más deliciosas, divertidas, inteligentes, románticas, conmovedoras y, por qué no decirlo, perfectas que vais a poder leer nunca. Por decirlo de otra forma: es un libro que le puede gustar a cualquier lector o lectora, sean cuales sean sus gustos y preferencias, escrito además en un estado de gracia estilístico (aunque resulta lo habitual en Calvino) que convierte este libro en una verdadera delicatesse para los paladares literarios más exigentes. Que además se deleitarán como pocas veces en su vida no sólo con las peripecias de Cósimo, sino también con sus amores con Viola, con la melancolía del caballero Enea Silvio Carrega, los avatares del bandido lector, Gian dei Brughi, las peculiaridades de la familia de Cósimo -no pasar por alto a su hermana Batista y sus habilidades culinarias- o, simplemente, con la maravilla que representa la villa de Ombrosa, verdadero Paraíso en la Tierra... sobre todo para las ardillas.
Bueno, no sé si se ha notado hasta ahora, pero a mí lo que me gustaría es que dejásemos de leer esta reseña Y OS PUSIÉRAIS A LEER EL LIBRO, CONCHO... Peeeero, sin olvidar que aun queda un título en esta trilogía, así que cuando acabéis, volved...
¿Ya está? No lo habéis podido soltar, ¿verdad? Bueno, pues no se vayan todavía, que aún hay más: para continuar -y concluir- tanta maravilla, Calvino escribió otra deliciosa novela, más corta, titulada El caballero inexistente, se nos narran las aventuras -y desventuras, también- del Agilulfo de los Guildivernos, caballero al servicio del ejército de Carlomagno. Pero, como dicta el título de la novela, Agilulfo en verdad no existe, es tan sólo una armadura vacía que se mueve por la pura voluntad de ser un caballero. Por decirlo como se expresa en el libro: Agilulfo sabe que existe, pero en realidad no existe... a diferencia de su escudero Gurdulú, que existe, pero que no sabe que existe y por eso se identifica con todos los seres y aun objetos con los que se cruza... Aunque también conoceremos las cuitas, amorosas y de las otras, de otros personajes como Ramallo de Rosellón, la aguerrida Bradamante, Turrismundo de Cornualles, su madre, la princesa Sofronia... Todas ellas narradas por una voz también bastante peculiar, la de una monja, sor Teodora, que debe escribir las vicisitudes de estos caballeros y damas como obligación impuesta por la madre superiora de su convento y nos ilustra, además, con algunas reflexiones sobre la creación literaria en sí:
"La página tiene su bondad sólo cuando la pasas y está detrás la vida empujando y descomponiendo todas las hojas del libro. La pluma corre impulsada por el mismo placer que te hace correr los caminos. El capítulo que empiezas y aún no sabes qué historia contará es como la esquina que doblará al salir del convento, que no sabes si te pondrá frente a un dragón, una banda berberiscos, una isla encantada, un nuevo amor".
Como, supongo, más de uno y una de quienes leen esta reseña habrán adivinado al conocer los nombres de los personajes de la novela, El caballero inexistente es un relato impregnado de humor; más aún, incluso, que las otras dos novelas de la trilogía, en las que, por otra parte, el humor también estaba presente en todo momento. Pero en ésta, sin olvidar un trasfondo metafórico -que se condensa, sobre todo, en la melancolía existencial del caballero Agilulfo-, el humor se convierte en un rasgo más del estilo y no el menos importante, e incluso diríase el motor que hace funcionar toda la historia; a destacar, por ejemplo, la narración de la batalla entre los ejércitos cristiano y sarraceno o la desternillante noche de amor que pasa Agilulfo con la seductora viuda Priscila... Una vez más, empero, no sé hasta que punto estaría de acuerdo el propio Italo Calvino, pues, según sus palabras (en la respuesta a la crítica mencionada antes): "El caballero inexistente es una historia sobre los distintos grados de existencia del hombre, sobre las relaciones entre existencia y conciencia, entre sujeto y objeto, sobre nuestra posibilidad de realizarnos y de establecer conciencia con las cosas; es una transfiguración en clave lírica de interpretaciones y conceptos que se repiten continuamente hoy en la investigación filosófica, antropológica, sociológica, histórica". Todo de una gran profundidad, como se ve, aunque, bueno... eso no tiene por qué estar reñido con el humor, la risa y la diversión, ¿no?
Lo dejo aquí porque no se trata tanto de que yo cuente lo mucho que me gustan las novelas de esta trilogía sino de, insisto, que las leáis. Porque, en este caso, no es sólo que sean imprescindibles, sino que son MARAVILLOSAS.
MILLE GRAZIE, SIGNORE CALVINO!
Otras obras del nunca suficientemente loado (ni leído) Italo Calvino, reseñadas en Un Libro Al Día: El sendero de los nidos de araña, Marcovaldo, Si una noche de invierno un viajero, Las ciudades invisibles,Seis propuestas para el próximo milenio, El barón rampante
Muy, muy divertido Italo Calvino. Recuerdo especialmente El barón rampante.
ResponderEliminarPues a mí con Calvino me pasa igual que con otro veneradísimo escritor lleno de imaginación, Paul Auster: no consigo que me interese, me aburre. De joven leí El Vizconde Demediado y se me hizo eterno. Luego intenté no sé cuál otra de esta pseudo-trilogía y no pasé de 20 páginas. Sus Propuestas para el próximo milenio me encantan, pero su ficción, como dirían los italianos, buh.
ResponderEliminarJusto estos días he estado leyendo El caballero inexistente para hacer unos post en IG sobre la trilogía. Me ha parecido muy divertido, alocado, pero al mismo tiempo seguramente el más profundo de los tres. Gran autor Calvino.
ResponderEliminarMi más sincero aplauso a ULAD por este homenaje a Italo Calvino. Lo descubrí con El Barón Rampante y ya no pude parar. Las ciudades invisibles es su obra más hermosa:Elegante, inteligente, evocadora...redonda.
ResponderEliminarEs el libro que más veces he leído, recomendado y regalado pero esa prosa Elegante,esa lucidez y esa invitación al lector a jugar, a reflexionar y a participar se encuentran en casi todos sus libros.
No se ha notado mucho que es uno de mis favoritos, ¿Verdad?